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La noche de la realidad

en Hetero: General

A veces, follando con mi mujer, pensaba ¡joder, si ahora viene otro tío y me toma el relevo, a esta zorra todavía le quedaría energía para dejarlo fuera de combate al igual que ha hecho conmigo! Y es que a veces casi no hay modo de dejarla enteramente satisfecha; hasta el punto de que sospecho que los minutos que se encierra en el aseo tras el polvo los emplea para masturbarse.

Fantaseé con la idea de que dos hombres nos follásemos a mi mujer durante bastante tiempo. Pero sólo era fantasía porque me preguntaba si lo soportaría, si los celos me harían arder… De todos modos algo me atraería de esa idea si me estimulaba pensar en ello y mi verga se ponía dura. No me consideré nunca no obstante capaz de pasar por algo así, de modo que la noche que Felicia nos sujetaba las pollas una con cada mano a Antón y a mí, aunque lo veía casi no lo creía.

Apenas podría explicar con claridad cómo pudimos llegar a aquella situación. Acaso se lo propuse a Felicia y ella aceptó más por despecho que por otra cosa; eso lo noté en que al exigir ella ser la que eligiese al otro, se decantó por Antón, un falso amigo que quiso casarse con ella y mi mujer sabía perfectamente que yo odiaba.

- No quiero tratarte como a una puta cariño –le dije al proponérselo. Sabes que te quiero y que lo hago por probar cosas nuevas que sirvan de aliciente en nuestro matrimonio.

-De modo que quieres meter a otro hombre en nuestra cama. Bien, pues déjame que yo te diga a quien –me soltó desafiante.

Lo demás se precipitó. Sábado por la noche, la esposa de Antón fuera de la ciudad, a él lo invitamos a cenar –cosa que por otro lado le mosqueó-, a los niños los acostamos temprano, unas copas, tonteamos con una charla morbosa de sexo y…

No creía que Antón tuviese una polla de ese tamaño, cuando nos íbamos a la ducha después del partido de fútbol de los sábados no daba esa impresión, aunque yo tampoco me dedicaba a examinarla bajo los chorros de agua. Mi mujer la sujeta con la mano derecha, su mano diestra, la que de verdad sabe utilizar. También ella observa ese aparato. Antón no me mira, siente cierta timidez en mi presencia, aunque eso no le hace retroceder ni impedir a Felicia que ella le acaricie.

Pensaba que aquello no iba a pasar de un simple sobeteo, de una paja que ella nos iba a dispensar. Lo único malo es que estábamos en el dormitorio, el lugar más "peligroso" de la casa. El silencio, por tal de no despertar a los niños, contribuía a darle más morbo a la situación.

-Es mejor que no hagamos ruido –dijo mi mujer susurrando- si los niños se despiertan y nos descubren no van a saber qué pensar si encuentran a mamá con dos papás.

A esto Antón sonrió, el muy hijo de puta, que ya se atrevía incluso a acariciar el rostro de mi mujer. Ella, sentada al borde de la cama, nos tenía a ambos frente a sí, de pie, y nos cogía la polla como ya he dicho. Al notar la mía algo flácida me preguntó con cariño o ironía la muy ladina:

- ¿No era esto lo que querías?

A punto estuve de contestar que ya no estaba tan convencido, pero creo que hubiese quedado como un gilipollas y que además eso si hubiera sido echarla definitivamente en brazos de Antón. Mejor levanté mi vista al techo del dormitorio y entorné los ojos, confuso. Así permanecí unos minutos, dejándola hacer. Hasta puedo asegurar que me fui relajando para tomarme las cosas con filosofía, que fue lo mejor, porque si no me hubiera vuelto loco en el instante en el que abrí los ojos e incliné mi cabeza hacia abajo, allá donde se encontraba Felicia. Respiré hondo al ver que mi mujer estaba besando tiernamente el glande de Antón y que lentamente empezó a meterse aquel pedazo de pene en la boca.

En casi quince años casados mi mujer sólo me había hecho un par de felaciones. Así que si aquello no provocó en mí un colapso ya no lo iba a sufrir con otra cosa. Ahora era Antón el que miraba al techo, pero con los ojos vueltos de placer.

- Te felicito –me dijo el invitado- mi mujer no haría esto.

- ¿El qué? –le pregunté. ¿Chupártela?

- Ni chupármela, ni plantarse ante dos machos y te aseguro que me encantaría.

Sus palabras me parecieron sinceras, o es que le embargaba la emoción desprendida del placer. Tenía la verga entera dentro de la boca de mi mujer; ella asía el glúteo de Antón para asistir la tarea. Mientras, a mí me masturbaba, entusiasmada.

-¿Contarás esto a alguien? –pregunté a Antón.

- Lo contaré a quien me salga de los cojones –respondió orgulloso.

Sentí ganas de llorar como un niño, en tanto Felicia sonrió por la circunstancia. Podían enterarse todos los tíos del barrio del tipo de mujer que era mi esposa, pero por lo pronto lo que a Antón le salió de los cojones fue una buena descarga de leche, vaciada en la garganta de la feladora.

La vida no es como una película porno, así que Antón se abrochó los pantalones para irse de casa, parecía estar satisfecho. Felicia me tumbó boca arriba ante la presencia aún del invitado y se sentó sobre mis caderas dispuesta a cabalgarme.

- ¡Qué lo paséis bien! –se despidió Antón, a la vez que se aproximaba a Felicia y la besaba en la boca, además de coger mi polla el muy cabrón en un gesto insólito y terminar de meterla en el coño de mi esposa.

- Gracias -dijo ella. Cierra la puerta de casa al salir.

Todavía no habíamos oído el golpe de la puerta al salir Antón, cuando Felicia ya había comenzado a moverse de arriba abajo en unos vaivenes que la excitaron pronto. Yo casi no salía de mi estupefacción, aún así, notaba mi polla dura y con ganas de batallar. Sí, aquel puede considerarse un buen polvo porque caímos derrengados sobre la cama después del orgasmo como hacía tiempo no nos sucedía. Tras el coito, tumbados sobre la cama, ninguno podíamos dormir.

- ¿Cómo te sientes? –me preguntó ella.

- No sabría explicarlo –dije-; me siento extraño. Admito que quería que algo así sucediese, pero temo que resulte desastroso a la postre. Temo perderte.

- ¿Entiendes que este es un momento crucial en nuestra relación? –me preguntó.

- Creo que si.

- Entonces hablemos sincerándonos. ¿Me has sido infiel alguna vez?

Pensé que iba a ser ridículo no decir la verdad precisamente esa noche, de modo que le confesé haber estado con otra en una ocasión. A mi respuesta, Felicia lejos de enojarse me preguntó además si me gustó hacerlo con otra.

- Supongo que sí –dije casi imperceptiblemente.

- ¿Pensaste en abandonarme por ella?

- En absoluto –le respondí. Siempre he tenido claro que la única mujer a la que quiero eres tú.

Lo que Felicia hizo fue convencerme de que lo sucedido aquella noche no iba a cambiar nada en nuestro amor conyugal. Pensé en ello durante unos minutos y comencé a quedarme dormido con la cabeza de Felicia apoyada en mi pecho. Creo que incluso comencé a tener un sueño en el que aparecía la esposa de Antón solamente vestida con las bragas y el sujetador, pero no recuerdo nada más porque la voz de Felicia me desvelo de nuevo:

- "…one zir quene ra lla? –oí de sus labios entre sueños.

- ¿Qué dices?

- ¿Qué si me puedes decir quien era ella?

- ¿A quién te refieres? –pregunté somnoliento.

- ¿Con quien me engañaste, la conozco?

- ¿No me dirás que quieres saber también eso?

- Sí.

-Quien fuese no tiene importancia; además me daría algo de vergüenza decírtelo.

- ¡Vaya –exclamó-, le he hecho una mamada a un tío delante de tus narices y ahora me vienes con remilgos!

- Delante de mis narices no cariño, delante de mi polla –dije, sorprendiéndome a mi mismo con esa vena humorística.

- Anda, dime con quien me engañaste –dijo también sonriéndose mi esposa.

- ¿Pretendes saber quién es para despellejarla?

- No. Sabes que no soporto la violencia –aclaró pellizcándome una tetilla con fuerza para que confesase. Ya, en serio, ¿la conozco?

-Uff, no sé si lo comprenderías…

- ¿Comprender el qué? – quiso saber intrigada. ¡Venga, dime quien fue…!

El asunto quedó así, en suspenso. Mi esposa me observó hinchar el pecho, cogiendo aire para armarme de valor; comprendiendo ella que esta dispuesto a pronunciar un nombre.

- Pastora –susurré, enrojeciendo quizá.

- ¡Espera, espera, espera! –simuló alarmarse Felicia. ¿Pastora la amiga de mi madre?

- Sí.

-¡Pero si tiene más de setenta…!

 

THE END