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El trío con mi amiga (2)

en Trios

Pedro volvió a casa sobre las ocho y media tal y como me había dicho. Cuando llegó se alegró de ver a Carmen. Se llevan muy bien desde primer día que se vieron. La extrovertida forma de ser de los dos, bueno de los tres porque yo soy igual, ha favorecido que tengamos una amistad sanísima en la que, estoy segura, Carmen ha sido tan confesora mía como de Pedro. Le dije que se quedaba a cenar, que quería pasar un rato con nosotros para celebrar su cumpleaños y, como suponía, a Pedro no le pareció nada mal a pesar de que le había prometido una cena romántica a solas.

Aun quedaba tiempo antes de cenar así que saqué algo de picoteo y nos pusimos unas cervezas. Carmen y yo teníamos preparada una sorpresa especial para Pedro, íbamos a regalarle un trío al final de la noche. Sé que le iba a encantar. Pero antes tenía que asegurarme de que Pedro estaba predispuesto, aunque un trío es algo a lo un tío no suele negarse nunca. Y, charlando, fue pasando el tiempo hasta que llegó el momento de cenar.

Le dije a Pedro que fuera a afeitarse mientras que nosotras poníamos la mesa y luego nos sentamos a comer. La mesa tenía puesta una vela en el centro y estaba presentada para una ocasión especial. Unos langostinos, un plato con canapés variados, una botella de lambrusco y tres copas. Como plato principal había preparado solomillo a la pimienta y, para el postre, tenía lista una tarta de limón. Brindamos por el cumpleaños de Pedro y, después de recoger la mesa, nos pusimos unas copas.

Era el momento de relajarse y pasarlo bien. Ya sabéis que, cuando los planes son tomarse unas copas en casa con los amigos, el ambiente suele ser siempre muy agradable porque te sientes refugiado y con la gente a la que aprecias. Así que, como os podéis imaginar, tras un rato de charla y unas copas estábamos pasándolo tan bien que Pedro ya estaría listo para su sorpresa.

Tras hacerle a Carmen un guiño, se levantó con la excusa de que iba al aseo. Yo me levanté también y salí del salón sin decir nada. Total, Pedro seguramente pensaría que iba a por su regalo, así que tenía coartada. Entré en la habitación que, durante la tarde, Carmen y yo habíamos preparado como camerino y me desnudé. Sobre la cama tenía la ropa que me iba a poner para comenzar. Un tanga de encaje, una falda ibicenca de batista perforada y una camiseta interior de tirantas. Un look muy ibicenco con la salvedad de que, en lugar de ser todo de color blanco, la ropa era negra.

Carmen salió del aseo y entró en la habitación por si necesitaba ayuda. Le dije que cogiera la cámara de fotos y la dejara sobre la leja que hay encima de la tele. Luego ya sabía lo que tenía que hacer. Salió del cuarto, preparó la lámpara en el pasillo y, tras dejar completamente abierta la puerta, dejó caer desde el marco hacia el suelo una sábana blanca que tapaba la visibilidad por completo y apagó la luz del salón. A continuación tenía que decirle a Pedro que yo iba a darle una sorpresa y supongo que se sentaría con él y que charlarían acerca de qué iba a pasar. Carmen tenía que disimular de la mejor manera posible hasta el momento oportuno.

Una vez que me vestí y me retoqué un poco el maquillaje, apagué todas las luces y encendí la lámpara del pasillo. Carmen cumplió con su cometido y encendió el reproductor para que empezara a sonar el disco que habíamos preparado.

Conforme los primeros compases de "Like a Virgin", de Madonna, empezaron a sonar yo me fui acercando hacia la sábana para que, desde el salón, se viera mi silueta. Comencé a bailar sensualmente a este lado de la tela y, tras varias poses, empecé a quitarme la ropa. Primero desanudé la falda y, sin soltarla, la dejé caer un poco para sacar las piernas. Luego, pasando el brazo al otro lado de la sábana, la lancé al salón en dirección a donde debían estar sentados Pedro y Carmen. Luego, jugando con que la silueta apenas cambiaría, me quité el tanga y también lo lancé. Continué bailando contoneándome sensualmente e incluyendo en el baile unas posturas descaradamente sexuales. Finalmente terminé por quitarme la camiseta para que se me viera el pecho libre moverse con la música y, con los últimos compases, fui alejándome de nuevo de la puerta hasta que apagué la luz del pasillo.

A oscuras, llamé a Pedro para que viniera y aproveché para quitarme los zapatos mientras salía del salón. Se acercó hacia mí y me tiré contra él para besarle con fuerza. Sus manos recorrieron mi espalda y me apretaron el culo pegándome contra su cuerpo. Pude sentir en mi pelvis que estaba empalmado así que no dudé en llevar una mano a su paquete y meterla por debajo de los pantalones.

Sin soltar el miembro de Pedro me giré para entrar en la habitación. Me siguió y nos metimos en el cuarto. A continuación cogí un traje de látex y se lo enseñé.

–Es hora de estrenarlo. ¿Me ayudas?-.

La cara que puso lo dijo todo así que le sonreí y le dije que no se preocupara por Carmen. Que, seguramente, estaría entretenida en el salón con la tele. Me puse el traje y dejé que Pedro extendiera el aceite que le da ese brillo tan particular. Es negro, de tirantas que tienen un dedo de ancho. Tiene un exagerado escote que muestra el pecho casi por completo sin que lleguen a verse los pezones. Como es ajustado me aprieta las tetas y las hace muy abultadas. Lo podríamos llamar un auténtico escote de zorrón. El traje continua ceñido al cuerpo bajando en tubo hasta debajo justo del culo. Pedro untó el aceite por el traje magreándome todo el cuerpo con detenimiento. Estábamos los dos bastante cachondos y yo hice algo que, sin que Pedro lo supiera, formaba parte de la sorpresa.

–Esto se merece unas fotos, ¿No crees?-

Y, acto seguido, indiqué a Pedro dónde podía encontrar la cámara. Él salió de la habitación y, después de ponerme unas botas altas de tacón, salí deprisa tras él. Formaba parte de la segunda parte de la sorpresa.

Pedro llegó al salón, que seguía iluminado solamente por las velas de la mesa, y se sorprendió cuando vio a Carmen. Se había quitado su ropa para ponerse el conjunto ibicenco negro que yo había usado para el strip teasse, incluido el tanga. Estaba sentada en posición de estar esperándonos: Con las piernas cruzadas sobre el sofá se había situado casi de frente a la puerta. Dejaba caer su antebrazo izquierdo sobre el muslo, pisando la falda, mientras que con la mano derecha se acariciaba el muslo y había remangado la falda un poco por encima del tanga para que Pedro pudiera reconocerlo. Le miraba con cara picarona, mezclando gestos de inocencia con otros de deseo.

No sé qué cara puso Pedro, me habría encantado verla, pero lo que sí sé es como reaccionó cuando, desde su espalda, le pasé mis manos por la cintura para volver a metérselas en el paquete. Carmen se levantó del sofá y se agachó para quitarle los zapatos a Pedro mientras que yo comenzaba a desabrocharle la correa y los pantalones.

Con los pantalones fuera, Carmen procedió a quitarle los calzoncillos a Pedro. Mis manos tapaban su paquete mientras que seguía sobándolo. Carmen se levantó por tercera vez y se detuvo a la altura de la polla. Quité las manos y el miembro cayó libre ante la cara de Carmen. Ella le dio un besito, se puso de pié y, tras coger la cámara y dársela a Pedro, le hizo un gesto para que se acomodara en el sofá y se vino conmigo.

Recibí a Carmen poniéndole una mano en la teta. Sus firmes y grandes pechos daban a la camiseta un aspecto aun más sexy. Sus pezones se marcaban en el algodón y ponían de manifiesto que estaba tan dispuesta como nosotros a pasar una noche inolvidable. Se acercó y me besó en la boca humedeciendo con la lengua mi labio inferior. La cogí del culo. Sus curvas respingonas me resultaban atractivas. Al igual que las tetas, el culo de Carmen también era firme, tal y como pude comprobar esa misma tarde al meternos en la ducha.

De los besos sensuales pasamos a comernos la boca en apenas dos minutos. Nos recorríamos la espalda con las manos subiendo y bajando para sobarnos también el culo. Apretábamos nuestros cuerpos y sentía sus tetas oprimirse con las mías. Le quité la camiseta. Necesitaba sentir su piel contra la mía. Seguíamos besándonos con pasión. Las manos ahora también pasaban por las tetas aumentando de esa manera el deseo y la lujuria.

Carmen me sacó los brazos de las tirantas y arrugo el traje de látex en mi cintura. Mis pezones se rozaban por fin con los suyos mientras que, totalmente excitada, comenzaba a desatar la falda para quitársela. La mano de Carmen me acarició el clítoris y gemí. Remangó el traje un poco hacia arriba de manera que, como si de una minifalda demasiado corta se tratara, mi depilada vulva asomara por debajo. Me puso de frente a Pedro y se colocó detrás de mí, dejó caer su falda, la empujó con el pie y, mientras que con una mano me sobaba las tetas, con la otra comenzó a masturbarme.

Pedro estaba tocándose mientras me miraba y hacía alguna que otra foto. Tenía la polla totalmente erecta y verle me excitaba. Me gustaba que me viera así, gozando del sexo. La sensación era super excitante. Estaba dándome el filete con una amiga, otra chica. Mi marido estaba mirándome, de manera que se convertía en cómplice de mi infidelidad y, por lo tanto, ésta dejaba de serlo. Además me estaba exhibiendo, estaba disfrutando con el hecho de que alguien me estaba viendo gozar de placer. Daba igual que fuera Pedro, si hubieran venido veinte amigos más no habría dejado de hacerlo. Me ponía mucho eso de provocar con el "se ve pero no se toca". Con esas sensaciones, sumadas a lo que me excitaba ver a Pedro y sentir a Carmen sobarme y masturbarme, estaba totalmente desatada.

Mis piernas se doblaban de vez en cuando y los gemidos comenzaban a ser frecuentes. Puse a Carmen delante de mí, que Pedro la viera, y le quité el tanga. Empecé a besarle el cuello y los hombros mientras le devolvía el magreo y la masturbación. Carmen estaba chorreando y mis dedos se deslizaban con suavidad por su clítoris hinchado. Arqueó la espalda y gimió de placer.

También miraba a Pedro e, imagino, debía estar sintiendo todas las maravillas que acababa de sentir yo al estar en su lugar. Pedro me hizo un guiño y, acto seguido, miró a Carmen invitándola a que se acercara. Ella no se lo pensó un segundo y, cogiéndome de la mano, se acercó para arrodillarse a comerle la polla.

Me arrodillé junto a Carmen y levanté los brazos para que Pedro me quitara el traje. Una vez desnuda, me abalancé sobre la polla y empecé a lamerla yo también. Mi mano buscó el sexo de Carmen y comencé a masturbarla. Ella me hacía lo mismo. Nos lo estábamos pasando de vicio, éramos sexo en estado puro. Me senté junto a Pedro, abierta de piernas y con la espalda apoyada contra el sofá, levemente recostada y me masturbaba mientras veía a Carmen que seguía mamando polla.

Pedro empezó a comerme la boca mientras que me sobaba las tetas. Sus dedos sustituyeron a los míos y metió dos por el coño mientras que no dejaba de masturbarme. Carmen se levantó del suelo y se me subió encima adoptando la misma postura en la que yo estaba: recostada sobre mí, abierta de piernas y dejando su coño justo encima del mío siguiendo una línea vertical imaginaria. A continuación metió un dedo en la boca de Pedro y le fue guiando hasta que lo dejó delante de nuestras dos chorreantes y abiertas vulvas.

Los dedos de Pedro se empapaban en el coño de Carmen y los deslizaba hacia abajo llevando sus flujos hasta mi clítoris. Luego, metió la lengua en mi coño, subió pasando por mi clítoris, y continuó hasta llegar al de Carmen. Después de darnos tan sabrosa bienvenida comenzó a masturbarnos a las dos a la vez. La sensación era espectacular. Cada vez que a Carmen le daba un espasmo de placer, apretaba su culo contra mi pelvis y eso a mí me disparaba. Con lo que yo levantaba la pelvis, restregándome contra ella, y multiplicábamos la excitación que ya, de por sí, sentíamos con los maravillosos dedos de Pedro.

–Fóllanos – susurré.

Estaba tan cachonda que necesitaba sentir ya una polla dentro de mí. Pedro obedeció sonriente y me penetró. Se clavó y provocó otro espasmo a Carmen. Sentir el culo apretándose de nuevo sobre mi pelvis y mi coño lleno fue alucinante. Del subidón me agarré con fuerza a las tetas de Carmen y las amasé casi arañándolas. Se giró y comenzó a besarme con lujuria.

Estábamos partiéndonos la boca mientras que sentíamos como la polla de Pedro salía de una y entraba en la otra rítmicamente. Estábamos echando un buen polvazo, gozando los tres como animales. Gemíamos, nos sobábamos, casi gritábamos de placer. Pedro se separó de nosotras y cogió a Carmen de la mano. La giró y se acomodó para hacerme la tijera. Nuestros coños se rozaron e, inmediatamente, empezamos a follarnos como locas.

Movíamos las caderas de manera desenfrenada, empujándonos la una contra la otra para alcanzar el clímax. Pedro estaba de pie, a nuestro lado, pajeándose. Sentí llegar el orgasmo y no reprimí los gritos de placer. Me estaba corriendo y podía oírse desde la calle. Carmen aceleró el ritmo y empezó a correrse también. Sus gritos eran casi más escandalosos que los míos y, para acallarla, Pedro le metió la polla en la boca. Luego, conforme Carmen jadeaba y empezaba a recuperar el aliento, se giró hacia mí para que fuera yo quien chupara. Y se corrió. Carmen se acercó para saborear el semen de Pedro en mis labios y me besó.

Nos quedamos en esa postura mientras que los tres recuperábamos el aliento. Luego nos acomodamos en el sofá, nos encendimos un cigarrito y bebimos de las copas. Nos quedamos desnudos, los tres seguíamos con la alarma sexual encendida. Así que comenzamos a charlar mientras nos recuperábamos un poco porque la noche aún era larga y no nos apetecía que terminara aún.

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