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Yo solo iba a entrevistar a una actriz...

en Lésbicos

Mi Directora por fin había decidido darme una oportunidad y me encargó el reportaje de Silvia, una joven actriz que había sorprendido recientemente a toda la crítica con la interpretación de un personaje femenino de acción en su primera película. La llamé para concertar la entrevista y me citó en su casa la tarde del viernes siguiente.

Me documenté todo lo que pude para la entrevista. Silvia Lucas Rueda, que es su nombre completo, es una sevillana de 29 años que ha trabajado como modelo a pequeña escala y que ha dado el salto a la gran pantalla casi de casualidad. Por esta razón las labores de documentación me llevaron toda la semana hasta que por fin, la mañana del viernes, ya tenía todo lo que necesitaba para poder hacer una buena entrevista.

-¡Vane! –La voz de mi jefa resonó en la redacción mientras que salía de su despacho para acercarse a mi mesa –Claudio no va a poder ir contigo a hacer las fotos del reportaje de Silvia así que te va a tocar hacerlas a ti -.

-¡Pero si no tengo ni idea de fotografía profesional! -.

-Ni los lectores tampoco. Así que tú preocúpate de que no estén desenfocadas que ya se encargará Claudio de editarlas el lunes… Ah! Y, por cierto, ha llamado la manager de Silvia. No vayas hoy a la casa, te espera mañana a partir de las doce. Así tienes esta tarde enterita para aprender a hacer fotos… -.

Resoplé con resignación a la par que trataba de poner gesto de aceptar gratamente las nuevas informaciones que me daba mi queridísima directora. Desde luego no me lo ponía nada fácil: mi primera entrevista y, encima, tenía que encargarme también de las fotos. Si alguna de las dos cosas me salía mal podía darme por jodida. Y eso sin pararme a pensar en que la entrevista pasaba al día siguiente ¡sábado! Menos mal que no había hecho planes porque, si no, mi cabreo por el marrón que me tocaba comerme iba a ser fino.

El sábado por la mañana cogí el coche y tomé rumbo a Villamanrique, un pequeño pueblo del Aljarafe sevillano, que era donde vivía Silvia. Los 40 kilómetros que hay desde Sevilla a Villamanrique no me molestaron tanto como la hora que pasé perdida en el pueblo buscando la dirección que me había dado. Finalmente una vecina me dijo que la dirección que buscaba era de una finca fuera del pueblo. Me indicó cómo ir y, tras agradecerle la ayuda, me fui de nuevo a por el coche para llegar a la finca.

-Hacienda "La Pasarela" –leí sobre uno de los pilares que sujetaban una reja de forja que daba paso a un camino forestal –Pues será aquí –pensé.

Bajo el azulejo con el nombre del lugar había un buzón en el que leí el nombre de Silvia. No me había equivocado. Tomé el camino, por entre el amplio pinar que cubría toda la zona, y un par de kilómetros más adelante me encontré por fin con un cortijo típico, aunque bastante más pequeño que otras haciendas de las que pueblan todo el Aljarafe sevillano. Aún así me pareció una gran casa. Me acerqué a la puerta, toque al timbre y esperé a que alguien me abriera.

Estaba nerviosa. Delante de esa imponente hoja de madera vieja que podía abrirse en cualquier momento, me hacía a la idea del importante reto al que me iba a enfrentar conforme cruzara el dintel: mi primera entrevista… texto y fotos… ¿Podría hacerlo?

Por fin sentí unos pasos acercarse a la puerta y, en unos segundos, la hoja se abría y una mujer de alrededor de treinta y pocos años salía a recibirme.

-Hola. Tú debes ser Vanesa Gálvez, ¿No? –asentí –Pasa, te estábamos esperando… ¿Algún problema para llegar? -.

Comencé a explicarle, algo nerviosa, la odisea que había pasado minutos antes en Villamanrique. Mientras lo hacía cruzamos la puerta y nos dirigimos a una zona de estar en la que se encontraba Silvia. Hablaba a trompicones evidenciando mi nerviosismo y eso me ponía aún más nerviosa.

-Silvia –comenzó a decir la muchacha –esta es Vanesa, la reportera de "Cine 2.0". Vanesa, Silvia Lucas -.

Nos dimos un par de besos y comenzamos a hablar de temas triviales, volviendo a repetir lo del nuevo el motivo de mi retraso. Empecé a pensar que igual estaba molesta porque la había hecho esperar. Nunca se sabe cómo pueden ser de excéntricas las artistas, y menos yo que encima venía de novata. Sin embargo pronto pude comprobar que Silvia, por el contrario a mis juicios preconcebidos, era en realidad una chica normal y corriente.

-No estés nerviosa… -me dijo al comprobar mi estado de nervios –¿Necesitas algo? ¡Vicky!... Una cervecita para Vanesa -.

-No es necesario, en serio –le dije.

-Sí, sí que lo es. Para relajarse no hay nada como una cerveza fresquita sentadas en el jardín. ¡Vamos! -.

No pude decirle que no porque, mientras hablaba, ya se estaba poniendo de pie con la intención de salir por la cristalera. La seguí, no me quedaba otra opción. Salimos a una terraza y nos acomodamos en un juego de sofás de mimbre blancos con mesita a juego bajo una pequeña carpa. Vicky salió al poco con tres latas de cruzcampo y tres copas heladas.

-¿Qué me dices? –me preguntó una vez sentadas cada una en un sofá -¿Era o no era necesario? Aquí es muy fácil relajarse, no digas que no… -.

Tenía toda la razón del mundo y no solo porque hiciera un día de verano espectacular y nos encontráramos en un lugar tan maravilloso como esa terraza en medio del campo. Lo cierto es que su forma de ser me transmitía confianza y eso ayudaba mucho a que se me empezaran a pasar los nervios que traía.

Mientras le contaba cómo había previsto la entrevista se me fueron escapando varias opiniones personales tales como el hecho de que era mi primera entrevista y que se había torcido hasta límites insospechados. Ya sabéis, lo de tener que hacer las fotos, que fuera en sábado y que, además, mi jefa me lo hubiera dicho de aquella manera tan despectiva.

-Cielo… -comenzó a decirme Silvia -¡Con razón venías tan estresada! Pues nada, hagamos que esto no sea una entrevista, ¿Vale? Esto va a ser una mañana de sábado con una amiga. ¡Cómo si quieres darte un baño en la piscina o tomar el sol! ¿Te parece? -.

Por mucho que lo intentara eso no podía ser una mañana con una amiga. No la conocía de nada y, aunque quisiera, no podría tratarla como a cualquiera de mis amigas de siempre. Así que, a pesar de estar agradecida por su insistencia en buscar mi comodidad, no me quedaba otra que tratar de mantener una postura profesional. Al fin y al cabo se trataba de una entrevista y no podía olvidarlo.

-Te lo agradezco enormemente –empecé a contestarle –pero no creo que sea correcto que me tome tantas confianzas… -.

-¡¿Cómo que no?! –me interrumpió –Insisto. Quiero que te sientas cómoda y no voy a parar hasta que no te lo note. Es más, es más que probable que me dé un bañito antes o después. Así que si quieres entrevistarme tendrás que acercarte a la piscina por narices -.

-¿Cómo pretendes que me meta en la piscina si ni siquiera me he traído ropa de baño? –le dije tratando de hacerla entrar en razón.

-¿Y quién la necesita? -.

Me quedé perpleja y paralizada. ¿Qué estaba pasando? No llevaba en esa casa ni media hora y una famosa que no me conocía de nada pretendía que me quedara desnuda. Estaba por sentirme ofendida porque no sabía qué pensar. ¿Acaso esto era una extravagancia? Y, de ser así, ¿Tenía que pasar por el aro? Cualquier paso en falso podía dar al traste con la entrevista y, por añadidura, con mi trabajo. No quería ni pensar en la bronca que me iba a caer si aparecía en la redacción sin la entrevista. Menudo marrón...

-No te preocupes, estaba bromeando –dijo Silvia tras, seguramente, leerme el pánico en la cara –Yo sí que suelo disfrutar de este rincón del mundo sin ropa y siempre se me olvida que no toda la gente es como yo… Además, es lógico que te contraríe porque, al fin y al cabo, yo estoy en mi casa pero tú no. Perdona por haber sido tan natural y despreocupada, no era mi intención ofenderte -.

-No pasa nada –respondí tras respirar aliviada –Si yo tuviera una casa como esta, y en medio de ninguna parte como está esta, es probable que también aprovechara para tomar el sol desnuda. Pero ¡Hija! Me lo has dicho tan de sopetón que me has dejado helada -.

-Bueno… Recuerda que yo sólo quiero que te relajes y te sientas como en casa con una amiga. Que no te engañe mi profesión, soy tan normal como cualquier otra persona –y se le escapó un eructo por la cerveza -¡¡¿Ves?!! -.

Nos echamos a reír. El eructo fue una especie de punto de inflexión que, de alguna extraña manera, marcó el inicio de una conversación más relajada y cercana. Como si de verdad empezara a sentirme en casa de una amiga. A partir de ese momento comenzamos una charla en la que se intercalaban las preguntas de la entrevista con otras más triviales o personales que surgían en ambas direcciones. Lo mismo era yo quien hacía una pregunta que, acto seguido, Silvia era quien preguntaba o comentaba cualquier otra cosa. Y así, con un par de cervecitas en el cuerpo, la mañana ya había disipado cualquier tipo de nerviosismo y yo me encontraba totalmente cómoda y despreocupada entrevistando a la actriz y modelo.

-Creo que es el momento de continuar con la charla tomando el sol… -.

Apenas fue terminando de hablar, se dispuso a levantarse de la silla con la intención de dirigirse a las tumbonas que había junto a la piscina. Extendió una toalla sobre la madera y comenzó a quitarse la ropa con toda la naturalidad del mundo. Vicky ya le había dejado preparada su bolsita con todos los aceites y protectores solares que Silvia solía utilizar y, tras quedarse totalmente desnuda, se sentó en la tumbona y comenzó a extenderse algún tipo de aceite por todo el cuerpo.

-¿Te vas a quedar ahí? –me dijo levantando un poco la voz -¡Anda! Cógete la cerveza y ven para acá… -.

Evidentemente yo me había quedado paralizada en un primer momento. Eran demasiadas las tensiones que aun me impedían moverme del sillón a pesar de que, lo confieso, estaba mucho más cómoda y relajada que al llegar a aquel lugar. Pero decidí levantarme y, a continuación, sentarme en la otra tumbona para seguir con la charla.

Conforme me acercaba y la veía desnuda desde más cerca, más me llamaba la atención el cuerpo de Silvia. Era guapa, una morenaza guapa y su cuerpo estaba perfectamente esculpido y moldeado. No tenía pinta de ser una modelo que tira a flaca de más sino que, por el contrario, era de curvas casi voluptuosas sin un ápice de grasa en un cuerpo cuidado de gimnasio. Estaba fibrosa pero sin exagerar así que, en definitiva, tenía un cuerpo diez. El que yo quisiera para mí.

-¿Te gustan las mujeres? –.

-¡¡¿Qué?!! –No era una pregunta que me esperara, precisamente.

-Que me estabas mirando como si te gustara. No te preocupes, he visto a demasiada gente mirarme así y no me molesta, te lo aseguro… -.

No veas el mazazo que acababa de soltarme. En ningún momento había pensado en Silvia de esa manera mientras la miraba. Sin embargo, ahora que lo había dicho, no podía evitar hacerme la misma pregunta y contestarme en silencio. Y el caso es que, por primera vez, tuve la sensación de que fantasear sexualmente con ella podría ser posible.

No le contesté. Por el contrario traté de retomar el tema por donde se había quedado cuando aún estábamos en la mesa y conseguí que la charla siguiera por cauces habituales. Pero ya no podía evitarlo… Mientras hablábamos seguía mirándola "de otra manera". En mala hora me había hecho esa pregunta porque, hasta el momento, yo había sido una chica heterosexual normal y corriente pero me estaba empezando a apetecer explorar mi lado lésbico y, a lo mejor, probar con Silvia era el mejor de los comienzos.

Aun me faltaba por conocer un detalle porque ella en ningún momento me había dicho si le gustaran las mujeres así que, si quería probar suerte, solamente tenía que relajarme y dejarme llevar. Si pasaba algo ¡Bien! Y, si no, tampoco pasaba nada. Todo lo que tenía que hacer era ser yo misma, continuar con la charla y relajarme. Tal vez la entrevista resultara siendo finalmente un día con una amiga.

-Voy a darme un baño –me dijo en medio de la conversación -¿Te apetece? -.

-Pues mira… ¡Sí! -.

Silvia sonrió y se le levantó de la tumbona para meterse en el agua. La seguí con la mirada mientras comenzaba a quitarme la ropa. Afortunadamente me había depilado el viernes porque salí un rato a la calle y no tuve que preocuparme por mis piernas. Claro que el felpudo que llevaba era un poco desastroso en comparación con el impoluto coño depilado de Silvia.

-¡Qué blanquita estás! –empezó a decirme –Ahí, en la bolsa, tienes un bronceador con protección… Es el bote verde -.

-A todo esto… ¿Dónde está Vicky? –le pregunté.

-Seguramente esté en el despacho ligoteando por internet. Es una de sus aficiones y, como no puede darle el sol porque se está haciendo un tratamiento facial, aprovecha estos ratos para tener su intimidad… -.

-¿Por internet? –pregunté sorprendida.

Silvia comenzó a contarme la historia de la vida de Vicky mientras que yo trataba de encontrar el bote verde. Finalmente se dio cuenta de que andaba un poco perdida con ¡los cinco botes verdes que había en la bolsa! Y terminó por salir del agua para cogerlo ella.

-¡Este bote verde!… -me dijo sonriendo y, acto seguido, no dudó en echarse un chorro en la mano para extendérmelo por la espalda.

Sentir el roce de sus manos sobre mi piel me provocó un placentero escalofrío que terminó por excitarme. Entonces mi cabeza comenzó a emanar razones para que me fuera poniendo cachonda y, antes de darme cuenta, ya estaba como una moto. Éramos dos mujeres desnudas al aire libre en medio del campo. Ella exuberante, yo caliente y en un clima propicio para que pudiera pasar cualquier cosa. Empecé a humedecerme y a punto estuve de lanzarme a ciegas en busca de una historia furtiva. Afortunadamente, Silvia dio pie a que ocurriera.

-Pues… volviendo al tema de antes… A mí sí que me gustan las mujeres… -guardó silencio durante unos segundos por si yo abría la boca y, como no lo hice, continuó hablando -y, si me lo permites… amiga… Tengo que decirte que, no sólo eres muy atractiva, sino que, además, tienes muy buen tipo -.

-¿Y me lo dices en esta tesitura y sin saber mi opinión? –le dije mientras le dejaba que continuara acariciándome la espalda.

-…Te estoy viendo venir desde hace un rato… -me susurró al oído.

No pude contenerme más y me giré para besarla. Ella acompañó el giro con sus manos en mis caderas y, cuando me tuvo de frente, se acercó también para besarme. Sus manos continuaban recorriendo mi espalda mientras que yo acercaba las mías a su cintura para sentir, por primera vez, la piel de una mujer con este particular sabor a sexo. El beso fue prolongado. Primero sentimos y empapamos nuestros labios y, posteriormente, me aventuré a meterle la lengua. Al hacerlo, ella respondió apretando mi cuerpo contra el suyo y recorrió mi espalda y mi culo con más ansia y pasión del que había manifestado hasta el momento.

Estuvimos unos segundos aprendiéndonos las curvas de la otra al recorrernos con las manos. Su silueta en mis manos y su tacto en mi piel fueron encendiendo la pasión con rapidez y, al poco, dejé que Silvia me tumbara boca arriba en la tumbona mientras que ella aprovechaba para recorrer mi busto y mi tripa con la boca y con la firme intención de continuar besando hasta llegar a ya sabéis donde.

Se me abrieron solas las piernas. Me tenía tan caliente la situación que me moría de ganas por sentir la lengua de Silvia jugueteando con mi clítoris. ¡Una mujer comiéndome el coño! ¡¡Uf!! Yo también quería probarlo.

Efectivamente Silvia detuvo su boca sobre mi vulva y comenzó a pasarme la lengua sobre el clítoris a la vez que, con un dedo, me acariciaba el orificio de la vagina para estimularlo. Los músculos vaginales empezaron a contraerse y, poco a poco, fueron succionando ese dedo hasta que lo pude sentir dentro de mí acariciándome las paredes internas como si, desde dentro, también quisiera llegar a mi perlita. No sé si por ahí está el punto G, el mío no lo tengo aún bien localizado, pero no cabía duda de que era de lo mejor que había sentido en toda mi vida.

Esa manera de comerme y de masturbarme me tenía loca. Gemía de placer y me apretaba el pecho tratando de acercarme el pezón a la boca para poder lamérmelo. Sus manos se habían posado en mi ingle, forzando una postura extremadamente abierta de mis piernas para tener total libertad de movimiento con su boca por todo mi sexo. Estaba chorreando, más que nunca sin duda. Mis gemidos eran cada vez más sonoros aunque no me importaba ¿Quién iba a oírme? ¿Quién podría vernos? Solo Vicky que, sin duda, no aparecería porque debía estar bien entretenida con su ordenador. Además, quién querría pensar en Vicky con lo entretenida que estaba disfrutando del placer que emanaba de entre mis piernas…

Quería probarlo, la curiosidad me estaba matando casi tanto como el placer. Me incorporé y dejé caer las piernas a ambos lados de la tumbona y me acerqué a Silvia para volver a besarla. Luego me levanté y le hice el ademán para que se tumbara ella. Flexionó las piernas con las rodillas hacia arriba, apoyo los pies en la madera y, a continuación, dejó caer lentamente las rodillas hacia el exterior y, ante mis ojos, se fue abriendo el primer pastelito que iba a probar en mi vida. Pastelito que, por cierto, tenía una pinta súper apetecible…

No me reconocía a mi misma pero me daba igual. Me fui acercando poco a poco a la entrepierna de Silvia hasta que mis labios comenzaron a rozarle el interior del muslo derecho, muy cerquita de la ingle. Mi barbilla rozó su rajita y se llenó con sus flujos. Continué besándola suavemente y giré la boca para encontrarle el clítoris.

Cuando sentí sus labios deslizándose bajo los míos reaccioné instintivamente asomando la puntita de la lengua, quería probarlos. Era la primera vez que sentía el tacto de un coño con la boca y, francamente, me enamoró su suavidad y su textura. El comportamiento de sus labios inferiores a mis meneos con la lengua me excitaba y me animé a chuparlos ¡¡Qué ricos!! Luego la lengua, como si tuviera vida propia, comenzó a ascender para palpar definitivamente el ansiado, y ansioso, clítoris de Silvia.

Al sentirlo por primera vez un escalofrío me recorrió la espalda. Comencé a lamerlo y Silvia empezó a gemir. La estaba haciendo gozar y eso también me excitaba. Así que el subidón me animó a juguetear de mil maneras con su perlita buscando los movimientos con los que más placer sintiera. Silvia jadeaba, se retorcía sobre la tumbona y yo estaba tan caliente como ella.

Sin dejar de besarle, lamerle y chuparle el clítoris comencé a acariciarle la entrada de la vagina con dos dedos y me llevé la otra mano hasta mi coño para masturbarme yo también. Estaba gozando como una loca tanto por lo que me hacía con la mano, como por lo que probaba con la boca y como por lo que pasaba por mi cabeza al ser consciente de la situación. Nunca habría imaginado que el sexo con otra mujer podía ser cómo estaba siendo. ¡Fabuloso!

Silvia comenzó a jadear insistentemente para, en apenas unos segundos, comenzar a gemir casi gritando mientras que movía la pelvis de manera espasmódica hacia arriba. ¡Se estaba corriendo! Al ser consciente de ello se me dispararon los sensores y el placer que sentía se multiplicó por mil ¡O por cien mil! Todo lo que sé es que, conforme Silvia empezó a correrse, me puse tan cachonda que me corrí yo también.

Aun sin recuperar el aliento, Silvia me separó de su entrepierna con las manos y me subió la cabeza para mirarme a los ojos. Sus flujos caían por mi boca que permanecía entreabierta porque yo también necesitaba tomar aire.

-¿Seguro que ha sido tu primera vez? –me preguntó con un fino hilo de voz. Asentí –Pues espero que no sea la última… -sonrió.

Yo también sonreí mientras me incorporaba y cogía la cerveza par darle un traguito. Acababa de hacer algo que, ni por asomo, se me habría pasado antes por la cabeza. Imagino que, de alguna manera, toda la presión con la que había llegado esa mañana fue la que me hizo reventar por donde menos esperaba. Y, como supongo que imaginareis, la experiencia me pareció formidable. De hecho, mientras volvía a ser persona a base de tragos de birra, repasé la mañana y confirmé que no me arrepentía de nada de lo sucedido.

-¿Qué última dices? ¿Del resto de mi vida o de hoy?... -.

Silvia se quedó ojiplática momentáneamente y terminó por volver a sonreír. El resto del día fue tan cómodo que sólo me queda decir que, el número de la revista con su entrevista, fue el que más ejemplares vendió de toda la temporada. Ah! Y que, desde entonces, tengo una amiga con una finca en Villamanrique a donde acostumbro a ir a tomar el sol desnuda conforme empieza el buen tiempo.

Pd: Y Vicky también toma ya el sol…

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