MÁS HISTORIAS DE LU 2
LA NOCHE DEL VIERNES
Yolanda nos tenía preparado un refrigerio llamativo: canapés de apio, queso azul y nueces. Rondaba sirviendo, (con una mini falda y una blusa muy escotada), más champagne y algunas gaseosas.
Faltan el resto del viernes, todo el sábado y el domingo. Ellas tomaban un vuelo nocturno el domingo a las 21.
Las chicas se habían acomodado en los sillones del living, ambas de short y top, sin ropa interior; yo llevaba sólo el pantalón corto de un piyama, también sin nada debajo.
Cada vez que se inclinaban para tomar un bocadillo exhibían generosamente sus tetas. Yolanda también lo hacía al llenar mi copa.
Entre los tres pares de excepcionales tetas que no podía dejar de ver, y el Viagra que había tomado antes, mi pija en todos su esplendor formaba un bulto notable detrás de la tela liviana; noté que tres pares de ojos la observaban con cariño.
En un aparte Lu me propuso incorporar a Yolanda a nuestro juego; ya lo habíamos hecho una vez con Yolanda y Lu. Pero no soy muy afecto al sexo colectivo, de tanto en tanto lo acepto, pero en general me parece una prodigalidad de mis recursos. Y a Yolanda la tengo en mi casa y siempre a mi disposición, por lo cual decliné la oferta diciéndole a Lu que prefería dedicarme a ella y a Lucrecia, y sobre todo a ella. Más tarde le dije lo mismo a Lucrecia, aunque cambiando los roles..
En todos los tríos MHM a cada una le gusta que le digan que es la mejor, la preferida; y si con una pequeña mentira se le puede dar gusto a una mujer, la mentira deja de ser pecado.
Calmados los ánimos, saciados el apetito y la sed, discurríamos charlando en el living, en sillones separados, mientras escuchábamos algo de Bach.
Cuando nos dejó de interesar la música nos pusimos a ver un viejo filme de Ingmar Bergman en blanco y negro, "Las Hijas del Mercader de Caballos", es parte de mi colección de DVD. En un plasma de 42¨ tiene aún atractivo, ya que en los cines es raro encontrarlo.
Promediando la vista las dos chicas se acercaron a mi sillón reclinándose en el piso a ambos lados, e iniciaron una tenue sesión de caricias que empezaron por mis piernas desnudas, y fueron subiendo hasta alcanzar mi erección. La tocaban las dos con lentitud y suavidad.
En esos gratos cuarenta minutos me relajé como nunca y gocé como si estuviera cogiendo con mis tres vergas a Yolanda Lu y Lucrecia; cogiendo sin acabar.
Mi mente exacerbada bombeaba y gozaba.
Se ha dicho que el órgano sexual más importante es el cerebro, y no estuvo errado el que inventó el concepto. En ese momento los tres estábamos gozando, sin orgasmos, uno de los más bellos episodios de sexo entre nosotros.
El filme acabó; ahora era nuestro turno de acabar.
Livianos y excitados volvimos a mi dormitorio. Antes de tendernos en la cama (medida especial) nos desnudamos totalmente. Ya no hacía falta la magia de ir quitando cada prenda, estábamos demasiado lanzados.
Pero el relax de los momentos anteriores nos había dominado a los tres, y hacíamos todo con una suerte de delectación morosa.
Caricias lentas y breves, suaves sin agresión ni violencia; palpando cada centímetro cuadrado de las pieles. Deteniéndonos en cada sensación.
No puedo relatar lo que sentían ellas. Pero lo que sentía yo SÍ.
Tenía a mis lados dos mujeres bellas, una cuarentona y otra muy joven. Dos cuerpos femeninos fundamentalmente diferentes.
Lucrecia es muy exuberante, muslos bien hechos y grandes, un culo amplio y generoso.
Lu tiene un culito chico, pero muy bien formado. Si bien le ha crecido desde la primera vez que la cogí por allí seguía siendo apenas un culito.
Los muslos de Lu siguen siendo exiguos para mi gusto, me encantan las mujeres con muslos gruesos, rotundos, abundantes. Claro que bien formados y sin celulitis.
Las tetas de Lu son un poema, de medianas para grandes, erguidas y duras, pezones justos, ni chicos, ni tan grandes que parezcan una nalga. Al tacto son más bellos que a la vista.
Las de Lucrecia son contundentes, pesadas. Acaso por eso insinúan una caída progresiva. Pero eso no me inquieta.
Un resumen de las dos se acercaría a la mujer ideal. Eso en cuanto a cuerpos, pero todos tenemos algo más que una materia.
En el espíritu también son dos mujeres diferentes.
Lucrecia viene de frustraciones, recién ahora se está realizando como hembra, y lamentablemente ya no podrá ser madre sin auxilio de la ciencia. Una menopausia precoz la aqueja.
Lu recién despierta a su sexualidad. A veces intento frenarla para que no se beba toda la copa de un solo sorbo. Pero debo admitir que, en las más de las veces, la pendeja me puede.
Mírenla y confiesen que puede a cualquiera. ¿Quién puede resistirse a una chiquilina con ese cuerpo, y sobre todo con esas ganas de coger?
No pensaba eludir mis deberes, y la concha de Lucrecia estaba sin tocar. Sin tocar por una pija, porque la lengua de Lu ya la había tallado bastante.
Se puso boca arriba y levantó las piernas. Su culo y su concha se presentaron a mi vista. Yo sabía donde debía ponerle la verga.
Una vez más Lu fue la guía de mi poronga, la dirigió a la vulva de su tía. Entró como un cuchillo caliente en un pan de manteca. La vagina de la tía había crecido desde la primera vez que la cogí; ya no era una concha infantil, pero seguía igualmente estrecha; y ahora estaba muy mojada y muy caliente.
Lu se ubicó para darle su concha en la boca a su madrina que se la empezó a comer a conciencia.
Y yo inicié una cogida cerebral. Un agujero cálido y húmedo puede ser el culo de un joven, la concha de una vieja, o algún orificio de cualquier animal de sangre caliente.
El componente principal lo aporta nuestra mente que sabe, porque los hombres rara vez se detienen a mirar dónde tienen puesta la pija.
Y mi mente me decía que tenía la poronga bien metida en la vagina de Lucrecia. De la hermana de Marta, mi amante que me calienta tanto. De la madrina y tía de la pendeja que me vuelve loco. Y que además, es una hembra de cuidado, muy bien dotada para el sexo, con un buen lomo. Pero que, ya pasados los cuarenta, está despertando al placer, y de mi mano.
Mientras todo eso discurría en mi cerebro, mi poronga inconsciente le bombeaba la argolla, no imaginan el placer que era para mí coger con esa mujer.
Ya no pensaba en morir, porque la fiesta estaba recién en el comienzo.
La cogía con todo mi ser, no me preocupaba por acabar antes o después, porque la iba a seguir cogiendo dos días más. De modo que cuando me vino la leche se la dejé toda adentro.
De la cama partí hacia la ducha, porque a pesar del aire acondicionado había transpirado mucho. Las dos me siguieron y tuvimos una grata sesión de hidromasaje con caricias eróticas. Mi erección no cedía, el Viagra es mágico.
Ya de vuelta en la cama ambas se dedicaron a chuparme la pija. Lu ya es una artista consumada en esos menesteres. Lucrecia aprende con celeridad, y tiene los labios más gruesos y sensuales. Ella se apoderó de mi verga dejándola a Lu con las ganas por el momento.
Chupaba con más ganas que arte, pero era igualmente efectiva.
No me dejó tiempo para pensar lo que me estaba pasando, me sacó dos escasos chorros de leche, era lo que me quedaba. Los saboreó y se los tragó, luego aprovechó lo poco que quedaba en torno a mi pija dejándola como la de un recién nacido de tan limpia
Me desparramé boca arriba en la cama; mi poronga quería más, mi cerebro quería más. Pero el resto de mi cuerpo se negaba a seguir. Los músculos son traicioneros y se cansan, aún no se ha inventado un Viagra para los músculos.
Lu me la chupaba cuando empecé a dormirme, todavía estaba dura. La pendeja está habituada a mamarme sin que yo me de cuenta, suele hacerlo por la mañana antes de que me despierte aprovechando esas erecciones matutinas tan molestas para los hombres. A ella lo que le apasiona es chupar mi pija, no tanto para mi placer como para el suyo.
Casi siempre a las dos o tres horas de quedarme dormido me despierto, voy al baño y vuelvo a dormirme. En esta ocasión me dormí con dos mujeres calientes a mis costados, la mano derecha en el culo de Lucrecia y la izquierda en una teta de Lu.
Espero poder contarles lo que pasó cuando me desperté.
Les pido disculpas por no mostrar a las chicas enteras. Pero esta página es muy vista, y tienen temor de que algún vecino o amigo las reconozca si se muestran sus rostros. De la manera en que he mostrado sus fotos solamente podría reconocerlas alguien que las conozca demasiado.
Recién ha empezado este fin de semana al pié de los Andes.
Y ya que han leído hasta aquí tómense el trabajo de comentar y valorar el relato. Los alegres dispensadores de TERRIBLES pueden abstenerse.
Sergio.