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Sensación agridulce

en MicroRelatos

No es agradable para nada que en una sesión de buen sexo con tu cuñada, venga tu esposa, que es su hermana, y te sorprenda en plena faena. Eso me pasó a mí; por lo que de una sensación dulce, pasé a una agria.

Fui a casa de mi cuñada a recoger unas compras que mí esposa había dejado allí. Cuando me recibió estaba sola porque su marido no volvía hasta la noche; y sucedió lo que hacía tiempo teníamos previsto ambos que sucediese. Ni un refresco antes de irnos a la cama porque había muchas ganas de follar: besos, caricias, déjame que te coma esto y chúpame tu eso…

Mi mujer tiene una virtud o un defecto, depende de cómo se mire, y es que camina sin casi hacer ruido. Mi cuñada tiene otro defecto: dejarle una copia de las llaves de su casa a cada miembro de la familia. Y yo por supuesto, que no soy perfecto, tengo otro: no aclarar los malentendidos con mi mujer. Así que si ella me dijo que venía a casa de su hermana a por la compra, ¿por qué entendí que era yo el encargado de esa tarea? De modo que llegó mi mujer a casa de su hermana, abrió con la llave que aquella le dio y…¡la tragedia!

Tenía a mi hermosa cuñada a cuatro patas, haciéndolo como los perritos pero disfrutándolo como cerdos. Ella, con los ojos entornados y gimiendo de gusto, no advirtió la presencia de mi esposa en el umbral de la puerta del dormitorio. Yo, que follando me gusta mirar el cuerpo de la hembra, con los ojos abiertos, vi a mi parienta. Lo que sucedió a continuación, a pesar de ver en el rostro de mi esposa la sorpresa y la angustia, fue que necesitaba llegar al orgasmo y no iba a detener las embestidas del coito simplemente por la inoportuna presencia de mi mujer. Eso sí, por unos instantes mínimos, reduje la velocidad de la follada, suplicándome mi cuñada por lo consiguiente que no me detuviese por nada del mundo.

Mi mujer salió huyendo, mientras su hermana y yo llegábamos al orgasmo. Después de unos minutos decidí vestirme y salir a buscar a mi mujer para hablar de ella en el inicio de lo que era una evidente crisis.

- ¿Ya te vas? –me preguntó mi cuñada, que no se había dado cuenta de la visita que habíamos tenido mientras echábamos un polvo.

Le conté lo sucedido y se puso furiosa, echándome en cara que no hubiésemos dejado de follar cuando llegó su hermana.

- Nena –le dije- mientras te follaba me dijiste que no parase por nada del mundo.