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Visita Ilustre

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Visita Ilustre

Escuche el timbre y me dirigí raudo hacia la puerta, apareció ante mí con un vestido rojo, estampado con figuras de dragones, era un vestido de china, pensé, tenia el cabello tomado, sus moños redondos adornaban su rostro y algunos cabellos sueltos en su cara la hacían ver aun más hermosa, usaba botas negras que delineaban sus piernas delgadas y su aroma a lavanda se desplazo por toda mi casa.

Me saludo contenta, efusiva y jovial y me regalo un abraso ardiente que estremeció todo mi cuerpo, la invite a pasar y se acomodo en el sofá, me miro curiosa, talvez buscando el lugar donde la haría mía, mientras cruzaba la pierna con sensualidad, le ofrecí algo de tomar y accedió gustosa, mis ojos la encontraban maravillosa y su risa logro cautivarme.

La charla estuvo amena, me contó su vida y sus anhelos, me hablo de sus miedos, sus triunfos y sus fracasos y yo la escuche ansioso de que me pidiera besarla, tímidamente se levanto al baño y pude observar su figura, su cuerpo delgado y curvilíneo me provoco escalofríos y cuando venia de vuelta no pude aguantarme las ganas de besarla, la tome del brazo y la puse contra mi, pude sentir como su respiración se aceleraba y comprendí que al igual que yo, quería pasar conmigo esa noche, por eso, me sentí confiado y decidí emprender el camino hacia el amor.

Mi boca se convirtió en el instrumento ideal para dicha tarea, bese sus labios ardientemente, mi lengua quería recorrer la suya y mis manos comenzaron a viajar por su cuerpo ardiente, bese su cuello blanco y con olor a lavanda y quise tomarla, en ese momento sentí su soplido en mi oído que logro levantar mi sexo hasta las nueves, sentía su lengua por mi cuello y sus manos desabotonaron mi camisa, lentamente, comenzó a besar mi pecho, la sentía frenética, ardiente y deseosa de mi, desabrocho mi pantalón y me animo a regalarle mis fluidos, paseo por el jardín de mi pubis hasta llegar a mi sexo, recorría mi escroto con su lengua de tal forma que creí estallar de placer, sus manos eran expertas, sabían exactamente donde acariciarme y que hacer, yo me entregue a su hambre de mi, por todo el tiempo que duro aquel mágico encuentro entre su boca y mi sexo.

Antes de explotar la detuve, mire su rostro desfigurado por la pasión, la puse de pie y lentamente la desvestí, su vestido rojo de chinita dejo que yo lo sacara sin problemas, y me encontré con su cuerpo de mujer, blanco, cálido, suave, y absolutamente para mi, su ropa interior era roja, y en el sostén había un adorno muy romántico, una flor amarilla, que contrastaba con todo lo que había visto hasta el momento, baje el cierre de sus botas y desabroche su sostén, entonces, la tire en el sillón y comencé a deleitarme con su sabor a hembra, mi lengua recorrió cada centímetro de su piel mientras la sentía retorcerse de placer, hice míos sus pechos y saboreé el dulce aroma de sus pezones duros que apuntaban al cielo, podía escuchar sus gemidos, los que me alentaban a seguir incursionando en su cuerpo, lamí su vientre plano, y me enrede un momento en su pubis generoso y sus manos me empujaban a seguir mi camino, mi lengua saboreo los lúbricos sabores de sus fluidos, mientras sus gemidos poco a poco se iban convirtiendo en grandes bramidos.

El deseo de entrar en ella me sobrepaso, la tome de las caderas, la acerque a mí y la penetre como un loco, una y mil veces, con una cadencia que se hacia cada vez mas intensa, rápida y profunda, la tome como una gata en celo y la penetre tan profundo que hasta logre sentir mis testículos rozando su trasero, ambos nos regalábamos de placer, mientras miles de espasmos inundaron mi cuerpo.

Decidimos cambiar de posición, entonces me sumergí en ella, me arqueo sus piernas y me invito a domarla, pude ver sus pupilas dilatadas y su cuerpo húmedo de transpiración, la escuche decirme que me deseaba y que necesitaba que mi cadencia aumentara, apreté sus pechos generosos y bese sus labios ardientes, nos imbuimos con nuestros gemidos y sentí que estábamos a punto de llegar a la meta, entonces mi cuerpo dio un ultimo empujón, que ella sintió en lo mas profundo de su ser, y pude regar en su interior la miel de mis mas húmedas sensaciones, que se mezclaron el dulce fluido se su sexo.

Exhaustos, nos recostamos en el sillón, le agradecí la visita y me dedico una canción, fumamos el típico cigarrillo del descanso y terminamos la copa de vino que le serví cuando llego, continuamos la conversación hasta la madrugada, me di cuenta que aquella mujer era mi amor y mi sueño cumplido, por eso, la invite a quedarse y a continuar con la pasión.