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Vanessa

en Trios

VANESSA

Yo nunca he sido muy dado a las caminatas o excursiones al campo o a los bosques, pero fue mi amigo Carlos quien me invitó a la caminata, diciéndome que iba una chica que le gustaba y una amiga de ella, o sea, me ocupaba para entretener a la amiga mientras él cortejaba a la otra nena.

Acepté y un sábado al amanecer salí de mi casa para tomar el bus al pueblo donde vive Carlos. Una hora después me bajé y caminé hasta su casa, donde me recibió con normalidad y me presentó a Vanessa, una chica esbelta, de piel muy blanca y rostro amigable, ojos grises, casi tan alta como yo, vestida con un suéter y un buzo. Carlos me dijo luego, que la amiga de Vanessa al final no pudo venir, le dije que no se preocupara, que él hiciera lo suyo y yo me iba a perder por ahí.

Salimos rumbo a la montaña, con nuestras mochilas y caminamos casi una hora y media; consideré que el viaje valía la pena por los hermosos paisajes que estaba viendo, aunque la mayor parte del recorrido se efectuó con los pies en el río. Mientras disfrutaba las vistas y aguzaba mí oído para escuchar el canto de los pájaros, Vanessa y Carlos se habían adelantado, charlando, y mi amigo buscaba ubicar bien su traviesa mano.

Como a las once de la mañana llegamos a un claro bonito, donde había una sección del río como de metro y medio de profundidad, de agua totalmente pura, donde mis amigos decidieron bañarse. Si Vanessa no me impresionó al principio, me tragué mis palabras al verla en un diminuto bikini de dos piezas, de ver su cuerpo delgado pero cincelado, de piel blanca y su trasero carnoso, coherente con su cuerpo, así como sus senos pequeños pero casi dibujados.

Nos bañamos los tres un rato, echándonos agua y bromeando sobre morir de hipotermia. Al cabo de una media hora mi amigo me dirigía ambiguas miradas y entendí que era hora de "perderme" un rato. Dije en voz alta que iba a ver si lograba fotografiar algún pájaro o a algún mono, que me iba a tardar quizás una hora, y ellos aceptaron.

La verdad es que me alejé poco del claro, sólo me oculté tras una inmensa roca, destapé una cerveza y me puse a leer un librito, siempre me gusta andar algo de literatura ligera para esos imprevistos ratos de aburrimiento.

Creo que leí dos páginas antes de que mis oídos captaran un gemido de la voz cristalina de Vanessa y el sonido del agua chapoteando con furia.

-Bravo, Carlos -pensé, y empecé a almorzar unas manzanas y unos emparedados, que dejé a medias cuando escuché a Vanessa lloriqueando sin control, y la curiosidad pudo más y me asomé un poco tras la roca, mirando a Vanessa y Carlos con medio cuerpo dentro del agua, y a aquélla apoyada en una piedra, soportando el peso de Carlos que la abrazaba de la cintura y se la follaba con devoción.

-Mejor que el cable -pensé.

Pero en ese instante, Vanessa abrió sus ojos lacrimosos y encontró los míos, esbozando una lujuriosa sonrisa en la medida que sus quejas se lo permitieron. Le mantuve la mirada un rato y me volví a finalizar mi comida.

Segundos después oí un grito de ella, y supuse que se había corrido. Luego me pareció escuchar risas y besos sonoros, después percibí un sonido que lo reconozco donde sea: el de un chupetón. Volví a asomarme y ví que mis amigos habían salido del agua, y Carlos sentado sobre una toalla con Vanessa arrodillada frente a él, succionándole el miembro.

Me oculté de nuevo y terminé mi cerveza. Decidí esperar un poco más, para darles tiempo de los últimos besuqueos y de vestirse. Me pregunté qué pensaría Vanessa por haberlos espiado, y la respuesta no se hizo esperar cuando ella me llamó:

-Kleizer, ya puedes salir.

Pensé que ya estaban vestidos y listos para irnos, pero grande fue mi sorpresa al verlos empelotados aún, y a Vanessa de pie, sonriendo y haciéndome señas con su mano para que me acercara.

Vanessa se metió al agua, desnuda, semejando una ondina, y siguió incitándome:

-Ven, Kleizer, eres el siguiente.

Miré a Carlos y le señalé a su chica. Este me hizo un gesto con la cabeza, y me dijo:

-Echatela, es lo que quiere.

Me encogí de hombros, y ya contando con la bendición de mi amigo, procedí a desnudarme, bajando incluso mi traje de baño. A pesar de todo, me puse muy nervioso, y el frío del agua no me ayudó mucho. Vanessa se aproximó a mí, sonriendo y me besó, mostrándome lo que son los besos de una chica liberada, nos abrazamos y enseguida acaricié ese diminuto pero perfecto traserito suyo, dentro del agua.

-Ven -me dijo, tomándome de la mano, mirando de soslayo mi erección.

Me invitó a sentarme en una piedra, donde mi recto pene quedaba fuera del agua, agarrándomelo con su mano y besándome de nuevo.

-Es la primera vez que hago esto -me confesó.

-¿Hacerlo con dos hombres?

Vanessa asintió, riendo, y luego se inclinó para hacerme sentir un fuego que empezó a consumir mi palpitante órgano. Creo que suspiré y me sujeté bien de la piedra, incrédulo al ver mi pene desaparecer en la garganta de esa flaca, que puso sus manos en mis muslos y desocupó su boca para confesarme que le gustaban mis piernas, y siguió chupándomela, resonando sus succiones por toda la arboleda; Vanessa casi me vuelve loco, tragándose mi carne, liberándola para lamer mi glande y besármelo, sin abandonar su lujuriosa sonrisa.

Entonces, cuando vio mi sufrimiento, se puso de pie y acercó sus labios a los míos y me musitó:

-Creo que ya sabes en qué piedra tienes que apoyarme si quieres que follemos aquí en el agua.

Nos dimos un ligero beso y la conduje a la piedra donde la vi recibiendo su merecido castigo de parte de Carlos. Ella se inclinó cerrando sus ojos y pude admirar aquél culito redondito a mi entera disposición.

-Soy tuya, Kleizer -me dijo, con voz queda.

Su altura era perfecta y la penetré con lentitud, haciéndola suspirar, bien agarrado de sus glúteos de porcelana, avanzando hasta el fondo, e iniciando un mete y saca despacio, y Vanessa suspiraba y siseaba.

-¿Cuántos años tienes? -le pregunté, tirándomela.

-Ahjj… 23… aay…

-¿Y a qué edad te destaparon?

-Oohh… a los quince… uff…

-Ya entiendo por qué eres tan silenciosa, pero yo soy especialista en hacer llorar a las chicas -le dije, acelerando mi velocidad y tomando un poco de agua helada y chorreándole la blanca espalda.

-Ssssaaahhh… muy bien… quiero llorar… aaah…

Me aferré de su cintura con una mano y la otra la apoyé en su nuca, golpeándola con mis caderas, con una fuerza inusual en mi, logrando sacarle gemidos más fuertes, retomando el orgasmo que Vane casi me produce con sus excelentes mamadas. Su mano buscó la mía sobre su talle.

-¿Dónde quieres mi corrida, mami? -le pregunté, a segundos de la misma.

-Aaaahh… en mi mano, ¡en mi mano! -y su helada mano rozó mi escroto bamboleante, en cuya palma recibió los jugos de su orgasmo y en la que después posé mi pene enrojecido, pajeándomelo y acabando abundantemente entre esos dedos.

Vane, temblorosa, se apoyó con su brazo sobre la piedra, de modo que Carlos desde la orilla y yo pudiéramos ver el espectáculo de cómo sorbía mi semen de su mano izquierda como si fuera una paleta.

-¿Te gusta el sexo anal? -le pregunté, hechizado por la asquerosa y ardiente escena.

-Si quieres, puedes encularme, pero voy a necesitar tiempo para recuperarme y soportar la caminata de descenso -me contestó, con toda naturalidad.

Salimos del agua y Vanessa se cubrió con una toalla, yo me sequé por mi lado, pero mi polla semi-fláccida parecía hipnotizarla, así como Carlos se había recuperado. Para mi sorpresa, Vanessa sonrió, consciente de lo que le esperaba y rebuscó en su mochila hasta sacar una moneda.

-¿Cara o cruz? -nos preguntó.

-Cruz -dije.

-Cara -dijo Carlos.

-El lado que caiga para arriba me va a dar por el culo -nos dijo ella- y al de abajo se la chupo…

-¿Y por qué no te subes en el de abajo y por atrás te da el otro? -le preguntó Carlos.

Vanessa nos miró un poco preocupada, pero enseguida sonrió y dijo:

-Excelente.

Lanzó la moneda y cayó cruz hacia arriba.

-Tu culo es mío le dije -palmeando.

-Esperen -nos dijo, y se arrodilló sobre una toalla, haciéndonos gestos para acercarnos. Nos cogió las vergas y empezó a mamarnos por turnos, siempre con sus chupetones tan sonoros. Se enfocó en ensalivar más la mía y me guiñó un ojo.

Entonces, Carlos se acostó sobre la toalla y Vanessa lo montó, encajándose su miembro y cabalgándolo un poco, hasta que la chica se inclinó, abrazándose con Carlos y dejando su recto a mi entera disposición. Maldije que no traje un condón y aprovechando su reciente baño, con cuidado, le convidé mi primer beso negro, estremeciéndose la nena. Empujé mi pene contra su ano y entró despacio, como que lo usaba de vez en cuando, e impulsándome de su cintura fui penetrándola.

-¡Aaaaahh… qué rico, mis amores! -nos dijo, en medio de lo que parecía un llanto de placer.

Ya cuando mis guevos toparon con los de Carlos, Vanessa se enderezó un poco e intentó mover sus caderas un poco, supe que todo el coito iba a depender de mí y reuniendo fuerza, comencé a follarle el culo a la flaca, para que se enterrara el pito de mi amigo.

Vanessa parecía fuera de sí, en medio de un cántico de chillidos y lloriqueos que hasta ese día creí que eran fingidos de las actrices porno. Vanessa se abrazó con Carlos y se besaron con ardor, lo que yo aproveché para inclinarme y poder metérsela con más furia.

-¡Ah, preciosa -le dije- se ve que te gusta comer carne por el culo!

Carlos y Vane se carcajearon un poco, ésta continuó gimoteando, y se pegó a mí, cruzando sus brazos tras mi cintura y doblando la cabeza para que nuestras bocas se encontraran. Nos corrimos los tres, yo en lo profundo del culo de Vanessa, chupándole su lengua, y Carlos aferrado a los pechitos de su novia.

Vanessa quedó exhausta, pero sus mejillas estaban encendidas de felicidad. Yo fui a lavarme y escuché a Carlos y Vanessa besándose y diciéndose cosas.

Bajamos a las 4 de la tarde, y Vanessa nos prometió que estaba dispuesta a repetir la súbita orgía, nos dijo que se marchaba feliz por haber encontrado un nuevo novio en Carlos y un nuevo mejor amigo en mí. No hace falta decir que ahora soy entusiasta de ese tipo de paseos.

FIN

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