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Mi historia con un menor

en Confesiones

MI HISTORIA CON UN MENOR

 

Dicen que en amor y en la guerra todo  es valido, que cuando existe el gusto o el deseo por el sexo opuesto da lo mismo la edad, belleza, prototipos, etc. No eran mis pensamientos antes de conocerlo, nunca fue mi intención,  ni mi gusto, ni mi deseo oculto, solo sé que sucedió…

Dentro de mis actividades culturales formamos un nuevo grupo, gente entretenida y talentosa pasó a ser parte de este nuevo elenco, yo me sentía feliz de volver a retomar mi grupo y me emocionaba ver que tanta gente joven se acercara a la tropa, pues nunca fue la tónica de este emergente conjunto.

El tiempo fue pasando y los lazos se fueron ampliando, pasamos de ser simples participantes a convertirnos en protagonistas de un nuevo compromiso con nuestro gusto por el espectáculo, compartimos escenario, cariño, reuniones y conversaciones, nos conocimos, empezamos a querernos, a ser amigos, a compartir.

El verano siempre logra desordenar las vidas de todo el mundo y mi vida no fue la excepción, convertimos mi casa y mi familia en sede de nuestros encuentros y fuimos felices creando historias y trabajando. Todo iba bien, nada me hizo pensar que llegaría vivir una aventura tan sublime e increíble como la que viví con él.

Como siempre, después de cada tertulia, él y yo compartíamos unos tragos y conversábamos de la vida, cada historia que  me contaba me parecía como una aventura tras otra que me involucraban y que me hacía parecer parte de ellas, su inteligencia y magnifico grado de cultura me hacían admirarlo mucho, pero su particular y diferente forma de ver la vida siempre me llamó la atención, era un niño con cara de niño pero con cuerpo y mente de grande, de muy grande.

Aquella noche los tragos fueron mayores y la conversación cambio de tenor,  me habló de sus gustos y sus deseos, de sus apetencias, de sus sueños y en algún momento  de su subliminal declaración, despertó algo en mi interior que, hasta ese momento, creía muerto, las ganas de una locura, de desempolvar mi vida y de probar el dócil sabor juvenil de su cuerpo lozano y no pude resistirme a la tentación,  al ver que sus ojos daban increíbles y febriles destellos de sus ganas de probar de mis labios.

No estoy segura si fue un brinco o un desmayo, pero me derretí en sus brazos y me dejé llevar por sus besos fuertes y apasionados que me transportaban a otros tiempos y a otros años, sentía como si estuviera siendo parte de la mas increíble de las licencias, y me sentía dispuesta a entregarlo todo, pues la fuerza de sus manos y la cadencia de su figura me incentivaban  a elucubrar miles de sentimientos profanos e inmundos que no podía dejar de lado, quise entregarme y disfrutarlo, quise entregarme y adorarlo.

El tiempo es cruel cuando se está disfrutando, era ya muy tarde y no podía dejar de besarlo, sus labios succionaban los míos como queriendo tragarlos y su respiración agitada y temblorosa parecía como un canto de los ángeles en mi oído, pues me declaraban su deseo por mi y por mi cuerpo, eso me enaltecía y reafirmaba el gusto que me provocaban sus besos y su cuerpo, quise quedarme pegada a él, quise disfrutar cada segundo de su deseo y de su pleno, quise volver a ser joven y probar del dulce sabor amargo de su sexo.

De pronto, desperté de mi deseo y decidí dejarlo partir, pensaba que era demasiado para mi, no podía creer mi azaña, tiempos asegurando que jamás mis deseos estarían enfocados en esos años y sin embargo, y sin ninguna ignominia,  me había dejado llevar por el deseo y había pasado a ser parte de su lista.

El tiempo pasó y creí que seria capaz de olvidar lo sucedido pero no lo logré, cerraba los ojos y  recordaba sus manos, miraba su cara y necesitaba sus besos, sabía que había caído en el juego de la lujuria y que tenía que saciar aquella sed por su cuerpo, estaba segura de que el juego no había terminado, mas bien, estaba recién comenzando y que debía estar atenta para no perder la oportunidad de aprovecharme de sus ganas y sobretodo, para aclarar que nadie debería dañado. Eso se convirtió en una premura, ninguno de los dos debería salir herido, ambos deberíamos salir invictos y victoriosos de este cuento que habíamos formado.

Como era la costumbre, aquella noche también compartimos juntos unos tragos y paradójicamente los demás comensales se fueron temprano, riendo un día me contó que prácticamente yo los había “corretiado”,  delante de la gente yo trataba de simular las ganas que tenia por domarlo y me sentía ansiosa de terminar lo que tan magistralmente habíamos empezado. Ese era el momento y me propuse dejar de lado mis complejos para  imbuirme en el más increíble de los actos, de su maestra, pasar a ser su alumna.

Aquel que dijo que para hacer el amor solo bastan las ganas tiene toda la razón, no importó la incomodidad, ni la diferencia de nuestros cuerpos, ni mucho menos la  posibilidad de ser descubiertos, el deseo era tan inmenso, que sin decir una ´palabra nos revolcamos en el sofá y comenzamos frenéticamente a reconocernos, la libido casi se podía palpar con las manos y el mágico olor del deseo se posó en mi cuerpo alimentado cordial con sus besos febriles, me sentía extasiada, quería gritar del gusto que me provocaba, lo sentía fuerte, asertivo, lujurioso, exquisito, su cuerpo era como un imán que atraía con fuerza a mis labios, no podía parar de saborearlo, quería comerlo, tragarlo, por fin había encontrado a un hombre que, instintivamente, sabia exactamente mis gustos y mis apetencias, en ese momento creía amarlo.

Al fragor de los besos y las caricias la cadencia se fue intensificando, sus manos adornando mi figura enaltecían mi deseo y necesité con ansias saborear su cuerpo, de alguna manera que no recuerdo me acomodé en su pecho y comencé mi camino hacia su calor, besé su cuello, succioné con fuerza sus pezones tímidos y pequeños, quise quedarme disfrutando de la frondosidad de su pubis oloroso y descuidado para que mis manos aprovecharan de hurguetear sus partes íntimas, sudaba, jadeaba, temblaba, lo sentía disfrutar y eso me maravillaba.

Sentía el despertar de mi deseo cada vez con más fuerza, mi lubricidad era apoteósica, sentía que litros de mi deseo corrían por mis piernas, estaba cegada por el tamaño y la dureza de sus partes, quería tragarme toda su bravía y sin pensarlo lo introduje  en mi boca intentando cubrirlo todo, supe que era bienvenida mi tarea con sus apretones y sonidos espeluznantes que salieron de su boca, así es que decidí aumentar el compas, era necesario mostrarle mi gusto en este arte y la finura de mis movimientos, quería que se diera cuenta de que disfrutaba tanto como él  y así fue, hice mi mejor acto y me lo agradeció dichoso.

La maravilla de la juventud hace milagros y de un casi orgasmo bucal, mi acompañante pasó a demostrar sus dotes como atlético amante poderoso y apasionado, me abordó de todas las formas que la incomodidad  lo permitió, y yo me dejé llevar, arqueé mi piernas con lujuria para sentirlo calar en lo mas profundo de mi ser y litros de mis mas preciados néctares escurrieron victoriosos de entre nuestros sexos fundidos, quería gritar de placer y hacerle todo tipo de declaraciones, sus empujones eran salvajes, vívidos y reales, que me hacían estremecer, sus manos apretaban mis pechos con tal maestría que me dejaba casi sin aliento, respirábamos el mismo aire y estábamos envueltos en una cadencia delirante y palpitante que estaba segura, me llevaría hacia la gloria.

Nada de lo que hicimos fue planeado pero parecía como si lo fuera, nos acoplamos de tal manera que no importo nada, ambos nos enceguecimos por disfrutarnos y lo logramos, en esas cosas no se puede mentir y yo sé que para él fui de las mejores.

El momento de terminar mi tarea estaba cerca, me sentía una mala alumna dejando atrás a mi maestro y retirándome antes de tiempo, pero no podía seguir con mi entrega, la maravilla de su pujanza me sobrepasaba y necesitaba tocar tierra y descansar, solo en ese instante me sentí vieja y recordé los 15 años de diferencia, y nuevamente y sin yo decir nada adivinó mis ganas y me condujo directo al nirvana.

Mi respiración se intensificó y sus empujones también, mi momento estaba cerca y él lo sabía, comenzó pausado, tímido, y fue aumentando, aumentando, hasta que llegó el momento en que ya no pude ser mas la protagonista de nuestro acto y pase a ser la estrella, o por lo menos parte de ellas, pues estuve en el cielo, ese niño con cara de niño pero con cuerpo y mente de grande, de muy grande, me había hecho sentir el mas intenso e increíble orgasmo de toda mi vida, tenia ganas de adorarlo.

La noche terminó sin que ninguno de los dos pudiera evitarlo y ambos volvimos a nuestras historias, a nuestras vidas, tuvimos algunos encuentros mas,   igual de húmedos y maravillosos, durante un corto tiempo que disfrutamos intensamente y de igual manera, pero ninguno como la primera vez, ninguno con la  fuerza e intensidad que brotó de su tímida declaración de gusto por mi y de la primera y única vez que decidí dejar todo de lado y volver a tener 20 años.