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El hijo de los vecinos (3)

en Grandes Series

Vicente me había descolocado tras la conversación telefónica que acabábamos de mantener. Estaba en casa de sus padres, se había acercado esa mañana para echarle un vistazo porque mis suegros estaban de vacaciones, y resulta que había terminado haciendo amistad con los vecinos; Una pareja de treintañeros a los que había invitado a cenar con nosotros esa noche en casa de mis suegros.

¡Menudo marrón! Reconozco que el plan me hacía ilusión porque suponía romper con la monotonía de los sábados por la noche en casa pero, por otro lado, se trataba de cenar con desconocidos con la de interrogantes que eso conlleva. ¿Cómo serían?, ¿Qué me iba a poner?...

Cansada de hacer suposiciones recurrí a lo más cómodo y normal que pudiera ponerme. Así que, finalmente, elegí un vestido de tirantas color mostaza que tengo con la espalda al aire y lo conjunté con unas sandalias de pedrería a juego con un collar y una pulsera que me compré en los hippies un par de meses atrás. Con esa ropa ni era la Lomana ni, por el contrario, iba a parecer tampoco una de sus "joyas de la corona". Iba a ir, como se suele decir, "arreglá pero informal".

Vicente me dio una perdida al móvil cuando llegó a la puerta de casa. Cogí el bolso, me miré en el espejo por enésima vez y, finalmente, salí de casa rumbo a una cena de compromiso que no sabía yo por dónde podría salir. Me conozco y, cuando se me cruza el cable, puedo ser la persona más desagradable del mundo. Ojalá no se diera el caso y, para tratar de evitarlo, quise saber más de nuestros invitados y empecé a hacerle preguntas a Vicente conforme me subí en el coche.

-¿Y cómo has conocido a esta gente? –le pregunté refiriéndome a los vecinos de mis suegros.

-Pues… -empezó a tartamudear-…estaba en el jardín de mis padres y se han asomado a la casa al oír ruido. Sabían que mis padres se iban de vacaciones y, por lo tanto, les he debido asustar o algo así y por eso se han asomado… -.

-Pues si entran a casa de tus padres con tanta facilidad ya les podían haber encargado a ellos que vigilaran la casa en vez de tener que estar tú yendo y viniendo -.

-Ya sabes cómo son mis padres de raros… -.

-¡No son raros! –le interrumpí –son unos carcas conservadores de cuidado. Tanta privacidad y recelo con sus cosas… Si, a día de hoy, sigo sin entender cómo pudieron concebirte teniendo en cuenta que, para ellos, el sexo es un caramelo del diablo… Pero bueno, volvamos a los vecinos… ¿Cómo son los vecinos? ¿Son agradables? ¿Crees que voy bien vestida para cenar con ellos?... -.

-Estás muy guapa y no te preocupes por nada mujer, que son muy como nosotros… -.

-¿Muy como nosotros?... -.

Necesitaba que Vicente especificara un poco más acerca de esa respuesta porque nosotros no somos, para nada, una pareja tradicional y noté en el tono con que me lo dijo que podía estar refiriéndose precisamente a esos detalles que, a nosotros, nos hacen "especiales".

-Sí, como nosotros… -empezó a decirme –son gente de hoy en día… Simpáticos, seguro que te van a gustar. De hecho Natalia está tan loca como tú… -.

-¿De qué estás hablando exactamente? Porque mis locuras y mis atrevimientos no creo yo que los compartan muchas mujeres… -.

Sonrió sin decirme nada más, reflejando en su gesto que empezaba a agobiarse con el interrogatorio.

-¿Ahora te vas a callar? ¿Cómo sabes que está tan loca como yo? -.

-¡Ay! Celia, por Dios… Porque esta mañana andaba desnuda por su casa y la he visto, ¿Contenta? -.

-¿Has estado espiando a la vecina de tus padres? –pregunté sorprendida.

-No. Se ha asomado desnuda al balcón de su dormitorio y, por casualidad, la he visto desde la piscina -.

-¡Vaya! –exclamé -¿Y por eso los has invitado a cenar? ¿Te da morbo la "vecinita" de tus padres? -.

-No es eso. Les he invitado a cenar porque ha surgido así cuando han venido a la casa. Lo de que estuviera desnuda solo lo he dicho para que sepas que comparte algunas de tus aficiones -.

-¿Cuál más compartimos? -.

-¡Ay chica! Yo que sé. Pregúntaselo durante la cena… -.

Llegamos a la casa de mis suegros y guardamos el coche en el garaje. Pusimos la mesa, Vicente terminó de preparar los entrantes, gambas y jamón, mientras vigilaba la carne del horno y, tras darme una cerveza, me dejó encargada de elegir el vino mientras él iba a buscar a los vecinos a su casa.

Ya estaba yo con el "runrún" en la cabeza. Eso de que mi novio hubiera invitado a cenar a una tía a la que, fijo, había estado espiando mientras estaba desnuda me daba que pensar. Vicente y yo somos muy desinhibidos y nos encanta el naturismo, cosa que mis suegros no comprenden, pero espiar a mujeres desnudas es otra historia. No me hacía gracia que mi novio se hubiera estado excitando con una mujer que no soy yo y, aunque tenía claro que no debía preocuparme por nada, lo cierto es que empezaba a tener curiosidad por ver a la vecina y saber cómo era.

-Ya estamos aquí –escuché decir a Vicente mientras se oía abrirse la cristalera del salón.

Salí de la cocina al encuentro de mi novio y nuestros invitados. Y, ya en el salón, Vicente procedió con las presentaciones.

-Celia, él es Oscar, el vecino… Oscar, mi novia, Celia… Y ella es Natalia, su mujer. Natalia, te presento a Celia, mi novia -.

-Encantada de conoceros –respondí amablemente mientras les hacía un primer escaneo –tenía curiosidad por saber cómo erais para que a Vicente le haya dado por invitaros a cenar. A mí me ha pillado por sorpresa, no sé qué os habrá parecido a vosotros -.

-Tienes un novio encantador –dijo Natalia –no hemos podido negarnos a su invitación -.

-La verdad es que puede llegar a ser muy cabezón cuando se empeña en algo –contesté.

-Totalmente de acuerdo. Tiene muy buena… -Natalia bajó la vista al paquete de mi novio y me volvió a mirar enseguida -…cabeza… -.

¡Ostias! ¿Qué había sido eso? Lo primero que pensé fue que Natalia le había visto desnudo pero, ¿Cómo?, ¿Cuándo? Seguramente en cualquier momento a lo largo del día. No me extrañaría nada que Vicente se hubiera pasado el día desnudo en casa de sus padres. Con lo aficionados que somos a quitarnos la ropa los dos y con ese jardín y esa piscina, seguro que quitarse la ropa fue lo primero que hizo nada más llegar.

¿Y sabría Natalia que Vicente la había visto desnuda a ella? Llamadme mal pensada si queréis pero el gestito de Natalia, sumado a lo que sabía de ella y a lo que sé de Vicente, me hizo sospechar de que lo de verse desnudos tal vez no hubiera sido fruto de la casualidad.

Entonces me vino a la mente esa frase que Vicente me acababa de decir hacía unos minutos, "Pregúntaselo durante la cena", cuando le pregunté qué otras aficiones compartíamos Natalia y yo. Y… ¡Oye! Tal vez no fuera tan mala idea. Suponer que podíamos ser muy parecidas me predispuso a tener curiosidad por conocerla porque, si lo éramos, podríamos llegar a ser muy buenas amigas.

-Me ha contado Vicente –empecé a decirle –que os habéis conocido hoy mismo de una manera un tanto rocambolesca… -.

-La verdad es que sí –comenzó a responder –Sabíamos que tus suegros se iban de vacaciones unos días y nos habían dicho que Vicente vendría a la casa. Esta mañana estábamos Oscar y yo en nuestro jardín y hemos escuchado ruido aquí. Al comprobar que tus suegros ya no estaban, y como no suponíamos que Vicente ya habría podido llegar, nos hemos preocupado y hemos entrado por la puertezuela del pasillo a ver si pasaba algo. Y, entonces, nos lo hemos encontrado -.

-¿Vestido o desnudo? –le pregunté como si nada.

Natalia escondió la mirada bajo las cejas y me sonrió de manera cómplice -…Estaba desnudo -.

-¡Lo sabía! –exclamé susurrando –Y… ¿Se ha tapado al veros o qué ha pasado? -.

-Pues… -se lo pensó un poco, algo sospechoso, antes de continuar hablando –después del sobresalto mutuo, nos ha preguntado quiénes éramos, le hemos contestado, se ha tranquilizado y se ha presentado y, por último, nos ha preguntado si nos molestaba que se quedara desnudo. Le hemos dicho que no, que no importaba ¿Por qué iba a importarnos? Al fin y al cabo estaba en su casa y hay que respetar las costumbres de cada uno… ¿No?–me preguntó.

-Por supuesto –le contesté.

Y así entablamos una amena conversación en la que, en los primeros compases de la velada, fuimos conociéndonos un poco más a fondo. Lo importante no era lo que se decía sino, en realidad, cómo se decía. Y os puedo asegurar que no cabía lugar a dudas de que, efectivamente, Natalia era muy como yo. Era una chica de ideas claras y de mente abierta, tenía una particular manera de hablar que te llegaba con mucha facilidad y, por cierto, era una tía muy atractiva. No era un bellezón pero era atractiva, ya sabéis lo que os digo. Y, el caso, es que de repente empezó a sonarme su cara pero no sabía de qué.

Durante la cena los cuatro continuamos con una agradable charla hablando de todo un poco y dando saltos. Que si mis suegros, que si la crisis, que si esto, que si aquello, volvíamos a mis suegros… En fin, que lo estábamos pasando bien y estábamos a gusto. Por fin situé a Natalia. La había visto en una revista de decoración de interiores. Salía como modelo en un reportaje de salones, o algo así.

-¿Puedo haberte visto… -empecé a preguntarle a Natalia –en fotos en una revista de decoración? -.

-¿Lo has visto? –reaccionó de in mediato sorprendida -¿El reportaje de los salones? -.

-Sí –asentí también con la cabeza varias veces.

-Pa habernos matao… -contestó dando a entender que era una historia con chicha.

Natalia empezó a contar la historia de las fotos. Resulta que Natalia no es modelo profesional sino que, para esa ocasión en particular, resultó que Oscar, que es fotógrafo profesional, necesitaba una modelo para un reportaje de salones que tenía que hacer en Galicia. Bueno pues, según contó, se ofreció de modelo porque así aprovechaban y se iba de vacaciones los dos a Galicia.

-¿De vacaciones? Pues si Oscar iba a trabajar… -comenté.

Entonces nos empezó a contar la fascinación que Oscar tiene por la fotografía y lo bueno que es y que, en ocasiones anteriores, ella le había hecho de modelo cuando a Oscar le daba la vena artística. Así que, con un poco de imaginación, aunque lo de Galicia fuera un trabajo, si Oscar hacía las fotos de los salones con la posibilidad de verlos de manera artística, no lo consideraría como tal, ni ella tampoco y que, por eso, fue por lo que pensaron en planear el viaje a Galicia como si fueran unas vacaciones.

-Y… -continuó diciendo Natalia -…que nos lo tomamos tan de placer, que al final un día se nos fue la mano y quedó inmortalizo en el reportaje sin que nos diéramos cuenta hasta que el decorador nos llamó con un cabreo de narices la misma mañana que salió el reportaje publicado -.

-¿Qué pasó? –pregunté interesada.

-no tendrás la revista aquí, ¿No? Ahora te lo cuento... Oscar, ¿Te acercas a casa a por la revista de lo de los salones? -.

Habíamos terminado de cenar y Oscar se levantó para ir en busca de la revista. Nosotros, mientras, aprovechamos para recoger la mesa y estábamos decidiendo sobre si echar las copas dentro de la casa o si salirnos al porche porque hacia una noche espectacular. Era principios de verano, una buena temperatura… Era una de esas noches en las que te apetece disfrutar de una terraza y nosotros teníamos la mejor que podíamos imaginar: aislada del resto del mundo, sin contaminación lumínica y con piscina.

Oscar volvió de su casa y descorrió un poco la cristalera sin llegar a entrar.

-¡¡Vicente!! -gritó -¿Pueden entrar sustancias psicotrópicas a casa de tus padres? -.

-No es conveniente –dijimos al unísono mi novio y yo –pero no importa, me acabas de dar la coartada perfecta para que las copas las echemos en la terraza –terminé por puntualizar.

En un plis teníamos el campamento montado en la terraza. Cubitera con hielo, copas, botellas de ron y whisky, refrescos, ceniceros… La piscina me llamaba a voces e, incluso, mientras sacábamos las cosas fueras me había acercado a probar el agua. Estaba buenísima. Luego regresé a la mesa, nos servimos los primeros cacharros y retomamos la conversación por donde se había quedado: el reportaje de fotos y la bronca del diseñador.

-Bueno, ¿qué? –le pregunté a Natalia -¿Qué fue lo que pasó con las fotos? -.

-Observa detenidamente esta –Natalia me señalaba una foto en concreto –y dime si ves algo extraño… -.

Reconocí la foto enseguida. Vicente la había utilizado para el storyboard de uno de sus proyectos. Así que la conocía. Era la foto del tanga.

-¿Esta foto? –y sonreí –a esta foto le llamo ya "la foto del tanga"… Espera un momento… No me digas que ese tanga no debía estar ahí cuando se hizo la foto… -y, al verle la cara, nos echamos a reír las dos.

-Lo que te decía antes… que la sesión se nos fue de las manos –acertó a decir entre risas.

-O sea que, debajo de la bata, no llevabas nada –comencé a decir –porque… entonces… ¿Y por qué ibas sin…? ¿Qué estabais haciendo? ¿Qué pasó? ¿Qué…? ¡¡Ay!! Celia para!! –me dije a mí misma –A ver… cuéntame la historia… -.

Natalia empezó a contarnos que, cuando posa para su marido, hay ocasiones en las que la cámara termina convirtiéndose en un juguete sexual que va calentando el ambiente hasta límites insospechados. La del salón japonés fue una de esas ocasiones. Resulta que se calentaron y terminaron teniendo sexo en el salón y que Natalia había estado posando quitándose la ropa en el sofá. Así que esa foto era personal y no entendían cómo se les había podido colar en las que seleccionaron para la revista.

-Pues a mí –comencé a decir –el hecho de que esté ese tanga ahí me parece el ingrediente perfecto para que la foto sea realmente interesante. Es una foto que llama la atención, así que no entiendo por qué le molestó al decorador. Al fin y al cabo, con esa foto conseguís que la gente se detenga a ver el salón con detenimiento. Es morbosa y llama mucho la atención -.

-Eso es lo mismo que le dijimos al decorador para tratar de disimular que había sido un error –volvió a decir entre risas Natalia.

-Es que ese es el argumento que utilizó Vicente para uno de sus proyectos y utilizó como ejemplo precisamente esta foto –le dije yo.

-Ah! ¿Sí? –se sorprendió –Entonces… -dijo mirando a Vicente –has debido reconocerme hoy cuando nos hemos conocido, ¿No? ¿Cómo es que no me has dicho nada? -.

-No te había reconocido, en serio. Incluso cuando Celia te ha preguntado si eras tú la del reportaje de decoración, yo he dudado… Es que me parece una casualidad increíble, en serio. Disculpad un momento… -.

Vicente se levantó de la mesa con la excusa de que iba a la cocina y Natalia le siguió con la mirada hasta que llegó a la cristalera.

-¿Te lo crees? –me preguntó –me ha sonado raro, más aún si dices que utilizó mi foto para un trabajo. ¿Si me hubiera reconocido me lo habría dicho? -.

-Pues no lo sé. A ver… llevas el pelo con un corte y color diferente al de la foto pero no sé… Ya sabes que los hombres pueden ser así de despistados -.

-¿Nos echamos una rondita al "yo nunca"? –preguntó Natalia –Oscar, entra y dile a Vicente que se saque unos chupitos y una botella de cualquier licor fuerte que tenga por ahí… -.

Oscar también se levantó de la mesa y entró a la casa. Nos quedamos nosotras dos. Natalia, que parecía estar perdida en sus pensamientos, y yo que, irremediablemente, volví a mirar a la piscina.

-¿Por qué no tendré yo aquí un bikini o algo para darme un baño? –suspiré.

-¿Te apetece darte ahora un baño? –me preguntó Natalia.

-No, ahora mismo no… Lo que me fastidia es no haber sido previsora pero claro, después del shock al saber que hoy cenábamos aquí con vosotros, en lo último que iba a pensar era en un bikini. Y, como encima, no me gusta tener ropa mía en casa de mis suegros pues ahora me toca lamentarme… -.

-Pues yo no veo ningún problema –empezó a decirme Natalia –si el baño te lo quieres dar a solas con Vicente, no necesitas bañador y, si te diera por bañarte estando nosotros aún aquí, te dejo yo uno de los míos… O te puedes bañar en ropa interior que, prácticamente, sería lo mismo –terminó diciendo entre risas.

Tenía razón. Ni sería la primera vez que me bañaba en ropa interior ni tampoco la primera que lo hago desnuda. Así que, en vista de que era evidente que Natalia no dudaría en hacerlo si le apeteciera, me tranquilizó el hecho de saber que contaba con esa complicidad y de que fuera Natalia quien me la diera. En ese momento me alegré de comprobar que mi pálpito al inicio de la velada había sido bueno. Natalia y yo éramos iguales y esto tenía toda la pinta de convertirse en una verdadera e intima amistad.

Los chicos volvieron y nos preparamos para jugar a emborracharnos. Empezaba el "yo nunca"…

-Yo nunca he posado desnuda ante una cámara –dije en primer lugar.

Como suponía, Natalia y Oscar cogieron su chupito pero lo que me sorprendió fue que Vicente también lo cogió. ¿Vicente? Eso no me lo había contado nunca. Tras mi primera reacción de sorpresa dudé entre preocuparme o no darle importancia. Opté por lo segundo y me reí. Al fin y al cabo no era más que una simpática revelación que servía para mantener mi interés en mi novio.

-Querías hacerme beber, ¿Eh? –bromeó Natalia.

-Si. Y, al final, resulta que habéis bebido todos menos yo –bromeé.

-¿Tu quieres beber? –dijo Vicente –eso es fácil… Yo nunca… -lo miré con cara de no querer que lo dijera, porque sabía lo que iba a decir -…Nunca he perdido tantos tangas en la universidad como para que aparecieran todos juntos tapando un tablón de anuncios… -.

Como era de imaginar, aquello se convirtió en una carcajada a mi costa. Menos mal que lo tengo superado y también me rio porque recuerdo aquellos años con muchísimo cariño.

-Con razón te preocupaba antes lo de darte un baño –interrumpió Natalia –ahora entramos al aseo que te dejo yo el mío –y volvimos a echarnos a reír.

-Yo nunca… -comenzó a decir Oscar mientras tratábamos de recomponernos -…he recibido desnudo a nadie a la puerta de mi casa -.

-¡Ups! –exclamé.

Volvimos a echarnos a reír y a coger chupitos. Aparte de mi, Natalia también había abierto alguna vez la puerta desnuda y Vicente, esta misma mañana por ejemplo aunque estuviera en el jardín, también lo había hecho. Pero, de todas maneras, también me lo ha hecho a mí en casa más de una vez y hay alguna que otra anécdota simpática sobre este tema.

-Estamos picarones, ¿Eh? –comentó Natalia –Pues nada… Habrá que seguir por ahí… Yo nunca… Yo nunca… ¡Joder! ¡Si es que he hecho de todo! -.

-Algo te habrás dejado –contesté.

-Pues hija –respondió ella –salvo bañarme en esa piscina y tener sexo contigo, creo que todo lo demás ya lo he hecho… -.

Volvimos a echarnos a reír. La caída de Natalia había sido muy buena. Oscar y Vicente estaban, como se suele decir, partiéndose la caja. Natalia también se reía a carcajadas y, entonces, fui yo quien pasó de reír a preocuparse. ¿Había algo que yo no supiera? Porque el chiste era bueno pero no como para que se estuvieran riendo cómo lo hacían. Y, cuanto más delataba mis dudas con el gesto de la cara, más se reían ellos.

-¡Nena! –exclamó Natalia para traerme de vuelta a la realidad -¿Qué hago entonces? ¿Me bebo el chupito o nos damos un baño? -.

-¡¡Coño!! –exclamé cuando caí en la cuenta -¡Bébetelo y después nos bañamos! Y no hace falta que me dejes el tanga, que este no lo he perdido -.

¡Qué puñetas! A mí me apetecía darme un baño. Así que, si decía de bañarnos, por mí no iba a quedar. Y, lo de tener sexo conmigo, seguro que era una broma. Además, incluso en el caso de que no lo fuera, Natalia estaba jugando con fuego sin saberlo. O tal vez sí lo sabía… La noche había puesto al descubierto muchas de nuestras intimidades y era fácil hacer suposiciones. Teníamos todas las papeletas para calificarnos a cualquiera como una persona liberal y desinhibida. En todos los aspectos…

Estábamos a gusto y en confianza. Oscar y Natalia me parecían una pareja genial con la que me lo estaba pasando bien y, entre el vino, las copas y lo que no eran las copas, me apetecía mucho divertirme. Y la noche parecía prometer.

Natalia cogió su chupito y brindó con Oscar. Evidentemente Vicente y yo sí que nos hemos bañado en esa piscina y también hemos tenido sexo. Se lo bebieron y, acto seguido, volvieron a rellenar todos los vasos, incluidos los nuestros.

-Por la oportunidad de haberos conocido –brindó Natalia, y bebimos –y, ahora,… A terminar de conocerse ¡Celia! ¡¡Al agua!! -.

Ni corta ni perezosa me levanté de la silla y me cogí el vestido de los bajos para sacármelo por la cabeza. Llevaba puesto un conjunto de ropa interior celeste muy sencillito, tanto que podría pasar por bikini perfectamente. Natalia se levantó y se desató de la nuca las tirantas de su vestido. Hasta ese momento no le había prestado importancia el hecho de que no llevaba sujetador pero, cuando caí en la cuenta de que se iba a quitar la ropa, fue cuando fui consciente de que Natalia se iba a quedar con el pecho al aire. Y entonces no pude evitar verle el aspecto sexual a la escena y me di cuenta de que estaba más cachonda de lo que yo pensaba.

No era por Natalia, que también tenía lo suyo, pero me fui disparando conforme me imaginé a los chicos desnudos también. Me vino a la mente un flash y nos vi a los cuatro follando en la piscina. Uff, que calentón me dio en un momento. Pero era mejor no acelerarse, que aun no había pasado nada como para suponer que la noche podía terminar así de loca. Aunque empezara a apetecerme…

Natalia y yo nos dirigimos hacia la piscina y catamos el agua con la punta del pie. Estaba ideal. Bajamos por las escalerillas mojándonos poco a poco y, una vez que la tripa estuvo sumergida y a gusto con la temperatura, terminamos de zambullirnos.

-¡Qué rica está! –le dije a Natalia.

-¿Ves como no había que pensárselo tanto? –me contestó –Es más, te voy a contar un secreto… En mis tiempos de universitaria yo también perdí más de un tanga… -y, acto seguido, se lo quitó mientras me miraba de manera pícara –Ahora sí que estoy a gusto… Deberías hacer lo mismo -.

Escudriñé momentáneamente su mirada y sonreí. Estábamos divirtiéndonos, jugando y me apetecía seguir el juego. Me acerqué a donde tocaba pie y me desabroché el sujetador y me quité también el tanga. Los tenía ya en la mano y estaba pensando en qué hacer con ellos cuando Natalia se me acercó lo suficiente como que fuera evidente que no se rozaba conmigo de manera casual.

-¿Se los lanzamos? –dijo refiriéndose a la ropa interior y a los chicos.

-¿Seguro? Mira que, conforme sepan que estamos desnudas esto puede salir por cualquier lado… -.

-¿Y no te apetece que pase eso? Porque yo sí que se los tiraba. Además, yo a Vicente y tu a Oscar… -.

-Estás jugando con fuego –le advertí.

-Lo sé de sobra… Si no fuera así no estaríamos desnudas en la piscina, ¿No te parece? -.

Esa última frase la acompañó con una caricia de su mano por mi espalda y, con eso, me lo dijo todo. Acababa de proponerme una orgía y esperaba mi respuesta. Una respuesta que, además, ella sabía que era altamente probable que fuera afirmativa. Le sonreí mirándola a los ojos y posé mi mano sobre su coño.

-Por la oportunidad de haberos conocido –le susurré –y, ahora, a terminar de conocernos –terminamos de decir juntas.

-¡Chicos! –gritó Natalia desde el agua -¿Os dais un bañito? -.

-Termino de liar esto y voy –respondió Oscar.

-Pues dejadnos esto por ahí –y, como Natalia había propuesto, les lanzamos los tangas. Ella a mi novio y yo a su marido.

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