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Los trios de Lu

en Hetero: General

LOS TRÍOS DE LU

Mis relatos no están encadenados como serie pero, excepto los tres de El Campo, todos tienen el mismo protagonista. Este está relacionado con otros en los que interviene Lu, por lo que recomiendo leer algunos de ellos para comprender mejor la historia.

 

Mis asuntos marchaban a pedir de boca. Todo compuesto para tener mucho tiempo libre que dedicaba a atender a mis mujeres.

Viajaba con frecuencia a Buenos Aires donde había comprado un piso en el que vivían Marta, Lu y Carlitos. Todas las noches dormía con Marta, y tenía todos los días libres, mi amante estable salía muy temprano a su trabajo, y regresaba al atardecer.

Cuando Lu no tenía clases se escurría hasta mi dormitorio apenas su madre se marchaba y ocupaba su lugar en la cama.

La nena había mejorado mucho con el tiempo, sus tetas eran ya un espectáculo, el culito había tomado una muy buena forma.

Lo que no había mejorado eran sus muslos, seguían siendo delgados, no fuertes y rotundos como me gustan.

Además se había convertido en una obsesa del sexo, siempre andaba queriendo que la cogiera. Me hizo comprarle una cantidad de juguetitos, me pedía que le tomara fotos mostrando sus atributos. Cambiaba seguido su color de pelo, sus piercings y sus tatuajes, empleando esos que se lavan con alcohol.

A veces hacíamos tríos con su tía Lucrecia o con sus hermanas, pero esto no acababa de satisfacer mis deseos de variedad. Los tríos no me seducen mucho.

La pendeja maquinaba la forma de retenerme más tiempo a su lado y se le ocurrió una idea diabólica..

Sergio, ¿sabés que a todas las chicas que conozco le cuento lo que hacemos?

Ja ja, se deben divertir con tus historias.

También les muestro tus relatos.

¿Y qué te dicen?

Todas quieren coger con vos.

Pará piba, ya me hiciste coger con tus amigas más íntimas.

Y bien que te gustó, a Sammy le seguís dando.

No te pongas celosa nena, vos sos con la que más cojo, hasta más que con tu madre.

Me tenés bastante abandonada.

Es que a vos no te alcanza con nada, siempre estás pidiendo. Y sabés que me gusta variar.

Eso es lo que quiero proponerte, que nos encamemos con alguna chica nueva para vos, con la tía y mis hermanas ya no querés.

Es que esos tríos me dejan muerto.

Para que no te agotes te propongo buscarte una chica, vamos los tres pero a mí me la ponés una sola vez.

Te vas a aburrir nena.

No, me llevo un consolador, saco las fotos y cuando no aguante más me hago una pajita mirando.

Mirá que sos morbosa pendeja. Probaría si me traés una pendeja como vos y que esté bien buena.

Ya la tengo, se llama Patricia, le dicen Pato. Tiene más tetas que yo, buen culo, y según ella es una artista de la mamada.

Está bien, pero primero me la presentás y charlamos. Después veo que hago.

Esa misma tarde nos encontramos con Pato en un bar. Andaba cerca de la edad de Lu, eran compañeras de la facu. Una cara bonita, pelo negro, ojos claros, buenas tetas debajo de un top ajustado, y un vaquero que le marcaba un culo no descomunal pero sí bien construido.

Una piba inteligente, vivaz y conversadora.

¿Te explicó Lu de qué se trata?

Sí y con lujo de detalles. Me contó como la cogés y me hizo delirar con tu pija. Quiero probarla.

¿Hace mucho que cogés?

Bueno, me desvirgaron a los 13, pero después estuve años sin nada, no me animaba a coger, la primera vez me dolió mucho. Tuve algunos novios pero sólo se las mamaba. Recién hace dos años que volví a coger y me gusta demasiado.

¿Te gusta que te la metan por el culo?

Nunca lo hice, pero puedo probar.

Bien, me gusta que seas decidida y que no le temas a nada.

Ya sé que con vos me va a doler, pero siempre duele al principio. Por lo que me contó Lu me vas a hacer doler hasta por la concha.

No es para tanto, soy muy cuidadoso.

¿Tomás anticonceptivos?

Sí, me gusta mucho sentir cuando me acaban adentro.

Pato era del interior y vivía sola en un pequeño departamento que pagaban sus padres. Arreglamos para estar allí con Lu al día siguiente al mediodía.

En la mañana cuando Lu se coló en mi cama le saqué tres orgasmos comiéndole la concha, reservaba mi verga y mi lechita para Pato.

Nos preparamos como si fuéramos de expedición al desierto. En un bolso llevamos los juguetes de la pendeja, algunos de mis videos secretos, la cámara digital y mi botella de Scotch.

De camino compramos comida hecha y más bebidas, gaseosas, cerveza, vino blanco y vino tinto. Serían cerca de ocho horas, y me gusta cuando las pendejas están un poco borrachitas.

Pato nos esperaba vestida con una pollera corta y un top que le marcaba las tetotas, era tan carenciada de muslos como Lu. Mi pendeja no se arriesga a que la desbanquen.

Me saqué la remera que llevaba puesta, las chicas no siguieron mi ejemplo.

Era la hora del almuerzo, así que comimos lo que había comprado. Canapés de caviar, de apio queso azul y nueces. Un lomo a la pimienta que calentamos en el microondas de pato. Y un delicioso postre de chocolate. Todo regado con un Riesling mendocino excelente, del que procuré que las niñas hicieran uso y abuso.

Me repantigué en un sofá con mi vaso de whisky en la mano. Las chicas estaban ansiosas por acción. Lu me desprendió el cierre del vaquero y se apoderó de mi verga que ya estaba empezando a despertar. A la primera lamida que me dio le recordé su promesa. Sólo un polvo para ella, el resto era de su compañera.

Pato contemplaba azorada mi poronga ya erecta del todo, se acercó y la tomó en sus manos, la sobó un poco y empezó a lamer, ingles, huevos, tronco. Sabía bien lo que hacía la chiquilla.

Se puso la cabecita en la boca, Lu disparaba la cámara sin control..

Los labios de Pato eran gruesos y suaves, me acariciaban el glande llevándome a la gloria. Se la tragó toda para enseguida sacarla y volver a empezar. Era notorio que tenía mucha práctica.

Lu la alentaba y la aconsejaba.

Dale Pato, tocate la campanilla con la verga, lamele la cabeza, apretalo con los labios.

Pato no podía responderle, pero se empeñaba en la tarea, además posaba para las fotos de Lu. Una foto de la mamada que vi al rato en el televisor me reavivó la erección que empezaba a aflojar.

La ciencia de esa mina en la mamada no me dejó mucho tiempo para gozarla, era demasiado estímulo junto, sentir como me la chupaba Pato y ver a Lu que se había desnudado y se pajeaba con ganas, sin recurrir todavía a sus consoladores. Lu gemía, Pato no, tenía toda la boca ocupada.

¡¡Pato, te acabo en la boca, te la lleno de leche!!

No hubo respuesta verbal, se la metió entera moviendo la cabeza en un frenético vaivén.

Me descargué allí adentro, no dejó escapar nada. Entre las dos me limpiaron la verga hasta dejarla reluciente, pero un poco blanda ya.

Me desnudé yo ahora. Pato lo hizo en el baño, volvió vistiendo sólo una tanga ridícula, eran unas tiras cruzadas extrañamente que no ocultaban nada, pero eran extrañamente sensuales.

Confirmé su escasez de muslos, la calidad de su culo y dos tatuajes (imposible saber si eran permanentes o transitorios) uno sobre su ingle izquierda con forma de iguana, y otro en la alta espalda que era como una guarda.

No había vello en su concha ni en los alrededores. La atraje hacia mí para poder regalarme tocando lo que se ponía a mi alcance. Las tetas eran una delicia, grandes y duras, con aréolas marcadas y pezones erectos.

Mi boca se solazaba chupando, mordiendo, tirando. Mi derecha se dedicaba a la concha, abriendo los labios, estimulando un clítoris grande y duro. Con la izquierda acariciaba el culo, probaba el ano estrecho con un dedo.

Pato temblaba y gritaba.

Basta Papi, cogeme de una vez. Necesito carne adentro, ponémela toda, no me tengas compasión, rompeme, partime al medio.

Deliraba de caliente, yo podía esperar, ya había acabado una vez. Pero no soy cruel, no me gusta que las mujeres sufran más de lo preciso.

Me tendí boca arriba, la monté y dejé que ella misma se penetrara a su gusto. Corrió las tiras de su remedo de tanga y se fue dejando caer sobre mi poronga que entraba muy ajustada en su cachucha cálida

Lu, con un consolador de 20 centímetros asomando de su concha, le daba a la cámara.

La pendeja me cabalgaba como si estuviera por acabarse el mundo. Yo ayudaba con golpes de caderas. Mi verga aprisionada en un canal estrecho me hacía gozar lo indecible.

Cuando miré la foto anterior en el televisor se me antojó más el ano de Pato, pero para eso faltaba todavía.

Ya me había olvidado de la falta de muslos, prendido del culo guiaba los movimientos. Pato gritaba como poseída.

Más Papi, más, toda adentro, me duele pero me gusta. ¡¡Qué poronga Papi!! Estoy repleta de carne humana. Cogeme más fuerte. AGHHH. No pares movete. Dame duro.

Se la metía entera hasta el fondo, chocaba con el cuello de su útero. Se la sacaba casi toda, y vuelta a ponerla en su maravilloso lugar.

La concha de Pato denotaba poco uso, estaba muy caliente y húmeda, y apretaba a la perfección mi tranca. Era indescriptible mi placer cuando la deslizaba dentro de su vía de gozo.

No tardaron en llegar los orgasmos de ella. Se estremecía, vibraba como las cuerdas de una guitarra bien ejecutada. Se volcó sobre mí apretando sus tetas en mi pecho.

Papi me estás haciendo acabar a cada rato. Sos un tigre cogiendo. Seguí, seguí, no vayas a parar. No acabes todavía, esto es muy lindo. Me estás haciendo gozar como diez yeguas juntas. Gracias Lu por tu regalo. Guacha puta, vos lo tenés todos los días.

Lu no atendía, estaba acabando con su verga artificial bien metida.

Yo sí atendía a mi placer y a controlar mi eyaculación. No quería dejar a Pato sin todos los orgasmos que quisiera tener.

Pero no hay bien que dure cien años, y me vi forzado a soltar mi leche en la concha de Pato que la recibió con otro orgasmo y más gritos de placer.

DESCANSO, y ahora helados. Las chicas de frutas, yo un postre Ederra (postre de origen vasco, crema americana, nueces y whisky). Las nueces son buenas aliadas de los cogedores compulsivos.

Un tiempo de relax, tirar a la mierda las tiras extrañas de la seudo tanga de Pato.

Pedirle a Lu que le hiciera un enema mientras yo descansaba.

Al volver las chicas del baño Pato ya sabía que el próximo plato del menú era su culito virgen. Lo demostraba con su carita de susto.

Papi ¿no me vas a hacer doler?

Vos relajate y confiá en mí.

Pero me hiciste doler la concha, mi culo debe ser más estrecho.

Y... sí... te va a doler un poco. Pero vas a aprender algo muy útil para tu vida futura. Tal vez hoy me vas a putear, pero con el tiempo me lo vas a agradecer.

Lu siempre fue la asistente más eficaz para estrenar un culo. La pusimos boca abajo, con el culo apenas levantado, así le chupé la concha primero hasta hacerla acabar, era infatigable esa mina. Mi lengua subió hasta su ano ya con los cachetes separados por Lu, se lo lamí, se lo chupé, pero no pude penetrarlo con mi lengua, lo mantenía muy cerrado.

Lu desató su costado lésbico y la besó en la boca, eso la relajó un tanto, le chupó las tetas y más relajamiento.

Mucho gel lubricante en el culito estrecho, un dedo mío y otro dedo de Lu iniciaron la necesaria dilatación. Mi otra mano en el clítoris le daba tranquilidad y placer. El trabajo llevó su buen tiempo, pero logró su objetivo.

El anillo rugoso ya se veía dilatado. La puse en cuatro patas y le acerqué la punta sujetándola por las caderas.

Al tocar el ano con mi verga sentí un calor intenso que emanaba de ese culito tan deseado. Pato se estremeció e intentó quitarse, no se lo permití. Empujé suavemente, mi glande se insinuó en su interior. Lu le empezó a chupar la concha, eso la distrajo y la relajó. Otra embestida y le entró la cabeza.

Papi, me estás reventando el culo. Por favor pará. Me duele mucho.

Nena, esto recién empieza. Todavía no te puse nada. Relajate y aguantá, lo bueno viene después.

Lu, vieja conocedora de estas lides, se alejó y aprontó la cámara. Mis dedos reemplazaron muy mal la lengua de Lu en la concha de Pato.

Ya con tres cuartos de verga dentro de ese culo estrecho me distrajo un flash. Miré de reojo a Lu que disparaba la cámara, esta vez sin consolador en su concha.

Mi pordiosera se movía dentro del recto apretado de la minita. Ella se quejaba de dolor. Yo iba y venía con movimientos cortos. Mis bolas agotadas golpeaban sobre la parte baja de su concha. Con los dedos le tallaba el clítoris para relajarla y hacerla mover.

Tiempo y esfuerzo hicieron el resto, Pato se amoldó a la poronga invasora, y su calentura la hizo moverse. Tímidamente al principio, más vehementemente luego. Me estrangulaba la pija con su anillo muscular, pero era una asfixia deliciosa.

Un culo bien lubricado es mejor que una concha. Es más estrecho y más rugoso, una verga sensible lo aprecia en cada centímetro. Sumemos el placer que dan las manos recorriendo todo el cuerpo, deteniéndose en las tetas, en las cachas, en la concha.

Así comprenderán los lectores por qué no aguanté más de diez minutos sin eyacular copiosamente.

Se la saqué cuando empezaba a ablandarse. Lu corrió a chuparla para tragar los restos de semen. Merecía mi pendeja que volviera a comerle la cachucha, estaba tan caliente que apenas le rocé el clítoris con mi lengua inició una de sus consabidas cadenas de orgasmos.

Pato despatarrada seguía gimiendo, no sé si tuvo más orgasmos sola, por los sonidos que emitía me pareció que sí.

Se imponía una nueva pausa. Volvimos a picotear alguna comida con más vino. Me di una ducha rápida, solo en el baño.

Las chicas se ducharon juntas. Y no quiero saber qué pasó en ese tiempo. Tardaron demasiado, pero aproveché para descansar.

La tarde continuó. A Pato no había con qué conformarla, pidió una de misionero, era la que más conocía y le gustaba. Y en verdad la vieja y conocida posición sigue siendo efectiva, la penetración es completa, el contacto muy estrecho, y es un regalo para la vista poder mirar las tetas y los ojos de la compañera de cama.

Lu volvió a penetrarse con su verga de látex, y con la cámara alerta.

Pato merecía aprender alguna posición nueva que le diera mucho placer. La chica estaba muy bien provista y era muy caliente. Pero apenas si había cogido con pendejos de su edad, que ni se preocupaban por el placer de su pareja. Los jóvenes son egoístas en el sexo, pocos de ellos saben retener su eyaculación hasta sentir los orgasmos de su compañera de cama. Tampoco conocen mucho más allá del misionero y el perrito.

Plif Plaf, te toco las tetas, te toco el culo, te la meto, acabo y adiós.

Me surgió mi vocación docente. Me coloqué boca arriba, sin palabras la puse a Pato montada sobre mis piernas mirando hacia mis pies. Entendió inmediatamente que debía meterse mi verga en la concha en esa posición, y lo hizo presta.

Es una buena posición para ambos, el contacto pija concha es muy íntimo. Le permite al hombre acariciar las nalgas, y si se esfuerza un poco puede amasar las tetas y estimular más el clítoris de su pareja.

Lu disparaba la cámara.

Es una buena pose para llegar al ignoto punto G.

A juzgar por los continuos orgasmos de Pato, creo que se lo rocé con alguna parte de mi poronga.

Cuando vi la foto ampliada me convencí de que así había sido. La expresión de su rostro no me permitía dudar que estaba gozando como una yegua puta bien cogida.

No pude llenarle la concha de leche, apenas si me quedaban unas pocas gotas, se las di todas.

Las dos pendejas hicieron prolijamente la tarea de limpieza sobre mi pobre verga que estaba reducida a un pobre pedazo de trapo.

Y ya eran las ocho de la noche.

Marta tendría que conformarse con una buena sesión de dedos y lengua, por fortuna no es exigente, con un par de orgasmos se duerme en paz.

Lu y yo nos vestimos para salir, mi pendeja le dejó en préstamo un dildo a Pato.

Pensé que a esa minita no la iba a volver a coger. Haría peligrar mi relación con Lu que me calentaba demasiado, aunque no la tendiera en la medida de sus expectativas.

Ya volviendo en el auto me encaró enojada.

Para mí ni un polvito, apenas me la chupaste.

¿Acabaste o no?

Sí acabé, pero sin verga. Pura lengua

Bebita, mañana es un nuevo día.

Mañana cuando se vaya mi vieja me vas a tener que coger dos veces.

Sí querida, por la concha y por el culito.

Vos siempre sacando ventaja de mi debilidad

Y vos de la mía.

Y así siguió mi vida, en el duro oficio de coger. Quizás en poco tiempo me haga monje franciscano para poder descansar unos años. Después cuelgo los hábitos, o simplemente me los levanto un poco, y a coger nuevamente con bríos renovados.

Sergio.

Quedo a la espera de los amigos terribleros. Y por supuesto de los buenos amigos que valoran y comentan.

Para quienes quieran leer más relatos míos, mi nick es Mango, el único Mango con 48 relatos en la página.

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