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Enloquecidos y Apasionados (12)

en Hetero: General

Como ya dije, este relato es 100% ficticio, pero podría ocurrir. Recomiendo que lo lean desde el primer capítulo, si no lo han hecho ya.

Enloquecidos y Apasionados

e-mail: tioguacho52@yahoo.com.ar

msn: tioguacho52@hotmail.com

Capítulo 12.

Pasados unos minutos, advertí que mi adorada adolescente cerró la puerta. Ella sabía tan bien como yo que esa acción no significaba nada, dadas las dimensiones del departamento; en ese momento, intuí -y luego supe- que lo hacía más para la tranquilidad de su amiga que para lograr una intimidad que ni mi novia ni yo creíamos necesaria, se cumpliera o no nuestro plan de que yo me uniera a ellas. Si Caro cambiaba de idea respecto de que yo la desvirgara, simplemente no me llamarían y yo las dejaría tranquilas con sus relaciones lesbias; pero, de ser así, mi adorada nena hermosa recibiría una "doble ración" de sexo heterosexual esa noche, de la cual ya habíamos conversado. Ya no había objeto para quedarme escuchando al lado de la puerta: corría el riesgo de ser descubierto por nuestra huésped y, además, como quedó dicho, si deseaban mi participación, me llamarían. Así, volví a sentarme en el sofá, simulando enfrascarme en una inocente comedia que estaban dando por televisión. De hecho, por si las chicas no me llamaban, consideré buena idea intentar seguir la trama de aquella película. No obstante, aproximadamente a los quince minutos, llegó el momento que tanto anhelaba y, a la vez, temía por las probables repercusiones en mi reputación, no en mi físico: a esa altura de los acontecimientos, Mica ya me tenía bien "entrenado" y estaba en forma para afrontar una sesión con dos jovencitas con sus hormonas tan a flor de piel… aunque al día siguiente, no sirviera ni para levantarme de la cama, y rogara a gritos que me dejaran descansar ¡por favor! (jajaja).

-¡Papi! -llamó, suavemente, mi nena hermosa-. ¡Vení, que estamos necesitando algo que sólo vos nos podés dar!

Enseguida, aparecí en el umbral, mirando hacia adentro de la habitación. Ambas, totalmente desnudas sobre la cama, se acariciaban mutuamente distintas partes de su alucinante y menuda anatomía. Creo que lo que más me impactó fue ver que la conchita de nuestra visitante estaba tan depilada como la de mi adorada novia, y no podía haberlo hecho desde su llegada. Debía ser que le gustaba tenerla así.

-Pasá, pasá -me dijo la adolescente de ojos negros, con los cabellos arremolinados, como después de cierta actividad o de toda una noche durmiendo. Carolina me miraba expectante y sonriente-… las dos estamos necesitando tu pijota; ¿no, Caro?

-Sí, Tío… puedo llamarte "Tío", ¿verdad?

-Podés llamarme como quieras, Dulzura -respondí, anonadado, mientras me quitaba la ropa. Luego, gracias a mi buen poder de recuperación y ya en bolas, sugerí-: vamos al otro dormitorio… allí la cama es más grande y vamos a estar más cómodos.

Ya en el otro cuarto, permití que las dos chicas se acomodaran primero, tras lo cual pregunté:

-Bueno, sé lo que quieren; pero, ¿quién será la primera?

-¿Te parece que la deje a mi amiga que tenga su primera vez? -me interrogó mi pícara novia-. Mirale esa boca… creo que muere por chupártela. -agregó, y su compañera se limitó a asentir, con un fugaz "ataque" de vergüenza.

Guiada por las expertas manos de mi tierna adolescente, nuestra huésped tomó mi verga y comenzó a acariciarla con las yemas de sus dedos, como si de un animalito se tratara. Con delicadeza -casi con temor-, retiró mi prepucio hacia atrás y sin asco pero con algo de reticencia, se la puso, muy despacio en la boca, cerrando sus labios que la apretaron con la presión justa… ¿intuición o experiencia? Sinceramente, no me importó, pero me incliné por la primera opción, porque luego, no supo muy bien qué hacer. Quizá, recordando alguna película porno que habría visto, comenzó su movimiento de vaivén, hacia y desde mis vellos púbicos. Pocos minutos le bastaron para habituarse al ejercicio y a darse cuenta de los efectos "eléctricos" que su lengua causaba al rozarme esa parte tan erógena de la anatomía masculina… en este caso, por fortuna, era la mía. Todo en ella -hasta su inexperiencia- me atraía; no tanto como mi novia, desde luego, pero, con sólo mirar su carita, tan concentrada en su mamada y esos hermosos ojos marrones que, con frecuencia, se cruzaban con los míos, me daban ganas de darle toda mi leche en ese mismo momento. Sin embargo, sabía que habría de querer más en esa tarde de debut y yo ignoraba qué podría hacer si me corría ya, inundándole la boca. Pero mi calentura tomó las riendas de los acontecimientos y no pude evitar explotar. Se atragantó un poco y, sin desearlo, escupió más de la mitad de mi lava, que cayó sobre sus tetitas y panza, circunstancia que aprovechó para frotársela por esas zonas y también, como aún tenía un resto en las manos, se la pasó por la cara… principalmente, por las mejillas.

Enseguida, Mica -quien hasta entonces, sólo había sido una expectadora de lujo en primera fila, pajeándose frenéticamente y llegando un par de veces-, tomó a nuestra excitada visitante por la cintura y la llevó a recostarse sobre la cama, poniéndosele encima para lamer, besar y chupar los sectores de su cuerpo que, seguramente, todavía tendrían sabor a mi lechita, mezclada con el sudor -más que nada nervioso- de Carolina.

En vista de que, por el momento, no podía hacer otra cosa que observar, hasta que mi poronga recuperase las fuerzas (lo cual, viendo a dos chicas de trece años desnudas y tocándose… etcétera, etcétera, no resultaría demasiado complicado, según intuí), resolví colaborar para acelerar el trámite; y, una vez que mi adorada diosita terminó con su "limpieza" y ya se dirigía, sin prisa y sin pausa hacia la encantadora entrepierna de su compañera, tomé a Mica de la cintura, ubicándola para que ambas dulzuras hicieran un sesenta y nueve. Mi novia me miró, con ojos cómplices y agradecidos, mientras su compañera, imitándola, comenzaba a lamer la tierna rajita de mi nena.

Por supuesto, no podía ver todo el espectáculo: para ello, habría necesitado cámaras de video y espejos, con los que no contaba. Sí podía observar, en primerísimo primer plano, las piernas abiertas y la conchita de Caro siendo chupada y besada por el Amor de mi Vida. Me alejé un poco para tener una mejor perspectiva de aquello que tanto me calentaba. Además, los gemidos no tardaron en hacerse oír… esas dos vocecitas de nenas excitadas hicieron que mi verga volviera a la vida más rápido de lo que jamás imaginé que podría suceder. Mi nena hermosa miró mi herramienta como con hambre, pero comprendió -eso me lo dijo después- que su amiga tenía dos orificios más por desvirgar… los más dolorosos, sin dudas, y yo necesitaba guardar mis energías para tales circunstancias, por lo cual bajó la mirada, fijándola otra vez en aquella maravillosa entrepierna, ya mojada de saliva y jugos, y continuó con su tarea, mientras su amiga aprendía a pasos agigantados cómo comerse una cuquita que, al estar depilada, era más fácil de devorar sin atragantarse con molestos vellos y, acaso, más sabrosa. Supuse que aquello de estirar los pliegues -que, como pequeñas aletas, sobresalían de la rajita-, lo habría aprendido con Romina… ver y escuchar todo eso fue como tomarme dos o tres dosis de viagra juntas: mi poronga estaba a mil y ya deseaba metérsela… desflorar su conchita primero. Luego, si nuestra hermosa y sensual visitante estaba aún en condiciones de tolerar otro poco de dolor, le haría la colita; pero no quería "destrozarla" en su primer día. Es más, había tomado esa decisón sin otro argumento que mi deseo; pero, a poco de pensarlo, concluí que sería lo mejor para ella también. Después de todo, su cosita ya estaría suficientemente lubricada para que mi verga le causara el mínimo dolor indispensable. Lo que no supe en esos momentos, fue que mi novia ya tenía un plan para preparar el orificio trasero de su compañera, a fin de que la primera penetración por allí fuera lo más placentera posible. No lo supe, pero pronto me daría cuenta.

Llegó el primer orgasmo de Caro, durante el cual gritaba, algo asustada y muy caliente, que se iba a hacer pis y, por toda respuesta, Mica le lamió el clítoris para que hiciera todo lo que quisiera… tal era la excitación de mi nena que estaba dispuesta a beber la orina -y lo que acompañara- de su amiga y así lo hizo.

Superada esa situación, mi amada se levantó y me "cedió el puesto"; no es que yo pensara en un sesenta y nueve con nuestra huésped -al menos, no por el momento- y, de hacerlo, yo iría abajo… no me gustaba nada la idea de aplastarla con mis setenta y tantos kilos: por el contrario, prefería tener sus cincuenta kilos -como mucho- encima de mí; pero, lo dicho: no estaba en mis planes inmediatos.

La tomé de debajo de las rodillas y le acerqué la cola al borde de la cama para que fuera más cómodo para ambos. Cuando lo hice, ella supo mis intenciones y me miró con carita asustada; sin embargo, también supo que, a pesar de que aún podía levantarse, vestirse e irse, ya no había vuelta atrás. Traté de tranquilizarla con una sonrisa que sentí nerviosa… después de todo, yo también debutaba en mi calidad de "desvirgador vaginal", cosa que ella no sabía… ¡afortunadamente!

Con más delicadeza de la habitual, acerqué mi poronga a esa conchita y, sin pensarlo demasiado, comencé a metérsela. Me hizo acordar a mi primera vez con mi novia, por lo estrecho de su canal. Intuí que, si acaso había entrado algo en esa cuquita virgen, sólo había sido un dedo… dos, como mucho, y habían sido suyos, desde luego.

Continué mi delicada pero placentera faena. Todo iba casi de perlas… mi pequeña debutante ya gemía y se notaba que, más allá de algún dolorcito lógico, estaba disfrutándolo, hasta que mi verga se topó con su adorable himen. Allí, me detuve, como quien golpea a la puerta, antes de entrar, aguardando el permiso.

-No pares, Tío -me pidió, casi en un ruego-… ¡me tenés a cien! Metémela, porfiii…

Mis caderas parecieron tomar vida propia y, muy despacio, comencé la tarea de romper ese virgo. Lloró un poco, pero mi amada novia se encargó de calmarla, dándole un beso de lengua y acariciándole las tetitas, con alguno que otro pellizcón suave en los pezones, lo cual, obviamente, disfrutaba muchísimo. Mientras que yo perforaba cada vez más profundo esa cuevita inexplorada, Mica se dio cuenta de que sus besos y mimos ya no eran necesarios, se detuvo y sólo quedó pasándole la mano por el cabello. Ninguno de los tres queríamos que yo acabara dentro de aquella cosita, aunque ganas no nos faltaran… en especial, mi "sobrina", por querer completar la lección, sentir cómo era recibir la leche de un hombre en su útero, y yo lo deseaba por pura excitación; pero la posibilidad de otro embarazo -con mi adorada novia, ya estábamos buscándolo- me había hecho resolverlo desde la primera bombeada: no, no acabaría en su cuquita. De todos modos, si todo salía bien, no sería la última vez que me cogería a esa nena. Hasta el momento, mi tierna novia estaba de acuerdo en que aquellos encuentros se repitieran.

En cuanto sentí que mis bolas estaban a punto de hervir, saqué mi herramienta de ese estrechísimo canal recién desflorado. Me dio algo de pena ver su sangre, pero tres cosas detuvieron ese sentimiento: ella lo deseaba, no había otra posibilidad para desvirgarla que no fuera con dolor… bueno, con anestesia, pero nunca había oído de tal cosa; y, finalmente, ambas nenas ya "atacaban" mi verga con sus manitos y bocas para hacerme acabar. Además, aprovechaban para besarse con lengua y lamerse los labios. ¡Ver a esas dos nenas de trece años besándose de esa manera y, al mismo tiempo, "luchando" por ser la primera en saborear mi leche, fue la escena más caliente que había presenciado en mi vida! ¡Ni en mis sueños más locos había imaginado algo así! Sentir sus lengüitas en mi verga, subiendo y bajando por todo mi tronco, uniéndose de vez en cuando sobre mi glande me preparó para una de las explosiones más potentes de toda mi experiencia sexual, incluyendo mis épocas de adolescencia, cuando mis hormonas siempre estaban a mil. Escucharlas gemir, mientras sus manos me pajeaban y sus boquitas ansiosas me chupaban la poronga era música para mis oídos… pero aún no había llegado el colmo de la lujuria.

-Tío, danos tu lechita, ¡porfiii…! -pidió Caro, con una vocecita que no fingió, pero que fue la más dulce que había oído jamás, amén de las súplicas juguetonas que solía hacerme mi nena hermosa-. Te prometo que ahora no me voy a atorar.

Ambas chicas compartieron mi primer chorro… afortunadamente, porque fue tal la cantidad y la fuerza que habría atragantado a Mica, ya experta en estos menesteres, si hubiese estado sola. De hecho, no todo fue a parar a sus sedientas bocas… parte de mi lava cayó en la cabellera y la frente de ambas, pero más en las de nuestra huésped ("suerte de principiante", como dijo mi adorada adolescente, sin molestarse por ello); ninguna de las dos hizo nada para quitarse el viscoso líquido que no tardó en empezar a rodar por sus caritas, como si fuera sudor espeso, cayendo en cámara lenta. Estaban demasiado ocupadas bebiéndose la segunda escupida -y sucesivas- de mi pija sin que se les escapara ni una sola gota. Una vez que el "ordeñe" culminó, las dos se dedicaron a dejarme la herramienta bien limpia y terminaron con un bigote blancuzco cada una.

Dejándome llevar por mis impulsos, besé a ambas. Quizá, el beso que le di a mi tierna novia haya sido más intenso y seguramente puse más amor en él, pero, a simple vista, fueron muy parecidos.

Embarradas como estaban, se negaron a lavarse. Admito que yo no insistí para nada: me gustaba verlas así; es más: había sido una de mis fantasías desde mis primeras experiencias, a los catorce años.

-Ahora, sólo falta la colita de Caro. -dijo mi adolescente, un rato después, como si fuera lo más natural, y con su amiga presente, sentadas en la cama y yo en una silla, los tres completamente desnudos.

-Sí, ya sé... y les aseguro que no va a ser ningún sacrificio para mí, hermosas mías; pero déjenme descansar, porfi…

-No, si ya habíamos pensado en eso -intervino la visitante, con bastante más soltura-, y Mica sugirió que yo llame a casa y les pida permiso a mis papás para quedarme a dormir acá… si vos querés, por supuesto…

-Seguro… ¡claro que quiero! Si te dejan tus padres, podés quedarte a jugar con Mica… y conmigo. -agregué, guiñándoles un ojo a las dos.

Las chicas, así, completamente desnudas, corrieron al teléfono y, mientras nuestra amiga hablaba, inocente, para pedir el permiso pertinente, mi tierna nena hermosa, fue al dormitorio/estudio. Desapareció por unos segundos y regresó a nuestra habitación con el vibrador en la mano. Lo dejó sobre la mesita de luz y, espatarrándose sobre la cama, me sonrió, adivinando mi temor.

-No, cielo -me dijo, con la felicidad que le brotaba por los poros-… no te preocupes: a pesar que me encantaría estar en el lugar de Carolina hoy, no voy a meterle el consolador en el culo. No soy tan cruel. -rió, por fin.

-Entonces, ¿para qué lo trajiste? -pregunté, ebrio de lujuria y placer.

-Para ponerle la puntita en los pezones y en el clítoris cuando empieces a culearla: así, se olvida un poco del dolor.

-Buena idea… vos te la bancaste muy bien, sin ayuda del vibrador, pero comprendo y me gusta que quieras evitarle el primer dolorcito a tu amiga.

-Sí, es verdad: me la banqué bien, pero vos me hiciste el culito con algo que no creo que sientas por Caro… quiero decir "amor", ¿no, Cielo? -comentó, con un dejo de celos.

-No, por supuesto que no. Si esto sigue, a ella, puedo llegar a quererla mucho… de hecho, me cae muy bien. Pero con vos es diferente, Amor: por si no te has dado cuenta todavía -dije, tomándola de la cintura para acercarla más a mí-, yo estoy enamorado de vos. Nadie, nunca va poder darme la ternura, la comprensión y otras cosas que antes sólo conocía por referencia… como algo raro de encontrar en una persona que te ama. Así que, más allá de lo excelente que sos cuando se trata de sexo, te amo porque tenés esa cosa rara y que me hace amarte como nunca amé a nadie, ni volvería a amar en otra vida… sólo que volviéramos a encontrarnos y a enamorarnos…

Como epílogo de mis palabras, nos besamos como nunca, desde la llegada de Carolina al departamento; y fue, justamente ella, la primera persona conocida que nos vio en esa actitud.

-¡Así que era verdad! -exclamó, con una mezcla de asombro y sana envidia, mirándonos desde la puerta-. ¡Ustedes dos son novios! ¡Están enamorados!

-Muy enamorados -enfatizó mi adorada adolescente-. Y te diría que somos más que novios… somos una pareja. Vivimos en pareja.

-¡¡¡Guauuuuuuuuu!!! -suspiró nuestra bella huésped-. ¡Debe ser una masa estar así, tan enamorados, ¿no?!

-Es hermosísimo -intervine, con convicción-. No te quepa ninguna duda; pero también es arriesgado, peligroso. Imaginate que, si alguien dice que estamos viviendo en pareja, sería nuestro último día juntos: yo iría a la cárcel, seguro. Y sería el fin de esta vida tan maravillosa que llevamos.

Caro comprendió el mensaje: "¡No digas nada!". Sin embargo, tanto mi nena hermosa como yo estábamos muy seguros de su silencio. En primer lugar, porque Mica había sido su mejor amiga, desde el primer día de clases; y en segundo lugar -aunque no sé cuál es el orden correcto-, le gustaba demasiado el sexo… o, al menos, el tipo de sexo que mi novia y yo practicábamos; y, si bien no éramos los únicos que lo realizábamos, no eran muchas las parejas como nosotros (una chica de trece años y un hombre de treinta y tantos), dispuestas a compartir su secreto con una adolescente de esa edad. Es decir, no éramos irreemplazables, pero sí le habría costado mucho encontrar otra pareja como nosotros.

Finalmente, las chicas se bañaron -juntas- y, más allá de lo que hubiesen hecho bajo la ducha, salieron con olor a limpio. Luego, me bañé yo: me habría pajeado recordando lo que escuché desde el sofá, mientras las nenas se bañaban, pero resolví guardar mis energías, lujuria y lava para cuando le hiciera el culito a nuestra amiga.

Cenamos como lo que aparentábamos ser y, hasta cierto punto, éramos: un hombre que era tutor de su ahijada quien, a su vez, había invitado a una compañera de colegio a dormir. Salvo por algunos pocos "agregados", ésa era, precisamente, la situación. Durante la comida, hablamos sobre temas sin mayor trascendencia. Carolina, también nos comentó que su madre le había preguntado cómo dormiría sin sus piyamas, a lo que ella respondió que no los necesitaría y agregó, para evitar confusiones, que Micaela le prestaría unos. Los tres nos miramos, cómplices, y echamos a reír, pero fue lo único que se comentó respecto de lo que sucedería un poco más tarde.

El momento llegó; la debutante intentó disimular sus lógicos nervios con chistes tontos, algo que todos solemos hacer en momentos "críticos".

Al ser la más experta en estas cosas -gracias al famoso grupito que había dejado atrás en Miami-, mi nena hermosa tomó las riendas de la situación: lenta y sugestivamente, comenzó a desvestir a su compañera y a acariciarle su encantador cuerpito de ángel, haciendo especial hincapié en su colita, el cual fue dilatando con un dedo… luego, fueron dos, empapados de la saliva de ambas. Yo entré totalmente desnudo, al igual que ambas chicas, pues Mica, por calentura o solidaridad… o, quizá, teniendo la secreta esperanza de que ella también recibiría una "ración", se había quitado toda la ropa.

Haciendo caso a una seña de mi novia -nuestra huésped ya estaba en cuatro y mirando hacia la cabecera de la cama con su culito preparado-, tomé la vaselina que me alcanzó mi amada "asistente", por así llamarla, saqué un poco de esa crema con mis dedos y empecé a metérselos, lo cual, gracias a la maestría de mi nena hermosa, me fue más sencillo que en nuestra primera vez con Mica. Enseguida, sentí la mano de mi novia en la pija, pasándome aquel lubricante. Lo que le sobró, lo untó sobre sus propias tetitas en un masaje sumamente erótico que a mí me encantaba… y ella lo sabía: ya lo había hecho antes, no necesariamente untándose algo. Pero ese frotamiento me enloquecía… como todo lo que ella acostumbraba hacer para calentarme.

De cualquier manera, el culito de nuestra amiga ya estaba preparado. Mi adorada nena hermosa -aunque ambas lo eran, ya saben a quién me refiero- se puso en posición para ayudar a su compañera a pasar este primer momento. Sintiéndome más verdugo que amante, acerqué mi pija a su tentador culito; iba a acariciarle las nalgas, bastante grandes para su edad, en señal de que comenzaría, pero resolví no hacerlo: sólo la pondría más tensa. De modo que, sin aviso previo, fui enculándola de a poco; como era de esperar, la primera parte fue la más sencilla: gemía y suspiraba, como, en su momento, lo había hecho mi amada adolescente. A medida que fui penetrándola más a fondo, el dolor incrementaba y se quejaba cada vez más fuerte, hasta que Mica la besó en la boca y, casi simultáneamente, le aplicó el vibrador en los pezones, primero, y luego en el clítoris. Con cada toque del aparato electrónico, nuestra debutante dio un respingo y, "olvidándose" del dolor que, afortunada y evidentemente, fue cediendo, comenzó a gozar un ratito antes que su amiga, en su propio debut; pero ésa era la idea que mi novia había planeado. Pronto, Caro comenzó a sentir el placer de su primera culeada, sin necesidad de nada que la ayudara a disfrutar... salvo mi verga, claro… jejeje.

-¡Ay, Tío…! -ronroneó, mirándome por su costado izquierdo, forzando sus ojazos castaños hacia atrás-. Dame más, porfi… ¡partime en dos con tu pija!

Por supuesto, esas pocas palabritas me volvieron realmente loco. Estaba desvirgando el segundo culo de mi vida y ambos eran de jovencitas calientes de trece años, las dos tenían nalgas más que respetables para adolescentes de esa edad y, para colmo, ambas gozaban mientras les rompía el culito. Como era de esperarse, (no como en las películas porno que tienen una resistencia muy poco creíble) no tardé demasiado en echar mi leche en las entrañas de nuestra huésped. Tras el último chorro, saqué mi verga, algo fatigada por la tarea a la que había sido sometida; es verdad: yo ya estaba habituado a hacer el amor tres veces -y, en ocasiones, más- con mi novia, pero el nerviosismo de desflorar a una virgen de cuerpo pequeño y que, para peor, no tenía nada que ver conmigo, me hizo sentir el cansancio algo más de la cuenta. Lo que quiero decir es que no la conocía de antes, como había sucedido con mi adorada Mica, ahora dedicada a lamerle el dilatado orificio posterior de su amiga por donde escurría la mayor parte de mi lava.

Aquella noche, sin ninguna incomodidad, las chicas y yo compartimos la cama para dormir, y ellas dos, incansables, jugaron un poco más la una con la otra. A partir de ese maravilloso día, Caro se convirtió en nuestra amante… a veces, los tres juntos y otras, ella era sólo de Micaela… o sólo mía.

Continuará