miprimita.com

Celia 07 - Desde el infierno

en Grandes Series

Recordad que se agradecen tremendamente los comentarios, tanto si son buenos como negativos. solicito a los lectores no registrados que lo hagan, que se tarda dos minutos y la comunidad de internet y el trabajo cooperativo lo agradecen.

El relato es un poco largo, pero era indispensable.

Por la puerta entreabierta de la calle entró Charlie cargada con dos grandes bolsas. La detective la miraba expectante desde la mesa del comedor. Se le había olvidado mencionar que odiaba la salsa barbacoa y ahora rogaba por que no se le hubiera ocurrido a la rubia escoger las pizzas de ese sabor.

–Deberías preguntar por el portero automático de quien se trata –Carla descargó la bolsa de la docena de cervezas sobre la mesa con un gran estruendo—a mí me están buscando y no se si sabrán que estoy contigo.

–Tranquilízate, que los malos no van a venir a por ti –Celia soplaba sonoramente su flequillo– ¿De que son las pizzas?

–Una cuatro estaciones y la otra de salmón y gambas –la muchacha miró fijamente a Celia esperando su aprobación.

La chica rubia dispuso todo lo necesario sobre la mesa para que pudieran disfrutar de las pizzas. Ambas se sentaron a comer retomando la conversación anterior.

–¿Continuo con la historia? –Charlie hablaba con la boca llena de pizza.

–Dime ¿como que tienes tú la culpa de que te violaran? –preguntó Celia tras un largo trago de cerveza.

–bueno, debo seguir por donde me quedé, si no la cosa no tiene sentido. Si, no pongas esa cara, intentaré abreviar.

»Pues bien terminé el bachillerato y mis únicas experiencias sexuales habían sido lésbicas. ¿En vacaciones dices? Bueno tampoco es que disfrutara de mucha libertad, pero si me pongo a contarte eso nos desviamos.

–Joder, te has comido ya las dos mitades que te tocaban, puedes irme contando mientras termino yo con mi primer trozo –Celia bebía mientras pegaba leves mordisquitos a su pizza.

–Si no bebieras tanto te daría tiempo a comer más. Bien los veranos en vacaciones. Mi padre me recogía del colegio a principios de verano. Me llevaba a un restaurante a comer y durante tres horas me sonsacaba sobre el colegio, las notas, los profesores, etc. Luego me dejaba en el chalet de la costa al cuidado de mi tata y hasta el final del verano no volvía a saber de el. A principios de Septiembre se repetía el ritual, me llevaba a comer y me interrogaba sobre el verano, las amigas, la playa, los cursos de buceo, de Windsurf, etc.

»Me tiraba todo el día vigilada por la atenta mirada de mi tata, que iba a natación, con mi tata, que iba a Windsurf, con mi tata, así en buceo, en el paseo vespertino, etc. Tan solo me dejaba ir sola al chalet de enfrente, donde vivía una niña de mi edad.

»Raquel, que es como se llamaba mi vecinita, era una niña de dieces, que era miembro de los Juniors, catequista en una parroquia, es decir la niña perfecta con la que poderme quedar a solas.

»El primer año que nos conocimos, tendríamos unos quince años, nos costó tiempo intimar. Al final yo le conté mis andanzas lésbicas en el colegio. Ella me dijo que nunca lo había hecho con otra chica, que tampoco lo había hecho con ningún chico, pero que tenía sus métodos para desahogarse, todo esto me lo decía mientras acariciaba a su Cocker Spaniel. En ese momento no le di importancia hasta dos días después.

»En ocasiones ella venía a mi casa y en otras yo iba a la suya. Una tarde después de comer, llegó a mi casa llevando a su perrita de la correa. Como mi tata solía dormir un par de horas de siesta, nosotras nos fuimos a mi cuarto a ver Disney Chanel.

»Me preguntó si quería saber como se desahogaba sexualmente. Yo que con las chicas no tenía el más mínimo pudor, le dije que adelante. Pero no me lo dijo, me lo demostró.

»No bebas tanto y come, que si no me comeré yo tu pizza, además he traído helado para luego. Si, si, ya continúo, para no interesarte bien que…

»Pues bien Raquel se bajó el pantaloncito corto y las bragas. Pero antes había sacado un sobre de jarabe para hacer helados, de esos líquidos que no saben a nada. ¿Un Flash dices? pues eso sería, no se como se llamaba, pero coño no me interrumpas que pierdo el hilo.

»Mi amiga se tumbó en el suelo abriendo el sobre de plástico con los dientes. Una vez abierto ante la mirada expectante de la Cocker, se llevó las rodillas al pecho y se vació el Flash, ese que dices tú, en todo su chochito y en la raja de su culo. Yo me arrodillé a su lado para no perder de vista el espectáculo.

»La jodía perrita se acercó y sacando una lengua de cuatro dedos de larga comenzó a lamer la vulva de Raquel con una velocidad increíble. A mis compañeras de Bachillerato, seguro que les hubiera gustado que nosotras se lo hiciéramos a esa velocidad.

»Con ese pedazo de lengua, de un solo lametón le repasaba desde el culo hasta el clítoris y créeme si te digo que le pegaba a lametón por segundo. Aquella visión más que excitarme, me producía morbo. De un lado entendía que objetivamente, la perrita lamía bien y rápido, con una lengua bastante habilidosa. Pero de otro lado me gustaba más que me lo comiera Patri pues la podía acariciar, besar, abrazarnos, cosas que con una Cocker pues como que no.

»Raquel estaba desatada, llevó sus manos a sus glúteos y se los separó para que la perrita pudiera chupar mejor su esfínter, que es donde se acumulaba la mayor parte del jarabe.

»Yo le pregunté que si tenía más de esos sobres. Entre jadeos me señaló su pantalón. Cuando tuve uno en mi poder, me quité mis braguitas y puesto que solo llevaba puesto un vestidito de verano me unté todo el jarabe por el chochito.

»Me remangué la falda del vestido y me senté a horcajadas en la cara de Raquel. Ella dio un respingo al notar mi coño sobre su boca, pero como su perrita seguía comiéndole el culo y el coño tampoco se pudo mover mucho. Le dije que si su coño era lo suficientemente bueno para la pobre perrita, el mío lo era para su boquita y como era más alta y fuerte que ella apreté los muslos sin darle muchas opciones a escapar.

»Lo cierto que fue el peor cunnilingus de mi vida, Raquel se dedicó a mover los morros sin querer entrar en contacto con mi vulva, hasta que logró empujarme para poderse liberar.

»Se levantó hecha una energúmena, que si era una invertida, que era una degenerada, que le daba pena por estar enferma, etc. Yo me partía el culo rodando por el suelo. Me costó un montón de tiempo tranquilizarla, pero al fin pudimos hablar tranquilas.

»Ninguna contaría nada de lo sucedido, estaba claro que ninguna nos tolerábamos mucho a esas alturas, pero una vez por semana nos veríamos para no levantar sospechas, ni en su madre, ni en mi tata.

»Ella abrazaba a su perrita mientras me miraba como si yo fuera un criminal. Me parece a mí que a aquella niña pija nunca la habían puesto en su sitio.

–¿Eso por defender a la Cocker? –preguntó Celia masticando su último trozo de pizza.

–Pues, sinceramente no lo se, a lo mejor en otras circunstancias hubiera acercado mi vulva al hocico del animal. Pero aquella niñata trataba a la perrita como si fuera su peluche particular, no se, sin el más mínimo respeto –Charlie compartía su helado con fosca, con una cuchara comía ella y con otra daba a la gata.

–Bájala de la mesa, no me mola que se pasee por encima.

–¿Ostras, pretendes ponerle normas a una gata? –Carla seguía dando helado al animal que de pie sobre la mesa paladeaba el helado de fresa.

Celia anadeó hasta el sofá en el que se dejó caer pesadamente, poniendo su pierna dañada en alto.

–¿Sabes hacer café rubia?

–¿Con que cafetera? De goteo creo que si se, de las de fogón no se yo…

Celia no solía utilizar la cafetera que tenía, más bien nunca la usaba, desde que ya no vivía su abuela, a la cual la joven le preparaba café con leche por las mañanas. La detective explicó como utilizar la cafetera francesa, vamos lo que viene a ser una cafetera convencional, a su joven compañera.

Milagrosamente, el café no se quemó, no se derramó y ambas chicas pudieron tomar café sentadas en el sofá. Charlie cariñosa sujetó en el aire la pierna dolorida de Celia mientras se sentaba a su lado y depositaba la pierna en su regazo.

–Puedes subir la otra pierna –dijo Charlie mientras repartía el café.

La bajita joven no lo dudó y descalza como iba acomodó ambas piernas en el regazo de la chica más joven.

–¿Quieres mojar el café? Creo que hay ginebra y algo de ron  –dijo la propietaria del piso.

–Más tarde, que hay para rato. Continuo con la exposición.

»Cuando terminé el instituto, como ya te dije, mi padre me dio una asignación cuantiosa y yo me vine a la capital a estudiar arquitectura. ¿Por que te sorprende que esté estudiando arquitectura? Mejor no contestes, continuo.

»Yo no tenía ni idea de nada en la vida, pero de nada, bueno sabía liarme con compañeras de instituto, pero poco más. Durante todo el verano me estuve haciendo a mi nuevo piso. Me alquilé un ático monísimo en las cercanías de la facultad. Busqué casas de comidas y restaurantes, lavanderías, vamos todo lo que me fuera a hacer falta en mi nueva vida, hasta contraté a una señora, para que me limpiara. Aproveché el verano para sacarme el carnet de conducir y cuando al final del mismo logré aprobar el examen práctico, mi padre me regaló un Mercedes descapotable, de esos con el techo de aluminio retráctil.

–¿Tienes un SLK? –la cara de sorpresa de Celia era genuina.

–Si, muy bonito, color Burdeos, con la tapicería en color hueso. Creo que tiene 300 CV, o algo así, vamos tira muy bien. Pero me voy de la trama principal.

»En octubre cuando comenzaron las clases, más o menos me había hecho a la vida de soltera independiente.

»Cuando comenzó la Universidad, pude constatar la gran diferencia que me llevaban mis compañeras, en materia de conocimientos de la vida, sobre todo sexuales. Y yo que en el instituto había sido de las más chulas, me sentía pequeñita, perdida en el mundo real. Al principio mi físico y mi dinero obraron maravillas, gané popularidad, tenía amigos, amigas, la cosa no pintaba mal. Intenté mimetizarme con el entorno, pero no tardaron en aparecer mis carencias de conocimientos mundanos. Solo sabía bailar Ballet, no había bebido en mi vida, más que alguna copita de Champaña, no había estado con un tío jamás.

»Comenzaron a llamarme la mojigata, la niñita de papá, etc. Yo quería demostrarles que de mojigata nada, pero si me liaba con alguno de mis compañeros, quedaría patente mi falta de experiencia con hombres y lo cierto que me apetecía cambiar el pescado por la carne, no es que las mujeres no me gustaran, pero sentía mayor atracción por los hombres.

           

»Así, que un día Arta de ver vídeos por Internet, busqué una agencia Scort y contraté al mejor chico que tenían. No veas cuando aquel mulatón me vio al abrir la puerta. Imagino que esperaría a una señora madura y cuando vio a una jovencita pija de 18 añitos pensó que le había tocado la lotería. Pobre infeliz.

»Me costó caro, sobre los 500 Euros, pero vamos que si los amorticé, casi tengo que llamar al SAMU, para que se lo llevaran.

»Aprendí con Marcelo, si ese era su verdadero nombre, a chuparla como una profesional, a cabalgar arriba, a moverme en círculos, a ponerme debajo, a cuatro patas, incluso le dejé que me diera por detrás. Tenía que ser la mejor de toda la facultad, cuando juego, juego duro y no permitiría que ninguna niñata me mirara por encima.

»Tras haberse corrido cuatro veces y dejarme el sexo, el culo  y la boca en carne viva, le di 100 Euros más de propina y lo mandé para su casa. Aprendí a prolongar una corrida, a acelerarla, a dominar a un tío. Se iban a enterar en la facultad de lo que valía Carla Cardeñosa.

–¿Tu padre es Cardeñosa el constructor y directivo de no se que equipo de futbol?

–Ese mismo –asintió con la cabeza la joven rubia—no te ves muy impresionada.

–Pues no, la verdad, esa beautiful people me la trae al pairo –Celia rebullía tumbada en el sofá intentando encontrar una postura cómoda– ¿Dolió?

–¿Dolió el que? Virgen no era, pues había jugado en el instituto, además creo que de serie vine sin himen. Lo del culo ya fue otro cantar, uf, como quemaba –la muchacha agarró los tobillos de Celia y los recolocó para que su anfitriona estuviera más cómoda—luego lo he vuelto a probar, pero sigo sin verle la gracia.

–Joder, ostia puta y todos los mamones buscando hacerte el ojete, que cansinos que son los tíos –Celia pegó un respingo cuando notó el peso de la gata sobre su tobillo malherido—Si claro, si la acaricias no se va a bajar de mi pierna.

–Déjala que no pesará tanto, quejica, además así te da calorcito –Fosca por su cuenta ya se había hecho un ovillo en la zona púbica de Celia—mira por lo menos ahí no te molesta.

–¿Bueno y lo del puto dio resultado? –la gata se había levantado y andaba en círculos sobre las caderas de la dueña, buscando una postura idónea—Menos mal que está en los huesos la jodía.

–Al principio si, sobre todo a nivel mental me desbloqueó mucho, poco a poco me fui ganando a las compañeras y más aún a los compañeros. Rubia, alta, buen tipo y rica.

–Y sin abuela –la detective se soplaba el flequillo en su acostumbrado gesto.

–Todo fue bastante bien, algunos celillos de las compañeras, pero en general me llevaba bien con todo el mundo, incluso intimé con tres chicas con las que hacía los trabajos. Un par de problemas por acostarme con compañeros de la facultad, pero lo solucioné acostándome solo con desconocidos en las discos.

»Comenzó el segundo curso y todo iba sobre ruedas, aprobaba justita, pero aprobaba al fin y al cabo. Teníamos marcha para aburrir, tíos, bebida, drogas blandas, duras, etc.

–Y sobre todo te evitaba volver a tu precioso ático y sentirte inmensamente sola –celia recogió a Fosca de su regazo y se incorporó sentándose junto a Charlie.

La chica rubia esbozó una mueca, mitad sonrisa, mitad fastidio. No parecía haberle hecho gracia que la pillaran con la guardia baja.

–¿Lo sabes por experiencia? –La costumbre había hecho que Carla contraatacara a modo de defensa– ¿Dónde está la bebida?

–Debajo de la tele

–Brandy, Whisky, Ron, Ginebra y ¿Ponche?—Carla rebuscaba en el mueble bar– ¿Tienes tónicas?

–En el frigorífico, ponme a mi otro Gin-Tonic, pero limones no hay.

La joven invitada regresó de la cocina con dos grandes vasos repletos del combinado transparente. Tomó asiento de lado en el sillón introduciendo sus pies descalzos bajo las nalgas de Celia.

 –No si te acojo, te doy de beber y encima te tengo que calentar los pies—Celia bebía un largo trago de su combinado mientras esperaba que su compañera continuara con la historia.

–Vale, como te dije todo fue bien hasta mitad del curso pasado. En una de las asignaturas más peñazo, sobre áridos, dureza del agua, cementos, etc. y jilipolleces de esas, flaqueé un poco en el examen. Me faltaban 15 centésimas para el aprobado, por lo que decidí asistir a la revisión del examen.

»Era un jueves a primera hora de la tarde, como muchos otros días la gente de clase habíamos comido en la cafetería de la facultad. Y ya se sabe, bocata, cervecitas y de postre un poco de maría. Pues así me fui yo para el edificio departamental a la revisión con el Catedrático Jaime Fuster.

»Llamé a su puerta y me introduje en su despacho cuando recibí el permiso para entrar. Era un hombre maduro de unos 50 o 55 años, pelo cano, ligeras arrugas en los ojos, alto, elegantemente trajeado. Vamos que no estaba nada mal para ser un abuelete, aunque no era mi tipo.

»Me miró fijamente con dos grandes ojos miopes, escondidos tras unas gafas de diseño. Mantuvo un silencio de casi un minuto, como dando una importancia trascendental a lo que iba a decir.

»Me explicó muy educadamente que era una auténtica desdicha que fuera a suspender con un 4,85, que estaba seguro del esfuerzo que yo había realizado y que era una muchacha muy prometedora. Claro que la nota no estaba puesta en las actas y que todo era susceptible de modificación. Se preguntaba el buen señor, que argumentos podría esgrimir yo para convencerle de que debía ser aprobada.

»No para aprobar no, para ser aprobada, será cabrón. A todo esto, era invierno y como comprenderás pues no iba enseñando pechuga. Vestía un jersey fino de cuello alto, muy ceñido, el cual resaltaba bien mis pechos. Pues tía aquel fósil del jurásico, no dejó de mirarme las tetas ni un solo segundo mientras me decía eso.   

»El muy sátiro se daba golpecitos con un dedo en la mejilla mientras se humedecía los labios.

»Sorpréndame señorita Cardeñosa –dijo Charlie poniendo un tono grave de voz.

–Y le sorprendiste –afirmó Celia mientras hacía tintinear los hielos en su baso vacío.

–Ahora te esperas a que termine, luego pongo un par más.

»No se de donde saqué fuerzas para encararme como lo hice con aquel idiota, serían las cervezas o las caladas al porrete, pero ni corta ni perezosa le expuse mis condiciones. Por 15 centésimas, si se empeñaba le podía enseñar lo que tan atentamente miraba.

»El me expuso que con esa actitud no demostraba tener demasiado interés por su asignatura. Tu asignatura me la trae floja, le debí haber contestado. En vez de eso le dije que pusiera el examen y yo vería si me conocía el temario.

»Ni corto ni perezoso se levantó de su sillón y acercándose a mí se sentó sobre la mesa. Señorita Cardeñosa, su prueba escrita no ha llegado al apto, le permito hacer una convocatoria oral, con la esperanza de poderla aprobar.

»Ahí estaban expuestas todas las cartas de la partida, me levantaba indignada y me marchaba, Se la chupaba, con la esperanza de que todo quedase allí o jugaba yo mis propias cartas.

»Acerqué mi mano y deslicé la cremallera de sus pantalones de pinzas. Destrabé la hebilla del cinturón y bajé los pantalones hasta las rodillas. Llevaba puestos unos boxer de esos de tela, bien planchaditos, el tío estirao.

»Descubrí su herramienta, viendo complacida que por lo menos la dureza era considerable. No era una cosa impresionante de tamaño ni de longitud pero servía igual, para mis propósitos.

»Cierra esa boca Celia y no interrumpas.

»Bien, mis cartas yo las tenía claras, debía llevarle hasta el delirio. Me ensalivé bien el dedo pulgar introduciéndolo en mi boca. Lo chupé y lamí, mientras le miraba pícaramente, insinuando la promesa de que en breve mi pulgar sería su rabo.

»Le agarré la polla con dulzura, llevé mi mano a su tallo, mientras con mi ensalivado pulgar presionaba ligeramente en su glande. Así estuve un ratito, jugueteando con mi dedo en su prepucio. Con las uñas de mi otra mano rasgaba delicadamente la zona de su perineo, haciendo que comenzara a estremecerse.

»Mis labios eran ensalivados por mi lengua, lubricando la entrada al paraíso y de paso poniendo a aquel invecil como una estufa. Solté su zona genital para llevarme las manos a la espalda, ese rollito de niña buena e indefensa, trabajando tan solo con la boca les pone muchísimo.

»Comencé lentamente como con desgana, para darle a entender que aquello no me convencía para nada. Besé cálidamente la base de su miembro, recorrí el tallo a cortos besitos sin llegar a utilizar la lengua, debía convencerle de que me calentaba tanto o más como el.

»Un par de pasadas de la base hasta el frenillo, sin llegar a besar en ningún momento el capullo y comencé con la segunda fase.

»Seguí el mismo recorrido, de la base al frenillo, pero en esta ocasión utilizaba labios y lengua. Besaba delicadamente y lamía el espacio de polla que mis labios abarcaban, ensalivando todo el instrumento. De nuevo unas tres pasadas y cambié a la tercera fase.

»No varié lo más mínimo el recorrido, el glande era intocable para mi. Comencé por la base, abriendo cuanto apenas la boca y extrayendo fuera cuanta lengua fui capaz. Mi apéndice serpenteaba sobre la suave piel del tronco de aquella verga. Los movimientos rápidos y toda mi lengua al aire, me darían un aspecto de guarrona que le pondría a mil.

»Entonces comencé la cuarta fase, esta no se puede hacer con todas las pollas, pues requiere que no tenga un grosor excesivo. Abrí bien la boca y agarrando de lado el tallo., sujeté su polla de lado entre mis dientes y mis labios. Es una maniobra complicada por los dientes, e incómoda pues pareces Pluto con un hueso entre las fauces.

»Comencé a mover lentísimamente la cara de derecha a izquierda, cuando iba hacia la izquierda aflojaba la presión para que la piel cubriera por si misma el glande. Cuando por el contrario volvía la cara hacia su pubis, presionaba con los labios y un poco con los dientes para liberar todo su prepucio.

»El rubor de la cara del catedrático, me indicó a las claras que el momento oportuno había llegado y menos mal por que la mandíbula me dolía horrores.

»Intuyendo que en breve se correría, solté de golpe su polla me incorporé mirándolo fijamente a los ojos y dándole una palmadita en la mejilla le expuse mis tarifas. Notable por correrse en mi boca, sobresaliente por abrirme de piernas para el y si disfrutaba rompiendo culitos le costaría una Matrícula de honor. Agarré mi bolso del suelo y salí de allí sin mirar atrás. Si iba a ser puta sería con mis reglas.

–Ja, ja, ja, ja, ja, menuda zorra estás hecha –Celia daba suaves palmaditas en las flexionadas rodillas de la joven chica—ahí donde más les duele. ¿Y que te puso?

–Sobresaliente, tenía intención de examinarme para el notable después de la prueba del sobresaliente. Pero chica, las bolas chinas han hecho virguerías con mi musculación pélvica y después del sobresaliente, el catedrático boqueaba como un pez fuera del agua.

–Me joden esos idiotas, pero por lo menos utilizaste tus reglas –la intriga de Celia por aquella historia iba en franco crecimiento—ahora, si hay capítulo siguiente, pon otra ronda, mira en la cocina a ver si hay galletitas saladas o alguna cosa para picotear, que yo ya tengo hambre.

Charlie volvió a adentrarse en la cocina regresando al poco con los dos combinados y un pequeño cuenco con frutos secos.

–Solo había esto ¿Te vale?

–Menos da una piedra y encima hace daño –la detective, comenzaba a sentirse a gusto con su impuesta inquilina.

–Con mi sobresaliente yo estaba encantada, había manejado la situación a mi antojo y los perjuicios no habían sido tantos. No se, era una sensación rara. Era como si al tener la sartén por el mango, no me sintiera utilizada, ni sucia, ni una puta. Se que no me comprenderás, como no me comprendieron mis amigos, pero tampoco lo se explicar mejor.

»Mis amigos no tardaron en enterarse, en parte por que se lo confesé a una de mis tres amigas y en parte por que no fue el único examen que aprobé así, incluso un par de asignaturas con Matrícula de Honor. En cuatro asignaturas tenía mujeres como profesoras, tuve que estudiar para dos de ellas, casi me denuncia una profesora por acoso, pero todo quedó en un susto para mí. En las otras dos logré el notable con facilidad, una de ellas queriendo repetir, me subió al sobresaliente.

»Mientras yo iba aprobando, pensé que era una cuestión mía y que no le importaba a nadie. Mis amigas comenzaron a alejarse de mí. Por lo visto se sentían estafadas, una mierda lo que se sentían era envidiosas de no tener ovarios para hacer lo que yo hacía.

»A medida que mis amigas y el resto de chicas de la facultad me daban la espalda, una legión de chavalotes, desfilaban por delante de mi mesa de la cafetería. Todos querían probar a la rubia putón.

»En esa rara situación, de éxito superficial con los chicos y abandono por las chicas me encontraba al comenzar el tercer curso. La situación se prolongaba por seis o siete meses, comenzaba a pesarme, pues me sentía bastante sola.

»Fue en una fiesta de la Universidad donde conocí a Hugo y donde cambió mi vida. Yo estaba bailando a mi rollo, buscando algún buen objetivo para incrementar mi extensa fama, cuando un tipo se me acercó por detrás diciéndome:

»En ocasiones, los cazadores son cazados.

»Yo me giré y la primera impresión me dejó helada. Era un tipo enorme, casi dos metros de atlético cuerpo. Sus ojos grises me traspasaron, haciendo que la loba de la facultad se sintiera pequeñita. Sin mediar palabra me agarró de la mano y me llevó hacia el exterior de la discoteca. Su coche estaba aparcado en una calle muy tranquila, era un todo terreno, enorme, altísimo.

»Me empujó con cierta violencia carente de agresividad contra el capó del motor. Me empezó a comer el cuello como si no hubiera mañana, besaba con ansias, lamía con gula, devoraba mi carne al paso de su boca. El cabrón me estuvo besando y comiendo el cuello y las orejas hasta que la humedad de mi entrepierna comenzaba a empapar mi tanga.

»Era una sensación nueva para mí, desde el puto que contraté, nadie que no fuera yo, había tomado las riendas en mis relaciones sexuales. Busqué su boca con la desesperación de invertir los papeles, pero me rehuía con destreza. Evitaba que yo le lamiera a el, que le besara, me tenía como una muñeca de trapo entre sus grandes y fuertes manos.

»Introdujo la mano bajo la falda amplia de mi vestidito veraniego, era Octubre, pero hacía mucho calor. Cuando pensaba que me metería un dedo para hacerme una pajita, el muy bruto, de un seco tirón rompió mi tanga. Imagino que tuvo que ser doloroso, pero en ese momento no era consciente de nada.

»Me alzó en vilo y me dejó caer de espaldas sobre el capó del coche, se introdujo bajo mi falda comenzando a comerme los muslos con unas muestras de ansiedad que elevaron mi fuego como si hubiera sido alimentado por hojas secas.

»Mi dignidad de mujer independiente, de mujer que decide cuando, donde y con quien, se estaba viendo seriamente amenazada. Con esfuerzo intenté incorporarme, para tomar algo de control en aquella situación. Con sus dos manos me inmovilizó, sujetándome de los hombros, mientras su lengua y su boca se adentraban en mi interior.

»Succionó por completo toda mi vulva, me abrió con lametones duros y apasionados. Penetró mi húmeda caverna con movimientos electrizantes, intensos, perversos. Mi control sobre el orgasmo desaparecía a medida que mis barreras iban cayendo. Cuando por fin dejó de penetrarme salvajemente con su lengua, pensé que podría retomar algo de dominio de la follada.

»En ese momento agarró mi mojado clítoris entre sus labios y succionó, succionó y succionó con todas sus fuerzas, creí que me arrancaría mi botoncito, pero en ese momento mis riñones comenzaron a generar electricidad, un rayo de energía primordial me recorrió toda la columna y exploté. Me deshice en el más intenso y brutal orgasmo que jamás hubiera tenido. Apreté mis muslos contra su cara, no quería que dejara de succionarme el clítoris, a pesar de que comenzaba a doler, pero divino dolor.

»Cuando pensaba que ya no podía más, un rumor extraño se inició en mi estómago, una intensa pesadez se colocó detrás de mis ojos y tuve que desmayarme pues no recuerdo nada más.

»Me desperté en un piso desconocido para mí, antes de poder terminar de examinar el dormitorio entró mi amante en la habitación. Me saludó muy cordialmente por mi nombre, me dijo que estaba preparando tostadas con queso blanco y salmón. ¿Como sabía aquel capullo mi desayuno preferido?

»A la luz del día aún estaba más bueno de lo que lo recordaba, ligeramente musculado, pues entró en el dormitorio con unos vaqueros a los cuales le faltaba por abrochar el último botón, entre el que se adivinaban unos ajustados bóxers negros y con el torso totalmente desnudo.

»Me invitó a pegarme una ducha, el ya se había duchado hacía un rato. Mientras meditaba bañada por la calidez del agua de la ducha, entró en el baño mirándome, a través de la mampara de vidrio transparente, con una sonrisa de suficiencia. Lo que hizo a continuación me dejó alucinada, era un auténtico cabrón.

»Pensaba que abriría la puerta de la ducha y se metería a frotarme como estaba deseando yo. Pero el muy cabrito tal y como estaba, con el torso desnudo, agarró un bote de gel de afeitar y cara al espejo, se embadurnó el rostro de blanca espuma.

»Cuando vi la cuchilla deslizarse sin esfuerzo por su mejilla y el surco de piel brillante que aparecía tras su firme paso, me mojé como una perra. Adivinaba tras la gruesa capa de espuma una sonrisa de suficiencia, como si lo tuviera todo totalmente meditado.

»A medida que la maquinilla se deslizaba lentamente por su rostro y mayores porciones de piel quedaban a la vista, mi paciencia menguaba, mi fortaleza se desmoronaba.

»El agua cálida deslizándose por mi cuerpo y la imagen de aquel Apoyo moreno de ojos grises, fueron demasiado para mi voluntad. Bajé mi mano hasta mi sexo y por primera vez en mi vida, comencé a follarme el coño.

»Me había masturbado cientos de veces, pero jamás me había follado como lo hice aquel día. Me penetré con saña, con ansiedad por llegar al orgasmo. Me pellizqué de los pezones hasta sentir la anhelada mezcla de dolor y placer que tanto anhelaba.

»Mientras me clavaba salvajemente tres dedos en mi cueva, me frotaba con la palma de la mano el clítoris. Reventé en un orgasmo brutal, incontrolado. Mientras Hugo me miraba atentamente, se pasaba suavemente una toalla por el rostro, por ese rostro de facciones griegas, duro, rotundo pero enigmático, sensual, arrebatador.

»Pensé que llevaba dos de mis mejores orgasmos en poco más de ocho horas y que aún no me había follado aquel cabronazo.

»Así fue como comenzó todo, el sexo con el fue cada día mejor, violento, pero sin dolor, apasionado, frenético. Sabía lo que me gustaba y sabía como administrármelo para que lo desease con toda mi alma. Jugaba con mis sentimientos, era distante en ocasiones, atento y detallista en otras, reflexivo, impetuoso. El mamón me tenía a su entera disposición, con el pasar de los meses mi voluntad se redujo a una ínfima porción en lo más profundo de mi cerebro.

–Cuando aparece un tipo así en tu vida es una mierda tía –la voz de Celia comenzaba a evidenciar los efectos de las cervezas y de la ginebra—crees pasarlo divinamente, pero abres los ojos y ves que son unos cabrones.

–¿Lo sabes por experiencia? –Charlie repitió la pregunta que había formulado hacía un par de horas.

 Por toda respuesta Celia alzó su dedo medio y miró con ojos turbios a la joven rubia.

–Pablo no follaba tan bien como tu Hugo— ¿Había dicho ella aquellas palabras? ¿había mentado al diablo sin estremecerse? ¿sin remover ningún recuerdo en su inconsciencia y encima bromeando sobre su exnovio? allí estaba pasando algo y no solo era culpa del alcohol–   ¿Otro?

–Te esperas que a mi aún me queda medio, que bebes como una esponja y con los analgésicos te va a sentar fatal.

–¡Que te follen! –Celia renqueó hasta la cocina en busca de más hielos para su tercer Gin-Tonic—continua que te escucho.

–No voy a estar gritando desde aquí –Charlie se entretenía mojando un dedo en su bebida y dándoselo a probar a Fosca—no haces buena cara ¿No te gusta el Gin-Tonic? ¿Te pongo un Ron-Cola que es más dulcito?

–Ya decía yo que de la cabeza no andabas muy rematada, deja a la gata tranquila con los cubatas –la detective se dejó caer pesadamente en el sofá alzando su baso en un brindis—por nosotras y por que les den mucho por el culo a los mamones.

–Cuando me tuvo a su entera disposición, me fue apartando aún más de mis compañeras y amigas, lo cual no le costó demasiado pues me tenían bastante marginada. Era consciente de que no sabía nada de mi madre, de que mi padre pasaba de mí y de que en la facultad, mi fama me había dejado sola.

»Un día, me dijo que me arreglara bien, con vestido de gala y que me pusiera muy sexy. Imaginé que me llevaría a cenar por ahí como había hecho otras muchas veces. Tenía mucho dinero, aunque yo no tuviera ni idea de donde lo sacaba. Pero esa noche me enteraría.

»Me recogió en mi piso, llegó impecablemente vestido, traje de chaqueta oscuro, corbata de diseño en seda y con su permanente mirada enigmática. Galantemente me ofreció una cajita de bombones Leónidas, una de mis debilidades. Mientras arrancaba fui probando uno tras otro, los distintos bombones. Cuando iba por el tercero me entró sueño y me acomodé en el gran sillón del todo terreno, para echar una cabezadita.

»Era raro que yo me durmiera en un coche, pues tengo por costumbre fijarme en la carretera aunque no conduzca yo. Me despertó Hugo cuando llegamos a nuestro destino. Se trataba de una gran casa de campo, sin ostentaciones, sencilla pero con el lujo de la enormidad.

»Un tipo malencarado con pinta de matón nos abrió la puerta y nos dirigió a un gran salón donde otras dos parejas nos esperaban. Fui presentada a las dos parejas, por lo visto los tres muchachos se conocían, aunque no pasaba lo mismo con las mujeres del grupo. Nunca podré olvidar sus nombres, ellas eran Raquel y Mirian, ellos Alejandro y Fernando.

»Hugo sirvió unas copas hasta que llegase la cuarta pareja. Al poco tiempo dos guapos jóvenes se unieron a nuestra reunión, eran Jenny e Iván. En ese momento me resultó curioso que las cuatro chicas, bostezásemos de manera elegante, intentando tapar nuestras bocas con las manos, aunque no le di la necesaria importancia.

»La mesa estaba completamente servida por lo que directamente comenzamos a cenar en cuanto llegó la cuarta pareja. La cena fue amena y divertida, los hombres parecían más circunspectos, pero las chicas nos caímos bien, cosa rara tratándose de tres pibones de infarto, imaginé en esos momentos que surgirían celos, envidias, etc. Raquel sobre todo era una chica muy simpática, reía casi por cualquier cosa, si bien lo hacía con una risilla muy dulce, que anulaba cualquier posibilidad de que la morena buscara notoriedad.

»La sobremesa discurrió en el mismo gran salón, se sirvieron copas, rallas de coca, anfetas, lo que quisiéramos. La cosa estaba muy marchosa cuando Hugo comenzó a meterme mano por debajo de la falda. Yo llevaba medias con liguero, por lo que mi chochito no tardó en estar plenamente a su disposición, con tan solo apartar la goma del tanga.

»Avergonzada miré a mi alrededor, pero por lo visto los cuatro chicos de manera sincronizada, habían comenzado a masturbar a sus respectivas acompañantes. Nunca había estado en una orgía, pero aquel grupo parecían gente maja y por otro lado tenía ganas de experimentar el sexo grupal. Hugo agarró mi mano y la depositó en el paquete de Fernando, que era el chico que estaba a mi lado. Ni corta ni perezosa, comencé a pajear el rabo del muchacho tras abrirle la cremallera.

»Tras dos horas de intenso sexo, pues lo había hecho con tres de los cuatro hombres y con una de las chicas, en concreto con Jenny, una rubita muy mona, el comedor de la gran casa parecía un campo de batalla, cojines, zapatos y prendas de vestir tapizaban el suelo.

»Desde mi posición tumbada sobre la alfombra, con el cuerpo de Iván a mi lado, observé boquiabierta, como seis individuos entraban en el comedor. Eran dos ancianos, una señora de edad madura, un madurito con aires aristocráticos y dos matones diferentes al que nos abrió la puerta.

»Los cuatro jóvenes que yacían desnudos en los sillones o en la alfombra, se aprestaron a vestirse. Nos indicaron que permaneciéramos desnudas, a lo que nosotras pusimos caras de no entender nada. Mirian fue la primera en intentar agarrar su tanga y cubrirse mínimamente. Y todo se desató…

–Vamos tanquila no llore…es –con lengua de trapo Celia intentaba consolar a su nueva compañera de piso.

Las gruesas lágrimas se deslizaban por el rostro de Carla, como si se hubiera abierto una presa demasiado tiempo cerrada.

Celia atrajo a la muchacha hacia sí, recostando la rubia cabeza sobre su pecho. Charlie abrazó a la menuda detective, sollozando desconsoladamente.

–Llo…ora tía, que eso sienta bien –Celia no era experta en manifestaciones de cariño, pero no sabía que le pasaba con aquel incordio de muchacha.

Tuvieron que pasar más de diez minutos hasta que Carla se serenó. Inspiró profundamente alzando la vista al techo.

–Necesito continuar, quiero que lo sepas todo con pelos y señales, eres mi única oportunidad –la joven se volvió a recostar sobre el pecho de Celia y continuó con su narración, al tiempo que la gata rebullía nerviosa entre las dos chicas.

»Cuando Mirian recogió su tanga del suelo, Hugo que era quien estaba a su lado, le cruzó la cara con todas sus fuerzas. El labio de la chica comenzó a sangrar y a hincharse al mismo tiempo.

»La señora madura amonestó a Hugo por haber tocado a la muchacha. Mi novio avergonzado, agachó la cabeza y pidió perdón. En ese momento creo que las cuatro pensamos, que con aquella mujer presente no pasaría nada malo.

»Yo miré mi ropa e interrogué mudamente a la señora. Esta negó con la cabeza, indicando que nos levantáramos. Cuando los cuatro jóvenes estuvieron completamente vestidos, cada uno agarró a su pareja del brazo y nos llevaron ante el grupo recién llegado. Al ver aquella maniobra me revolví como pude, intentando zafarme del brazo de Hugo. El intentó con fuerza sujetarme, pero logré por un segundo desasirme de su presa y correr hacia la puerta.

»Un mordisco me atravesó la espalda, un segundo mordisco las rodillas. Caí redonda al suelo, mientras veía como la madura señora blandía un látigo de cuero. Hugo me recogió sin contemplaciones del suelo y nos arrastraron a las tres desdichadas hacia una puerta situada en el pasillo que iba a lo que supuse que debería ser la cocina.

»Uno de los matones abrió la puerta, era una gruesa puerta de acero reforzado cubierta por el lado de la vivienda de una lámina de cerezo, a juego con el resto de las puertas. Ante nosotras descendía una empinada escalera, yo por lo menos, a esas alturas, estaba cagada de miedo. Pero el miedo se queda corto para describir el infierno que nos aguardaba.

»Una sala tenuemente iluminada apareció ante nosotras cuando terminamos las escaleras, aquello era el purgatorio, los siete infiernos, la peor pesadilla que se pueda imaginar. Potros de tortura, cruces de San Andrés, mesas metálicas, varas, látigos, cuchillos, dios aquello era una jodida sala de torturas. Imaginaba que ninguna de las cuatro, podíamos articular palabra de la impresión.

»Jenny comenzó a gritar desesperadamente, lloraba, pataleaba, llamaba a su madre, uno de los matones la agarró de la cabeza y la estampó contra la pared más cercana, dejándola sin sentido. Era absurdo, nos iban a torturar, apalear, posiblemente incluso tuvieran la idea de matarnos y nos asustaban con la posibilidad de pegarnos unos golpes o estamparnos contra la pared.

»Nos arrastraron a las tres a una pared en la cual pendían cadenas rematadas en gruesas argollas, que cerraron entorno a nuestros cuellos. Sentadas en el suelo, tuvimos que asistir como espectadoras, a la discusión que mantenían los cuatro promotores de todo aquello.

»Mientras tomaban unas copas, discutían el orden en el que nos torturarían, que técnicas utilizar con cada una de nosotras. Mi cerebro iba a toda velocidad, nunca me había considerado especialmente inteligente, pero si existía una mínima posibilidad de salir de allí con vida, tan solo llegaría a ella utilizando la cabeza. En ese momento tuve una revelación, aquellos hijos de puta, disfrutaban con el dolor, con el sufrimiento, la única posibilidad era demostrar que todo aquello te la traía floja, no transmitir miedo, no poner ojos de pánico.

»Mi idea era fácil de pensar, pero terriblemente difícil de llevar a cabo. Examiné la estancia, buscando posibles salidas. En el centro de la habitación había un gran agujero de un metro de diámetro, tapado por una reja metálica, era un sumidero para que el agua, sangre u otros fluidos desaguaran, no veía mucha salida por allí. Nada más bajar la escalera había un corto pasillo y al final de este dos puertas. Enfrente de nuestra posición, al fondo de la sala había una gran puerta metálica, bloqueada por barras de acero, esto indicaba a las claras que estaban en un antiguo garaje. La casa debería estar sobre una ladera, situándose la vivienda en la parte alta de la misma y el garaje en la falda de la colina.

»Busqué entonces el cuadro de fusibles, se encontraba a unos dos metros de mí y a una altura a la que sería difícil llegar con los grilletes puestos. Busqué enchufes, aparatos que estuvieran cerca, mil posibilidades, a cual más descabellada.

»Otra idea se abrió paso en mi mente, si no podía salir de allí, debía intentar morir con el menor sufrimiento posible, sin ver las torturas de mis compañeras, de manera rápida.

»Mientras el grupo de maduros discutía copa en mano, los dos matones se habían puesto sendos monos de trabajo de color negro, los cuatro jóvenes que creíamos nuestros novios, miraban impasibles desde un rincón de la sala. Tomé una decisión y armándome de valor me ofrecí voluntaria para que comenzaran conmigo.

»Vaya hacía tiempo que no teníamos una niña tan lista, ¿Pretendes que seamos indulgentes contigo? Preguntó el de aire aristocrático. Solo por tener arrestos para poder hablar mereces un trato especial y ten por seguro que te lo daremos. Sus palabras no me amedrentaron, aquello iba a ser insufrible se pusieran como se pusieran. Tan solo rogaba por que pudiera desmayarme enseguida.

»Tras unas indicaciones de la mujer, uno de los matones me llevó hasta lo que parecía un sillón ginecológico. Me abrieron de patas, sujetándomelas con grilletes, también las manos.

»Adórnala, susurró uno de los dos ancianos, el que menos pelo tenía y todo comenzó, descendí a los infiernos, me quebraron, joder, marcaron mi vida, la cual creía que duraría minutos.

»Con impasibilidad como el que hace la lista de la compra, el matón que me había llevado hasta el potro, un tipo grande con la nariz de boxeador, agarró un afilado pendiente, que tenía un pequeño aro en el otro extremo. Con una mano estiró violentamente de mi pezón y con la otra ensartó el pendiente atravesando la fina piel y la carne, hizo lo mismo con el otro pezón.

»Apreté los dientes con rabia, aquello dolía terriblemente, pero no les iba a dar el gustazo de oírme gritar. Entonces me quedé pálida, sin creer lo que me estaban haciendo. Unió ambas arandelas con una cadenita metálica, de la cual pendía otra arandela mayor de su centro. A esta última arandela unió una larga cadenita plateada con un mango en su extremo final. La señora madura, solicitó la gracia de ser la primera que empuñara la cadena, comenzando de inmediato a estirar violentamente de mis doloridos pezones.

»Era imposible no chillar, pero hice acopio de toda mi fuerza de voluntad y aguanté como pude los gritos en la boca de la garganta, sin que salieran de mis apretados labios.

»Pero una nueva putada me preparaban, El de la nariz de boxeador se acercó con una nueva herramienta de dolor. Esta vez era una correa de cuero, en cuyos extremos aparecían dos pinzas metálicas con afilados dientes. Pinzó uno de mis labios mayores, el muelle de la pinza estaba muy tenso y los dientes se clavaron con fuerza en la sensible carne. Rodeó mis caderas por detrás hasta dar la vuelta por completo y pinzarme el otro labio. El dolor hacía que se me saltaran las lágrimas, incontrolable un jadeo salió de mi garganta pero pude reprimir mis aullidos. 

»Aquel energúmeno ajustó la correa de cuero haciendo que ambas pinzas estiraran de mis labios como si quisieran separármelos del cuerpo. Ahí comencé a saber lo que era el dolor insoportable, a conocer que mi cuerpo o mi cerebro tenían un límite, que se había sobrepasado.

»Los dientes de las pinzas se clavaban con malicia en mi carne, la tensión de la correa me abría en canal toda mi vulva, no lo pude soportar y grité, aullé de dolor, la garganta me quemaba como fuego, pero seguí gritando lo que me parecieron horas. Lloraba desconsoladamente, aquello no podía ser verdad, ¡coño!, ¡joder!, aquello era insoportable.

»Pero quedaba la puntilla, faltaba lo peor, lo que me hizo desear morir en aquel instante. Con violencia inusitada el matón comenzó a penetrarme con tres dedos, aquel energúmeno, me partía en dos. Los tres dedos pronto se convirtieron en cuatro haciendo una cuña con ellos, luego en cinco… ¡Mierda!, ¡Joder!, ¡Ostia puta!, aquello no lo podía soportar, la calma no llegaba nunca, necesitaba desmayarme, morirme, lo que fuera que apartara aquel atroz dolor de mí.

»Con brutalidad, con violencia, pero con la frialdad del que realiza un acto rutinario, el boxeador siguió y siguió empujando, desgarrando, dilatando, hasta que logró introducir todo el puño dentro de mi coño.

»    El segundo matón se acercó portando en la mano una especie de cánula o de catéter metálico, el cual iba unido a un largo tubo de plástico, a modo de manguera. Todo esto lo pude reconstruir durante el tiempo que estuve en el hospital, en ese momento todo eran imágenes sueltas, inconexas, surrealistas.

»Y… me… morí… en ese momento lo que era como… persona… se quedó allí…

–Llora todo lo que necesites, pero que sepas que eres una tía fuerte como el acero por atreverte a contar esto –Celia abrazó más fuerte a la muchacha ante la explosión de lágrimas de esta. Fosca se rebulló y escapó de tan estrecho abrazo.

–Creía que podría contarlo, como una película, como si lo hubiera vivido desde fuera, pero no puedo. Es superior a mis fuerzas –la joven de los rizos se abrazaba con todas sus fuerzas a Celia, como si este contacto la protegiera de sus propios demonios—fue… horrible.

»Aquel tipo el de nariz de boxeador estiró con fuerza sacando toda la mano de mi interior, de nuevo rogué por desmayarme, pero nadie me oyó. Cogió la cánula que le ofrecía el otro y volvió a introducir toda la mano dentro de mi vagina. No podía soportarlo, aquello tenía que parar ya. Estuvo removiendo su puño en mi interior, cada movimiento de su mano me llevaba a cotas superiores de dolor o de lo que fuera aquello que sentía, por que dolor tenía claro que se quedaba corto para definir aquello.

»Entonces lo hizo, Celia, me mató, aquel hijo de la gran puta me mató, solo así puedo explicar lo que sentí.

»Noté un agudo pinchazo, como me atravesaban las entrañas, como me desgarraban mi alma, aquel demonio, me clavó aquella cánula en el útero. El cabrón empujó y empujó hasta llegar a mi interior, hasta reventarme por dentro, hasta llevarme a las mismas puertas del infierno.

»Entonces se acabó todo, un olor penetrante a alcohol llegó hasta mi nariz y luego la muerte, el fuego del infierno entró en mis entrañas. Aquello ardía, me quemaba, la garganta debía estar al rojo vivo de los alaridos que pegaba, pero ni siquiera ahora soy consciente de haber gritado. El fuego duró horas, arrasando con todo en mi interior, destrozándome, mutilándome, llevándome a las mismas puertas de la muerte, las cuales rogaba por poder atravesar.

Celia acunó a la joven contra su pecho, la piel se le había puesto de gallina, no podía ni imaginar por lo que había pasado aquella muchacha. Al cabo de unos minutos, Charlie se encontraba lo suficientemente entera como para proseguir con la historia.

–tuve que haberme desmayado, pues lo siguiente que recuerdo es estar tumbada en el suelo junto a alguna de las chicas.

»Lo siguiente lo recuerdo entre nieblas, a mi lado estaba Jenny con la mayor parte de su cuerpo cubierto de latigazos o de cuchilladas, no se, estaba toda llena de líneas rojas, no se siquiera si respiraba o no. En el centro de la estancia Mirian colgaba por las muñecas de una cadena en el techo. Los dos matones la sujetaban cada uno de una pierna abriéndola ante sus torturadores. Uno de los ancianos introducía en esos momentos una Bara en el interior de la morena. Debía ser una picana electrificada, pues en el momento que los tarugos soltaban las piernas de la chica un espasmo recorría a la joven de pies a cabeza, se retorcía como si fuera una culebra. Los alaridos que profería no tardaron en cesar y al poco tiempo la arrojaron a su lado, cogiendo a Raquel.

»Raquel creo que tubo que ser la que peor lo pasó. La aferraron boca abajo en un banco en el extremo Mass alejado de la sala. Le colocaron el culo en pompa y de no se sabe donde, apareció uno de los matones con un mastín. El rabioso perro tardó en ensartar a la risueña chica, pero una vez lo hubo logrado, pareció no importarle que se tratara de su amante ocasional. El perro empezó a dentelladas y arañazos con la espalda de la pobre Raquel, los alaridos de la chica me hicieron reaccionar y comenzar a pensar desesperadamente, en busca de esa luz, de la bombilla que se encendiera en mi cabezota. Y ya que me encuentro aquí parece que no dio mal resultado.

»Todo ocurrió muy rápido, alguien vertió alcohol o gasolina en la espalda de Raquel y le prendieron fuego, dejaron unos segundos que la chica se quemase y apagaron las llamas con un extintor. Comenzaron de nuevo con la operación. El olor a piel quemada, los alaridos de la pobre Raquel me impulsaron a actuar, moriría o lo lograría no había solución intermedia.

»En ese momento el perro que violaba salvajemente a Raquel, se incendió, intentaron apagarlo pero el perro se volvió loco, salió de la muchacha y empezó a morder a todo el mundo. Se oyeron gritos, órdenes, un tipo pasó por delante de nosotras en dirección a las escaleras, debía actuar en ese momento o nunca.

»Me desplacé un poco hasta ponerme junto al enchufe que alimentaba alguna máquina, con las pocas fuerzas que tenía logré desenchufar la máquina dejando los dos agujeros de las fases, libres.

»Entre los gritos masculinos y alaridos de Raquel, me extraje las pezoneras que me atravesaban e introduje una de las puntas metálicas en un orificio. Cuando con miedo pero con decisión me disponía a introducir el otro extremo en la oquedad contigua, una mano me detuvo. Acojonada vi Que se trataba de Mirian, que agarró la punta de mi mano y con decisión la introdujo en el agujero.

»Los gritos y maldiciones arreciaron por toda la sala, mi intuición había sido correcto no existía ninguna luz de emergencia por tratarse de un sitio tan peculiar. Noté entre mis dedos la mano temblorosa de Mirian, por lo visto había soportado la brutal descarga eléctrica, claro tenía el cuerpo crispado a base de descargas, que más daba una descarga más.

»Como pudimos nos levantamos y andamos con cuidado hasta la escalera. Un mechero se encendió en algún lado, pero la lejanía de la tenue luz hizo imposible que nos descubrieran. Subimos las escaleras con sigilo, hasta notar que algo o alguien estaba delante. ¿Ramón? Preguntó la voz. Puse mi mano en tierra y con lentitud fui acercándola hasta rozar un zapato. No se de donde saqué las fuerzas para tirar de aquel tobillo, pero lo cierto que el tipo calló dando un golpe seco contra algún escalón.

»O lo había matado o se había desmayado, no podía creer nuestra suerte. Más aún cuando otra idea luminosa atravesó fugazmente mi cabeza. No valláis hacia arriba os buscarán y os cazarán, me dijo una voz en mi cabeza.

»Palpé el cuerpo del tipo tumbado y le extraje una pistola y un llavero. No sabía usar un arma pero daba igual, así pensarían que habíamos ido hacia arriba. Descendimos con cuidado, a un metro al pie de la escalera alguien se afanaba por subir los automáticos de la caja de fusibles, los cuales una y otra vez volvían a bajarse sin lograr que se hiciera la luz.

»Estaba cagada de miedo, con la luz del mechero podría ver que estábamos allí, si giraba la vista. Nos pegamos a la pared y frotándonos sobre esta llegamos hasta mi objetivo, el pequeño pasillo que había al pie de la escalera.

»Al final de este habían dos puertas, probé con la primera y estaba milagrosamente abierta. Con sigilo nos introdujimos en su interior. Era una especie de almacén, palpé desesperada, sacos, piezas que parecían de un motor, estanterías casi cuando perdía la esperanza, toqué lo que me pareció un gran armario. Dentro el espacio era angosto, estaba casi lleno de altas cañas de pescar, por lo menos por altura cabíamos las dos si nos apretábamos mucho la una contra la otra. Pareció durante mucho tiempo imposible que cupiéramos las dos allí. Nuestros doloridos pezones se rozaban, nuestras caderas se encajaron y al final logramos cerrar la puerta.

»No se cuantos días, horas o semanas estuvimos allí juntas. Los músculos nos dolían una barbaridad, las gargantas las teníamos resecas, irritadas, en carne viva. Por suerte ninguna tenía ya fluido alguno en el cuerpo, Mirian debía haber sufrido lo mismo que yo y se debía haber vaciado durante las torturas.

»En un momento dado la puerta se abrió y una cabeza femenina nos miró con sorpresa. Tenía suaves rasgos orientales, temimos lo peor, pero fue nuestra salvación. Sin decir la más mínima palabra se giró como si pretendiera que la siguiéramos. A nosotras nos era totalmente imposible movernos.

»La oriental vestida de doncella, nos insistió con un ademán perentorio, sujetándonos la una en la otra Mirian y yo logramos seguirla.

»Nos condujo fuera de la habitación al pasillito estrecho, allí abrió la otra puerta. Nos encontramos de repente en un garaje acuático, en el centro de la amplia sala había una piscina y en ella un pequeño yate. No recordaba que ángulo hacía esta habitación con la sala de torturas pero creía que estaban en ángulo recto, por lo que al pie de la colina debía haber un lago o el mar. ¿Habría dormido tanto en el todo terreno como para llegar al mar?

»La doncella oriental pulsó un interruptor en la pared y la persiana metálica que cerraba el amarradero comenzó a deslizarse hacia arriba. Cuando la persiana estuvo a un par de palmos de la superficie, nos miró fijamente, indicándonos que nos marchásemos.

»El agua era dulce, por lo que pudimos saciar nuestra sed cuando salimos al exterior. No se veían costas cercanas más allá de la que teníamos a nuestras espaldas y de la cual queríamos huir. Era el alba, no sabíamos cuantos días habíamos estado encerradas en el armario de pesca, ni nos importaba. No sabíamos que habría sido de Jenny y de Raquel, era muy duro pensar que habían quedado atrás al borde de la muerte.

»»Alguien nos recogió en algún sitio, luego me enteré en el hospital que ingresé el día 31 de Diciembre con lo que habían pasado tres días desde la fatídica inocentada.

»Mirian recibió el alta hacía un mes. Me dijo que se marcharía fuera del país, si podía, debo llamarla para saber como está.

»Hugo vino a visitarme al hospital, me estuvo sonsacando a ver si reaccionaba, mi pose de catatónica tubo que ser convincente por que se marchó sin más. Pero antes de marcharse me dijo que a Mirian le quedaba poco de vida y que a mí en cuanto dejara el hospital me darían caza como a una cervatilla.

»Los cazaré, no se como lo haré, pero les daré caza, no puedo vivir así, ellos se llevaron mi vida, me mutilaron, me mataron, destrozaron mi matriz y mi útero, jamás podré ser madre. Pero les mataré, me vengaré, se lo debemos a Raquel y a Jenny.

»Temo que me estén siguiendo, que me den caza ellos a mí. Tengo miedo, cualquier ruido, cualquier sombra, cualquier movimiento extraño, me crispa los nervios. No se si sabrán que estoy contigo, a lo mejor, te estoy poniendo en peligro.

–Chis, tranquila, que nos las apañaremos –la joven detective trataba de infundir calor y tranquilidad.

Un ruido se escuchó proveniente de la puerta de la calle, esta se abrió lentamente. Las dos jóvenes no podían ni respirar. Terminó de abrirse la puerta y un individuo enorme, malencarado, con aspecto de matón apareció en el dintel de la puerta. Las chicas estallaron en un alarido de pánico.

Nota: Celia pretendía ser una serie con la que pasear por todas las secciones de TR. Viendo que esto puede perjudicar a la protagonista y a sus aventuras, decido pasarla a Grandes Series lo cual permitirá capítulos con menos sexo explícito, como este.

Espero con ello no engañar a los lectores, pues situar este relato en SM, me parecería llevar a engaño.

No es que haya tenido abandonada a Celia por otros relatos, tan solo que con este capítulo lo he pasado mal. Hablar del Snuff en primer lugar, requería leer relatos poco agradables, luego estaba la cuestión narrativa de tener a dos chicas en un sofá durante 20 páginas, casi con un continuo monólogo de Charlie, espero que no haya quedado muy cansino. Estos son los motivos de la tardanza y de haber necesitado otros relatos para aguantar la escritura de este.

Bibliografía: Pues no voy a indicar de qué webs he sacado los relatos snuff, no me gustaría hacer apología, por mucha ficción que suponga. Aquí incluyo estos tratamientos por que los considero indispensables para desarrollar la personalidad de Charlie y la trama de la historia, para nada como algo erótico.

Agradecimientos:

Como siempre agradecer todos los comentarios, sobre todo a aquellos que siguen la serie.

HombreFX

Que continúe con sus lacónicos comentarios.

 

marcoantonio6

Para que siga comentando y exigiendo cuando no le parezcan de nivel los relatos.

 

FrancesCopablanca   

Un bienvenido nuevo seguidor de Celia.

 

mar

Que su sacarina endulce nuestros relatos XD.

 

Fantasy

Para que me siga haciendo ruborizar por muchos relatos más.