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en Hetero: Primera vez

Su primera vez

La conocí en la fiesta de mi mejor amigo, una muchacha hermosa, su risa parecía iluminar su rostro y su figura despertando a la vida me insito a acercarme, 16 primaveras en el cuerpo y por lo menos 25 en la mente, madura, gentil y hermosa, charlamos, bailamos, nos divertimos haciendo locuras y como en las novelas, casi al final de la fiesta, le robe un beso, me respondió temblorosa, tímida, pero sensual, mi sexo despertó sobresaltado al sentir su lengua presentarse ante la mía.

La invite a mi casa y accedió, el desorden de el lugar le pareció simpático y tener que lavar un vaso para servirse algo de beber le hacia gracia, la miraba fijamente queriendo descubrir lo que había bajo su ropa de niña y sus pupilas delataban el reflejo de mi boca en sus ojos azules, nos instalamos a conversar de la vida haciendo un espacio entre el caos del sillón.

Le iba a contar de mis proyectos cuando me interrumpió con un beso, y sentí el roce de su piel fresca y tersa, el olor de su candidez me inspiro a acariciar su pelo largo y maravilloso, al fragor de los besos mi temperatura comenzó a elevarse, sintiendo como mi pantalón cada vez dejaba notar el despertar de mi sexo, decidí incursionar en su cuerpo y los besos que comenzaron lentamente en su boca, se trasladaron a su cuello y fueron agradecidos por su piel, erizándose como un gato, mis manos dieron rienda suelta a sus deseos y deambularon fogosas por su cuerpo, mi muchacha estaba decidida a entregarse a mi y a mi calor.

La dulzura de sus formas me hacia estremecer y el calor de sus pechos blancos me invitaban a mordisquear el placer de sus pezones erguidos, pero me detuvo la emoción de su voz en mi oído confesándome su pureza, recordé mi castidad de antaño y no pude evocar su partida, a mis 20 años estaba convertido en un lobo hambriento, cazador de pasiones y creí no ser merecedor de suscitar su llegada a la madurez, pero me alentó declamando en mi oído sus ansias por conocer el paraíso.

Mi tarea fue prolija, tenia que ocuparme de todos sus sentidos y encomendé todo mi ser a una labor difícil, pero increíblemente deseada por cualquier hombre, puse en marcha el camino hacia su meta desnudando su cuerpo inmaculado y lamiendo cada rincón de sus curvas, sentía sus convulsiones y la libido me ayudo a desplegar mi imaginación, recorrí su pubis fresco y quise saciarme de sus fluidos recién paridos, sus manos inexpertas se dejaban llevar por lo innato y recorrieron mi espalda torpe, pero desesperadamente, como queriendo fundir mi cuerpo con el suyo.

La majestuosidad de su sexo casto y bañado de néctares plagados de seducción me volvían loco y quise que mi sexo sediento de calor incursionara dentro de su cavidades, lentamente lo fui clavando dentro de ella, podía sentir la barrera dulce de su himen intacto y me esforcé en protegerla del dolor que sentía, tome sus manos suaves y delicadas y las entrecruce con las mías queriendo darle el apoyo y la fuerza necesaria para no abandonar nuestro idilio, mi oído era testigo de sus gemidos mezclados de pasión y dolor mientras mi sexo intentaba afanosa y delicadamente conocer sus entrañas, la fuerza de mi cadencia elimino las barreras y me sentí totalmente dentro de ella, graduaba mis movimientos intentando consolarla y litros de sangre emergieron de todo su interior, me sentí como un asesino clavando un cuchillo en su pecho, al ver como la despojaba de su virtud, resguarda con afán hasta ese momento, pero nuestro deseo de continuar conociéndonos nos ayudo a desinhibirnos y proseguir el camino, su sangre roja, como el mejor de los vinos, cesó su caudal y se mimetiso con el color de sus fluidos, quise detenerme para lavar sus heridas pero me lo impidió, queriendo mas de mis encantos y juntos aumentamos nuestra cadencia al máximo, frenéticamente nos imbuimos en una lucha por llegar al cielo, me sentía cada vez mas realizado y mi fuerza se hacia mas pequeña, juntos dimos el ultimo empujón necesario para tocar las estrellas y nos entregamos a la maravilla de un orgasmo electrizante que nos dejo mudos, jadeantes y exhaustos.

Me agradeció al oído por mi buen trabajo y sonrió dichosa por su primera vez, intente ayudarla a despojarse del liquido rozado que se formo al mezclar su sangre con nuestro placer, la tome en mis brazos y la lleve a la tina, delicadamente pase la esponja por su cuerpo recién descubierto por mi y borre toda evidencia de su primer aventura, le agradecí con el alma haberme permitido convertirla en mujer, beso mis labios con sabor a su néctar y su madurez envidiada declaro agradecida sentirse aun en las nubes, nos bañamos juntos como antiguos amantes, quedando en el recuerdo la inocencia de su cuerpo y en nuestras mentes se despertaron las ganas de colonizarnos y mirar la vida uno al lado del otro.