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Bilirrubina II. El encuentro

en Erotismo y Amor

Recordad que se agradecen tremendamente los comentarios, tanto si son buenos como negativos. Las valoraciones también pero sobre todo los comentarios.

Se recomienda leer la primera parte, claro si te gustó y tienes intención de leer este segundo capítulo.

CAPÍTULO 2

Tumbada sobre su cama, abrazando un conejo de peluche contra su pecho, Alex rememoraba el último mes, desde el momento que volvió al instituto. Pensaba que ya no le quedaban lágrimas en sus ojos. Había llorado todos y cada uno de los días de aquellas cuatro semanas. Primero cuando notó el rechazo de sus compañeros, después cuando comenzó a oír las primeras burlas a su espalda, más tarde cuando la gente huía despavorida ante un casual roce y por último cuando aquellas miradas de conmiseración la rompieron por dentro.

Pensó echada sobre su colcha en que alguien le había hecho reír todos y cada uno de esos nefastos días. Mateo había ido perdiendo paulatinamente la vergüenza con ella y no tardó en empezar a bromear sobre su situación. Le llamaba limoncito, le cantaba aquella canción antigua de Juan Luis Guerra, “Me sube la bilirrubina”, pues esa era la encima causante de la Ictericia que tenía amarilla de pies a cabeza  a la joven. Mateo le ayudó con los deberes, logrando que Alex se pusiera rápidamente al nivel de la clase, pero sobre todo, estuvo a su lado. Era algo imperceptible, invisible, pero Alex sentía aquel calor, aquel empuje procedente de su compañero. Sentía que en aquel desierto había un oasis al que aferrarse, un reducto de protección entre el caos en el que se había convertido su vida.

Alejandra se debatía internamente, de un lado había perdido toda su vida anterior, dudaba que las cosas volvieran a su cauce cuando recuperara su color de piel y le hubiera crecido el cabello, de otro lado no sabía que pensar de Mateo, estaba recibiendo tanto de el, que en cierto modo se sentía culpable. Culpable por haberse metido tanto con el, culpable por desconocer las causas que lo acercaban a ella, culpable por que no se atrevía a corresponder mínimamente a su amigo. ¿Amigo? ¿Esa idea había surgido en su cabeza? Meditó largo rato sobre el significado de aquella palabra ¿eran Mónica y Reme sus amigas? ¿Podría haberse hecho amiga del empanao de clase? No solo podía, si no   que ahora se daba cuenta, se había convertido en alguien muy importante para ella en estos 30 días.

Un cosquilleo recorrió su estómago cuando su amigo invadió su pensamiento. Realmente se había descubierto en las últimas semanas, pensando a menudo en Teo. Incluso lo veía más erguido, más alto, alzando más la mirada y la cara ante los demás. Se sorprendió a si misma pensando que el chico era guapo. Aquel flequillo y aquella mirada de miope, le otorgaban un aspecto de chico bueno e inocente que tenía su cierto morbo.

 Súbitamente sin darse tiempo a pensar, estiró la mano y agarró su teléfono móvil, buscando un nombre en la guía.

–Hola –respondió Alex al saludo inicial de aquel que contestaba.

–Pues igual, esto no cambia de un día para otro.

–Si, eso si, se agradece el fin de semana. ¿Y tú que haces? Yo estoy aquí aburrida.

–Pues perfecto.

–No, no me parece perfecto que te aburras tonto. Es que había pensado… que podíamos echar un vistazo a la cartelera o algo.

–Eh, no te equivoques, que no es una cita –la joven reía ante alguna ocurrencia de Mateo.

–Vale en media hora salgo de casa y en otra media estoy en el centro.

–¡Mamá! –gritó Alex mientras lanzaba el teléfono sobre la cama—que me voy a pasar la tarde por ahí.

–¿Con quien? Si no es indiscreción –preguntó Pilar asomando la cabeza por el dintel de la puerta del dormitorio.

–¿Con quien crees? –Alex con un juego de ropa interior en la mano, se dirigía hacia el baño.

–¿Mateo? –preguntó Pilar. Alex había puesto al día a su madre, de todo cuanto acontecía en el instituto. Por supuesto lo había suavizado todo para no preocuparla en exceso, pero le había tenido que hablar de Mateo.

La joven se paró delante del espejo del baño, odiaba ver su reflejo, ni maquillaje ni ostias, ese color era horrible. Se deshizo de la camiseta del pijama quedando completamente desnuda de cintura para arriba. Huesos, huesos y más huesos, sus clavículas se apreciaban como si no estuvieran cubiertas por músculo y piel. Sus costillas permitían que uno de sus dedos se introdujera hasta la primera falange en el espacio intercostal. Sus pechos, estaban blandos y algo caídos debido a la falta de carne, bailaban dentro de todos los sujetadores que tenía, por lo menos había perdido una talla entera y antes, no es que fuera muy sobrada de pecho.

Se despojó del pantaloncito corto del pijama, se quitó las braguitas de medias lunas, examinando sus piernas y su pubis. Sus piernas eran fiel reflejo de su mitad superior, huesos sin prácticamente nada de carne. Su pubis como el de una muñeca. Se abrió los labios vaginales con una de sus manos, observando el interior de su vulva. Seguía teniendo ese color pálido, un gris enfermizo. ¿Seguiría funcionando? ¿Sería capaz de excitarse, de lubricar, de recibir a algún chico en su interior? No lo había puesto a prueba en los últimos seis meses y medio, la joven dudaba que se acordase de cómo hacerse un dedo. 

Cuando Alejandra pesadamente, logró ascender los 35 escalones de la boca del Metro, contados lentamente uno a uno, soltó un profundo suspiro. Era la primera vez que salía de casa con un destino diferente al del instituto o el hospital y había decidido intentarlo sola, sin que su madre la acercara en coche.

–¡Hola! –dijo Mateo a una exhausta Alejandra.

–¡Coño! que susto me has pegado –dijo la muchacha recuperando el resuello.

–¿Nos sentamos a tomar algo mientras recuperas el aliento un poco? –Mateo dudaba si agarrar a la muchacha para que se apoyara en el ¿Sería muy precipitado? ¿Le molestaría demostrar fragilidad? –¿Me cede su brazo señorita?

–Tu has visto muchas pelis cursis tío –Alex sonreía ante la pose de galán de película añeja que había puesto Teo. Pero le dio pie a poderse sujetar del joven sin demostrar que en esos momentos estaba al borde de caerse redonda.

Anduvieron unos metros con Alex sujetándose del brazo de Teo, la pareja resultaba cómica, Alex con casi su metro ochenta, debía bajar mucho el brazo para asirse del bajito joven. Aunque fuera una postura más típica de un hombre con una chica, decidió cruzar el brazo por los hombros del chico y apoyarse de su hombro opuesto. De este modo se podía dejar caer con cierta seguridad. Si el se decidiera a rodearla por la cintura, estaría totalmente sujeta y cómoda.

–¿Me vas a poner el brazo en la cintura hoy o mañana? –reclamó con fingida seriedad la joven. El muchacho no se hizo esperar y rodeó las caderas de la chica con su brazo atrayéndola ligeramente hacia sí. Alex se sintió extrañamente reconfortada.

Joder aquello era un sueño hecho realidad, estaba caminando con Alex agarrados, aunque se sujetaban a la inversa de lo que lo harían cualquier pareja. Los pensamientos del muchacho, iban y venían de un lado a otro, mientras sus ojos no se despegaban del rostro de aquella chica a la que tanto tiempo había deseado.

Estuvieron toda la tarde tomando refrescos en una cafetería. Habían ojeado la cartelera, pero no les interesó nada de lo que se proyectaba en esos momentos. Teo tenía la fundada sospecha, que el camino de diez minutos hasta el cine, tal vez fuera excesivo para Alex.

Alejandra sentía que debía ofrecer más en aquella nueva relación, si no quería quedarse sola. En las últimas semanas Alex, se había mostrado bastante egoísta con Mateo. La joven se había limitado a desahogarse con su nuevo amigo, sin prestar demasiada atención a las cosas del chico. Alejandra tiró de la lengua del muchacho, intentando conocer algo más de este, que le contase sus inquietudes, sus proyectos de futuro, etc.

–¿Me quieres decir que solo saliste con una chica cuando tenías 14 años? –Alex puso los ojos en blanco tras las gafas de sol, su acostumbrado gesto pasó desapercibido para el ruborizado joven– ¿Entonces eres…?

–Si, soy vir…gen –el tono empleado por Mateo dejaba a las claras lo que le incomodaba aquella conversación– ¿Tu has estado con muchos chicos?

–Eh, eso no se le pregunta a una señorita, que luego me ponen fama de putón.

–Pues bien que me has preguntado tú –Mateo ante la broma de su amiga terminó por relajarse un poco.

–Pues la verdad, es que he estado solo con tres, pero llegar al final solo con uno –el amarillo de las mejillas de Alex se oscureció debido al rubor—Además… no se… si…

–Si no quieres hablar, no es necesario que lo hagas –Teo había notado la tristeza e indecisión de su amiga a la hora de hablar de aquel tema.

–Verás, el mes antes de comenzar con los síntomas, estuve con un tío en una discoteca. No pasó nada del otro mundo, bueno, unos morreos, unos magreos, unos frotamientos. El tío me puso a mil, en un arrebato le mordí en el cuello, chupando las dos o tres gotitas de sangre que salieron. El se rió y me dijo que estaba hecha una vampiresa –la chica comenzó a llorar silenciosamente—si pudiera regresar a aquel día, si pudiera retornar el tiempo.

–¿Seguro que fue aquello? –Teo la miraba cariñosamente detrás de sus gafas de montura de pasta, mientras que con iniciativa propia su mano se deslizó hasta situarse sobre el hombro de la chica.

–Bueno, en esas semanas me hice el piercing en el ombligo, me lo regaló mi madre por los 17, aunque esos sitios suelen usar instrumental higiénico. También fui al dentista a empastarme una muela. La verdad que nadie me sabe decir con certeza que pudo pasar –Alex agradeció los mimos de Mateo retirando la mano de este de su hombro. Se llevó la palma de este hasta sus labios y besó con suavidad, la mano del muchacho—uf, gracias por todo tío, no sabes lo que significa tener alguien al que dar la tabarra  

El joven insistió en acompañar a Alex hasta su casa, no iba a permitir que le pudiera pasar algo a su amiga. Alejandra por su parte se encontraba suficientemente fuerte como para andar sin aferrarse al muchacho. Le daba cierto reparo a la joven volver a agarrarse de Mateo. En más de una ocasión durante el trayecto en metro, Alex se sorprendió con ganas de sentir el contacto del muchacho. Por su parte Teo, miraba de reojo a su amiga, en busca de alguna señal que le diera pie a tocarla, lo que por timidez de ambos no volvió a suceder hasta llegar a la casa de Alejandra.

–Pues ya estamos –Alejandra se había detenido en un portal, mientras sacaba unas llaves del bolso.

–Si –Teo había fijado la mirada en las baldosas de la calle, mientras parecía pensar en algo.

–¿Te pasa algo? –la joven había percibido la inquietud del muchacho.

–Bueno, quería decirte algo, pero es que me da vergüenza, es un poco cursi –el rubor del joven teñía sus mejillas.

–¡No jodas! ¿Te vas a declarar? –la chica esbozó una media sonrisa mientras abría la puerta del portal—ala sube y te me declaras con una rodilla en tierra, como Romeo.

–Estás fatal.

Ambos jóvenes estuvieron en silencio todo el trayecto del ascensor, a Mateo le parecieron sumamente interesantes las recomendaciones de seguridad del aparato, mientras Alex se entretenía rebuscando algo en su bolso. Cuando llegaron a casa de la chica, descubrieron que la madre de Alejandra estaba preparando la cena en la cocina.

–Hola chicos –dijo Pilar.

–Hola –respondieron al unísono los dos.

–¿Te quedas a cenar Mateo?

–OH, si, seguro que a Teo le encantan las hamburguesas de pavo desgrasado y el calabacín a la plancha ¡festival del sabor! –Alejandra puso cara de asco ante la insípida dieta que debía seguir—Vamos a mi cuarto a hablar un momento, mami.

Los dos chicos entraron en el dormitorio de Alejandra, se sentaron uno al lado del otro sobre la cama, entre la multitud de peluches que tapizaban el mueble.

–Te deberías poner de rodillas, queda más romántico –Alejandra sonreía por sus propias ocurrencias.

–No me hagas coñas, quería hablar en serio contigo –la expresión de Teo se tornó seria—verás, quería que supieras… que puedes… contar conmigo… que los dos meses que quedan hasta terminar el instituto, si me necesitas para cualquier cosa estaré a tu lado, bueno… luego en la universidad también… claro… si tu quieres…

–Joder –fueron las únicas palabras que surgieron de los labios de Alex mientras sujetaba cariñosamente la mano de su amigo.

–-La locuaz Alex  se ha quedado sin palabras, soy un fenómeno –el joven sonreía de puros nervios, mientras Alex miraba fijamente como sus huesudas manos asían con delicadeza una de las manos de Mateo.

–Joder tío –Alex se esforzaba por no romper a llorar de lo emocionada que se encontraba.

Los dos jóvenes cabizbajos, rogaban por que fuera el otro el que diera el siguiente paso. Alex no se había considerado nunca una chica tímida, pero tenía muchísimo miedo de cagarla con el único amigo que de verdad le quedaba. Por su lado Teo, había logrado con Alex mucho más de lo que jamás hubiera pensado. No quería joder aquello tan especial por un paso en falso.

Con deliberada lentitud Alejandra se fue acercando al rostro sonrojado de Mateo, en el que depositó un casto beso en la mejilla del chico.

–Gracias Teo –susurró la muchacha al oído del chico. Seguidamente recostó su cabeza sobre la clavícula de su amigo—eres un encanto.

Mateo se encontraba petrificado, no sabía que paso dar a continuación. Ese “eres un encanto”, había sonado como si se lo dijera a un niño de diez años, pero se lo había dicho con mucha ternura.

Con la mano que le quedaba libre, el joven se atrevió a rodear los hombros de Alejandra. La incipiente pelusilla del cráneo de la joven cosquilleaba en sus mejillas. Sintiendo el estómago encogido por el miedo, fue acercando sus labios a la cabeza de la muchacha. Abriendo suficientemente los labios, para que no pareciera un morrito de abuela, Mateo depositó un cálido beso sobre la calva de su querido amor.

Su corazón quedó detenido, mientras esperaba la reacción de Alex. Medio segundo que se le hizo eterno, mientras aspiraba el aroma del perfume de la joven, hasta que sintió como la muchacha se arrebujaba más contra su pecho, emitiendo un tenue suspiro.

Los segundos transcurrieron con lentitud pasmosa. La posición resultaba cómoda para ambos y pareciera que ninguno estaba dispuesto a deshacer el abrazo. Finalmente Alejandra se quitó las gafas oscuras y alzó la cabeza hasta situarla a la altura de la del chico, situando sus labios a escasos milímetros de los de este.

–Y yo que esperaba que te declararas, menudo chafón–Teo podía notar el calor del aliento de su amiga susurrando aquellas palabras, mientras esta le miraba fijamente a los ojos.

El cosquilleo que el muchacho sentía en su bajo vientre se había convertido en una carga eléctrica que amenazaba con electrocutarlo, mientras ni siquiera era consciente de la ausencia de aire en sus pulmones. Y se lanzó, cuando notó cierta presión de las manos de Alex sobre su mano, supo que el momento que tanto había esperado, por fin había llegado.

Con más miedo que si se enfrentara a un Miura, Teo fue lentamente reduciendo la exigua distancia que había entre sus labios y el objeto de todos sus anhelos.

El contacto fue explosivo, ambos unieron sus labios como si fuera la primera vez que lo hubieran hecho jamás. La necesidad embargaba los corazones de los muchachos, pero también la dulzura, el cariño, el amor.

Ambos labios presionaron y aflojaron a modo de sutil piquito, sin que ninguno de los dos pareciera atreverse a más. Alejandra que disponía de más experiencia, decidió atrapar entre sus dientes, el labio inferior del muchacho. Succionó aquel gajo, como si quisiera extraerle el zumo de la pasión. Una vez lo tubo bien asido entre sus labios, se atrevió a explorar con la punta de la lengua, la tersura de aquella fina piel.

Mateo sintió la lengua de Alejandra sobre su labio inferior y comenzó a elevarse,  ascendió y ascendió hasta llegar al cielo de los enamorados. Había merecido la pena toda aquella larga espera. Helado por la emoción, permitió que la chica tironeara de su labio inferior como si quisiera separárselo de la boca. Ella juguetona mordió con suavidad la fina piel del muchacho.

Mientras Alejandra giraba levemente la cabeza, permitió a su lengua que explorara el labio inferior, avanzando sobre este hasta golpear con los dientes del muchacho. Jugueteó con la punta de su carnoso apéndice sobre las crestas del blanco marfil, como si llamara a la puerta, para que el escondido inquilino emergiera a su encuentro.

Mateo estaba paralizado de terror, no podía dar crédito a su suerte. Pero debía corresponder, quería y debía acompañar a Alejandra en aquel fascinante juego. Con timidez asomó su lengua sobre sus propios dientes.

Ambas bocas se apretaron, mientras las lenguas realizaban un fugaz reconocimiento. El reconocimiento inicial tubo que ser todo un éxito, puesto que las lenguas se enzarzaron en un baile sincronizado. Ambas al unísono subían hasta el paladar, golpeaban contra los dientes, presionaban las paredes de ambos carrillos, se perseguían, se ocultaban la una de la otra, buscando prolongar la imperiosa necesidad de juntarse.

Mateo con la mano libre acarició la cara de Alejandra, quería a aquella muchacha con todas sus fuerzas. Deslizó la mano de la mejilla de la chica hasta su nuca en la cual realizó una ligera presión queriendo unir más sus bocas si aquello era posible. Acarició la delgada espalda sintiendo bajo las yemas de sus dedos todas y cada una de las crestas de la espina dorsal. En su boca, notaba como Alejandra extendía su propia saliva entre sus labios. La muchacha realizaba un camino de vaivén entre las comisuras labiales del joven.

Las lenguas saborearon ávidas, la esencia de cada boca, ardieron de pasión en la cálida saliva de sus oquedades. Se devoraron con dentelladas húmedas y cálidas.

Bruscamente, el beso finalizó con una sucesión rápida de besitos cortos en los labios.

–Que no podía respirar –Alex sonreía traviesamente, mientras inhalaba profundamente mirando fijamente a Mateo.

–es…  esto… yo…. Tu…  

–No hables –Alejandra había reanudado los breves piquitos en los labios de su chico—que calladito estás mas mono. De la boca del joven, bajó por un húmedo camino de cálida saliva hasta el mentón de este. Perfiló su quijada ayudándose de sus labios y su lengua, torturando las emociones del chico con promesas de placer.

El juguetón apéndice femenino alcanzó su objetivo cuando comenzó a circunvalar, con movimientos desesperantemente lentos, el lóbulo de la oreja del muchacho. Lamió, chupó, succionó y mordisqueó tan jugoso manjar, elevando a Teo a cotas desconocidas de placer.

El joven alcanzó el cénit, cuando creyó posible venirse en seco. La sinuosa serpiente ensalivó el oído del muchacho, introduciéndose como si pudiera narrarle al oído con su humedad y calor, cuanta pasión guardaba en la prisión de su boca.

Con movimientos rápidos y sutiles, el oído del joven fue penetrado por la pasión, por el cariño, por el amor. En el corazón de ambos no cabían dudas, de que aquello era lo que deseaban. 

La joven dio por finalizado el beso y se levantó de la cama dirigiéndose a la puerta, en la cual Bart Simpson alzaba un dedo mientras guiñaba un ojo al espectador.

–¡Mamaaa! –gritó Alejandra asomándose por la puerta de su dormitorio—que Teo se queda a cenar.

 Puesto que en el encabezado he escrito que se agradecen los comentarios, creo que debo ser consecuente, agradezco por tanto a:

raymundo (ID: 878587)  

Por su sensibilidad con el tema.

HombreFX (ID: 853437)  

Por su dedicación.

seila (ID: 1406246)  

Para que no se sienta defraudada, por que continuar continúa.

P

Miss Murder (ID: 1410582)  

Para que se sacien, espero, sus ganas de más.

mar (ID: 1407762)  

Por su aprecio, espero que no incondicional, a ver si todo van a ser flores. Con este capítulo espero darle trabajo a su dentista.

Y a fantasy que aún no ha comentado pero, así la empujo a seguir haciéndolo, aunque sus comentarios me sonrojen.