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Las chicas del colegio (2: Zulma)

en Hetero: General

LAS CHICAS DEL COLEGIO 2 Zulma

Recomiendo leer el relato anterior de esta serie en :http://www.todorelatos.com/relato/48466/

 

En la fecha precisa Zulma volvió al consultorio con sus análisis. Todo estaba en orden.

Me invitóa su cumpleaños N° 19, que era al día siguiente. Se reunirían unos pocos amigos y familiares en la casa de sus padres.

El día de mi cumpleaños es muy especial para mí y quiero que me acompañes.

Pero no voy a conocer a nadie.

¿Cómo no? estarán mis amigas que ya conocés.

Bien Zulmita, no puedo negarme .

Quiero aclarar que Zulma es un bello ejemplar de mujer. Alta como de 1,75 mts., de piel olivácea, pelo a los hombros, unos ojos enormes muy negros. Y una figura privilegiada, busto mediano, caderas amplias y ondulantes, una grupa de ensueño. Y unas piernas diseñadas por Lautrec, largas y bien formadas, muslos rotundos y esbeltos. Un sueño de mujer.

Sabía que su padre es un poderoso industrial vitivinícola de Mendoza. Pero no me imaginaba la mansión que se gastaba en una zona exclusiva.

Personalmente elegí un conjunto de gargantilla, pulsera y aros, de puro oro y piedras auténticas para llevarle de regalo de cumpleaños. Por la noche me vestí de elegante sport y partí hacia la fiesta.

Me deslumbró la casa, Don Rachid (Ramón) había resistido a la tentación de construírse un palacio de las mil y una noches, pero su vivienda no le iba en zaga a las mansiones de los emires de Kuwait, aunque en estilo moderno que no desentonaba con el resto del entorno.

Zulma me recibió con dos besos en las mejillas, muy cerca de mi boca, estaba deslumbrante, con un vestido suelto de una suerte de gasa semi transparente que destacaba todos y cada uno de sus encantos.

Me presentó primero a su padre, un robusto jeque del desierto con enormes bigotes negros.

Luego a su madre, un sueño en colores, apenas más alta que Zulma, y de cuerpo más rotundo y delineado que el de la hija.

Le di la bolsita de terciopelo con mi regalo y corrió hacia sus amigas para mostrarlo. Las cuatro chicas se me acercaron riendo.

Sergio ¡es un sueño tu regalo! no debiste gastar tanto, te debe haber costado una fortuna.

No podía regalarte algo que no estuviera a la altura de tu belleza

Todas rieron de mi cumplido y me llevaron hacia la fiesta. Me presentaban a jóvenes y adultos con un dejo de orgullo. Ellas eran las amigas del conocido médico.

El servicio era insuperable, las especialidades de la cocina árabe alternaban con los más deliciosos platillos internacionales.

¡Y el vino! ¡Ah el vino! Néctar de Ganímedes, un Malbec que Don Rachid elaboraba para su consumo personal.

El personal de servicio iba ataviado a la usanza de los nómades del desierto. Los hombres de beduínos, las mujeres de odaliscas mostrando sus vientres planos, sus pechos que pugnaban por huir de los corpiños, y unas piernas apenas veladas por ropas transparentes que se abrían al caminar.

Me integré a un corrillo con mis amigas y otras niñas, casi todas con la belleza de su juventud pletórica. Departimos amablemente. El ambiente estaba impregnado de una sensualidad especial. Debí hacer un esfuerzo de control para no exhibir una erección que sería fácil de advertir, dados lo ligero de la tela de mi pantalón, y el considerable tamaño de mis atributos.

Pronto nos convocaron a la mesa, los sitios estaban determinados de antemano. Zulma ocupó la cabecera, a su derecha Don Rachid, a su izquierda su madre, Fátima, ya a continuación de esta yo.

El menú era francamente levantino, el pan de pita tibio, envuelto en delicados paños de linón, era renovado constantemente para mantenerlo a la temperatura adecuada.

Baba Ghannouj, Zaaluk, Tzatziki, Hummus bi tahina, Borek relleno de champiñones y panceta, Niños envueltos en hojas de parra, el delicioso Keppe en sus variantes, crudo y cocido. Ensalada Tabule, Rqaqat jibneh, Tagine" de carne de cordero con ciruelas secas , y…

Fátima me observaba comer con tanto gusto que no pudo menos que hacerme un comentario, que sirvió también para iniciar un diálogo.

¿Le gusta nuestra cocina?

Me enloquece Señora, cada vez que puedo voy a comer a algún restaurante árabe. Pero ninguno supera su cocina.

Yo misma supervisé la preparación de todo. Nos gusta que nuestros invitados aprecien nuestra comida.

Soy su más rendido admirador Señora. Su cocina solamente es superada por su belleza.

Cuando quiera cocinaré personalmente para Usted Doctor.

Sería demasiada atención, no lo merezco.

Sí lo merece, Zulmita me contó que fue a su consultorio. Tenía un problemita de salud, y no le cae simpática la Doctora que la atiende, una amiga mía.

Le resultará extraño que haya hecho amistad con las chicas. Pero estas cosas se dan por pura casualidad.

No me extraña nada, usted también es joven. Queremos que la siga atendiendo, le tiene mucha confianza. Y me gustaría que además me atienda a mí.

Será un placer Señora.

La cena transcurría plácidamente, la charla con Fátima era muy agradable. Los postres exquisitos, con muchas nueces y almendras de poderoso efecto afrodisíaco.

El champagne de la bodega de Don Rachid, otro néctar. Los brindis y luego el baile.

Un buen disc jockey ponía música actual. Bailé primero con Zulma, luego con Fátima, y más tarde con todas las niñas de la mesa del bar.

En un momento noté que Fátima y Zulma habían desaparecido. Un repique de tambores me quitó la incógnita, música árabe, madre e hija aparecieron ataviadas de odaliscas, comenzaron su danza.

Eran dos bellezas meciéndose al ritmo sensual de la música. Una joven en todo el esplendor de la adolescencia. La otra con el encanto de la madurez. Ondulaban sus caderas generosas en movimientos aparentemente imposibles. Se bamboleaban sus pechos en el frenesí de la danza.

Por fortuna estaba yo sentado. De haber estado de pie me hubiera sido imposible disimular la erección que ostentaba.

Acabada la danza ambas Diosas se retiraron , para volver a poco, de nuevo con sus ropas occidentales. Volvió la música actual.

Zulma me acaparó como compañero de baile. La música era suave, permitía conversar.

Sergio, ¿pensaste en lo que hablamos?

¿En qué linda?

En lo de hacerlo con vos. Quiero tener una experiencia que supere a la primera. Con Eduardo estuvo bien, pero en un auto, apurados ambos, mi primera vez, mis nervios…

Zulmita, me encantaría hacerlo con vos, pero no quiero que sea apresurado. Es necesario que lo pienses muy bien.

Ya lo he estado pensando desde hace días, quiero que sea con vos y lo más pronto posible, estoy muy caliente.

Ahora no podemos querida. Estamos en tu cumpleaños.

Sí podemos, Claudia me hace la pata. Ella se va mañana temprano a Mar del Plata, le decimos a mis padres que voy con ella unos días, los que vos quieras, y nos vamos a alguna parte para estar juntitos. Salimos de acá mismo, cuando termine la fiesta.

No pude resistirme a tan excitante propuesta. Le propuse que fuéramos a mi casa y aceptó encantada.

Al concluir la fiesta Zulma se cambió la ropa, apareció de pantalones y con un bolso. Adujo que dormiría en lo de Claudia para partir muy temprano hacia la playa.

Me ofrecí a llevarlas. Nos despedimos de todos y montamos en mi auto.

Dejamos a Claudia en su casa y marchamos a la mía.

Qué linda casa, se ve que la medicina es un buen negocio.

Para mí es una vocación, linda. No oculto que me gusta vivir bien.

Subimos al dormitorio, Yolanda, mi ama de llaves, escuchó nuestra llegada y, con su discreció habitual, llamó por el interno para preguntar si necesitaba algo. Le respondí que no, ya habíamos comido y bebido lo suficiente, además era muy tarde. Sabía que podía dejar todo en manos de Yolanda, que al día siguiente a la hora que nos despertáramos estaría listo un desayuno reconstituyente.

Zulma se sorprendió con mi dormitorio, con la cama de medidas especiales, con los cuadros, con la música suave que no se notaba de donde salía.

La abracé y juntamos nuestras bocas, su lengua se enredó con la mía. Sabía besar la mocosa, se lo dije:

¡Qué beso más rico nena! sos una experta.

Es lo único que he practicado, el resto me lo vas a tener que enseñar vos.

Espero que seas una alumna aplicada.

Vos decime lo que tengo que hacer y yo lo hago.

Primero al diablo con esta ropa.

¿Así, sin apagar la luz?

Chiquita, para algo tenemos los ojos.

 

La fui desnudando lentamente, recreaba mi vista con ese cuerpo. Salió la blusa, el pantalón, las sandalias. Yo me quedé en slip.

Así nos fuimos a la cama donde seguimos la sesión de besos. Aunque estaba cansado y con sueño no quería apresurar nada. Evalué sus tetas por sobre el soutien, algo más grandes que mis manos, pesadas y firmes. La piel de sus brazos y de su vientre era muy suave y cálida. La de sus muslos igual.

Con delicadeza le quité la tanga, el culo me resultó de maravillas, redondo y duro. Desabroché y saqué el soutien, sus pezones estaba duros como carozos de damasco, los chupé, los mordí, los lamí con fruición.

Exploré su concha con mis dedos, encontré su endurecido clítoris. Gimió cuando lo acaricié, estaba mojada.

Abrí sus muslos y coloqué mi cabeza entre ellos. Mi lengua fue a cumplir su delicada tarea, viajaba por la divina concha, entraba, salía, se detenía en el botoncito rígido.

Mis manos paseaban por muslos, culo, vientre… caraiciando, apretando las carnes turgentes.

El primer orgasmo no tardó en llegar. Y fue el primero de una extensa serie.

Le comí la concha por unos treinta minutos.

Me quité el slip liberando mi poronga que lucía en todo su esplendor.

Sergio, ¡qué grande! ¡qué linda! , pero me va a doler.

Nada te va a doler pequeña, vamos a ir con cuidado. Primero tocala para reconocerla y hacerte amiga de ella.

Con algo de miedo y timidez la tomó con una mano, la recorrió entera, la apretó un poco.

- Ahora chupala preciosa.

No sé, creo que me da cosa.

Vamos sé buena alumna, yo te explico cómo se hace.

La acercó a su boca, la miraba con aprensión, separó los labios y se introdujo la puntita. Le indiqué que me la rozara con la lengua, lo hizo y empezó a soltarse.

Con mucho gusto estaba impartiendo mi enésima lección de mamada.

Zulma no llegaba a niveles eficientes, pero la visión de su cuerpo en leves movimientos me ponía muy caliente.

No quise en su primera vez eyacular dentro de su boca, ya habría tiempo. Me limité a dejar que me la chupara un rato mientras me preparaba para el plato siguiente.

Tendido a su lado volví a abrazarla muy fuerte, sentía su cuerpo entero pegado al mío, eso me ponía a mil. Acariciaba su espalda hasta que ya no era más espalda. Ese culo era realmente un prodigio. Lentamente la fui poniendo boca arriba y abrí sus piernas, me ubiqué en el delta de su cuerpo con la verga dura apuntando a su concha. La guié con la mano hasta tocar sus labios vaginales. Le pedí que se aflojara porque la iba a coger, no logró relajarse del todo, un cierto temor se lo impedía.

Dale, cogeme ya. No importa si me duele. Estoy muy caliente. Quiero que me la pongas toda.

Chiquita, aguantá si te duele un poco, será sólo un momento.

La fui penetrando tramo a tramo, su vagina era un mar de fluídos, pero estaba muy estrecha para mi verga que entraba con dificultad, con un enorme placer para mí, y con los quejidos de ella. –No hay placer sin dolor.- le dije mientras le introducía otros centímetros más. Cuando mis huevos se posaron en el bello culo me detuve.

¿Te duele todavía?

Sí Sergio, es muy grande tu verga. Pero ya me duele menos.

Quedate así quieta hasta que no te duela nada.

Tenso me mantenía tratando de no cargarle mi peso. Mi tranca estaba a sus anchas en la estrecha cárcel. Apretando los múculos de mi esfínter conseguía leves movimientos del miembro que la excitaban. Se movió un poquito, apenas, ya no le dolía casi.

Ahora mové la pelvis como cuando bailás árabe.

Si Papi, ¡cómo me gusta que me cojas!

No te estoy cogiendo yo solo. Estamos cogiendo los dos.

El vaivén de sus caderas me llevaba al paraíso de Mahoma. Estaba cogiendo con una hurí espléndida. Sola tomó el ritmo adecuado, la verga se desplazaba en su dorada prisión con delicados movimientos de mete y saca. Desaforada se movía, se arqueaba entera, gritaba, gemía, gozaba como la hembra caliente que era, un orgasmo tras otro, o quizás un solo orgasmo muy prolongado.

Zulma había empezado a tomar anovulatorios que le receté con doble propósito, regularizar su ciclo y poder cogerla tranquilo sin condón.

Más, quiero más, más fuerte Papi. Más adentro.

Mi niña, te estoy dando todo lo que tengo.

Tu leche quiero. Dame toda tu lechita caliente.

Sacamela vos mi amor. Es toda tuya si me la sacás.

Sí mi vida, te la saco y me la quedo para mí.

Ahhhh, tomá turquita, toda para vos.

Y me derramé en sus entrañas. Una eyaculación copiosa. Gocé como pocas veces con ese polvo.

Me quedé mirándola, no podía creer que me había cogido una mujer tan hermosa y tan caliente.

Había quedado derrengada por el placer. Encendí un cigarrillo para darle tiempo a recuperarse. Las primeras luces del alba se insinuaban tras las cortinas de la ventana. Pronto amanecería, no quería dormirme sin dejar las tareas concluídas, eso me iba a facilitar un día siguiente sin sobresaltos.

Muñeca, te la quiero poner por el culo.

Estás loco, me vas a matar.

Ninguna mujer ha muerto porque le hagan el chiquito.

Pero la tenés muy grande. Me costó por la concha, por el culo no la voy a soportar.

Linda, probamos. Sabés que te voy a cuidar, no te dolerá más de lo estrictamente necesario. Después me lo vas a agradecer.

Y… bueno, probemos. Estoy muy caliente todavía. Pero si me duele mucho dejamos.

Preparé la enema en mi baño, la llamé y se la puse, previa explicación de su cometido. La dejé evacuando y preparé los elementos.

Nos duchamos juntos y se me paró de nuevo.

La llevé a la cama sin dejar que viera lo que había a un costado, la coloqué boca abajo con una almohada bajo el vientre para que el culo se parara. Con un pomo de gel lubricante que había traído de Francia procedí a untarla. El pomo venía con una canulita para introducirla en el recto y poder llegar a todo el interior. Le volqué una buena cantidad, desparramé algo más sobre su ano y probé con mi índice derecho, entró ajustado, pero no se quejó.

Era el momento de estrenar mi nuevo artificio. Un mes atrás mi colega español José Amionda me había obsequiado un pequeño dilatador anal progresivo. Se trata de un artefacto de látex rígido, fino en su extremo, que se va engrosando con curvas hasta alcanzar un diámetro apenas menor que el de mi verga. Las curvas hacen que sea difícil expulsarlo.

Sin que Zulma me viera tomé el aparato y lo apunté a su anito, el primer tramo es como mi dedo meñique y entró sin esfuerzo ni sacrificio. Jugué un tanto con esa puntita adentro. Con la otra mano me dediqué a su clítoris para distraerla. Como al descuido empujé el segundo tramo, allí sí lo sintió y respingó, pero aún no le dolía.

El tramo siguiente le sacó un grito de dolor. No debió ser demasiado porque no dijo nada. Se lo dejé allí puesto y seguí trabajando su concha. La acariciaba hasta donde llegaba mi brazo libre. Sentí el orgasmo que provocaron mis dedos. Era tiempo de continuar, el ano había empezado a dilatar por lo que el tramo que vino no fue doloroso. Ser paciente y esperar es el secreto del buen cogedor.

Me llevó su tiempo introducir el juguete entero en el culo de Zulma. Me calentaba al extremo ver la base asomando entre las dos esferas perfectas de las nalgas. Lo dejé allí todavía un rato más.

Cuando lo saqué suavemente el ano se veía bien dilatado. No lo dejé cerrar y empecé a introducir mi verga. Esta vez el grito fue franco y declarado.

Me reventás Papi, sacala.

Aguanta un poco, es un instante.- Le dije sin dejar de entrar en esa belleza de culo.

Mis huevos rozaban el extremo inferior de su concha, ya la tenía toda adentro. Me recargué un poco sobre ella. Mi diestra volvió al clítoris a su preciada tarea.

A poco Zulma empezó a moverse, seguro que llevada por el placer que le daba mi mano. Y yo a bombear en su culo.

Pronto la danza árabe estaba nuevamente en vigencia. Indescriptible cómo gozaba yo, el recto me apretaba la verga que apenas podía moverse dentro. Notaba cada rugosidad, cada pliegue. Percibía el calor intenso que emanaba de cada tramo.

Ignoro si el único orgasmo de Zulma con esta penetración anal fue fruto de mi verga en su culo, o de mis dedos en su concha. Lo cierto es que gozó.

¡Y yo también! ¡Y cómo! Cuando ya no daba un centavo por el contenido de mis huevos estalle en una eyaculación de marinero embarcado por meses.

Casi sin hablar nos quedamos dormidos, el sol ya estaba alto.

Los dos días subsiguientes fueron de gloria. Quizás no valga la pena relatarlos, muy poco de nuevo hubo en ellos. Apenas enseñarle a Zulma a beber mi semen, le resultó sabroso.

Hoy la niña es una mujer bellísima, estudiante aventajada de Administración de Empresas. Tiene su novio formal, lo que no es óbice para que cada tanto repitamos alguna sesión de sexo.

Hay más, quedan las tres amigas, y… Fátima…

Después de las fiestas trataré de volcar esas experiencias.

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO A TODOS LOS LECTORES DE TR.

Sergio.

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