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Samara (5)

en Sexo con maduros

SAMARA 5

Kleizer

1

-Espero que al menos hayas conseguido el dinero de la renta -dijo la robusta madre de Samara, al ver llegar a su hija tan tarde. Ella, antigua prostituta, supo de inmediato que su hermoso retoño acababa de salir de un polvazo. Vio su tez inflamada y sus mejillas aún arreboladas.

-Toma -dijo Samara, algo apenada. Tendió un billete de cien dólares a su madre. Yadira, que así se llamaba, alguna vez tuvo un cuerpo casi tan espectacular como el de su preciosa hija, pero el paso de los años sobre ella fue inclemente, y había engordado mucho, aunque no tanto como para no ejercer su profesión de vez en cuando. Ella, pues, sonrió.

-¿Tienes más, verdad? Espero que sólo me ocultes la mitad… te pagó doscientos dólares… podemos hacer mucho dinero con tu sensacional cuerpecito, amor… -comentó Yadira, mostrando un genuino e inusual orgullo.

Samara trató de sonreír, depositando su mochila en un desvencijado sofá.

-¿Y te dio la cena, al menos? -le preguntó Yadira.

-Sí… además, no le cobré… me lo regaló… el dinero… -especificó, Samara. Yadira sonrió, más orgullosa aún.

-Entonces, hijita, eso significa que lo tienes comiendo de tus manos… de tal palo tal astilla… esos ricachones maduritos y solitarios son los más generosos…

Samara intentaba mostrarse serena, pero aún no se acostumbraba a la vergüenza. Su madre la indujo a ganar dinero con su cuerpo desde los catorce, así obtuvo notas que le permitieron acceder a una beca en un exclusivo colegio… en el cual acaparar presas acaudaladas… Samara lo hizo fríamente, la mitad del tiempo lo disfrutaba, a veces no, como cuando debía hacerle trabajitos al vecino, don Julián, a quien prácticamente esquilmaban su pensión de jubilación…

Yadira, con una apretada blusa blanca, no muy adecuada para su fisonomía, sirvió una taza de chocolate a Samara. Yadira también fue prostituida por su madre, por lo que, veía normal hacerlo con su escultural Samara.

-Mañana don Julián recibirá su cheque… tienes que estar bien depiladita y perfumada para él -le recordó Yadira, sonriendo con picardía. Samara hizo una mueca de exasperación cuando daba el primer sorbo al chocolate, en el fondo, le daba pena la forma en que, cada mes desde hacía casi un año, desplumaban a ese viejo.

Yadira pareció leer los compungidos pensamientos de su adorable hija, y le dijo:

-No te preocupes por él, ya está grande y sabe en lo que gasta su dinero. ¿Por qué no te sientas? Aaahhh… ya veo… lo traes roto, ¿verdad?

Samara se encogió de hombros. Ya había platicado antes con su madre sobre su estrecho culito.

-No logró metérmela, solo un poquito -detalló Samara, ruborizándose-. Pero le prometí que mi… mi culo -dijo casi en un susurro- iba a ser solo suyo…

Yadira sonrió, arqueando una ceja, un gesto idéntico al de su hija.

-Excelente, tenés que sacarle todo lo que puedas… te va echar un par de polvos y luego se va a olvidar de vós… así es esto, muñequita.

Samara agachó su mirada… añoró el suave calor familiar emanado del hogar de Nancy y Bruce… ella daría lo que fuera por estar con ellos… imaginó la reacción de Bruce cuando supiera que ella vendía su cuerpo… por primera vez algo le dolió en su interior, tal vez por eso su madre le estuviese dando tales admoniciones… Bruce no iba a casarse con ella, él ni siquiera querría ser visto en público con ella… sólo iba a ser su muñequita sexual un rato, durante el cual, Samara debía sacarle todo el dinero que pudiera…

-A ver, Samara, vayamos al baño a verte el ojete… -dijo Yadira, entonces, porque no era la primera vez que habían intentado sodomizar a su bello retoño.

Una vez allí, Samara se subió su faldita. Yadira no se sorprendió ante la ausencia de ropa interior.

-Souvenir -explicó Samara, inclinándose y dejando su hermoso y redondo culo a la vista de su progenitora.

-Nunca deja de asombrarme este culote tuyo, Samara, podríamos hacer mucho dinero con él… el Sr. Jeremy, al que le mandé fotos tuyas, no aguanta que pasen estos seis meses para que cumplas los dieciocho -comentó Yadira, untando con cuidado la crema en el irritado ano de Samara.

Ella se sobresaltó ante el contacto, pero estaba acostumbrada, casi sin pena. Sabía que su madre obtuvo algunos amigos y que, un día después de cumplir dieciocho, iba a firmar el contrato para la primer película… a pesar de lo mucho que Samara disfrutaba el sexo, aún no estaba segura si ese era el futuro que esperaba para sí misma.

 

2

-¿No… vienes a casa hoy… conmigo? -le preguntó una ruborizada Nancy a Samara, a la salida del colegio.

-No, bebé, hoy no puedo… tengo que hacer unas cosas en casa… tal vez mañana… -se disculpó Samara, con mucho dolor, porque prefería mil veces lamer la tierna conchita de Nancy que el arrugado miembro de don Julián.

-Al menos, vamos al baño… -insistió Nancy, con su tez enrojecida, sus ojos ardiendo de deseo. Samara no supo resistírsele. El colegio estaba casi vacío y se dirigieron a los baños de mujeres del primer piso.

Apenas entraron, Samara y Nancy se abalanzaron frenéticamente, la una sobre la otra, besándose con desmesurada pasión, mugiendo y saboreándose. Nancy, arrobada, aún no terminaba de entender ese vendaval de extraños sentimientos que experimentaba hacia otra mujer… Samara reconoció, mientras sostenía en sus brazos a su hermosa amante, que por vez primera se estaba enamorando de otra mujer… tal era su apasionado momento que ninguna de las dos reparó en que eran espiadas desde la ventana… una compañera de ellas, Astrid, cuyo cuerpo esbelto no envidiaba nada al de Nancy, pelirroja, estaba muy impresionada… tenía sus sospechas sobre esas dos… pero la realidad la impactó de sobremanera, ver a sus compañeras de clase, Samara y Nancy, morreándose así, tocándose y susurrándose cosas como lo hacen las parejitas de novios… fue demasiado, lo cual no le impidió filmar con su celular lo que ocurría…

 

3

-Por lo menos, el mamey que nos dimos con Nancy me dejó toda cachonda, no me costará mucho actuar para don Julián -pensaba Samara, mientras se secaba, luego de la ducha. El anciano cliente la esperaba en la sala.

Samara se perfumó, se colocó aretes y brazaletes, collares y un lazo de gemas de fantasía alrededor de su fina cintura. A pesar de todo, Samara se sentía muy orgullosa de su belleza. Yadira sonrió, presuntuosa y complacida ante la exquisita hermosura de su hija…

El anciano no ocultó su felicidad al ver bajar por las escaleras a esa fabulosa beldad que pronto estaría arrodillada con su miembro en su deliciosa boquita. Las cortinas estaban bien cerradas, para evitar miradas indiscretas que podría conllevar a Julián y a Yadira a la cárcel…

Don Julián rió alegre e invitó a Samara a sentarse a su lado. De inmediato, rodeó la delicada cintura de la joven con su rechoncho brazo, Samara le sonrió y lo miró con ojos prendidos… Yadira siempre admiró el talento de su hija para convencer a cualquier hombre que él es el único…

-Mírate nada más, cosita, qué preciosidad, siento que me va a dar un ataque… -dijo él, manoseándola con genuina admiración. De reojo, Samara vio a su madre, que alzó cuatro dedos… cuatrocientos dólares… Samara supo que iban a dejar al anciano casi sin pensión, pero por el precio, supo que esta vez, don Julián iba a tener nuevos privilegios.

-No bromee así, don Julián, ¿qué sería de mí sin su vergota linda? -ronroneó Samara, como si estuviera locamente enamorada de él.

Julián rió, sobando los perfectos muslos café con leche de la joven, mirando excitado sus pechos redondos y firmes. Julián sacó su lengua ancha como sanguijuela… Samara la atrapó entre sus sensuales y carnosos labios, mamándosela… juntando sus bocas y besándose… al menos el viejo era buen besador, Samara lo abrazó, tanteándole el bulto en los pantalones, debajo de la barriga. Julián no dejaba de besar esa dulce boquita, le encantaba, y Samara fingía bien, sin muecas de asco, chupaba la lengua y labios del viejo con lujuriosa sapiencia… Julián le apretujaba los senos y las enormes nalgas alternativamente… Samara se sentó a horcajadas sobre él, comiéndoselo a besos…

Yadira aprobaba lo que veía, su hija tenía el talento para ablandar al hombre que quisiera. Julián se aferró de esos divinos glúteos, mientras succionaba la tierna lengua de Samara. Entonces, ella, sonriendo y agasajándolo, se arrodilló ante él… riéndose como una niña, el anciano también se reía.

-Vamos, vamos, niñita, vé por tu caramelo preferido… -la invitó él, con el tono de voz con el que un abuelito da un obsequio a una nieta.

-Mmmmm… -Samara se pasó la lengua por los labios-, ¿qué tenemos por aquí? -y le dio un suave mordisco al afamado bulto. Julián se estremeció sin dejar de reírse.

Samara bajó la cremallera, costándole un poco por la gordura del señor. Don Julián se recostó y pronto, su rechoncha pija se asomó, enrojecida y algo olorosa a suciedad… Samara la olió y la rozó con sus labios…

-Mmmmm… con olor a macho como me gusta -ronroneó ella, dándole los primeros besitos. Don Julián suspiraba, con sus ojos cerrados. Samara esperó que no fuera a morirse de un infarto, pero continuó morreándose contra ese pincho de carne, murmurando cosas afectuosas, rozándola con sus aterciopelados labios y con sus tiernas mejillas…- Juliancito, qué dura la tenés hoy… -e hizo desaparecer su capullo dentro de su ávida boquita, brindándole el primer chupetón… don Julián berreó de felicidad.

Samara usó su lengua sobre él, pasándosela como si fuera un helado, sonriendo y mirando la descompuesta cara del viejo, ella le guiñó un ojo y le regaló el segundo chupón. El viejo se venía con facilidad, y había exigido que el "trabajito" durara lo más posible…

-¡Qué delicia de pollón, abuelito! -exclamó Samara, aún sin sujetarla con sus manos, sólo estimulándola con su maravillosa boca. El viejo le hizo un gesto y ella se incorporó para prendarse de su grueso cuello y besarlo apasionadamente. Julián intentó meter un grueso dedo en el sensible y aún maltrecho culito -ni tan virgen- de Samara, ella se sobresaltó y se rió, sin despegar su boca de la del anciano.

Yadira entonces, colocó alrededor del sinuoso talle de su hija un red a modo de falda, y puso un poco de música instrumental. El viejo estaba a punto de correrse y necesitaba un respiro.

Samara se puso de pie delante de él, y le dio la espalda, para que el viejo contemplara maravillado, los ágiles movimientos del hermoso culo frente a él, siempre aproximándose peligrosamente a la tiesa polla, y Samara lo observaba sobre su hombro, sonriendo y disfrutando con el ameno sufrimiento de don Julián, quien de cuando en cuando, pellizcaba esas nalgas perfectas. En un momento dado, don Julián se inclinó para sujetar esas preciosas caderas, para almorzarse ese divino culo, chuparlo, lamerlo, tapizarlo de besos, incluso deslizó su lengua osada un par de veces sobre el enrojecido asterisco de la moza… Samara tembló de placer ante ese contacto, sospechando así lo mucho que podía disfrutar con los famosos "besos negros"…

Samara, de nuevo arrodillada, rozó su hermosa cara contra la rechoncha pija, reanimándola y endureciéndola como nunca. La sujetó y la engulló, dándole sonoros y brutales chupetones.

-¡Oh, sí, mi vida, qué rico! -rugía el sudoroso y febril anciano. Yadira observaba la cabeza de su hija, subiendo y bajando, chupando con devoción esa gorda carne.

-¿Te gusta, amor? ¿Querés más, tesoro? -preguntó Samara, con una voz como si estuviera a punto de perder el control. Se acercó al viejo y aprisionó su verga entre sus juveniles y preciosos melones… esta parte le encantaba al viejo.

-¡Sí, mi amor, te quiero coger los morros!

Samara sonrió y le lanzó un beso, mientras empezaba a subir y bajar sus abundantes pechos, acariciando en el canal entre los mismos, el palpitante y rechoncho órgano del tembloroso don Julián. El anciano introdujo su pulgar en la boca de la joven, y ella se lo chupó con ansias. Y a veces, Samara le lamía la punta de la verga, aunque le costaba un poco, ya que no era tan larga como la de Bruce… y Samara pensó en él un instante, hasta que salió de su ensueño cuando Julián le dio golpecitos en la cara y en las tetas con su fofa pinga.

Samara la atrapó y se la metió a la boca. La masajeó con su mano y se la chupó con ganas, deseosa de terminar con eso. Samara dejó caer un hilillo de saliva sobre el enrojecido glande, un truco que intentaba perfeccionar. Yadira asintió, complacida, aunque empezaba a notar la incipiente exasperación de su hija… Samara la chupó de nuevo, chapoteando en su propia saliva.

Entonces, don Julián la detuvo con gentileza. Samara lo besó, fingiendo deseo.

-Date vuelta, mi vida, hoy Julián te va a dar carne… -le anunció. Pocas veces el anciano lograba conseguir dinero suficiente para poder penetrar a Samara, esta era un de esas ocasiones, no muy gratas para ella…

-¡Ay, qué rico, papi, qué dura la tenés hoy! -musitó ella, cerrando sus ojitos, mientras se iba sentando despacito sobre la verga de Julián.

-¡Aaahh, vida mía, tené tu yuca, preciosa!

-¡Qué rica tu verga, qué gruesa la tenés! -confesó Samara, ante el inesperado placer que esa polla le estaba dando, tal vez por haber llegado cachonda de su breve sesión con Nancy… Samara gimió cuando su bronceado culo se asentó sobre los blancos y peludos muslos del alegre anciano, que la rodeó por la cintura… la quería tener bien ensartada un rato, antes de moverse… Samara, que empezaba a sudar, cerró sus ojos y se relamió los labios… le estaba gustando… aunque nunca como Bruce…

-¡Qué sabroso cipotón, amor!

-¿Te gusta, ah, primor? -y Julián le dio un repentino puyón.

-¡Aaaaahhh, sí, rico!

Julián la puyó de nuevo, sintiéndose más hombre al saber que estaba haciendo chillar a esa bella putita. La apretó contra él, agarrándole los pechos, Samara intentaba sofocar sus gemidos, y se dejó hacer. Empezó a subir y bajar sus caderas, oleadas de placer la recorrían sin control, el viejo disfrutaba de lo lindo, sudando a chorros, besuqueando y mordisqueando el cincelado cuello de la sabrosa Samara. Entonces, Julián le frotó el clítoris con sus gruesos dedos… Samara aulló, creyendo volverse loca… se movió más rápido, ya disfrutando la cogida, moviendo su cabeza e incluso sonriendo… Yadira arqueó una ceja, preguntándose qué tan rica puede estar esa verga… hubiera querido ir a mamarle los guevos, pero no debía dar más por menos…

Varias hileras de brillante sudor, se deslizaron por el bamboleante busto de Samara, y ella gemía y clavaba sus uñas en los gordos y velludos muslos de don Julián. Yadira se sorprendió al ver los chorros de su hija bañando los peludos guevos del viejo… Samara se había corrido y mugía como una posesa…

-¡De rodillas, putita, que te voy a hacer una mascarilla! -espetó con atropelladas palabras el viejo, a punto de acabar. Samara obedeció y se hincó ante él, para lamerle la pija. La cantidad de semen que bañó la preciosa cara de Samara fue exagerada, tuvo que cerrar sendos ojos por el grumo, los chorros le alcanzaron el pelo, el cuello y los senos, sin mencionar los chorros que pasaron al olvido en la abierta boca de la joven. Así, a ciegas, con su cara cubierta con esa caliente lefa, Samara limpió con su lengua la verga del trémulo anciano… ella misma empezó a comerse los grumos, untando sus dedos y llevándoselos a la boca… una lengua absorbió el semen sobre su párpado derecho… Yadira no había aguantado más, y en un acto sin precedentes, empezó a comerse la lechita de la cara de su hija… don Julián no perdió la oportunidad de restregarles la fláccida polla en la cara a madre e hija… Yadira lamió el semen del busto de Samara, saboreándolo, siempre se imaginó lo que sería mamarle las tetas, pero su hija era demasiado… Samara, anonadada, se dejaba hacer, porque a pesar de la complicidad, nunca había tenido un contacto así con su madre, en especial cuando sus bocas se juntaron y se dieron un lascivo beso, descubriendo Samara lo excelente besadora que era su madre… entre las dos le regalaron una doble lamida al atónito don Julián, cortesía de la casa…

 

4

-¿Y… tu amiga, Samara… no viene hoy? -preguntó Bruce, intentando disimular su nerviosismo con su hija, tratando de parecer casual, mientras cenaban.

-Oh, no, no pudo venir esta tarde… -respondió Nancy, ruborizándose de súbito.

-Ya veo.

Más tarde, como a eso de las diez, Bruce se pajeaba pensando en Samara, sin poder creer aún el brutal polvazo que se habían echado. Tenía un plan para llevarla a su chalet campestre un fin de semana entero… pero, ¿y Nancy? Bruce estaba muy confundido. Se masturbaba con el calzón de Samara enrollado en su larga pija.

Bruce prendió su laptop y accedió a la cámara aún oculta en la habitación de Nancy, sintiendo una repentina corazonada. Nancy, tendida en su cama, desnuda, hablaba por su celular, seguramente con Samara… y se acariciaba la vagina… a Bruce se le puso muy dura… Nancy yacía desnuda, su cara roja, su mano libre se turnaba para apretarse los pechitos o para sobarse la cortada.

"Está tan caliente que no se opondría a que te la follaras si vas ahora mismo", se le ocurrió. Bruce se asustó ante esa idea, ante esa posibilidad real. Nancy sólo podía sobarse por ser virgen… recordó al tal Fernando y le dio un coraje que un mocosito de esa guisa fuese a desflorarle a su hermosa Nancy… se corrió viendo a su hija darse placer. Satán, desde las sombras, estaba satisfecho con el crecimiento de su nuevo adorador.

FIN

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