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Con la novia del hijo de mi amante (2)

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CON LA EX NOVIA DEL HIJO DE MI AMANTE (2)

Mónica y Carlitos acabaron por pelearse, evidentemente no se llevaban bien; ella era mucha mujer para ese boludo.

Antes de mi viaje siguiente la llamé a su casa y le avisé que iba a llegar el domingo. El lunes por la mañana sonaba el teléfono en la casa de Marta, atendía Carlitos y cortaban; hasta que atendí yo y era Mónica, la invité a almorzar en el centro.

Mientras comíamos me rozaba por debajo de la mesa, y aunque no alcanzaba a llegar a mi pija igual se me empezó a parar. A los postres ya mi erección iba a ser difícil de disimular si me levantaba, así que le pedí que no me tocara por un rato mientras tomábamos café.

Era extraño como me atraía esa mocosa, el día anterior lo había pasado cogiendo con Marta hasta la medianoche y ya creía que no me quedaba nada más para dar, pero ahora, poco más de doce horas después estaba como si no hubiese cogido por meses.

Al salir del restaurante buscamos mi auto y partimos buscando un lugar donde albergar nuestro deseo. Allí Mónica me agarró la pija sin disimulo y me la hizo parar de nuevo, yo estaba tan caliente que temía chocar en el tránsito endiablado de Buenos Aires, así que enfilé para el telo que sabía más cercano. Era un lindo lugar muy caro y lujoso, se entraba de la cochera directamente a la habitación. Una vez en la suite Mónica no se hizo esperar, quería aprovechar bien el tiempo de que disponíamos, empezó a quitarse la ropa, yo hacía igual. Cuando quedó en bombacha y corpiño le dije que parara ahí, quería contemplarla con su ropa interior solamente.

El conjunto que lucía era mucho mejor que el de la vez anterior, esta vez se había venido preparada con un conjunto minúsculo en negro y rojo que me hacía volar de excitación. Sus tetas eran realzadas por el corpiño, parecían más grandes y saltonas, como si quisieran escapar de su prisión, y su culo en la pequeña tanga, desbordando por todos lados, era un poema tropical. La hice caminar de un lado a otro del cuarto, mientras mi verga hinchaba el slip. Luego que hube mirado bien lo que quería la atraje a la cama y le saqué el corpiño, comencé a adorar sus tetas con las manos y con la boca. Le acaricié los muslos espléndidos y el culo glorioso, sin dejarla que me tocara la pija, porque si lo hacía yo podía estallar. Me contó que previendo este encuentro había empezado a tomar anticonceptivos orales porque no quería perderse mi leche en su concha.

Yo no quería esperar mucho, así que le saqué la tanga y al acariciarle suave la concha vi que ya estaba totalmente mojada. Bajé y le dediqué un breve instante a su clítoris hasta que se irguió bien, me puse sobre ella y le apoyé la punta de mi verga en la entrada de la concha –la tenés bien grande- me dijo, -sí y es toda para vos- le respondí, mientras se la iba deslizando adentro. Cuando noté que nuestros pubis peludos se juntaban, y mis huevos estaban sobre la raya de su culo me detuve y gocé de esa posición sintiendo mi verga bien apretada; me comía su boca y le chupaba las tetas alternativamente. Ella movía despacio la pelvis y me llevaba al cielo. Al rato de estar así comencé un lento mete y saca, sintiendo como mi pija rozaba las rugosas y estrechas paredes de su vagina, ella inició su sucesión de orgasmos, gemía y gritaba como loca, allí podía hacerlo tranquila. Yo no daba más y en tres o cuatro bombazos violentos derramé toda mi leche en su interior lo que le provocó un orgasmo histórico.

Me quedé un rato dentro de ella y se la saqué, aún parada, para tenderme a su lado –como me hiciste gozar mi amor- me dijo, y bajó a chuparme la pija; la fui guiando en el difícil arte de la mamada, ella sabía poco, le enseñé a lamer el glande, luego el tronco, los huevos, a meterse cada uno entero en la boca y recorrerlo con la lengua; a meterse la cabeza en la boca y pasar la lengua por el glande en movimientos circulares, luego tragarse toda la pija, o al menos lo que le entrara en la boca sin producir arcadas al tocar la garganta, luego volver a la cabeza y seguir trabajando allí. Aprendía bien rápido, tanto que al poco rato ya me estaba moviendo y con ganas de eyacular de nuevo. Cuando sentí que me venía le tomé su cabeza y le hundí la verga todo lo que pude sin dejar que se la sacara para enseguida llenarle la boca con mi leche; no le desagradó y se la tragó toda mientras seguía chupando y gimiendo de placer.

Yo bajé hasta su concha para devolver la amabilidad, su clítoris era grande, parado y rojo; hundí la cara entre sus piernas para chupar con fruición, mientras la sujetaba de las nalgas para que no se apartara, sentía sus orgasmos seguidos, la escuchaba gemir y gritar de placer; y mi pija volvía por sus fueros, pero era necesario que ambos nos tomáramos un descanso.

Sin consultarla pedí dos whiskys y encendimos cigarrillos, mientras bebíamos y fumábamos nos acariciábamos. Nos tomamos un respiro, fuimos al baño, que estaba equipado con todo. Cuando me vio que estaba preparando una enema se sorprendió y preguntó, le dije que era para ella, para limpiarle bien el recto, porque no me iba a ir sin cogerla por el culo que me apasionaba. Dócil se dejó hacer todo lo que le dije. Ya evacuado su tramo final de intestino volvimos a la cama. La habitación contaba con un sillón erótico muy apropiado para el coito anal, la coloqué allí, de rodillas, con los brazos apoyados en el lugar correspondiente y el culo parado apuntándome. Tomé un sachet de gel de la mesa de luz y le unté suavemente el precioso ano, a la vez que la punta de mi estaca que ya estaba a mil, primero un dedo, luego dos, al fin tres; me contó que de la vez anterior le había quedado el culo ardiendo dos o tres días, pero que le había gustado.

Me puse en posición de ataque y empecé a presionar sobre la deliciosa entradita que se resistió al principio, pero algo más de presión y entro la cabeza de golpe, el resto entró más fácil, desgarrando, dilatando. Sentía como las paredes del culo me aprisionaban la verga que iba entrando poco a poco hasta que mis huevos tocaron sus nalgas de locura. Era mejor que en la cama porque así podía contemplar ese culo y esas caderas fascinantes. Le pedí que se moviera ella, y meneaba las caderas cada vez más rápido en una suerte de danza enloquecedora, me recliné sobre ella y le agarré las tetas, amasé sus pezones duros como piedra, pero cálidos; y cuando sentí su primer orgasmo no me pude contener y me vacié entero dentro del culo digno de Hollywood.

Se la dejé un rato adentro del culo, porque seguía sintiendo sus orgasmos, después se la saqué.

Nos duchamos juntos acariciándonos, nos vestimos y fuimos a tomar cerveza a un bar cercano.

Allí me contó que se había peleado con Carlitos porque el boludo prefería el fútbol a ella, y además después de haber probado mi verga la del novio le resultaba muy chica y sin gracia. Carlitos la cogía y ella se quedaba con ganas de más, el boludo no le chupaba la concha porque le daba asco, ni la cogía por el culo ni sabía como calentarla al máximo. Me dijo que prefería toda la vida coger conmigo aunque fuera de tanto en tanto.

La llevé hasta su casa y por todo el viaje fue sobando mi instrumento que, aunque parezca increíble se me volvió a parar, cuando la dejé me dio un largo beso de lengua.

Llegué a lo de Marta y me senté a ver TV y a esperarla, cuando vino yo tenía muy pocas ganas de coger, pero Marta lo esperaba, así que comimos y apenas si logré echarle un polvo de compromiso, me notó extraño y me lo dijo, le contesté que había andado toda la tarde haciendo trámites y estaba muy cansado, que mañana ya estaría bien.

A Mónica la sigo viendo hasta ahora, pero no ha pasado nada diferente de los dos relatos que ya les conté, y no quiero aburrirlos contando lo mismo. Prometo que en cuanto suceda algo nuevo escribiré otro relato. Mientras tanto les voy a ir contando otras cosas que me han pasado y espero que me sigan pasando.

S.

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