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Soy la puta de mi abuelo (5)

en Amor filial

Soy la puta de mi abuelo (5)

Por Grampa Kleizer

1

Hola de nuevo, soy Verónica Araceli. Soy estudiante universitaria y modelo a medio tiempo, pero esto ya lo saben, como también que he estado revolcándome con mi propio abuelo, de cómo me destrozó el culo y me indujo a tener sexo con otra mujer… todavía no puedo creer todo lo que hicimos, esa no era yo… y encima de todo, mi queridísimo abuelo, me reveló que también se tiraba a mi madre.

Ella lo supo apenas llegó, no necesitó que alguien se lo dijera. Por la forma en que me veía, supe que ya lo sabía, aunque no era una mirada de reproche. A mí sólo se me subía la sangre a la cabeza y a veces esquivaba su mirada.

-Sería rico verte cogiendo con tu mami -me confesó mi abuelo, mientras le daba una presurosa mamada matutina, antes de que llegara la criada. Desde entonces, mi espalda se convirtió en una autopista de escalofríos cuando pensaba en ello.

Llegó el domingo, uno de los pocos que puedo pasar con mi madre, y es que ella, empresaria, se lo pasa viajando a cada rato. La criada no estaba, era su día libre, así que mamá y yo preparábamos el almuerzo, como a eso de las once y media de la mañana.

Yo vestía apenas un enorme camisón y una calzoneta de tela jeans bastante corta hasta media nalga -a mi abuelo le encantaba verme con prendas así- y un par de sandalias, ni más ni menos. Mi madre, en cambio, Verónica Leticia, venía llegando de la iglesia -sí, de la iglesia- y andaba con una blusa blanca manga larga pero arremangada hasta los codos y un pantalón jeans que se le pegaba mucho, destacando su redondo y fenomenal trasero. Andaba el cabello corto, hasta el cuello, casi tan negro como el mío.

Era común que cocináramos juntas, y siempre se habían dado roces o empujoncitos, cosas así, pero nunca las había sentido de ese modo. Llegué a sospechar que mi propia madre me acariciaba adrede, y eso me ruborizaba y me desconcentraba de sobremanera.

-¿Dónde está tu abuelo, Verónica? -me preguntó entonces, notando sin duda, cómo se me subía la sangre a la cara.

-No sé -titubeé-, creo que ha de estar con sus amigos en las bancas del mercadito…

Mi madre sonrió y continuó condimentando el pollo.

-Creí que no te llevarías bien con él -comentó, dándome la espalda.

-¿Por qué? -la cuestioné, dejando a medio partir una zanahoria.

-Te ví un poco molesta cuando vino a vivir con nosotras…

-No, mamá, en absoluto… -y proseguí mi labor, convencida de la ambigüedad de esos comentarios.

-Lo sé, ahora sé que lo quieres mucho, Vero -declaró al fin.

Recuerdo haber suspirado. Ese desgraciado de mi abuelo debió habérselo dicho todo. Pero, la reacción de mamá me estaba preocupando… estaba jugando conmigo, no me estaba regañando ni recriminando nada.

-Mamá, yo…

-Shhh, no tienes que explicarme nada, no estoy enojada contigo -me dijo entonces, muy cerca de mí, sin haber notado cómo se había aproximado; creo que la miré con asombro y mucho rubor-. Me parece genial… verlo tan lleno de vida de nuevo…

-Está bien, está bien -dije, muy nerviosa. La mirada que mi madre me dirigía… era de deseo… sus ojos café resplandecían con ese mismo brillo que miré en los ojos de Berenice, la primer mujer con quien tuve sexo-. Mami, ¿por qué me ves así?

-¿Cómo? Es sólo que, siempre me preocupó pensar cómo ibas a reaccionar si alguna vez descubrías que tu abuelito y yo, a veces, bueno tú sabes… me hace de todo…

-Bueno… yo… ya lo sé…

-Esto no debe salir de este techo, hija, los demás no podrían entenderlo, será nuestro secreto -y me acarició el rostro. Me quedé helada, ahora era parte de este oscuro secreto incestuoso-. No te preocupes por Berenice, ella lo sabe pero se le paga para callar, sabía que ella iba a ser una buena maestra para vós.

-¿Qué cosa? ¿Conoces a Berenice? -exclamé, sonrojada y temblorosa, a medida que iba dándome real cuenta de la magnitud de todos esos "juegos"- Dios mío.

-También vi el video que tu abuelo les sacó, sí que tienen química…

-¡Ay, mierda, qué vergüenza! -chillé, cubriéndome la cara con ambas manos, casi a punto de llorar.

-¡No, no, hijita! Está bien, no estoy molesta, en serio… -me replicó de inmediato, abrazándome para consolarme y darme confianza… aparentemente-. Estuvo genial, lo he visto todas las noches desde el miércoles…

-Cielos -exclamé, mirándola a los ojos, con los míos llenos de lágrimas.

-Cálmate, después te voy a enseñar los que me ha sacado a mí…

-¿Videos tuyos?

Mi madre asintió, acercando su cara a la mía, muy despacio. Yo estaba congelada, sin saber qué hacer, y en ese instante fui consciente de mi incipiente humedad. ¿En qué clase de degenerada me estoy convirtiendo?

-Con tu abuelo, con tu padre, con otras mujeres…

-Rayos -y me besó… sentí como una corriente eléctrica en todo mi cuerpo. Fue un beso muy tierno y suave, apenas rozando sus labios sobre los míos, poco a poco me fui relajando-. Esto es inaudito, mami…

-Inaudito es que te eches hasta a tu abuelo -me susurró, y las dos nos reímos, aunque yo seguía algo nerviosa-. Escucha, no quiero obligarte a nada, pero… de verdad me gustaría que nos divirtiéramos un rato, ¿sabes?

Abrí la boca, la propuesta de mi propia madre no pudo ser más directa. Ella sonrió al ver mi quijada colgando y me besó de nuevo, esta vez, apretándome contra ella, y le respondí, por varios segundos, fuimos dos lésbicas y salvajes amantes…

-Dí que eres mi puta…

-¡Mamá!

-Vamos, quiero oírte -y me mordisqueó una oreja.

-Soy tu puta, mami -dije suavemente, muriéndome de pena.

-Bien, Vero, bien, terminemos el almuerzo -y sólo entonces caí en la cuenta de que sus manos habían estado presionadas sobre mis glúteos…

 

2

A pesar de todas las locuras de esta semana, nada me tenía preparado para lo que ocurrió aquella soleada tarde. Simplemente no me cabía en la cabeza que mi madre pudiera tener una doble vida como viciosa y ninfómana. En primer lugar me tocó servir los platos, totalmente desnuda. Mi lujurioso abuelo no perdió chance de meterme mano.

-Qué portento de nieta me diste, Lety -dijo él, sobándome las nalgas cuando le servía refresco-. Y salió igual o más puta que vós.

-¿Es eso un halago, papi? -preguntó mi mamá, riéndose. Yo estaba en un trance en la frontera del morbo y la vergüenza. Chillé sorprendida cuando mamá me acarició la entrepierna, embadurnándose sus dedos con mis jugos, y más aún cuando se los llevó a la boca para chupárselos.

En segundo lugar, al ver la tele me pareció ver algo familiar… claro que sí, ¡era yo misma teniendo sexo con Berenice! Me quedé con la bocota abierta. Mamá y el abuelo parecían disfrutarlo de lo lindo. Mi abuelo subió mucho el volumen y mis gemidos pudieron oírse hasta en la calle, luego los acompañaron los de Berenice, cuando mi abuelo se la folló, todavía no entiendo cómo se las arregló para sostener la cámara.

Mi mirada colgaba perdida hacia el piso, estaba muy avergonzada, y por otra parte, muy orgullosa, me fascinaba la manera en que mi abuelo me veía y se sobaba su grueso órgano por encima de su pantalón, con total descaro, y mi mamá sonriéndome… que se mueran de envidia en Sodoma.

-¿Te parece que llamemos a Berenice, papi? -preguntó mi mamá.

-No sé, tal vez más tarde, ahora quiero mi postre -anunció, apartando platos y vasos-. Vení, Verónica, vení siéntate aquí -y me ayudó a subirme al comedor, sentándome al borde y abriendo mis bronceadas piernas, de modo que mi raja quedó a merced de sus libidinosas fauces.

Suspiré y cerré mis ojos de golpe al sentir su lengua correteando rampante en mi sexo. Pronto, unas manos se apoderaron de mis pechos, que iban inflándose… mi mamá. Todavía no alcanzaba a asimilar lo que estaba sucediendo. Mamá sobó mi busto con maestría, y mi cuerpo iba entregándose al mero placer, ella me besó de nuevo, mi nariz contra su mentón, y sus dedos prensaron delicadamente mis pezones.

-Mmmmmmhhh… -era todo lo que podía proferir. Con una mano acariciaba la cabeza de mamá y con la otra sujetaba una caliente y rechoncha mano de mi abuelo-. Aaaahhh, me muero, ustedes dos me están matando…

-Qué caliente eres, preciosa -me alabó mamá, frotando su cara contra la mía-. Di que eres mi puta… que eres nuestra puta…

-Soy su puta -mascullé, deseando gritar de la delicia de comida que mi abuelo me estaba regalando, succionando mi sensible clítoris y metiéndome dedos en el culo.

-Esto no puede estar pasando… -suspiré, y mi abuelo acentuó sus lengüetazos allá abajo. Mamá me besó entonces, con esa mezcla de deseo y ternura única de ella, mi nariz topando con su fino mentón, metiéndome su lengua cada vez más, sin dejar de acariciarme los senos de un modo tal que en pocos segundos me convirtió en una muñeca sexual carente de voluntad a merced de esos dos libertinos… ¿o éramos tres?

-Ese pastelito ya te lo has comido antes, papá, ahora es mi turno -dijo mamá, entonces. Me quedé estupefacta e inmóvil del shock. Miré a mi abuelo ceder su lugar, no de muy buena gana, a mi progenitora e hija suya… por todos los cielos, la cosa iba en serio… mamá se disponía a lamerme el coño… y si durante algún segundo me pregunté si aquello era un sueño, esa duda se desvaneció por completo cuando la cálida y aterciopelada lengua de mi madre se deslizó entre mis enrojecidos y palpitantes labios…

-¡Ooohh! -gemí- Mamá, qué rico…

-Qué par de putas, esto debe quedar para la historia -dijo mi abuelo, que subió presuroso a su habitación. Mamá se rió y continuó lamiéndome, introduciendo su hambrienta sanguijuela en mi mojado túnel, y recuerdo haberme aferrado de su cabello cuando deslizó uno de sus largos y finos dedos en mi trasero…

-¡Mami, por Dios! -exclamé. Ella sólo hundió hasta la nariz en mi sexo, mordisqueándome con cuidado y metiéndome hasta dos dedos en el culo… gemí y chillé, moviendo mi cabeza alocada de un lado para otro, sosteniéndome del borde de la mesa con mi diestra y con mi otra mano, agarrando por el pelo a mi madre que devoraba sin compasión mi vagina.

-¡Mamá, mami…! -grité, sintiendo mi corrida muy cerca, arqueando mi espalda, presa de espasmos sin control. Dí un prolongado grito cuando me vine, justo en el rostro de mamá, quien ni se inmutó y sentí algo parecido a una diminuta aspiradora absorbiendo mis jugos.

 

3

Me cubrí los ojos, secándome unas pocas lágrimas (¿de vergüenza o de placer?), intentando relajar mi agitadísima respiración, notando mi cuerpo bañado de sudor, mis bronceadas y esbeltas pantorrillas colgando por el borde del comedor, y pude ver a mi abuelo, como Dios lo trajo al mundo, filmándome con esa misma malhadada cámara con que me grabó junto a Berenice.

Vi a mamá desvistiéndose y bromeando con mi abuelo, observándome con esos ojos prendidos de lascivia… cosa que me puso caliente casi de inmediato. Entre mis dedos, miré, ya sin asombro, a mi abuelo y a mi madre besándose, sonriendo… con naturalidad.

Vaya familia de degenerados que somos, pensé. Entonces, el tintineo de una cadena llamó mi atención. ¿Qué rayos se proponen ahora?, me pregunté. Fue cuando ví un collar de cuero negro colgando de la mano de mamá, que caminaba hacia mí con una sonrisa sospechosa.

-Siéntate, Vero, te voy a poner esto -me anunció.

Me senté sobre el comedor, obediente y aún con algo de pena. Mi madre, totalmente desnuda, de pie ante mí, me abrazó para colocarme ese collar de sadomasoquismo, del que surgía una cadena… era un collar para perros, pero fue el roce con el cuerpo desnudo de mamá lo que me calentó de sobremanera, y busqué su boca… nos besamos despacio, chupeteándonos los labios y las lenguas, mi abuelo nos hizo un close up del incestuoso ósculo.

-Dile algo a la cámara, querida -me invitó, en tanto, tras mi nuca, sonaba un clic.

-Yo… no sé qué decir… -confesé, bajando mi mirada, imaginando lo que sucedería si ese video cayera en malas manos.

-Di que eres mi putita -me dijo mamá, y la miré, sorprendida, pero me tenía desnuda, con un collar de perros… no decía mentiras. Aún así, la vergüenza me pudo.

-Esta es mi hija, Verónica, y salió igual de puta que yo -dijo mamá a la cámara, y me besó de nuevo, apretándome mucho contra ella y manoseándome sin pudor, con lo que, en un parpadeo, me tenía hirviendo de lujuria-. Ven, bájate -me dijo, sosteniendo la delgada cadena-, hay algo que quiero que hagamos juntas, Verónica.

Abrí mi boca para preguntarle qué cosa, pero mi mirada encontró el enhiesto y curtido miembro de mi abuelo, muy ansioso, aguardando nuestras libidinosas y leales boquitas. Mi abuelo se sentó en el sofá -sí, el mismo donde me desvirgó el asterisco, veo que los muebles redundan en esta serie- y abrió sus rechonchas y peludas piernas. Mamá y yo nos arrodillamos varios pasos frente a él y gateamos hacia nuestra presa… el morbo que se apoderó de mí… si la lujuria es un demonio, o fui poseída en ese momento por Legión, porque son muchos…

Fue algo alucinante, mi abuelo suspiró de felicidad cuando las lenguas de su hija y de su nieta lamieron ese sólido chorizo, le dimos besitos y le lamimos el enorme glande, y no pocas veces nuestras lenguas se enredaron en pornográficos besotes… mamá se apoderó de la verga del abuelo, chupeteando el hongo, arrancándole bestiales gemidos al viejo, luego me la pasaba a mí, quien sin ser menos, me metía esa cabezota a la boca, para acariciarla con mis labios y mi lengua.

-Tan linda, qué rico mama esa boquita -me aduló mi madre.

Mi abuelo posó sus pesadas manos sobre nuestras cabezas, regulando nuestros turnos para mamársela, así como la cantidad de verga que quería engulléramos. Eso se convirtió en una increíble sinfonía de chupetazos y mugidos, la saliva se resbalaba por la comisura de mis labios y lo mismo con mamá… nuestra baba mezclada a los jugos preseminales de mi abuelo bañaban su enrojecido miembro… mamá y yo éramos dos animales comedores de pija.

-¡Ah, sí, par de cabronas, chúpenmela! -rugió mi abuelo- Quiero que me chupen los guevos, uno cada una, par de rameras.

Mamá se rió y pegó el pene del abuelo contra su abultado vientre, dejando sus dos pelotas a nuestra merced. Me incliné y me tragué uno de sus testículos, pronto sentí la suave mejilla de mamá frotándose contra la mía, succionando el testículo que le tocaba.

-¡Ah, sí, qué bien! -suspiró mi abuelo, contento.

Dejé escapar un chillido de sorpresa, cuando mamá me introdujo uno de sus dedos en el culo, retorciéndolo en mi interior, brindándome un repentino y espasmódico placer.

-¡Aquí las va mi lechita caliente, perritas mías! -anunció mi abuelo, sudoroso. Mamá le pajeó el miembro y se metió el glande a la boca. El abuelo rugió otra vez y pude ver su semen chorreando de los labios de mamá, y yo, ni corta ni perezosa, me dediqué a lamer esos blancos riachuelos que descendían por el asta de mi abuelo.

Y si llegué a decirme cuán morboso fue eso, sucedió antes de que mamá me sujetara la cabeza y separara mis labios, aún relucientes con el semen de su padre, y derramara esa misma lefa, en mayor cantidad, directamente de su boca a la mía… mamá parecía ser una técnica en eso, rociando apenas un tenue chorro, prolongando ese asquerosamente excitante momento, mismo que fue inmortalizado por la cámara de mi abuelo… sentí retortijones, quise vomitar, pero mamá no me soltó hasta que su boca se pegó a la mía y nuestras lenguas retozaron felizmente, en una tibia piscina de semen de mi abuelo…

-Vaya par de putas traje al mundo, por culpa de gente como ustedes quemaron Sodoma y Gomorra -comentó el abuelo, extasiado ante la escena.

 

4

Esto es una locura, tiene que ser un sueño. Hasta hace una semana éramos una familia normal y decente… ojalá despierte pronto, pensaba mientras subía gateando las gradas hacia la habitación de mamá, quien me guiaba con la cadena atada a mi cuello. Detrás de mí venía el abuelo, con su inseparable cámara, filmándolo todo y pellizcándome las nalgas de cuando en cuando.

-Mamá, eso no, eso es demasiado… -empecé a decirle atropelladamente, de rodillas en el piso de su dormitorio, cuando la ví colocándose un arnés con un dildo color rojo.

-Voy a metértelo, quieras o no, Vero, ¿cómo es posible que se lo permitas a una puta extraña y le niegues ese mismo placer a tu propia madre? -me argumentó ella, sonriendo.

Bajé mi mirada, ruborizada. Mamá se subió a su cama matrimonial, sentándose sobre las almohadas, y me hizo señas para que me le juntara. Adiviné lo que esperaba de mi, y pronto sostuve ese objeto plástico y mi lengua se deslizó por su superficie. Mi temor fue que, ese pene artificial era ligeramente más largo que el usado por Berenice, y creo que un poco menos grueso. Me resultó muy atrevido chupar esa cosa que colgaba entre las piernas de mi madre, a lo que el abuelo le hizo bajar una pierna para tener una mejor toma… pronto iba a obtener mi título de actriz porno casera, de eso no había duda.

-Mójamela bien, tesoro -me dijo mamá, pasando su mano por mi largo cabello.

Yo me limité a mugir, ya concentrada en mi trabajo. De soslayo ví que mi abuelo sacaba de una gaveta un botecillo de lo que, sin lugar a dudas, era lubricante… el culo se me estremeció. Proseguí con mi mamada, aún cuando no obtendría semen como recompensa. La cama se hundió bajo un repentino peso detrás de mí… y respingué, de sorpresa y de placer, al sentir el frío chorrito de lubricante cayendo sobre mi ano, así como el grueso dedo de mi abuelo sobándomelo.

-Mmmmm… Mmmmm… -era todo lo que podía pronunciar.

-Creo que ya es hora -dijo mamá, y ante mi inefable estupor, ella se acomodó debajo de mí, rozando la punta de ese dildo mi sensible coño.

-Mamá…

-Sshhh… déjate, Vero -y apoyó sus finas manos sobre mis glúteos, invitándome a bajar mi pelvis despacio.

-Mami, esto es demasiado… oh… -gemí, cuando la punta de ese consolador se abrió paso en mi vagina. Poco a poco, coloqué mis piernas alrededor de las caderas de mi madre, encajándome ese pene de plástico, abrazándome con ella… nos besamos…

-¿Te gusta, Vero? -me preguntó, su aliento rociando mis labios.

-Sí, mami, está bien rico…

-Te va a gustar más saber de quién saqué el molde… -disparó entonces, apretándome las nalgas para meterme todo ese objeto. Sentí algo de dolor, pero no me impidió pensar en la única respuesta que se me ocurrió- Sí, Verónica, este es un molde de la verga de tu papi, ¿te gusta, verdad que está rico? Yo gocé mucho montándolo todas esas noches…

No pude contestar nada, mi boca era un vehículo imparable de quejidos y lamentos, mientras empezaba a cabalgar frenéticamente a mamá, azuzada por aquellas repentinas olas de calentura que anegaron mi ser al solo saber de quién era esa verga… soy una degenerada…

Mi abuelo entonces, me aplastó contra mamá…

-¡Oh, puta, sí! -exclamé, presa de Legión versión lujuria.

Mamá y el abuelo se rieron de mí. Creí volverme loca al sentir el hongo de mi abuelo penetrándome el recto… sentirme llena por ambos lados, justo como cuando tuve aquél consolador en el culo junto a Berenice… mi abuelo y mi mamá me transformaron en una muñequita sexual… los empujones de mi abuelo me ensartaban más en el dildo copiado de la verga de mi padre usado por mi madre…

-¡Aaaaahhh… aaaahhh… aaaaahhh!

-¡Cómo goza la putilla! -pifió mi abuelo, sodomizándome despacio.

-¡Santo cielo, písenme, písenme toda! -lloriqueé.

Mamá me abrazó y me besó, amortiguando mis gritos, y mi abuelito, agarrado de mi estrecho talle y tirando de mi cadena, bombeándome el trasero, cada vez más dilatado con su grueso gusanote.

-¡Ay, Dios, mami, me muero!

-Qué gusto ver lo caliente que eres, muñequita -me dijo.

-¡Mami, abuelito, los quiero mucho, cójanme los dos!

Ahora fue mi abuelo quien me metió dos de sus rechonchos dedos en la boca para silenciarme un poco, mugiendo y chupándoselos. Me corrí una vez y ni se dieron por enterados, continuaron follándome, mis hoyitos estaban casi en carne viva y creo que hasta mordí los dedos de mi abuelo cuando sentí su tibio semen inundando mis entrañas…

Pegué un grito que me dejó afónica hasta el día siguiente -en serio- cuando obtuve mi segundo orgasmo, y mis líquidos bañaron ese consolador copiado del órgano viril de papá… caí rendida en brazos de mi madre, que me besuqueó y me lamió las orejas para calmarme, susurrándome lo espectacular y lo maravillosa que estuve… mi abuelo cayó resoplando, tendido a nuestro lado, sudoroso como nosotras… varios minutos después, nos ubicamos, yo a su izquierda y mamá a su derecha, acariciándole su semi fláccido pene y turnándonos para besarlo.

Cuando mi abuelito se durmió, mamá me tomó de la mano y me condujo al baño, nos dimos una ducha juntas, nos lamimos todo y tuve una segunda oportunidad de constatar qué buena pija tiene mi papá.

Y esto fue la primera vez que tuve sexo con mi madre y mi abuelo al mismo tiempo… todo un trío incestuoso… aunque Ud. no lo crea…

Verónica Araceli Padilla.

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