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La chica del Camping (6)

en Lésbicos

El fin de semana siguiente a mi viaje relámpago a Madrid fue un auténtico desmadre. Después de la orgía que nos montamos en mi bungalow, el sábado fuimos al local liberal y terminamos de nuevo mezclados y el domingo por la tarde, mientras echábamos un café los seis juntos en una cafetería del paseo marítimo, se nos ocurrió la brillante idea de entrar a follar por parejas al aseo. Y no me refiero a que cada una de nosotras entrara con su chico sino que, por el contrario, el juego consistía en hacerlo más de una vez y con personas diferentes por el mero morbo de espiar al resto de clientes a ver quién se coscaba que estábamos haciendo algo raro.

El lunes, por el contrario, fue mucho más relajado. Eva vino a buscarme temprano para salir con la barca a hacer las primeras fotos para mi blog y habíamos decidido comenzar por nuestra calita. Pensé que sería un buen momento para interrogarla porque, os recuerdo, apenas sabía nada de ella y tenía curiosidad por saber qué vida había tenido para haber terminado forjándose su peculiar carácter.

Habíamos echado el bote al agua en la playa de enfrente del camping y habíamos empezado a navegar hacia el sur para conocer la costa y llegar hasta nuestra playita, que era la primera sobre la que iba a escribir. Apenas nos habíamos alejado lo suficiente de la orilla y de la gente y, enseguida, nos quitamos los bikinis y continuamos la singladura como dos sirenas desnudas en el agua mientras disfrutábamos del paisaje que ofrece la costa almeriense desde el mar.

-¿No te ha puesto tu padre pegas para coger la barca? –le pregunté.

-No la usa entre semana… Ni siquiera la usa todos los fines de semana… Así que puedo cogerla cuando me apetece… –contestó.

-Todavía no sé a qué te dedicas exactamente –continué diciendo –porque hay veces que parece que trabajas en el camping pero, sin embargo, es como si no tuvieras un horario fijo o como si estuvieras de vacaciones y echaras una mano de vez en cuando. Vale que seas la hija del dueño pero, precisamente por eso, me choca que vayas tan a tu avío sin echarle cuentas al negocio… -.

-Tú lo has dicho, soy la hija del dueño… Así que mi padre es el que trabaja y yo quien disfruto y hago lo que me sale de las narices… ¡Que me lo he ganado!... –terminó casi suspirando.

-¿Hay alguna historia detrás de ese suspiro? –pregunté curiosa.

-Hay muchas historias… -respondió Eva –Si no es la mía, es la de mi padre. Y si tampoco es la suya, es la que cuentan los vecinos… No es una sola, Laura… Son… demasiadas historias… -.

Me quedé mirándola con cara de esperar algo más, una respuesta más larga. Eva parecía evadirse momentáneamente pero también parecía querer desahogarse. Al final habló.

-Esposa que muere prematuramente, hija que sufre abusos, palizas, los cuchicheos de los vecinos… -.

-No me interesa ni lo que piensen los vecinos ni lo que opine tu padre… Cuéntame tu historia -.

Eva resopló y, en seguida, una cadena de deducciones me hizo darme cuenta de la dureza del relato que iba a escuchar. Eva trataba de buscar las palabras para empezar  a hablar mientras me miraba. Y debe ser que plasmé mis pensamientos en el gesto porque, conforme fui consciente de que venían curvas, Eva pareció calmarse y fue capaz de empezar a contar su historia.

-Mi madre murió hace once años  de forma prematura por una enfermedad que se la llevó de la noche a la mañana… tuvieron que hacerle la autopsia y todo así que, desde el principio, todo pareció confabularse para que mi padre terminara por volverse loco… Le afectó todo muchísimo y, al final, acabó reventando por dónde menos podía imaginarme y empezó a abusar de mí… catorce años tenía yo entonces… La cuestión es que yo también me había quedado tocada con aquello y, al principio, me parecía comprensible que mi padre necesitara acostarse conmigo. Así que se lo permitía… -Eva tragó saliva -¿Me pasas una cerveza? -.

Abrí la nevera que habíamos preparado y saque un par de latas, una para ella y otra para mí.

-La cuestión es que, lo mismo que empecé a mantener relaciones con mi padre, también empecé a acostarme con todos los tíos que me apetecía. Así que, con quince años, ya me había pasado por la piedra a la mitad de los chicos del pueblo y, como te puedes imaginar, me había granjeado una fama que no iba a tardar mucho en empezar a provocarme los primeros problemas… -.

-¿Qué fueron…? –pregunté para mostrarme dentro de la conversación.

-Las discusiones iniciales con mi padre por supuestos rumores que, posteriormente, pasaron a ser broncas monumentales y luego palizas… Mi padre me daba estopa cada vez que se enteraba de algún chisme, cosa que no era muy difícil en esta mierda de pueblo, y remataba la faena follándome y diciéndome unas guarrerías que fueron las que me hicieron reaccionar… -.

-¿Qué pasó? -.

-Habían pasado un par de años desde que mi padre había comenzado a abusar de mí. A pesar de que no estaba bien, lo cierto es que al principio lo hacía con mucha delicadeza y tomando las pertinentes medidas de seguridad. Así que, aunque no fuera por el buen camino, lo cierto es que tuve en mi padre a un buen profesor sobre sexo seguro y delicado. Ese era el sexo que imaginaba que habría tenido con mi madre y, por tanto, ese era el sexo que le permitía. Cuando pasó a  violarme intenté impedírselo pero, claro, me daba cien vueltas en fuerza física y era una batalla perdida. Así que casi que era mejor abandonarse porque, al menos así, sería menos “doloroso”… -.

-Me estás dejando helada… ¿Y cómo es que aún vives con él? -.

-Porque es la única familia que tengo, Laura… Se ha equivocado pero supimos parar antes de que fuera demasiado tarde. Y, ahora, aunque guarde las distancias con él, no es justo dejarle solo, ni quedarme sola, porque es mi padre, mi única familia… Déjame que termine de contarte y lo entenderás… -.

Sonreí invitándola a que continuara.

-En los tres años siguientes la tónica se fue repitiendo… Me acostaba con éste, esta o aquel, mi padre se enteraba de alguno y me daba de hostias y, entre palizas y polvos, fui aprendiendo muchas cosas… No solo me hice fuerte sino que, además, he de confesarte que viví experiencias alucinantes. Tenía el control cuando follaba con otros, ese control que perdía cuándo era mi padre quien me zumbaba. Así que pude experimentar todo lo que quise y fui, además, lo suficientemente fuerte como para impedir que alguien me obligara a hacer algo que no quisiera. Ese “triste privilegio” solo le correspondía a mi padre… -.

-Ahora ya empieza a cuadrarme un poco más tu personalidad –le dije en el tono más cariñoso que fui capaz de encontrar –¿Cómo terminó? ¿Qué pasó para que tu padre dejara de hacer lo que hacía y llegarais al punto en el que os encontráis? -.

-Comprendí que ni siquiera mi padre era merecedor de gozar del triste privilegio y, un día, le paré los pies -.

-¿Qué le hiciste? ¿Le pegaste? -.

-¡Qué va tía! –Se rió por mi tonto comentario –Lo que pasó es que, aunque aún no sé realmente cómo lo hice, conseguí que mi padre me escuchara… -.

Inmediatamente puse cara de querer conocer esa historia y hasta abrí la nevera para sacar la segunda cerveza. Pero Eva no me dejó terminar el ritual y, antes de que pudiera pasarle su lata, me interrumpió.

- ¿sabes qué? Que antes de contarte aquella noche casi que me apetece primero darme un baño… -.

Las dos miramos hacia la costa. No me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a nuestra cala y nos encontrábamos frente a ella a unos doscientos metros mar adentro.

-Tía!... Que estamos ya con las cervezas y nos está dando la chicharrera… A ver si te va a pasar algo… Además, ¿Luego cómo piensas subirte de nuevo a la barca? -.

-Ahora lo verás… -.

No me dio tiempo a reaccionar. Cuando quise abrir la boca, Eva ya se había tirado al agua.

-Está de vicio nena… Anímate y date un baño -.

-Habrá que echarle a la barca el ancla o algo, ¿No? –pregunté con cierta preocupación.

-Cierto! Asegúrate de que el cabo está bien atado a la abrazadera y tírala –contestó.

Mientras trataba de desenmarañar el cabo para comprobar que ambos extremos estaban bien anudados y que había metros suficientes como para llegar al fondo que, dicho sea de paso, se veía perfectamente bajo las cristalinas aguas de las costas almerienses, comenzó a sonarme el móvil. Abrí mi bolso para cogerlo y, al responder, me llevé una inesperada sorpresa.

-¡¿Cómo que estás en Mojácar?! ¿Qué haces aquí? -.

El tono de mi voz alertó a Eva que, desde el agua, me miraba tratando de adivinar quién me había llamado y qué estaba pasando.

-Es mi hermana Inés –le dije –que se ha presentado por sorpresa en Mojácar y quiere saber dónde estamos -.

-Mándala al bar que hay al lado del camping y ahora vamos para allá -.

-Inés, espera un segundo… -le dije a mi hermana -¡Eva! ¿Por qué no le indicas tú que te conoces esto? Yo me voy a hacer un lío y no voy a ser capaz de enterarme de nada… -.

Con una facilidad pasmosa Eva volvió a subirse a la barca por la popa apoyándose en el motor y en la quilla con las manos. Cogió una toalla para secarse la oreja y las manos y, a continuación, me quitó el teléfono.

-Hola guapa, soy Eva… Un segundito… ¡Laura! ¡Al agua! -.

La miré con cara de no entenderla. Si debíamos irnos ¿Por qué me mandaba al agua?

-Venga tía, que tengo que hacerte la foto y está tu hermana esperando… -.

-¿Qué foto? –escuché a Inés al otro lado del auricular.

-Ahora te lo cuento –le respondió Eva -¡Venga, va! Al agua patos -.

Me senté en la borda con los pies por fuera y, una vez que comprobé que el agua estaba realmente rica, me empujé hacia el vacio para tirarme al mar. Luego, desde el agua, estuve mirando a Eva mientras hablaba con mi hermana y estuve chapoteando entre la barca y la costa esperando que sacara la cámara de fotos y me dijera algo.

-Nada a brazas hacia la orilla. Pero muy lentamente… -.

Eva sujetaba el móvil con el hombro para seguir hablando con mi hermana mientras que se echaba la cámara a la cara para fotografiarme. Después de que me diera esa indicación, la miré durante unos segundos en los que la vergüenza aun me impedía desinhibirme y, por fin, le di la espalda y comencé a nadar como me había pedido pero buscando la forma de sensualizar los movimientos de mi cuerpo al hacerlo.

-¡Venga, ya está! Vente para acá –la escuché decirme a los pocos segundos.

Volví a darme la vuelta para empezar a nadar hacia la barca y Eva continuaba con la cámara en la cara haciéndome fotos. Mi primera reacción  fue de sorpresa y me detuve pero luego decidí que me apetecía nadar del mismo modo hacia la barca en que lo había hecho antes cuando me alejaba de ella. Y Eva me echó algunas fotos mientras me acercaba.

-¿En qué has quedado con mi hermana? –le pregunté.

-En que nos espera en el bar… ¡Tía! ¡Qué guay! Voy a conocer a tu hermana… -.

…Y yo iba a tener que soportar que se riera de mí y de mi reciente, y contradictoria con mis principios, desinhibida y alocada faceta liberal.

Una vez de nuevo a bordo, y mientras emprendíamos el camino de regreso a casa, Eva terminó de contarme la historia de su padre. Retomó por donde lo habíamos dejado y me contó que, el día que logró hacerse oír, participó de la discusión más desnuda, cruda y desagradablemente esclarecedora de su vida. Me contó que, tanto ella como su padre, desnudaron sus miserias y se echaron toda la mierda posible en la cara. Sin embargo, a pesar de la mala pinta que suele tener una bronca así, esta sirvió para hacerles entrar en razón. Luego, y puesto que son la única familia que tienen, decidieron solucionar el problema y se pusieron en manos de una psicóloga que les ha ido reordenando la vida.

-¿Y qué tal lo llevas? –le terminé preguntando.

-Pues ya me ves… No nos hablamos más que lo necesario y todavía me cuesta reconocer el cariño de un padre en lo que él define como “sus esfuerzos”… sé que se está esforzando pero, tía, ¡aquello ni estaba bien ni podía traer nada bueno!… Aun me queda algún que otro bloqueo contra el que enfrentarme. Pero bueno… Sé cuáles son y sé que puedo prepararme para enfrentarme a ellos cuando sea oportuno. Así que, en definitiva, soy optimista con mi evolución y eso me hace pensar en un futuro mejor y… -Eva sonrió maliciosa antes de volver a hablar -…Y además soy una verdadera maestra en las artes sexuales para una mitad masculina del pueblo y un putón verbenero para la otra mitad. A eso se le puede sacar mucho partido –dijo riéndose en tono sarcástico-superado.

Mientras hablaba vi como se acercaba a nosotras desde popa una moto acuática. La llevaba un tío que, cuando estuvo a nuestra altura y nos vio desnudas, exclamó:

-¡Dios bendiga a Neptuno por enseñarme estas sirenas!  ¡Vaya dos preciosidades he visto en el agua!-.

Y, tal y como se acercó, se marchó sin darnos opción a respuesta.

-¡¡Mierda!! ¡Nos faltan caballos para ir a su alcance! –dijo Eva riendo -¡Se nos escapa el buenorro!! –y puso un simpático gesto de velocidad agarrada al timón del motor fueraborda con el que tuve que echarme a reír.

-¡Vuelveeeeeee! ¡No nos abandones! –empecé a gritarle al desconocido que, a lo lejos, ya era imposible que me escuchara.

Luego, mientras terminamos de reírnos, cogimos la ropa y volvimos a vestirnos. La playa estaba cerca y había que desembarcar y encontrar a mi hermana.

Sacamos la barca del agua y Eva se acercó a por el coche y el remolque para echarla en lo alto. Mientras lo hacía, el chaval de la moto acuática apareció de repente y, tras dejar la moto embarrancada en la arena, me dijo:

-Que sepas que te he escuchado pidiéndome volver – sonrió –Me encantaría poder conoceros pero… – y me enseñó un anillo de casado mientras esbozaba el más salao de los gestos que había visto nunca en la cara de un tío –No dejéis nunca de sonreír y de tomaros la vida con humor. Sois la fantasía de muchos hombres –.

-¡Vaya!... Gracias! –No me dio tiempo a decirle nada más porque echó a andar hacia el aparcamiento.

Eva se lo cruzó mientras maniobraba para acercar el remolque a la orilla.

-¿Ese no era…? –me preguntó.

-¿El buenorro que ahora cree en las sirenas y que las ha dejado escapar, a pesar de que nos ha escuchado gritarle que volviera, porque está felizmente casado? Sí, era él… -.

-Y no creo que su mujer… – Eva terminó de decir esa frase con gestos. Hacia movimientos de muñeca con la mano con el dedo índice extendido como si estuviera inmersa en un proceso deductivo que, a juzgar por sus complementarios movimientos de cabeza, no tenía pinta de llegar a buen puerto -¡Qué egoístas son algunas mujeres! –terminó diciendo de nuevo en voz alta y tono indignado.

-¡Ni que lo digas! –suspiré –Y nosotras que zorrones, siempre pensando en lo mismo –y nos echamos a reír.

Subimos la barca al remolque y salimos de la playa. Durante los cinco minutos que duró el trayecto hasta el bar en el que debía estar Inés, a Eva y a mí nos dio tiempo de ir saltando de tema en tema hasta que terminamos hablando de Fer, de Gabi, del fin de semana de sexo en grupo que habíamos vivido y del hecho de que, con la llegada de mi hermana, la situación que íbamos a vivir era totalmente nueva, diferente e, incluso para mí, imprevisible.

-A ver cómo encaja que ella se haya comido la bronca con mi padre por ser lesbiana mientras que yo, a sus espaldas, resulta que he sido casi la alcaldesa de Sodoma y Gomorra… -.

-Te preocupas demasiado –me dijo Eva –¡¡Si ni siquiera sabes a qué ha venido ni el ánimo que trae!! Además, no olvides que aquella pelea se resolvió porque tú interviniste. No te aturulles Laura, que está visto que funcionas mejor cuando te dejas llevar –terminó por decirme entre risas.

-¡Eso es precisamente lo que más me preocupa! –contesté bromeando –que, cuando me dejo llevar, soy un peligro… -.

Con las risas cruzamos la puerta del bar y, en seguida, reconocí a mi hermana sentada en la barra con una cerveza en la mano. Estaba guapísima. Se había cortado el pelo a melenita y se lo había teñido de rubio platino. El cambio de look era total, sobre todo si tenemos en cuenta que la última vez que la vi tenía una melena a lo Pantoja en castaño oscuro que era el sueño de todas las peluqueras del barrio.

-¡Nena! –le exclamé -¡estás guapísima! –y me lancé a por ella a darle dos besazos.

-Hermanitaaaaaaaa!! –Inés saltó del taburete y se vino hacia mí a la carrera.

-¿Qué haces aquí? No! ¿Qué haces aquí y ahora y, además, apareciendo tan de repente? –le pregunté feliz.

En el trayecto del bar al bungalow Inés me contó que el motivo de su visita era descansar y desconectar. Tenía unos días libres y pensó en venirse conmigo a Mojácar porque, el día que hablamos por teléfono por primera vez tras la pelea, me notó en la voz que esto me estaba sentando realmente bien y ella necesitaba lo mismo. Nos estuvo contando cómo fueron aquellos días al detalle y, embebidas en la charla, llegamos al bungalow.

Abrí la puerta y entré la primera a la casa. Inés entró tras de mí y Eva lo hizo en último lugar. Cerró la puerta y, mientras mi hermana y yo llegábamos al salón, ella encendió la luz del baño.

-Nena –me dijo –voy a darme una ducha ¿Alguna se apunta? -.

-¡Shhhhhh! ¡Que acabo de llegar! –le contestó de inmediato mi hermana en tono conciliador Déjame tener mi ratico de intimidad a solas con ella anda… -continuó diciendo de manera cómplice -…¡Pero me gusta que pienses así! –terminó por decir con ironía.

Eva se desnudó en el pasillo como era su costumbre y, tras coger una toalla de la leja, se metió en el aseo. Inés y yo terminamos de acomodarnos en el sofá después de coger unas cervezas y, cuando escuchamos la mampara de la ducha y el grifo abierto, empezamos a cuchichear.

-Pues sabes tú que está bien buena mi cuñada –bromeó –y parece tan descarada como las veces que hemos hablado por teléfono… -.

-Lleva en la espalda una carga muy pesada –le dije.

A continuación le conté brevemente la historia de Eva y como la experiencia la había convertido en la chica que era actualmente. Una chica a la que enseguida se le cogía el punto y a la que era muy fácil entender después de conocer todo lo que traía de su infancia.

-¿Y lo vuestro es algo formal? –me preguntó Inés.

-Pues la verdad es que no… -me quedé pensativa un instante -¿Tú crees que con la carrera que llevo en cuatro días puedo considerar algo de esto como formal? ¡Ostias! Y lo que tú no sabes es que llevamos todo el fin de semana orgia tras orgia!! ¡¡Nena!! –mi gesto de inminente confesión era un poema –soy un putón verbenero –y nos echamos a reír.

-Pues sabes tú que, ahora que sé el ritmo que lleváis, casi que estoy por meterme en la ducha –volvimos a reír –Que me vendría bien después del tute del coche, que vengo que apesto a bicho -.

-¡Ostias! Que si mi hermana está aquí y sale con nosotros, también va a estar si la cosa se desmadra –pensé.

No había caído en ese detalle hasta ese momento. Comencé a procesar la información rápidamente teniendo en cuenta la incorporación del plano sexual al hecho de que Inés estuviera en Mojácar y, tras sopesar pros  contras de un posible cambio de actitud por mi parte, decidí que no había problema en que las cosas continuaran al ritmo que lo estaban haciendo hasta ahora. Este era el aire que a mí me estaba dando la vida así que era justo que Inés también lo respirara.

-Tira para la ducha si quieres –le dije –pero te advierto que esa ducha es muy peligrosa –bromeé.

Inés pilló enseguida el comentario y, tras pensárselo un segundo, empezó también a quitarse la ropa mientras me preguntaba con la mirada dónde dejarla.

-Échala en el banquito de ahí –dije señalando al banco de obra junto al que estaba la mesa para comer.

-¿No te apuntas? Deberías quitarte la sal del cuerpo -.

-Ahora me ducharé yo, que no cabemos las tres -.

Inés cruzó el salón desnuda y entró al baño. Y justo después escuché a Eva gritar y reír.

-¡Que me violan! ¡Que me violan! -.

Entonces escuché también la risa de mi hermana. Tenía la certeza de que se iban a llevar bien y de que, antes o después, estas dos iban a liarse. Y os confieso que, con el miedo que le tenía yo a esa ducha, el antes podía a ser incluso mucho antes de lo que hubiera podido imaginarme.

Sin embargo la ducha pareció no tener connotaciones sexuales y, a los pocos minutos, Eva e Inés salían del baño liadas en sus toallas caminando hacia el salón.

-Ya tienes la ducha enterita para ti –me dijo mi hermana.

Me levanté del sofá y me fui hacia el baño. Una vez dentro me quité la ropa y me metí en la ducha. Al terminar de secarme me lié la toalla al pecho y salí de nuevo en dirección al salón en donde me las encontré, de nuevo desnudas, y sentadas cada una en una silla viendo algo en el portátil.

-Estamos viendo las fotos de esta mañana –me dijo Inés –La tía que está en bolas en el agua no puedes ser tú… No es la Laura sosa y aburrida de Madrid sino que, por el contrario, te dejas fotografiar desnuda y se te ve la felicidad en la cara -.

-Y está muy buena –interrumpió Eva.

-¡Eso! –confirmó mi hermana –y estás de un buenorro que te partes. ¿De dónde has sacado tú ese cuerpazo? Nunca me hubiera imaginado que escondías ese cuerpo debajo de tus ropas anchas de siempre… Vamos que porque eres mi hermana que, si no… -.

-¡Pero yo no lo soy! ¡Y también estoy muy buena! –bromeó Eva.

Mi hermana y ella sostuvieron la mirada unos segundos mientras se reían del comentario y, entonces, vi la conexión de complicidad en la mirada de Eva (Inés me daba la espalda). Acto seguido, acercaron sus caras y empezaron a besarse suavemente en los labios.

Me quedé estupefacta viendo la escena durante unos segundos, justo los que tardó Eva en levantarse de la silla y venir a besarme mientras acariciaba el hombro de Inés.  Esto era nuevo y desconocido para mí por lo de mi hermana pero… ¿A qué había dicho que no hasta ahora?

Respondí al beso de Eva metiéndole lascivamente la lengua en la boca y pegando mi cuerpo contra el suyo. No dudó en llevar su mano al nudo y desatarme la toalla para poder acariciarme toda la piel. Su mano bajó por mi espalda hasta cogerme del culo y me apretó fuertemente contra ella para poder restregarnos las pelvis.

Mientras besaba y magreaba a Eva, mi hermana había comenzado a darle mordisquitos en el cachete desde la silla. Inés fue recorriendo el cachete de atrás hacia adelante hasta que, finalmente, tuvo que levantarse de la silla –aunque seguía de cuclillas- para poder seguir el itinerario que se había marcado y que, tras pasar por el hueso de la cadera de Eva, continuaba hasta perderse bajo nuestros vientres.

Los mordisquitos pasaron a ser lametones. Inés coló su lengua entre nuestros cuerpos y nos rozó a las dos. Yo quería seguir restregando mi pelvis contra la de Eva y la lengua de mi hermana trataba de separarnos sin éxito. Finalmente Inés se fue incorporando lentamente pegando sus tetas contra cada una de nosotras y, cuando estuvo de nuevo en pie, empezó a besarme el hombro mientras me acariciaba la espalda en sentido descendente pero sin prisa ninguna.

Su mano llegó hasta el culo y, tras recorrerme el cachete deslizando solo las yemas de los dedos, me lo cogió fuertemente desde abajo y lo magreó. Había encajado bien los dedos para trincármelo porque me lo sujetaba casi por completo y con el dedo meñique muy cerquita de mi ano. Solo el tacto de su mano me excitaba con locura y, cuando sentí que me apetecía montármelo con mi hermana, me puse como una moto.

-¿Vas a comerle el coño a tu hermana mayor? –le pregunté casi que ordenándoselo.

-Y, además, pienso hacerlo mientras me follo a su amiga –respondió Inés mientras deslizaba su mano para colarla en la entrepierna de Eva.

-Mira las hermanas que putas que son, las guarradas que se dicen en su primera vez… Esto habría que grabarlo para la posteridad… -.

Las palabras de Eva terminaron de emputecerme. Si bien cuando habían empezado a besarse estando aún sentadas yo tenía la lívido por los suelos, en el momento en el que nos encontrábamos habría sido capaz de cualquier cosa. ¿Video? ¡Pues video! La idea me ponía muy perra. Así que solo tuve que cruzar mi mirada con la suya para hacerle saber que le decía que sí a todo.

Eva nos dejó para coger la cámara de fotos y mi hermana y yo comenzamos a besarnos la boca y a magrearnos para gozar nuestros cuerpos.

-Estas son Laura e Inés… –escuchamos que empezaba a decir Eva. La miramos y ya estaba grabándonos –Son dos hermanitas que se lo van a hacer juntas por primera vez y resulta que, aunque ellas no lo sabían la una respecto de la otra, son dos buenas perracas…- Eva giró la cámara para grabarse -Os lo digo yo que me he follado a una de ellas varias veces y, a la otra, me la voy a follar ahora… Y eso que no hace ni un par de horas que nos conocemos… -volvió a girar la máquina hacia nosotras -¿Qué tal si os tiráis en la cama que encuentre el sitio donde dejar la cámara? -.

Ni corta ni perezosa cogí a mi hermana de la mano y la guié hacia la cama. Una vez allí me recosté sobre la almohada, con la espalda en el cabecero, y abrí las piernas invitando a Inés a que me comiera a su antojo. Mi hermana se puso de rodillas en la cama y se dejó caer hacia delante para hincar su cabeza en mi entrepierna. Con el calentón que llevaba encima no necesité ni preliminares siquiera. Conforme sentí el tacto de su lengua paseando sobre mi clítoris empecé a chorrear a la par que sentía los primeros escalofríos de placer.

Eva, que estaba de pie a los pies de la cama, debía estar cogiendo un plano en el que, en primer término, resaltaba el culo en pompa de mi hermana. Seguí con la mirada la línea desde el objetivo de la cámara hasta la cara de Inés, empotrada en mi vulva, y luego, volví a levantar la vista buscando de nuevo a Eva.

-¿Te gusta lo que ves? –la forma en que se mordía el labio mirando la pantalla de la cámara era  una respuesta más que satisfactoria.

Al escucharme, Inés giró la cara en busca de Eva y continuó lamiéndome el clítoris, solo que mirando a cámara.

-Con la de cosas que me has contado sobre mi hermana –comenzó a decir Inés ¿Cómo no se te había ocurrido contarme que tiene el coño así de rico? -.

Latigazo de placer.

-fallo mío –respondió Eva –pero ya está resuelto parece ser… Y, ahora que lo dices, ¿No te gustaría saber que opina ella del tuyo? -.

Inés y yo nos miramos y, acto seguido, ella se dejó caer de espaldas sobre la cama con lo que su cabeza quedó suspendida en el aire a los pies. Yo me incorporé y, adoptando la misma posición que había mantenido ella con el culo en pompa, fui besándole el muslo mientras descendía ardientemente en busca de su entrepierna.

Saborear por primera vez el empapado coño de mi hermana fue una experiencia altamente excitante. Cuando mi lengua se mezcló con sus fluidos me entraron ganas de hundir mi cara contra aquella concha y lamerla exageradamente. Y así lo hice… Inés respondió con jadeos a la par que apretaba su cuerpo contra mí y levantaba en tensión la cabeza clavando su mirada en el coño de Eva, que veía del revés.

-Laura… -me dijo Eva entre susurros apuntándome con la cámara -¿Está rico? -.

Mientras miraba al objetivo, deslicé mi lengua de abajo a arriba empezando por la boca vaginal hasta el clítoris, arrastrando así el flujo de mi hermana con la punta de la lengua que, finalmente, rocé con el labio de arriba de la boca antes de esconderla en el paladar.

-Riquísimo –contesté con lascivia –Deberías probarlo… -.

Eva dejó la cámara enfocando hacia la cama y se puso a mi lado en mi misma posición para comernos el coño de Inés a la vez. Mi hermana estaba totalmente abierta de piernas y jadeaba al sentir dos lenguas jugueteando en sus jugos. Para sujetarse, Eva me echó la mano al culo y, poco a poco, la fue deslizando hasta alcanzarme el ano con la yema de un dedo. Y, aprovechando mis propios fluidos vaginales, comenzó a lubricarlo y estimularlo dibujando círculos a su alrededor. Podría correrme en esa posición…

La excitación me relajó el esfínter y Eva me metió el dedo hasta el fondo.  Mi reacción fue la de morder apasionadamente la ingle de mi hermana y, a continuación, volver a lamerle el coño como una posesa.

Estaba tan cachonda que, en ese momento, cambié de postura y crucé mis piernas con las de mi hermana para encajarnos y hacer la tijera. Y también empecé a comerle la boca a Eva con frenesí. Luego, pasados unos sabrosos e interminables segundos, Eva pasó una de sus piernas por encima de mí y me puso el coño unos dos dedos por encima de la cara.

Encontré en el culo de Eva un interesante punto de apoyo sobre el que hacer fuerza cada vez que quería apretarme más contra mi hermana y, obviamente, no podía evitar que mi cabeza se despegara del colchón para comerme esa perla empapada que tenía sobre mí. Pero, lo que no me esperaba, fue sentir la boca de mi amiga dándome bocaditos alrededor del ombligo y bajando poco a poco hacia nuestros sexos en fricción.

No lo pude evitar y, conforme sentí su lengua colarse entre nuestros clítoris, empecé a correrme. Ahogué mis gemidos contra el coño de Eva, metiendo incluso la nariz por su boca vaginal y chupándole con fuerza el clítoris, víctima de un orgasmo descomunal. Me aferraba fuertemente a su culo con las dos manos mientras que empujaba con tanta fuerza contra mi hermana que, entre la excitación y el clímax, temía que fuera capaz de tirarla de la cama. Hasta que por fin separé la cara del sexo de Eva y suspiré tan satisfecha que caí rendida sobre el colchón a la par que empezaba a relajar todos los músculos de mi cuerpo.

Eva ocupó mi lugar con respecto a mi hermana y ambas comenzaron a follar de nuevo con la intención de culminar la faena por todo lo alto. Follaban con todo el cuerpo, incluso en los ojos se les veía como se devoraban. Me acomodé en un claro de la cama, de cara a mi hermana y a la espalda de Eva, para verlas gozar y no pude evitar empezar a masturbarme de nuevo.

Tras algo más de un par de minutos dándose estopa, vi cómo la cara de mi hermana pasaba de expresar el placer con todos los gestos imaginables a anunciar la inminente llegada de su orgasmo. Aunque los gemidos finales de Eva llegaron antes que los de Inés. Sin dejar de moverse, Eva empezó a correrse y, al poco, lo hizo mi hermana. Ni siquiera en ese momento dejaron de mirarse a los ojos. Como si hubiera entre ellas una conexión especial que yo no era capaz de deducir pero que, sin lugar a dudas, mostraba evidentes signos de complicidad en el tono de su mirada. Y así estuvieron hasta que comenzaron a detener el ritmo paulatinamente y ambas cayeron, como yo, rendidas sobre el colchón.

Nos repusimos y terminamos por levantarnos de la cama y volver hacia el saloncito del bungalow. Saqué unas latas de refresco de la nevera y Eva encendió cigarros para todas. Mi hermana, que había ido al cuarto de baño al levantarse de la cama, salió del aseo sorprendiéndome con una simple pregunta.

-Bueno… ¿Y qué planes hay para esta noche? -.

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Polvo de despedida, polvo de bienvenida

Lío en la floristería

Follábamos poco (IV) - Oscar

¿Me prestas a tu mujer? (Candela, capítulo I)

Orgía en los baños árabes

La divorciada, su inquilina y Groucho

El lío bollo de la divorciada y su inquilina

Follábamos poco (III) - Marta

Follábamos poco (II) - Leo

Follábamos poco (I) - Merche

La chica del Camping (8 y fin)

La Chica del Camping (7)

La chica del camping (5)

La chica del camping (4)

La chica del camping (3)

La chica del camping (2)

La chica del camping (1)

El hijo de los vecinos (4)

El hijo de los vecinos (3)

El hijo de los vecinos (2)

El hijo de los vecinos

La noche que dos parejas follamos en casa

Yo solo iba a entrevistar a una actriz...

La que espiaba a su vecina

La golfa que llevas dentro

Orgía en la Casa Rural

¿Qué haces tu en mi rincon del cibersexo?

El trío con mi amiga (2)

El trío con mi amiga (1)

Orgía en la calita (11: Epilogo de Natalia)

Orgía en la calita (10: la traca final)

Orgia en la calita (9: El Gang Bang de Estrella)

Orgia en la calita (8: Natalia y Lucía)

Orgia en la calita (7: Aurora y Nacho)

Orgía en la calita (6: sacando la artillería)

Calentando al vecino de enfrente

Orgía en la calita (4: la pregunta de Jorge)

Orgía en la calita (5: preguntas y desnudos)

Todo empezó en la Sala Bagdad

Orgía en la calita (1: la pregunta de Natalia)

Orgía en la calita (2: bikinis y bombazos)

Orgía en la calita (3: la pregunta de estrella)