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Helado de Chocolate

en Sexo Oral

Helado de Chocolate

Caminaba por el parque y la encontré, hacia mucho tiempo que no la veía, me pareció más hermosa que nunca, observé que había bajado algo de peso porque su figura estaba más estilizada y su vestir era muy provocativo y sensual.

Me pidió que la acompañara a caminar por el lugar para conversar, estaba animada, sonreía por cada cosa que yo le decía, me contó que estaba sola, que había encontrado un buen trabajo y que la vida le sonreía, noté que su mirada era un tanto picaresca y provocadora, sus ojos se clavaban en mis labios de forma sugerente y tentadora, me ponía muy nervioso cada vez que con alguna excusa me tomaba la mano o me acariciaba las mejillas, mi sexto sentido me advertía que ella quería algo más conmigo y estaba dispuesto a entregarle lo que me pidiera. Como en casi todos los parques, paso el señor de los helados, compramos uno para cada uno y, obviamente, ella eligió su favorito, helado de chocolate.

No sé si fue el calor del día o la revolución de mis hormonas, pero por un momento me quedé pegado mirando la, según yo, forma fálica que tenía el helado y ella, al percatarse, comenzó a chuparlo de una forma realmente sugerente y sensual, haciéndome estremecer, le pasaba la lengua lentamente, con sutileza y agrado, lo bordeaba en círculos y después de varias lamidas, lo introducía en su boca, hasta el fondo, casi hasta ahogarse, lo volvía a sacar y me miraba lujuriosamente, verla en ese acto fue suficiente como para que mi sexo despertara y rugiera por cariño, por eso, me abalancé sobre ella, pero no recibí ninguna respuesta.

Su postura era inconsecuente, sentía que me enviaba millones de mensajes subliminales rogándome que la hiciera mía, pero cuando me acercaba, ella me reuia, entonces entendí su juego, quería seducirme, llevarme al limite de la excitación y probar mi fuerza para contenerme, por eso, la dejé seguir con su juego, esperando que fuera ella misma quien me pidiera poseerla, rogando que su temperatura subiera a tal grado que me dejara arrancarle sus ropas y tomarla con bravía, por eso, sutilmente, comencé a acercarme a su cuerpo, primero acaricié su rostro, palpé sus manos y rocé sus piernas, ella seguía dándole verdaderas succiones a su helado de chocolate y provocándome mas aún, la libido se hizo presente en ambos y por fin llego el momento que tanto esperaba, ella se desinhibió al punto de pedirme continuar su succión pero esta vez, en mis partes íntimas.

Yo quedé impresionado con aquel pedido, pero a la vez, muy excitado, nunca antes me había pasado algo así, por eso, mi respuesta fue clara y contundente, la besé con lujuria, sigilosamente acaricié sus pechos y ella hurgueteó en mi entrepierna, buscamos un lugar para acomodarnos y nos sentamos debajo de un frondoso árbol, no se veía gente por el sector lo que facilitó su tarea, comenzó besando mi cuello, mis labios, susurrándome al oído, metiendo sus manos por mi pecho y clavando sus uñas sobre él, continuó por mi torso despacio, hasta llegar a mi vientre, luego, encontró mis pubis y revolvió sus pelos gruesos y desordenados y me estremeció, yo solo atinaba a sentir su candor, acariciar sus pechos y a ratos, cuando me dejaba, besar sus labios.

Mi trabajo previo estaba listo, mi sexo solo quería ser visitado por su boca y su lengua, ella lo presintió, desabrochó mi pantalón y sacó a relucir toda mi fuerza, erguida para ser devorada por su pujanza arrolladora, digna de una hembra sedienta de placer, entonces la sentí en mí, su trabajo era apoteósico, su lengua daba círculos en mi cetro de poder y sus manos se repartían entre mis testículos y su base, yo respiraba agitado, tembloroso, me sentía extasiado con tanto placer, sus quejidos adornaban mis oídos y se hacían cada vez mas intensos, ella me disfrutaba tanto como yo, era como si mi garrote se hubiese convertido en su tan apetecido helado de chocolate, por eso, su lengua era mi delite, sentía como sus manos me recorrían intensamente y la adoraba, el olor manado de mis fluidos me embriagaba de forma magistral, sentía millones de pequeños choques eléctricos que recorrían mi cuerpo entero, ella seguía metiendo y sacando toda mi fuerza de su boca ardiente y lujuriosa, mis manos jalaban su pelo al sentir el intenso calor de sus profundidades y el sutil rose de sus dientes, su lengua era mi amiga inseparable que me deleitaba dándome tiernos, pero lujuriosos, lamidos en mi glande, ya no podía seguir aguantando las ganas de explotar.

Súbitamente le declaré mis ganas de regar mi néctar y ella accedió gustosa a alimentarse de él, entonces, sentí ese desborde intenso provocado por el orgasmo, que me dejó, por unos segundos, sin aliento, regué toda mi ambrosia en su boca, y ella lo agradeció gustosa, tragándolo por completo.

Me reincorporé a la situación, y ella no pudo más que sonreír, intenté abrasarla, decirle que su trabajo era bien agradecido, pero solo acomodó sus ropas, me besó en la frente y simplemente, se marcho, cuando la volví a ver, estaba acompañada de su novio, me volteó la cara y no me dirigió el saludo.