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Tres tristes traidores

en MicroRelatos

Sentí cierta pena al ver a aquellas dos mujeres inclinadas, arrodilladas ante mí. Y también sentí pena por mí mismo. La vida esta llena de traiciones y paradojas, quizá motivadas por la incesante búsqueda del placer.

Allí abajo estaban afanadas en acariciar, chupar y lamer mi pene. La una con algo más de sesenta años y la otra instalada en la feliz treintena. Con ambas, por separado había tenido tórridas fantasías sexuales. Pensar sale gratis y no crea cargo de conciencia; pero aquello que estaba sucediendo era demasiado… No obstante mi verga estaba tiesa, tiesa hasta el punto de que no recordaba una erección semejante en los últimos años.

De vez en cuando la más joven alzaba su vista para mirarme. Una delicia de mujer, cuya sonrisa era lo único que me libraba del tabú y del complejo, lo único que me reafirmaba en que follármela era la mejor de las ideas. La otra, la madura, apenas me miraba, quizá un poco avergonzada, pero era la más decidida en no perder tiempo ni ocasión de disfrutar en aquel encuentro sexual.

Los tres traicionábamos a la misma persona. Su hija, su hermana, mi esposa.