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Yolanda mi ama de llaves o de.....

en Confesiones

YOLANDA MI AMA DE LLAVES O DE....

Cuando terminaron de construir mi nueva casa, en las afueras de Mendoza, necesitaba alguien que se hiciera cargo de ella.

Le pedí a la Gerente de Recursos Humanos de la clínica que hiciera una selección para que yo entrevistara sólo a las tres postulantes mejor ubicadas

¿Y qué es lo que querés Sergio?

Una mujer que se ocupe de que esté todo limpio, y que yo tenga comida siempre. Que atienda a mis visitas. Y bueno todo el manejo de la casa, que viva allí. Va a tener toda la ayuda necesaria, pero con gente que trabaje sólo durante el día.

En pocos días ya estaban las tres candidatas seleccionadas. Dos señoras mayores, con muy buenas referencias, y una mujer de treinta años. Entrevisté primero a las señoras grandes, y al fin a Yolanda.

Una morocha muy bonita, divorciada, sin hijos. Había servido en la casa de un colega ya jubilado, que dio buenas referencias sobre su desempeño; aunque la despidió con una generosa indemnización.

Como conocía al colega lo llamé por teléfono.

¿Doctor, qué me puede decir de Yolanda Alsina?

Muy buena hijo, limpia, eficiente y servicial.

¿ Por qué la despidió entonces?

A vos te lo puedo contar. Me excitaba demasiado, y como a mí ya no se me para, era un riesgo para mi corazón, que sabés no anda muy bien.

Consideré razonables los argumentos del colega, aunque no soy cardiólogo se que a cierta edad no son buenos los calentones que no se pueden desahogar.

La entrevista con Yolanda fue breve y concisa. Cocinaba cualquier cosa, en cualquier estilo; y conocía el manejo de una casa con un hombre solo.

Yolanda, yo recibo visitas con frecuencia, casi siempre femeninas.

Doctor, soy ciega, sorda y muda.

Y comenzó a trabajar para mí. Era un modelo de capacidad. Mi cama especial estaba siempre limpia y tendida. Había exquisitos platos en el freezer listos para ser calentados en el microondas si aparecía sin avisar que iba a comer en casa. Me esperaba levantada hasta cualquier hora, salvo que le anunciara que no iría a dormir en casa. Reñía con los proveedores para lograr la mejor calidad y el menor precio en bebidas y materia prima para elaborar las comidas. Una verdadera alhaja.

Yo estaba poco en mi casa. Excepto cuando tenía visitas femeninas. En esos casos Yolanda nos atendía con suma discreción, como si no existiera, era una sombra que se deslizaba. Sirviendo comidas y bebidas, retirando platos y copas.

Cuando llegaba solo comenzamos a hablar y a contarnos cosas. Le pedí que me tratara sin ceremonias, yo era Sergio y ella Yolanda. Y nada de usted ni de doctor.

Vos sos como la dueña de esta casa, no tenés que pedir permiso para nada. He visto que disponés todo en la forma exacta que a mí me agrada.

Gracias por tu confianza Sergio.

En la casa había televisores por todos lados. Cada uno con su reproductor de DVD y video cassetes. Además de un complejo sistema de cámaras comandadas desde mi estudio.

Muchas veces al llegar encontré a Yolanda viendo algún programa de TV en la sala; y por momentos me detuve a charlar con ella sobre lo que estaba viendo.

En su cuarto, con baño privado, había instaladas cuatro cámaras que cubrían todos los ángulos y aún el baño. Me gustaba saber qué pasaba en mi casa, en el parque, en la cocina y en todo. Las cámaras de los cuatro dormitorios y las del cuarto de Yolanda estaban conectadas a sendos grabadores de DVD que activaba a mi arbitrio.

Se me ocurrió dejar activa la cámara del cuarto de Yolanda, ya que en las otras no había nadie. Y lo que pasaba en mi dormitorio no le interesaba a nadie más que a mí.

Días después, una noche en que regresé tarde; luego de cenar transferí el comando de las cámaras a mi cuarto, y ya acostado me puse a mirar lo grabado.

Yolanda en la ducha era un espectáculo inigualable. Ya conocía su rostro, sus ojos celestes y grandes, su nariz bien proporcionada, su boca de labios gruesos y sensuales. Pero en la pantalla conocí sus pechos generosos, sus caderas amplias, su culo espléndido, sus piernas esculturales. Con los muslos que me gustan, grandes y macizos con una leve curva al frente.

Luego la vi en su cama desnuda, abriendo las piernas y tocando sus pezones y su concha. Se estaba masturbando. Abría la boca y gemía como si la estuvieran penetrando.

Yo venía de cojer con la Gerente de Recursos Humanos. Y mi verga exhausta apenas si intentó erguirse con la visión. Me dormí inquieto.

Dos días después regresé temprano. Yolanda veía la TV como casi siempre.

Me senté a su lado y hablamos un rato. Ya nuestra confianza era mutua y mucha.-

¿Por qué te divorciaste Yoli?

Ay Sergio, mi ex marido era un obseso y sádico. Le gustaba hacerme doler en cada relación sexual. Y las teníamos cada noche. No aguanté tanto sufrimiento y tan poco placer.

Sí, pero ahora resulta que ya no sufrís más, pero tampoco tenés ningún placer.

Sí, pero lo prefiero.

Esquivó la situación ofreciéndome la cena. Le pedí que cenara conmigo, no lo había hecho aún, y a mí no me gusta nada comer solo. Comió a mi lado y tomó tanto vino como yo.

Luego de los postres le sugerí que viéramos juntos una película. Elegí una que tenía algunas tomas muy sensuales, sin llegar a ser eróticas.

Sentada a mi lado veía con interés el filme, y yo la veía con interés a ella. Con disimulo me acerqué a su cuerpo y pasé un brazo por encima del respaldo del sofá. Nos habíamos servido sendas copas de coñac que bebíamos a sorbos.

Al terminar la película rodeé su hombro con mi brazo y la atraje hacia mí.

No Sergio, no te confundas. Soy tu empleada, y vos mi patrón.

Es que me hacés desearte tanto Yoli.

Mejor mantengamos las cosas en su lugar.

Ante el evidente rechazo a mis pretensiones le di un beso en la mejilla, como hacía siempre, y me retiré vencido a mi dormitorio.

Al llegar encendí todas las cámaras. Primero la vi en la cocina lavando el servicio que habíamos utilizado en la cena.

Luego en su cuarto mientras se desnudaba. En la ducha jabonando todo su cuerpo. Mi verga estaba a mil, y ya pensaba en telefonear a alguna amiga bien dispuesta.

Pero seguí mirando. Se secó el pelo y se puso un camisón corto y transparente, con un tenue deshabillé encima. La vi salir de su cuarto.

A poco llaman a mi puerta, deprisa apagué todas las cámaras y me hice el dormido.

Yolanda entró y se quedó de pie junto a mi cama. Simulando un despertar súbito le pregunté.

¿Yoli, necesitás algo?

No te hagas el tonto, sabés que vine por vos. Quería bañarme y perfumarme antes, no lo había hecho todavía por esperarte.

Corrí un poco las sábanas, sin destaparme ya que siempre duermo desnudo, en la casa hay 20°C todo el año.

Aquí tenés lugar para vos.

Se acostó a mi lado, disminuí las luces y la besé en la boca.

Fue un beso tímido y tierno al comienzo. Luego se tornó frenético. Nuestras lenguas se buscaban, y vaya si se encontraban. Pronto nuestras manos nos recorrían enteros. Su deshabillé desapareció, y debajo del breve camisón no había nada más que su piel. Pero también el camisón desapareció. Sus manos alcanzaron mi poronga.

UYY Sergio, que grande, nunca tuve algo semejante.

Sin responderle acariciaba sus tetas, sus piernas, su culo.

Luego bajé besando y chupando. Sus pechos, su vientre liso, y llegué al premio de su concha. Con perfume de heliotropos, pero más de mujer caliente.

Separé sus muslos y hundí mi cabeza entre ellos. Mi lengua hendía sus labios vaginales hasta hallar un clítoris hinchado y duro. Lo lamí y lo mordí suavemente hasta arrancarle gritos de gozo. Mis manos recorrían su cintura y su culo. Sentía sus orgasmos repetidos. Hasta que me dijo.

Ahora es mi turno.

Y se quitó para apoderarse de mi verga, la besó con cautela, se la metió entera en la boca, la sacó y lamió la cabecita, la volvió a meter toda adentro. Me chupó los huevos. Volvió a tragar toda la pija.

Yo no quería venirme en su boca todavía.

Dame toda tu lechita Sergio, me la quiero tragar.

No supe resistir a su ruego y le regalé toda mi acabada en la boca. La tragó entera y se relamía, me la siguió chupando hasta dejarla bien limpita.

Se levantó y volvió con dos tragos. El verla desplazarse desnuda me volvió a parar la pija. Y ella lo vio.

Sergio, ponete boca arriba y dejame al mando.

Cómo quieras princesa.

Se puso a horcajadas con sus piernas abiertas y se fue tragando toda mi verga con la concha, sin quejarse nada. Era una concha estrecha y caliente. Aprisionaba mi pija y me hacía sentir en el paraíso, mientras recorría con ambas manos sus muslos, su culo y sus tetas.

Me cabalgó desesperada.

Hace tiempo que no cojía. Y con esta preciosa verga me voy a poner al día.

Yolanda no interrumpía sus orgasmos.

Ayyyy ummmm agggggg qué lindo que me cojés. Dame más. Más duro. Metémela un poco más adentro que te quiero gozar.

Síííí Yoli, quiero llenarte la concha de verga y de leche.

No tardé en volver a descargar mi semen, esta vez en esa concha tan rica y apretada.

Descansamos en el hidromasaje sin dejar de acariciarnos. Aún húmedos ambos volvimos a la cama. Mi estaca de nuevo erecta pedía algo más.

Sergio, no hay con qué conformarte.

Con tu culo voy a quedar satisfecho hasta mañana.

Bueno, pero hacelo con cuidado, la tenés muy grande.

Todo el cuidado que se merece ese hermoso culo.

Le lamí el culo, lo penetré con mi lengua. Le unté gel en el ano y comencé la dilatación digital, primero un dedo, luego dos moviéndose dentro de su recto ajustado; y mi otra mano en su concha acariciando el clítoris erecto.

Cuando noté ya dilatado su anillito apoyé la punta sobre el ano, empujé un poco. Entre quejidos me pedía que no parara. Empujaba hacia mí su culo para empalarse a sí misma.

Mi verga fue entrando con dificultad hasta estar toda adentro. Culo delicioso y sabio, apretaba y aflojaba mientras se movía en una suerte de danza del vientre. Mi mano izquierda apretaba la teta correspondiente, y la derecha estaba hundida en su concha.

Volvió a acabar entre gemidos de placer.

Sergio, llenale el culo de leche a Yoli. ¡Cómo me hacés gozar!

Extasiado con ese culo que me apretaba la verga mientras se movía con delirio en círculos, volví a vaciar mi leche en su interior.

Esa noche dormimos abrazados en mi cama.

A la mañana siguiente llegó el personal de día. Yolanda se levantó a dar las instrucciones correspondientes y retornó al dormitorio.

Yo llamé a la clínica para avisar que esa mañana no iría. Nos encerramos a repetir el menú completo sin olvidar nada.

A partir de esa vez nuestra relación siguió siendo de jefe y empleada. Pero dos o tres veces en cada semana dormíamos juntos y cojíamos con mucho placer, en diversas posiciones y modalidades.

Yoli pasó a ser la mujer bien dispuesta que siempre estaba cuando me acometía un ardor y no tenía nada previsto para calmarme. Formó parte de memorables tríos con alguna otra amante ocasional que llevaba a mi casa, en esos casos le surgía una veta lésbica que empleábamos muy bien.

Y nunca exigió nada. Siempre era yo quién le pedía que viniera a mi cama. No usó su habilidad en el sexo para lograr ninguna ventaja laboral.

Sigue siendo la partenaire ideal para todo lo que se me ocurre. Tanto que he pensado en proponerle matrimonio. Pero no creo que quiera estabilizar la relación, porque sabe que no soy hombre para una sola mujer.

Sergio.

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