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Las chicas del colegio

en Hetero: Primera vez

LAS CHICAS DEL COLEGIO

Por las tardes acostumbraba a hacer una pausa en mis tareas para caminar sin rumbo unos cuantos minutos.

Así lograba relajar un tanto la tensión, distraerme y mover un poco mis músculos contracturados por el sedentarismo de mi trabajo.

Adquirí el hábito, luego de mi caminata, de sentarme en un bar frente a una plaza. En invierno en el interior y en verano en la vereda. Desde allí contemplaba el verde de los árboles y el derroche de color de las flores, cuando las había.

Bebía un café, o una gaseosa, a veces una bebida alcohólica y sobrevolaba algún periódico o una revista..

En el primer marzo de mi costumbre advertí que la hora de mi recreo cotidiano coincidía con la de salida de un colegio secundario cercano.

Me entretenía mirando a los jóvenes que alegraban la tarde con su bullicio. El colegio, aunque confesional, era mixto. Chicos y chicas recorrían las veredas entre gritos y chanzas, se estacionaban en la plaza ocupando algunos sus bancos.

En septiembre, primavera en mi hemisferio, pasé a ocupar una mesa en la vereda. Y a prestar mayor atención a la muchachada alegre que me invadía cada tarde.

Desde primero a quinto año el espectro de edades era variado, fluctuaba entre los once y los diecinueve años, según cada uno había hecho algún grado libre o había repetido algún curso.

En los varones los había de muy niños a robustos mocetones, que debían afeitarse a diario ya desde años atrás.

Niñas... desde pequeñitas con piernas de escarbadientes hasta adolescentes que era menester mirar con detenimiento.

Como a veces las veía al dirigirse al colegio noté que a la salida algunas chicas recogían las polleras de sus uniformes, arrollándolas en la cintura, para poder así exhibir el nacimiento de sus muslos.

La temperatura reinante había borrado los abrigos, las niñas sólo llevaban sus camisas blancas de mangas largas.

Veía pechos planos como tablas, senos que apenas se insinuaban, y también bustos destacados.

Confieso que algunas se llevaban mis ojos prendidos a sus grupas ondulantes. Y en mi cerebro aparecían pensamientos lúbricos que pronto desechaba.

Eran muy niñas, y yo un respetable señor mayor.

A pesar de eso ya tenía cuatro o cinco bien observadas y catalogadas.

Los alumnos se distribuían, caminando algunos por la plaza y otros por la vereda del bar, estos pasaban a centímetros de mi silla.

Una tarde, sin proponérmelo, se me escapó un tímido saludo que fue respondido por todos los chicos del grupo al que fue dirigido.

El saludo se repitió cada tarde, hasta que en una ocasión me sorprendió el saludo de un chico:

Adiós Doctor.

Al día siguiente encaré al chico y le pregunté:

¿Cómo sabés que soy doctor?

Porque Usted atiende a mi mamá.

¿Y cómo se llama tu mamá?

Andrea Kónig de Hernández.

¿Cómo no recordar a Andrea? un bello ejemplar de teutona (descendiente de alemanes, lo aclaro por los malpensados), paciente mía desde cinco años atrás, visitaba mi consultorio cada seis meses.

Iniciado el diálogo no vacilé en invitarlos a tomar algo fresco, era una tarde muy calurosa, aceptaron todos. Las chicas pidieron gaseosas y los chicos cerveza, las bebidas alcohólicas, aunque fuera sólo la inocente cerveza, se la expendían a los menores siempre y cuando estuvieran acompañados por algún mayor.

El caso es que allí estaba yo rodeado por siete jóvenes, tres varones y cuatro niñas. Entre las niñas había tres de las que ya había catalogado como comestibles.

Al enterarse de que yo era ginecólogo las niñas hicieron algunas preguntas elementales, cohibidas por la presencia de los varones.

Pero pocos días después urdieron la manera de presentarse las cuatro niñas solas. Susy, Malena, Zulma y Claudia. Estaban ávidas por saber cosas de sí mismas.

¿ No tienen en el colegio materias que expliquen estas cosas?

Para nada doctor, en anatomía vemos el aparato reproductor muy por encima, casi nada.- Contestó Susy.

Y Educación Sexual en un instituto religioso ni soñarlo.- Agregó Zulma, una bella descendiente de árabes.

¿Qué es la procreación responsable?.- Disparó Malena.

¿Y la fertilización asistida?- Preguntó Claudia.

Desde esa tarde pasé algo más de una hora cada día instruyendo a las chicas, que siempre se sentaban a mi mesa solas. Habían convencido a los varones de que tenían que estar a solas con el doctor para plantearle cosas de mujeres.

Las charlas no eran más que las que tenía habitualmente en el consultorio cuando las madres me traían sus hijas para el primer examen ginecológico. A sabiendas de que la instrucción del colegio y la del hogar eran siempre insuficientes me explayaba informándolas sobre los cuidados que debían prodigarse y las conductas adecuadas a seguir. Muchas madres se escandalizaban cuando recomendaba que si tenían relaciones sexuales con algún chico debían usar un preservativo.

Doctor, mi hija no es de esas.

Pero siempre es bueno saberlo señora.

El desconocimiento y la candidez de estas niñas eran conmovedores. Susy, la más feíta , la más estudiosa y la menor de todas, creía que si la besaban en la boca estaría en riesgo de embarazo. Cuando lo dijo las demás estallaron en una rotunda carcajada. La crueldad de la juventud es extrema.

No te preocupes Susy, con esos anteojos culo de sifón, y esos hierros en la boca, no corrés riesgo de que te besen.- Le escupió Malena agresiva.

Tampoco vas a tener tiempo para eso, siempre estás estudiando. Hiciste dos cursos libres. - Le dijo Zulma.

Estudio para que no me pase como a ustedes tres que repitieron segundo.- Se defendió Susy atacando.

Chicas, no peleen.- Intervine.- A la edad de ustedes es mejor estudiar que andar tonteando con chicos.

Al tiempo de estar manteniendo estas charlas con mis amiguitas ya iba llegando el tiempo de finalización de las clases. Las chicas estaban preocupadas por sus materias, tratando de zafar del examen.

Pero noté que en la cara de Zulma había una preocupación adicional.

Una tarde a finales de noviembre, cuando ya estábamos a punto de levantarnos, se decidió a dar el paso que hace días quería dar.

Vayan ustedes chicas, yo tengo que hablar a solas con el doctor.

Quedamos solos, pero no se animaba a empezar.

Vamos Zulma ¿qué te pasa?

Necesito verlo en su consultorio.

Bien, pedí un turno y andá.

Es que no puedo pagar su consulta, y no quiero decirles nada a mis padres.

Pero debés tener un ginecólogo que te atienda.

Sí, pero es una doctora, y es amiga de mi mamá, le va a contar todo antes de que llegue de vuelta a mi casa.

Bueno, no te preocupes, mañana cuando termine nuestra charla yo sigo para la clínica, a tres cuadras de aquí. Desprendete de tus amigas y andá a verme, te hago un espacio en la consulta.

Gracias Sergio.- Me dijo nombrándome por primera vez.

Al día siguiente se presentó, mi secretaria ya estaba advertida y la hizo esperar un rato. Una paciente avisó que no podía concurrir a su horario pero que vendría si podía atenderla a ultima hora. En ese hueco entró Zulma al consultorio.

A ver Zulma, ¿qué te anda pasando?

La chica se largó a llorar, y entre sollozos balbuceó.

Tengo miedo doctor, creo que estoy embarazada. Tuve relaciones con un chico, sin cuidarnos, y hace cuatro días que debía haber llegado mi menstruación.

Eso lo sabremos enseguida.

¿Cómo? - Interrogó con los ojazos como platos.

Con un sencillo test. Tomá, en esta caja hay una cintita, andá al baño y mojala con tu pis, enseguida me la traés.

Temblando por el susto se dirigió al baño. Al momento salió con la cinta entre sus dedos. No me hacía falta comparar el color con la tabla, hacía varios de esos tests cada día.

Quedate tranquila nena, no estás embarazada. Igual te voy a dar una pastilla para regularizarte.

Ay Sergio, no sabe cuanto le agradezco, estaba tan preocupada con esto.

Bueno, ahora me vas a hacer vos un favor. Quiero que me tutees, a mí me asusta eso de doctor, ya sos mi paciente, y casi todas mis pacientes me tutean.

Gracias por la confianza, desde ahora te trato de ché.

Ahora vamos mejor. Pero cuidate de volver a meter la pata, es muy simple usar un preservativo.

Es que me agarró de sorpresa, fue mi primera vez.

¿Con tu novio?

No, si no tengo novio ahora. Fue un chico que conocí en una disco. Bailamos toda la noche y al salir se ofreció a llevarme en su auto. Pero no fue directo a mi casa, me llevó al Parque San Martín, con la excusa de que el lago artificial se ve muy lindo de noche. Estacionó cerca del lago, no andaba un alma por ahí.

Yo tenía ganas de besarlo, era un chico muy lindo, pero esperé que él tomara la iniciativa.

Me besó y le respondí, pero no paró allí, quería más. Empezó a acariciarme, me besaba el cuello y las orejas. Yo estaba delirando por la excitación. Me metió mano dentro de la blusa para acariciar mis pechos, primero por encima del soutien, luego por dentro. Tengo los pezones muy sensibles, lo había notado antes al masturbarme. Cuando me los apretó entre sus dedos gemí, y esto lo alentó para seguir.

Metió la mano bajo mi pollera y empezó a acariciar mis piernas, desde las rodillas hacia arriba, llegó hasta el borde de mi tanga. Reconozco que yo lo ayudaba moviéndome para que pudiera avanzar, estaba muy excitada.

La pollera ya estaba toda recogida en la cintura, por suerte casi no había luz y podía ver poco, también tenía algo de vergüenza.

Cuando ya estaba casi desnuda, reclinó los dos asientos hasta el final del recorrido, estábamos como en una cama.

Me sacó la tanga y me tocó la vulva, sentí un orgasmo con sus dedos en mi clítoris. Se movió, abrió mis piernas para alcanzar mi vulva con su boca. Ahí mis orgasmos fueron tres. Era un chico muy entendido, seguro que ya lo había hecho varias veces con otras. Se sacó pantalones y calzoncillos, me llevó la mano para que tocara su pene, lo hice apenas, me había entrado el miedo pero seguía más excitada que antes. Me pidió que me lo pusiera en la boca, pero me negué.

Mi negativa lo decidió a intentar otra cosa. Con mucho cariño volvió a abrir mis piernas y se ubicó entre ellas, de frente a mí. Me rozó la vulva con la punta de su pene, le pedí que parara, su cuerpo me impedía cerrar las piernas. También algo muy profundo en mí me decía que las abriera aún más. Mi cabeza era un maremágnum de sentimientos contradictorios. Sabía lo que debía hacer, pero me era imposible hacerlo.

Cuando me puso la cabecita del pene sobre el clítoris abandoné cualquier propósito de resistencia. Estaba muy caliente Sergio, perdoname que te hable así, pero hasta recordarlo me vuelve a calentar.

Me relajé y le pedí que me cogiera. Sí, así como una vulgar puta. En ese momento quería ser la puta de ese chico tan hermoso, que ya más que chico era un hombre de más de veinte años.

Me la fue poniendo poco a poco. Mi conchita, perdón de nuevo por el vocabulario, se iba abriendo al paso de su verga, perdón otra vez, como yo estaba muy mojada él se deslizaba en mi interior sin mucha dificultad, y casi sin dolor.

Hasta que apareció un obstáculo. Gracias a tus enseñanzas sabía que eso era mi himen, el virgo como le decimos nosotras. Hizo un amago de detenerse, pero le pedí:

Seguí, haceme tu mujer, haceme tu hembra, haceme tu puta.

Evidentemente estaba desaforada por la calentura. Me estaba regalando a ese muchacho desconocido hasta horas antes.

Me dolió cuando traspasó mi virgo, pero el placer era inmenso. Me han contado que es poco frecuente que una mujer goce en su primera vez. Pero yo gozaba muchísimo. Sergio ¿seré un caso anormal?

Zulmit.....

Callate y dejame seguir.

Me siguió penetrando con sumo cuidado. Me preguntaba a cada momento si seguía o se detenía. Le gritaba que siguiera, que me la metiera toda. Por suerte hizo lo que le pedía.

Cuando la tuvo entera dentro de mi cuerpo nos hamacamos muy lindo, su verga entraba y salía de mi conchita en un delicioso vaivén. Yo gozaba desde la punta de mis pies hasta el pelo. Me parecía maravilloso, y me preguntaba por qué no empecé antes con alguno de mis novios.

Seguí sintiendo orgasmos, no los conté, pero fueron muchos. Quería que eso no terminara nunca. No se comparaba con los orgasmos que lograba con mis dedos, o con algunos objetos con forma de pija que me había metido antes, siempre cuidando de no romper mi virgo.

Pero lo bueno dura poco. Él acabó y me llenó la concha de leche.

Ahí me maldije por haber cedido tan fácil. Él tenía derecho a pensar que yo era una putita. Y yo estaba en riesgo, al menos, de quedar embarazada.

Cuando su pija se ablandó me la sacó, o se salió sola, era muy tarde. Nos vestimos con dificultad dentro del auto y me llevó a mi casa.

En mi baño me lavé con cuidado, mis muslos eran un enchastre de sangre y semen, pensaba que con eso era suficiente para borrar las huellas y las posibles consecuencias.

Fue tal el delirio que advertí que apenas sabía su nombre " Eduardo". También él sólo sabía mi nombre.

Volví a la disco en la que nos conocimos, pero nunca lo hallé allí.

Ya te dije que mi regla debió presentarse hace cuatro días, al primero me preocupé, al segundo me angustié, al tercero te hable. Hoy al cuarto me sacaste un peso de encima. Gracias Sergio, no sé como devolver tu gentileza.

Pero decime ¿pensás que soy una puta?

Si me dejás hablar te puedo dar mi parecer.- Le respondí.- Ninguna mujer es una puta por haber cogido con un hombre que supo calentarla, y ahora perdoname vos a mí el lenguaje tan poco científico.

 

- Tenés dieciocho años, sos sana, y sos árabe de padre y madre. Las mujeres árabes se distinguen por lo calientes. En sus tierras las reprimen demasiado, no pueden mostrar su cuerpo, ni siquiera su rostro, pero cuando están libres son de lo mejor. He estado con algunas "turquitas", perdoname, pero así las llamamos en este país, y lo sabrás bien, por más que no te guste. Ya sé que los turcos son de la raza amarilla y ustedes son semitas, aunque no les guste porque están artificialamente peleados con los judíosque son sus primos hermanos.

Las "turquitas" que conocí en la cama eran fuego puro. Mujeres ideales, calientes, complacientes. Y, si han practicado danzas árabes, se mueven mejor que nadie. Vos me contaste que integrás el cuerpo de baile de la Sociedad Sirio Libanesa, así que te sabés mover como una diosa. Ese chico debe haber disfrutado mucho de tus encantos. No sabés cuánto lo envidio.

Pero no te cargues de culpas. No hay embarazo. Mañana venite en ayunas al laboratorio de la clínica, voy a dejar indicados algunos análisis para descartar ETS. Y volvé al consultorio en una semana.

Sos mi paciente privilegiada, nunca podría cobrarte un centavo.

Pero vos sos un médico muy caro, sos el mejor de Mendoza.

No te traumes, pero las sociedades internacionales me tienen entre los veinte mejores del mundo. Estoy aquí porque no me interesa demasiado la guita, prefiero la paz. No necesito ganar más de lo que gasto, y no se han inventado las mortajas con bolsillos, ni las cuentas bancarias del más allá.

Sergio estoy caliente de nuevo, y creo que es con vos.

o Zulmita, tengo la sala de espera llena de pacientes que hace rato que esperan. No sé si te deslumbraste o si querés agradecerme de alguna manera. Pero te aseguro que no tenés que agradecerme nada.

o No dudes que me gustaría cogerte, sos una mujer sensacional. Pero prefiero que lo pienses, que proceses todo lo que te ha pasado.

Y si al cabo seguís decidida, pues lo hablaremos. No te voy a coger en tu inconsciencia, te aprecio demasiado para hacer algo así. No te olvides de volver con tus análisis.

Allí terminó la consulta de Zulma. Volvió a la semana con sus análisis. Y volvió a volver.

Pero lo que pasó en todas sus vueltas se los contaré en otros relatos, si es que este les ha gustado.

Saben que los autores de TR nos nutrimos de los comentarios de los lectores. Y en segundo lugar de las valoraciones.

He abandonado series que prometían por falta de estímulos.

La saga de las niñas del colegio tiene muchas experiencias relatables. Me relacioné con cuatro mujeres, cada una con su universo a cuestas.

Invito a mis queridos amigos, los terroristas de TR, a dispensar sus malos y terribles, mejor los "normal", que es una forma inobjetable de bajarte puntos.

En medio de toda la piratería erótica me consuela el estar bien acompañado. Hay otros autores de buenos relatos que sufren los ataques del Al Quaeda de Tr.

Y como "mal de muchos consuelo de tontos" y yo soy tonto, me consuelo con los TERRIBLES de Amionda, y de tantos otros.

Aclaro que si bien soy tonto, ningun@ se agache en mi presencia. No discrimino entre conchas o culos, entre mujeres y hombres. Si a algun@ le toca y le duele, como decimos en mi patria "Anda cantale a Gardel".

Gracias por la paciencia de leerme, a quienes llegaron hasta el final.

Sergio.

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