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Encuentros en la tercera fase

en Parodias

En la vida ocurren cosas que, para bien o para mal, te dejan marcado y señalan un antes y un después. En mi caso esta experiencia arruinó mi vida. Lo peor no es que haya perdido mi empleo y mi pareja, no. Lo peor es que nadie me cree: en el mejor de los casos me consideran un mentiroso y en el peor un demente. Por eso les escribo. He leído sus historias y sé que tienen una vida más rica en experiencias que la mayoría. Si alguien puede creerme son ustedes, lo sé. Pero no me quiero alargarme más y paso a relatar mi experiencia, para que juzguen. Sean comprensivos, por favor, y no duden de mi sinceridad, se lo ruego.

Cuando ocurrió esto yo era un hombre casado desde hacía doce años, y camionero desde hacia trece. La vida del camionero es dura: de esos trece años me había pasado la mitad por lo menos en las carreteras de España, Francia y Portugal. Yo no podía imaginar que aquel viaje sería el último. Llevaba muchas horas en marcha, más de las permitidas la verdad, porque no nos engañemos: la empresa siempre está metiéndonos prisa y poco le importamos hasta que se enteran los del sindicato. Pero el cansancio no tuvo nada que ver, como me han dicho algunos.

Eran las doce de la noche y me encontraba en los montes cantábricos pues mi destino era Santander, así que en cuanto cruzara aquellas montañas habría llegado y tendría mi merecido descanso. Quienes hayan viajado por allí sabrán que es una zona bastante accidentada y en la que suele nevar en invierno, como era el caso. Bueno, yo creo que ya falta poco. Qué ganas tengo de dormir como es debido pensé yo mientras atravesaba un largo túnel, sin sospechar lo que me esperaba.

Nada más salir del túnel vi un enorme objeto sobrevolando a pocos metros del suelo con multitud de luces. Era un ovni, como en las películas. Si hubiera podido hablar habría dicho ¡coño! pero sólo lo hice mentalmente porque estaba mudo de sorpresa y terror; la lengua la tenía pegada al paladar. La visión duró apenas unos segundos porque aquellas luces increíblemente brillantes crecieron repentinamente hasta deslumbrarme y hacerme perder el conocimiento.

Lo primero que supe al recuperar la conciencia es que me sentía bien y sin mareos, por el contrario estaba muy despejado. Lo segundo, y menos agradable, es que estaba completamente desnudo; aunque afortunadamente no había frío allí. Parecía un sueño y no algo real, pero cuando eché un vistazo al lugar descubrí que era una habitación circular, con una luz débil y agradable, y el suelo recubierto por una especie de moqueta muy suave para los pies. Al fondo de la habitación había alguien. ¡Era una mujer y parecía desnuda como yo! Me levanté y, con bastante apuro, me acerqué a ella sin dejar de cubrirme las partes, claro. Yacía inconsciente en el suelo y no pude evitar examinarla bien... porque la chica no estaba nada mal; era guapa y tendría treinta años quizás. Y un desnudo siempre hace que gane mucho una mujer. Verla así, como dormida y extendida era una visión que no podía dejar de mirar, a pesar del miedo que tenía. Me recreé la vista hasta que dio algunas señales de mover la cabeza. Traté de reanimarla hasta despertarla.

- ¿Quién es usted? – me preguntó nada más abrir los ojos.

Cuando se dio cuenta de que estábamos los dos desnudos se asustó y se cubrió con las manos rápidamente y haciéndose un ovillo contra la pared.

Me llamó violador y cabrón, creyendo que quería abusar de ella. Estaba muy nerviosa y luego me suplicó, hasta que logré convencerla de que me encontraba en la misma situación que ella: éramos prisioneros. Se tranquilizó entonces lo suficiente para contarme que viajaba en su coche cuando había visto el ovni y que luego las luces la habían deslumbrado como a mí.

Así pasamos un buen rato, cada uno en un extremo de la habitación y cubriéndonos como podíamos. La situación no podía ser más incómoda y violenta. No nos atrevíamos a hablar, ni siquiera a mirarnos, porque teníamos miedo y vergüenza. Era realmente embarazoso.

Entonces, una enorme pantalla plana descendió del techo y nos quedamos de piedra cuando leímos en ella Levántense. Yo me levanté enseguida, pero la chica no. Soltó un ay de dolor, un castigo por haber desobedecido. De alguna forma podían enviarnos descargas eléctricas. Obedeció entonces pero no le era fácil taparse de pié con las manos. La siguiente orden fue Dejen de taparse. De nuevo acaté la orden con rapidez pero ella necesitó otra descarga. Se veía increíble así. Ella me devolvió la mirada con asco y me di cuenta del porqué: estaba teniendo una erección. La perdí en cuanto me sentí culpable por pensar en ciertas cosas en un momento así.

Sigan las instrucciones de la pantalla leí. A continuación vimos entonces imágenes de una pareja follando. ¡Los extraterrestres nos estaban poniendo pornografía! Y con sonido estéreo, por supuesto. Era de locos y yo no podía creerme aquello. Por un momento me sentí tan indignado como mi compañera de infortunio por la forma en la que querían utilizarnos: era seguro que debían estar observándonos con alguna cámara.

A todo esto había notado que el curioso olorcillo, agradable pero empalagoso, que ya existía en la habitación se hacía más fuerte. Debía ser producto de alguna especie de gas y lo cierto es que era una sensación muy agradable la que empezaba a sentir: tranquilidad e incluso alegría. Volví a tener una erección mirando a mi compañera, que había dado la espalda a la pantalla, y mi indignación desapareció:

- Oye, deberíamos obedecerles si no queremos más descargas – le dije.

Ella no parecía de acuerdo; qué lamentable, porque era tan atractiva, tan deseable... Rocé su hombro con mi mano y reaccionó bastante mal.

- ¡No vuelvas a tocarme, cabrón¡ - dijo, y se retiró. - Si los tipos que nos controlan se creen que van a tener espectáculo con nosotros lo llevan claro.

Yo iba excitándome y no dejaba de mirarla y desearla, ya sin ningún reparo, aunque me mirara con desprecio. Aquel gas debía ser una especie de droga increíble que me estaba desinhibiendo. Ella se resistía más pero tampoco era inmune: la acaricié de nuevo y esta vez no se resistió. Se quedó quieta, indecisa, mientras la tocaba tímidamente. Tenía los ojos medio cerrados y cuando acaricié sus pechos no lo resistió más. Fue ella entonces la que me abrazó, primero suave pero luego muy fuertemente, haciéndome daño incluso, como si me fuera a escapar. Su lengua entraba en mi boca buscando la mía con una agresividad que me sorprendió. Y mientras estábamos así la punta de mi pene, que estaba completamente derecho, no dejaba de rozar sus piernas. Ella lo notaba y lo cogió un momento con una mano, ¡cómo si necesitara más excitación! Luego me arañó la espalda y yo cogí su culo para atraerla hacía mí y penetrarla.

Habíamos perdido el control pero lo que no perdíamos era el tiempo porque ella enseguida se dejó caer en el suelo bien abierta de piernas para que la penetrara más cómodamente. Yo no acababa de creérmelo pero poco importaba: al suelo fui con ella para colocarme sobre su cuerpo y empezar a empujar. Nos mirábamos con los ojos muy abiertos, como si el otro no estuviera realmente allí. Apenas tardé en correrme dentro de ella, tan excitada que me mordió, pero sin quedarme satisfecho –y mucho menos ella- porque quería más.

Paré un momento para tomar fuerzas pero ella me dijo mira y volví la cabeza. Vi que en la pareja de la pantalla (desde luego no le había prestado mucha atención) era la chica la que estaba sobre él. Mi compañera quería hacer lo mismo y no protesté cuando se sentó sobre mí. No hubo tregua y ella se movía como si no le importara lo más mínimo que no soportara yo ese ritmo, agitando las caderas como si montara uno de esos caballitos mecánicos donde se suben los niños. Podían vernos si querían, ya no importaba. Estaba eufórico y hasta me reía viendo su cara descompuesta y sus pechos agitándose a izquierda y derecha y acercándose y alejándose de mí. De vez en cuando miraba la pantalla porque me sentía como si estuviéramos compitiendo con aquella pareja. Yo creo que llevábamos ventaja... Nuevamente me corrí dentro de ella pero no sería la última vez; aquel gas debía tener algo que ver porque cuando me sentía cansado rápidamente tenía ganas nuevamente, aquello sí era estar dopado.

¿Cuánto duró aquello? Es difícil decirlo porque en aquel estado de semiconsciencia mis recuerdos son borrosos. Hubo un momento en el que fui incapaz de seguir el vídeo y después dejé de recordarla como una totalidad y mis recuerdos se reducen a partes de su cuerpo: su boca mordiendo mi cuerpo y comiendo mi pene hasta hacerlo reventar, su lengua sobre la mía, sus pechos entrando en mi boca, su coño húmedo mientras entraba allí una y otra vez... Nos revolcábamos sobre aquella moqueta que acariciaba nuestra piel desnuda. Ya no era capaz de distinguir los sonidos del vídeo de los jadeos de ella, ni siquiera de los gemidos que salían por mi boca, porque debí decir de todo entonces. Desde luego no nos inhibíamos para decir todo lo que se nos ocurriera ni gemir.

Pero la droga no pudo evitar que finalmente cayera exhausto sobre el cuerpo de ella, después de correrme por última vez, y me quedara dormido con una rapidez asombrosa...

Desperté violentamente cuando alguien aporreó la puerta del camión. Sentí entonces un dolor en la cabeza que era como un que taladro atravesara mi frente; el cansancio que no había sentido antes me inundaba ahora. Me costó asimilar que me encontraba de nuevo en el camión y a la salida del túnel. Era tal el agotamiento que no reaccioné hasta que insistieron en aporrear el camión. Abrí y encontré a un hombre fuera de sí y con razón: el camión había quedado a la salida del túnel, atravesando la carretera de lado a lado y se había visto obligado a aparcar su coche detrás. No hacía más que insultarme mientras yo le miraba cómo si fuera un extraterrestre. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había regresado? El individuo se me acercó y me dijo con desprecio que olía a alcohol y que llamaría a la policía. Efectivamente, apestaba a alcohol. Pero yo no había bebido en absoluto, todo era obra de aquellos extraterrestres y lo vi muy claro ahora: querían que pensara que todo había sido un sueño pero no era así, yo había visto aquel ovni, de eso estaba seguro.

Llegó la policía y me arrestaron. Los de mi empresa se pusieron como locos, mi patrón me echó una bronca por mi comportamiento. Yo me defendí y le conté lo que me había ocurrido. Fue un grave error porque ahora ya no me trataron sólo como a un borracho sino además como si estuviera loco. De esta forma perdí mi empleo por alcohólico e irresponsable, omitiendo lo de desequilibrado mental, aunque era lo que pensaban, para no pagarme indemnización. Más grave aun fue el que los de tráfico me quitaran el carné especial que se necesita para conducir camiones: había terminado mi carrera como camionero.

Sin embargo, me dolió mucho más lo de mi mujer. A ella le expliqué todo, también con absoluta sinceridad y con más detalle, sin callarme lo del sexo, y esperando su comprensión. Me escuchó con atención y meditando mis palabras.

- Ahora lo entiendo todo...

Por un momento me sentí unido a ella porque era la única que me creía.

- Claro que lo entiendo todo... ¡Primero te emborrachas en algún bar y te acuestas con alguna puta! ¡Luego te pones a conducir porque notas que llegas tarde, y ahora me vienes con historias de extraterrestres!

Era desesperante: ella tampoco quería creerme. Mi matrimonio no tenía salvación y tuve que hacer una vida nueva. Ahora he estudiado sobre este tema y tengo una teoría. Creo que aquello fue un experimento: quieren utilizar nuestros impulsos sexuales para someternos a ellos y eso me aterra.

No estamos solos en el Universo, ellos nos observan... y quién sabe si disfrutan con ello.

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