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La Verga del Dragón

en Interracial

No soy una entendida en historia del arte pero disfruté mucho en la visita al museo de arte chino. No me arrepentía, para nada, de aquel viaje organizado mientras veía encantada todas esas cerámicas, pinturas y esculturas de la antigua China; pero todavía me quedaba por ver la pieza más interesante y peculiar del museo, y quizás de todos los museos que he visitado.

La guía nos conducía de una sala a otra, hablándonos un poco de dinastías desaparecidas cuyos nombres los occidentales, que apenas sabemos nada de la historia de ese antiquísimo país, difícilmente podíamos memorizar. Por último, nos llevó a una pequeña sala donde tan sólo había una mesa en el centro con una vitrina. Oyendo las risas y comentarios del resto del grupo, sentí curiosidad y quise ver enseguida qué había allí. Me abrí paso para acercarme y quedé muy sorprendida cuando descubrí lo que mostraba la vitrina.

En su interior había la escultura... de un pene. Perfectamente tallado en verde jade y sin un solo rasguño en su pulida superficie, se elevaba derecho hasta unos veinticinco centímetros, y si una no entiende de historia del arte, sí que es entendida midiendo ciertas cosas… También puedo decir que era muy realista. Se sostenía sobre dos testículos, también de jade, con un dragón representado en cada uno y cubiertos de esos pictogramas chinos tan complicados.

- Aquí tenemos una representación fálica en jade de unos veinticinco centímetros – empezó a decir la guía con su asiático acento, y algunas se rieron por la respetable medida, respecto a la que no me había equivocado en un solo centímetro -. No se conoce bien la fecha en que fue tallada pero se estima que pudo ser alrededor del siglo II, dinastía Han. Se conoce como La Verga del Dragón.

Hubo unas cuantas risas más y cuchicheos al oír el atrevido nombre de la pieza. La guía sabía muy bien el interés que despertaba en todos nosotros esta peculiar obra de arte y siguió hablando con su permanente sonrisa.

- Existe una antigua leyenda sobre La Verga del Dragón. Cuentan que el emperador había sido un hombre muy fogoso en su juventud y que disponía de muchas concubinas en su palacio para satisfacer estos ardores. Luego, con la vejez, ganó sabiduría pero perdió el vigor de la juventud y tenía que contentarse con contemplar a las muchachas desnudas que guardaba para él.

>> Pero entonces le llevaron una nueva muchacha, y era tan hermosa que quedó admirado porque eclipsaba a todas las bellezas que él había gozado en su juventud. Lamentó no tener entonces el vigor de antaño, porque era ya un anciano que ni siquiera podía desvirgarla. Ella era joven y él no podía hacerle conocer el placer del sexo. Desde entonces, fue infeliz.

>> Hasta que un anciano hechicero halló el remedio para su problema. Le aconsejó que hiciera esculpir la Verga del Dragón y luego echó un conjuro sobre la escultura.

>> Y cuando el emperador probó él mismo a penetrarla con el pene de jade, la muchacha sintió un placer enorme, sólo comparable a la felicidad que gozó él pudiendo darle ese placer a su adorada concubina.

>> Ésta es la historia de la Verga del Dragón.

¡Vaya historia tan picante! Todos en el grupo nos quedamos escuchándola boquiabiertos y más de una se sonrojó. Pero el caso es que yo tenía una duda y no podía callarme:

- ¿Pero eso no está demasiado duro para...?

Todos se echaron a reír, también la guía.

- No, no lo está – me respondió, sencillamente y con una sonrisa en su rostro ovalado, y ahora nos quedamos mirándola y preguntándonos qué quería decir... Pero enseguida cortó mis pensamientos.

- Ha terminado la visita. Acompáñenme en orden al autobús, por favor.

Dejamos la sala y allí quedó la vitrina con la tal Verga del Dragón. Pero a la salida del museo, la guía se me acercó y me dijo:

- Si quieres ver algo realmente interesante, espérame en el bar del hotel a las siete. Pero no se lo digas a nadie y ve sola.

- ¿Ver qué cosa? – pregunté sorprendida, pero sólo me respondió con una sonrisa y me dejó para entrar en el autobús.

Mientras marchábamos de vuelta al hotel para la comida del mediodía, no hacía más que preguntarme qué sería aquello tan interesante que quería enseñarme. ¡Menudo misterio! ¿Tendría algo que ver con La Verga del Dragón? Pensándolo, me eché a reír: sí que era yo una salida para seguir pensar en eso...

La tarde fue bastante entretenida y aprovechamos para visitar un templo budista muy bello, pero yo no dejaba de pensar en la misteriosa cita. Volvimos al hotel a eso de las ocho de la tarde. Teníamos tiempo hasta la cena para descansar un poco, y bajé al salón-restaurante del hotel para esperarla.

Ella se presentó a las siete y media.

- Disculpa la espera pero tenía cosas que hacer. ¿Te apetece tomar algo?

Me moría de ganas por saber qué era eso que tenía que enseñarme pero pasamos el rato hablando de nuestras cosas y conociéndonos un poco más. Me preguntó si me gustaba su país. Le respondí que me encantaba y que sólo sentía que no hubiera podido acompañarme una amiga de la Facultad, a la que también le hubiera gustado ir. Le dije que estudiaba económicas y ella me contó que quería visitar España para perfeccionar la lengua. Ahora se ganaba la vida como guía turística y no podía quejarse. Ella tendría más o menos mi edad, unos veintitrés años, y era una chica bastante agradable. También era guapa, con esas cejas perfectas sobre los ojos oblicuos y negros en el óvalo de su cara. Pensé que a más de un conocido de la Facultad le hubiera gustado conocerla...

El caso es que llegó la hora de la cena y todavía no tenía idea de que podía ser lo que quería mostrarme.

- Espérame aquí a las once y te mostraré eso. - Y se fue, dejándome en el restaurante del hotel y con la duda. El misterio continuaba.

Por fin dieron las once, y poco después, apareció ella. Estaba prohibido que saliéramos del hotel sin permiso después de la cena pero ella no tuvo problema para decir que íbamos a dar un paseo y nos fuimos.

Seguía sin decirme qué sorpresa me esperaba cuando llegamos al museo. Desde luego, estaba cerrado, pero ella llamó a la puerta y apareció un guardia que nos dejó entrar sin problemas. ¡Vaya sorpresa! Parecía que todas las puertas estuviesen abiertas para ella en un país como China, donde la seguridad y el control son obsesivos.

El interior del museo estaba a oscuras y el guardia nos dio una linterna para continuar el paseo. Por la noche moverse por el museo era como andar dentro de una tumba. Todas esas reliquias juntas parecían el tesoro de la tumba de algún emperador olvidado... Y, como no podía ser de otra forma, acabamos en la sala donde se encontraba La Verga del Dragón.

No encendió la luz de la sala del todo, sino que la dejó en penumbra, como si no quisiera quitarle el misterio. ¡Entonces sacó una llave del bolsillo y abrió la vitrina! Vi fascinada como sujetaba el verde pene y así, fuera de la vitrina y en su mano, me pareció todavía más imponente...

- Tranquila, los guardias del museo son amigos míos y no les importa – aclaró al notar mi estupor. – Tócalo, no tengas miedo.

No me atrevía a tocarlo por alguna extraña razón. Aquello no era un vibrador cualquiera: había servido a la concubina de un emperador hacía dos mil años y un objeto que tiene veinte siglos impone respeto a cualquiera.

- Tócalo y verás – insistió, y me armé de valor y lo acaricié. Era lo que esperaba: duro y frío.

- ¿Decepcionada? Acarícialo con suavidad – me dijo, y lo acaricié otra vez suavemente. ¡Y me pareció que se volvía más cálido y blando al tacto de mi mano!

- Cuanto más lo toques, más suave y caliente se pondrá. Tienes que acariciar los testículos. ¿Verdad que son hermosos?

Y ella también empezó a tocarlo con sus finos dedos. Había espacio suficiente para cuatro manos: uno de los huevos del dragón para cada una y el enorme falo para repartírnoslo entre las dos, pero a veces notaba el roce de esos dedos mientras jugueteábamos con aquel fascinante objeto. Lo cierto es que cada vez era más suave y agradable de tocar, como si fuera de verdad.

Ella lo cogió por el capullo y trató de doblarlo un poco y pudo hacerlo. Dejando aparte el fascinante color verde del jade, era como la polla de un hombre en nuestras manos. Luego se lo metió por debajo de la camiseta para que acabase de calentarse entre sus pechos...

- Quítate la camiseta – me ordenó. Yo sólo podía someterme a la extraña magia que había allí y la obedecí. También me quité el sujetador y ella lo pasó ahora por mis pechos. El capullo estaba muy suave y lo calenté en el hueco entre las tetas. ¡Qué duros se me pusieron los pezones por la excitación! Y también algo mojados, porque aquel talismán estaba húmedo, como empezaba a estarlo también yo... Asombrada, me lo metí entre las tetas y las apreté contra él para acabar de darle calor: dejó un rastro de humedad entre ellas.

- ¿No quieres probarlo? – me tentó con esa exótica sonrisa suya -. En el coño es mejor todavía.

¡Claro que quería probar esa magia! Deseaba probar ese talismán milenario como no podía desear otra cosa en ese momento. Me puse realmente cómoda: toda mi ropa, salvo las medias, quedó en el suelo. Yo me coloqué desnuda sobre una mesa, con los pechos acariciando la madera. Le pedí que me diera aquel fabuloso consolador pero no quiso.

- Es mejor que te lo meta yo: tengo más práctica con él... Agárrate bien a la mesa.

Lo hice y la imponente Polla del Dragón rozó mis nalgas, humedeciéndolas con aquel líquido que parecía segregar. De todas formas no lo necesitaba porque ya estaba más que húmeda... ¡Y noté que se movía! Se retorcía ligeramente mientras buscaba mi coño como si estuviera vivo.

- Sujétate porque voy a soltarlo – me dijo, y yo me quedé helada.

Hice bien en sujetarme con fuerza porque entró en mi coño ansioso e impaciente. Era grueso y el roce al entrar fue brusco pero luego muy agradable notar como frotaba la entrada de mi coño. Entraba y luego se retiraba un poco para entrar con más fuerza otra vez.

- Ahhh... – gemí porque aquello no dejaba de empujar. Se metía tan adentro cada vez que lo hacía que aquellos cojones de jade chocaban contra mis nalgas y hacían un sonido peculiar.

¡Aquello era imparable! Eso no era un vibrador normal. Era como tener a un hombre de verdad, y muy bien dotado, pero que no podía agotarse. A mí no me importaba que estuviera en un museo: gemía como necesitaba hacerlo. La guía se reía ligeramente viendo cómo se metía y empujaba entre mis piernas y acarició mi culo. Luego clavó las uñas en él y me excitó. Oí otra vez su risa suave pero perversa.

Sobre esa mesa llegué al orgasmo. Y créanme, se corrió al mismo tiempo que yo. Dejó un líquido abundante y blanco en mi coño: lo vi caer por mi entrepierna cuando me incorporé. Estaba agotada. Pero aquel vibrador mágico seguía rígido.

- Ahora tienes que ayudarme tú a mí – me pidió, y se tumbó desnuda y boca arriba sobre la mesa. Ella era muy guapa y me lo pareció más entonces al ver su cuerpo desnudo y delgado. Sus brillantes y rasgados ojos me inquietaban al mirarme.

Agarré el mágico consolador y lo llevé a su entrepierna. Nunca había probado un vibrador como ese, y dudo que vuelva a hacerlo, ni tampoco había compartido un vibrador cualquiera con otra mujer. Dudaba un poco pero aquella Verga del Dragón tiraba de mi mano, sabiendo perfectamente adónde tenía que ir. Yo sólo lo sujetaba y lo dejé despacito sobre sus labios... Luego lo solté y entró sin piedad en ese coño, con tanta prisa que ella gimió.

Me quedé fascinada viendo cómo aquello empujaba y se retorcía ahora en el coño de ella. Era un espectáculo digno de verse aquel pene arremetiendo contra su sexo, sin darle tregua mientras gemía de puro gozo. Jadeaba con las piernas bien abiertas y los brazos colgando a los lados. Todo su cuerpo temblaba violentamente, y viendo cómo tiritaban aquellos pezones sentí el impulso de acariciarlos. Lo hice y ella se rió. Aquellos testículos se frotaban contra su entrepierna y me pareció que estaba muy húmeda pero quise comprobarlo. Me incliné y probé con la lengua que estaba completamente mojada. Nunca había hecho esto pero aquel talismán nos había vuelto locas. Sentía el impulso de compartirlo todo con ella: la sala, el vibrador, nuestros cuerpos... Besé su tembloroso cuerpo con envidia.

Nos dimos el relevo varias veces. Yacimos boca abajo y boca arriba sobre esa mesa y mientras La Verga del Dragón luchaba con el coño de una de las dos, nosotras jugábamos a acariciarnos y besarnos. Sus uñas eran largas y oprimían suavemente las tetas y los muslos. Me sentía capaz de hacerlo todo en aquel museo y compartí con ella toda mi lujuria mientras reíamos como dos zorras.

Finalmente quedamos agotadas. Hubiera querido dejarme caer allí mismo y quedarme dormida con La Verga del Dragón sobre el pecho y con ella al lado. Pero claro, eran las cinco de la mañana y había que irse o nos encontrarían. Me costo mucho esfuerzo vestirme, apenas sí pude levantarme de cómo me temblaban las piernas. Ella tenía el pelo liso revuelto y la mirada cansada, como yo, pero por dentro nos moríamos de gusto... A pesar del cansancio no dejó de dedicarme una sonrisa cuando notó que la miraba mientras terminaba de subirse las bragas.

- Es mejor que nos vayamos pronto pero no te preocupes. Siempre me dejan pasar y ellos disfrutan con la cámara de vídeo – me dijo, y yo me quedé de piedra.

- ¿Cámara de vídeo?

- Claro, por eso no tengo problemas para probar La Verga del Dragón. Se pusieron muy contentos cuando les dije que traería a una amiga occidental.

Tenía que haberlo pensado. Por esto nos habían dejado pasar como si nada. Pero no me molestó, había valido la pena ver ese portento. Incluso le añadía todavía más morbo a una noche que no podía haber sido más alocada... Volvimos rápidamente al hotel para que no notaran nuestra ausencia.

Aquella misma mañana, qué lástima, subimos al autobús y dejamos Pekín. Llevábamos un par de horas de viaje cuando desperté de un ligero sueño en el asiento para recuperarme un poco. Ella vino y se sentó a mi lado.

- ¿Cansada por lo de anoche? – me preguntó, con toda naturalidad.

- Claro.

- Bueno, sé que no es lo mismo pero me he traído esto. - Y cogió mi mano y la llevó a su bolsillo. Toqué algo y supe muy bien qué era. Sí, un vibrador corriente no podía compararse a La Verga del Dragón, pero estaría encantada de compartirlo con ella otra noche más...

****

Agradeceré vuestros comentarios y críticas.

Un saludo cordial. Solharis.

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