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Horas Extra (3: Sexo en Exceso)

en Orgías

HORAS EXTRA (3):

SEXO EN EXCESO

A Carol, por haberme elegido como uno de sus autores favoritos,

A Arlequín y Reptile y los demás, gracias por su apoyo.

Me llamo Eleanor Williams. Seguramente ya han oído de mí a través de la mojigata de mi secretaria, Lucía. Soy gerente general del Banco V… como también una de sus accionistas. Tengo 34 años, mi cabello es rubio y ondulado, mis ojos azules, mi piel blanca, no he sido madre y me esfuerzo por mantener una buena figura y hasta el momento lo he logrado sin acudir al bisturí, soy esbelta y sé que tengo buen trasero y busto… y lo digo por las miradas y caricias de los hombres… aunque Lucía es un poco más carnosa que mí.

He sentido mi vida muy fácil. Dicen que mi IQ es de un genio, no me resultó difícil la universidad y generalmente no entiendo los atolladeros en los que se meten mis supuestos financieros, para mí los números son tan claros.

Soy lo que se conoce como una ninfómana, me parece que el sexo es la razón de mi vida, y mi fortuna junto a las posiciones de poder que he ostentado en todos estos años me ha facilitado cientos de encuentros… con hombres y mujeres… aunque he intentado controlarme dentro de esta institución, sé que si me paso de la raya los empleados empezarán a perderme el respeto… pero los jovencitos me matan, pasar por las cajas del primer piso y ver todos esos chicos recién graduados, me los imagino haciéndome un tren, sus manos en todo mi cuerpo… o los chicos del departamento de cómputo, cómo desearía que me violaran o me invitaran a una despedida de soltero… y ni hablar de los chicos de mantenimiento… zafios, malolientes, sencillos, musculosos, sudo sangre al verlos más que ellos al verme mis piernas al pasar, son mis favoritos…

Ahora les voy a describir mi oficina. Es necesario porque en esta oficina -¡si las paredes hablaran!- se desarrollarán muchos de los eventos narrados a lo largo de esta serie "Horas Extra". Mi oficina es muy amplia, de unos diez metros de largo por siete de ancho, ubicada en el décimo piso de este edificio, con una panorámica maravillosa… nunca me he preguntado si alguien ha sido capaz de ver con algún catalejo lo que sucede aquí, pero que lo disfrute si es así… mi escritorio se encuentra en línea recta con la puerta de doble hoja de madera oscura, ustedes imaginen de qué clase de madera, luego, tengo una salita al fondo, para desarrollar negocios rápidos -sí, sé que se están riendo, lo digo en ambos sentidos, "negocios negocios" y "negocios de los buenos"-, una mesa de madera y baja donde suele comerse algo más que canapés y cafecito, la escogí de madera después que mi tío rompió una de cristal anterior -lo sé, lo sé, después les contaré qué estaba haciendo mi tío y qué clase de relación tengo con él-, luego, alrededor de esa mesa, ante sus flancos largos dos sofás largos, y ante los extremos de la mesita dos sillones, por ahora de un color rosado suave… Dios mío, si esos sillones hablaran… deben comprender que les cambio el tapiz a cada rato, por las manchas inherentes a ciertas actividades íntimas amén de que quedan apestando a puro amor… más allá hay un diván, comprobamos la necesidad de tener un mueble así si íbamos a tener orgías a cada rato; hay una gruesa alfombra debajo del conjunto, imagínenla como quieran, así como los cuadros; instalé un sistema electrónico que me permite cerrar las persianas, encender o apagar el aire acondicionado, prender la luz o trancar la puerta con un control remoto. Bien creo que ya tienen una mejor idea de lo que será la "arena" de luchas en una buena cantidad de episodios… prosigamos.

Sé que si me revuelco a diario mi cuerpo terminará arruinado, así que me abstengo de sexo por temporadas y trato de preparar algo muy bueno para mi próxima vez. Más arriba les mencioné cómo mis altos cargos me han permitido facilitarme algunos placeres, pero no me refiero al chantaje, sino a la manipulación. Sin duda ya sabrán la cruel emboscada que le tendí a la pobre Lucía que no quería dejarse encular por el buen don Esteban… me impresionó mucho darme cuenta de lo que ella hizo con el conserje y otra empleada, me di cuenta que Lucía era de las mías y debo despertarla, pero todavía tiene mucha mojigatería encima que debo remover… ah, aquí viene, está entrando a mi oficina, se ve un poco desaliñada, su cabello revuelto y su tez colorada…

-Lucía, ¿por qué tardaste tanto, te distrajiste en el camino?

Por primera vez, me miró con un poco de enojo, y me dijo: Eleanor, estoy harta, es la tercera vez esta semana que usted me envía hacer una diligencia dentro del edificio y…

-¿Y qué? -le pregunté, fingiendo total ignorancia, pero no pude evitar esbozar una medio sonrisa.

-Mire, usted lo sabe bien… no me haga decirlo en voz alta…

-Lucía, a veces puedes ser tan enigmática, no tengo la más mínima idea de lo que estás hablando, no puedo ayudarte si no me dices qué te molesta… -insistí.

Lucía apoyó sus manos en mi escritorio de madera oscura, pensando unos segundos, luego dijo, al fin:

-El me dijo que usted es la que organiza todo esto, él me dijo que usted le dice por dónde voy a pasar…

-¿Quién es él?

-¡Don Esteban, maldición! ¡Me estoy cogiendo al conserje, vale! ¿Estás feliz? -y se paseó por mi espaciosa oficina, cubriéndose el rostro con las manos. Me levanté de mi sillón y fui con ella.

-Lo dices como si fuera algo malo… él no te está violando, por lo que sé -le dije, abrazándola.

Lucía me aferró de mi blusa y con los ojos enrojecidos me dijo: Eleanor, me estoy convirtiendo en el hazmerreír de todos… piensa en mi carrera, yo no soy como tú, nadie puede quitarte de tu lugar…

Apenas le presté atención… ver esos labios tan carnosos, que hace menos de veinte minutos estuvieron chupando un pene, su tez blanca pero colorada debido al polvo que le habían regalado, su cara tan bella y tan cerca de la mía… casi sin pensarlo rodeé a Lucía con mis brazos y la besé.

Definitivamente no lo esperaba, se quedó tiesa en mis brazos, pero al final abrió su boca y el beso empezó a ser recíproco, sus bracitos se escurrieron y me abrazó… por varios minutos sólo fuimos la una para la otra…

-Espera, espera -se apartó Lucía, bastante impresionada-, ¿eres lesbiana, Eleanor?

-Bisexual me describe mejor -e intenté besarla de nuevo pero desvió su boca y sólo pude acariciar con mis labios su mejilla.

-Eleanor, yo… esto es demasiado… yo no soy lesbiana…

-Yo creo que sí, querida -a todo esto, aún no la soltaba, pero Lucía ya quería soltarse-. Escúchame, te prometo que no volveré a ponerte otra trampa, y que me encargaré de los chismes, termina de sacar tu doctorado y tendrás tu ascenso y todos te besarán los pies… pero antes, sólo quiero que me digas algo, ¿te gusta el sexo con don Esteban?

Lucía me miró furiosa, encendiéndose sus mejillas, qué inefablemente hermosa es cuando se enoja, pensé, luego trató de sonreír y se sinceró: El es fabuloso, Eleanor, pero no me gusta hacerlo cuando hay gente caminando en los pasillos, y hoy rompiste el record, son las diez de la mañana…

-Te vi desganada y pensé darte energías para el día, pero no volveré a hacerlo… -me justifiqué, rozando mis dedos por sus mejillas.

-No te creo… -dijo Lucía, apartando mis manos.

-Si te prometo que no lo haré más sólo tendré que negarlo cuando te vuelvan a dar otro encerrón… mejor habla con tu conserje y pónganse de acuerdo para coger, ¿no crees?

Lucía estaba furiosa, me fulminaba con esa mirada. Debía hacer algo pronto o iba a renunciar. Entonces dijo algo muy inesperado para mí, algo que me dejó hirviendo…

-Eleanor, necesito pegarte.

Me aparté un poco, me quité los lentes, mi niña, la verdadera Lucía estaba naciendo.

-Si eso es lo que quieres, hazlo, creo que me lo merezco… -dije, y por la expresión de Lucía descubría que no lo decía en serio, pero sólo me dio un segundo para pensarlo, porque su mano salió disparada y se estrelló en mi rostro.

Lucía se sacudió la mano y volvió a ser la de antes, poniendo cara de miedo. La miré y le sonreí, relamiéndome: Hazlo de nuevo, por favor.

-¿Qué? ¿Te gustó? -replicó Lucía, ya aterrada- Déjame ver, incluso mi mano me dolió… -me abalancé sobre ella y la besé de nuevo, Lucía forcejeó pero sólo sirvió para calentarme más, la apreté contra la pared y ella empezó a responder, sus brazos pronto se deslizaron por mi espalda y mi trasero, recordé que el conserje siempre la dejaba sin ropa interior y mis manos alzaron su falda encontrando su concha aún húmeda, Lucía respingó y se separó.

-Esto es demasiado, Eleanor… -le puse un dedo en los labios y me arrodillé ante ella- ¡No!

Su falda gris era muy corta, la subí deprisa y empecé a comerme esa raja sin dejar de acariciar esas largas piernas blancas. Lucía era caliente sin duda, en un tris ya estaba disfrutando… quería resarcirle un poco por la manera en que jugué con ella estos días… Lucía posó sus manos sobre mi cabeza.

-¡Oh, Dios, Oh, Dios… oooojhhhh… no te detengas….! -me decía. Le metí dos dedos en el culo, sorprendiéndome de lo dilatado que estaba, dejé mis dedos allí y empecé a moverlos, caricia que pareció fascinar a mi sensual asistente, cuyas rodillas temblaban y no hallaba de dónde sujetarse.

-¡Nnnnmjj… oh …Elean… Dios…! -decía y devoré con más ahínco a Lucía, hasta que sus jugos, salados y tibios bañaron mi boca, escasos por cierto, porque venía de correrse con su semental- ¡Aaahh! ¡Cielos!

Y se dejó caer al piso, frente a mí, y quedamos las dos hincadas, frente a frente, Lucía más colorada aún y sudando. Me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro. El olor de su cabello siempre me gustó.

-Este último mes ha sido una locura para mí -me dijo-, primero el conserje y tus trampas, ahora tú me das sexo oral -y se rió un poco-. Siempre me diste miedo, porque me mirabas cómo me miraban los hombres, de alguna manera supe que este momento iba a llegar y mi miedo era saber si me iba a gustar o no…

-¿Por qué? Acabamos de comprobar que eres bisexual, Lucía -y dije esa palabra para que ella la meditara en todo su peso. Ella me miró y me besó, sobre los labios, dulcemente.

-Dame tiempo para digerir todo esto -y se puso de pie.

Ante mi decepción, Lucía se retiró a su cubículo y me dejó su sabor en mi paladar. Creí que hoy iba a darle un revolcón, por fin, pero será en otra ocasión. Reasumí mis actividades tras mi amplio escritorio, haciendo llamadas, pactando negocios a través de teleconferencias, di algunas instrucciones a Lucía a través de emails… Lucía… Dios, me mojo con sólo pensar en ella, creo que ha de estar aterrorizada, se ha de preguntar qué demonios pasa en este banco…

A todo esto, las cortinas de mi oficina estaban cerradas debido a que en los últimos días había hecho un calor tremendo, además el reflejo del sol me dificultaba trabajar con la laptop. Eran como las dos de la tarde y mi oficina parecía un horno. Los accionistas se mostraban satisfechos y mi teléfono ya no sonaba… antes hubiera ido a platicar con Lucía pero quise dejarla en paz un rato. Ya me había quitado el saco de mi traje carmesí y arremangado las mangas de mi blusa, pensé que no había nadie que me viera y me la desabotoné hasta dejar visible mi sostén, pero el calor era demasiado, junto al calor de la mañana que me quemaba por dentro e inundaba mi sexo.

No soporté más y con el control remoto corrí las cortinas y apagué el aire acondicionado, luego me giré en mi sillón y… antes de abrir el cristal me encontré con tres chicos de limpieza, subidos en el andamio, que finalizaban su faena enjuagando mis ventanas… ellos también se quedaron sorprendidos al verme… tan escotada… ellos me parecieron bellísimos… me puse de pie y corrí los cristales…

-Hola, muchachos, les ha tocado trabajar duro hoy, ¿verdad? -los saludé, apoyándome en el borde del andamio que estaba a mi altura.

-Patroncita, buenas tardes -me saludaron. Debido al calor se habían quitado las camisas, y sus cuerpos chorreaban sudor, todos ellos morenos, y me fijé en uno que tenía un tatuaje de una calavera… necesitaba a esos hombres, quería comérmelos…

-Usted es más hermosa de lo que me habían contado -me dijo uno.

-Gracias, eres muy apuesto también, ¿cómo te llamas?

-Juan -los otros dos se presentaron como Alberto y Luis. Juan era el tatuado y tenía diecinueve años, al oír su edad me derretí. Los otros tenían 21 y 25. Rápidamente se dieron cuenta de que les estaba coqueteando.

-Valió la pena el trabajo de hoy sólo por ver tanta belleza -me aduló Alberto, que llevaba una gorra.

-Opino lo mismo, nenes -les dije, y se rieron, acercándose más, entonces me saqué un pañuelo.

-Oh, gracias… -había empezado a decir Juan, lo que no esperaba es que yo misma le secara el sudor, aprovechando para manosear ese cuerpo juvenil y terso, haciendo otro tanto con sus amigos, caldeando más el ambiente.

-Si sus novias los vieran tendrían problemas -comenté.

-No hay cuidado, no tenemos novia -dijo Luis, hechizado con mi busto.

-Pero, ¿por qué? Ustedes son tan bellos -repuse, asombrándolos.

-Las chicas ahora sólo se fijan en los bolsillos de uno -contestó Alberto.

-Qué mal, las chicas de hoy hacen mal, dejando a tres bombones como ustedes solteros, alguna chica mala podría aprovecharse… -seguí comentando, impresionándolos, aunque me pareció que Luis y Alberto no me tomaban muy en serio, pero la mirada de Juan me estaba quemando la piel, estaba excitando a una fiera… muy bien, pronto iba a caerme encima… es lo que quería…

En ese momento sonó el teléfono. Casi a regañadientes les pedí que me esperaran y fui a atender. Era Lorenzo, el jefe de personal, un odioso santurrón al que me encantaba molestar… él sabe muy bien qué estilo de vida llevo y cómo suelo divertirme con algunos empleados… no pude evitar un sabroso sobresalto cuando sentí una mano ardiente en mi trasero, era Juan, que sin ambages comenzó a introducir sus manos en mi cuerpo, acariciando mis senos sobre mi camisa y a subirme la falda, manoseando mis nalgas… sentí que me derretía, aquél olor a sudor anegándome, la lengua de Juan deslizándose por mi cuello y detrás de mis orejas, no sé cómo hice para seguir la conversación telefónica.

El muy canalla terminó desabotonando mi blusa y apoderándose de mis pechos:

-Nunca había tocado morros así, ricura -me susurró Juan, que me tenía con los ojos cerrados de puro placer, y con mi mano libre ya acariciaba sin restricciones ese pecho terso y húmedo de transpiración. Cuando mi sostén desapareció, entonces cuatro manos más se lanzaron como jauría de perros hambrientos sobre mis senos desnudos… casi dejé caer el auricular… Alberto, creo, incluso metía sus dedos en mi boca, tuve que tomarle la mano para calmarlo, en tanto que Juan, se había arrodillado para manosear mis temblorosas piernas y bajarme la falda, sin dejar de darme besitos en el trasero.

Las lenguas no se hicieron esperar y pronto tuve una en cada pezón, más la de Juan que ya lamía mi cortada sobre mi calzón. Tuve que aferrarme de mi escritorio y dije a Lorenzo por el teléfono:

-Sabes, me estoy sintiendo mal, mejor hazme un informe y lo pase recogiendo a las cinco, cuando baje… no, no, no molestes a Paola, no la mandes, yo lo paso trayendo, en serio… -creo que gemí al sentir dos o tres manos dentro de mi calzón traveseando mi coño empapado-… de acuerdo, de acuerdo… estoy bien, sólo con un poco de calentura… sí, bien, sólo ocupo descansar un poco… ok, ok… -y colgué por fin.

Lo primero que hice fue alzar el mentón de Luis y besarlo. Estaba totalmente desnuda entre tres exquisitos jóvenes dispuestos a darme un revolcón como Dios manda. Sus manos inquietas acariciaban todo mi cuerpo, ensañándose con mis cocos y mis nalgas, aunque Alberto tenía algo con mis manos porque me las besaba y se las pasaba por la cara… un fetiche sencillo pero logró revolver la lava en mi interior…

Creo que estuvimos unos diez -gloriosos- minutos manoseándonos y besándonos de pie… besé esas tres boquitas hasta el cansancio y mi boca ya estaba inundada de saliva al ver esos tres estiletes aguardando su bien merecida mamada. Juan se puso de pie, nos besamos, le encantaba mordisquearme las orejas y el cuello.

-Híncate, preciosa -me dijo, lo miré, un poco ruborizada y le sonreí. En eso, la puerta de mi oficina se abrió y entró Lucía con unos papeles, que se le cayeron de los brazos, boquiabierta y paralizada.

Le hice un gesto para que se nos uniera, pero Lucía masculló un "ni hablar" y salió de inmediato. Sé que puede ser decepcionante, pero descuiden, Lucía y yo nos liaremos en orgías y otras locuras mayores que ésta. De todos modos, estaba demasiado empalagada con mis tres bizcochitos, no de muy buena gana los hubiera compartido. ¿En qué estábamos? Ah, sí, me dispongo a hacer una "hidra", o sea, posición en que alguien se arrodilla y chupa dos o mas penes… así le llamo, tal vez hacemos una "hidra compuesta" después, o sea, con un tío follándome mientras chupo las otras dos pollas…

Me hinqué, entonces, succionando primero a Luis, que era el menos impresionante de esas tres salchichas, Alberto la tenía más voluminosa, me la tragué hasta sentir su vello púbico en mi nariz, y finalmente, la de Juan, el que más me gustaba, me detuve mucho lamiéndosela, creo que sus compinches se pusieron algo celosos por esa caricia especial. Seguí mamando, feliz de la vida, hasta que sentí a mis tres jóvenes amantes bastante agitados, entonces me puse de pie, mi cabeza caliente, pensando qué posiciones asumir con esos niños tan lindos.

-Ven, sígueme -me dijo Juan, de súbito. Me tomó de la mano y me llevó a uno de los sofás largos. Entendí lo que deseaba y me acosté boca arriba. Juan se agachó a comerme la vagina, en tanto Luis y Alberto se repartieron mi cuerpo; Alberto, que estaba desnudo a excepción de su gorra azul de "i love NY" se dedicó a besarme la boca un rato antes de obligarme a tragar de nuevo su palanca, y Luis lamía y acariciaba mis pechos enormes a su disposición, a veces lamiendo mi ombligo, nunca me habían hecho algo así pero las repentinas excentricidades de estos chicos estaban muy lejos de desagradarme.

-Ustedes tres son tan bellos -les dije y seguí chupando mi bombón. Juan siguió lamiendo un rato más antes de decidirse a tomar una posición y penetrarme por fin, haciéndomelo, pero le costaba trabajo, así que me incorporé y le dije que se sentara, sacando un poco sus caderas del asiento y me subí a horcajadas sobre él. Me clavé su verga despacio, luego le rodeé su cabeza sudorosa con mis brazos y empecé a montarlo. Juan me abrazó, oprimiendo su cabeza contra mi busto descubierto, jadeando casi al instante… pensé que era una lástima que un joven tan guapo y bien dotado no fuera tan popular entre las chicas, pero decidí trabajarlo más… quería disfrutar cada uno de esos polvos… pronto, Juan volvió a la vida y sus cálidas manos se posaron en mis caderas, y empezó a puyarme con fuerza, arrancándome quejidos repentinos, mientras Luis y Alberto, sobándose sus penes, muy cerca de mí, esperaban su turno…

Juan, como todo un macho de los que me fascinan, tomó las riendas de la cogida y me puso en mi lugar de yegua embramada, penetrándome con viril potencia, haciéndome lloriquear mientras cabalgaba ese potro de 19 años.

-Avísame cuando vayas a acabar, para que me lo trague -le dije en medio de mis jadeos, poniéndolo cachondo de verdad, dándome cátedra de lo que implica subirse en un joven fuerte y musculoso… me sentí vieja al saberme una muñeca balbuceante ensartada en esa pija tan deliciosa, que me dio un orgasmo inolvidable.

Casi con un sexto sentido de lujuria, me puse de rodillas ante las piernas abiertas de Juan y le devoré el miembro hasta que su semen estalló en mi boca, tragándomelo todo mientras mugía de manera salvaje. Creo que los tres estaban muy asombrados de la puta que tenían ante ellos a su entera disposición.

Luego, Luis y Alberto me pusieron de cuatro patas sobre la alfombra. Luis se arrodilló frente a mí, y empecé a mamársela, mientras Alberto se alistaba a penetrarme, aunque no por mi canal aún embadurnado de mis jugos, los que usó para lubricar mi ano que se estremeció de gozo al saber que iban a romperlo en pocos segundos… Alberto rozó su pene contra mi recto y empujó… aunque llevo más de quince años cogiendo por el culo, nunca va a dejar de encantarme esa sensación de invasión… me costó comerme la polla de Luis, porque el bien dotado Alberto me estaba pegando una culeada de padre y señor mío, creo que ya estaba tan sudorosa como ellos, mi culo se dilató rápidamente y Alberto me cogió con furia, a una velocidad tremenda.

-Deja que sufra esta puta -le dijo Alberto a Luis, que se apartó para dejar libre mi boquita, libre para gemir y quejarme.

-Ay, papi, dame de comer toda esa carne por el culo… -logré articular, mi frase favorita, que siempre excita mucho a los hombres.

Alberto reaccionó y en pocos instantes sentí mis entrañas ardiendo, inundadas de leche ardiente que me golpeaba por dentro. Alberto salió de mí y me rodeó para que limpiara su pene con mi boca, cosa que hice con mucho gusto… no era la primera vez que chupaba un cipote recién salido de mi culito… Luis no perdió tiempo y se colocó detrás de mí…

-Espera un poco, Luisito, tengo una idea -le dije, habiendo comprobado que Juan la tenía tiesa de nuevo, listo para meterse en la acción otra vez.

Con mis instrucciones, Luis se acostó sobre el diván que ya les mencioné. Me subí en él a horcajadas y me metí su cachorro, él se puso tenso y de inmediato sus manos se cerraron sobre mis senos. Indiqué a Juan que se acercara, mi Juancito entendió mis nada decentes planes y se subió tras de mí… y empezó a metérmela en el culo… creo que grité de emoción, con dos sementales jóvenes dándome todo su calor, toda su virilidad… me estaban matando… mis gritos llenaron mi oficina, gritos obstruidos por la polla de Alberto en mi boca… los tres me estaban dando una cogida de leyenda, y yo sólo podía manifestarlo con mis "mmmmmmmpfh", "mmmmmmmpfh".

Seis manos recorrían mi cuerpo, untando mi sudor mezclado con el de ellos… estaba bañándome en el sudor de tres hermosos machos… Alberto se corrió en mi boca, y yo tuve un intenso orgasmo al sentirme quemada por dentro simultáneamente en mis dos orificios. Estaba loca de lujuria y satisfacción.

Poco después, los chicos se fueron por la ventana, a devolver el andamio en la azotea, donde estaba la bodega. Antes de irse, Juan me besó en la boca, un buen beso, con su lengua en mi garganta, y me dijo:

-Eres maravillosa, quiero tenerte para mí solo -y me besó de nuevo, apretando mi dolorido cuerpo contra el suyo.

-Ven el lunes a las cinco -alcancé a decirle, viendo sus ojos brillantes de incredulidad-, en serio, ven, tú solo… haré lo que me pidas…

Los chicos se despidieron desde el andamio y les dije:

-Espero verlos pronto, niños, creo que se merecen un aumento.

-Vaya, si es así vamos a venir a cogérnosla todos los días para que nos den aumento a diario -dijo Alberto, relamiéndose.

Me reí con su broma, y apoyándome en el borde de la ventana, les dije:

-Sean discretos con lo que pasó hoy y tendrán más.

Ellos asintieron y terminaron de subir. Fui a darme una ducha… -creo que no había mencionado el baño, pero decidí instalar uno, con ducha incluida, porque de una orgía no sales nítido precisamente, como pude verificarlo una vez más-. Fue una lástima que Lucía no participara, pero pronto conocerán a la verdadera Lucía, quien logrará aterrarme incluso a mí en no pocas aventuras… sé que se preguntan qué vaina me tengo con mi tío Roy Williams, también accionista, aún hay muchos personajes que van a involucrarse en estas historias… los accionistas son todos unos viejos rabo verde, y más de alguno me ha preguntado por Lucía… y muchos otros personajes que irán surgiendo junto a la trama.

"Horas Extra" va para largo. Por ahora mi misión principal es el despertar de Lucía, para lo que me está ayudando formidablemente el conserje don Esteban. A veces, los episodios serán narrados por un personaje distinto según vaya mejor de acuerdo a las circunstancias. En las orgías más multitudinarias, por decirlo así, en que todas estaremos muy ocupadas siendo empaladas y tragando vergas, narrará en tercera persona una entidad llamada "El Incubo", ya profundizaremos más en todas estas cosas… les agradezco su apoyo a nuestra saga, y a los que se enamoraron de cierta zorra pechugona llamada Irene, les informo que próximamente será contratada en nuestras agencias…

Espero verlos pronto…

E.W.

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