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Mi noche sin terminar

en Orgías

Mi noche sin terminar.

Salí de mi casa decidida a hacer algo entretenido, viernes por la noche y el canavis que había probado me incitaba a experimentar nuevas aventuras, caminaba rápidamente a la casa de mi amiga para invitarla a salir, cuando a lo lejos, note que un joven se me acercaba, llamándome con un nombre diferente.

Al principio me asuste un poco, pero luego, me sonreí al darme cuenta de que me había confundido con otra persona, me bautizo con dos nombres diferentes y cuando estuvo enfrente de mí, se impresiono al darse cuanta que no era ni una, ni la otra persona que él creía, eso me pareció simpático y el muy atractivo.

Pensé, que ya que nos habíamos conocido de aquella forma, talvez el destino me tendría preparado algo especial con él, entonces, decidí que ya no visitaría a mi amiga, si no, que me quedaría en la casa de aquel desconocido compartiendo unos tragos con sus dos amigos.

La noche estaba exquisita, los jóvenes eran amables, simpáticos, del mismo estilo musical que yo y muy atractivos, por eso, estaba muy a gusto disfrutando la velada, de pronto, sin pensarlo, le propuse a uno de ellos juguetear a besarnos y accedió a mi pedido.

Al principio todo era un juego para mí, los jóvenes eran tan guapos que en mi mente elucubre un plan para tenerlos dentro de mi interior, por eso, comencé a cortejarlos con un viejo truco, que sabia, no podrían resistir.

El truco era preguntarle al más rudo de la noche si tenia en alguna parte de su cuerpo algún tatuaje, mi idea era que él me mostrara su marca para yo enseguida mostrarle la mía, ya que sabia que mostrándole mi pequeño tatuaje quedaría atónito.

Y fue así, él me mostró el tatuaje de su brazo, con mucho orgullo, entonces, para seducirlo, proseguí a mostrarle el mío, me pare en el centro del cuarto, me baje los pantalones y muy sensualmente le puse mi cola gigante en la cara, al más guapo, mi tatuaje era un corazón, pequeño, diminuto, que estaba en mi nalga derecha, era insignificante, pero cada vez que quería seducir a un adonis, solo tenia que mostrarlo.

El guapo quedo impresionado y sus compañeros también, tanto fue lo que le gusto mi tatuaje, que de pronto y sin preguntarme nada, sentí sus manos hurgueteando rápidamente en mis labios íntimos lo que me despertó la libido y me hizo tomar la decisión de invitar a los tres a degustar mi cuerpo.

Quise interpretar mi acto magistral de mujer deseosa de placer y comencé decididamente mi tarea por convencerlos a tomarme, les baile sensualmente y a cada uno les permití tocar mi cuerpo donde y como quisieran, ellos se deleitaban mirándome bailar libidinosamente y en sus mentes, también, maquinaban actos impunes y lujuriosos conmigo, los deseaba a los tres, pero quería, sobretodo, que el más galán fuera el primero que comenzara la tarea.

Jugamos animadamente a seducirnos, todo marchaba sobre ruedas, yo seguía mi baile cadencioso, el canavis, los tragos y las risas primaban en nuestro encuentro, estábamos invadidos de emociones diferentes, presos del caos, deseosos del placer y llanos a saciarnos de algún modo.

Sentía cada aliento de mis compañeros en mi oído y sus lenguas recorrer intensamente mi cuello, dos de ellos, apretaban mis senos y estimulaban mis pezones, otro recorría mi cuerpo con sus manos deseosas por entrar en mis cavidades profundas, todo era perfecto, mis partes intimas chorreaban litros de caldos deliciosos, paridos con gusto por tal acontecimiento, estaba lista para ser clavada con fuerza por ellos, pero, mi goce llega a su fin cuando me entero de la mala noticia.

Él más guapo era un tipo cuidadoso y sin que yo me diera cuenta se escabulló entre sus cosas para buscar un preservativo, el cual nunca encontró, el segundo, busco en su pantalón y encontró uno, y el tercero, ni siquiera sabia que era un profiláctico.

Ninguno de ellos se atrevió a domarme sin cuidado, por eso me ofrecieron la posibilidad de que uno me cabalgara y los otros dos miraran, pero esa no era la idea, mi cuerpo estaba preparado para los tres al mismo tiempo y exigía su dosis de placer, les insistí en hacerlo sin cuidado pero se negaron, tanto fue mi exigencia en tenerlos a los tres al mismo tiempo que de improviso, se enfurecieron conmigo, me obligaron a tomar mi ropa e irme.

Salí de aquella casa derrotada, triste y con la libido difunta, me fui a mi casa, estaba cansada, recostada en mi cama y pensaba, que suerte tuve al encontrarme con esos chicos, porque de ser otro, me habrían tomado de cualquier forma, y ahí si que estaría en problemas.