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El Mulo

en Amor filial

Ramstein comenzó a sonar a gran volumen en el pequeño dormitorio. Una mano de largas uñas rojo sangre, tanteó sobre la mesita hasta dar con el teléfono móvil origen de la música.

Alicia reprimió un bostezo llevándose la mano a la boca. Con los ojos legañosos revolvió el montón de ropa, calcetines, braguitas, en busca de sus pantuflas, al final encontró una debajo de su mochila del instituto y la otra debajo de la cama.

Sentada en el borde de la cama, se estiró quitándose las últimas hebras del sueño de encima. Se deshizo de la camiseta negra con el murciélago de Batman en el pecho, que le hacía las veces de pijama, arrojándola hacia la almohada para tenerla lista a la noche siguiente.

Con su joven y delgado cuerpo, tan solo cubierto por unas bragas blancas con sandías dibujadas, se acercó en dirección al armario, mientras se rascaba el trasero y colocaba en su sitio el elástico de la prenda íntima. Abrió el cajón de la ropa interior, sacando del mismo un conjunto de tanga y sujetador negro, exento de la más mínima decoración, tipo encajes, dibujitos, transparencias, etc. Del cajón superior extrajo unos gruesos calcetines negros, si quería ponerse sus gruesas botas militares necesitaría buenos calcetines.

Sentada de nuevo sobre la cama y tras quitarse las bragas con las que había dormido, Alicia se examinó el vello púbico y los muslos. Su escueto triangulito de vello negrísimo y sus aterciopeladas piernas, la hicieron sonreír por el regalo de cumpleaños que le había realizado su madre hacía cuatro meses, en el comienzo del verano, a pesar de que su cumpleaños era en Noviembre. Ni un puto granito en todas las piernas, lo de la depilación láser había sido todo un regalazo, no más tirones, no más piernas peludas, no más granitos.

Se puso el tanga y el sujetador y descalza volvió al armario, del que extrajo un top negro y un short del mismo color. Tras volverse a calzar las pantuflas se dirigió a la cocina para desayunar, odiaba tener que hacerlo tras maquillarse, por la pesadez de andar con constantes retoques en el carmín de los labios. Antes de salir de su dormitorio, saludó a Morticia Adams, que la miraba desde un póster en la parte interior de la puerta.   

En la habitación contigua, como todo despertador, había sonado un beep, insistente, carente de toda gracia. Ariel se había levantado como todos los días de un salto y tras ponerse sus pantuflas perfectamente alineadas a los pies de la cama salió hacia el baño para evacuar. Allí lo encontró su madre, la cual entró al baño enarbolando un tubo de crema para moratones.

Tras desnudar a su hijo y embadurnarle las caderas, trasero y rodillas con pomada, dejó al joven para que se volviera a poner el pijama y ella se marchó hacia la cocina a preparar el desayuno. 

--Hola madre abadesa –saludó Alicia al entrar en la cocina.

--Hola cariño –respondió su madre mientras ofrecía su mejilla a la muchacha, sin separar las manos de su tarea.

--¿Cómo ha pasado la noche Ari? –preguntó la joven

--Le di un calmante y durmió como un lirón –respondió la madre mientras recogía pan del tostador—pasé a las dos de la madrugada y ni se enteró. Le acabo de poner más pomada para los cardenales, está un poco magullado pero nada serio.

--¿Salchichón, pavo o jamón? –preguntó Alicia, mientras abría el refrigerador.

--Pavo para mi y para tu hermano…

--Siiii, queso para el niñooo –rió la joven—dios se le va a poner cara de vaca.

--Por mucho que uno beba mucha leche y digiera productos lácteos, su fisionomía no variará espontáneamente a la de un vacuno –dijo Ariel por todo saludo al entrar en la cocina.

--Era una… nada déjalo –dijo Alicia mientras miraba a su hermano menor.

--Era una broma cariño, no es que se te vaya a poner cara de vaca, Ali lo decía por la cantidad de productos lácteos que tomas –dijo su madre mientras le dedicaba una sonrisa a su hijo.

--Ah, comprendo –dijo el joven, mientras sacaba cubiertos y vasos de un armario.

--Ala, yogurt natural, leche con cacao y cereales y una tostada con quesito a las finas hiervas ¿Está todo bien Sheldon? –ironizó la chica mientras servía los alimentos en la mesa.

--No le llames Sheldon, nena –riñó la mujer a su hija.

--Uf, pero si es que es clavadito al de la serie mamá –respondió ella.

--Que yo sepa, en los test que nos han pasado en el instituto mi Cociente Intelectual ha salido en la media –dijo retóricamente Ariel—y el personaje de Sheldon Cooper tiene altas capacidades o como diríais vosotras, es superdotado.

Marta suspiró imperceptiblemente para el joven, pero no para su hija la cual posó una mano cariñosa en el hombro de su madre. Marina para nada se consideraba una mujer desdichada, su vida no había sido precisamente un jardín de rosas, pero a pesar de las dificultades, era una mujer alegre y optimista. Pero había ocasiones en que el calor y apoyo de su hija de 18 años suponían una balsa a la que agarrarse para no naufragar.

Desde que a Ariel le diagnosticaron el síndrome de Asperger, una variante del autismo, de la cual Marina no había oído hablar en la vida hasta aquel funesto día, las cosas habían sido duras muy duras. Aún se complicaron más cuando Isidro la abandonó, porque, dejarla por una idílica busca de libertad, con una hija rebelde de 12 años y un niño con problemas sociales de 10, no se le podía llamar de ningún otro modo que no fuera abandono.

Mientras los chicos fueron pequeños, la cosa se pudo manejar, aún después cuando entraron al instituto, Marina buscó uno religioso, a pesar de su ateísmo, para que sus niños, pudieran estar más controlados y las diferencias de su chiquitín no fueran causa de escarnio. más o menos sus objetivos se cumplieron, pero no por los motivos que ella supuso en un principio.

Lo que nunca hubiera imaginado Marina, era que si los compañeros no se metían con su hijo insultándolo y pegándole, no era por la rectitud del centro donde estudiaban, si no por el contrario, por las palizas que su hija Ali suministraba eficazmente a quien osara ponerle la mano encima a Ariel.

Alicia había sido la primera, que desde chiquitina se había burlado de su hermano, siendo la primera en incitar a los demás niños a hacerlo.

Todo cambió cuando Isidro se marchó, Marina habló muy seriamente con Alicia, con la ilusión de que colaborara con ella en sacar la familia adelante. En un principio, su hija hizo oídos sordos a sus súplicas, pero cuando con 13 años ella entró en el instituto tras haber repetido un curso en primaria, todo cambió a mejor. Alicia tubo que asistir impertérrita a las sucesivas palizas que administraban, a su pequeño hermano, sus nuevos amigos del instituto. Durante dos trimestres Alicia siguió observando impasible el acoso de sus nuevos compañeros hacia su hermano. La joven pertenecía al grupo con más liderazgo del instituto y no quería ser una marginada, si les llevaba la contraria.

Poco a poco, Ali comenzó a apartarse de esas nuevas amistades y por eliminación se terminó por juntar con los tres tipos más raros de clase, dos chicos y una chica Góticos todos ellos, que la aceptaron de maravilla, incluso la ayudaron a defender a su hermano, cuando Ali no pudo seguir viendo impasible como acosaban a su chiquitín.

Cuando Ariel entró al instituto al año siguiente, los chavales se cuidaban muy mucho de meterse con el más de una vez. Alicia no avisaba, a la primera mofa, insulto o empujón, les atizaba un guantazo y si se ponían tontos siempre tenía a sus tres nuevos amigos para defenderla.

Marina incluso estaba convencida de que Alicia había repetido cuarto curso a propósito para pasar al Bachillerato con su hermano y así poder seguir defendiéndole. De este modo con el curso que Alicia había repetido en primaria y habiendo repetido el último curso de secundaria, Alicia y Ariel terminaron juntos en el instituto religioso y tuvieron que marchar a realizar el Bachillerato a un nuevo instituto de la localidad.

--¿Has conocido a alguien que te caiga bien? –preguntó Marina dirigiéndose a Alicia—¿Alguien de tu cuerda?

--Ja, ja, ¿de mi cuerda? –Rió divertida Ali—¿Si te refieres a si he conocido gente con personalidad propia, que escuche algo más que Lady Ga-Ga y Ke$ha y que si el líder pijo de turno se tira por un puente no vayan detrás como corderitos? 

--Nadie se tiraría por un puente, por que otro lo hiciera, supondría poner en riesgo tu propia existencia –dijo Ari—Carece de cualquier principio lógico.

--Pues eso, chavales sin ninguna lógica –resopló Alicia, mientras dedicaba una sonrisa a su hermano.

Los tres estuvieron un rato en silencio, mientras terminaban el desayuno. Marina continuó con la sucesión de pensamientos íntimos que solían rondar su cabeza. Miró detenidamente a su hija mayor, tenía que reconocer que era una chica increíble. Desde que Alicia decidió ser distinta, original y afrontar el pensamiento colectivo de los críos de su edad, se había convertido en un amor de muchacha. En un comienzo Marina tubo algo de miedo de tanta ropa negra y de esos maquillajes pálidos. La música no le molestaba tanto, ella en su juventud también había escuchado mucho Rock, incluso Heavy, de veinteañera coreaba las canciones de Bon Jovi, Aerosmith y Europe, aquellos suecos tan monos. Ahora era toda una mujercita, tal vez los vecinos la miraran con caras raras pero era toda una mujer hecha y derecha. En este tema Marina también tenía sus sospechas de que el atuendo de su hija, misteriosamente hacía que la gente se fijara menos en Ariel.

--¿Has terminado la camiseta de telaraña? –preguntó Marina a la muchacha.

Por toda respuesta Alicia se levantó a medio desayunar y corrió a su dormitorio. Extendida encima del escritorio había una especie de red de pesca con un aspecto que recordaba mucho al de una tela de araña. Con movimientos delicados, no fuera a ser que se le enganchara en algún sitio, la joven se colocó la peculiar camiseta y regresó a la cocina.

Le había costado trabajo conseguir la red en una ciudad del interior, por suerte las Web de compra/venta tenían de todo y en quince días logró en una puja la red de pesca. Luego decorarla y barnizarla para darle el aspecto de tela de araña fue sencillo. Desde que se hizo Gótica, había progresado mucho en las manualidades y ahora era capaz de diseñarse y confeccionarse gran parte de los complementos que vestía.

--¿Qué, mola? –preguntó Ali.

--Muy bonita cariño –dijo su madre—Te contrasta muy bien el blanquecino de la red con el short y el top. Por cierto ni se te ocurra coger la cadena, que nos conocemos.

  Con la cadena Marina se refería a una gruesa cadena de eslabones de acero, que se cerraba por un grueso candado,, la cual solía usar Alicia como cinturón, sobre todo en las ocasiones que sabía que se podían meter con su hermano. Solía aderezar el conjunto de combate, como ella lo llamaba, con unas gruesas botas militares de puntera reforzada con acero. Aunque dicho atuendo no era necesario en su antiguo instituto, la chica pensaba que debería usarlo un par de semanas en el nuevo centro hasta que la peña aprendiera.

El día anterior, durante un cambio de clases, Alicia se tubo que marchar al baño, al salir de allí se entretuvo conversando con Sandra, la única de sus tres amigos de la ESO, que había ido a parar a su mismo instituto, aunque Sandra fuera ya a segundo de Bachillerato. Cuando oyó risas y gritos al fondo del pasillo, corrió pensando que su hermano estaría por medio. No se equivocó, cuando llegó al lugar de los gritos, vio horrorizada como su enclenque hermanito se hallaba tirado en el descansillo de las escaleras, hecho un amasijo de brazos y piernas huesudos. Aunque Ali y Sandra insistieron en que les dijeran quien había empujado o hecho la zancadilla a Ariel, ninguno de los chicos del módulo de Finanzas, que se encontraban alrededor, dijo nada.

El primer día de clase Alicia había dejado las cosas claritas en su presentación a la clase. Mi nombre es Alicia, vengo del Instituto San Roque, este de mi lado es mi hermano y si alguien se atreve a meterse con el, le arranco la cabeza. La joven lo dijo con tanta convicción que ni la joven profesora de matemáticas que era su tutora, se atrevió a decir nada.

Pero habían bastado tres días para que tiraran a Ariel por las escaleras. Partiría algún brazo, un mes expulsada pero estaría todo tranquilo para los dos próximos años. Además tenía el apoyo de Sandra y por lo que esta le había dicho, aquel grandullón Heavy, de metro noventa y cien kilos, del módulo de metalurgia, era un tío majo con el que se llevaría muy bien. Le caían bien los Heavys, un poco tozudos y simplones., pero buena gente.

La joven daba vueltas a todas estas cuestiones mientras se maquillaba frente al espejo del baño. Perfiló sus ojos con grueso lápiz negro, pintó sus labios de un oscuro rojo a juego con sus uñas, y se blanqueó ligeramente las mejillas. Para terminar alborotó su cabello para permitir que la multitud de mechas fucsias y rojo sangre se percibieran mejor entre su densa mata de pelo azabache.

--¡Niños! Me marcho, portaos bien en el insti, las lentejas las dejo en un Taper para que os las calentéis –dijo Marina mientras pegaba un último vistazo en el espejo del recibidor, a su traje sastre en busca de alguna arruga o imperfección. Ali asomó la cabeza por la puerta del baño.

--Que si, mujer que estás monísima de la muerte –dijo una joven irónica—que vas a desgastar el espejo.

Por toda respuesta Marina sacó la lengua a su hija mayor, luego recogió el bolso del perchero y se dispuso a salir del piso

A sus 46 años, su madre conservaba una figura estilizada, la cual se acentuaba y ensalzaba, cuando usaba esos trajes de chaqueta que le sentaban tan bien. Muchas veces Alicia se había preguntado, por que su madre no se echaría un ligue, pensaba que debía de darle un gusto al cuerpo de vez en cuando y a su edad estaba muy bien para poder salir alguna noche de caza con otras singles.

--Venga, Sheldon que llegamos tarde –gritó la joven mientras cerraba el candado, ciñendo la gruesa cadena de acero a su talle.

--Mamá te ha dicho que no te pusieras la cadena –dijo Ariel asomándola cabeza por el dormitorio de su hermana.

--Bueno. Pues será un secretito entre tu y yo –respondió la joven.

--No se si sabré guardar un secreto sin que mamá me lo note –dijo pensativo el joven muchacho.

Ambos salieron de casa en dirección al ascensor, mientras Alicia se colocaba un fino guardapolvo, negro como la noche y largo hasta sus tobillos. El atuendo de la muchacha se complementaba con dos grandes pendientes en forma de cruz templaria, realizados con afilados clavos, en alguna ocasión había atravesado la mano de algún sobón con uno de ellos. Al cuello llevaba una chapa de peligro radioactivo y debajo de esta en el inicio de su canalillo un sofisticado murciélago tatuado de Henna.

Su madre había dejado claro en multitud de ocasiones, que no se negaba a que se hiciera un tatuaje de verdad, pero debería tener seguro, donde lo quería y que quería tatuarse. Marina llegó al acuerdo con su hija de que cuando llevara todo un año el mismo tatuaje de Henna, en el mismo sitio, sin cansarse de el, le permitiría hacérselo de verdad.

Ambos hermanos llegaron a la esquina en la cual Alicia había quedado con Sandra. El atuendo de esta era muy similar al de Alicia, si bien en Sandra los complementos coloridos de peligro bacteriológico y alerta nuclear eran más profusos.

--Hola Ali, hola Mulo –dijo la joven que esperaba apoyada en la pared.

--“El Mulo” –rectificó Ariel.

Ambas chicas resoplaron al unísono.

--Te queda mejor Sheldon, ese “El Mulo”, es de hace setenta años o más y Sheldon es más moderno –dijo Alicia consciente de los gustos de su hermano por el mutante de la “Fundación”.

--Sheldon me recuerda a Hari Sheldon y ese tipo simboliza el estereotipo del pensamiento global y colectivo –dijo retóricamente Ariel— ¿Vosotras no defendéis el pensamiento libre, sin seguir a las másas controladas por la Psicohistória?. 

--No si el enano tiene razón, tendré que leer esos libros viejos –dijo Sandra pensativa—pero “El mulo” suena para alguien grande y terco.

--“El Mulo” era bajito y enclenque, con extremidades sin gracia, las cuales movía en ángulos grotescos, su delgada cara la presidía una enorme nariz ganchuda ¿Te suena de algo? –preguntó con cara de tristeza Ariel a una desconcertada Sandra.

--¿También tenía orejas de soplillo? –rió Alicia para quitar dramatismo al asunto.

A las peculiaridades psicológicas de su hermano, se unía uno de los físicos menos agraciados que Alicia había visto jamás. Cara delgada y larga, con una inmensa nariz aguileña, dos ojos saltones que observaban todo con una cierta mirada lunática y dos orejas con las que podría volar, según le decía ella misma de pequeña. Su cuerpo tampoco es que mejorara la cosa, a su falta de gracia en el andar y en cualquier otro movimiento, se le unía su escasa estatura, pues Alicia le sacaba su buen par de palmos de altura, un minúsculo cuerpecito en el que se le notaba hasta la última costilla del tórax y todas las articulaciones del cuerpo. Pensar en el físico de su hermano, le recordó algo que quería hablar con Sandra.

--“El Mulo”, anda un poco por delante de nosotras, que quiero hablar con Sandra –Ali siempre utilizaba su apodo preferido cuando quería conseguir algo de su hermano.

--Tía, ayer cuando llegué a casa curé a mi hermano de las magulladuras por la ostia de la escalera –dijo Alicia en un susurro.

--Ah, si, se me olvidaba ¿Qué tal se encuentra? –preguntó Sandra.

--Bien, bien, menos dolorido, eso creo –continuó Ali en un susurro—pero no era de eso de lo que te quería hablar.

--Pues tu dirás –dijo Sandra.

Alicia tardó un momento en ordenar sus ideas, antes de poder exponer a su amiga lo que le quería contar.

--Pues verás, como el mayor golpe lo tenía en la cadera y en el culo, tuve que…

--Tuviste que quitarle los pantalones, imagino –terminó la frase Sandra por su amiga.

--Y los calzoncillos –dijo Alicia con un hilo de voz mientras tragaba saliva.

--¿Y qué, También está estropeado ahí abajo? –dijo risueña su amiga.

--Está deforme también –dijo Ali mientras asentía con la cabeza a la pregunta de su amiga.

--Joder, pobrecillo—dijo Sandra-- ¿Qué la tiene como un niño de diez años?

--Tía, la tiene como un puto caballo –susurró Alicia enrojeciendo hasta las cejas.

La joven muchacha gesticulaba con las manos para exponer entre sus manos el tamaño de la herramienta del peculiar joven.

--Ala, exagerada –rió nuevamente Sandra.

--Te lo juro tía y estaba en reposo –dijo azorada Alicia—podría ganarse la vida como actor porno.

--Jajajja, podría ser el duendecillo travieso –se carcajeó Sandra—todo un reclamo porno.

--Ostia, pero me siento fatal, tía, que es mi hermano –dijo una enrojecida Ali.

--Uf, pues no espiaba yo a mi hermano Carlos cuando se duchaba –sonrió la muchacha—hacía como que no me daba cuenta que se estaba duchando y entraba de golpe en el baño.

--Joder, es que tu hermano está como un tren –dijo Sandra algo más relajada por la confesión de su amiga.

--Ya te digo, no la tenía muy grande pero esos abdominales me traían loca cuando el aún vivía en casa –reconoció Sandra—al principio me gritaba y se tapaba, pero luego yo creo que le ponía lo del exhibicionismo y me dejaba mirar sin más problemas.

--Pero que guarra eres tía, que era tu hermano –dijo Alicia ruborizada.

--¡Coño! ¿Y Sheldon, que es el vecino del quinto? –preguntó una alegre Sandra.

--A ver empaná, que no te lo digo por que me excitara –dijo Alicia seriamente— estoy preocupada por la sexualidad de Ari.

--Ya, comprendo, hasta que no viste su cosita no pensaste que el fuera un hombre como cualquier otro –afirmó Sandra.

--Si, más o menos, eso me ronda en la cabeza –dijo la joven—aunque yo no llamaría cosita a eso.

--Tendría que verlo para creerlo, como va a tener el piltrafilla un rabo como Nacho Vidal –dijo Sandra—a ver si lo de que le guste que le llamen “El Mulo” va a ser por eso.

--No se tía fue muy raro, ni se ruborizó, ni se intentó tapar, no se que pensar –dijo la hermana mayor.

--Háblalo con tu madre, tenéis buen royo y ella se preocupa de Sheldon con calma y cabeza –dijo Sandra—a lo mejor el no tiene necesidades sexuales. No olvides, que tienes que pensar la forma en que yo se la pueda ver.

--Estás salida tía –rió Alicia.

La mañana en el instituto fue tranquila, Alicia con la ayuda de Sandra pudo pasar por delante del conserje ocultando su cadena de acero. No fue necesario que la llegara a utilizar en toda la jornada, en un momento dado, tan solo tubo que empuñar la llavecita del candado, la cual colgaba de su muñeca, al tiempo que con la otra mano sujetaba el gran candado, para que los tres idiotas que se acercaban a su hermano con cara de sádicos, decidieran que dar media vuelta era de lo más sensato.

Tubo oportunidad de conocer al Greñas, el Heavy del módulo de metalurgia, durante el recreo Sandra se lo presentó y los tres estuvieron almorzando y hablando de todo un poco. A una distancia prudencial para que Ali le pudiera tener controlado, Ariel jugaba a algún juego con su PSP, pero con la mirada protectora de su hermana encima de el.

Javi, el Greñas, era un tipo grandullón, recio sin llegar a estar gordo, con unas espaldas enormes. Ni muy guapo, ni muy feo, con una media melena bastante limpia, Ali siempre se fijaba en la higiene del pelo, sobre todo si el chico en cuestión lo llevaba largo. Se trataba de un tipo optimista, dicharachero y alegre. Ali pensó que tal vez más adelante y si a Sandra no le interesaba, intentaría lanzarle el anzuelo.

Cuando a medio día Ali y Ari llegaron a casa, la chica llevaba un humor de perros. Durante el camino de regreso se habían encontrado un camión de mudanzas invadiendo la acera por la que debían pasar. Insistió, rogó, pataleó, pero no consiguió que su hermano aceptase cambiar de lado de la calle. Al final tuvieron que esperar casi media hora a que el camión pudiera abrir un hueco entre la fachada y su parte trasera, por el cual ambos jóvenes pudieron pasar. Sandra se había desesperado hacía un cuarto de hora y había decidido, que si bien quería mucho a su amiga, sus tripas rugían desesperadas y allí plantada no lograría hacerlas callar.

Quería mucho a su hermano, pero aquel tipo de manías lograban sacarla de sus casillas. No lograba entender por mucho que lo intentase, aquellas excentricidades ¿Qué más le daría un lado que otro de la calle? Vale que llevaran una semana tomando aquel lado para volver del instituto, ¿pero no podría haber hecho una excepción ante un obstáculo? Entendía perfectamente que la cabeza de su hermano razonaba de una manera un tanto peculiar, pero no podía aplacar su cabreo.

--¡Pon la mesa inmediatamente! –gritó enojada Alicia a su hermano menor mientras lanzaba la mochila al suelo y la gabardina encima de la cama.

--¿Puedo antes ir al baño? Me hago pipí –respondió sereno Ariel.

Ante aquella salida Ali no tubo más remedio que aplacar su cabreo, su hermano era así y no iba a poder hacer nada por remediarlo. Con decisión se marchó hacia la cocina a calentar las lentejas en el microondas.

Comieron en silencio, Alicia daba vueltas y vueltas a la conversación mantenida con Sandra cuando iban camino del instituto. ¿Tendría deseos sexuales su hermano? ¿Estaba haciendo algo malo por pensar en la polla de su hermanito? Decidió no agobiarse y pasar a la acción.

--Mientras friego los platos, ponle el tapón a la bañera y la llenas de agua calentita, luego te metes en remojo para que se ablanden los hematomas –dijo decidida Alicia mientras se levantaba de la mesa.

--¿No me puedo duchar simplemente? Bañarse es una perdida de agua –respondió el muchacho.

--No me repliques enano, a la bañera –dijo Ali con tono severo.

Ariel se marchó de la cocina dejando a su hermana enzarzada con los platos. Mientras lavaba los platos Alicia no podía reprimir el cosquilleo que sentía en su tripa. Reconocía en sus sentimientos una mezcla de miedo, vergüenza y excitación. Estaba segura de que su hermano no contaría nada, si no le preguntaban, pero sentía que estaba abusando de el.

Se secó las manos y fue hacia el baño. Nada más entrar percibió que Sheldon se había pasado con el calor del agua, puesto que la bruma que envolvía el baño era densa y cálida.

--Uf, parece esto una sauna –dijo Ali mientras rebuscaba en el cajón del armarito del baño en busca de la crema para las contusiones.

Se acercó a la bañera tomando asiento sobre la tapa del WC.

--¿Duelen? –preguntó cariñosa Alicia.

--No mucho y con el agua calentita menos –respondió el muchacho.

Alicia no sabía muy bien como disimular para lograr enjabonar a su hermano, sin que este notara nada raro. El cosquilleo en el estómago arreció, dubitativamente cogió el gel del borde de la bañera. La mano le temblaba ligeramente. Dios era una pervertida, intentando tocar la verga de alguien tan inocente como Ariel.

--Ven que te enjabone –dijo Ali con la boca reseca por los nervios.

--Yo se enjabonarme solito –dijo por toda respuesta Ariel.

--Ya lo se membrillo, pero si te enjabono yo podré ver que tal llevas los hematomas –justificó la joven.

Alicia se embadurnó la mano con jabón y comenzó a frotar la espalda del chico con la palma de su mano.

--¿No coges la esponja? –preguntó el joven.

--Nop, así de paso te másajeo un poquito ¿No te gusta? –respondió la muchacha.

--Está bien, no es molesto –dijo Ariel algo más convencido.

La muchacha recorrió con la palma de la mano el cuello y los hombros del muchacho, descendió hasta sus omoplatos los cuales sobresalían llamativamente de su espalda. Bajó frotando las lumbares hasta que su mano se perdió debajo del agua.

--Ponte de pie enano, que te frote las piernas –dijo Alicia intentando salivar un poco pues se le había quedado la garganta seca.

El muchacho obedeció solícitamente. La hermana mayor comenzó a extender una nueva cantidad de jabón de manera ascendente por las piernas del muchacho. Cuando hubo llegado hasta su trasero volvió a extender una nueva dosis de gel en la palma de su mano y lo extendió por el reducido trasero. Alicia con suaves caricias intentaba gratificar al joven de alguna manera, puesto que su sentimiento de culpa iba en aumento. Amasó ligeramente ambos glúteos para posteriormente limpiar a conciencia la raja del culo del muchacho. Enjabonó con energía el pequeño ano del chico hasta que hubo quedado inmaculado.

--Date la vuelta, que te lave por delante –dijo Alicia.

El joven lentamente, para no resbalar, se fue dando la vuelta. El enorme rabo del chico quedó frente a los ojos de Alicia justo a la altura de su cara. Esta vez no comenzó ni por el tórax, ni por las piernas, su ansiedad le hizo ir directamente a la zona genital del muchacho. Con la palma bien enjabonada, comenzó por frotar las ingles del chico, movía la mano desde la zona delantera hacia atrás hasta llegar a la raja del culo nuevamente. Cuando decidió que las ingles estaban suficientemente limpias, recargó la mano con más jabón y agarró los gordos testículos del enano, másajeándolos con delicadeza.

El pedazo de polla, del cual no podía apartar los ojos Alicia, seguía impertérrito no se había endurecido ni un ápice. La muchacha entre su propia calentura y la curiosidad y preocupación por la sexualidad de su hermano, agarró el enorme miembro para enjabonarlo. Frotó con infinita ternura aquel enorme trozo de carne, cuando enjabonaba hacia el pubis, sujetaba la piel suavemente para liberar el prepucio del muchacho. Entonces lo notó, al principio muy tenuemente, pero a medida que seguía enjabonando no le cupieron dudas, aquello se estaba poniendo duro.

--Cariñín, tu sabes perfectamente para que sirve esto –afirmó más que preguntó Alicia.

--Pues claro que si, es mi órgano reproductor –respondió un Ariel algo turbado.

--Si, pero… ¿Sabes como se juega con el? –preguntó una enronquecida Alicia.

--Sirve para orinar, no para jugar.

--Hay un juego que se puede practicar con tu órgano reproductor –dijo la muchacha mientras no dejaba de notar como la dureza se incrementaba—tan solo hace falta ponerlo bien duro para poder jugar.

--¿Por eso se hincha?

--Claro, aunque tu no lo sepas, el quiere jugar –dijo la joven.

Cuando la verga superó la perpendicular con el cuerpo del muchacho y siguió elevándose y endureciéndose, Alicia quedó anonadada, aquello era una exageración. Apenas si podía rodearla con una sola mano y calculaba que no estaba ni a la mitad de su tamaño.

--Mira se juega así, frotando con delicadeza hacia delante y hacia atrás –dijo la hermana mientras realizaba los movimientos que enumeraba.

Alicia notaba como el cosquilleo de su estómago descendía paulatinamente hacia su entrepierna, provocándole un calorcito muy agradable. Joder aquello no podía ser cierto, la polla seguía creciendo lentamente, sin prisa pero sin pausa. Cuando por fin la verga dejó de endurecerse, casi apuntaba hacia el techo del vaporoso baño. Alicia abriendo la alcachofa de la ducha enjuagó concienzudamente la polla del muchacho. Armándose de valor y perdiendo el poco juicio que le quedaba acercó lentamente sus labios al prepucio del rabo de su hermanito. Frunció ligeramente los labios abriendo la boca lo justo para besar el glande del chico, al tiempo que realizaba una ligera succión. Enardecida de excitación permitió que su lengua asomara entre sus labios y lamiera la punta de la polla del chico.

--Ves, esta es otra forma de jugar –dijo acalorada la muchacha mientras hacía un gran esfuerzo para separar la boca de aquel pedazo de carne caliente—este juego se llama placer.

--Es agradable –dijo por toda respuesta Ariel.

La muchacha continuó pajeando a su hermano con una mano, mientras volvió a trabajar el prepucio de este con sus labios y lengua. Cuando llevaba en estos menesteres apenas unos segundos y sin previo aviso, la verga del muchacho comenzó a escupir semen como si fuera una boca de riego. El primer lechazo fue a estrellarse en el interior de la desprevenida boca de la joven, la cual cerrando la boca y aguantando el semen en su interior sin tragarlo siguió pajeando con su mano aquel enorme instrumento. El segundo lechazo fue a parar al rostro de la joven, la cual nunca había visto una corrida tan abundante, ni siquiera en las pelis porno. Tres lechazos más fueron a caer en su rostro, para estrellarse el último de ellos en su top negro justo entre sus pechos.

Alicia mantenía el primer lechazo en su boca con la intención de escupirlo cuando su hermano hubiera terminado de correrse, pero se hizo el ánimo y decidió tragárselo. Saboreó el sabor salado y amargo jugueteando con su lengua hasta que lo hizo descender por su garganta. No había sido nada traumático incluso la había enardecido más si cabía, lo cierto es que tenía un calentón que iba a explotar.

La joven continuó masajeando el menguante trozo de carne, hasta que detectó que las caricias resultaban molestas para el joven.

Alicia se debatía entre desnudarse e introducirse dentro de la bañera para limpiarse en primera instancia y para intentar revivir el falo de su hermanito en segunda instancia y por otro lado limpiarse la cara y dejar aquel juego por el momento por muy caliente que se encontrara.

Sus divagaciones se vieron interrumpidas cuando del vano de la puerta del baño sonó un leve carraspeo. La joven sintió como un sudor gélido recorría su espalda y como el aire se detenía en sus pulmones negándose a salir de ellos. Lentamente fue girando la cabeza hasta fijar sus ojos en los ojos de su madre, la cual apoyada en el marco de la puerta le miraba seriamente. Alicia se quiso morir, quiso que la tierra se abriera en ese preciso momento y la tragara, quiso en una vana ilusión que el tiempo retrocediera hasta el momento en el que terminó de lavar los platos.

Marina se acercó con paso calmo hasta su hija y recogió del suelo, el tubo de pomada, el cual había caído cuando Alicia comenzó a enjabonar a su hermano.

--Date la vuelta Ariel, que vea esas caderas a ver como van –dijo con tranquilidad la madre—deberías limpiarte la cara Ali, te has puesto perdida.

Marina dedicó una sucinta sonrisa a su hija, con la esperanza de que a esta no le fuera a dar un síncope. Estiró la mano libre y viendo que su hija era incapaz de reaccionar, paralizada por el terror, ella misma, cogió una toalla y limpió los restos de semen de su hijo, que bañaban por completo la cara de su niña.

Tras limpiar la lefa de la cara de Alicia, dedicó unos momentos a enjuagar por completo a su chiquitín y extenderle crema por los moratones.

--¿Tienes tarea del insti? –preguntó Marina a su hijo mientras le tendía el albornoz.

--No mucha –respondió un poco confuso el muchacho.

--Pues ve a cambiarte y puedes jugar un rato con la Play –dijo su madre mientras cariñosa acariciaba la cara de su hijo.

Cuando el muchacho hubo salido del baño, Marina se sentó en la tapa del bidet, justo enfrente de su hija la cual aún parecía que estuviera en estado catatónico. De nuevo intentó esbozar una sonrisa cariñosa para tranquilizar a la joven. Pero esta tenía la mirada perdida, como si estuviera su mente muy lejos de allí. Una punzada de pánico recorrió la mente de Marina.

Cuando llegó a casa y observó la puerta entreabierta del baño, su primer pensamiento fue de incredulidad. Poco después cuando se cercioró de que lo que veían sus ojos era cierto su ánimo cambió a una profunda irritación. Pero tenía malas experiencias con Ariel y los sobresaltos y viendo que ninguno de los muchachos se había apercibido de su presencia, decidió esperar a que la cosa estuviera un poco más calmada. 

Mientras esperaba apoyada en el marco de la puerta, marina observaba la escena sin quitarle ojo, pudo percibir como su hija le chupaba el miembro a su hermano, pero se sorprendió cuando no solo vio lujuria en la cara de su hija, si no también cariño y una pizca de pena. Algo más relajada por el transcurrir de aquellos interminables segundos, Marina tubo que reprimir una sonrisa cuando observó la cara de anonadado de su pequeño hijo al correrse.

Ahora estaba atemorizada de ver la falta de reacción de su hija. Temiendo un sobresalto de Ariel por la sorpresa, no había pensado en el shock que supondría para Alicia.

Pensando con celeridad, decidió meter a su hija en la bañera y pegarle una buena ducha de agua helada a ver si reaccionaba. No sabía si era peor el remedio que la enfermedad pero tenía que intentar algo, la ansiedad iba ganando terreno rápidamente y un pánico creciente le atenazaba el corazón.

Con ternura agarró el cuerpo casi laxo de su hija y comenzó a desvestirla. La nula colaboración de su hija hicieron de la tarea de desnudarla un verdadero enredo. Como pudo sacó con una mano el top de la chica, con la otra mano sujetaba alternativamente los brazos en alto para poder sacar la prenda por la cabeza de su hija. Desabrochó el sujetador y liberó los firmes y juveniles pechos de la muchacha. El pánico por la falta de reacción de esta, iba torturando la mente de la madre.

Como pudo recostó a su hija sobre su pecho y desabrochó los pantaloncitos cortos de esta. De un tirón logró bajar tanto el short como el tanga hasta las rodillas, utilizando para la maniobra una sola mano. Dio gracias por que su hija se hubiera quitado el calzado de calle sustituyéndolo por las pantuflas más fáciles de quitar.

Volvió a depositar a su hija sobre la tapa del inodoro y extrajo sus prendas inferiores por los tobillos. Cuando hubo retirado los calcetines de la chica, meditó unos segundos sobre como lograría introducir a la inerte joven en la bañera.

La mejor solución sería tirar con sus brazos de las axilas de su hija. Pero para lograr aquello ella debería estar previamente dentro de la bañera.

Atenazada por el miedo, Marina se descalzó y se introdujo en la bañera, sintió el agua tibia a través de sus finas medias, cuando se disponía a estirar de su hija hacia si misma, notó que la estrecha chaqueta del traje le impedía mover los brazos con comodidad. De un rápido gesto se desembarazó de la americana arrojándola al suelo del embaldosado baño.

Con una fina blusa de manga corta pudo mover mejor los brazos y poco a poco fue introduciendo a su hija en la bañera hasta que tan solo los pies de la joven seguían apoyados en el borde de la misma. Cuando tubo a su hija bien sentada en la bañera, con su espalda, recostada sobre las espinillas de su madre, Marina abrió el grifo del agua fría y comenzó a mojar el pelo y la cara de su hija.

Pasaron lo que a Marina le parecieron horas, hasta que Alicia comenzó a parpadear compulsivamente, luego la joven se llevó una mano temblorosa hasta la cara y comenzó a sollozar quedamente. La desesperada madre de la impresión dejó caer la alcachofa de la ducha y se arrodilló detrás de su hija abrazándola con fuerza. No le importó que su falda y su blusa se empaparan, su niña había reaccionado, la abrazó con fuerza y la acompañó en su llanto. Marina sabía que ella lloraba por la alegría de que aquel mal trago hubiera pasado, pero consoló a su hija pues no sabía si esta lloraba de nervios, de vergüenza o de impotencia.

Cuando ambas se hubieron calmado mínimamente, Marina con una leve colaboración de su hija pudo sacar a esta del baño y llevarla hasta su dormitorio envuelta en una toalla.

Marina y Ariel cenaban en silencio, su hija aún dormía con un sueño agitado y con unas décimas de fiebre que no dejaban de subir poco a poco.

--Mamá –dijo Ariel.

--Dime cariño –dijo una agotada marina.

--¿Alicia está mala por mi culpa? –preguntó el muchacho.

--¿Por que piensas eso? –preguntó a su vez inquieta la madre.

--Como ella se comió mi semen, a lo mejor le ha sentado mal o es tóxico comérselo, no se –dijo azorado el muchacho.

--¿Te gustó, lo que te hizo Ali? –dijo Marina cambiando ligeramente de tema.

--Fue raro una mezcla de dolorcillo y gustito, pero si, la verdad que fue muy agradable –respondió sincero el joven—he estado mirando en Internet sobre el tema.

--¿Ah, si? –Preguntó Marina-- ¿Y que has averiguado?

--Parece una práctica común lo de introducir el miembro reproductor masculino en la boca de una mujer –respondió con aires magistrales Ariel—La gente que aparece en la red parece muy satisfecha tanto de que se lo hagan como de hacerlo.

--Bueno, cuando lo haces con una persona a la que quieres mucho puede ser muy agradable para ambas personas –refutó Marina.

--Ali me quiere mucho, por que siempre me defiende, es mi mejor amiga –dijo con sinceridad el joven.

Marina no logró retener la humedad de sus ojos al escuchar aquello, ella misma se había metido en un lío. Era cierto que las felaciones entre personas que se querían eran de lo más normal y muy placenteras. También era cierto que Ariel y Alicia se querían mucho. ¿Donde encajaba el carácter moral en todo aquello? Era algo que Marina con el pasar de las horas, cada vez tenía menos claro.

--Mira, cariño ¿Sabes lo que son las relaciones incestuosas? –preguntó con delicadeza la madre.

--Sip, es un tabú social, la exogamia permite abrirse a otros grupos fuera de la familia con las ventajas socio-económicas que ello conlleva –dijo Ariel con ínfulas de catedrático—la endogamia por el contrario reduce el grupo manteniéndolo en un ámbito más cerrado, además la endogamia produce pérdida de riqueza genética a largo plazo, a medida que las generaciones de endogamia se suceden.

--Y Alicia y tu sois hermanos –dijo Marina.

--Si, claro –dijo Ariel.

--¿Y? ¿No te importa? –preguntó la madre algo confusa.

--¿Por qué? –preguntó a su vez Ariel.

--Por lo de la endogamia –dijo Marina.

--Pero, Alicia y yo no estamos casados, tampoco tenemos un hijo –dijo Ariel algo desconcertado—no comprendo muy bien a que te refieres.

La mujer decidió posponer la conversación, puesto que esta se dirigía a derroteros, de los cuales no sabía si saldría bien parada. Todo aquello la desconcertaba demasiado y no sabía bien que pensar, además desde que había visto a Alicia en aquel estado su dolor de cabeza iba incrementándose cada vez más.

Decidió que se iría a dormir, pero antes pasaría por el dormitorio de Ali a ver si había sufrido alguna mejora. Cuando llegó se encontró a la chica más o menos como la había dejado horas antes, la única diferencia es que ahora balbuceaba palabras inconexas, sin sentido aparente. Con ternura se inclinó hasta rozar con los labios la sien de la muchacha. Estaba ardiendo, más incluso que por la tarde. Decidió tomarle la temperatura, para cerciorarse.

La fiebre había arreciado algo, subiendo hasta los 38,5ºC, Marina decidió que si a la mañana siguiente no mejoraba algo la llevaría al médico.

El sol que se filtraba entre las persianas, despertó a Marina de un intranquilo sueño. Miró el despertador y calmada vio como aún faltaban diez minutos para que sonara. Había tenido toda la noche pesadillas horribles, en sus sueños aparecían vergas enormes, gente riéndose de ella, caras bañadas en semen. Pensó que su cerebro no estaba preparado para todo lo que soportó ayer.

Con este pensamiento en mente se dirigió al dormitorio de su hija. Esta dormía plácidamente, con su carita de suaves rasgos mucho más tranquila que el día anterior. Tras tomarle la temperatura suspiró aliviada al ver que esta había bajado un grado.

No tenía nada claro lo sucedido el día anterior ¿Debería cabrearse con ella cuando mejorara? ¿Tendría algún sentido cabrearse ahora? ¿Realmente Ali había violado al pequeño Ariel? Este no parecía considerarlo así, pero Marina dudaba que los instintos sexuales de su niño se hubieran despertado sin el empujón de su hermana. Era bueno o era malo que se hubieran despertado dichos instintos. La cabeza de Marina bullía de pensamientos inconexos.

Tomó una decisión, hubiera hecho lo que hubiera hecho, quería muchísimo a su hija y todo el mundo tenía derecho a equivocarse. Se inclinó sobre su cara y le mordió la nariz, como hacía cuando Ali era una niña pequeña. Esta se removió en sueños pero no despertó.

--Vamos, dormilona, despierta que tienes que comer algo –susurró Marina.

     La joven abrió pesadamente los parpados, esbozando una sonrisa al ver a su madre. Como si hubiera recordado de pronto todo lo acontecido el día anterior, enrojeció hasta las orejas.

--Tranquila, ya ha pasado todo, Ariel se encuentra bien y tu parece que estás mejor –dijo la madre mientras con la palma de la mano acariciaba la mejilla de la joven-- ¿Un baso de leche caliente?

Por toda respuesta la joven asintió levemente con la cabeza.

--Te traeré una Aspirina –dijo la madre mientras salía de la habitación.

Esa mañana Alicia se quedó en casa recuperándose de su malestar. Marina aleccionó a Ariel de que tan solo debería decir a todo el mundo, que su hermana tenía gripe, solamente gripe, si le preguntaban diría que el no sabía nada más. Marina temía la sinceridad obsesiva de su hijo y sabía que si alguien le sonsacaba acabaría por descubrirse toda la verdad.

--¿Entonces te gustó? –preguntó una alucinada Sandra.

A la joven Gótica le había costado un buen esfuerzo sonsacarle toda la verdad a “el Mulo”, pero vaya que si había merecido la pena.

--Que pasada –continuó la joven— después de las clases iré a tu casa a ver a Ali.

--Vale –dijo Ariel por toda respuesta.

Sandra maquinaba ya en su cabeza como se las ingeniaría para ver si era verdad lo que le había contado Alicia, pero sobre todo para saber si era verdad lo que Ariel le había contado. El enano era sincero hasta aburrir, pero aquello de la mamada en la bañera era increíble.

Cuando a mediodía Sandra y Ariel llegaron a casa de este último, descubrieron que el estado de Alicia había empeorado. La joven no había podido evitar estar toda la mañana torturándose la cabeza, dándole vueltas a todo lo ocurrido el día anterior. Su intranquilidad y el no haber podido descansar en toda la mañana, la habían dejado para el arrastre.

--Mamá ha dicho que te calentara sopa y que te la tenías que tomar si o si –dijo seriamente Ariel.

--Vale –dijo en un susurro Alicia.

--Trae enano yo la prepararé –dijo Sandra decidida mientras entraba en la cocina tras del chico.

Sandra se acercó a la cama de Alicia con una bandeja en la que llevaba el plato de sopa y unas natillas que había encontrado en el frigorífico. Colocó dos grandes almohadones tras la nuca de la chica para incorporar algo su posición.

--Estoy bien, puedo comer yo solita –dijo una debilitada Ali.

--Ni hablar, tu te estás quietecita que yo me encargo de todo –dijo Sandra mientras llevaba la primera cucharada de sopa a la boca de Alicia.

--¿Que te ha contado Ari? –dijo Alicia mientras esperaba la siguiente cucharada.

--Pues creo que todo –dijo serena su amiga.

--¿Qué es todo? –preguntó Alicia.

--Jo, tía, me contó lo de la mamada en la bañera –dijo Sandra en un susurro—y lo de los lechazos en la cara, jaja.

Bien, parecía que Ariel no le había contado la pillada de su madre. Le daba bastante vergüenza hablar de ese tema con su amiga. Ali comió el resto de la sopa en silencio.

--No tengo más hambre –dijo la muchacha—guarda las natillas porfa.

--Ja, que te lo crees tu –respondió Sandra—ahora mismo te las comes, con o sin hambre.

La insistencia de su amiga hizo que Alicia abriera la boca y comiera las natillas, a pesar de no tener demasiado apetito.

--¿Y cuando se la voy a poder ver? –preguntó Sandra.

--¡Tia! Que no es un mono de feria –dijo enojada Alicia.

--Joder, es en plan estudio anatómico –dijo Sandra riendo—malpensada.

--Déjalo en paz –dijo Ali.

--¡¡El Muuloo!! –Gritó a pleno pulmón Sandra-- ¡¡Veeen!!

Ariel asomó la cabeza por la puerta del dormitorio de Alicia instantes después.

--¿Qué pasa? –preguntó el muchacho.

--Nada Ari vuelve a tu cuarto –dijo su hermana.

--No, espera –dijo Sandra—quiero pedirte un favorcito.

--Tía, déjalo tranquilo –insistió la hermana mayor.

--Vaale, pero otro día me la enseña –refunfuñó Sandra.

  

La joven convaleciente volvió a echarse, a intentar recuperar algo de fuerzas. Su amiga tras despedirse de ella con un besito salió del dormitorio, cerrando con cuidado de no molestar a Alicia.

Sandra se encontraba ya frente a la puerta de la casa, cuando decidió que le picaba la curiosidad demasiado como para dejarlo pasar. Con sigilo se dirigió hacia la habitación de Ariel. Tras abrir sigilosamente la puerta se encontró al muchacho, que tras haber comido estaba tumbado leyendo un libro.

--Hoola –dijo Sandra en un susurro.

--Hola –dijo Ariel.

Sandra se acercó y dejando la mochila en el suelo se sentó sobre la cama.

--¿Recuerdas el favorcito que te he pedido antes? –preguntó la muchacha en un tono muy contenido.

--Si, pero no me lo llegaste a pedir –dijo Ariel serenamente.

--Pues verás… querría… me gustaría… que me pudieras enseñar lo que tu llamas aparato reproductor masculino –dijo algo sofocada Sandra.

--Pero que interés tenéis todo el mundo en mi pene –dijo Ariel.

--Bueno, tu hermana me ha dicho que es muy… bonito… --dijo Sandra saliendo del paso.

Ariel intuyó que la amiga de su hermana no le dejaría seguir leyendo tranquilo, por lo que resignadamente sucumbió a sus deseos. Se desabrochó los Jeans. Y cuando pretendía sacarse su herramienta por la bragueta, sintió como Sandra estiraba de sus pantalones y calzoncillos hacia abajo, desnudándolo hasta las rodillas. Sandra no perdía de vista el badajo del chico, dios si que era cierto pensó Sandra. más grande de lo que había imaginado.

--¿Me dejas tocarla? –preguntó la chica mientras ya alargaba una mano hacia la verga.

--¿Me harás lo que Ali? –preguntó el muchacho.

--¿Tu quieres que te lo haga? –Dijo la joven mientras comenzaba a masajear aquel ejemplar increíble de falo—te puedo hacer otras cositas, que también molan mucho.

El joven se recostó sobre la colcha a merced de la más experimentada muchacha. Esta que había logrado a base de caricias y toqueteos, alzar ligeramente el nabo del muchacho, decidió que sería más rápido si se aplicaba con la boca.

Se introdujo tanta polla como pudo, dentro de la boca. A pesar de no estar totalmente erecta, no se pudo comer más que el glande y un poco del tallo de aquel magnífico ejemplar de rabo. Comenzó a succionar con los labios bien ensalivados, mientras con la punta de la lengua daba lentas pasadas alrededor del prepucio del muchacho. Poco a poco, el rabo de “El Mulo” fue adquiriendo toda la consistencia de una barra de ardiente acero, cuando llegó a su máxima expresión la muchacha tubo que ayudarse con las dos manos para poder asir bien aquella estaca.     

--Un momentito –dijo la joven separando los labios de la polla—ahora vuelvo.

La chica revolvió en el ordenadísimo escritorio del joven hasta dar con lo que buscaba, un escalímetro de dibujo técnico. Giró entre sus dedos el instrumento de medición hasta dar con la cara que medía centímetros. Acercándose con el en la mano lo colocó paralelo a aquel pedazo de pollón.

--Madre mía, tío te mide 28 centímetros, que pasada –dijo la jovencita asombrada—Y eso que no puedo medir bien desde el 0, que a lo mejor son 30.

El joven por toda respuesta se encogió de hombros. La joven se quedó un rato mirando aquel falo, hasta que tomó una decisión. Se desanudó las botas militares que llevaba puestas, para posteriormente quitárselas y arrojarlas a un lado. A continuación se desabrochó el pantalón ajustado, como no de color negro y lo deslizó piernas abajo. No tardó en deshacerse de la camiseta negra de Spawn.

Sandra no tenía el tipazo de Alicia pero tampoco estaba llena de gruesas lorzas, si le sobraban unos quilitos, pero lo compensaba con su simpatía y unas tetas como dos carretas. Se desabrochó el sujetador y lo lanzó a un lado. A continuación se sentó en la cama al lado de Ariel y cogiéndose cada pecho con una mano se los mostró al joven.

--¿Te gustan?

--Son ideales, filogenéticamente hablando, garantizan una buena lactancia y la supervivencia de tu descendencia –dijo seriamente el muchacho.

--No se que carajo has dicho, pero saca esa lengüecita tuya y chupa como si fueras un bebé –dijo exaltada la muchacha, mientras le introducía un pezón en la boca al muchacho.

Sandra sujetó de la nuca al chico para que lamiera con deleite. El joven al principio torpemente succionaba con demasiada fuerza para que a Sandra le gustara. A medida que el calor de la entrepierna de la muchacha ascendía, aquellos torpes y rudos chupones, la comenzaron a enardecer.

--Así mi niño, chupa, chupa, que me voy a correr toda.  –jadeaba la chica.

Como buenamente pudo se separó de aquella deliciosa succión, se incorporó y se fue bajando las braguitas poco a poco, hasta dejar a la vista un conejo recortadito y unas piernas que si bien eran rellenitas también eran largas debido a la altura de la joven.

--Joder me tienes chorreando –dijo ella entrecortadamente por la excitación.

--Eso es bueno, imagino –dijo el muchacho.

--Eso es fenomenal –dijo la chica mientras se llevaba los dedos al coño—mira que mojada estoy, chupa.

El joven obedeció y lamió los dedos que se le ofrecían, el sabor era salado y ligeramente amargo, lo que le hizo poner cara de desagrado.

--Jajaja, ¿No te gusta? –dijo la muchacha.

--No mucho, me gusta más el chocolate –dijo Ariel.

--¿Y la nata? ¿Te gusta la nata? –preguntó Sandra recordando el botecito de nata en spray que había visto en la nevera.

El muchacho asintió y la joven corrió rauda por el pasillo, totalmente desnuda, en dirección a la cocina. Regresaba pensando en la comida de coño que le iba a hacer Ariel y en que ella se comería toda aquella tranca, cuando se le calló el bote de nata al suelo, el bote de nata y el alma también. Frente a ella a mitad de pasillo, se encontraba una Marina cruzada de brazos y con cara de pocos amigos.

--Yo… verá… no es lo que… parece…--murmuraba ininteligiblemente una asustadísima Sandra.

--Dime, ¿Qué es lo que parece? –preguntó Marina que suponía la respuesta, tan solo esperaba que en el dormitorio de Ariel no estuviera también su hermana metida en el ajo.

--Yo… yo… vine a ver como estaba Alicia… y no se que pasó… --Sandra cada vez estaba más colorada y le costaba más respirar.

--Tranquilízate un poco, no te vaya a dar algo –dijo Marina tendiéndole la mano—ven ponte algo de ropa que no es plan de que vayas desnuda por la casa.

Sandra se dejó arrastrar dócilmente hasta el cuarto de Ariel. Marina suspiró aliviada al ver que la cosa no se trataba de ninguna orgía con sus dos hijos de por medio.

Entre ambas mujeres buscaron la ropa de la más joven, ropa que se hallaba esparcida por aquí y por allá. El rubor de Sandra se incrementaba a medida que pasaban los segundos.

--Yo… lo siento muchísimo… --dijo Sandra a la que le daba vueltas la cabeza por toda aquella situación.

--Tranquila, vete a casa y mañana hablaremos con calma, si te parece bien –respondió Marina—imagino que estás cagada por que se lo diga a tu madre ¿No?

--Por… por… por favor –atinó a responder Sandra.

--Tranquila no diré nada pero tenemos que hablar, Ariel no es un juguete sexual –dijo algo enfadada Marina.

Durante aquel tiempo tan solo Marina se apercibió que su hijo seguía tendido en la cama, con los pantalones por las rodillas y la polla totalmente empalmada. Sandra recogió su mochila y se dirigió a la puerta de la calle acompañada por Marina. Esta como gesto de consuelo apoyó su mano en el hombro de la chica y le volvió a garantizar que no hablaría con sus padres, pero que ellas dos tendrían una conversación.

Marina llegó hasta el dormitorio de su hijo y se sentó en la cama al lado de aquel impresionante instrumento de matar, que era la polla de su niño.

--¿Te ha molestado? –preguntó cariñosa Marina.

--Bueno estaba leyendo y me interrumpió, para que jugáramos al sexo –dijo tranquilamente el joven—pero no importa ella y Ali siempre me interrumpen para una cosa u otra.

--Llegaste… a.. –intentó hablar Marina—¿llegaste a meter tu pene en ella?

--No, que va, hizo lo que Ali, me chupó el pene y luego me hizo que le chupara los pechos –dijo con total naturalidad el muchacho—pero el gustito de ayer cuando salió todo el semen del interior no lo he sentido.

--Ya, tu lo que tienes es un poco de morro –dijo risueña su madre—te vas a acabar por aficionar al tema.

--No debiste enfadarte con ella, así hubiera seguido chupando hasta que hubieran salido mi esperma –dijo Ariel—que da mucho gustito.

Marina llevaba dos días de completo surrealismo. Aquello la sobrepasaba y no tenía muy claro como actuar. Pero volvió a decidir que sus hijos estaban por encima de cualquier complejo.

--Mira, cariño, en ocasiones una mujer o un hombre se pueden aliviar a si mismos –dijo la madre mientras ponía sus ideas en claro—puedes hacer tu mismo lo que Ali te hizo y así tu esperma saldría.

--Pero a mi no me llega la boca al pene –dijo desconcertado Ariel.

--Pero podrías hacerlo con tu mano, cariño –continuó Marina armándose de paciencia—mira así.

Marina agarró la mano de su hijo y la depositó sobre su endurecida polla, luego con sus dos manos rodeó la mano del muchacho y comenzó a mover la mano de este arriba y abajo. Puesto que las manos de Ariel eran pequeñas y marina tenía sus dos manos de largos dedos sobre la verga de su hijo, la paja más que hacérsela el propio Ariel, realmente se la estaba haciendo su madre.

--Me gustaba más como lo hacía Ali ¿Por qué no la chupas tu, mamá? –preguntó Ariel con total naturalidad.

Marina se quedó petrificada, por un momento el aire no le salió de los pulmones. Que hacía le daba un tortazo a su hijo, el cual de convenciones sociales no entendía nada, además ya le estaba pajeando con las manos, se marchaba abochornada de allí, sin saber en que acabaría todo aquel lío o se liaba la manta a la cabeza y hacía disfrutar un poco a su pequeñín.

--Cariño, soy tu madre y no debería chupar tu pene –dijo Marina mientras no dejaba de pajear a su hijo.

--¿No te apetece? –preguntó inocentemente Ariel.

--No es eso mi amor, no es que no me apetezca es que una madre no debe hacer eso a su hijo –respondió Marina.

--Pues si a ti te apetece a mi también no comprendo el problema –dijo Ariel confundido.

 Cegada por la situación Marina se inclinó hacia la polla de su hijo dispuesta a chupar y tragar todo lo que pudiera. Desde luego era un instrumento monumental y a pesar de ser la de su chiquitín, tenía que reconocer que aquella surrealista situación la estaba calentando. De repente notó una mano sobre su hombro que la impidió continuar hacia la verga del niño.

--Déjalo mamá, si quieres yo lo haré –dijo calmadamente Alicia—al fin y al cabo yo le he provocado esas ganas.   

Marina pensó que su corazón se detendría en ese preciso instante. Aquella situación si que no la había imaginado.

--Escúchame atentamente, eres una mujer y eso que tienes entre las manos es un pollón como una catedral –dijo Alicia con tono sereno—puede ser todo lo raro que tu quieras, pero aquí estamos solos los tres y esto solo nos incumbe a nosotros, ayer me enseñaste una lección muy importante y sería muy injusta si no la compartiera contigo.

Marina separó las manos del tronco del falo de su hijo, llevándolas hacia el borde de la cama. Seguía aterrorizada a pesar de las palabras de su hija. Temía girarse y ver el desprecio y la decepción en la cara de su hija.

--Gírate mamá –dijo Ali en un tono algo más severo.

Su madre la obedeció y poniéndose de pié se giró recibiendo un caluroso abrazo de su hija. La risa de su chiquitina le llegó directa al corazón haciendo que se tranquilizara de golpe. La muchacha acariciaba la espalda de su madre con ternura y cariño.

--Si para nosotros no está mal, en verdad no estará mal –dijo Alicia—ayer me curé por tu cariño, por tu falta de ningún reproche, por tu comprensión, creo que si me hubieras mirado mal, si me hubieras gritado, si te hubieras sentido defraudada, me hubiera dado un síncope de verdad y no solo pasajero.

--Gracias mi amor –respondió Marina abrazando fuertemente a su hija—Tira para la cama que vas a coger frío.

--Mamá, habrá que terminar lo que has empezado ¿No? –dijo Alicia.

--Lo empezó tu amiga Sandra –respondió Marina—y creo que será mejor que se queden las cosas como están.

--Ja,jaa que guarra la Sandra, sabía que no se aguantaría las ganas de verle el nabo a Ariel –dijo riendo la muchacha.

Alicia agarró a su madre por la mano y ambas se acercaron a la cama.

--Ni sueñes que esto se deja así –dijo Alicia—eres una mujer hecha y derecha y no creo que dejes que tu hija que está malita se coma ella sola todo eso.

--¡Pero Ali! –gritó Marina.

--Mamá, sin tonterías eso es una polla impresionante y ahora mismo o te la comes tu o me la como yo –dijo una sonriente Alicia.

Marina tan solo era capaz de balbucear sílabas inconexas. Alicia viendo que su madre no se decidía y que le iba a costar un tiempo, decidió acelerar su decisión. Posó su mano sobre la cabeza de su madre y con cariño pero con determinación fue empujando hacia el rabo de Ariel, el cual seguía mirando como si todo aquello entre su madre y su hermana no tuviera sentido.

Cuando Marina notó la mano de su hija en la cabeza se rompió algo en su interior, algo que le impedía acercarse a sus hijos, como el destino parecía que quisiera que se acercara. Con decisión se inclinó con ayuda de la mano de su hija hasta atrapar el glande de la polla de su niño entre los labios.

La verga se había vuelto morcillona con todo aquel parloteo. Marina abrió la boca extrayendo una larga lengua la cual utilizó para lamer aquel mástil de carne desde los huevos hasta la punta del prepucio. Lo hacía suavemente hacia arriba y hacia abajo, lentamente, presionando en los puntos de mayor placer para el muchacho. El rabo del chico adquiría una dureza pétrea a medida que la lengua de su amorosa madre lamía con deleite toda su polla.

Alicia sentada en la cama a escasos centímetros de la polla de su hermano y de la boca de su madre, observaba extasiada el trabajo oral de esta última. En una de las pasadas de la larga lengua de su madre, esperó a que esta llegara a los huevos para comenzar ella a lamer el glande de su hermanito.

Marina sintió con los ojos cerrados como el cuerpo de su hija se había acercado, pero prefirió seguir con los ojos cerrados, disfrutando sin más de aquel pollón sin preocuparse por lo demás. Cuando llegó al glande de su hijo, rozó con la punta de su lengua la lengua de su hija, una descarga eléctrica la recorrió de pies a cabeza.

--Perdona –dijo Ali separándose de la verga—¿te he molestado?

Por toda respuesta Marina agitó la cabeza negativamente, mientras estiraba la mano para asir con ella la de su hija. Alicia entendió ese gesto como una invitación a continuar lo que estaban haciendo. La joven volvió a amorrarse a la polla de su pequeño hermano, pero en esta ocasión buscó deliberadamente la lengua de su madre.

Cuando Marina volvió a sentir la lengua de su hija rozar con la suya propia, atacó con celeridad buscando aquella lengua. Ambas lenguas juguetearon sobre el glande del muchacho, se persiguieron, se enfrentaron, hasta terminar por juntar las bocas fundiéndose en una especie de beso con la punta de la verga entre ambas bocas.

Alicia tenía claro que aquella inmensidad tenía que entrar dentro de ella, pero en ese momento pensó que su madre tenía más necesidad de una buena polla en su coño y que además por ser la mayor debería tener ciertos privilegios. De un salto bajó de la cama y se puso de pie tras su madre. Con un leve tirón de sus caderas hizo que su madre alzara el culo de la cama quedando de pie inclinada sobre el miembro de su hermanito. Alicia observó la escena, su madre agarraba con las dos manos el rabo de su hermano mientras con la boca lamía, chupaba, succionaba todo aquel pedazo gigante de carne.

La idea inicial de Alicia era bajar la cremallera de la falda de su madre para ayudarla a desnudarse. Un sonido metálico indicó a Marina que su hija acababa de bajar su cremallera, le dio igual, no quería saber que se proponía Alicia por que estaba segura de que fuera lo que fuera, en aquellas circunstancias lo aceptaría todo.

Cuando Ali, deslizó la falda Camel por las piernas de su madre, se encontró con algo que no esperaba. Hubiera esperado encontrarse con unos pantys y unas bragas más o menos bonitas, pero no con aquello. Alicia miraba estupefacta el conjunto de tanga y liguero de encaje que vestía su madre, el liguero de tiras bordadas sujetaba mediante pinzas unas medias con encajes que terminaban a la altura de las ingles. Alicia alargó la mano y acarició las nalgas de su madre, aquella tersura le encantó, su madre se conservaba muy bien, su piel era tersa y no tenía la menor insinuación de piel de naranja.

Jamás hubiera pensado en sobar el culo de una mujer y mucho menos de su madre pero aquel tacto, aquella carnosidad suave la tenían hipnotizada y no podía separar sus dos manos del trasero de la madura mujer. Presa de un arrebato se agachó frente al culo y mordió ambos cachetes. El sabor de la piel de su madre le excitó aún más y comenzó a pasar toda la lengua por ambas nalgas. Recorrió con la punta de su lengua toda la raja del culo, siguiendo el camino que trazaba la goma del tanga. Cuando llegó a la tela que cubría la vagina de su madre un olor penetrante a hembra le invadió las fosas nasales. Pensaba que el olor de otra mujer le daría asco, pero no parecía así con el olor de su madre. Lamió y chupó el coño de Marina por encima de la tela de encaje, pegó sus labios bucales a los labios vaginales de su madre y se deleitó con aquel sabor mezcla de tela y fluidos.

Alicia pensó que como experiencia lésbica había estado bastante bien, había olido un coño de cerca y lo había chupado por encima de la tela del tanga y había saboreado la lengua de su madre. Nada de todo aquello le había supuesto el más mínimo reparo. La joven pensó que aquello era mucho más agradable que sus experiencias sexuales anteriores, los descampados donde hacía botellón, la parte trasera de los coches o los aseos de una discoteca apenas la habían llegado a poner en aquel estado de calentura.

Con sutileza pero con decisión, deslizó piernas abajo el tanga de su progenitora, dejando al aire frente a su mirada ávida los inflamados labios vaginales y el apretado círculo de carne que era el esfínter. Cuando se disponía a amorrar sus labios al coño de su madre, una idea fugaz pasó por su mente. Ella se había quejado en multitud de ocasiones de aquellos polvos rápidos y desesperados que había tenido con sus amigos, su madre se merecía mucho más, no sabía muy bien como hacer excelso aquel momento, pero varias ideas cruzaron por su mente. Intentaría de momento que su madre se relajara y disfrutara.

Empujó con decisión las caderas de Marina, para que volviera a sentarse en el borde de la cama. Ahora podía acceder a sus pies sin que su madre se desequilibrase, no era cuestión de que se piñara la pobre. Alicia se sentó con las piernas cruzadas delante de las dobladas piernas de su madre y con cariño descalzó a la mujer, de aquellos zapatos de alto tacón que la tendrían dolorida.

Agarró entre sus dos manos uno de los pies de la mujer, acariciando y masajeando la planta del pie. El calor que desprendía junto a la tersura de la media de seda, pusieron más cachonda si cabía a Alicia. Jugueteó, presionando ligeramente, con los pequeños dedos de los pies enfundados. Acarició y amasó las pantorrillas, para posteriormente subir a los muslos, los cuales acariciaba suavemente, posando una mano en el exterior y otra en el interior del muslo.

Mientras aquello llevaba a cabo su hermana, Ariel se dedicaba a analizar y estructurar las sensaciones, que la mamada de polla de su madre, le estaban produciendo.

Marina por su parte llevaba varios minutos al borde de un orgasmo monumental, no es que no hubiera tenido sexo los últimos seis años, aunque su hija pensara que era una monja de clausura, pero cualquier sexo que hubiera podido tener, no se podía ni comparar con aquello. En aquel momento Marina respiraba calidez, ternura, amor, por cada uno de sus poros. Nadie le había sobado el culo con tanto cariño como su propia hija, jamás había tenido experiencia con otra mujer y encima una jovencita adolescente y para más complicación su hija. Todas aquellas cuestiones se evaporaron cuando sintió la lengua de su hija en sus glúteos. El súmmum llegó cuando notó la lengua de la pequeña, recorrer su culo hasta llegar a su coñito y posarse sobre el. En ese momento creyó estallar y lo necesitó, de veras que lo necesitó. Por el contrario su hija se detuvo y tras sentarla comenzó a masajearle los pies y las piernas. Aquella brusca interrupción del orgasmo y las actuales sensuales caricias, producían en ella como si hubiera parado para coger carrerilla y lanzarse ahora hacia un orgasmo aún mayor que el anterior.

Alicia disfrutaba con el tacto y la tersura de la seda y con el calor y la firmeza de las carnes que debajo se escondían. Cuando llegó a la ingle de la mujer decidió no continuar más arriba. Cambió de pierna llevando sus manos al elástico de la media, con algo de trabajo pudo desabrochar las dos pinzas que decorativamente sujetaban el borde de encaje de la media. Con cuidado asió el borde y fue deslizándola pierna abajo. A medida que iba apareciendo piel tras retirar la media Alicia iba posando sus labios sobre ella.

Besó los muslos de su madre, lamió la cara interna de estos hasta llegar a las ingles donde un espasmo hizo pensar a Alicia que su madre se iba a correr de inmediato. Por el contrario su madre había aguantado el tipo, pero aquello era demasiado para la mujer madura, no se podía concentrar en dos cosas a la vez. Girando de costado Marina se dejó caer de espaldas sobre las piernas de su hijo, el cual al notar la espalda de su madre sobre sus piernas las encogió para no hacer daño a esta.

Alicia tras aquel movimiento brusco por parte de su madre, retomó la tarea de lamer con fruición la cara interna del muslo de la mujer.

Mientras chupaba y lamía la piel de la pierna que estaba siendo despojada de la media, con la mano volvió a acariciar la pierna enfundada en la media, la cual ya había sido objeto de aquellas atenciones. A medida que la media descendía Ali, besó y lamió la rodilla, las pantorrillas, los tobillos y por fin extrajo por completo la fina prenda de seda. Para facilitar su tarea, dobló la pierna de su madre hasta que el talón tocó el culo de esta y apoyó la planta del pie sobre el borde de la cama. Un olor acre y ácido le llegó hasta sus fosas nasales, había olido algo similar en las ingles de su madre y no le importó demasiado, era un olor tenue apenas perceptible. Recorrió con su lengua desde el tobillo de la mujer, pasando por el empeine, hasta llegar al dedo gordo, el cual se introdujo en la boca mientras jugueteaba con su lengua sobre el.

Marina no había soportado más aquella situación ya no sabía ni donde se encontraba, ni quien le lamía los pies, tan solo sabía que estaba cachonda como una perra. Llevó sus manos sobre sus pechos y los estrujó y amasó sobre la tela de la blusa. Pero aquello no era suficiente para calmar sus crecientes ansias. Bajó una de sus manos hasta su sexo para poder desatar el orgasmo que tanto necesitaba. Un golpe seco en el dorso de la mano le hizo retirarla de inmediato.

--Quietecita, que ahora mando yo –dijo Alicia, sacándose el dedo gordo del pie de su madre, de la boca—Ariel ven y siéntate junto a mamá en el borde de la cama.

El muchacho como no obedeció aquellas imperativas palabras. Alicia habiendo logrado que su madre no se tocara y teniendo el pollón de su hermano a mano, prosiguió su tarea lamiendo y chupando cada uno de los pequeños dedos de su madre. La mano que le quedaba libre la utilizó para asir como pudo el enorme rabo de su querido hermano. Ni siquiera podía rodearlo por completo con una única mano pero era suficiente para poder pajearlo mínimamente.

La joven verdaderamente estaba muy atareada, con una mano acariciaba una pierna de su madre en peligrosa ascensión hacia el monte de Venus de la mujer, con la otra mano meneaba como podía el colosal manubrio de su hermanito y con la boca saboreaba lascivamente los dedos del pie de su madre. Cuando la mano que acariciaba el muslo de Marina ascendió hasta posarse en su sexo, pensó que iba a morir de placer. Los hábiles dedos de su hija se encontraron con un coño totalmente dilatado y abierto. No les fue difícil dada la intensa lubricación buscar la vagina de su madre e introducirse de a dos en su interior. Tres profundos movimientos de penetración dentro a fuera, fuera a dentro de ambos dedos fueron suficientes para detonar en la mujer una sensación indescriptible.

Marina gritó como si la estuvieran matando, comenzó a convulsionar como si tuviera un ataque epiléptico, movía caderas y piernas como si se le fueran a escapar del cuerpo. Alicia ante aquella reacción, alejó rápidamente, la boca del pie de su madre, aunque no lo suficientemente rápido, para no recibir una patada de esta en plena boca.

Ariel se encontraba sentado en el borde de la cama ojiplático, mirando con estupefacción los movimientos convulsivos de su madre. Ali por su parte estaba sentada en el suelo a una distancia prudencial, apretándose el labio superior, donde había recibido la patada. A los pocos segundos Marina se quedó inmóvil sobre la cama, con una sonrisa bobaliconas en la cara. Alicia se alzó, mirando graciosa a aquella guapa morena, que estaba derrengada sobre la cama. Tenía ambas piernas fuera de la cama, una enfundada en una media tostada y la otra desnuda completamente, entre sus piernas destacaba negro como la noche su recortado pubis, la camisa arrugada y descompuesta y una expresión de profunda satisfacción en la cara.

Con un súbito arrebato, la joven se dejó caer sobre su madre abrazándola con fuerza.

--Te quiero mucho mami –dijo la joven mientras besaba las mejillas y los entreabiertos labios de la mujer.

--Y yo a vosotros, cariño –dijo Marina saliendo del momentáneo trance post-orgásmico y abrazando a su vez a su hija— no se, si esto es una locura o no, pero creo que jamás me arrepentiré de lo que hemos hecho.

Ambas mujeres rieron alborozadas, mientras comenzaban a comerse las bocas, entre risas.

--Bueno tu y tu hermano, debéis de estar bastante inquietos –dijo la madre—habrá que hacer algo para remediarlo.

--Si por inquietos, te refieres a estar más caliente que una estufa, yo por lo menos si –respondió Ali ante la confusa mirada de su hermano.

--Yo no estoy inquieto y no puedo estar más caliente que el hierro de una estufa por que si no estaría ardiendo y por ende  estaría muerto –reflexionó Ariel con su acostumbrado tono monocorde.

Ambas mujeres rieron a carcajadas. Alicia se sentó erguida a horcajadas sobre su madre y con dedos hábiles comenzó a desabrochar los botones de la blusa de esta. Debajo de la blusa negra, aparecieron dos generosos pechos enclaustrados por un delicado sujetador de encaje a juego con el liguero y el tanga que ya había visto Alicia. Al mismo tiempo Marina había deslizado sus manos hasta las caderas de su hija y sujetando el reborde de su camiseta de Batman, alzó esta hasta sacarla por la cabeza de la joven. Puesto que Alicia había estado calmadamente descansando en su cama, no tenía puestas más que unas braguitas de cerezas dibujadas, por toda ropa interior. Ambas mujeres madre e hija, acariciaron y amasaron las tetas de la otra. Marina tocaba directamente sobre la piel aquellos pezones duros como acero, acariciaba las aureolas y pegaba leves tirones de los pitones de su hija. Alicia en cambio se tenía que conformar con meter mano a su madre por encima del delicado sostén de encaje.

--Mamá –dijo Ali—había pensado en que tu cataras primero el aparato del señorito, pero si no te importa…

Por toda respuesta Marina se incorporó llevándose uno de los pezones de su hija a la boca, el cual mordisqueó con dulzura. A continuación empujó a su hija para que la descabalgara.

--Te harás daño cariño –dijo Marina una vez logró que su hija se sentase al lado opuesto del que ocupaba su hermano en ese momento—es enorme.

--Bueno se me puede preparar el chochito para recibirla mejor –dijo Ali mientras se quitaba las braguitas de cerezas y acariciaba con la tela de estas, la cara de su madre.

--No insinuarás que te coma tu cosita, ¿no? –preguntó Marina risueña.

--No, para nada, lo que te digo es que me comas el coño y hagas que me corra como una puta zorra, como te has corrido tu como una perra salidorra –dijo Ali poniendo voz sensual y susurrante.

Aquellas palabras volvieron a enardecer a Marina la cual se tubo que llevar una mano al coño para tocarse disimuladamente, pero no tubo mucho disimulo, pues una segunda palmada de su hija en el dorso de su mano hizo que se detuviera.

--¿Pero como tengo que decirte que no te toques? –Dijo Ali sacudiendo una segunda palmada en el muslo de su madre—a ver si te va a poner que te azote.

Marina se rió, dándose la vuelta y quedando a cuatro patas mientras meneaba juguetona su trasero y sujetaba las bragas de su hija entre los dientes. No se creía que estuviera haciendo aquello, pero la situación la tenía fuera de si, la impresionante verga de su hijo, unido a que su hija era el mejor amante con el que jamás había estado. Lograba combinar calidez, ternura, pasión y rudeza a partes iguales, lo que la estaba manteniendo en un sin vivir.

Si su madre quería azotes, vaya que si los tendría, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su querida madre y sobre todo si lo que tenía que hacer, producía tanto placer en esta como en si misma. Antes de incorporarse, la joven propinó un fuerte mordisco en la nalga que le quedaba más cerca, provocando un amortiguado alarido de su madre y una huella indeleble, en forma de marcas dentales,  de su pasión. La joven se levantó y con brío, descargó el primer azote, sobre la nalga no mordida, de su madre. En un principio le costó trabajo lograr una cadencia regular de golpes sobre ambas nalgas, pero cuando lo hubo logrado, el calor de su palma y el enrojecimiento de los glúteos de su madre, se incrementaron hasta ponerse su mano ardiendo y el culo de su madre como un tomate.

Marina emitía sonidos ahogados por las bragas que sostenía entre los dientes, era imposible saber si eran gritos de dolor o jadeos de placer. Puesto que en ningún momento apartó el trasero, ni siquiera dejó de moverlo insinuadoramente, Alicia no tubo reparos en continuar con el castigo.

Cuando su mano comenzó a doler, la muchacha se acuclilló frente al culo de su madre y volvió a repetir la secuencia que ya había realizado anteriormente, pero en esta ocasión sin el tanga de por medio. Lamió con toda la punta de su lengua el estrecho canal entre los carnosos glúteos de la mujer, saboreó el sabor del apretado agujero trasero de su mamá, un recto limpito sin ningún sabor desagradable. Aquello tubo que gustar mucho a Marina por que su hija notó como empujaba el culo hacia su cara. Si aquello del esfínter le gustaba a su mamá, ella le daría placer. Ayudada de un dedo masajeó el estrecho agujero, presionando lo suficiente para que la punta de su lengua se pudiera introducir en el culo de su madre. Realizó varios movimientos de penetración con su pequeña lengua, observando como su madre se descontrolaba cada vez más.

--¿Te follo el culo, mamá? –preguntó dudosa Alicia.

--Fóllame lo que tu quieras mi amor –respondió entre gritos Marina.

La joven llevó dos dedos a su propio sexo embadurnándolos bien de sus propios flujos. Aquel tocamiento la electrizó y decidió dejar aquellos dedos allí mientras se lubricaba dos dedos de la otra mano con los flujos que derramaba el coño de su madre.

Volvió a aplicar lametones al recto del culo de su mamita, mientras ahora se penetraba ella misma con dos dedos y penetraba a su vez a su madre con otros dos.

Aquella sensación de penetrar dos vaginas al mismo tiempo llevaron en instantes a Alicia a su primer orgasmo, el cual fue devastador. Cuando la joven notó las primeras convulsiones del orgasmo, metió de golpe los dedos en su vagina y por acto reflejo introdujo también hasta el fondo los de la otra mano que penetraban delicadamente a su madre. Esta súbita penetración unido al mordisco que Ali propinó a las nalgas de su progenitora, con el fin de ahogar sus propios gritos, provocaron el segundo orgasmo de la madre, la cual calló desmadejada sobre la cama.

Alicia vio como su querida madre ya no podía ni con su alma. No sabía el tiempo que llevaba sin echar un buen polvo, pero de seguro que era mucho y había perdido la forma. Observó el cuerpo de su madre, tenía las nalgas enrojecidas y en una de ellas aparecían claramente delineadas las marcas de dos mordiscos. Ali aprovechó la postura de la mujer para desabrocharle el sujetador que aún llevaba puesto. Lo que tenía claro Ali es que aunque su madre no pudiera ni con su alma, tenía que probar la polla de su hijito . De todos modos era viernes y tenía todo el fin de semana por delante para recuperarse.

--Venga, zorra ponte otra vez en cuatro que te van a dar polla hasta que te salga por la boca –dijo Ali con tono dominante.

--Ehee, trátame con un poquito de cariño, que estoy muy maltratada –rió cansadamente Marina.

--Perdona mami, que me dejé llevar por la situación –dijo su hija mientras acariciaba la espalda y las nalgas de la matriarca de la familia.

La muchacha tanteó la vulva de su madre, para comprobar el nivel de lubricación. Esta al notar los dedos de su hija dio un leve respingo de molestia. Ariel seguía sentado donde le había indicado hacía tiempo, su madre descansaba boca abajo tranquilamente. Alicia decidió que se podría ausentar del dormitorio unos segundos. Se dirigió con paso raudo hasta la cocina en la cual, rebuscó hasta dar con una botella de aceite de oliva. Cuando se disponía a salir recordó la tremenda sed que tenía y decidió llevarse también una botella de agua de la cual fue bebiendo en su camino hasta la habitación de Ariel.

--¿Queréis agua? –preguntó Alicia agitando la botella.

--Yo si --dijo Marina incorporándose, mientras Ariel negaba con la cabeza.

 Marina estaba de rodillas sobre la cama con el cuello estirado para beber a chorro de la botella, su hija vio en esta postura una posición ideal para magrear los jugosos pechos de su madre. Se embadurnó bien ambas manos con aceite de oliva, indicando a su hermano por gestos que sujetara la botella de aceite. Se acercó a su madre por detrás y mientras mordisqueaba el cuello de esta deslizó sus manos por los costados de la madura hembra hasta apoderarse de sus tetas. Marina del sobresalto se mojó la cara y el torso, pero pronto reaccionó y también dio la botella de agua a su hijo para que la sostuviera. Marina giró la cara en busca de los labios que le martirizaban el cuello y los hombros, mientras Ali masajeaba aquellos turgentes pechos que un día hacía mucho le habían dado de mamar. Estiró de los pezones como si quisiera de nuevo que de estos brotara leche. La generosa cantidad de aceite que tenía en las manos hacía que la misión de pellizcar y estirar de los pezones fuera dificultosa, pues a la joven los durísimos puntales de su madre se le escapaban entre los dedos. Marina reía de las dificultades de su hija para sujetar sus pezones. Entre risas ambas se besaban y se devoraban las bocas.

Alicia empujó suavemente a su madre para que esta se volviera a poner a cuatro patas. Recuperando la botella de aceite de la mano de su hermano, extendió una más que generosa cantidad del mismo por el coño de su madre.

--Ven aquí enano, ponte de pie –indicó la muchacha a su hermano.

El joven se colocó donde le indicaba su hermana mayor, justo detrás de la grupa de su madre. Alicia con la mano totalmente cubierta de aceite agarró el duro miembro de su hermano, el cual no había menguado un ápice desde que la boca de su madre dejara de darle mimos. Ali masajeó con las dos manos, durante unos segundos, la polla de su hermanito, luego continuó esta tarea con una única mano mientras la otra la utilizaba para abrir por completo los labios vaginales de su madre.

--Ahora cuando yo te diga, empujas así con las caderas –dijo la chica imitando el movimiento que debía hacer su hermano-- ¿Lo entiendes?

--Pues claro, no soy tonto.

Con sumo cuidado Ali colocó el glande de aquella monstruosidad en la puerta de la gruta de su madre.

--Ahora empuja suavemente, sin hacerle daño a mamá –dijo una expectante Alicia.

Ariel notó algo de resistencia al principio, pero poco a poco el aceite fue haciendo su labor y el falo monumental fue abriéndose camino en el interior de la vagina de su madre. Por su parte marina creyó que aquello no podría entrar en un principio tan solo notó dolor, para posteriormente convertirse en una molestia gracias a la lubricación del aceite. Notaba como poco a poco su canal se ensanchaba dando paso a aquel descomunal rabo.

Alicia se arrodilló en la cama e introdujo una mano entre los muslos de su madre. Cuando Marina sintió los juguetones dedos de su hija martirizando su clítoris, sintió un fogonazo de placer que casi la lleva a su tercer orgasmo. Con su otra mano la joven acariciaba el enrojecido trasero de su madre. Mientras, observaba hora la cara desencajada de su madre, hora la mitad de rabo que quedaba por entrar dentro de esta. La chica descendió su mano hasta agarrar la parte de polla que no estaba dentro de su madre y empujó de esta hacia el interior de la vagina. Unos tres dedos de pollón entraron de golpe en el interior de Marina, provocando un alarido de esta. Alicia desatada por completo con aquella situación, asestó una tremenda palmada en la nalga de su madre.

--¿Duele zorrita? –preguntó la chica.

--Un poco más, métemela un poco más –dijo jadeante Marina—y azótame puta, rómpele el culo a tu mami.

El culo de su madre se movía como unas maracas, derecha, izquierda, atrás, atrás, siempre hacia atrás buscando más rabo que meterse la muy puta. Aquellos insultos y aquella situación enfebrecieron a Alicia que ya sin control, pellizcó con fuerza el clítoris de su madre, con la intención de provocarle aquel dolor que parecía excitarla. Pero se equivocó, más que dolor lo que produjo fue un orgasmo larguísimo. Al mismo tiempo que toda la totalidad de la inmensa polla se introducía en el coño de Marina, su hija apretaba con saña su delicado botoncito. De lo más profundo de sus entrañas emergió un volcán de sensaciones que explotaron en un grito desgarrador. Marina pensó que al oírla gritar pararían sus hijos de aquellas crueles maniobras, pero estaba totalmente equivocada. A una indicación de su hermana, Ariel comenzó a retirarse del interior de su madre para posteriormente introducirse de un golpe seco. Alicia mientras con una mano en el culo de su hermano marcaba el ritmo de la penetración, con la otra seguía apretando con fuerza el clítoris de su madre, la lubricación de sus dedos le permitía frotarlo al tiempo que lo presionaba, pensando que así no provocaría demasiado dolor a su querida madre.

Las brutales embestidas de aquel grandioso émbolo de dura carne y las torturas sobre su clítoris, hicieron que el orgasmo se alargara indefinidamente. Marina gritaba y gritaba hasta quedarse sin voz.

Cuando la cadencia del ritmo de Ariel le pareció óptima a Alicia, dejó de presionar sobre el trasero del muchacho, para volver a masajear el culo de su madre, que ahora sin fuerzas para gritar se limitaba a sollozar, hipando de vez en cuando. Con la mano que tenía en el clítoris de su madre notaba a la perfección la polla entrando y saliendo de ella. De pronto recordó que su madre había querido que le diera por el puto culo, allí, pensó Alicia, si notaría, el rabo entrar y salir de aquel coño de zorra de su madre.

Con cariño, pensando en tranquilizarla Alicia soltó el clítoris de la mujer y acarició el ligeramente abultado vientre que un día había sido su morada. Mientras con una mano acariciaba las maltratadas nalgas, con la otra ascendía de la tripilla de su madre en dirección a sus colgantes melones. Alcanzó una de las bamboleantes tetas al tiempo que su otra mano se detenía encima de su ano. Marina no paraba de acumular orgasmo tras orgasmo, ya había perdido la cuenta de cuantos de aquellas cortas y sucesivas explosiones acumulaba. Ni siquiera tenía fuerzas para gritar.

Alicia agarró con cariño el pecho de la mujer acariciándolo, en un principio le habían dado ganas de apretarlo con saña, dejando marcados sus dedos en la fina piel. Pero pensó que un poco de ternura tampoco vendría mal sobre todo cuando estaba a punto de romperle el culo a su madre.

Ariel taladraba el coño de su madre, por el cual un día salió a la vida, con indiferente monotonía rítmica. Su hermana le había indicado aquel ritmo y el lo mantenía tal cual, sin la más mínima variación. Era cierto que notaba un calorcito muy agradable cuando su pene estaba totalmente introducido en la cavidad vaginal de su madre, pero pensaba que aquello era una consecuencia de su tarea no la finalidad de la misma.

Alicia acariciaba con delicadeza el esfínter de aquel precioso culo, mientras suavemente frotaba, con la otra mano, un pezón duro como el acero. Se animó a introducir la primera falange del dedo medio en el recto de su madre, esta que había detenido por completo los movimientos de sus caderas, debido al cansancio, suponía Alicia, movió levemente el culo. Alicia no sabía si aquel movimiento era de dolor o de placer, lo cierto es que la cosa se estaba desmandando y el placer se mezclaba con el dolor en dosis parejas, en el cuerpo de su madre.

Con un movimiento lento pero constante Alicia introdujo por completo el más largo de sus dedos dentro del intestino de su madre. Tan solo logró escuchar un levísimo jadeo entre los hipidos y sollozos de su madre. Estaba realmente estrecho allí dentro, estrecho y calentito. Sentía a la perfección el enorme rabo presionar contra las paredes vaginales, como si quisiera invadir aquella otra gruta que ahora ocupaba su dedo. Mientras comenzaba una lenta maniobra de mete y saca en el culo de su madre, acariciaba con mayor pasión el pecho de la misma. Alicia en ese momento, pensaba que no se podía estar más caliente, quería que la follaran, que la sodomizaran, que le llenaran el cuerpo de cálido y espeso semen, estaba totalmente fuera de si.

Aquella maldita polla no se corría ni a la de tres, Alicia no permitiría que su hermanito se quedara sin su regalo, además que a su madre seguro que le gustaría sentir la leche calentita de su niño en su interior. Cuando nació Ariel, a su madre le habían ligado las trompas, por lo que no existía ningún peligro. Con este pensamiento decidió que debía ser ella misma quien calmara sus ardores.

No sin desgana Alicia apartó la mano que masajeaba el seno de su madre, para llevarla a su propio sexo. Se frotó con ansias el clítoris en busca de un rápido orgasmo que la calmara. Su madre ya sin fuerzas en los brazos se había dejado caer sobre la cama mientras seguía siendo empalada rítmicamente por el pedazo de nabo de Ariel por el coño y sodomizada lentamente por su dedo.

Alicia sintió curiosidad, por lo de meterse un dedo por el culo, se había masturbado muchas veces, unas acariciándose el clítoris y las más penetrándose el coño con uno o dos dedos, pero jamás se había metido un dedo por el culo. Retrasando la posición de la mano que torturaba su clítoris, buscó la entrada a su propio culo, si antes había penetrado dos coños al mismo tiempo ahora encularía con sus deditos a dos putas simultáneamente. Cuando introdujo la primera falange del dedo más largo, enseguida notó que aquello no servía de nada para su actual estado de excitación. Enseguida se animó, lubricado como estaba su dedo por el aceite de los pechos de su madre, se introdujo todo el dedo de golpe en su interior. La sensación fue extraña, diferente, tal vez ligeramente molesta, pero para nada desagradable. Alicia pensó que se correría de un momento a otro.

La imagen que veían sus ojos era de lo más morbosa. A lo perrito, su madre sollozaba con la cabeza y el pecho derrumbado sobre la cama. Su culo enrojecido era sodomizado, cada vez con más velocidad e ímpetu, por su ágil dedo. Su hermanito culeaba contra su madre con un ritmo mecánico, follándosela con una polla que Alicia jamás hubiera pensado que era posible fuera de las pelis porno. No sabía si era por la fiebre que había tenido hasta hacía poco tiempo o por la excitación, pero su cuerpo estaba caliente como unas brasas.

La joven se folló el culo con desesperada violencia, le dolían aquellas brutales penetraciones, pero lo necesitaba acción, violencia, desenfreno. Con lo enardecida que se sentía decidió sodomizar a su madre con un segundo dedo. Por suerte el culazo de su madre había dado un poco de si durante las sucesivas penetraciones y el segundo dedo no tubo demasiados problemas en introducirse más allá del esfínter de la zorrita. Su propia salvaje penetración anal, la estaban descontrolando por momentos, así que sin querer transmitió el ritmo alocado de su penetración, a la sodomización del culo de su madre.

Estaba segura de que aquellos infernales    dedos rompiendo el culo de su madre le tenían que estar haciendo verdadero daño, pero abnegada, su madre continuaba tendida hipando de tanto en tanto. El roce de dos dedos contra las paredes intestinales y el folleteo al que estaba sometiendo a su madre, en aquel estrecho coño, hicieron que Ariel por fin se descargara dentro de aquella matriz que le había visto nacer.

Por impasible que era el muchacho, cuando disparó su primera carga no pudo reprimir un suspiro y un temblor de piernas que hicieron que se agarrara con fuerza de las caderas de su madre, descargando sucesivamente toda la carga de sus huevos. Marina cuando notó aquel calor desparramarse por su interior unido al dolor morboso de su culo, se volvió a correr por enésima vez. Un gritito más parecido a un tenue aullido brotó de los labios de la extasiada mujer.

Alicia viendo que su madre ya no soportaba más aquel tratamiento, sacó de golpe los dos dedos que tenía en el interior de su culo y pensando por un segundo si llevárselos a sus tetas o a su coño, se decidió por degustar el sabor del culo de su madre. La joven chupó y lamió aquellos dedos con sabor acre mientras se sodomizaba salvajemente el culo. Una sacudida brutal la recorrió desde el interior de su recto, recorriendo toda su espalda para alojarse en su bajo vientre y en su vagina. Explotó como nunca antes había explotado aquel salvaje latigazo terminó en su vejiga haciendo que esta se soltase y la muchacha comenzara a orinar copiosamente sobre el suelo y la cama.

Aquello era un desastre generalizado, por lo que la muchacha no tardó mucho tiempo en olvidar el incidente de la meada. Ayudó a su hermano a extraer el enorme rabo del interior de su madre, aquella cosa aún se mantenía con un tamaño y una dureza considerables. Alicia se agachó y limpió amorosamente los restos de semen de aquel monumental rabo. Lamió toda la superficie hasta dejarla reluciente. Luego se acercó a su madre y realizó la misma tarea, lamiendo con delicadeza su vulva, para adecentarla bien. Acercó sus labios a la entrada de la vagina e intentó sorber, con el fin de poder vaciar bien aquella cavidad, un grueso pegote de semen unido a los flujos de su madre se introdujo de golpe dentro de su boca. La joven decidió que no tenía más solución que tragar aquello, pero antes de hacerlo jugueteó con su lengua dentro de la boca para saborearlo bien.

Cuando hubo limpiado bien los bajos de su mami, la empujó con cariño de las caderas para darle la vuelta y poderla extender bien sobre la cama. Indicó con gestos a su hermano que se acostara al lado de su madre, mientras ella lo hacía al otro lado.

--¿Cansadita? –preguntó Alicia a su madre.

--Ja, ja, más bien destrozada –dijo esbozando una sonrisa Marina—habéis estado a punto de provocarme un infarto. Cuando e notado que el brazo izquierdo y el pecho me dolían me he acojonado.

--¿Cómo? –Preguntó alterada Alicia-- ¿Qué te ha pasado que?

--Nada, cariño fue el cansancio por la posición, ven aquí y dame un beso –dijo Marina a su hija—um, um, que bien sabes a semen y a flujos.

--Pues son tus flujos mami –dijo risueña la joven—os he dejado bien limpitos.

--¿Que crees, que no lo he notado¿ --dijo cansada Marina—esa última succión o lo que me hallas hecho me ha matado. Ahora falta que yo te limpie.

--No, no , mamá que estoy toda meada –dijo Alicia algo ruborizada—se me aflojó la vejiga cuando me corrí.

Marina posó sus manos sobre los empapados muslos de la muchacha recorriendo después la vulva de su hija. Luego dejando anonadada a su pequeña, se llevó los dedos a la boca y los lamió con deleite.

--Pues no está tan malo tu pipi –dijo Marina mientras se giraba para poner la cara en el sexo de su niña—ahora te limpiaré todita.

Marina comenzó a lamer los muslos húmedos de orina de su hija, lamió los cortos pelitos del coño y luego abriendo este con sus manos accedió al interior de su hija. El coño olía fuertemente a flujos vaginales con una pizca de olor más ácido, pensó Marina que debido a la meada. Notó como su hija volvía a excitarse, por la profusión de jugos que comenzaba a manar su vagina.

----Sabes cariño –dijo Marina hablándole al coño de su hija—soy de lo más puta y guarra, estaba pensando que me hubiera gustado que me mearas encima.

--Y a mi me hubiera gustado que Ariel te rompiera el culo con esa estaca que se gasta, que te hubiera reventado hasta que te corrieras de gusto, gritando como una perra –dijo Alicia con una excitación creciente—somos tal para cual.

--Cariño, que coño más bueno que tienes, um, um tan mojadito –decía Marina mientras se relamía y se sentaba a horcajadas sobre la cara de su hija—mi vida ¿Me dejarías que te meara encima?

--En las tetas vale pero en la cara no joder –dijo Alicia, mientras mordisqueaba los labios mayores del coño de su madre—puta, que eres muy puta.

Marina se incorporó y dándose la vuelta se volvió a sentar a horcajadas sobre su hija, esta vez sobre su tripa de cara a ella. Estiró una de sus manos por detrás de su trasero y comenzó una lenta masturbación a su hija. Alicia estaba aún muy caliente y no tardó en ponerse aún más. Su madre se había inclinado ligeramente hacia atrás para poder acceder bien a su coño, lo que permitió a Alicia atacar el inflamadísimo coño de su madre, mientras con su otra mano acariciaba alternativamente los sedosos pezones de su mamá. Marina nunca creyó que fuera posible volverse a excitar después de aquella maratón sexual, pero ante el trabajo de su hijita, sus pezones estaban comenzando a endurecerse y el trabajo en su clítoris hacía que comenzara a humedecerse y no de orina precisamente.

Ambas mujeres estaban al borde de sus respectivos orgasmos. Marina inclinada agarraba una de sus tetas, mientras con tres dedos de la otra mano penetraba salvajemente el coño de su hija. Alicia había encogido las rodillas para abrirse mejor de piernas y que su madre la follara mejor, esto había despejado algo el coño de su madre que antes estaba aprisionado contra su propio vientre, viendo la oportunidad, Alicia ensartó a su madre con cuatro dedos en el coño mientras que el pulgar lo utilizaba para presionar su clítoris. La posición era muy forzada y la mano le dolía horrores, pero su mami se lo merecía. Marina para no chafar la mano de su hija aplicaba la poca fuerza que le quedaba a sostenerse sobre sus muslos.

De repente Ariel se puso de pie empuñando su enorme falo duro de nuevo, no se habían percatado con la excitación, pero Ariel como un ejercicio práctico había estado pajeándose para descubrir como hacerlo correctamente.

--Muy bien cariño lo haces muy bien –dijo su madre entre jadeos—¿sientes el gustito?

--Vamos enano machácatela con energía que nos tienes que duchar de tu puta leche, mamonazo –gritaba desatada Alicia—vamos córrete en mi cara.

El joven que llevaba dándole al tema desde que se había tumbado en la cama, obedeció a su hermana y lanzando un enorme lechazo sobre la cara de su madre, comenzó a eyacular. El segundo lechazo dio de pleno en la boca de Marina, los restantes cayeron sobre su cuello y pechos.

La imagen de su madre sacando la lengua y relamiendo toda lefa que alcanzaba, fue el detonante para que Alicia se corriera como una perra con los tres dedos de su madre dentro de su coño y la imagen de aquel cuerpo perfecto bañado en semen, incrustada en sus retinas.

--Ven aquí zorra –ordenó Alicia a su madre—que te quiero chupar todas las tetas.

Marina obedeció colocando sus colgantes pechos a la altura de la boca de su hija que aun seguía taladrándola con cuatro dedos en su interior y un último torturando su clítoris.

Alicia saboreaba el semen de su hermano impregnado en los pezones de su madre. Succionaba, chupaba, tragaba, todo esto con una voracidad insaciable.

--Fóllame un poquito el culo, cariño –dijo Marina mientras gritaba de placer—que me voy a mear toda encima de tu barriguita y tus tetitas duras.

--Si, sii, mi amor si me quieres mear, si me quieres pegar soy toda tuya zorra mía –dijo Alicia con la boca llena del pecho de su madre—pégame con tus tetas guarra, puta.

Marina no se hizo derrogar y comenzó a mover el tórax a derecha e izquierda haciendo que sus mamas se bamboleasen y golpearan los morros de su hija, la cual sacaba la lengua intentando lamer fugazmente algún pezón de los que pasaban velozmente por delante de su boca. La joven extrajo los cuatro dedos del coño de su madre e introduciendo el dedo pulgar en el coño, le taladró de golpe el culo con dos dedos. A través de la fina membrana que separaba ano de vagina, Alicia pudo notar los tres dedos que tenía introducidos dentro de su madre.

--Me corroo, me corroo. –Dijo Marina mientras ya no aguantaba más—que me vooy.

Justo en ese momento Alicia logró capturar uno de los bamboleantes pezones de la mujer, apretándolo con fuerza entre los labios no lo dejó escapar, cuando notó el orgasmo de su madre, mordió con fuerza, deleitándose con el sabor de la sangre materna. Al terrible dolor de su pezón se unió un tercer dedo empujando salvajemente en su culo, el cual junto a los otros dos hizo que la mujer pensara que el culo le ardía con fuego de verdad. Ambos dolores el de su pezón y el de su culo, elevaron el orgasmo hasta cotas superiores de placer.

--Te voy a mear toda guarra, en tu carita de niña, en tu boca, para que te lo tragues todo –gritaba fuera de si Marina.

Cuando Alicia soltó el pezón de Marina y esta pudo ver la imagen de los labios de su hija totalmente rojos  de su sangre, la excitación aún subió más aún si eso era posible. Marina se alzó ligeramente para colocarse en la vertical del pecho de su hija, mientras esta en un último esfuerzo había enterrado los tres dedos hasta el fondo del culo de su mami.

A Marina el culo le ardía, no había sentido tanto escozor y ardor en su vida, quería orinar encima de su hija pero en aquel momento lo último que le apetecía era mear. Se derrumbó destrozada encima de la cara de su hija. Con un último esfuerzo se separó permitiendo que la chica respirara. Los tres volvieron a estar acostados uno al lado del otro. Ariel había permanecido de pie sobre la cama todo aquel rato que su madre y su hermana habían estado jugando, no se sabía muy bien a que, pero terminada la función decidió tumbarse junto a su madre.

--Me debes una meada, putón –dijo una Alicia sonriente, mientras daba un piquito a su hermano y otro a su madre.

--¿Eso es que tienes pensado hacer esto a menudo?? –preguntó la madre.

--¿Os arrepentís de algo? –dijo Alicia seria—por que yo no me lo había pasado tan bien en mi vida, aunque tarde dos días en recuperarme.

--Pues no creo que yo tarde menos de tres o cuatro, me habéis matado –dijo Marina mientras se presionaba la herida del maltratado pezón.

--Tenéis los morros de sangre, por el besito que os he dado –rió Alicia—ahora si parecemos la familia Gótica.

--Al final lo que tengo claro, es que tu hermano es realmente “El Mulo”, capaz de modificar el pensamiento de las personas –dijo Marina—por que mira hasta donde hemos llegado.

--bueno no se si nos altera el o su varita mágica –dijo riendo Alicia, haciendo referencia al pene de su hermano, mientras se abrazaba a su madre.

--Os quiero mis chiquitines –sentenció Marina mientras abrazaba a sus dos hijos.

El Presente relato es fruto de la ociosidad del que lo suscribe, puede agradarte o puede repugnarte, pero te ruego que lo respetes es consecuencia de un esfuerzo.