miprimita.com

Samara 10

en Trios

SAMARA 10

Kleizer

1

         La mañana del lunes siguiente fue especialmente embarazosa para la presidenta de clase, la pundonorosa y esbelta pelirroja Astrid, cuando sus ojos café claro encontraron los de Nancy y Samara, que esbozaron sendas sonrisas pícaras. La razón era que durante la tarde del sábado pasado, había mantenido relaciones sexuales lésbicas con ellas, y por si fuera poco, la habían filmado teniendo sexo con Samara, y con ese video ellas la tenían tan firmemente atenazada del cuello como en un principio ella creyó tenerlas a causa del video que había grabado con su celular, sobre Samara y Nancy besándose apasionadamente en los baños de mujeres.

         El rostro perfecto y simétrico de Astrid por poco alcanzó matices carmesí semejantes al de su cabellera de fuego. Era el precio del chantaje. Nancy y Samara eran sus esclavas, sin duda, podía enviar el video de ellas dos besándose a todos los contactos del colegio, pero por otro lado, Samara y Nancy podían hacer otro tanto con el video todavía más comprometedor, de ella y la exuberante Samara lamiéndose y haciéndose de todo. “Fui por lana y salí trasquilada”, pensó Astrid, antes de tomar asiento en la primera fila de pupitres ante la pizarra.

         Más tarde, el maestro guía les recordaba a sus alumnos sobre la cercanía de la Feria del Comercio, actividad anual para todas las promociones de último año. Por tal razón, los alumnos debían agruparse  en conjuntos de  6, como indicó el docente, en vista que era una clase constituida por 30 estudiantes.

         Las Fuerzas de Aquél que fue Exiliado al Abismo movieron sus hilos invisibles, pero no del todo imperceptibles, produciéndose un grupo de trabajo compuesto por Samara, Nancy, Astrid, Fernando, Dalila, ex novia del anterior, y Selvin, uno de los “cerebritos” de la clase, eterno enamorado de Astrid, quien no entendía de indirectas, o al menos tomaba cada negativa de la atlética pelirroja como el “no” de la canción de Arjona.

         Fernando estuvo flanqueado todo el rato por Dalila a su izquierda y Nancy a su derecha. Las dos competidoras se lanzaban puñaladas subliminales como sólo las mujeres saben hacerlo. Sin embargo, Nancy no pudo negar que su rival de negra cabellera ostentaba una silueta peligrosamente tentadora, sus pechos incluso se veían más redondos y abultados que los suyos. Había escuchado que Dalila se inscribió en un gimnasio un par de meses atrás. Las piernas de Dalila se asomaban contorneadas e invitadoras. Si bien, Nancy aún estaba de paquete, no debía subestimar la experiencia de su compañera, quien, si los chismes se tomaban en serio, habría arrasado con media clase.

         -¿Qué proponen como actividad comercial? –indagó Astrid, para imponer algo de seriedad al grupo.

         -Dar las nalgas a cambio de dinero –siseó Samara suavemente, pero lo suficiente para ser escuchada por una Astrid que se enrojeció como tomate. Samara le sonrió, malvada y divertida, y a la derecha de Astrid, un ansioso Selvin quería confirmar las palabras que creía haber captado.

         -Besos de labio 3 dólares, besos franceses 12 dólares… -siguió molestando Samara.

         -¡Es buena idea! –asintió Selvin.

         -Y mamadas a 50, podríamos hacer dinero suficiente para irnos de vacaciones, no te parece, Astrid?

         -Sé seria, Samara –zanjó la pelirroja.

         -Se atienden hombres y mujeres… -susurró la mulata.

         Astrid le dedicó una mirada pétrea y prefirió tratar con Selvin. Mientras tanto, Fernando estaba feliz de la vida en medio de sus dos preciosas compañeras, que no perdían oportunidad de rozarle sus rodillas o sujetar sus manos. Selvin lo veía de reojo, con cierta envidia, pues aunque era seguidor absoluto de Astrid, tampoco era ciego a la belleza de las demás muchachas. Al final, en vista que los demás grupos se decantaron por bebidas o comida, a excepción del grupo de Malik, cuya propuesta fue poner un stand de juegos de video, se optó por la solicitud del car wash, algo que nunca se había realizado antes en la historia del colegio.

         -Estás loca, Samara, nunca nos permitirán hacer eso –dijo Astrid a, quién si no otra, Samara.

         -No vamos a hacerlo en trajes de baño, pero seguramente Selvin estará de acuerdo en que sería un éxito si lo hiciéramos, ¿verdad? –indicó ella, guiñándole un ojo al aludido.

         -Y si lo permitieran, ¿qué hay del agua? El colegio nos cobrará el agua que usemos.

         -Fernando tiene un pickup, conseguimos unos cuantos recipientes grandes y los vamos a llenar en los manantiales en las afueras de la ciudad, bien podrían los dos varones, Fernando y Selvin, hacer los viajes que se haga falta durante ese día, mientras las cuatro chicas nos dedicamos a las labores.

         -¿Y con qué indumentaria, si se puede saber?

         -No en uniforme de gala, precisamente, Astrid.

         -El director nunca lo permitirá, nos dirá que cambiemos de proyecto.

         Samara sonrió y dijo: El director es hombre, le encantará la idea, y olvidas un factor fundamental en los negocios de hoy: lo sexual vende, presidenta.

         Selvin asintió de acuerdo. Fernando, Nancy y Dalila apenas se daban cuenta de la decisión tomada por Astrid y Samara.

2

         El viernes de esa semana, la propuesta del car wash había sido admitida. ¿Cómo logró Samara convencer al director? Eso será un enigma que perseguirá a muchos hasta la tumba. Al final de la jornada, el grupo decidió dividirse en dos: uno para recolectar recipientes y otro para sacar números. Lo ideal habría sido que los dos varones hubieran ido al trabajo pesado, sin embargo, Nancy y Dalila parecían haber sido soldadas a Fernando y fue imposible separarlos. Así que estos tres se fueron en el carro de aquél a buscar recipientes, mientras que Samara, Astrid y Selvin fueron a la casa de aquélla para sacar cuentas y números, los precios, etc.

         No hace falta resaltar que a la presidenta no le hizo gracia volver a la habitación donde hacía menos de una semana tuvo relaciones sexuales con dos de sus compañeras de clase, y Samara la estuvo atormentando toda la semana con sus insinuaciones e indirectas, y rogaba al cielo que no se le ocurriera comentar algo con Selvin.

         -Digo que 10 dólares estará bien –dijo Samara.

         -¿No te parece muy caro? –le preguntó Astrid, fastidiada por el chantaje y por ver que no toda la iniciativa del grupo dependía de ella.

         -Selvin, si cuatro colegiales para chuparse los dedos te fueran a lavar el carro, totalmente empapadas, ¿te parecería caro pagar 10 dólares?

         -Por supuesto que no –repuso Selvin, más divertido y relajado. Pocas veces había tratado a Samara, por su timidez, pero a lo largo de esa semana, se habían llevado bien, especialmente en eso de jorobar a Astrid, que era una suerte de desquite de Selvin por el desdén de la presidenta.

         -En mi USB está tu tarea de estudios sociales, Samara –dijo Selvin, bastante alto y delgado, extendiendo el aparato a la curvilínea mulata.

         -¡Selvin! –exclamó Astrid, ya sentada en la cama de Samara- Deja de hacer las tareas de la demás gente. Incluso Dalila, la única razón por la que llegó a último año fue porque siempre le hacías las tareas.

         -¿Y nunca te pagó, Selvin? –quiso saber Samara, sentada frente al escritorio sobre el cual reposaba su computadora. Ante el silencio del joven, Samara continuó diciendo: Hace mal, Dalila, por eso los hombres se aburren de ella –y Samara dejó puesta la USB en su netbook y de inmediato se puso de pie, desabotonando la parte superior de la camisa blanca de su uniforme.

         Mientras Astrid sacaba unos cuadernos de su bolso, no vio nada raro en que Selvin se sentara en el borde de la cama, al lado de ella.

         -Samara, ¿qué rayos estás haciendo?

         -¿Qué más te parece que puede hacer una mujer arrodillada en medio de las piernas de un hombre, presidenta? Selvin hizo una tarea para mí y voy a recompensarlo –dijo Samara, con sus ojos resplandecientes y jocosos, como si hurgar en el interior de la cremallera de un chico fuera la cosa más normal del mundo.

         La polla de Selvin ya estaba en el proceso de adquirir firmeza cuando Samara la sacó por el orificio. No dio tiempo a Astrid ni de hablar. Selvin suspiró y se estremeció, casi acostándose en la cama, mientras su pene se perdía dentro de la primera boca femenina en comérselo. Astrid parecía haberse convertido en estatua, su expresión mezcla de asco y asombro, Samara le guiñó un ojo sin interrumpir su labor, y extrañas sensaciones rebulleron dentro de Astrid, a medida que la virilidad de Selvin aparecía tiesa, venosa y reluciente con la saliva de la exquisita Samara.

         -¡Qué larga la tienes, Selvin! De haberlo sabido te la mamaría más a menudo –dijo Samara, gratamente sorprendida y complacida viendo a ese joven temblando como un cachorro totalmente en su poder. Samara trazó círculos con su lengua sobre el glande enrojecido de Selvin, haciéndolo jadear como si lo estuvieran marcando cual ganado, y hundir sus dedos en la sábana y cojines de la cama. Samara lamía el capullo y se la volvía a tragar, y a veces lamía y engullía los testículos del joven, convidándole oleadas tras oleadas de inenarrable placer.

         -Tienes que probar esta carne, Astrid –dijo entonces, Samara, librando la trémula torre de sus fauces e invitando a la pelirroja-. Si quieres puedo excitar más a Selvin con un video porno que conseguí el sábado pasado…

         -¡Samara!

         -Chúpasela, Astrid, vamos, ¿crees que no se te nota cómo se te hace agua la boca?

         Astrid se sonrojó y Samara regaló nuevas succiones a Selvin, las que resonaron por toda la habitación. Ante el maravillado Selvin, que había alzado su cabeza al escuchar sobre la posibilidad de gozar también de los encantos de su hasta entonces amor platónico Astrid, la vio por fin, arrodillándose junto a Samara.

         -¿Es la primera vez que te comes una verga? –preguntó la mulata, mientras Astrid se ubicaba a su lado. La presidenta asintió.

         -Vete acostumbrando porque te vas a graduar de chupadora de pijas junto a mí –le susurró Samara al oído.

         Y Astrid, con fama inmaculada, la presidenta de la clase, extendió su lengua cálida y sedosa y lamió el glande tembloroso de Selvin, quien suspiró complacido. Astrid besó el hongo varias veces. En la habitación reinaba el más intenso silencio, sólo interrumpido por los besos que la pelirroja Astrid daba a la verga enhiesta de Selvin. Samara les quitó los lentes a ambos. Se puso de pie para poner algo de música en su computadora. Cuando se giró de nuevo, Astrid había comenzado a tragarse el cipote de Selvin y paulatinamente, su rostro dejó de reflejar repugnancia y aflicción, y fue dando paso a la calentura felina.

         Tras los muchachos, Lilith, Emperatriz de los Súcubos, el Maligno y Belial, sonreían complacidos ante la caída de dos ángeles otrora puros en las fisuras eternas del Gehena.

         Samara se hincó al lado de Astrid y entre las dos, emplearon sus bocas sabrosas para ensalivar bien el instrumento con el que Selvin más tarde las haría suyas. Samara aferró la pija del quejumbroso muchacho y la adhirió a su vientre, para que cada una de las chicas fuera libre de chuparle un huevo, cosa que hicieron tácitamente sin necesidad de indicarle instrucción alguna a Astrid, cuya respiración pesada iba revelando la calentura y la lujuria que se apoderaba de ella velozmente.

         Samara dejó a Astrid devorando con aviesa gula la sólida pija de Selvin, quien hundió sus dedos en la cabellera de fuego de su amor soñado para hacerla que tragara más y más carne. Y sumado a esas divinas y sublimes sensaciones, de pie tras la ruidosa mamadora, Samara se desnudaba, sonriente, quedándose únicamente con sus calcetas blancas y sus aretes dorados. La visión de aquella mulata desnuda, con sus curvas y sus pechos enormes y de perfecto trazo, su tono de piel chocolatado, apenas de un tono más oscuro que el de la actriz Halle Berry. A medida que su verga se puso más tiesa y Astrid gimió, totalmente desatada, quien pareció adivinar la idea de su amiga, quizás por haber escuchado las prendas cayendo al piso, se liberó de su camisa blanca y Samara le zafó el sostén rosado claro.

         -Dame espacio, Astrid –dijo Samara. La preciosa joven de piel café con leche se arrodilló junto a la pelirroja con cara de sexo. Samara se untó algo de lubricante en sus senos, que resplandecieron, invitando a ser manoseados y apretujados. Samara atrapó el pene duro de Selvin entre sus pechos, prensándolo, e inició un sube y baja con su busto, aprisionando la virilidad de Selvin.

         -Oh sí –exclamó el agasajado estudiante, que metió algunos dedos en la boca de Samara, chupándolos con gusto. Los senos de Astrid no eran tan grandes como los de Samara, pero pensó que eran suficientes para darle gusto a un hombre, y la presidente, desterrando de su mente cualquier recuerdo de iglesias, misas, etc. tomó el botecito de lubricante y se untó el busto. Samara le cedió el lugar y de inmediato, fue imitada por Astrid, atrapando la ardiente y dura verga de su Selvin entre sus senos. El joven se apoyó sobre sus codos para no perderse el memorable espectáculo.

         -Cómo me has gustado todo este tiempo –le confesó.

         -¿Y te gusto más ahora que te la he chupado y te hago el amor con mis tetas? –quiso saber Astrid, con un tono de voz sensual y tan propio de una puta que no parecía ser ella misma, y la verdad, la pelirroja de contorneada figurar semejaba estar enajenada, poseída por invisibles súcubos.

         La sorpresa de Astrid fue grande cuando justo en su nariz y labios chocó el primer chorro de hirviente semen, y los siguientes embadurnaron su rostro y senos. Samara volvió a tragarse la enrojecida pija de Selvin, ya más sensible, mientras Astrid paladeaba por primera vez el semen. Luego, Samara y Astrid se fundieron en un inigualable beso, saboreando y sorbiendo hasta el último grumo la leche de Selvin.

3

         El proyecto de la Feria del Comercio fue lo último en la cabeza de esos tres jóvenes estudiantes, arropados bajo la misma sábana y como vinieron al mundo. El afortunado Selvin se dio gusto, tocando y manoseando cuanto quiso de esos dos espléndidos cuerpazos a su disposición. Las nalgas de circunferencia perfecta de Samara eran el sueño húmedo de medio colegio, y Selvin en pocas ocasiones despegó sus manos de tan encantadoras pompas. Se turnaba para besar a las muchachas, percibiendo la lujuria efervescente en Samara y la pasión con incipiente cariño entre él y Astrid.

         Cuando Selvin estuvo listo para la segunda ronda, Samara se hundió entre las sábanas, obsequiando unas buenas chupadas a Selvin y desplazándose después a la entrepierna de Astrid. La pelirroja pronto arrugó su rostro bonito, afligida, gimiendo, y Selvin comprendió, con alegría, que Samara le estaba comiendo la concha. Selvin apartó las sábanas y pudo ver la lengua aterciopelada de la deliciosa mulata restregándose contra los hinchados y relucientes labios vaginales de la espasmódica Astrid. Pudo ver cómo Samara succionaba suavemente el sensible clítoris de Astrid, arrancándole verdaderos bramidos de gozo pecaminoso, ahogados por la música que retumbaba en la habitación.

         Selvin por fin, se colocó sobre Astrid, presa de la Diosa Lujuria, y no fue tan difícil para él penetrarla y rasgarle su himen. Astrid abrió sus ojos de tonalidad caramelo, desmesuradamente, no tanto por dolor sino por la sabrosura inefable que invadió su cuerpo, sintió a Selvin vibrando y emanando su calor de macho dentro de ella. Astrid clavó sus uñas en la espalda del joven y éste empezó a moverse despacio, como Samara se lo indicaba. El sexo oral dado a Astrid facilitó de sobremanera el debut sexual de la presidenta de clase. Selvin y Astrid resoplaron primero, luego gemían y finalmente ululaban como fantasmas penando, sonriéndose y besándose. Selvin colocó las piernas de vainilla y bien moldeadas por el ballet y otros deportes de Astrid sobre sus hombros, para bombearla como siempre lo había soñado. Acostada, al lado de la pareja, entre ellos y la pared, Samara se masturbaba violentamente. Astrid temblaba como si le impusieran toques eléctricos cada vez que alcanzaba un orgasmo, y chillaba como si la arrastraran al matadero. Los jugos de Samara, acompañados de sus gemidos escandalosos, pringaron los muslos de los amantes, al tiempo que el semen de Selvin quemaba el interior de Astrid, transportados los dos al paraíso.

         Los tres jóvenes, sudorosos y contentos, descansaron juntos, sus piernas entrelazadas. Samara se levantó entonces y con sólo un camisón, bajó a la cocina para traer un pichel con Kool Aid. Astrid fue al baño del cuarto de su compañera, para acicalarse un poco, su tez aún arrebolada, contenta. Cuando salió, Samara y Selvin se besaban alocadamente, desnudos, como si fueran ellos los amantes. “Selvin no quiere marcharse sin probar también ese pastel”, pensó Astrid, mientras, a pesar de su agotamiento, comenzaba a calentarse otra vez, manoseando su sexo y sus pechos de pezones erectos, al ver el cambio en el rostro de Samara, su mueca al sentir a Selvin dentro de ella. El joven encima de la mulata tan deseada por muchos, entraba y salía de ella con inusitada furia, sus carnes chocando como aplausos, sus caras contraídas en esa mueca que refleja el gozo que implica que dos seres humanos se fusionen en uno momentáneamente. Selvin besaba a Samara, la manoseaba y chupaba sus pechos, le apretujaba sus nalgas enormes y carnosas. Astrid pudo notar la diferencia, a ella Selvin la amaba, a Samara la deseaba.

         Selvin era más escandaloso que Samara, al fin y al cabo, él era el virgen, pero no por su inexperiencia, dejaba de mantener en el cielo a la sensual mulata, que correspondía con gemidos y chillidos ocasionales. Después, cambiaron de posición y Samara lo montó. Astrid se sorprendió por el modo en que se excitó al ver el culo redondo y divino de Samara bajando y subiendo a lo largo de la blanca pija de Selvin, cada vez con mayor rapidez y fuerza, los aplausos resonando, Samara volviéndose tan ruidosa como Selvin. El joven se apoderó de los glúteos de ensueño de Samara y la oprimió contra él, mientras dejaba en su interior la tercera descarga del día. Samara mantuvo su boca abierta y sus ojos bien cerrados, sintiendo el semen de su compañero quemándola por adentro.

         No es necesario añadir que esa tarde, no se trabajó en el proyecto de clase. Y es oportuno manifestar, que como muchos lectores sin duda lo sospecharán, tampoco la tarde de Nancy, Fernando y Dalila estuvo exenta de resultados tan intensos como los narrados anteriormente. Pero eso es ya otra historia.

         Continuará….

Mas de Kleizer

Maya y Narcisa.

Liz, la Motosierra (no deja palo parado)

La Zorra 2

Marijke y los Sátiros. El costo del peaje (1/2)

Un trío el sábado por la noche.

Irene 2

La zorra

Julia, Diplomática Ardiente

Camino a las nuevas vacaciones de Sandra :) (3/6)

Camino a las nuevas vacaciones de Sandra :) (2/6)

Camino a las nuevas vacaciones de Sandra :) (1/6)

Navidad con magdalena

Magdalena, su padre y los demás. Parte 6.

Magdalena, su padre y los demás. Parte 5.

Mayra: especial día de brujas

Magdalena, su padre y los demás. Parte 4.

Magdalena, su padre y los demás. Parte 3

Samara 12

Mayra: Episodio Cinco

Voluntaria en el Asilo de Vagabundos

Mayra: Episodio Cuatro

Mayra: Episodio Tres

Mayra: Episodio Dos

Mayra

Samara 11

Samara 9

Magdalena, su Padre y los demás. Parte 2

Magdalena, su padre y los demás. Parte 1

Magdalena, su Padre y los demás. Prólogo

Las Vacaciones de Sandra, última parte

Las Vacaciones de Sandra (3)

Las Vacaciones de Sandra (4)

Las Vacaciones de Sandra (2)

Las Vacaciones de Sandra

Julia, Embajadora del Sexo

Excavando a la Arqueóloga

Historia de una Monja

Samara (8)

Samara (7)

Chúpamela en todos los idiomas que sabes, perra 3

Soy la puta de mi abuelo (7.1)

Samara (6)

Samara (5)

Chúpamela en todos los idiomas que sabes, perra 2

Samara (4)

Samara (3)

Yessenia

Samara (2)

Samara

Chúpamela en todos los idiomas que sabes, perra

Soy la puta de mi abuelo (6)

Horas Extra Cero: Desfloración

Horas Extra Cero: Eleanor Rising

Soy la puta de mi abuelo (5)

La Torre de la Hechicería 3: El Angel Mancillado

Soy la puta de mi abuelo (4)

Soy la puta de mi abuelo (3)

Soy la puta de mi abuelo (2)

La Torre de la Hechicería 2: Los Anillos Mágicos

La Torre de la Hechicería 1: El Obsequio del Gnomo

Latvia y los 5 Enanos

Horas Extra (5: Un Tren de Regalo)

Relato de Terror: Proserpina

NOIR: Historias Inéditas

Soy la puta de mi abuelo

En las montañas de la lujuria (3)

Horas Extra (4.5: Interludio #1)

El Pasajero

Horas Extra (4: Soy una ninfómana... ¿y qué?)

Esclavizada (2)

Horas Extra (3: Sexo en Exceso)

Desde Alemania, con amor...

Slam Dunk... con Irene

Horas Extra (2: Almorzando carne... por el culo)

Vanessa

Horas Extra

Esclavizada (1)

En las montañas de la lujuria (2)

En las montañas de la lujuria (1)

Emboscando a Daniela