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La noche que dos parejas follamos en casa

en Orgías

Llevaba una temporada dándole vueltas a tener una experiencia de sexo en grupo que a mi mujer no le resultara incómoda a priori. De las pocas ocasiones vividas hasta el momento, siempre ha dicho que la que más le gustó fue aquella en la que, cada una con el suyo, dos parejas terminamos follando en el mismo sofá.

A día de hoy sigo sin saber qué fue lo que le gustó de esa experiencia ni por qué otra posterior, en la que sí que hubo intercambio de parejas, le gustó menos. Imagino que sus límites están en ver y ser vista, pero nada más.

Tampoco me preocupaba puesto que me parecían unos límites bastante morbosos que, ya de por sí, nos sacaban de la habitual rutina de hacer el amor el sábado por la noche en la cama o, a lo sumo, follar en el sofá. Así que, en base a esa posibilidad, comencé a pensar en el modo de llevarla a cabo.

Lo primero que hice fue trazar el plan partiendo de la base de que tenía que parecer, cuando ocurriese, que lo hacía de manera espontánea. A mi mujer no le gustan las cosas preparadas y eso cierra mucho el campo de acción. Tenía que pensar en alguien conocido, alguien a quien pudiéramos invitar a cenar en casa sin que resultara, para nada, sospechoso. Lo suyo es que fuera una pareja. Seguramente así sería más fácil provocar la situación que en el caso de que fuera sólo con una persona. ¿Cómo calientas a tu mujer delante de otro hombre? ¿O de otra mujer? ¡Qué va! Es mucho más sencillo que la otra pareja empieza a calentarse. Así lo único que hay que hacer es relajar a tu mujer para que ella sola se deje llevar.

Empecé a barajar nombres. No resulta nada fácil suponer qué parejas de amigos tuyos se pueden prestar a este tipo de cosas. Pero es que tampoco es fácil encontrar a quien, aun prestándose, también sea del agrado de mi mujer. Que ser promiscuo o desinhibido no implica tener mal gusto. Así que el círculo estaba cada vez más cerrado y llegué a creer que tendría que desistir que la idea. Sin embargo quiso el destino regalarme un golpe de suerte y, en el chat de facebook, me abrió una ventana de conversación una amiga común de mi mujer y mía.

-Ese Quiqueee!! Feliz año nuevo!!!!! -.

-Hola guapa!! Feliz año nuevo!! ¿Qué tal se han portao los Reyes?... -.

Ella es Raquel, de la pandilla de una amiga nuestra. Es de esas tías que ves cuatro o cinco veces al año en fiestas como cumpleaños y cosas así, y con la que te llevas muy bien a pesar de no tener más contacto que ese. Tiene novio, Rafael, un tío muy peculiar que, de primeras, parece un solemne gilipollas pero que, cuando le pillas el punto, te das cuenta de que en realidad es alguien con un gran sentido de la ironía y bastante inteligente. Mi mujer y yo nos llevamos muy bien con ellos y, hasta ese momento, no había caído en la cuenta de que podían ser la pareja ideal para preparar algo de tipo sexual.

Reunían los requisitos que me parecían necesarios para que Loli, mi mujer, pudiera llegar a picar el anzuelo: Eran una pareja de amigos a los que podríamos invitar a casa a cenar en cualquier momento y que, si se diera el caso, podrían parecerle tan sexualmente atractivos como para dejarse llevar. Raquel y Rafael son altos y, aunque no se les puede llamar bellezones, es cierto que los dos son atractivos y que es fácil encontrarle algún rasgo o facción que destaque sobre las demás. Ella tiene buen cuerpo aunque anda justita de tetas y él, como todos los treintañeros, tiene algo de tripa. En definitiva que, sumando el físico y la forma de ser, Rafael podría poner a mi mujer y Raquel nos pone a los dos, seguro.

Sin embargo, desconocía la opinión que ellos tenían sobre el sexo en grupo. No son cosas de las que se hable habitualmente en las fiestas de cumpleaños. Tenía que preguntárselo pero, obviamente, no podía disparar a bocajarro porque no contestaría.

Raquel había empezado a contarme sus regalos de reyes cuando yo tuve el chispazo de pensar en ellos como candidatos. Así que, mientras me hacía a la idea de cómo sacar el tema, seguí charlando de otras cosas triviales con ella. Finalmente, y sin saber cómo conseguí que Raquel fuera entrando al trapo, logré poner la conversación en unos tintes muy íntimos y personales.

-¿Qué opinas del sexo en grupo? –le pregunté.

-Lo típico, que respeto a quien lo practica pero que yo no me veo follando con más gente que no sea con mi Rafa –respondió.

-¿Y si, aun estando más gente, solo lo hicieras con él? -.

-¿Cómo? -.

-Si… mira… Suponte una situación en la que estamos los cuatro: Rafa y tú y Loli y yo y que, por lo que sea, la cosa se va poniendo caliente hasta el punto de que terminas echando un polvo con Rafa mientras que Loli y yo también lo echamos… Y quien dice Loli y yo dice… yo que sé… tu hermana y Alfredo… ¿Llegarías a eso? -.

-Pero ¿Cómo? ¿En la misma habitación? -.

-por ejemplo… -.

-Pues… Lo cierto es que ya lo he hecho, ahora que lo dices jajajjajjaja –me quedé perplejo y sin moverme. Sólo estaba pendiente del dibujito del bocadillo que me indicaba que Raquel seguía escribiendo –no se lo cuentes a nadie pero mi hermana y yo hemos follado juntas en casa de Rafa con Rafa y con Alfredo -.

Me contó brevemente la historia mientras que yo asimilaba datos y trataba de encontrar el modo de reencauzar la charla para proponerle hacer lo mismo pero con Loli y conmigo. Y ni os cuento el morbo que me dio imaginármelas desnudas y follando. Con lo ricas que están las dos…

-Ainsss… calla, calla… que me voy a poner malo de imaginarte en esa situación -.

-jajajajajajaja -.

-Nosotros también lo hemos hecho… -.

-¡¡¿Si?!! ¿Con quién? -.

-No debería decírtelo porque también les conoces. Y no me uses como excusa que me has dicho lo de tu hermana! En serio, da igual, lo que importa es que, encantado, les cambiaría con tal de haber tenido la ocasión de vivir esa misma experiencia pero contigo… -.

-Quique… ¿qué me estás diciendo? -.

Tomé aire y empezar a teclear sin pensar. Quería que saliera tal cual, como primero me lo dictara la mente. Había que lanzarse y este era el momento.

-Pues te estoy preguntando si te daría morbo echar un polvo con Rafa si soy yo o… Bueno, Loli y yo, quienes estamos en la misma habitación que vosotros… -.

-¿Me estás tomando el pelo? -.

-Para nada. Te lo pregunto tan en serio como sincera ha sido mi confesión… -.

-Quique… Tío…-empecé a preocuparme a leer el principio de la frase -¿Cómo me puedes hacer esa pregunta? ¿De verdad quieres que te la conteste? -.

-Si eres tan amable… -.

-Pues mira… ¡Sí! -.

Los dos nos quedamos quietos mirando la pantalla del ordenador durante unos interminables segundos. Aunque era consciente de que me tocaba escribir a mí, se acababan de agolpar tantas ideas en mi cabeza que primero necesitaba ordenarlas antes de teclear nada. Pero debía ser rápido para que Raquel no se arrepintiera de haber dicho nada y esta conversación nunca hubiera existido.

-¡Hagámoslo! -.

Por un momento creí haber metido la pata porque Raquel no escribía nada y eso me hizo temer lo peor. Pero, afortunadamente, el icono del bocadillo apareció de nuevo en la parte baja de la ventana de chat.

-¿qué propones? -.

-Primero hay que saber si Rafael se prestaría a esto… ¿Tu qué crees? -.

-¡Es un tío! Yo creo que sí, ¿Tu no? -.

-Mujer! conforme sobrevuele por su imaginación la fantasía que estamos tramando y se visualice contigo y con Loli desnudas, le va a apetecer -.

-¿Y Loli? -.

En ese momento comencé a contarle a Raquel todos los pasos que había ido dando hasta llegar al que nos encontrábamos para ponerla en situación acerca de los gustos de mi mujer. A continuación le expuse que mi idea empezaba por una cena de sábado en casa y que había que ir buscando las maneras de ir encendiendo y calentando el ambiente. Raquel se convirtió en mi cómplice instantáneamente y comenzó a sugerir ideas para el desarrollo de la velada. Tras un ameno y morboso rato de charla dejamos el plan lo suficientemente perfilado como para poder ponerlo en marcha. Y así lo hicimos.

A Loli no le resultó nada raro que le dijera que el sábado había invitado a cenar a Raquel y a Rafael. Le puse la excusa de que habíamos coincidido en el facebook y que, como no nos habíamos visto en Navidad (como suele ser costumbre porque es una de esas cinco ocasiones en que nos vemos al cabo del año), pues que la cosa había terciado en que nos viéramos. Le adorné un poco el relato, aunque no hacía falta, y terminamos pensando en qué preparar para disfrutar de la noche.

Como es de suponer, a mi me tocaba callarme el fin de fiestas que tenía preparado para que Loli no lo supiera y, además, tenía que procurar que los planes que Loli tuviera no desembocaran en algo que no fuera propicio. Es decir, no podría permitir que termináramos jugando a la Wii, por poner un ejemplo, si lo que buscaba era que nos fuéramos poniendo cachondos. Afortunadamente Loli pensó en cosas más tradicionales e inofensivas. Partíamos de la base de que la mayor parte de la noche la pasaríamos charlando pero, por si acaso, no estaba de más tener alguna que otra peli o juego en la recámara por si la charla decaía.

Me pasé toda la tarde del sábado empalmado solo por la ilusión de presuponer que, esa noche, podría pasar algo sexualmente excitante y novedoso. Algo que me iba a permitir satisfacer mi fantasía de exhibir a mi esposa y el morbo de ver a Raquel desnuda y follando si pasaba. Luego mi imaginación iba más allá y no sabía que me excitaba más, si la imagen de verme follando con Raquel o la de ver a Loli gozando como una loca con Rafael. Esa noche tendría la ocasión de salir de dudas con un poco de suerte.

Cuando llegaron a casa me quedé "muerta". Raquel venía con botas altas y falda corta entubada con chaleco de lana de cuello alto y… ¡Dios! ¡Qué morbazo! No cabía duda de que venía dispuesta a poner de su parte todo lo posible para que la noche terminara bien. Rafael venía con su clásico pantalón de pinzas y camisa. Nosotros nos vestimos los dos de vaqueros azul y camisa blanca. Loli con sus vaqueros ajustados y una camisa con amplio escote. Pero solo amplio, no generoso. Estaba muy guapa, esos vaqueros con los botines le hacen unas piernas alucinantes y un culo chulísimo, Y, la camisa… ¡Ay! La camisa…

Tal y como habíamos previsto, la mayor parte de la noche la pasamos charlando sobre temas sin importancia. Ya os podéis imaginar: que si la vida de ésta, que si las cosas de aquella, que si tal, que si cual… Luego, después de las primeras cervezas y la cena, comenzamos con las copas y ahí ya fue cuando empezamos, como se suele decir, a arreglar el mundo.

Estábamos pillándonos una cogorza bonica y no se nos acababan los temas de conversación. La noche se estaba desarrollando estupendamente y estábamos los cuatro la mar de a gusto. Metidos por completo en el momento, con la tele puesta de fondo pero a nuestras cosas. El ambiente era distendido y desenfadado. Bromeábamos, bebíamos, reíamos, era palpable que la noche se estaba desarrollando en el más idóneo de los climas de intimidad y complicidad. Un clima en el que, cualquier cosa que surgiese, no sería visto por nadie con recelo. Tal vez con humor en el peor de los casos, pero el humor nunca es malo.

Sin venir a cuento, cogí el mando de la tele para hacer un poco de zapping y, mira tú por dónde, tras dos o tres canales vino a aparecer en la pantalla uno de estos programas porno de contactos en los que van apareciendo mensajes mientras que una tipa se sobetea. Dejé de zappear a posta esperando el comentario de cualquiera. Tenía interés pos saber qué despertaba el sexo en esos momentos en la reunión.

-¿Y las pavas estas que son más feas que pegarle a un padre el día de su cumpleaños?... -.

-¡Tía! ¡Loli! Cómo te pasas con la pobre muchacha… -respondió Raquel.

-Además –intervino Rafael –hacen su labor a la sociedad -.

-¿sí? –interrumpió mi mujer -¿Cómo? ¿Promoviendo la masturbación masculina? -.

Después de soltar ese comentario, me cambió la cara al suponer que Loli no estaba aún tan a gusto como para tratar con normalidad una charla sobre sexo. Tonto de mí volví a caer en el error de pensar demasiado rápido. Soltar ese comentario era, en realidad, dar su opinión sobre un tema sexual. Así que, en realidad, no es que mi mujer no estuviera a gusto hablando de sexo sino que, por el contrario, estaba ya tan cómoda y relajada que ya había empezado a hablar naturalmente del tema.

-Yo es que, de verdad, sigo sin encontrarle el punto morboso a estas chicas. Las veo actuar de una manera muy falsa y exagerada. Más que excitarme, lo que me dan es casi risa -.

-Pero porque hay gustos como colores –intervine yo –A ti, por ejemplo, te gustan más las películas eróticas que las porno y, sin embargo, el porno es lo que más vende -.

-Será lo que más vende –me respondió mi mujer –Pero yo prefiero mil veces ver una historia con argumento y menos escenas explicitas a ver primeros planos de órganos genitales y escenas con posturas imposibles… -.

-Vamos, que eres de las que esperan para ver si al final se casan, ¿No? –bromeó Rafael.

-ja ja ja –respondió burlonamente Loli –Eso es un chiste sobre el cine porno y lo sabes. Las películas eróticas suelen tener una trama que las hace excitantes y, además, entretenidas. Cosa que el porno no tiene -.

-¿Me recomiendas alguna? –le preguntó Raquel

-Pues… Ahora mismo no sabría decirte el nombre de ninguna pero si buscas por internet a Tinto Brass encontrarás un montón de títulos suyos. Y la mayoría suelen estar bien -.

-¿No tienes ninguna por ahí? –continuó preguntando Raquel.

-En el disco duro tengo unas cuantas. Te las grabo si quieres… -.

-¿Nos vemos una? ¡Tú eliges! –propuso finalmente Raquel.

Loli se quedó callada durante unos segundos que me parecieron eternos. Acabábamos de llegar a ese momento en el que solo pueden pasar dos cosas; O que te lo tomes a coña o que aceptes el reto. Y yo era incapaz de adivinar qué opción iba a elegir Loli. No podía vérselo en la cara. Entonces mi mujer cruzó la mirada con la mía esperando mi opinión.

-Yo por mí pon lo que quieras… -.

Imagino que, en décimas de segundo, Loli tuvo que hacerse a la idea de que encender el disco duro suponía un camino inevitable hacia la excitación y que, llegado el momento, tendría que decidir entre controlarse o dejarse llevar porque no estábamos ella y yo solos en casa. Aunque, por otro lado, también tenía la opción de no encenderlo porque, como dice el refrán, "quien evita la tentación, evita el peligro". Sin embargo fue una matización verbal totalmente casual la que terminó por decidir qué opción tomar.

-Pues… -empezó a decir Loli -…Si me has dicho "pon lo que quieras" en vez de "haz lo que quieras"… Yo, cojo y pongo. Además –comenzó a decirle a Rafael -así verás como el cine erótico mola más que el porno. Que en esas nunca se casan y en estas pasan muchas más cosas -.

Los sudores de la muerte fue lo que me dio en ese momento. Solo por encender el disco duro tuve esa satisfactoria sensación de que ya estaba todo hecho y que el resto era coser y cantar. Tanto es así que ya me estaba imaginando a los cuatro follando como leones en el sofá. Pero no debía acelerarme porque, en realidad, no estaba todo hecho aunque sí que habíamos dado un gran paso. Ahora era el momento de pasar a situaciones más intimas pero había que hacerlo con más delicadeza si cabe.

Loli comenzó a contar un poco de qué iba la peli durante los créditos iniciales. Luego propuso que apagáramos la luz y, en silencio, nos fuimos acomodando las dos parejas en el sofá para relajarnos y ver la película.

Durante las primeras escenas me entretenía en hacerle caricias a Loli en el pelo y, cuando la cosa en la pantalla se ponía interesante, jugueteaba con las yemas por el cuello. Así estuve durante un buen rato hasta que tuve la sensación de que Loli ya podría estar metida del todo en la película y era el momento de probar con algo más excitante.

En un par de ocasiones probé a colar los dedos por el escote de la camisa con la intención de rozarle los pechos pero no me dejó. A la primera, con mucha discreción, sacó mi mano del escote y, a la segunda, me miró con mala cara indicándome con un movimiento de cabeza que no estábamos solos.

-¿Os importa si nos descalzamos? -.

Raquel y Rafael estaban acomodados en la chaise-longue del sofá pero sin llegar a apoyar la espalda contra el respaldo porque aún tenían los pies en el suelo.

-Faltaría más –contesté –como si estuvieseis en vuestra casa -.

Se descalzaron y, esta vez sí, los dos se apoyaron contra el respaldo del sofá estirando las piernas sobre la chaise-longue. Rafael se quedó pegado al brazo dl sofá y Raquel, dejada caer sobre el respaldo y el hombro de su chico, se quedaba más cerca nuestra, a un par escaso de palmos de Loli.

Por tercera vez fui a intentar colar la mano en el escote de mi mujer y, para mi sorpresa, en esta ocasión un hubo freno. En la pantalla una pareja estaba manteniendo relaciones pero supuse que esa no era la única razón por la que, en esa ocasión, Loli me permitía colarle los dedos así que, tratando de no ser muy descarado, hice por ver qué estaba pasando entre Rafael y Raquel.

Rafa le tenía metida la mano entre los muslos a su chica y la movía evidenciando que también le estaba haciendo caricias. A Raquel se le había subido un poco la falda al acomodarse y, aunque no se veía nada, esa sensación de poder imaginar el tanga tan cerca del exterior era razón más que suficiente como para que todos nos fuéramos excitando un poco más.

Mi mano ya se movía con total libertad por el escote de la camisa de Loli y saltaba pizpiretamente de pecho a pecho acariciándolos ambos con la punta de los dedos. Incluso podía permitirme el lujo de colar la yema por debajo del casco del sujetador un poquito para darle una pizca más de excitación a la escena.

Loli me dejaba hacer. No decía nada y seguía pendiente de la película aunque, en más de una ocasión, comprobé como iba controlando a Rafa y Raquel con el rabillo del ojo. Seguramente ese control era el que a mí me permitía acariciar su pecho con tanta libertad. Víctima de la tentación no pude evitar que mi mano intentara desabrochar el botón más alto abrochado de la camisa de mi mujer. Loli, de nuevo, volvió a quedarse quieta y me lo permitió.

No me podía creer que estuviera resultando tan sencillo. Después de desabrocharle el botón y de dejar más amplitud para que mi mano siguiera acariciando su escote miré a nuestros amigos para comprobar si existía relación entre su comportamiento y el de Loli. No me equivoqué. Rafael seguía amasando los muslos de Raquel y su falda ya se había remangado lo suficiente como para enseñar el tanga. Ellos seguían pendientes de la película que, dicho sea de paso, era bastante excitante y morbosa y se acariciaban dulcemente pero sin pudor alguno. No cabía lugar a dudas, Raquel estaba poniendo de su parte y estábamos logrando nuestro objetivo.

Probé suerte de nuevo y acerqué la mano al siguiente botón de la camisa. Uno a uno, fui desabrochándolos todos hasta que, por fin, la camisa de Loli se abrió y aproveché para echarla hacia los lados para tener total libertad de movimiento por su tripa y su pecho mientras que continuábamos con la peli que, dicho sea de paso, estaba cumpliendo a la perfección con su cometido de calentar el ambiente.

Raquel se incorporó levemente y, ni corta ni perezosa, se quitó el chaleco de lana sacándoselo por el cuello para quedarse en sujetador. La miramos sin decir nada y, como si tal cosa, volvió a acomodarse en el sofá a la par que Rafa volvió a echarle la mano sobre la pierna para acariciarle de nuevo los muslos.

Loli, por su parte, aprovechó la coyuntura para desabrocharse los vaqueros y se los quitó. Rafa se la quedó mirando sin dejar de acariciar a su chica. Las cosas como son, eso de ver a Loli en ropa interior y con una camisa desabrochada era tan excitante que no me extrañaba que Rafa se la comiera con la mirada. Al fin y al cabo yo estaba haciendo exactamente lo mismo.

Me levanté del sofá con la excusa de ir al aseo aunque mis intenciones eran otras. Aproveché, cuando me puse de pie, para disfrutar de las dos mujeres que presidían el sofá de mi casa. Por un lado mi mujer, solo con una camisa desabrochada y mostrando sus buenas tetas recogidas en un sujetador negro de encaje que me vuelve loco. Y, por otro, Raquel, con la falda que casi era ya un cinturón ancho que se le había subido también del culo y en ropa interior blanca. Dos diosas que justificaban la calentura que sentía en el cuerpo.

Una vez dentro del aseo, y visualizando mentalmente la excitante muestra del morbo femenino que tenía en el sofá, aproveché para desnudarme y quedarme solamente con los bóxers puestos. Estaba comprobado que ni a Raquel ni a Loli les iba a molestar y, seguramente, Rafa también se quitaría la ropa porque, hasta ahora, estaba siendo prudente como yo.

No me equivoqué. Cuando volví al salón Loli me miró y me guiñó un ojo mientras que Raquel sonrió discretamente y disimulando. Volví a acomodarme en el sofá junto a mi mujer y posé de nuevo la mano sobre su ombligo para seguir acariciándola. Rafa se levantó del sofá y salió también en dirección al aseo. Entonces aproveché para deslizar la mano por debajo del tanga de Loli y le apreté cariñosamente la vulva con la palma de la mano.

-Tengo curiosidad por ver cómo reacciona rafa si, ahora cuando vuelva, tú ya estás desnuda –le susurré -¿Te apetece? -.

Llevé las manos al elástico del tanga con la intención de bajárselo y Loli levantó el culo para que se lo sacara del todo. Le apetecía, por tanto… Alargó las piernas para echarlo al suelo y luego volvió a cruzarlas sobre el sofá, metiendo los pies por debajo del culo. Se echó hacia adelante para dejar caer la camisa por su espalda y, mientras se sacaba las mangas, le desabroché el sujetador y se lo quité.

Completamente desnuda, Loli se recolocó para ponerse cómoda en el sofá y volvió a la peli tras mirar de reojo a Raquel. Raquel, al ver que Loli se desnudaba, se había quitado la falda y, en ropa interior, permanecía recostada en la chaise-longue con una mano acariciándose muy cerca de la entrepierna. Cogí la barbilla de Loli con un par de dedos y giré su cara para que nuestros labios se encontraran. Le di un cálido y prolongado beso y, a continuación, dejé caer el brazo sobre su muslo para, suavemente, reemprender las caricias sobre su monte de venus.

Rafa volvió al salón y los sorprendidos fuimos nosotros porque venía también completamente desnudo. Al cruzar la puerta y vernos a los tres se detuvo un instante para, a continuación, mirarme y decirme:

-¡Cobarde! Que te has quedado a medias… Loli sí que sabe, ¡Mírala! –y volvió a moverse para ir a ocupar su sitio en el sofá.

Sonreímos a su comentario y le seguimos con la mirada. Obviamente no dudé un segundo en sacarme los bóxers porque la excitación que acumulaba en ese momento hacía que me sobrara cualquier tipo de ropa. Se recostó junto a Raquel y, tras besarse, llevó la mano al tanga para quitárselo.

Rafa desnudó a Raquel y las dos parejas mantuvimos la compostura unos minutos más mientras seguíamos viendo la peli. Yo continuaba acariciando a Loli y me acercaba cada vez más con los dedos a su rajita mientras que rafa le hacía prácticamente lo mismo a Raquel, solo que él ya tenía los dedos mojados. Y así, tratando de retrasar lo inevitable, terminamos de ponernos cachondos hasta que la peli dejó de ser lo más interesante del momento.

Cada pareja en un extremo del sofá comenzamos a mantener sexo apasionado. El brillo de la pantalla le daba al salón el toque de luminosidad justo para hacerlo aún más excitante con sus luces y sus sombras. Adoptábamos diferentes posturas o iniciativas pero con el morbo añadido de poder ver a tu lado a otras dos personas que también estaban follando. La excitación terminó de embriagarnos y la sexualidad del momento puso la guinda a una situación extremadamente placentera. Tacto, gusto, olfato, vista y oído… Los cinco sentidos al servicio de la excitación sólo podían traer como resultado el mejor de los polvos que he podido echar en mi vida.

Nunca le dije a Loli que había sido una situación preparada. Disfrutó tanto de aquella noche que no quiero romperle el recuerdo. Tampoco la hemos vuelto a repetir. Raquel y yo hablamos de ello en el chat y decidimos que una segunda vez ya no sería igual para ninguno de los cuatro. Está claro: una vez que has probado con una pareja, la siguiente vez pierde la sensación de novedad y se convierte en "un posible previsible". Así que lo mejor era no organizar nada porque no encontraríamos nada que superara esa fantástica, primera y única noche en la que, dos parejas de amigos, follamos juntos en casa.

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