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Corintia

en Poesía Erótica

Ella llegó en su magnífico corcel negro.
Como emergida de las aguas del Río Mágico
mostró su desnudez altiva de mujer épica,
para que los hombres de aquel tiempo infame sufriesen
por un amor que no sería más que lágrimas por la carencia.

Ofrecería su cuerpo a todos, sí.
Y si en mil ocasiones la penetraran
más la desearían.

Hasta su hermoso caballo,
del que dicen que era hermana,
parecía ansiarla, encabritado él,
con su báculo inhiesto.
¿Ha visto alguien a los centauros furiosos
que habitan en el valle?
¿No tienen acaso los cabellos como la crin
del que llamaban Ámbar, el caballo de la hermosa Corintia?

¡Ay qué dolor me causa amarte bella!
¡Ay qué dolor en la piel del alma!

Soy otro hombre que ha pasado por tu lecho,
yo soy otro desecho, Corintia de sabor salado.
Las armas arrumbadas tras la feroz batalla
son testigo de nuestro placer; lejano el cadáver del enemigo.
He de salir, lo lamento, pues otro amante
te espera en el umbral.
El olor de mi semilla inunda la alcoba;
tus humores de hembra también,
lo que enloquece a ese otro que llega
con su espada de carne caliente, extensa, gruesa, tiesa…

Cabalgando por las orillas de un sueño
te hallé entregada al reposo
y diligente armé mi brazo lujurioso
para traspasarte una vez más,
que no se acaba mi brebaje si se trata de ti.

Corintia del amor húmedo y del calor placentero,
¡quién viviese entre tus muslos!
¡quién en la aurora te respirara!
¡quién de tu fuente vaginal bebiese elixir de amor
para vivir eternamente
y evitar el ignominioso Juicio Final!