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El sueño

en Lésbicos

Apenas recuerdo a aquella mujer pero sé que era muy hermosa y que su mirada insinuante me perturbaba... Yo quería acercarme a ella y éste era un deseo extraño y mezclado con el temor a medida que ella estaba más cerca de mí, hasta que llegaba el momento en que sentía su cara frente a la mía y sus labios pegándose a mi boca, y entonces... entonces despertaba. Mi madre golpeó la puerta de mi habitación con los nudillos de la mano y su voz terminó con el sueño:

- Lucía, ya son las siete y media. Levántate o llegarás tarde al instituto.

Ése fue mi sueño y cuando desperté me sentí extrañamente excitada y con una absoluta confusión. ¿Cómo podía haber soñado semejante disparate? Me vestí a toda prisa pero sin dejar de pensar en el sueño, y seguí pensando en él mientras desayunaba y me colgaba luego la cartera a la espalda para ir a clase. Estaba tan distraída que ni me di cuenta cuando mi amiga Bea me saludó.

- ¿Qué te pasa? Te veo muy pensativa hoy.

- No, que va. Sólo estoy cansada.

Esta vez yo no podía compartir mis preocupaciones con ella. No podía contarle mi sueño porque era incomprensible y yo no debía haberlo soñado nunca. Desde el principio me había impuesto la conclusión de que era un sueño absurdo y además espantoso. Era mejor no pensar más en él y, sobre todo, no buscarle ningún sentido porque no lo tenía; debía olvidarlo.

Quise pero no pude olvidar el sueño, y volvió a mi mente una y otra vez; y cuando cerraba los ojos por la noche para dejarme llevar por el sueño, no tenía descanso sino que, a medida que me sentía más débil, las imágenes del sueño revivían y más nítidas, para recordarme lo que había soñado. Entonces yo trataba de apartar esos pensamientos pero era inútil: traten ustedes de no pensar en una imagen determinada y ésta vendrá a su mente, desafiándoles y recordándoles que no tienen realmente el control sino que la voluntad es una parte muy pequeña de algo mucho mayor que es la mente y donde los deseos viven en lo más profundo y acaban siempre por hacerse escuchar, queramos o no...

Una noche así, yo lloré, porque un sueño tan horrible sólo podía haberlo soñado una persona horrible. Me parecía claro que era una pervertida. ¿De dónde había venido ese sueño? Desobedecí a mi propia conciencia y traté de buscar una respuesta. Recordé las veces que había visto a una mujer hermosa y cómo la había mirado. Era completamente natural, ¿o no? Ahora sentía muchas dudas, dudas que hubieran terminado enseguida si hubiera sido sincera conmigo misma, en vez de pensar que era simplemente un sueño perverso como puedan ser los de los que sueñan que tienen sexo con su madre o asesinan a personas queridas.

¿Y si había algo de razón en ese sueño? Aunque no lo quisiera, ésa era una posibilidad, la menos deseable y la más temida. Pasó cierto tiempo antes de que la asumiera, tiempo que estuve muy deprimida y que quizás fuera la peor etapa de mi vida. Me preguntaban qué me ocurría y no podía responderles porque ni yo misma lo sabía. Tampoco creo que les hubiera gustado ni que me hubieran ayudado. Seguramente habrían quedado asqueados o, peor aún, horrorizados... A nadie conté mi sueño.

Pero la pregunta estaba ahí desde que el sueño me hubiera retado a contestarla. ¿Era posible que yo deseara realmente aquello? ¿Sería tan deseable hacerlo con otra mujer...? ¿Sería la misma sensación embriagadora de mi sueño o sería frustrante o incluso repugnante? Sólo hay una forma de saber si se desea realmente algo o no y es haciéndolo, pero esto es más fácil de decir que hacer, porque no siempre nos hace felices cumplir un deseo sino que, muy al contrario, puede decepcionarnos. Dudé mucho hasta que un día, o mejor dicho, una noche, me sorprendí en un lugar donde jamás se me hubiera ocurrido entrar. Allí la gente buscaba a la de su mismo sexo e ignoraba al contrario... un mundo al revés en el que me sentía extraña y ajena.

Una chica algunos años mayor que yo me miraba de una manera que me parecía inapropiada. Se acercó a mí con intención de hablar. Le respondí muy tímidamente y mirándola como si fuera un ser de otro mundo.

- Tú no vienes mucho por aquí. ¿Me equivoco?

- No.

Me miró divertida y eso no me gustó. Aunque ya no me reconociera y estuviera confusa, no había perdido mi orgullo. Me disgustó lo directa que era. Aquello era ya muy difícil para mí y no tenía derecho a sentirse como si yo fuera una chiquilla cuando apenas unos años nos separaban en edad.

Sentí que enrojecía y no es que fuera una chica precisamente vergonzosa pero la situación era demasiado novedosa para mí. Después del pudor vino la irritación y corté sin reparos la conversación. Ella se lo tomó a mal pero eso no me importaba nada. Era una locura que yo estuviera allí e iba a marcharme. Supongo que mi vida hubiera sido muy distinta, o quizás no, quizás el sueño volviera, de no haberla encontrado a ella.

Ella era mucho más educada que la chica anterior y su voz era muy agradable. También era bastante mayor que yo, tendría sobre unos cuarenta años como mi madre, y que la mayoría de la gente que había allí, pero era hermosa como la desconocida mujer de mi sueño y me agradó mucho. Sus ojos oscuros eran melosos pero también posesivos y advertí la sensualidad de sus labios cuando rozaron el cristal del vaso y ella me sorprendió observándola. Enrojecí otra vez pero ella evitó con una sonrisa que me sintiese apurada. Su perfume me agradaba como toda ella. Me preguntó sobre mí y mientras hablábamos, descubrí que me sentía muy cómoda haciéndolo. También en esto me recordó un poco a mi madre, porque parecía una mujer cariñosa y agradable para hablar.

- ¿Quieres venir a mi casa? Podemos seguir hablando allí y con más intimidad – me propuso.

¡Y yo realmente creí que seguiríamos hablando allí! ¡Qué ingenua era entonces! Quizás no me atrevía a imaginar qué podría ocurrir o creía que, por ser una mujer, no podía haber malicia alguna.

Ya en su casa, ella colgó su abrigo azul oscuro en una percha. Ahora llevaba sólo una blusa color crema que disimulaba mucho menos sus pechos.

- ¿No te quitas el abrigo? – me sugirió con esa voz a la que era imposible decir no.

Me fascinaba. Hasta ese momento había pensado que era una señora muy simpática y amistosa, pero la prominencia de unos pechos que se adivinaban muy hermosos bajo esa blusa despertó un sentimiento extraño. Y entonces ella se desabrochó un botón de la blusa y luego otro y otro, muy despacio, mientras yo la miraba muy turbada y sin poder evitar quedarme boquiabierta. Cuando se quitó la blusa pude ver el sujetador blanco que ocultaba lo que tanto deseaba ver. En ese momento los pechos de una mujer me parecieron algo fascinante y extraño, aunque yo había visto cientos de veces mis pechos ante el espejo.

- Nunca he visto los pechos de otra mujer – le confesé.

- No te conformes con verlos – me invitó, y yo pasé un dedo por ellos, como inconsciente. Sorbí de nuevo su perfume y pensé que eran flores, y queriendo embriagarme de su aroma me acerqué mucho más, hasta que empecé a besarlos y a jugar con ellos con mis dedos con más decisión. Eran muy suaves y me gustaba hacerlo, aunque también me sentía extraña haciéndolo. Luego cayó el sujetador. Sus pezones grandes y rosados me turbaron aún más. Los miré fascinada hasta que ella me llevó a ellos muy suavemente, y los besé.

- Me gusta que me acaricies así – me dijo, y su voz era cada vez más suave y sensual.

Levanté la vista y su mirada era de deseo. Rodeó mis hombros con sus brazos y me atrajo a ella. Traté de resistirme un poco pero vi sus labios acercarse a mí y su mirada cálida.

- Déjate llevar... – me susurró.

Le hice caso y permití que se unieran nuestras bocas y probé la sensualidad de sus labios, que atrapaban los míos. La abracé mientras atrapaba mi lengua en su boca. Imposible decir cuánto duró aquel beso.

- ¿Te ha gustado, cariño? – me preguntó con voz lánguida.

- Mucho – respondí simplemente. Esto es lo que hubiera ocurrido en mi sueño de haber seguido. Nunca me habían dado un beso así y quise probarlo de nuevo. Volví a besarla pero con más ansia y decisión, buscando su lengua con la mía como si quisiera devorarla.

Ella se rió y seguimos besándonos. Finalmente me había dejado llevar y la seguí, confiada, hasta su dormitorio y sin dejar de besarla, sabiendo lo que ocurriría allí...

Abrí los ojos y de nuevo estaba soñando, porque yo yacía desnuda sobre una manta y entre mis piernas había la cabeza de una hermosa mujer, mayor que yo, que tenía los ojos cerrados y besaba y lamía con ansiedad mi sexo. Pero había algo en este sueño que era distinto. No era un simple imagen ante mis ojos sino que sentía la humedad cálida de mi entrepierna. Y el placer era real, mucho más real que en el otro sueño, y me atravesaba tan intensamente como pueda hacerlo el dolor, y ya no dudé que era verdad. Cuando traté de despertar...

- Ahhhh.

Gemí de placer y cerré de nuevo los ojos, pero nada desapareció. Volví a ver su cara entre mis piernas y entonces ella abrió los ojos y me miró de una forma tan escandalosa, tan llena de deseo, que me perturbó toda.

- ¿Te gusta?

- Me gusta... – le dije. Ya no quería que terminará el sueño y ella tampoco. No podía ver aquella carne húmeda y suave que era su lengua, pero sabía que me daba un placer que nunca había alcanzado con mis propios dedos... Agarraba con las manos la almohada y, hundiendo las uñas en ella, me retorcía de placer. Deseaba el final y lo temía al mismo tiempo. Me abandoné y empecé a jadear y luego a gemir, porque sentía mi sexo abrasarse y ese calor lo sentía llegar desde mis piernas hasta el cuello.

Llegó el final y gemí y apreté los dientes mientras los músculos de mi cuerpo dejaban de responderme. Ni siquiera podía mover mi cuello y miraba al techo hasta que ella se incorporó y su cuerpo desnudo se tendió sobre el mío y me atrapó bajo ella. Sus pechos caían sobre los míos cuando, al besarnos, sentí algo de mi propia humedad en sus labios y supe muy pronto que no era sino el final de una primera parte porque podría haber mucho más aquella noche... y así fue, porque que ella tuvo todo lo que quiso de mí, y volví a soñar mientras era mi boca la que estaba entre sus piernas y saboreaba la carne húmeda se su sexo.

El sueño había terminado y yo había despertado desnuda y en una cama ajena. Nos vestimos en silencio, yo muy confusa y ella muy tranquila. Quise confesarme...

- ¿Sabes? Había soñado con esto. – Y le conté mi sueño, que no dejó de oír mientras se ponía el sujetador y acababa de vestirse. También le hablé de mis dudas y de cómo me sentía ahora mucho mejor. Ella me sonrió pero luego se puso seria.

- Es mejor no ignorar un sueño – dijo.

Miré el reloj y era la hora de que volviese a casa si no quería una discusión con mis padres. Me di cuenta de que ella salía conmigo y eso me extrañó.

- Es que tengo que volver a casa – me dijo. – No te sorprendas, tengo unos hijos y un marido que me esperan.

¡Vaya sorpresa: casada y con hijos! Debí quedarme otra vez boquiabierta; eran demasiadas sorpresas para mí en una misma noche. No me atreví a preguntar ni opinar nada, no me parecía adecuado, pero ella mismo continuó hablando, aunque en un tono bastante resignado.

- No te sorprendas. Digamos que yo también tuve un sueño pero luego lo olvidé... y desperté un día con un marido y unos hijos, a los que estoy atada y a los quiero... Pero también deseo hacer otras cosas y ahora sólo puedo soñar furtivamente y llevar una doble vida.

Callé pero me dije que no me ocurriría lo mismo. Sería lo mejor que aceptara que era distinta a como pensaba, quizás fuera doloroso y difícil pero bien valía la pena... En ese momento me sentí muy decidida.

- ¿Volveremos a vernos? – le pregunté.

- Claro – me dijo con una sonrisa y dándome un último beso en los labios. – Todavía puedo enseñarte muchas cosas – añadió, y decía la verdad... - ¿Tienes ya mi número de teléfono?

Ya en mi casa, dormí esa noche muy tranquila y en paz. Al despertar no había soñado nada pero recordé lo ocurrido y quise que se repitiera. Estaba sola pero no importaba. Cerré los ojos y con mi mente y mis manos repetí la experiencia en mi imaginación, sin dolor y sin culpa, esperando el momento de que fuese nuevamente real.

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