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Samara (2)

en Hetero: General

SAMARA 2

Kleizer

1

Eran casi las once de la noche. Casi todas las luces estaban apagadas en la lujosa vivienda de dos plantas. Bruce, tendido en su amplia cama, no dejaba de pensar en el inesperado y ardiente espectáculo que presenciara por la tarde. Bruce no podía dejar de pensar en Samara, no podía dejar de imaginar a esa curvilínea colegiala desnuda, con su piel tierna y broncínea a su merced, sus gruesos labios, la sangre negra y latina habían realizado una exquisita y sin igual mezcla de belleza en esa jovencita. Bruce no podía dejar de pensar en ese redondo y firme culo… se imaginó manoseándolo, primero con cuidado, casi rozando sus dedos sobre la carne pingüe y trémula, arrancando lujuriosos suspiros a la joven, en su mente, y luego, masajeándole esos glúteos divinos, apretándolos con pasión… y finalmente, hundiendo su cara entre los mismos, imaginando a la sensual Samara chillar de placer al sentir la lengua de su maduro amante jugueteando en su sensible y sedoso recto…

Bruce había apartado las cobijas y, en medio de la oscuridad, su pene enhiesto apuntaba al techo, y se lo pajeaba despacio, intentando imaginar cada situación posible con esa lolita celestial… la visualizó chupándosela, mugiendo alocadamente como lo hacen las mejores actrices porno, pasándole la verga entre los redondos y jóvenes pechos, y ella le sonreía, la muy puta… y ya cuando su hambrienta pija temblaba, deseosa de escupir esa paja a nombre de Samara, cuando, por un segundo, su excitación se redobló de sobremanera al imaginarla rodeada de penes erectos, turnándose para mamarlos… su celular, sobre su mesita de noche, sonó…

Bruce, muy contrariado, contestó, creyendo que se trataba de algo relacionado al trabajo. Pronto, su malestar se convirtió en exquisita sorpresa.

-Hola, papi -le saludó una sensual voz de puta de hotline al otro lado de la línea. Bruce, con un súbito estremecimiento, reconoció la voz de Samara.

-Hola, Samara -respondió él, con cierta timidez, algo nervioso, sin soltarse su verga.

-¿Qué haces, papi? ¿Te la jalas pensando en mí? Porque yo me estoy sobando la pupusa imaginando que me haces de todo, mi rey…

Bruce se quedó boquiabierto unos instantes, mientras que su órgano viril ganaba nuevas fuerzas. Le pareció escuchar, a lo lejos, las ecoicas risas del Siniestro.

-Sí, Samara, me la jalaba pensando en ti, muñeca… -confesó, luego de un breve y denodado esfuerzo para terminar de reprimir su cordura y su educación, sin poder creer que le hablaba así a una muchacha.

Samara suspiró complacida del otro lado del auricular. Luego preguntó sin ningún tapujo:

-Qué rico, mi amor, ¿y qué me haces en tus sueños?

Bruce tardó en responder, pero, luego de secarse el sudor de la cara, por fin dijo:

-Ahora te tenía bien atragantada, me la estabas mamando y te la tragabas toda…

-Llámame puta, por favor -aclaró Samara, y Bruce sintió todo su cuerpo arder en un fantasmal fuego, y oyó a Samara relamerse sus gruesos labios de ébano-, sí, qué rico, es lo primerito que voy a hacerte, cosita… se me hace agua la boca, la has de tener grande y venosa, ¿verdad? No tienes idea cómo quiero chupártela… en especial, después de probar tu delicioso semen, estuvo riquísimo y te juro que te voy a sacar más…

Bruce, asombrado, al borde de un brutal orgasmo, recordó la impactante escena de la tarde, a Samara lamiendo su semen sobre su falda y pasándosela por la cara… recordó sus brillantes grumos untados en la bellísima cara de la joven. Bruce siguió masturbándose, despacio, con sólo la voz de Samara se sentía alcanzar un nuevo nivel de excitación.

-Me detendría en tu cabeza, papi, te la lamería en círculos, a ustedes los hombres los vuelve locos eso… y me encanta lamerlas así… te la chuparía como si fuera un confite… mmmmmmm….

Bruce se pajeaba, atónito, incrédulo ante tanta lascivia. Y oyó los apagados gemidos de su colegiala, y supo que ella también estaba muy caliente, metiéndose quizá, uno o mas dedos.

-Me imagino que me trinchas, papi, que me tienes en cuatro patas y me la metes bien duro… aaaahhh…. Aaaaaahhh… -gemía, y Bruce ya se encontraba bañado de sudor.

-Te quiero terminar de romper el culo, puta -confesó Bruce, asombrado al haber hablado de esa manera por vez primera a una mujer.

-¡Ooooohhh, sí! -suspiró Samara- Las paredes de mi culo se estremecen al pensar que me voy a comer tu vergota por mi culito… quiero que me lo dejes echo una flor…

Bruce sintió un explosivo orgasmo muy cerca, esa lolita era el sueño de todo hombre, sin duda.

-Te voy a culear como Dios manda, putita, te voy a abrir bien ese librito de carne que te cargas atrás…

-Mmmmmmhhh… sí, háblame así, insúltame, dime lo que vas a hacer conmigo…

-Te la voy a dejar ensartada en el culo, viéndote lloriquear, y te voy a sodomizar despacito, amor…

-¡Sí, sí, sí! -jadeó ella, indicando que se penetraba con sus bronceados dedos frenéticamente, cercana al orgasmo como Bruce- Cristo, mi culito sólo sirve para hacer feliz a machos como tú, mi señor…

A Bruce se le salió un tenue chorro de semen cuando Samara lo llamó señor. ¿Será posible que esa deliciosa jovencita en realidad desee convertirse en su esclava sexual? El tibio semen cayó sobre la mano de Bruce cuando millares de tenebrosas ideas para Samara pasaron ante su mente. Satanás estaba a punto de ganar un nuevo adepto.

-¡Aaaaaahhh! -chilló Samara, y Bruce soltó su volcán de ardiente y grumoso magma.

-Chúpate los dedos llenos de tus jugos, puta -exigió casi, Bruce. Y pudo escuchar los inequívocos sonidos de chupetones acompañados de "mmmmmm", "mmmmmm", Samara paladeaba sus líquidos con verdadera pasión.

-Me gustaría untarte mi semen en tus tetas y en tus nalgas, en tu cara también, puta -siguió hablando Bruce, como si alguna fuerza demoníaca se hubiera apoderado de su voz.

-Oooohhh, papi, sí -suspiró una exhausta Samara del otro lado de la línea-, te juro que cumplirás conmigo todo eso que me has dicho, desde que te vi, Bruce, me derretí por ti, siempre quise que me montaras, sólo un semental como tú puede calmar a esta yegua en celo… qué lástima que no estoy contigo, metida entre tus cobijas para limpiarte tu vergota, para saborear ese rico semen que me diste esta tarde, papacito…

-¿Cuándo te veré? -preguntó él, tragando saliva.

-Muy pronto, mi amor -contestó ella, con voz agitada y seductora. Se rió de manera pícara y mandándole un besito de buenas noches, colgó. Bruce permaneció mudo, resoplando y sudoroso, con su miembro aún enhiesto… Nancy no está nada mal, y está durmiendo al final del corredor… sugirió entonces, la voz de sus simas más lóbregas y hasta entonces adormecidas. Bruce se estremeció ante tan aberrado pensamiento, pero no pudo apartar de su mente a Samara, de ver finalmente ese redondo traserito de chocolate y de poseerlo en sus manos…

 

2

Al día siguiente, Bruce apenas y pudo concentrarse en su trabajo. Incluso se encerró en el baño de su amplia oficina para masturbarse, debido a su excesivo y desmesurado deseo por aquella jovencita, casi una niña, que apenas cursaba el onceavo grado y para colmo, se trataba de la mejor amiguita de su hija.

Al lavar su desastre en el lavamanos, Bruce se miró al espejo, viendo su imagen entrecana, meditando, contemplando que si llegaba a ponerle un dedo encima a Samara se arriesgaba a ir a la cárcel… pero su verga inflamada, su deseo de macho desbocado no iba a escuchar de razones, esa joven zorrita había despertado a una bestia iracunda, y ahora debería pagar las consecuencias… pensó en su hija, en esa vaginita blanca y rosadita, se sintió un monstruo cuando su pija se puso tiesa como piedra al rememorar los encantos de su propia Nancy… sus redondas y suaves nalgas, blancas como la leche, sus pechitos bien firmes, su conchita coronada por rutilantes vellitos…

-No luches más, entrégate -le pareció que alguien le susurró al oído, ¿acaso aquél que reina en el inframundo? Bruce se miró al espejo y casi se imaginó al Maligno de pie a su lado, que le decía con gutural voz: Sabes lo que quieres, ve y tómalo, yo te bendigo… sabes qué culo es el que quieres destrozar… un culito adolescente, de chocolate… Bruce, ella te lo abre para ti, el verdadero pecado sería no clavársela hasta hacerla chillar como la cerdita que es…

Bruce oyó que sonaba el intercomunicador. Abandonó a Satanás en el baño y fue a atender la llamada. Era Silvana, su secretaria, quien le comunicó:

-Sr. Mitchell, su hija ha venido al edificio, dice que ocupa la biblioteca para una tarea de Contabilidad.

-Está bien, que la dejen entrar y que doña Bernarda esté pendiente de ella -contestó Bruce, cerrándose la cremallera de sus finos pantalones grises.

-Entendido, jefe, le diré a Bernarda que las atienda…

-¿Las?

-Sí, señor, Nancy viene con algunas compañeras del colegio, ¿hay algún problema, señor?

-No, no, ninguno… todo está bien, pronto bajaré a saludarla, gracias por todo, Silvana -finalizó Bruce, bastante atropelladamente. Tomó asiento en su sillón, sintiendo que su pulso se le aceleraba demasiado. Samara estaba allí, en su empresa, a pocos metros de él…

Bruce tomó varios expedientes e informes que recién le habían dado, examinándolos, intentando alejar su mente de todo lo que fuera redondos y precoces traseros núbiles bajo faldas de secundaria.

-No, Bruce, no debes caer en eso, Samara es una adolescente, menor de edad, los problemas serían colosales, esto sólo sucede en películas y en relatos eróticos absurdos como los que escribe ese payaso ocioso de Kleizer, la realidad es que debes comportarte como un digno padre de familia…

La puerta de su oficina se abrió repentinamente. Bruce sintió un escalofrío y subió su mirada. Le pareció oír las risas del Demonio aún encerrado en el baño. Era ella. Samara. Su lolita.

Bruce sintió que el tiempo se detenía. La contempló y su deseo inflamó todo su ser. Su falda que a duras penas alcanzaba sus rodillas, sus piernas rollizas y sensuales, la hinchada camisa blanca que anunciaba unos pechos muy redondos y generosos para una jovencita de su edad, y su lujuriosa, coqueta, con un dejo de inocencia, sonrisa… sus ojos café resplandecían juguetones…

-Hola, papi -lo saludó ella, cerrando la puerta a sus espaldas, caminando hacia el atónito Bruce.

-¿Q… qué… haces aquí? -logró preguntar apenas, Bruce, paralizado en su sillón.

-Vine a verte, papi -e hizo un gesto parecido a un saludo militar, sin dejar de sonreír, mostrándoles sus dientes blancos como perlas.

-Pe… pero… ¿y Nancy? Puede venir a buscarte…

-Ssshhhh… le dije que fui a comprar unas cosas a la papelería de enfrente, y tu secre fue al baño, en ese momento entré… -y con toda confianza, rodeó el escritorio y se montó a horcajadas sobre el -gratamente- sorprendido Bruce…

Sintió su verga bien dura, palpitando por la presión ejercida por esa concha juvenil, sufriendo porque los separaban menos de un centímetro de ropa… Samara le rodeó el robusto cuello con sus delicados brazos y, luego de aspirar sus respectivos y cálidos alientos, sus bocas se unieron en un lujurioso y desenfrenado beso… poco a poco, Bruce fue despertando del shock, y sus manos primero sujetaron la fina cintura de Samara, para luego, al principio con lentitud, comenzar la añorada exploración de ese delicioso cuerpazo… sus narices chocaban en medio de la locura de ese ruidoso y salivoso ósculo, y Samara gimió cuando sintió las manos de Bruce acariciándole su enorme trasero…

Samara comenzó a frotarse contra la virilidad de su maduro amante, despacio, para picarlo, y éste ya tenía sus manos bajo la falda de la muchacha, quien, habiendo planeado aquello, apenas llevaba una casi invisible tanga… los trémulos dedos de Bruce se dieron un gran banquete dactilar mientras su boca se llenaba del dulce y embriagante sabor de la aterciopelada lengua y de la caliente saliva de Samara.

-Espero, vengo a darte un obsequio -dijo Samara, y antes de que Bruce pudiera replicar algo, la colegiala ya se había escurrido debajo del escritorio. Bruce sintió que bajaron la palanca de su sillón, descendiendo debajo de su nivel habitual.

Las pícaras manos de Samara forcejeando con su cremallera le hicieron saber lo que esa sensual joven se proponía. Bruce cerró sus ojos entonces, dejándose llevar por la inefablemente exquisita sensación de aquellas tibias y tiernas manos aferrando su ya duro miembro… Bruce se llevó una mano a su enrojecida cara y reprimió un suspiro cuando sintió su glande consumido por aquella magnífica calidez húmeda que sólo una hambrienta boca femenina puede dar… allí la tenía, a Samara, mamándosela, ella gemía feliz y sonreía como ese grueso tronco prensado entre sus carnosos labios se lo permitían.

Samara estaba ansiosa por probar la ardiente lechita de su hombre, pero venía decidida a darle una lenta y dulce mamada, la mejor en la vida de Bruce.

-¡Oh, sí, muñequita, así! -dijo Bruce, con cierta timidez, aún luchando contra su lado "recto y abnegado".

Samara le contestó con un mugido, tragándose más verga venosa y masajeándole el resto de la misma junto a los guevos. Bruce se sentía en el cielo, ni su ex esposa ni nadie más le habían devorado el pito como esa chiquilla lo estaba haciendo, se recostó entonces, para disfrutar mejor.

En eso entró Silvana, totalmente ignorante de lo que estaba sucediendo, con su vista clavada en unos documentos que le habían enviado.

-Sr. Mitchell, acaba de llegar esto de emergencia…

Bruce se incorporó como pudo, asustado, pero Samara siguió chupándosela debajo de la mesa, como si nada.

-¿Se siente bien, jefe? Se le ve como acalorado, ¿quiere que le abra las cortinas?

-No, no, déjame eso en el escri… uuunnggh… aquí -y palmeó el escritorio, con algunos hilillos de sudor rodando sobre su cara.

-¿Se siente bien, señor? -volvió a preguntarle la compungida secretaria, al tiempo que colocaba el legajo donde Bruce le había indicado.

-Un poco mal, pero… no te preocupes… -la malvada Samara había acelerado sus mamadas y masajes, haciendo resonar sus chupetones- sólo revisaré esto y me voy a casa, no te… preocupes…

-¿Está seguro, jefe? Si quiere, márchese usted y yo hago esto…

-No, no, nooo, en serio… oohh… yo lo haré rápido y luego me voy, Dios mío, por favor sal, Silvana… descuida…

La confundida Silvana se quedó un rato mirando a su jefe, confundida. Entonces oyó un raro sonido.

-¿Qué fue eso, señor? Parecía como si en algún lado hubieran chupado algo…

-No oí nada, quiero estar solo para terminar esto -dijo Bruce muy velozmente, asustando a Silvana, quien finalmente salió de la oficina, no sin volver su mirada hacia atrás en varias ocasiones…

-Ooohhh… mmmmmmggghh…. -rugió entonces, al ver cerrada la puerta, y borbotones de leche hirviendo se perdieron en la ávida garganta de Samara, quien mugió complacida.

Bruce se derrumbó sobre su sillón, obcecado ante las delicadas caricias post-felación que Samara le daba con su lengua, besitos, lametones… le mamó los testículos también, dejó todo bien limpio y reluciente. Bruce retrocedió un poco en su sillón y Samara emergió de nuevo, inclinándose hacia Bruce para besarlo otra vez.

-Estuvo divertido, papi, y tu verga sabe bien rico, prometo que te la voy a mamar muchas veces más -y le dejó su tanga en la mano, como recuerdo de esa chupada bestial-. Tu semen me fascina, es el más rico que he probado. Ahora debo regresar con las chicas, o empezarán a buscarme, ¿no querrás que Nancy me halle encerrada contigo, verdad?

-No, no, ¿pero cuándo te veré de nuevo?

Samara sonrió y arqueó una ceja, acto que a Bruce le pareció endemoniadamente provocativo.

-Tal vez un día que Nancy no esté…

-No, invéntate algo, un viaje…

-Ah, ¿me quieres follar por días enteros? -y ella sonrió, acariciándole la cara, rozando su barba de medio día-. Ya veré que le digo a mi mami.

Se dieron un largo beso de despedida y Bruce no desperdició esa segunda oportunidad de meterle mano a Samara.

Bruce mandó a Silvana a hacer un encargo y así Samara pudo salir de la oficina. Bruce se llevó a la nariz la tanga blanca de la adolescente, aspirando su embriagador aroma de hembra en celo… tras él, Satanás se regocijó, como siempre lo hace cuando conquista un nuevo adepto…

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