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Insensible por una violación

en Hetero: General

Andrea, la mujer violada.

Recordarán mi relato anterior, cuando me tocó examinar a una mujer violada, fue en una comisaría donde la volví a ver cuando ella fue a reconocer a su violador, y yo a revisarlo a él. Esa vez salimos a tomar un café y conversamos un rato largo, le di mi teléfono para que me llamara si le podía ser útil en algo.

Al poco tiempo, un sábado, me llamó, quería hablar conmigo sobre ciertos aspectos de su psicoterapia. Me contó que su terapeuta le recomendaba pasar por los mismos lugares de su violación, tanto como para exorcizarlos de su mente. Quedamos en vernos en una confitería enfrente del parque de los sucesos.

Llegué primero y me ubiqué en una mesa en la vereda.

Cuando la vi arribar me sorprendió, llevaba una pollera corta, no minifalda, que dejaba admirar un espectacular par de piernas, una remerita ajustada que destacaba su buen par de tetas, no muy grandes pero paradas y perfectas. Le acerqué la silla y se sentó a mi lado. Comenzamos hablando de trivialidades hasta que ella entró en tema.

Sergio, sabés que aquello me dejó mal, encima mi novio me dejó; y me hizo sentir sucia insinuando que yo lo había provocado al hijo de puta que me violó. Desde entonces me resisto a cualquier acercamiento con un hombre.

Sin embargo ahora estás muy cerca de mí.

Con vos es distinto, sos mi médico.

No chiquita, no soy tu médico. Vos necesitás un ginecólogo experto y yo recién empiezo mi especialización. Apenas si te hice un reconocimiento porque soy médico de la policía.

Pero me trataste tan bien, me tranquilizaste, me felicitaste por mi valor al hacer la denuncia.

Te tranquilicé porque era mi deber; y te felicité porque pocas mujeres se animan a denunciar una violación, le tienen miedo al reconocimiento médico, que es indispensable. Tienen vergüenza como si fueran culpables, sólo algunas pocas lo hacen. Y fijate que gracias a tu valor se pudo arrestar al violador, se lo va a castigar, y se va a evitar que otras mujeres pasen por lo que pasaste vos.

Gracias Sergio, me reconfortás. Pero mi terapia se me hace cuesta arriba, ahora mi psicóloga quiere que vea los lugares en donde me violaron, y se me ocurrió que si vos me acompañabas me iba a animar.

Claro que te acompaño, es aquí enfrente, ¿vamos?

Empezamos a caminar, le pasé mi brazo sobre su hombro para animarla y se recostó contra mí. Cruzamos la calle y me guió al lugar.

Aquí fue donde me agarró. Y aquí fue donde me tiró al suelo y me hizo todo.

Recorrimos el sitio con detenimiento, ella evocaba todo lo que le había pasado y sollozaba. Seguimos andando, ahora tomados de la mano.

Tenés que sacar todo eso de tu cabecita, fue como un accidente. No le des más vueltas, olvidalo.

Sergio, cuando me violó ese tipo no sentí nada. Y ya pasaron tres meses; una semana antes de la violación había estado haciendo el amor con mi novio. Y desde entonces nada. No puedo pensar en estar con un hombre.

Pero ahora estás conmigo.

NO, quiero decir estar en otra situación, en la cama.

Bueno, ya te va a llegar el tiempo, no apures las cosas.

Seguimos caminando, la invité a cenar en una pizzería, en ese tiempo mis finanzas no daban para más. Comimos pizza con moscato, Andrea tomaba el vino como un marinero sediento. Y hablábamos de todo, pero siempre ella recaía en el tema de su violación y de su soledad actual. Ella odiaba a su violador, la había tomado por la fuerza, la había golpeado, y le había desvirgado con violencia su culo.

Sergio, te invito a tomar el café en mi casa. Mis padres se fueron por el fin de semana a una quinta, así podremos seguir charlando. Tu conversación me tranquiliza.

Caminamos hasta su casa, era a pocas cuadras. El edificio donde vivía era antiguo. En el ascensor estrecho se me recostó un tanto. El departamento estaba bien conservado y espléndidamente amueblado. Entramos a un gran living con cómodos sillones y un fabuloso equipo de música. Me hizo sentar en un gran sofá, puso música suave y se retiró a preparar el café. Cuando regresó con los pocillos humeantes se sentó a mi lado. Al sentarse la pollera se le recogió y me dejó admirar el nacimiento de unos muslos muy bien construidos, no llevaba medias y su piel era tan blanca como la vez en que tuve que revisarla, pero ahora sin marcas ni hematomas. No pude dejar de excitarme y mi poronga inició una tímida erección; en mi mente morbosa se dibujaba la violación; ese tipo despreciable poseyendo esos encantos por la fuerza, cuando esa mujer merecía que se la poseyera con dulzura y con su plena participación.

¿Sabés Sergio? No sé si voy a poder cojer como antes, disculpame el lenguaje pero vos sos mi médico.

Ya te dije que no soy tu médico, y podés emplear el lenguaje que quieras, ahora nos estamos haciendo amigos, y entre amigos vale cualquier lenguaje.

Gracias otra vez Sergio, vos me comprendés. Mi ex novio nunca fue demasiado tierno, me desvirgó la concha casi de prepotencia, aunque no voy a negar que yo estaba caliente con él y quería que lo hiciera. Sólo lo tuve dos meses; me enseñó a mamarle la verga, aunque a mí al principio me daba asco. Y creo que hubiera llegado a desvirgarme también el culo, porque siempre me lo insinuaba. Tal vez lo que le dio bronca es que lo haya hecho ese hijo de puta. Pero mi ex me hacía gozar mucho, era un amante experto, mayor que yo y con experiencia anterior.

Chiquita, dejá de pensar en ese también, no es tan hijo de puta como el que te violó, pero le anda cerca.

A todo esto se me iba acercando cada vez más, no dejaba quietas sus manos, tanto me acariciaba el rostro como me tomaba de los hombros, las apoyaba en mis rodillas, y algún manotazo me rozaba la poronga que ya estaba a pleno en su erección.

Quizás si encontrara un hombre tierno y dulce se me pasarían los miedos.

Yo tenía veinticinco años, sano y caliente, consideré que era el momento de dejar de fingir mi papel de médico aséptico. Me acerqué todo lo posible en el sillón y le tomé suavemente la cara por sus mejillas. Aproximé su rostro al mío y enfrenté nuestras bocas ávidas. Fue un beso muy tierno, primero rozando nuestros labios, luego mezclando nuestras lenguas. Se echó sobre mí y sentí todo su cuerpo junto al mío, bien pegados; nos abrazábamos hasta sentir dolor. Mis manos no se apartaban de su espalda, no quería agredirla y que recordara la desgraciada situación que le tocó vivir.

¿Sergio, me querés cojer?

Sí Andrea.

Bueno, entonces repitamos la secuencia de mi violación, será el exorcismo que dice la psicóloga.

Me guió hasta el dormitorio de sus padres, una gran cama matrimonial nos esperaba, allí delicadamente le fui quitando la ropa hasta dejarla desnuda totalmente, me desnudé también, habíamos dejado sólo una luz tenue que no me impedía apreciar la regia hembra que tenía para mí. Yo recordaba con detalles su declaración.

Después de acariciarla con toda la ternura que me inspiraba, de regodearme tocando sus tetas, su culo, sus muslos, sin dejar de besarla fui descendiendo de su boca, le besé y chupé las tetas, bajé hasta su ombligo en donde me detuve un poco, seguí por su vientre, le abrí las piernas hasta encontrar la maravilla de su concha depilada, sólo un pequeño triángulo de vello era lo que quedaba, apoyé mi boca en esa concha pequeña, separé con mi lengua los labios mayores y menores hasta hallar su clítoris erguido; y a ese botoncito le dediqué todos los floreos de mi lengua voraz. Me apliqué con toda mi ciencia, que en ese entonces no era mucha, a darle placer.

Sentí su primer orgasmo, y no me detuve hasta sentir el segundo. Andrea gemía y se estremecía de gozo.

Sergio, hace tres meses que no tenía un orgasmo. Gracias.

No me agradezcas Chiquita, también lo hice por mí.

Ahora te la voy a mamar yo a vos.

No se hizo esperar, bajó hasta mi verga que estaba dura como una estaca y comenzó por lamerla despacio en toda su extensión, que no era poca, me acariciaba los huevos, los lamía también; hasta que me besó el glande, retrajo mi prepucio y lamió el glande con suaves lengüetazos, se empezó a tragar la punta de mi poronga, me la rodeaba con sus labios en O, se introducía cada vez más poronga en su boca hasta tenerla entera dentro, luego la recorría toda, sin sacarla de su boca, apretaba y succionaba. Yo trataba de retrasar mi venida todo lo posible para sentir todo el placer que me estaba dando. Lo logré en parte, porque el vaivén de su cabeza simulando una cogida me hizo acabar bien pronto, solté toda mi leche en su boca, la saboreó y se la tragó toda.

Una pausa de mimos y caricias, en esos años no necesitaba esperar mucho para que se me volviera a parar, Andrea se levantó y volvió con un pote de crema facial. Había que seguir la secuencia.

Se tendió boca abajo y empecé a besar su culo, era un bello culo, acariciaba y besaba sus nalgas gloriosas, las separé y besé su ano, le metía la punta de mi lengua hasta que se estremecía, pero con mi saliva no iba a ser suficiente. Le unté el ano con crema, lo penetré con un dedo poniendo toda mi suavidad y ternura, ya no estaba rojo como la primera vez que lo vi, estaba en su marrón natural. Agregué otro dedo, y moví los dos en círculo para dilatarlo. Le coloqué una almohada bajo el abdomen y contemplé su culo erguido e incitante. Apoyé la punta de mi verga y empujé despacio, se me fue abriendo y permitiendo la entrada.

Al traspasar su esfínter dio un pequeño grito de dolor, pero me pidió que no parara, le fui colocando toda mi poronga, que no es despreciable, y cuando la tuvo adentro paré para dejarla adaptarse. Mi verga se sentía tan a gusto dentro de ese culito apretado, que la movía un poco, sentía su calor y su superficie rugosa

Sergio, así me gusta. Yo soñaba con entregarle mi culo a alguien como vos.

Cuando mi pija se deslizaba cómodamente dentro de ese culo de antología, la hice mover de adentro hacia fuera y viceversa, mientras le tocaba el clítoris con las dos manos, y las tetas con las otras dos. Andrea comenzó un meneo con su culo que me llevó hasta cerca del cielo, cuando tuvo un orgasmo eyaculé dentro de ese culo glorioso.

No me la saques, tenés que acabar otra vez.

En verdad era tanta mi excitación que la verga no se me había bajado pese al hermoso polvo anal que me había echado. Ayudado por sus meneos seguí bombeando, hasta que estallé en otro lechazo dentro de ese culo. Le dejé la verga adentro hasta que se fue ablandando, y recién se la saqué.

Ahora falta un buen polvo en mi concha. Creo que va a ser lo que más me va a gustar.

Dejame fumar un cigarrillo, y traeme un whisky.

Fue a buscar el trago para mí y otro para ella, se tendió en la cama bien pegada a mí, brindamos, era un muy buen scotch.

Ya repuesto, con la verga otra vez dura como un palo, la coloqué acostada boca arriba y le abrí las piernas, su concha se mostraba invitándome a que la penetrara, le ubiqué una almohada bajo el culo para que se me ofreciera mejor, puse sus pies en mis hombros, apunté la pija y le metí un pedazo, se sentía muy rico, seguí metiendo, mientras le tocaba las tetas, ya la tenía toda adentro. Se empezó a mover tal como a mi me gusta que se mueva la mujer a la que me estoy cojiendo, iba hasta el cielo y bajaba, se la sacaba casi toda y la volvía a meter. Andrea tenía orgasmos sucesivos, estaba gozando muy bien.

¿Te puedo acabar adentro?

Sí mi amor, no dejé de tomar los anticonceptivos.

Pocas bombeadas más y ya mi leche estaba toda dentro de la concha de Andrea. Le dejé la verga adentro un rato hasta que volvió a su estado natural, y recién se la saqué tiernamente, mientras la acariciaba entera.

Sergio, no sabés el favor que me has hecho.

En todo caso el favor me lo hiciste vos a mí. Ni soñaba en cojer con una mujer como vos.

Seguimos charlando whisky va y whisky viene, sin dejar de tocarnos. Tanto que repetimos el menú completo, milagros de mis veinticinco años. Siete polvos en esa noche: dos bucales, dos vaginales y tres anales.

Con Andrea no nos ligaba nada, pero seguimos cojiendo cerca de siete años, luego se me perdió. Yo trabajé doce años en Buenos Aires, hasta que harto del trajín decidí irme a Mendoza.

Sergio

P.D. Recomiendo leer mi relato anterior. Con el buscador de autores es muy fácil encontrarlo.

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