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La que espiaba a su vecina

en Voyerismo

La primera noche que la espié desde mi ventana fue por casualidad. Estaba mudándome a mi nueva casa y ella no sabía que estaba allí, que podía verla. Venía con un chico alto y guapo. No tardaron en meterse en la habitación y en tirarse a la cama para besarse y abrazarse mientras se iban quitando la ropa.

Era el primer hombre desnudo que veía desde que me separé de Juanjo y me gustó mucho. De hecho, no podía quitar ojo de la ventana. Y no solo estaba bueno sino que, además, sabía como hacer disfrutar a una mujer. Se entretenía en los preliminares, jugaba con los pezones, daba apasionados besos y pequeños bocados en el cuello… Sabía cómo calentarnos, ¡vaya!

Mi nueva vecina gemía tímidamente para que los vecinos no la escucharan. Pero reflejaba en su cara todos y cada uno de los gestos imaginables con los que manifestar el placer mientras su cuerpo respondía de diferentes maneras a los orgásmicos espasmos que le arrancaban desde las entrañas mismas del clítoris.

Mojé el tanga. Disfruté tanto del polvo que echaron que me puse cachonda. Ese tío era sexo en estado puro y así lo demostraban los gemidos de mi vecina. Recordé escenas que había protagonizado con Juanjo tiempo atrás y eso contribuyó a que mi excitación subiera más de la cuenta. Si hubiese tenido un hombre a mi lado habría sido una de esas noches que acaban bien. Pero no tenía el ánimo para esas cosas…

La segunda noche que la espié comencé a atar cabos. Ella era quien vivía en la casa y quien, al parecer, no salía con el chico del viernes anterior porque venía con otro. Aun no me había cruzado con ella por la escalera y no tenía ni idea de si sabía de mi existencia. Así que volví a comportarme como un fantasma a quien nadie ve ni oye y, agazapada junto a la ventana a oscuras, observé.

Esta vez la sesión comenzó con un striptease de mi vecina. Al ritmo de la música fue quitándose la ropa y provocando a su compañero a quien no le dejaba moverse de la cama. Y me excité de verla. Su estilo para moverse y sus buenas curvas me sedujeron y su sex appeal consiguió despertar mi libido.

Luego fue el chico quien hizo el striptease. Con la siguiente canción comenzó a moverse con cierta gracia mientras se iba desnudando. ¡¡Estaba buenísimo!! Mientras él bailaba yo había ido sintiendo algún que otro estimulante escalofrío recorrerme la espalda. Y cuando se lo quitó todo y le vi la polla me sorprendí a mi misma con los pezones erizados. Mi vecina había seguido el striptease atentamente mientras comenzaba a acariciarse y, cuando terminó, se acomodó abierta de piernas sobre la cama para que el chico le hiciese lo que quisiera.

Echaron un polvo tan alucinante que a punto estuve de desabrocharme el pantalón para masturbarme. Mi vecina había traído a otro tío que sabía qué hay que hacernos a las mujeres para que gocemos como locas. Empecé a echar de menos el sexo. Desde mi ruptura con mi ex no había vuelto a tener relaciones y, espiando a mi vecina y sus chicos, sentía como la libido me recordaba que aún sigo viva.

La tercera noche que les espié estaba esperando que llegaran. Esa semana conocí a mi vecina y hasta estuve en su casa echando un café una tarde. No le dije nada sobre lo que pasaba las noches de los viernes pero sí que hablamos de sexo a colación de contarle lo de mi ex y tal. Ella también me contó su vida y me sorprendí de la de cosas que teníamos en común. Éramos tan parecidas que quería comprobar algo…

Laura apareció con un nuevo chico, un chico de color. Entraron al dormitorio besándose apasionadamente y casi arrancándose la ropa el uno al otro. Se tiraron desnudos sobre la cama y se magrearon con frenesí hasta que el deseo les llevó al sexo oral. ¡Cómo estaba el negro! Tenía un cuerpazo que quitaba el hipo; Músculos bien definidos pero sin exagerar de hinchados, espalda ancha, piernas atléticas y un pedazo de polla que fue lo mejor de la noche.

Se comieron, se recorrieron la piel con la lengua mientras que las manos jugueteaban con el sexo del otro. Era una escena tan pornográfica que enseguida sentí como me iban subiendo los calores. El muchacho vendó los ojos de mi vecina para, a continuación, penetrarla por primera vez. Laura se mordía los labios mientras iba sintiendo cómo entraba aquello y solo los abría para suspirar excitadamente. Luego fueron acelerando el ritmo y adoptando diversas posturas hasta que los leves suspiros se convirtieron en elevados gemidos de placer. Y echaron un par de polvos que podrían haber protagonizado las escenas principales de la mejor película porno del mundo.

Tenía el tanga chorreando. No pude evitar llevarme las manos al sexo conforme Laura y el chaval iban disfrutando de sus polvos. Había imaginado como su miembro me penetraba cuando penetró a Laura y me dejé llevar al comprobar que éramos tan iguales que podía sentir el mismo placer que ella haciendo lo mismo que ella hiciera. Ninguna postura me pareció desagradable, y mira que se atrevieron con cosas… Me habría encantado protagonizarlas a mí también. Y empecé a pensar en que, si Laura se podía acostar con esos chulazos y hacer lo que hacía, yo también quería hacerlo.

La cuarta noche que les espié me dejé llevar. Laura y yo habíamos vuelto a vernos en un par de ocasiones a lo largo de la semana. Había subido a mi casa y había comprobado las bonitas vistas de mi ventana directamente a su dormitorio. No sé si con alguna intención pero me habló de que le excitaba la posibilidad de ser pillada y, de paso, también me contó lo desinhibida que puede llegar a ser. Tanto que llegaba a situaciones a las que yo no llegaría pero que me excitaban mucho al imaginarlas.

Mi vecina cumplió con los horarios y llegó a su casa más menos a la hora de siempre. Con ella venían dos chicos, cosa que me sorprendió. Y, como siempre, llegó el momento en que pasaron al dormitorio y comenzó el festín.

Esa noche les estaba esperando desnuda. Había salido con unas amigas a vivir la noche y, al llegar a casa, tenía un calentón considerable. Así que, una vez en la intimidad, no dudé en desnudarme para masturbarme y quedarme como nueva aunque preferí esperar a que llegara Laura. Me excitaba espiarla y ver sus increíbles sesiones de sexo y supuse que masturbarme mientras lo hacía podría ser mucho más placentero. Más aún cuando Laura me había confesado que le ponía eso de ser descubierta. Si supiera lo que yo estaba haciendo en el piso de arriba…

Fue una de las mejores pajas que me he hecho en mi vida. Estaba desatada de ver aquellos dos sementales en acción zumbándose a Laura a la vez. Me disparaba al imaginarme llamando a su puerta desnuda y cachonda dispuesta a unirme a la fiesta lo mismo que me excitaba al imaginar que Laura me descubría en mi escondite. Y a punto estuve de dejarme ver, cosa que también me excitaba. La cuestión es que, con tanto sexo en el ambiente, terminé abierta de piernas en el sillón del despacho masturbándome como una posesa mientras escuchaba los gemidos que venían del piso de abajo. Y, cuando me corrí, gemí descontroladamente junto a la ventana…

La quinta fue la última noche que espié desde la ventana. La vergüenza que sentía por si me habían oído la última vez me quitó las ganas de volver a asomarme. No había vuelto a ver a Laura y no sabía si me habían pillado o no. Me sentía como si me hubiera caído de una nube y ahora estuviera estampada contra el suelo. No debí hacerlo. Sin embargo, esa noche sentí como si me estuvieran llamando la atención…

No estaba en el despacho cuando Laura llegó a casa pero supe que lo había hecho cuando empecé a escuchar música por el patio de luces. La curiosidad pudo conmigo y me volví a asomar a la ventana en busca de su dormitorio. No vi a nadie pero, sin embargo, me llamó la atención que sobre la cama había mucha ropa; Más o menos doblada y colocada. Me quedé mirando la ropa tratando de adivinar qué pasaba en casa de Laura cuando, de repente, la respuesta apareció ante mis ojos.

Laura entró a la habitación con el tío de la primera noche que la espié. Ella estaba desnuda y comenzó a desnudarle pícaramente. Se acercaba a su cuello mientras le desabrochaba los vaqueros para morderle la oreja, se echó un poco hacia atrás para poder meter bien sus manos por la camisa y, en cuclillas, tiró de sus bóxers hacia el suelo. Luego dobló la ropa y la dejó formando otro montoncito sobre la cama y salieron de la habitación.

¡Menuda fiesta! Conté cuatro montoncitos y pensé en que Laura se había montado un gang bang en casa. Pero estaba equivocada porque, en el suelo, pude ver dos pares de zapatos de mujer por lo que deduje que ella no era la única chica de la fiesta.

Laura, y sus historias, volvió a despertar mi curiosidad y no pude despegarme de la ventana para tratar de adivinar qué pasaba en la casa y por si, en algún momento, alguien entraba de nuevo al dormitorio. Se me volvió a encender la piel y un agradable escalofrío me recorrió partiendo de la espina dorsal hacia el culo activando, otra vez, toda mi sexualidad. Empecé a imaginar la fiesta en casa de Laura, las escenas que se podrían estar dando. Sin darme cuenta fui retroalimentando al deseo y, a los pocos minutos, ya estaba desnudándome de nuevo junto a la ventana con la necesidad de darme un homenaje.

Laura entró en la habitación de nuevo, esta vez con una pareja, chico y chica. Primero la desnudó a ella, entreteniéndose en dejar caer la ropa levemente y acariciando toda su piel para provocar al que debía ser su novio. Luego le echó mano al paquete a él para sobarlo y también le desnudó lascivamente. Los tres estuvieron magreándose durante unos minutos dando rienda suelta al placer y al deseo. Ver a Laura con otra mujer despertó mi lado lésbico. Hasta ahora la había visto follar con hombres y, por norma general, yo me dejaba llevar en mis fantasías poniéndome en su lugar. Pero, en esta ocasión, ponerme en su lugar suponía liarme con una tía. La chica era guapa, desde luego. Aunque, puestas a probar el sexo con una mujer, prefería imaginar que era con Laura con quien lo hacía. ¡Y cómo me gustó imaginarlo!

Era la primera vez que imaginaba mis labios mojando los de una mujer, la primera vez que imaginaba cómo sería sentir sus pezones rozándose con los míos o la primera vez que imaginaba mis dedos jugueteando con un clítoris que no era el mío. Sentí que sabía cómo tenía que tocar en cada sitio, era como tocar cada parte de mi piel solo que no era mi piel. Y os puedo asegurar que sabría como tocarla. Enseguida pensé en Laura y reaccioné comprimiendo involuntaria y placenteramente los músculos de la vagina… Viendo lo que había estado haciendo todas estas noches, ella sí que sabría también cómo tocarme. ¡Uff! La cosa se ponía atrevida…

Ahí estaba yo, desnuda en casa con un calentón de órdago y, por primera vez, excitándome al fantasear con escenas lésbicas con mi vecina. Volví a la realidad y miré hacia su dormitorio. Laura seguía allí, entretenida en dejar bien la ropa. Luego, y por primera vez en cinco semanas, hizo algo que me sorprendió: se acercó a la ventana para echar la cortina, un visillo transparente de colores muy vivos, salió del dormitorio y, también por primera vez, apagó la luz.

¿Qué significaba esto? ¿Era una maniobra de castigo de Laura? ¡Claro! Como me había pillado espiándola ahora me cortaba el grifo y, para hacerlo, se montaba una orgía que ya no podría ver. Me sentí mal y se me cortó el rollo de repente. Me quedé fría como el hielo y mi primera reacción fue separarme de la ventana. Salí del despacho y me sobresalté al escuchar el timbre de mi puerta. No esperaba a nadie y, quien fuera, acababa de darme un susto de muerte.

Aún con el pulso acelerado y resoplando, me eché la bata por lo alto y abrí la puerta. Al otro lado Laura, completamente desnuda, venía con un par de copas en la mano. Entró sin que me diera tiempo a reaccionar y me besó el cuello a la par que colaba una mano por el pliegue de la bata y rozaba la fría copa sobre mi pezón. Luego fue bajando la mano hasta que la bata se abrió por completo y sentí el frío en el vello púbico y me dijo:

-Me lo he pasado tan bien mientras me espiabas cada noche que quería agradecértelo de alguna manera… Ya es hora de que vayas volviendo a disfrutar de la vida. Te esperamos y no tardes. Total, ya estás arreglada… -.

Me dio la copa, se dio la vuelta y salió lentamente de casa. Cogí las llaves, me quité la bata y salí corriendo detrás.

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