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Primera noche de sexo con mi hermanastro pequeño

en Amor filial

̶ Holaaaaaa... ¿Hay alguien en casa?

Nadie contesta. Pero la música que se escucha me indica que Álex está. Seguramente ni me ha escuchado. Vamos a ver...

Camino hacia su dormitorio. El que, hasta hace cuatro años, era el cuarto de costura de mi madre. Cuando mi padre se volvió a casar no solo incorporó una nueva mujer a su vida, sino también a su hijo. Álex es mi hermanastro y ahora ocupa un lugar en mi casa del que yo guardo muchos recuerdos desde que era niña. Se me hace raro ver el dormitorio de un adolescente con posters de Queen en una habitación en la que, hasta hace poco, había cuadros de punto de cruz de motivos florales. Pero la vida no se detiene por nadie y mi padre estaba en todo su derecho de rehacer su vida después de que mi madre liara la que lió.

La puerta está entreabierta, suena Queen y sale una peste a porro del dormitorio que tira de espaldas. Álex está de espaldas a la puerta, sentado frente a su ordenador, parece que chateando desde whatsapp web.

- Holaaa ̶ repito ̶ . ¡Menudo submarino, Álex!

Pega un repullo en la silla. Efectivamente ni me ha escuchado llegar. No sé de qué estaría hablando ni con quién, pero ha minimizado la pantalla y, al hacerlo, se ha descubierto: en segundo plano tenía abierta la foto de una tía en pelotas masturbándose. También la minimiza.

- ¿Qué haces aquí? Me has dado un susto de muerte.

- Vengo a desvalijar la nevera, como de costumbre.

Llevo haciéndolo desde que Álex y su madre se vinieron a casa de mi padre a vivir. Alicia, mi madrastra, cocina de puta madre y yo soy mala administradora; Me gasto en ropa y salidas lo que debería invertir en otros menesteres. Como la comida, por ejemplo.

- Deberías abrir la ventana. Este olor se queda impregnado hasta en las losas del suelo y te vas a buscar un problema.

Mi padre es de la liga antitabaco, aunque conmigo tiene la guerra perdida. Es cierto que yo no fumaba en casa, mucho menos canutos, así que me sorprende que Álex se tome estas licencias. Pero, claro, es un chico... Seguramente su condición de hombre, y las repercusiones maritales que cualquier conato de discusión podría ocasionarle con Alicia, han hecho que sea más permisivo. Pero confieso que es la primera vez que huelo a tabaco en esta casa. Así que esto debe ser reciente.

A mi hermanastro se le sigue viendo el susto en la cara. Es consciente de que he debido ver la foto de la tipa y está esperando que haga algún comentario al respecto. No lo voy a hacer. No tiene nada de sorprendente que un chaval de 19 años aproveche la soledad e intimidad de casa para matarse a pajas con el porno. Soy yo, con treinta y cinco tacos, y todavía me sigo pegando mis buenos festivales también a solas...

Entro en la habitación y me acerco hasta él. Me mira como el condenado que espera conocer su sentencia de muerte.

̶ Pásame el canuto, ¿O es que te lo piensas fumar a caraperro?

Me lo pasa. En su cara se sigue reflejando la tensión y el nerviosismo.

̶ ¿No sales esta noche?

̶ Qué va -acierta a decir-. El plan para hoy es quedarme aquí, tranquilito, con mis cosas...

Nervioso... Ese “con mis cosas” es lo último que se debe decir cuando tus cosas son las que son. Pero claro, tiene 19 años, le han cazado y no acierta a pensar con rapidez.

- ¿Vas a salir tú? -me pregunta conforme se da cuenta de su error con la intención de desviar la atención.

- Tampoco -respondo-. Caty y Lorena se han ido a Barcelona este finde y Noe se ha apalancado en su casa sin ganas de nada. Así que, como no tenía ganas de estar sola y encerrada, he aprovechado para venir. Que me dé el aire al menos.

- Ya, que te dé el aire y que, el aire, te llene la despensa...

- Álex, es que tu madre cocina de puta madre. ¿Hay croquetas?

- No lo sé. Mira en el congelador a ver...

Le devuelvo el canuto y salgo de su dormitorio en dirección a la cocina. Por alguna extraña razón se me empieza a antojar el plan de quedarme aquí, con mi hermanastro. Imagino que por los canutos, que tampoco me queda maría en casa y no es plan de arrasar con la nevera y con el material de mi hermanastro. Quedarme aquí y fumarme unos petas es una alternativa. Solo que, si me quedo, le voy a joder el plan pajillero y va a querer que me vaya. ¡Pero es mi casa! Aunque ya no viva aquí, mi hermanastro no es quien para insinuarme siquiera que coja la puerta y me pire...

- ¡Premio! ¡Hay croquetas! -sonrío al encontrarme un tupper en el congelador.

Desando mis pasos y vuelvo al dormitorio de Álex. Le pillo de pie, escondiendo algo debajo de la almohada.

- ¿Has cenado?

- No.

- ¿Preparo unas croquetas y cenamos?

- Mmmm, vale...

Ha contestado de nuevo presa del pánico. A saber qué estaba escondiendo. No da una a derechas el pobre, tiene que estar maldiciendo el momento en que he entrado por la puerta.

- ¿Queda canuto?

- No, ¿Quieres que te líe uno?

- ¡Guay! Voy a mi cuarto a ponerme el pijama y me pongo con la cena.

- ¿Pijama? ¿es que te vas a quedar a dormir?

- También es mi casa. ¿Te molesta?

- No...

Creo que ha dicho que no porque no le quedaba otra opción pero, sin embargo, me ha parecido verle un brillo especial en los ojos y una sonrisa que dicen lo contrario. Igual sí que le apetece que me quede. No lo entiendo. Ya lo entenderé, supongo...

- Pues venga, líame un peta que voy a hacer la cena.

Tengo aún montado mi dormitorio de soltera en casa de mi padre. Aunque hace seis años que me marché, mi padre no quiso darle otro uso ni siquiera cuando se casó. Yo también me negué, claro. No es mi intención regresar a casa pero nunca se sabe cómo te puede ir la vida. A parte que hay ocasiones en las que me toca cuidar de la casa cuando mi padre y su mujer están fuera, como ahora, y se llevan a Álex. Así que aquí tengo mi cuarto, mi cama, mi armario y algo de ropa para esas ocasiones en las que me quedo.

Saco del cajón mi pijama de verano y me desnudo para cambiarme. Me quito la camiseta, el suje, me pongo la camisetita de tirantas, me quito los vaqueros y me pongo el pantaloncito. Me calzo las zapatillas y vamos para la cocina.

Escucho la puerta del baño cuando voy a salir de mi dormitorio. Desde el pasillo veo la luz por debajo de la puerta. Es el momento de saber qué ha escondido mi hermanastro debajo de la almohada. Entro de nuevo en su dormitorio, el canuto está listo sobre el cenicero. Levanto la almohada y ¡Joder! ¡Qué es mi conjunto de lencería azul! ¡¿Qué coño hace mi hermanastro con esto?!

Lo cojo, lo reviso. No está acartonado, menos mal. Llega a usarlo para limpiarse las corridas y le mato. Sin embargo no puedo evitar pensar lo inevitable: mi hermanastro se la machaca pensando en mí. Igual este pijama va a ser un peligro. A ver: camisetita de tirantas pegadita con escote redondo con la que se me ve perfectamente el contorno de las tetas y un generoso canalillo y pantaloncito tipo culotte de pernera ancha. Si me pongo de puntillas enseño los cachetes. Y Álex está en modo pajillero, ¿Qué hago? No tengo vuelta atrás, le he dicho que me quedo y no tengo otro pijama que ponerme. La única opción es volver a vestirme pero paso de embutirme otra vez en los vaqueros elásticos.

¡¿Y qué mas da?! Mmmm.. Ya está el porro desinhibiéndome. A lo mejor hasta puede ser una noche divertida. Todo depende de si consigo que mi hermanastro me cuente sus intimidades. Pero lo de mi conjunto azul me lo va a tener que explicar antes o después.

Me voy con el canuto a la cocina después de haber dejado mi conjunto de nuevo bajo la almohada. Que no sepa que lo he encontrado. Enciendo la freidora y llega Álex. Por un pelo no me ha pillado en su cuarto.

Me mira distinto. Al principio supongo que, tal y como pensaba, se debe a que mi pijama le ha debido impactar. Pero no, hay algo más... Un momento... ¿Y si me ha visto cuando me estaba cambiando de ropa? Tiene cara de haberme visto algo... Sí, creo que algo ha visto.

- Estoy tonta -le digo-. Acabo de entrar a tu cuarto para coger el peta y no me he traído el teléfono. ¿Me lo traes?

Solo necesito unos segundos para pensar y no puede ser con mi hermanastro mirándome así. Tengo que decidir si quiero que lo siga haciendo o si no. Pufff... Dilema... Dilema porque me lo follaba, como os lo cuento. Tiene 19 años, es un yogurín y eso mola. Los contras son evidentes: es mi hermanastro y, si pasa, desconozco el alcance de las consecuencias. Esto puede provocar un cisma familiar si no sé controlarlo. Y pienso en mí porque, evidentemente, él no lo va a saber controlar. No me refiero a que se le escape y acabe llegando a oídos de su madre o, peor aún, de mi padre. Me refiero a que si me lo follo, va a querer repetir y se pondrá pesado en otras ocasiones y me agobiará y le mandare a tomar por culo y... ¡Mierda! Acabará afectando a la familia...

Pero me lo follaba... ¡Puto porro!... Venga otra calaíta para pensar rápido antes de que vuelva...

- ¡Me lo follo! -Eah! Pues ya he tomado una decisión

Regresa a la cocina con mi móvil. Me lo da. Llamo a mi padre para contarle que estoy en casa y que me voy a quedar con el niño para que no esté solo. Escucho a Alicia mandarnos besos justo después de que mi padre me agradezca el gesto. ¡Ay! Si supierais... Solo quería asegurarme de que estáis tan lejos como decíais para tener la certeza de que no vais a aparecer por casa esta noche. Me despido de ellos dándoles buena cuenta de las croquetas que nos vamos a cenar y deseándoles que se lo pasen bien. Yo ya estoy dispuesta también a hacerlo.

He estado mirando a mi hermanastro mientras hablaba con ellos. Lleva puesto solamente un pantalón sport de algodón. Ni un pelo tiene el jodío en el pecho y, en el pantalón, se le nota bulto.

- ¿Pones la mesa?

- ¿Estás mandona, no?

- Que no soy tu chacha -le respondo-. ¿Sigue habiendo alcohol en esta casa? Habrá que tomarse una copilla después de cenar...

- Sí. El mueble bar tiene de todo.

- ¿Cerveza para cenar? -asiente-. Pues ábreme una.

¡Qué culito! Álex ya no es el único que echa miradas, solo que yo disimulo bastante mejor que él. He aprovechado para hacerle un escaneo al dirigirse a la nevera. Un yogurín con cuerpecito de deportista porrero. Ese es mi hermanastro.

Mientras pone la mesa termino de preparar la cena: las croquetas, un bol con patatas fritas de bolsa y unas aceitunas. Lo que viene siendo una cena desequilibrada propia de inmaduros. ¿Qué mas da? Si solo es para matar el gusanillo y porque las croquetas de Alicia están cojonudas.

Llevo las cosas a la mesa y nos sentamos. Opto por no encender la tele, es mejor que siga sonando música porque acompaña; La tele distrae y no es eso lo que quiero. Hay que iniciar una charla que vaya tomando tintes cada vez más picantes para que todo parezca fruto de la inercia.

- A tu edad - le digo cuando ya ha dado comienzo la conversación - anda que iba a desaprovechar yo la oportunidad de montar una fiestecilla si me quedaba sola en casa. A lo mejor solo con una amiga o con un noviete. Pero, ¿Sola? ¿No le pegan tus amigos a los canutos? Seguro que sí...

- Ya te he dicho que el plan que tenía era el de quedarme solo. Era lo que me apetecía hoy.

- ¿No hay novieta tampoco? ¿Qué ha sido de...? ¿Cómo se llamaba? ¿Ana?

- Una sosa... -confiesa a modo de protesta.

- ¿Sosa?

Se queda callado. Sospecho que se refiere a asuntos sexuales por la cara que ha puesto de no querer hablar más de la cuenta.

- En la cama... -le insisto un poco más para ver por dónde sale.

- Pues sí -dice por fin-. Una auténtica sosa en la cama. Bueno, y en lo demás también... Muy buena y todo lo que tú quieras pero un aburrimiento de tía. No teníamos nada en común... ¿Y tú? ¿No sales con nadie ahora que, tu mejor plan, es venir a vigilar a tu hermano?

- ¿A vigilarte? ¿De verdad te parece que he venido a vigilarte? Si fuera así, me habría puesto pesada para que no fumaras en casa y te habría hecho ya mil preguntas sobre la foto que tenías en el ordenador.

- ¿Lo ves? -reacciona airado-. Ya estás preguntando. Así que has venido a vigilarme.

- Usted perdone si le he interrumpido la noche de pajillas. Si quieres, en cuanto termine de cenar me encierro en mi cuarto para que puedas hacer tus cosas tranquilito...

- ¡Claro! Como que me iba a poner yo a hacer nada contigo en casa.

- Luego, reconoces que tu plan de esta noche era pasártela viendo porno y fumando porros... -se queda callado. Medio malhumorado-. No te mosquees -continúo diciéndole-, que ese plan lo hacemos todos de vez en cuando.

Le cambia la cara. Acaba de imaginarme dándome caña. Es el momento de apretar.

- Yo también me he pasado noches enteras matándome a pajas. Ni es exclusivo de los tíos ni tiene una edad determinada para hacerse... Venga, confiesa... Ese era tu plan, ¿no?

- Pues sí, ¿contenta?

- ¿Te ha pasado algo por contármelo? No, ¿Verdad? No te pongas a la defensiva, que ya te he dicho que no he venido a vigilarte... Ana no se parece en nada a las tías de Internet, ¿no? No hace mamadas como ellas, ni goza como ellas... ¿Pero tú sabrías qué hacer si cayera en tu cama una tía como las de Internet?

- ¡Pues claro! A las tías basta con comeros bien el coño para que luego hagáis lo que nos dé la gana.

¡Mírale! Se ha venido arriba. Vamos por buen camino, se está soltando. De vez en cuando se le escapan los ojos y me mira las tetas pero ya no hay nerviosismo en su mirada sino que empieza a haber seguridad. Y tiene razón. Cómele bien el coño a una tía y tienes más de la mitad del camino ganado para que se deje llevar hasta donde quieras llevarla.

- Eso es verdad -le respondo-. Una buena comidita es mano de santo...

Guardo silencio un instante por si quiere aprovechar este fabuloso pie que acabo de darle para hacerme alguna pregunta o comentario. No lo hace. Así que me toca a mí continuar.

- Pocas locuras que he hecho yo después de que me pongan a mil...

Vuelve a mirarme con lascivia mal disimulada. Está cerca de empezar a dispararme, pero no se suelta. Le entiendo. Vencer el limite familiar es difícil.

- ¿No quieres preguntar?

- Cuéntame tú, que parece que tienes ganas de hacerlo...

- Masturbarme por webcam en una llamada grupal.

- ¡Venga ya! -se le han abierto los ojos como platos-. ¡Con lo santurrona que te pones siempre!

Se refiere a las ocasiones, pocas pero algunas, en las que se han tratado anécdotas sexuales en conversaciones familiares. Evidentemente, en esos casos hay que parecer una niña buena. Soy la princesita de mi padre, ya me entendéis.

- Y cosas peores...

Guardo de nuevo un momento de silencio. Aunque está claro que he conseguido captar todo su interés, todavía necesito un punto más de complicidad. Uno en el que mi hermanastro decida no tener nada que esconder y me hable de sexo con total libertad y, por supuesto, deseo.

- Te cuento otra si me contestas antes a una pregunta...

- Dispara...

Se ha relajado. A ver cómo reacciona a lo que viene ahora...

- ¿Qué hace mi conjunto de lencería azul debajo de tu almohada?

Se acaba de quedar blanco. Corro el riesgo de que se le corte el rollo. Me mira con cara de estar cagándose en mí. No es vergüenza, es cara de entender que no tiene escapatoria. Le aparto la mirada para que se relaje. Cojo el canuto, lo enciendo y le doy una calada. Se lo paso.

- Puedo imaginármelo, hermanito -enfatizo lo de hermanito porque ambos sabemos que tiene su morbo-, pero cuéntamelo. ¿No lo utilizarás para limpiarte, no?

-¡No! -el sobresalto con el que responde me confirma que su respuesta es sincera-. Te aseguro que no. Es porque...

Quiere arrancar, hay inquietud y ganas en su expresividad. Le sigue pudiendo el tabú familiar pero me da que, a poco que se lo proponga, va a romper esa barrera.

- Es porque... -repito.

- Me pones.

- Qué novedad -le interrumpo.

- No tía...

- Que te la machacas pensando en mí me ha quedado clarinete en cuanto lo he visto. Lo que me interesa saber es qué es lo que haces con él. ¿Te lo pones? ¿Lo hueles?

Lo huele... Me lo acaba de confesar con la mirada. Me lo imagino refrotándose el tanga del conjunto contra la cara y con la mano en la polla y se me erizan los pezones.

- Vale, pues, te cuento... -empiezo a decirle haciéndole entender que doy por buena su respuesta y que voy a ser fiel a mi palabra y voy a contarle otra de mis hazañas-. Ángel me tuvo una vez esposada a la cama más de media hora con ese conjunto puesto esperando para que me viera así un amigo que vino a casa...

- ¿Y tú sabías que venía?

- No, hasta que escuché la puerta del piso.

Se le acaba de poner el rabo durísimo. Se han movido los pliegues del pantalón y no ha podido evitarlo. Le doy otra calada al canuto mientras le miro con complicidad. Se tiene que estar imaginando tantas cosas que lo normal sería que reaccionase con alguna pregunta.

- ¿Te lo montaste con los dos? -sonrío mientras doy otra calada-. ¡Tía! ¿Cómo me cuentas estas cosas sabiendo que...?

¿Sabiendo que te la machacas pensando en mí?

- Seguro que, a partir de ahora, las pajas que te haces conmigo van a ser mucho más divertidas -le respondo-. tráetelo.

Pega un brinco del sofá y sale hacia su dormitorio echándose la mano al paquete para acomodárselo. En estos momentos su imaginación debe estar en ebullición, fantaseando con la posibilidad de tener algún tipo de encuentro sexual conmigo. Mis pezones están tan duros que parecen querer romper la camiseta. Sabe que estoy excitada y eso debe estar poniéndole tremendamente berraco. Y, encima, le he dicho que se traiga el conjunto. ¡Ay! Cómo debe estar...

Ahí viene. No lleva gallumbos debajo del pantaloncito y su rabo es un inmenso bulto que se bambolea debajo del algodón. Trae cara de desconcierto. Por un lado la excitación debe tenerlo loco y, por otro, debe pensar que su hermanastra va a volver a regañarle por haberle cogido el conjunto. Alarga la mano y me lo da. Vuelve a sentarse en el sofá mientras le miro sin decir ni pío. Es adorable tener a un adolescente tan nervioso y desconcertado. Si supiera las ganas que tengo de que me dé caña.

Pero todavía puedo jugar un poquito más con él...

Dejo el sujetador en el sofá y cojo el tanga metiendo los dedos por entre el encaje para estirarlo mientras lo observo.

- La verdad es que este conjunto es chulísimo, ¿A cuántos amigos se lo has enseñado?

- A ninguno.

- ¡Venga ya! ¿No le has contado a ninguno de tus amigos que te pongo ni que tienes mi ropa interior para tus fantasías? No me lo creo...

Se queda callado. ¡Ahá! Eso es que algo hay...

- Ya no te calles, Álex... Si quisiera haberte montado un pollo tengo razones más que de sobra para hacerlo. Y, sin embargo, ya ves. Aquí estamos... Hermanastros fumando canutos y hablando de sexo. Venga, cuéntame, ¿Quién lo sabe?

- Mi primo Rafa -responde por fin.

- ¿Se lo has contado o le has enseñado esto? -pregunto extendiendo la mano con el tanga.

- Solo contado.

Le lanzo el tanga. Lo coge al vuelo mientras me vuelve a mirar desconcertado. Cojo el sujetador del sofá y también se lo doy.

- ¿Quieres ponérmelo?

Los ojos acaban de hacerle chirivitas y se le ha abierto la boca. Debe creer que le estoy vacilando. Así que me levanto del sofá y, en medio del salón, me quedo de pie como un maniquí.

- Pero esto no podrás contárselo...

Ahora parece que empieza a creerme. Se levanta con las dos prendas en la mano y esa pedazo de polla estirándole el algodón a los pantalones y se me acerca. Coge el bajo de la camiseta con las dos manos alineadas con mis caderas y, tras echarme un vistazo a las tetas y el escote, me mira a los ojos buscando la aprobación definitiva.

Le enseño la picardía que puedo transmitir con la mirada y su sonrisa a juego.

Tira de la camiseta de tirantas hacia arriba y me la saca. Se vuelve a detener momentáneamente para embelesarse con mis tetas.

- Bufff.... -resopla. Sonrío.

A continuación mete los dedos por el elástico de la cinturilla de mi pantalón, se pone de cuclilas delante mía y tira hacia bajo llevándose también el tanga. Levanto los pies para sacar las prendas y, con el derecho, las empujo para que deslicen hacia atrás por el suelo. Me pone las manos en las caderas para sostenerse en equilibrio y no separa la vista de mi coño. Se relame y se humedece los labios.

- ¿Te lo esperabas depilado? -pregunto.

- Fantaseaba con que lo tenías así -responde.

- Vísteme...

Sigue de cuclillas. Coge el tanga, lo sitúa y levanto los pies para que lo meta. Mientras me lo sube por las piernas aprovecha para acariciar mi piel. Incluso se permite el lujo de sobarme bien las cachas del culo cuando toca. Se levanta y, antes de continuar, da una vuelta a mi alrededor para hacerme un nuevo escaneo.

- ¿Qué tal se me ve el culo con este tanga?

- Superior -responde.

Cuando se me vuelve a poner delante coge el sujetador y abre la zona de las tirantas para que meta los brazos. Lo sube y, llegado el momento, hace lo que con el culo y me magrea bien las tetas disimulando con el gesto de encajar las copas. Luego se vuelve a poner detrás mía y abrocha el corchete.

- En el segundo gancho -le digo.

Se me vuelve a plantar delante, levemente separado para verme de cuerpo entero. Aprovecho para meterme la mano por dentro de las copas para ponerme bien las tetas. Este conjunto es explosivo. El tono de azul, la elegancia de los encajes, el modo en que me recoge las tetas, lo delgadita pero acertada que es la malla que me cubre el pubis. Y, bueno claro, el triangulillo de atrás, minúsculo, que se convierte en cordoncillo cuando se me mete por entre los cachetes. Mi hermanastro parece que opina igual. Tiene cara de que le gusta cómo me queda.

- ¿Igual o mejor que en tus fantasías?

- Mucho mejor, evidentemente... Y eso que ni siquiera llevas puestos unos tacones...

- No tengo tacones aquí.

- Pero mi madre sí.

Ahí ha estado rápido el niño. Me lo pienso un instante aunque termino por descartarlo por varias razones: primera, porque sé que tengo los pies más grandes que mi madrastra y, segunda, porque tampoco hacen falta.

- Líate un canuto, anda. Que no queda.

Va a su cuarto a por el material y yo aprovecho para coger el pijama del suelo y ponerlo en una de las sillas de la mesa de comedor. Vuelve, ocupa su sitio en el sofá y se pone manos a la obra.

Me siento yo también pero, en vez de volver al sofá, lo hago en uno de los dos sillones a juego; El que se queda de frente a mi hermanastro. Me abro de piernas, dejando caer una por encima del brazo del sillón y, mientras que trabaja sin dejar de mirarme, me meto la mano por debajo del tanga y empiezo a acariciarme sosteniéndole la mirada.

- Mucho mejor esto que las tías de tus vídeos, ¿no?

Aprieta los labios, casi poniendo boca de pato, y asiente.

- ¿Por qué? -me pregunta solo con dos palabras que, por su entonación, significan en realidad “¿Por qué estás haciendo esto?”.

- Porque, esta noche, tú también me pones -le digo sin dejar de sobarme el coño y evitando a posta mirarle el paquete.

- No te imaginaba tan sueltecita...

- Por eso tus pajas te molaban lo que te molaban... A partir de hoy, seguro que te molan más todavía...

- Ni lo dudes -e, instintivamente, se echa la mano al rabo.

- Puedes quitártelos si quieres, ¿eh?

- Me los vas a quitar tú.

Sonrío, es morboso el hijoputa. Y le echo tal mirada de “vamos a echar un polvo que van a crujir los cimientos de casa” que por fin pasamos al uso de palabras mayores.

- Buena golfa estás tu hecha...

- Zorra me gusta más... -respondo en un medio susurro lascivo.

Termina de liarse el canuto y se acerca para dármelo. Cuando lo cojo posa su mano en mi pierna y la desliza hacia el tanga con el firme propósito de palparme el coño. Niego con la cabeza pero sonriendo maliciosa.

- Zorra... -protesta.

- te lo acabo de decir -respondo.

Vuelve al sofá y me sigue mirando. Me saco la mano del tanga, cojo mi móvil con la otra mano, lo desbloqueo y abro la cámara. Me acerco a mi hermanastro y, antes de dárselo, le acerco a la boca los dedos que tengo chorreando para que los chupe. Los devora. Luego vuelvo al sofá, vuelvo a abrirme de piernas, me echo el canuto a la boca y lo enciendo. Me vuelvo a meter la mano bajo el tanga y a acariciarme mientras fumo y poso para que haga las fotos que quiera.

- Si quieres que pose de alguna manera en particular, me vas diciendo...

- De momento me vale con que te vayas desnudando.

Sonrío. Espero que me haga tres o cuatro fotos antes de desabrocharme el sujetador. Planto los dos pies en el suelo, arqueo la espalda, saco pecho y, con el canuto en la comisura de los labios, me lo quito. Me hace una foto con la barbilla pegada al cuerpo, otra estirando el cuello para desafiar con la mirada y con la cabeza.Me levanto del sillón, le doy la espalda, me quito el tanga...

Vuelvo a darme la vuelta, apoyo la mano sobre el cabecero del sillón, me siento en el brazo, abro las piernas... Le ofrezco un compendio de imágenes sensuales y disfrutamos juntos: él haciéndome fotos y yo con que me las haga.

- Hay que ventilar este salón... -le digo.

Descorro las cortinas que ocultan la puerta del balcón poniéndome de puntillas para cogerlas desde lo más alto posible. Luego abro de par en par las dos hojas y me asomo, aún de puntillas, apoyando mis manos en la barandilla de forja. Me doy la vuelta. Echo mis manos por detrás de mi espalda para volver a agarrarme a la barandilla, cruzo las piernas y estiro el cuerpo.

- Imagino que eres consciente de que, antes o después, te voy a follar contra esa barandilla, ¿no?

- Eso dependerá de cómo me comas el coño -respondo-. Y ya va siendo hora de que me muestres tus credenciales...

Se levanta del sofá y viene hacia mí. Me quita el canuto de la boca para darle unas caladas.

- Quítame los pantalones... Zorra...

¡Puff! Cómo me pone ese tonito. Parece que por fin empieza a asumir el rol dominante. Si lo hace bien, vamos a follar en el balcón y en donde le dé la gana.

Me pongo de cuclillas delante suya, quiero encontrarme frente a frente con su rabo que, además de tener una pinta fabulosa, nunca se lo he visto en estos años. Pego mis manos a su cuerpo, sobre la tela del pantalón y empiezo a tirar hacia abajo. La polla le hace de tope. Voy a provocarle un poquito...

Muerdo el pantalón por el elástico a la altura de la polla y tiro de él hacia mí para liberarla. En cuanto de libera de la tela se endereza como un resorte. Aquí está el capullo, ¡fabuloso! Al seguir tirando del pantalón hacia abajo la polla me golpea en la frente. Tentada estoy de metérmela en la boca, pero no. Que se lo gane, no se lo voy a poner fácil. Si presume de que sabe comer bien los coños, que lo demuestre primero.

¡A la mierda! Esta polla hay que catarla...

Abro la boca como si no hubiera un mañana y me la meto hasta la campanilla, lo justo para no llegar a la arcada. ¡Pedazo de rabo! No me cabe entera. Succiono levemente mientras termino de arrastrar el pantaloncito al suelo. Saca los pies y, al hacerlo, yo me la saco de la boca. Riquísima.

Me incorporo para, acto seguido, tirarme en el sofá abierta de piernas. Me abro los labios vaginales con los dedos. Quiero que venga y que me coma.

¡Ahí viene!

Se sube de rodillas en el sofá y echa el cuerpo hacia delante para encajarse la boca en mi entrepierna. Mete los brazos por debajo de mis piernas flexionadas y, con las manos, me trinca bien fuerte de los cachetes. Saca la lengua, me la planta a la altura de la apertura del orificio vaginal, aprieta y se desliza firmemente hasta pasarme por completo por encima del clítoris.

El cabrón empieza bien. Me dispara.

A partir de aquí todo es un increscendo. Su forma de lamer, de chupar, de jugar con la mano, de encontrarme el espasmo y sostenerlo primero para, luego, provocarlo a placer... Un puto genio, vamos.

Se me va la pinza, claro. Y ahí me tienes que me muevo para coger el móvil pero sin que este se separe de donde está, haciendo malabares para ello, y que me pongo a grabar en vídeo la comidita que me está haciendo mi hermanastro. Un buen primer plano de su jeta estampada en mi coño. ¡Y con el flash puesto! ¡Que se vea bien!

Y el cabrón, encima, al darse cuenta se mejora a sí mismo...

Cachondísima como una perra... Empiezo a gemir y caigo en que no quiero que se reconozca mi voz en el vídeo. Así que trinco un cojín y lo muerdo para ahogar los gemidos. Y trata de mantener el equilibrio para que el móvil no se mueva mucho y la imagen siga siendo buena... Y eso que me pone más todavía... Y este con la lengua haciendo virguerías y yo...

Y yo que me termino corriendo, evidentemente.

Sujetando el móvil, ahora solo con una mano, con la otra oprimo le oprimo la cabeza a mi hermanastro contra mi cuerpo para que, hasta el espasmo último, nos lo gocemos los dos. Poco a poco voy recuperando cuerpo y respiración. Y le mantengo ahí un tiempo prudencial hasta que empiezo a sentir que puedo dejarle respirar. Y dejo de grabar.

Se separa no sin antes despedirse con un beso. Se incorpora y se me acerca a comerme la boca. Saboreo, con las suyas, mis propias babas. ¡Qué ricas! Luego se sienta en el sillón con los pies en lo alto y, él también, va recuperando cuerpo y respiración. Me gusta como me mira. Nos lo estamos pasando bien.

- ¿Copita, canuto y mamadita? -le propongo-. ¿Qué bebes?

- Whisky cola -responde.

Me levanto del sofá y me dirijo al mueble bar. Cojo Ballantine´s para él, Legendario para mí y me voy a la cocina a preparar un par de cacharros. Cuando regreso, Álex sigue abierto de piernas en el sofá, tocándose la polla con una mano y, con la otra, sujetando mi móvil y viendo el vídeo que acabo de grabar.

- ¿Cómo lo has desbloqueado? -le pregunto.

- Es mi obligación saberme el patrón de los móviles de mis zorras -me responde.

No me da tregua. Y le entiendo. Si yo fuera él estaría loca también por reventar por fin el calentón con una buena corrida. De hecho, es lo que acabo de hacer. Con treinta y cinco tacos como tengo, con lo que he tardado en preparar las copas ya estoy lista para volver a la faena. Y apetece, sigue apeteciendo...

Llevo desde hace un rato retroalimentándome con el recuerdo de cómo sabe su polla.

- Si se te olvidara alguna vez -empiezo a responderle-, pídemela de nuevo. Soy bastante obediente...

Y ya estoy de nuevo metida en el juego...

- ¿Tan obediente como para enviarme las fotos que te he hecho si te lo pido?

!9 años, con las hormonas locas y pidiendo fotos. ¡Ni de coña! ¿Esta claro? Ni pedirlas ni, por supuesto, enviarlas. Estáis todos avisados. No las he visto siquiera y sé que debo salir con cara en todas, o casi todas. Y la cara es algo que no se toca. Aunque, el resto del cuerpo, es algo discutible.

Yo juego a ese nivel. Hay sexo en el cuerpo pero la cara es el espejo del alma. Así que, cuerpo sí, cara no.

- Las fotos no, pero sí que puedo enviarte el vídeo. Innegociable... Inmejorable... -y le guiño un ojo.

- Ve a por mi móvil, pero a por el que está cargando en mi cuarto, el otro no y, mientras vuelves, échale un vistazo a mi lista de contactos del Skype... Hay canuto y copa sin mamadita a la vuelta si quieres...

Álex sabe jugar, me encanta. Acaba de excitarme al proponerme este juego. No sé lo que me voy a encontrar entre sus contactos. ¡Menos aún cuando me está diciendo que coja un teléfono determinado! Me está dando tiempo a hacerme muchas y morbosas preguntas mientras voy a por el móvil y la ocasión de establecer las reglas del juego según hasta donde me apetezca jugar mientras charlamos.

¡Qué cabrón! ¡Con la de cosas que se me ocurren a mí y el peligro que tengo!

Álex sabe jugar... Pffffff..... ¡Miedito!

¿Qué cosas querría hacerme un chaval de 19 años? Pues, evidentemente, ¡todas! Ya sabe dos a las que llego y, como os podéis imaginar, son dos a las que le voy a decir que sí como se le ocurra proponerlas. Pues creo que podría llegar más lejos... ¡Mucho miedito!

Entro en el dormitorio, compruebo que existen dos teléfonos y que solo uno está cargando y cojo ese. Lo desenchufo, le doy al botón lateral, deslizo el dedo por la pantalla y se desbloquea. Es un terminal moderno con las aplicaciones más actualizadas pero con pocas instaladas: Whatsapp, twitter, skype y el acceso directo a todorelatos. Abro el whataspp y empiezo a ojear.

- El primo Rafa... -digo cuando llego a su contacto-. Síle...

Continúo ojeando los contactos de ese móvil. Son alrededor de cuarenta, entre hombres, mujeres y parejas y, evidentemente, son todos de caracter sexual, por lo que leo en el contenidos de las conversaciones que hay y que voy abriendo al azar. Me llama la atención que, todos, tienen su cara puesta como foto de perfil y en un marco preestablecido, como si se tratara de una sociedad. Eso me da calma y, de repente, confianza. Si son contactos fruto de un grupo homogéneo, es que hay unas normas y unos “limites aceptables por otros”. Eso es bueno.

- ¿Y por mí? - Y, eso, morboso...

Regreso al salón imaginando fantasías y estableciendo mis límites, tengo un campo abierto de negociación que me interesa. Y tengo algunas preguntas. Va a ser un copita y canuto, a secas, para empezar.

Me detengo al entrar, me quedo de pie mirando el móvil, dándome tiempo para responder a mis últimas preguntas y pensando en cómo la formularía de una sola vez. Cuando creo tenerla, primero me respondo y, luego, le miro. Me sostiene la mirada y sonríe templado. Tiene la polla tiesa como un tímpano, una mano caída junto a ella y control en el gesto. Está tranquilo y seguro y estamos jugando, ¡y me tiene el coño loco!

Pues juguemos...

Le entrego su móvil y le quito de las manos el mío. Abro el whataspp y le envío el vídeo que le he grabado mientras me comía el coño.

- Esto puedes contárselo a cualquiera. Pero, de momento, no vamos a pasar a ser “los hermanastros”...

- De acuerdo -responde-. Pero, mira, sí... Molaría incluirla como fantasía cumplida al grupo de cosas que ya hemos hecho y que molan...

- ¿Qué cosas hay ya en ese grupo?

- No disimules. Sé que ya las has visto.

Efectivamente, lo he visto. Entre sus conversaciones hay un par de grupos al que suben vídeos. Uno se llama “¿Quién sube la apuesta?” y el otro “Lo veo”. Los dos están cuajados de vídeos y, evidentemente, no hace falta que os explique, ¿no? El que interesa es el primero.

El primer vídeo que hay por orden cronológico lo subió mi hermanastro el mismo día que creó el grupo. Que, además, es el día de su décimo octavo cumpleaños. Me queda claro que la idea de esto es de mi hermanastro y que, en poco más de un año, ha creado una red íntima de contactos que disfrutan del sexo de la misma manera de total confianza. Os prometo que no he visto un solo vídeo sin, al menos, una cara. El contenido de aquel vídeo inicial era una sencilla paja y, en el más reciente, una mujer realizaba una sesión cuckold, grabada por su marido, en la que ella, además, se montaba un gang bang. Y, ¡a todos”, se les veía la cara.

Y, ahora, es cuando se mira el grupo de “lo veo”. Y, en este grupo, el vídeo más reciente es también un gang bang, pero con la cara tapada por un antifaz. O sea, que por aquí se juega alto...

- Mi hermanastro es listo... -pienso.

He leído dos o tres comentarios en algunas conversaciones que dejan claro que él es quien dirige el cotarro y que cae bien. Y he visto que, realmente, esto es una red de confianza. Por eso digo que mi hermano es listo. Ha sabido tejer esta red; Esta excitante, privada y confiable red. A mí, hasta ahora, me está demostrando que sabe jugar a este nivel.

- ¿Y yo? -me pregunto.

- Mi hermanastro es listo... -vuelvo a repetir pero ahora en voz alta-. Quiero subir la apuesta y conocer a tus amigos. ¿Te vale como título para el vídeo?

- Te iba a dar la opción de preguntarte si querías que transmitiera el mensaje con mi letra o con tu voz -empezó a decirme mientras le veía mover el dedo sobre la pantalla de su móvil--, pero no va a hacer falta... Te va a gustar presentarte tú misma.

- Mi hermanastro es listo... -se escucha como mensaje de voz desde el móvil mientras Álex me sostiene la mirada-. Hacemos bien al subirlo, te lo veo... Me gusta que tú también lo veas...

Y me extiende su móvil con el vídeo de la comida de coño listo para darle a la flecha de “enviar”. Cojo el teléfono y lo envío.

El primer mensaje que le llega al móvil es de una tía, tarda apenas los dos segundos que a mí me cuesta aceptar que acabo de entrar en un juego en el que, en serio, hay mucho morbo, mucha diversión, es sano y me va a gustar. Aunque os también os prometo que, que me vibre de sorpresa en la mano el móvil y tan pronto, me acojona.

Caty, se llama la pava. Es mona.

- ¡Tío! -comienza así su mensaje-. ¿Tú no te ibas a pasar la noche de pajas en el ordenador? ¡¿Qué coño has hecho?! -y muchos emoticonos muertos de la risa para terminar.

- Pero en voz alta -le digo mientras le devuelvo el móvil para que responda a su amiga y me siento y le doy un trago a mi copa.

- Mi hermanastra es más lista que yo... -responde en voz alta y lo envía como mensaje de voz.

¡Warning! ¡Warning! Acabo de tener una intuición desconcertante: ¿De verdad puedo llegar a enamorarme de mi hermanastro? ¡Hostias! ¿De verdad? Y todo esto porque acabo de tener una idea empresarial sobre este grupo que acabo de descubrir y que, no sé por qué razón, empiezo a creer ciegamente en que, Álex, no solo defendería sino que, además, sabría venderle a los demás. Y quiero hacerlo con él con todo lo que eso implica...

¡Mierda! Pues sí que es posible que me enamore de mi hermanastro de 19 años...

- Hacemos bien al subirlo, te lo veo... -le respondo con sus propias palabras-. Me gusta que tú también lo veas...

Y me pongo a liarme un canuto.

Álex y Caty inician una conversación que, mi hermanastro, me va contando mientras trabajo.

Él empieza a contarle cómo se ha ido desarrollando la noche. Utiliza un lenguaje muy correcto pero coloquial, dice cosas buenas de mí, y, con cuatro o cinco pinceladas, hace un resumen que me parece acertadísimo. Voy comprobando su inteligencia o, tal vez, no hago más que encontrarme evidencias que la demuestran. Eso me tranquiliza.

- Y tiene pinta de mamarla de puta madre... -escribe mientras me lo dice en voz alta sosteniéndome la mirada. Y pulsa “enviar”.

Le paso la lengua a la pega del canuto follándomelo con la mirada. Luego lo enciendo, le pego un par de caladas y se lo paso. Al volver la mano vacía hacia mi cuerpo se detiene en su miembro y empieza a sobarla. Son dos partes de piel y de sexo que se están conociendo.

Coge el mando de la tele.

- ¡Vamos, no me jodas! -pienso de inmediato al verle cogerlo.

Efectivamente, es una smart-TV en la que, en unos segundos, estoy viendo la pantalla de su móvil y la conversación con Caty.

- Caty está grabando un audio... -leo. Y le sigo sobando el rabo mientras esperamos.

- Hola, hermanastra -dice para comenzar-. A mí me hizo lo mismo, no te preocupes. Son preguntas que ya nos hemos hecho otras mujeres antes que tú. No eres rara. Bueno... sí que lo eres. Pero porque, en realidad, eres una persona que está más segura de sí misma que la media de la gente. Y la gente segura se mueve a niveles de gente segura en las cosas en las que se siente segura, ¿Verdad?

Le miro sin dejar de sobarlo el rabo mientras pienso sobre esas palabras que acabo de escuchar. Álex, por su parte, se mueve para poner los pies en el suelo. Se sienta de frente a la tele y, en la pantalla aparece otra cosa: es la perspectiva del salón desde la webcam de la propia tele.

- De rodillas -me dice.

Si me pongo de rodillas en el suelo, entre sus piernas, voy a estar completamente de espaldas en esa perspectiva; Con el culo en pompa, cuando llegue el caso. Pero no se me va a ver la cara. A él sí. Así que juego. Me levanto de mi sitio y ocupo el que me propone.

Deja el móvil sobre la mesa, a mis espaldas, y coge el mando de la tele. Me mira esperando mi respuesta porque sigo sin metérmela en la boca.

- Sabes que, al final, vas a subir la apuesta...

- Lo veo -le respondo.

La mano que le estaba sobando el rabo se detiene, sosteniendo las pelotas desde su peso muerto y aprieto levemente. Cojo mi copa de la mesa, dándole ya la espalda a la tele por si acaso, y le pego un sorbo con cubito. Acto seguido, comienzo a acercarme a la polla.

A los que os hayan comido la polla con cubito incluido, ya sabéis cómo va esto. A los que no, imaginaros el fresquito y todo lo que os inspire. También sabéis que, quien conoce esos trucos, conoce otros muchos. Así que empiezo a hacerle a mi hermanastro una mamada de las que hacen historia.

Que, con esa polla, es bastante fácil, además...

Sus gemidos me van indicando el buen camino: cuándo hay que jugar con la lengua y el glande, cuánto tiempo mantener el cubito, cuándo succionar, qué ir haciendo con la mano... Y, finalmente, yo también consigo robarle los gemidos a placer. Tengo su polla a mi merced, controlo su orgasmo...

¡Qué buenas esas mamadas, ¿Eh?!

Se corre a los cinco minutos de robarle el control, el cabrón aguanta bien las mamadas. Me trago la corrida y sigo chupando durante le siguen los espasmos. Cuando se detiene y se le empieza a poner flácida, me la saco de la boca. Tiene el sable reluciente. Es entonces cuando coge de nuevo el mando de la tele y escucho un sonido que bien podría usarse para el mensaje “deteniendo la grabación”. Me mantengo de espaldas a la tele.

Tarda muy poco en darse cuenta y reaccionar.

-No estás en pantalla.

Está extasiado, todavía se está recuperando. Mejor, así puedo darle un sorbo a la copa sin remordimientos de conciencia y con todo mi derecho. ¡Me lo he ganado! ¡¡Lo necesito!! Me vuelvo a sentar en el sofá, a su lado, de frente a la pantalla, tengo mi copa en la mano.

- ¿De verdad has montado tú todo esto? -me sonríe-. Aquí hay negocio... Para todos...

- Lo sé -me responde-. Mi hermanastra es más lista que yo...

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