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OTRA HISTORIA CON LU LA HIJA MENOR DE MI AMANTE

Si quieren comprender mejor este relato vayan a BUSCAR AUTOR allí escriban Mango. Aperecen tres con ese nick. El que tiene cómo último relato este mismo, ese soy yo; allí verán todos mis relatos.

Directamente con este tienen que ver:

Con la hija menor de mi amante.

El trío esperado.

Con Lucrecia, la hermana.....

Conociendo a Marta.

Las amigas de Lu

La puertita posterior de Sammy.

Con Cris.

Y en verdad todos los de la familia. Marta debe ser la menos calñiente de todas las mujeres de su familia, pero las demás la suplen.

 

Mis relaciones con Marta marchan viento en popa, esa mujer me calienta de verdad. Y más ahora que un cirujano plástico amigo mío anduvo por su rostro y su cuerpo convirtiéndola en más joven (aunque no mucho) y dotándola de un bello par de tetas de las que carecía.

Lo increíble es el yacimiento de mujeres que descubrí a partir de mi amante. Su madre, hermanas, hijas, amigas; y todo con un prodigioso efecto multiplicador.

Marilú (Lu), por razones de tiempo disponible y calentura es quien más frecuentemente comparte mi cama.

La pendeja ya anda por los veintitrés años y se ha desarrollado muy bien. Echó más estatura, le mejoró el culo, sus tetas siguen hermosas como siempre. Ahora lleva el pelo largo y teñido de un tono rojizo.

Hace poco una de sus amigas le tomó unas fotos bien sensuales, Lu me las regaló.

Esta es una.

Sus muslos siguen siendo pequeños para mi gusto.

Pero alguna cosa suple a la otra, su culito ya tiene un tamaño adecuado, sin ser grande, y me da mucho placer. Se ha depilado la concha, dejando sólo un pequeño triángulo sobre el tesoro que tanto me atrae.

Y ya vayamos a la historia.

Lu rompió su noviazgo con Javier, el novio que no se animaba a cogerla, y ahora es mi hembrita fiel.

Pero como es muy lanzada hemos hecho tríos con sus hermanas, su tía soltera; y hasta en un cuarteto, conmigo y un amante de su hermana soltera, se negó a que el tipo la cogiera obligándome a que yo me prodigara con ella y Cony.

La pequeña es algo morbosa, y creo que su mayor anhelo es un trío conmigo y su madre. Pero a tanto no me atrevo.

Como lo sospechaba Lu y Lucrecia, su tía y madrina, siempre se contaron sus cogidas conmigo. Todo esto lo supe a ciencia cierta después que sucedió lo que he empezado a relatar. Las dos mujeres intercambiaban sus experiencias con un mismo macho, y cuando se daban las circunstancias propicias terminaban dejando aflorar sus aspectos lésbicos que culminaban en una masturbación recíproca.

Pero también, a la par, maquinaban un plan siniestro.

Ambas, por separado, iban cada tanto a Mendoza a visitarme. Lu le había mentido a su madre que tenía un noviecito allí; esto le servía para disimular su carencia de novio en Buenos Aires y poder estar conmigo siempre que quisiera.

Lucrecia iba al menos una vez al mes, cuando estaba caliente y quería que yo la cogiera bien.

Hace unos meses le había mandado a Lu, como de costumbre, un boleto abierto de avión para que lo usara cuando quisiera.

En un mail me anunció que llegaba el viernes en el vuelo de siempre, por la mañana. Fui a buscarla al aeropuerto, y mirando desde la terraza se me cayeron las medias cuando la vi bajar del avión acompañada por Lucrecia.

Imaginaba los designios de las dos, pero opté por hacerme el tonto para ver cómo me lo planteaban. Repasé mentalmente mi stock de Viagra, afortunadamente en mi casa tenía bastante cantidad de las mágicas píldoras azules.

Y salí al encuentro de las dos beldades; ambas me saludaron con un beso en la boca, sin lengua, porque estábamos rodeados de gente.

Rumbo a mi casa, en el auto, Lu me acarició la verga con disimulo, estaba semi erecta.

Era un día caluroso y optamos por un almuerzo liviano al borde de la piscina, algunos mariscos fríos y el mejor champagne mendocino.

Yolanda, sirviendo la comida, paseaba su rotunda carne vestida de mini short y un top ajustado.

Lucrecia y Lu se habían puesto sendas bikinis infartantes. Todo era un show de tetas y culos para mi deleite.

Jugábamos los tres en el agua con una gran pelota, nos la disputábamos como niños, pero nos tocábamos como adultos. Me había puesto un pantalón de baño que llevaba dentro un poderoso interior que disimulaba en parte mi erección; no quería precipitar ni escandalizar.

Ellas se habían levantado muy temprano para llegar a tiempo al vuelo, y el champagne estaba haciendo sus efectos. Sugerí entonces que descansáramos un rato, Yolanda a mis indicaciones había dispuesto habitaciones separadas, y alejadas una de la otra, para las dos huéspedes.

Mientras subíamos a la planta alta Lu me dijo:

-En dos horas estoy con vos, necesito coger.

-Te espero linda.

Ya en mi habitación puse un despertador para dos horas más tarde y me eché un breve sueño.

Sonó la alarma del reloj y fui al baño a lavarme la cara, llevaba puesta la parte de abajo de un pijama de verano, y nada más.

Al salir del baño, la imagen de Lu en la puerta con un baby doll semi transparente me causó una erección que no quise disimular.

Ella me bajó de un tirón el pantaloncito y de rodillas se metió mi verga en la boca. Lu se había convertido en la mejor chupadora de vergas de mi vida. Aunaba el saber de todas las que me la habían chupado alguna vez, y que yo procuré siempre transmitirle para nuestra satisfacción. A esta altura ya se las sabía todas. No necesitaba moverme ni dar ninguna indicación, ella se ocupaba de todo. Se la metía hasta la garganta, luego la sacaba para apretar mi glande con sus labios mientras deslizaba su lengua sobre mi capullo; lamía y chupaba mi tronco, mis huevos, pasaba su lengua voraz por todos los alrededores, llegando hasta mi perineo, lo que me provocaba una exquisita sensación.

Cuando mi leche me dijo que quería salir no le avisé nada a ella, ya teníamos nuestro ritual preestablecido, y a Lu le gustaba beber mi esencia tibia y viscosa. Tragó todo con fruición y enseguida se quitó su breve atuendo para ofrecerme, tirada en la cama, su concha para que se la comiera.

Separé con mi lengua sus labios vaginales, desenfundé su clítoris y le dediqué mis mejores esfuerzos que pronto se tradujeron en el primer orgasmo de la guachita que gemía y arqueaba su cuerpo entero. En el segundo orgasmo dio un grito poco frecuente en ella.

Yo seguía abstraído en el cunniliingüs cuando escuché a mis espaldas:

Qué bien que se lo hacés a mi sobrina, ¿no queda algo para mí?.

Lucrecia se acercaba a la cama quitándose la poca ropa que llevaba encima. Habían sido más directas de lo que yo esperaba. Mi poronga, calma por la mamada previa, volvió a pararse como un poste. Le pedí permiso a Lu y me puse a comer la concha de Lucrecia. Pronto pude ver que la ahijada había depositado su conchita sobre la boca de la madrina que se la chupaba con muchas ganas.

Tía y sobrina gozaron a la par durante un buen rato.

Hacía tiempo que no le daba por el culo a Lucrecia, y al verlo amplio y majestuoso se me despertó el deseo. Me tomé una pastilla de Viagra para que empezara a actuar pasada una hora, sabía que iba a ser necesaria.

Para hacer tiempo penetré con sendas cánulas de enema los culos de mis mujeres de esa tarde; quería sus rectos sin rastros de materia fecal.

Mientras evacuaban y se lavaban mutuamente me serví un whisky y esperé en la cama. Las dos regresaron hasta allí trotando y se abocaron a acariciarme entero. Mi verga explotaba de caliente y erecta. Ellas comenzaron a disputar por quien era la que cogía primero.

-Chicas, no peleen que hay para las dos. Mejor dejen actuar a la suerte.

Y con una simple moneda resolví la controversia. Ganó Lucrecia, ella adivinaba que quería ponérsela en el culo y se colocó en la posición en que siempre lo hacíamos.

Lu me ayudó a dilatarla, ya era experta en esa tarea la pendeja.

Lucre estaba boca abajo y se separaba las nalgotas con ambas manos. La colaboración de la pendex me permitió apoyarme en mis brazos para no recargar todo mi peso, Lu guió mi poronga hacia su glorioso destino, yo sólo empujaba a medida que Lucrecia lo pedía entre quejidos de dolor y gemidos de placer. Sentía cada pliegue de su recto, caliente y apretado mientras lo penetraba lentamente para evitar dolores inútiles.

Cuando mi verga estuvo entera dentro del culo variamos algo las posiciones. Me tendí sobre Lucre que no se quejó por mi peso, eso me dejó liberar las manos para recorrerle el cuerpo entero. Con la poronga inmóvil en su interior acaricié primero su culo generoso que me deliraba, luego la tersura de sus muslos tan bien construidos; para terminar con una mano en una teta para amasarle el pezón y la otra en su concha buscando su clítoris.

Al hallar su botoncito de placer, y comenzar a estimularlo, ella inició un vaivén de caderas primero lento y luego cada vez más rápido. Esto provocaba, con algo de mi ayuda, que la verga entrara y saliera de su culo bien lubricado.

Lu había vuelto a ubicarse con su concha a disposición de la madrina que se la comía arrancándole gemidos de placer.

Era, para mí, un buen momento para morir. Pero quizás esa misma tarde me depararía momentos iguales o mejores, y no quería perdérmelos.

Pronto las dos hembras gemían y gritaban al unísono; mi tranca bombeaba en uno de los mejores culos en que entró. De tan bueno que era aquello quise que durara una eternidad, y retardaba mi eyaculación. Me prometí aprender algo del sexo tántrico, de yoga, de control mental, ponerme xilocaína en el glande para disminuir su sensibilidad, tomar más Viagra de lo prudente para repetir esos momentos a cada instante. Pero me quedé en las promesas. Estamos mal construidos y acabé entre gritos dejando toda mi leche en el culo de Lucre.

Estamos mal construidos dije, y lo reafirmo. Los machos de la especie humana tenemos apenas dos manos, deberíamos tener al menos diez, para poder acariciar todos los puntos femeninos que nos dan placer a ambos sexos. Unas de esas manos deberían estar dotadas de bocas con dientes y lengua, para poder a un tiempo mamar dos o tres conchas, y morder varios pezones.

Pero lo peor es que tengamos una sola verga. Tal vez si tuviéramos una en cada rodilla podríamos coger a tres mujeres a la vez, y por los agujeros que nos plazca. ¿Se imaginan con una verga en una concha, otra en un culo y la tercera en una boca?

Basta de divagar.

Lu pidió lo suyo poniéndose en cuatro patas; tenía derecho a ser cogida, se lo había ganado con esfuerzo.

Ya había tenido varios orgasmos, pero luego me confesó que si bien esas acabadas la habían hecho gozar mucho, necesitaba una verga en su conchita para sentirse plena.

En eso no es ajena al género femenino. Muchas féminas tienen orgasmos con estimulación digital o lingual. Algunas, y sólo algunas, los sienten con una poronga en el culo y una adecuada estimulación clitorídea. Pero son orgasmos de segunda clase. A los orgasmos V.I.P. sólo llegan con una verga grande y hábil dentro de su vagina.

Cómo aprendí de "El Zorro" a ser un paladín de la justicia me acerque a Lu por detrás, y le fui poniendo lo mío en su concha. Debo aclarar que la concha de Lu ya había tomado con el tiempo las dimensiones de mi instrumento; me apretaba lo justo, ni más ni menos. Y quizás esta vez estaba más caliente de lo acostumbrado.

Lucrecia también fue por su dosis y se puso con la concha al alcance de las manos y la boca de Lu que no tardó en darle placer.

Otra vez entre los gemidos de dos mujeres; con esa fuente de excitación quizá no hubiera hecho falta el Viagra, pero mejor es prevenir que lamentar.

A esa altura ya no me costaba demorar mi eyaculación. Cogía a Lu con ahínco, gozando de la conchita de la pendex sin acabar aún.

Lucrecia estaba erguida frente a mí, con su concha en la boca de Lu. Yo estaba arrodillado detrás de Lu con toda mi estaca dentro de su concha.

Pude apoderarme de las tetas de Lucre y estrujarle los pezones.

Alternaba mis manos entre las cuatro tetas que se me ofrecían, el culito de Lu y sus escasos muslitos.

A veces, leyendo algunos relatos, trato de visualizar las posiciones que se describen. Y hay casos en los que no logro explicármelas, porque ni los mejores contorsionistas del mejor circo las podrían lograr

También en ese momento hubiera podido morir en paz. Pero recién estábamos en el inicio de tres días que merecían ser disfrutados a pleno. Y no quise perderlos muriéndome justo en ese instante.

De modo que aflojé mi control y volqué mi leche en la conchita de mi joven sub amante.

Lucre reclamó mi poronga en su concha, que ya había dejado de ser infantil.

-Chicas, descansemos un poco. Hay que cuidar el instrumento, porque la serenata será larga.

Yolanda nos tenía preparado un refrigerio llamativo: canapés de apio, queso azul y nueces. Rondaba sirviendo, (con una mini falda y una blusa muy escotada), más champagne y algunas gaseosas.

Faltan el resto del viernes, todo el sábado y el domingo. Ellas tomaban un vuelo nocturno el domingo a las 21.

Amables lectores ¿quieren que continúe?

Sergio

glupglup71@yahoo.com

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