miprimita.com

La fuente

en Hetero: General

El parque sigue ahí, como entonces, porque no fue hace tanto que ocurrió esta historia. También sigue allí el campo de fútbol donde entrena el equipo del barrio, aunque mi hermano ha crecido y soy yo ahora el que juega en el equipo.

Entonces yo prefería acompañar a mi hermano a los entrenamientos, y mientras él entrenaba, yo me dedicaba a jugar con otros chavales de mi edad. Al Riqui le sigo viendo de vez en cuando, pero de Álvaro hace mucho que no sé nada. El caso es que tendríamos sobre unos diez años y lo pasábamos en grande en el parque los tres, o más cuando se nos añadía alguien al grupo.

Ese día de julio, adoradas vacaciones, hacía un calor terrible en el parque. Serían ya las siete de la tarde pero el Sol persistía en su empeño de hacernos sudar, y cuando veía a mi hermano jugar al fútbol, pensaba que estaba obsesionado para que pudiese gustarle pasar calor de esa forma.

Por suerte en el parque teníamos la agradecida sombra de las acacias. También había fuentes y no dejábamos de ir para echar un trago... y jugar un poco con el agua. Yo recogí un poco de agua en el cuenco de la mano y se la eché a Riqui entre risas.

- ¡Qué haces, chaval! – protestó mientras yo me reía.

Y así empezamos a echarnos agua unos a otros como los críos que éramos. Lo pasábamos en grande con este pasatiempo tan infantil, corriendo y echándonos agua unos a otros. ¡Y porque no teníamos globos a mano para inflarlos con agua! Es que es muy fácil pasarlo bien cuando eres niño...

- ¿Me dejáis beber?

El juego se detuvo porque una chica de unos veinte años o así, se acercó a la fuente para beber ella también. Llevaba un chándal gris y una cinta blanca para recogerse el pelo sudoroso. Enseguida dejamos el juego y nos apartamos para que pudiera beber... La observamos mejor al inclinarse para beber del chorro de la fuente. Podríamos ser muy críos pero teníamos ya cierta sensibilidad hacia la belleza. Sabíamos lo que era una tía buena y un culo bonito...

Acabó de beber y siguió corriendo. Desde luego no hacía ejercicio para nada viendo ese culo tan precioso.

- ¿A que está buena? – dijo Álvaro, y nos reímos.

Tardamos unos cinco segundos en olvidarnos de ella y volver al juego. Corríamos y nos perseguíamos, nos gritábamos y nos vacilábamos; sudábamos pero sin cansarnos. Volvimos a la fuente para jugar y estuvimos mucho rato echándonos agua... Y ella vino otra vez a beber a beber.

Entonces se me ocurrió apretar el tubito del surtidor con el dedo y dirigir el chorro a presión hacia ella. Antes de que se diera cuenta la calé entera. Fue una chiquillada pero es que yo era un chiquillo.

- ¡Pero qué haces! – protestó furiosa, cubriéndose con los brazos pero sin evitar que la empapase bien de la cabeza a la cintura.

Luego reaccionó y quiso cogerme. Estaba furiosa pero yo la esquivaba corriendo alrededor de la fuente. Mis amigos se reían tanto como yo, parecía que nos fuera dar algo, mientras corríamos para que no nos cogiera.

De pronto una mano me agarró por el cuello de la camiseta y recibí una colleja.

- ¡Ah! ¡Me haces daño!

Era mi hermano. Había vuelto de jugar al fútbol y me había sorprendido en pleno delito.

- ¿Pero qué estás haciendo? ¿Para qué molestas a la gente? – me reprendió, y añadió otra colleja –. Hemos acabado de jugar y te pillo haciendo el tonto y molestando.

Luego se dirigió a la chica, después de añadir otra colleja de propina:

- Perdona, es que es mi hermano pequeño y yo no sé dónde tiene la cabeza. Le he dejado mientras jugaba y vuelvo... y le encuentro que... está... echándote agua...

Las palabras se le trababan a mi hermano y no era para menos, porque nos quedamos todos sin habla. A la chica la había mojado con el agua a base de bien. El pelo negro lo tenía liso y chorreando agua por el cuello, los hombros... La camiseta gris que llevaba estaba tan empapada que se le marcaban los pezones y podíamos distinguir algo la transparencia del sujetador y de los pechos. Ella notó cómo nos habíamos quedado sin palabras todos y se molestó aún más.

- ¡Qué gracioso es tu hermano! Me ha mojado entera con sus tonterías.

- Por favor, no te enfades... Coge alguna de las camisetas limpias del equipo. Puedes cambiarte en el vestuario.

Logró convencerla con su amabilidad y se dirigieron al vestuario.

- Y tú espérame aquí, que te voy a enseñar a hacer estas trastadas a la gente cuando se lo diga a mamá – me dijo mi hermano, y se fue con ella.

Quedamos los tres en silencio y esperando. Después del juego frustrado, estábamos serios. Pero no tardé mucho en olvidarme de las amenazas de mi hermanito.

- ¿Habéis visto cómo se le notaban las tetas?

- Joe, si es que la has mojado enterita.

Y nos reímos los tres. El momento de culpa se había terminado.

- ¿Y si vamos al vestuario para intentar ver algo?

¡Qué rápidamente se olvidan las culpas a esa edad! No lo dudamos y fuimos allá. El vestuario consistía en un pequeño barracón al lado del campo de fútbol. Como tenía algunas ventanas, esperábamos echar un vistazo sin que nos pillara mi hermano. Podríamos hacerlos apoyándonos en una base de ladrillos y estirándonos un poco... No era fácil pero conseguimos ver.

¡Y casi nos caemos de la impresión! La chica ya no llevaba la camiseta y le veíamos el sujetador. Estaba de pié y tan cerca de mi hermano que casi debía tocarle con los pechos. Parecían muy acaramelados... Tenían las miradas turbias. Mi hermano se quitó la camiseta.

- ¡Al loro, chaval, que aquí va a pasar algo! – dijo Álvaro.

Allí había atracción. Se besuquearon y mi hermano aprovechó para abrazar su espalda, su culo... ¡Quién hubiera estado en su lugar! Ya veíamos posarse sus manos sobre el pantalón del chándal que tan bien marcaba ese culo. Cayó al suelo y lo vimos mucho mejor cuando quedó en bragas. Casualmente también el chándal de mi hermano cayó al suelo y se quedaron en ropa interior. En ese momento fueron a las duchas y les perdimos de vista.

- ¡Joe, hay que hacer algo para ver eso! – propuso Riqui inmediatamente.

Lo cierto es que yo sentí cierta culpa porque era mi hermano y no debía espiarle así... Pero es que se trataba de ver a una chica desnuda y además podía ocurrir algo y en directo. Eso no lo ve un chaval de mi edad todos los días.

Rodeamos barracón para ir hasta las ventanillas de las duchas. No había ladrillos donde apoyarse, así que tuvimos que coger unas tablas y amontonarlas.

- ¡Deprisa, que nos lo perdemos! – les decía yo.

Al final teníamos una base improvisada. Había que hacer malabarismos para no irnos abajo pero pudimos ver a través de la ventana de la ducha. Y es una suerte que estuvieran a lo suyo porque si no, nos habrían visto fácilmente. El caso es que la ducha estaba funcionando... y debajo, los dos abrazándose como desesperados.

Ahora estaban totalmente desnudos y el agua caía sobre ellos. Era increíble ver cómo el agua caía por el pelo de ella y se iba por los hombros, resbalando por la espalda, las piernas, su culo.

Mi hermano agarró bien ese culo y la levantó en vilo: estaba hecho un verdadero atleta. ¡Y cuándo empezó ella a moverse arriba y abajo! Le bailaban los pechos y mi hermano se iba derechito con la boca a ellos... ¡Normal! Es que yo no podía abrir más la boca de sorpresa viendo eso. Notaba el cosquilleo del morbo: estaba muy maleado para mi edad para que me emocionase tanto cada vez que le veía los pezones.

El sonido se oía muy amortiguado pero estábamos tan en silencio que algo podíamos oír:

.- Ah, ah, ah… Oh, oh, oh…

Era tan repetitivo como su culo subiendo y bajando, pero no nos cansábamos de oírla. Lo único que nos molestaba era el difícil ángulo de la ventana y nos atrevimos a ponernos de puntillas. Si se les hubiera ocurrido mirar arriba, nos hubieran pillado sin remedio pero es que ella tenía los ojos cerrados y mi hermano sólo tenía ojos para ella y sus tetas. Se movieron de forma que sólo veíamos la espalda de mi hermano y nos daban ganas de gritar de rabia, pero entonces volvieron a moverse y se colocaron de lado. Ahora podíamos ver el culo de ella moviéndose y chocando contra la pared de la ducha mientras resbalaban chorros de agua por él. ¡Y esas tetas húmedas y meciéndose arriba abajo!

¡Cómo abría la boca la chica! Mi hermano la empujaba contra la pared con todas sus fuerzas. Ahora podíamos oír mejor sus ah y sus oh y hubiera podido pasarme horas enteras escuchándola... Pero mi hermano no habría podido pasarse horas metiendósela y sacándosela. Mi hermano dijo algo que no oímos y me pareció que se movía más rápido mientras ella le abrazaba con más fuerza, hasta que ella soltó un larguísimo ohhhh, que escuchamos sin problema, mientras se retorcía y dejaba caer los brazos por la pared de la ducha...

Se acabó el movimiento y fuimos lo suficientemente listos para dejar de observar antes de que se les ocurriera, ya más tranquilos, mirar a la ventana. Atravesamos el campo de fútbol para volver a la fuente y esperar como si no hubiera pasado nada...

- Tu hermano es la ostia – dijo Riqui.

- Si es que se la ha follado a lo grande – añadió el otro, y yo sentí algo de envidia pero también de orgullo.

Diez minutos después llegaron mi hermano y la chica. Parecían muy contentos. Mi hermano ya no parecía nada enfadado conmigo por mi travesura. Se despidió de ella, con la promesa de una cita, y yo me despedí de mis amigos, que me miraban envidiosos por tener un hermano así.

El paseo a casa fue feliz para los dos. Yo tenía que decirle algo.

- Eres mi ídolo – le solté, y él se quedó sin saber a qué venía eso.

- ¡Qué cosas dices! Vamos, enano, no diré nada a mamá de lo ocurrido – Le había hecho gracia y estaba olvidado todo lo que yo hubiera podido hacer.

Mi hermano mayor era un fenómeno, y hasta mi ídolo, por mucho que estuviésemos peleándonos siempre. Y es que son momentos así los que hacen que uno recuerde su infancia con cariño.

Mas de solharis

Mis adorables primitas

De buena familia

El encuentro más inoportuno

Ella, robot

La sorpresa

Sin mente

El descanso del minero

Cuando los yanquis asesinaron a Mahoma

Los mormones

El nudo gordiano

Cuartetas para una verga

El tercero

La tercera

Relatos Interraciales: Cifras y opiniones

Mi alegre penitenciaría

La perrita de mi vecina

La sopa

Lo hago por tu bien

La mirada felina

Los Serrano: Uno más uno son sesenta y nueve

Cuentos No Eróticos: La tumba de Xerok

Una mujer para Superman

Lluvia de otoño

La Verga del Dragón

Cuentos No Eróticos: El crepúsculo de un rey

Lágrimas de borracho

San Jerónimo

Si bebes no conduzcas (aventura de Torrente)

Don Juan Tenorio: Noche de bodas

Don Juan Tenorio: La Duquesa de Nápoles

Almejas en su salsa

Cuentos no eróticos: Evolución

La sacerdotisa de la vidriera

Luz

El pescador

El reino de la barbarie

De cómo los homosexuales salvaron la civilización

De cómo los homosexuales hundieron la civilización

La anciana memoria

El cubo de la esperanza

Lo que dejé en Cuba

Las huríes del profeta

En este lado del espejo

El jefe de estudios

Barbazul

Judit y Holofornes el asirio

El sueño

El secreto de Artemisa

El espíritu de la Navidad

Sexo a la japonesa

La suerte es una fulana

El balón de playa

Amigo mío

Estrenando a mi hijo

La joven que no podía hablar

Yolanda

La decadencia del imperio romano

Un domingo cualquiera (Real Madrid-Atlético)

Encuentros en la tercera fase

Amigas para siempre

El culo de la princesa

Ulises (5: La matanza de los libertinos. FIN)

Ulises (4: la princesa Náusica)

Ulises (3: la partida de Ogigia)

Ulises (2: la hechicera Circe)

Ulises (1: la ninfa Calipso)

El sátiro

Una mala hija

Mi adorada primita

Domando a mi novia

El placer y la culpa

Mi mujer, con otra mujer

El abuelo

Nosotros dos y su joven vecino

La hermana de mi novia

El primero al que se la chupé

Marcado por el dolor

Un culo para tres

Aventuras de Asterix y Obelix

Sexo en la calle