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La Chica del Camping (7)

en Orgías

Apenas hacia cinco minutos que habíamos terminado de echar nuestro primer polvo filial que, además, se había convertido en un trío por la presencia de Eva y mi hermana ya estaba preguntándome qué planes había para la noche.

-Tía! Que es la hora de comer y queda aún toda la tarde antes… Pensaba que me ibas a decir algo precisamente sobre la comida... ¿Es que no tenéis hambre? Porque yo estoy lampando -.

Inés sonrió con cara de no tener ninguna respuesta. Ahora sí que parecía que acababa de llegar de Madrid. Tenía el típico gesto de “a mí no me miréis. Yo acabo de llegar y ni tengo ni idea de dónde se puede ir a comer aquí”.

-Podíamos ir al chiringuito del Fali –dijo Eva –es un amiguete mío que prepara un arroz que te vuelves loca de lo bueno que está… ¡Hablo del arroz, no de mi amigo! Malpensada –me dijo mirándome burlona -¿Os apetece? -.

-¿Dónde  queda? ¿Hacia Carboneras o para abajo? –le pregunté.

-No, para abajo, está en la carretera de nuestra calita, un poco más adelante –contestó.

-¿Os apetece comidita de playeo y luego pasar la tarde tiradas como lagartos en la playa? –volví a preguntar.

Les pareció buena idea así que, lo primero, Eva le llamó por teléfono para reservar una mesa y pedirle una paella para tres y, luego, empezamos a ver qué cosas teníamos que preparar para pasar la tarde en la playa. Que si la sombrilla, que si esto, que si aquello… Mientras lo hacíamos, comenzó a sonarme el móvil.

-Es Elena –dije al ver su nombre en la pantalla -¡Hola guapa! ¿Qué pasa? -.

Mi gesto sonriente se tornó de inmediato en cara de preocupación. Al otro lado del aparato escuché a una Elena con un cabreo monumental. Eva me miró sorprendida, haciéndome gestos para que le contara mientras que yo le pedía silencio.

-A ver nena –continué diciéndole a Elena -¿qué ha pasado? ¿Estás bien? –silencio momentáneo -¡No jodas! ¿Qué dices? ¿Cómo que así? ¡Qué hijo de puta!... -.

La cara de Eva era un poema mientras que, por su parte, mi hermana empezaba a mostrar interés por la conversación aunque no tuviera ni idea de quién era la Elena con la que estaba hablando.

-¿Quién está contigo?... ¡Ah! ¡Vale! Que estáis los cuatro, bien… ¿Habéis comido? Te lo digo porque… -.

Le conté a Elena el plan que teníamos y que estaba aquí mi hermana y enseguida me confirmó que se venían a comer con nosotras. Quedamos en que les esperábamos aquí y que ya salíamos los dos coches juntos hacia el chiringuito. Me despedí de ella, colgué y miré a las chicas.

-Han despedido a Elena mientras está de vacaciones y, al parecer, con triquiñuelas para que parezca que es un despido procedente –miré a Eva –Llama a Fali y dile que somos siete -.

Una vez que Eva terminó de hablar con Fali, les repetí casi literalmente la historia que me había contado Elena. Al parecer el jefe había hecho traspapelarse el permiso de vacaciones de Elena y la había despedido alegando que llevaba más de una semana sin acudir a su puesto de trabajo sin causa justificada. Un compañero suyo de administración la acababa de llamar conforme se había encontrado en la mesa con su expediente de despido.

-¡Qué hijo de puta! –exclamó Eva –pero ese despido se puede recurrir y, aunque no la vuelva a admitir, seguro que al cabrón del jefe le interesa llegar a un acuerdo antes de que los tribunales declaren el caso como despido improcedente, que entonces sí que le va a costar la broma un pastizal -.

-Ahora nos contará y a ver qué piensa hacer… -le respondí.

Para mi hermana, con dieciocho años cumplidos hacía un par de semanas y para quien, antes del futuro laboral, aun le quedaba la experiencia universitaria, y para Eva que, por su parte y a pesar de su juventud, tenía su futuro asegurado con el camping, lo de quedarse en la calle ahora, en medio de la crisis, era algo inimaginable. Pero yo misma estaba en paro, y ese era uno de los motivos que me habían traído a Mojácar, y entendía perfectamente a Elena. Le acababan de hacer un putadón de los grandes.

Salimos del bungalow y nos fuimos al aparcamiento a esperar a que llegara Elena con los chicos. Aparecieron y echamos a andar camino del chiringuito. Cuando pasamos por el puente sobre el que pasa la rambla que desemboca en nuestra calita se lo indiqué a mi hermana y, entonces, caímos en la cuenta de que el coche de ellos no podría bajar por allí. Así que no me iba a quedar más remedio que dar después dos viajes con el Vitara desde el puente hasta la playa.

Llegamos al chiringuito y aparcamos. Al bajarnos de los coches yo iba buscando cruzar mi mirada con la de Elena para transmitirle todo mi cariño pero, de repente, pasó algo que no me esperaba.

-¡¿Inés?! –dijo Elena sorprendida.

-¡¿Elena?! –respondió mi hermana -¡Tiaaaaaaaaa!! –y salió corriendo a darle un abrazo.

-Va a ser que se conocen –me dijo Eva sacándome de mi asombro -¿seguro que Madrid es tan grande como dicen? –bromeó.

-Pues parece que no lo va a ser –contesté alucinada mientras nos acercábamos.

-¡¿cómo no me habías dicho que tu Elena es esta Elena?! –me preguntó mi hermana. Me encogí de hombros –¡Es la hermana de Sonia! -.

-¿De tu Sonia? –Inés asintió sonriendo y, entonces, miré a Eva –Elena es la hermana de la mejor amiga de mi hermana… ¿Qué te parece? -.

-Que… Yo pa mí que Madrid no es más que una aldea y lo demás es decorado… -respondió.

-Alucino en colores… -suspiré. Y luego saludé a todos para, finalmente, entrar al chiringuito.

Durante la comida el tema de conversación fue el marrón de Elena. Nos estuvo contando que, en este rato, ya había hablado con su padre, que es abogado, y todo lo que éste le había sugerido que hiciera. Parecía tenerlo todo bien atado y, aunque su cabreo era comprensible, el caso es que en sus palabras parecía haber un cierto tono de alivio. Hasta que, finalmente, lo confirmó.

-Pues, si queréis que os diga la verdad –empezó a decir –hasta soy capaz de pensar que esto es lo mejor que ha podido pasarme -.

-Tía –le dije –no lo será tanto. Que tenéis la hipoteca de la casa Miguel y tú y, cuando sólo tengáis un sueldo, lo vais a notar… -.

-Tengo mis dos años de paro –me respondió –y, aparte, seguro que al final le saco al cabrón de mi jefe una indemnización millonaria… eso me va a dar tiempo más que suficiente para empezar algo nuevo antes de que me quede sin pelas… ¡Hasta podría asociarme contigo y tu idea esa del blog! -.

-¿Qué? –intervino Fer -¿Qué tu también quieres hacerte fotos desnuda en la playa y no sabes cómo decirlo? -.

Al principio nos pareció un comentario desafortunado pero, sin embargo, Elena fue la primera en sonreír para quitarle hierro al asunto.

-No seas idiota –le respondió –puedo hacerme las fotos que me dé la gana cuando quiera y como quiera... incluso tal vez luego te deje que me hagas tu alguna…  ¡Listo!... -.

-¡No hay coño! –le retó Fer y la mirada que le lanzó Elena fue más que convincente para él y para todos.

-Un momento que me estoy perdiendo… -dijo mi hermana tras un breve silencio –Pero vosotros ¿Qué sois? –continuaba mientras nos miraba a todos -¿Una comuna hippy o algo así? ¿O qué? -.

La miramos con cara de medio saber por dónde iban los tiros pero sin tenerlo claro del todo.

-A ver… -continuó Inés –Habláis de fotos en pelotas como lo más normal del mundo y, encima, desde que ha llegado aquí, mi hermana se ha pegado unas orgías con vosotros que no hay quien la reconozca… -.

-¡Para, para! –la interrumpió Elena –que aquí la que nos ha desmadrado a todos ha sido tu hermana. Así que no nos acuses de desmadrarla, que ya venía desmadrá ella de casa -.

-¡Si ya hasta se lo ha hecho contigo! –terminó diciéndole Eva a mi hermana.

Iba a haber hablado cuando Elena le contestó a Inés pero la frase de Eva me dejó sin palabras. Como era de esperar, todos clavaron su mirada en mí totalmente sorprendidos. A saber qué podían estar pensando.

-Recuérdame que nunca te pida que me guardes un secreto –le dije a Eva –Porque… ¡Vaya boca! –protesté mientras cambiaba la voz de cabreada a bromista –A ver… ¿qué queréis saber? -.

-Todo, evidentemente –contestó Elena casi antes de que terminara yo de hablar.

Ya nadie parecía estar preocupado por el despido de Elena y, sin comerlo ni beberlo, la protagonista del momento volvía a ser yo y, de nuevo, mi alocada vida sexual mojaquera. Así que no me quedó más remedio que contar lo que había pasado esa mañana en el bungalow y, conforme iba dando detalles, los chicos nos miraban a Inés, a Eva y a mí ojipláticos y, seguramente, excitados.

Con un tema de conversación tan atractivo y entretenido como este, terminamos de comer y echamos el café casi sin darnos cuenta y, para cuando miré el reloj, ya era hora de marcharnos a la playa si queríamos aprovechar un rato de sol. Así que le pedimos la cuenta a Fali y nos dispusimos a marcharnos a la calita.

Por el camino me vino a la mente la conversación telefónica que, ayer mismo, había tenido con Gabi mientras volvía de Madrid y no pude evitar pensar que, mi trío con Eva y mi hermana, había supuesto un revés. Ayer le decía a Gabi que era especial para mí y, un par de horas después, estoy montándome un trío lésbico con sexo filial. ¿Cómo se come eso? Seguramente Gabi estuviera esperando una explicación que, ciertamente, debía darle. Eso aparte de que, además, él podría creer que su teoría del “sexo como vía de escape” se justificaba y fortalecía después de esto. Igual hasta tenía razón, porque estaba de un desinhibido que no me reconocía ni yo.

Llegamos al puente desde el que hay que descender a la rambla y nos detuvimos. Tras explicar que tendríamos que dar dos viajes para bajar a la playa nos organizamos y, en un primer viaje, llevé a las chicas y luego volví para recoger a los chicos. Cuando llegamos de nuevo a la playa, Elena, Eva e Inés ya estaban en el agua y, sobre la arena, estaban sus toallas y toda su ropa.

-¡Anda que nos habéis esperado! –les dije.

Cerré el coche y llegamos hasta las toallas. Efectivamente las chicas se habían desnudado y estaban metidas las tres en remojo con el agua por encima del pecho. Fer y Miguel se desnudaron de inmediato y no dudaron en salir corriendo hacia la orilla tirarse al agua. Yo, por mi parte, me entretuve un poco y Gabi se quedó conmigo.

-¿Pasa algo? –me preguntó.

-Quería hablar contigo… ¿Cómo te has quedado con… “mi noticia” –empecé a contestarle –con las cosas que te dije ayer?-.

-Me ha sorprendido, no te lo voy a negar – respondió –pero tampoco quiero sacar conclusiones… No creo que ayer me mintieras pero… Vas a tener que reconocerme que esto de que estés tan desinhibida tiene que ser por algo… -.

-La verdad es que no… -respondí quitándole importancia y tensión al resto de la respuesta -…Simplemente que, ahora mismo, estoy descubriendo cosas nuevas que me gustan y, sin perder de vista mi futuro, me apetece disfrutarlas durante un tiempo… No te parece mal… ¿No?-.

-Me pone muy palote… -bromeó.

Nos reímos. Me acerqué a darle un piquito y, tras besarle, terminé de quitarme el bikini.

-Vamos al agua con los demás –le dije. Y me siguió.

Entramos en al agua y nos juntamos al resto del grupo en el que, por subgrupos, parecía haber varias conversaciones. Inés y Elena, por un lado, estaban hablando de Sonia y de cosas de Madrid mientras que Fer y Miguel estaban, más bien, chapoteando aún con el agua. Eva era la que parecía estar un poco descolocada y, sola, estaba disfrutando del baño. Gabi se fue con los chicos y yo me acerqué a mi amiga.

-¿Qué piensas? –le pregunté.

-Estaba fantaseando… -.

-¿Con qué? -.

-Es una tontería pero… Con eso de que han despedido a Elena y que tú tampoco tienes un futuro profesional claro, estaba tratando de encontrar una idea o algo que pudieseis montar las dos aquí… Y me imaginaba que, al final, nos quedábamos todos en Mojácar… ¡¡Incluida tu hermana!! -me dijo picarona mientras se protegía de mi con los brazos en claro gesto de broma.

-¡Serás mamona…! –y, siguiéndole la broma, al final encontré el hueco para darle una colleja.

Luego nos acoplamos en la conversación de Inés y Elena. Mi amiga estaba contándole a mi hermana uno de los marrones que le había resuelto al, ahora, cabrón de su ex jefe.

-Pero bueno… La pasta que me va a tener que pagar recompensará tanta mierda… -.

-¿Y piensas ponerte a buscar curro ahora con la crisis? –le preguntó Eva –Igual podías utilizar ese dinero para montar algo. ¿No lo has pensado? -.

-Pues la verdad es que no. Me han despedido esta misma mañana y aún tengo el cabreo en el cuerpo. Así que, ahora mismo, no me apetece hacer otra cosa que no sea cagarme en el cabrón de mi jefe y en la madre que lo parió… -.

-Ni media palabra más –intervino Eva de nuevo –Ya pensaremos mañana en eso… Hoy, ¡Yo también me cago en tu jefe! –y se acercó a darle un beso y un abrazo a Elena.

-De ahí a que se te meta en la ducha hay solo un paso –advertí a Elena bromeando -¡Ándate con ojo que esta no perdona una! -.

-Eva sabe que mi ducha se usa de uno en uno… O de tres en tres... Que yo a mi Miguelico lo quiero mucho y no le voy a hacer la jugada de que se lo pierda… -.

-¡Ahí le has dao! –contestó Eva para terminar sacándome la lengua de manera burlona.

-¿Sonia sabe estas cosas de ti? –le preguntó mi hermana a Elena.

-Mi hermana es peor que yo, ya lo sabes –Inés asintió –yo no cierro puertas pero, a su lado, soy una principiante. La del yate fue mi primera vez en grupo así que puedo decir que, prácticamente, acabo de empezar y por eso, de momento, Sonia aún no sabe nada. No vayas a liarla ¿Eh? –mi hermana sonrió con cara de “entendido”.

-Vaya par de dos, que venís a desmelenaros a la vez y no se os ocurre contar con vuestras hermanas pequeñas –nos reprochó Inés más en broma que en serio –No tenéis corazón –sollozó.

-¿Qué la del yate fue tu primera vez? –Eva estaba ojiplática mirando a Elena –Eso es una conexión, estoy convencida. El espacio cósmico está tratando de darme algún tipo de mensaje trascendental –ahora éramos nosotras las que mirábamos ojipláticas a Eva –Dios! Si existes, dame una señal -.

Alucinadas, estábamos alucinadas. No teníamos ni idea de qué pájara le acababa de dar a Eva cuando, de repente, nos sorprendió un todoterreno que llegaba a la playa. Nos quedamos como bobas mirando a ver qué iba a pasar y, como nosotras, los chicos también le empezaron a prestar atención a nuestro nuevo compañero.

Del coche se bajaron dos chicas y un chico que no dudaron en acomodar sus trastos relativamente cerca de donde habíamos dejado los nuestros. Extendieron sus toallas y, tras echarnos un vistazo al grupo que estábamos en el agua, se empezaron a quitar la ropa. Después de desnudarse se untaron de crema y se tiraron al sol como los lagartos aunque, pasados apenas un par de minutos, el chico se levantó de la toalla y vino a meterse en el agua.

-No sólo está bueno sino que, además, gasta buena polla… -susurró Eva.

-¿Es que no sabes pensar en otra cosa? –le contesté.

-¡Venga ya! –me dijo –me vas a decir ahora que no te has fijado, ¿No? Y, si eso, yo cojo y me lo creo -.

-Disimulad un poquito –intervino Elena que vigilaba al chico con el rabillo del ojo –nos está mirando -.

-Tú también te has fijado –me insistió Eva.

-¡Que sí Eva! –respondió Elena –que las tres le hemos hecho un escaneo completo, no chinches más. ¿No ves que Laura quiere controlarse por el rollito que se trae con Gabi? -.

Flipé en colores. ¿Qué sabía Elena? ¿Cómo se había enterado?

-¿Qué dices? –le pregunté tratando de negar la mayor.

-A mí no me la das –respondió –Después de vuestra conversación de ayer y de cómo os habéis estado comportando los dos durante todo el día de hoy, está más claro que el agua que entre vosotros hay algo… -.

Dejé de disimular. Elena es demasiado lista y era evidente que sabía de lo que hablaba.

-¡Vale!, ¡Sí! Creo que me estoy enamorando de Gabi y que el sentimiento es recíproco –contesté –pero ambos sabemos que ahora no es el momento de empezar algo formal… Estoy pasando una etapa demasiado desinhibida como para tomarme en serio -.

-Así que te has fijado en la envergadura de -.

-¡Qué sí! –interrumpí a voces a Eva –¡Que el tío tiene un buen rabo, coño! -.

Y, obviamente, de inmediato todas las miradas se clavaron en mí; Las de Eva, Elena e Inés, las de Gabi, Miguel y Fer y, por supuesto, también la del chico; A quien no pude dejar de mirar  entre muerta de vergüenza y extrañamente excitada.

-Buenas… -nos dijo levantando levemente el brazo con la mano abierta y sonriendo.

-…Hablaba de ti… -le chivó Eva señalándome con el dedo mientras yo la fulminaba con la mirada.

-Ah! Pues… ¡Muchas gracias! –me dijo –Vosotras, con permiso de los chicos, también estáis muy bien -.

-Y sin su permiso –bromeó Eva.

En ese momento hubo un silencio incomodo. De esos en los que no sabes si seguir hablando o si dejar que el desconocido continúe su marcha. Yo no tenía nada que decir y suponía que tanto el muchacho como el resto de las chicas tampoco tenían por dónde continuar la charla pero, tonta de mí, me olvidé de que Eva es una caja de sorpresas.

-¿Te lo follarías? –me preguntó por lo bajini.

Ni siquiera tuve que abrir la boca para enterarse de la respuesta. Me delataron los pezones y se echó a reír.

-¿de dónde sois? –Eva se volvía a dirigir al muchacho que ya no dudó en acercarse hacia nosotros para continuar la charla.

-Mi novia y yo somos de Granada pero Ana es de Almería -.

-¿Quién es quién? –preguntó mi hermana.

-Mi novia la de la izquierda y Ana la de la derecha –contestó para, a continuación, gritar hacia la orilla –¡Gloria! ¡Ana! ¿Un bañito? -.

Las chicas se incorporaron de sus toallas al escuchar al desconocido y declinaron la invitación –ahora después –contestó la novia. Y se quedaron incorporadas mirándonos el tiempo suficiente como para que nosotros también pudiéramos echarles un vistazo a ellas.

-Con tu permiso… -comenzó a decir Fer –no sabría decirte cuál de las dos está más buena; Si tu novia, o si la amiga -.

A pesar de que, para variar, el comentario de Fer parecía inadecuado, lo cierto es que yo pensaba exactamente lo mismo solo que no lo decía en voz alta. Y, de nuevo, Fer volvió a salir airoso de su, a mi entender, metedura de pata conforme el desconocido le contestó.

-Gloria es mi novia pero… No te creas… Hay veces que yo también pienso lo mismo -.

-Entonces eres un tío afortunado –empezó a decirle Eva –no todos pueden permitirse el lujo de estar en bolas en la playa con su novia y con otra amiga que está igual, o mejor, que ella… Si ya, encima, te pudieras liar con las dos entonces serías el tío más feliz del mundo -.

O yo venía de otro planeta o aquí había algo que no cuadraba… ¿Desde cuándo era normal tener una conversación de este calado sexual con un desconocido? Que si uno soltando que las dos chicas están buenas, que si la otra bromeando con tríos… ¡Que no les conocíamos de nada! ¡¿Qué coño?! ¡Que ni siquiera sabíamos cómo se llamaba el tío!

-Pues… posiblemente sea el tío más feliz del mundo –dijo él.

¡Esto ya sí que no era posible! ¿Dónde había estado metida todo este tiempo? Estaba claro que, por el motivo que fuera, aquí hablar de sexo era lo más normal del mundo. Eso sin contar que, además, habían venido a parar a la playa un chico y dos chicas liberales y que, encima, los tres estaban como para montarse una fiesta con ellos. Pero, por otro lado, el modo en que se había desarrollado el día, con lo de que estos se enteraran de que ya me lo había montado con mi hermana y con lo de mi charla con Gabi, me empujaba a ser prudente y, por hoy, no hacer más locuras. Aunque, eso sí, lo que estaba claro es que me estaba poniendo como una moto y que, por lo menos, tenía que pegarme un polvo con Gabi antes de terminar el día.

-Todos nosotros somos también muy felices –dijo Eva –y yo, personalmente, comprendo que vosotros lo seáis… Ya has oído lo que ha dicho aquí mi amiga sobre tu armamento. Opino lo mismo y añado que no cabe duda de que ahí hay para las dos… -.

Aparte de no entender por qué me tenía que meter a mí por medio, lo que estaba claro es que eso eran palabras mayores. Y estaba tan perdida que no sabía por dónde podían salir los tiros. Aunque, por alguna extraña razón, me daba la sensación de que esto tenía pinta de ir cada vez a más y, solo de pensar en la de cosas que podían pasar, a mí ya no había quien me parara y cada vez me apetecía más eso de follarme a Gabi. Incluso allí mismo si la cosa seguía así.

-Si a Gloria le parece bien, me encantaría que te animaras a comprobarlo –respondió el desconocido a Eva.

Ambos se sostuvieron la mirada durante unos segundos en los que adiviné que Eva no tenía intención de detener lo que había comenzado.

-¿Y si fuera aquí y ahora? –dijo finalmente.

-Entonces sólo tendrías que decirle una cosa… pregúntale “¿Pares o impares?” -.

Ni corta ni perezosa Eva salió del agua y se acercó a las chicas.

-Dice que a lo que caiga –gritó desde la orilla.

-Pues, en ese caso… -comenzó a decirnos el muchacho –si alguien se anima… -y, con una amable sonrisa, hizo el ademán de despedirse del grupo y se marchó hacia la orilla.

Fer no dudó un segundo en salir detrás del desconocido. Estaba claro que aquello era una orgía de puertas abiertas y él tenía ganas de follarse a aquellas chicas. Pero lo que sí que me sorprendió fue que mi hermana Inés me echara aquella mirada esperando mi aprobación y, pasados unos segundos en los que la miré atónita, inexpresiva e inmóvil, decidió sonreírme y salir también hacia la orilla.

¡Joder! Yo también habría salido sin pensármelo dos veces, ya sabéis lo calentita que andaba en esos momentos. Sin embargo decidí ser fiel a mis palabras y demostrarle a Gabi que él era un chico especial. Así que, aunque en la orilla tuviéramos abiertas las puertas a una experiencia liberal, mi reacción fue totalmente opuesta y lo que hice fue dar un par de pasos hacia atrás buscando encajar mi culo entre la pelvis de Gabi. Le elegía primero a él y, a la vez, encontraba mi salida sexual a mi calentón. Era la mejor opción, sin lugar a dudas, la más sensata y la más sincera. Eso sin contar que, por otro lado, seguíamos dejando abierta la puerta para unirnos a la fiesta de la orilla si en algún momento nos apetecía a los dos.

La erecta polla de Gabi se me encajó entre los cachetes a la perfección y, a continuación, mi chico puso sus manos sobre mis caderas y me apretó suavemente contra él para darme la bienvenida, haciendo coincidir con este movimiento un cálido beso en mi hombro. Elena y Miguel también se quedaron con nosotros dentro del agua. Asomando solo la cabeza, Elena se había acercado hasta su novio y, como nosotros, tenía la vista puesta en la orilla de la playa ansiosa por ver qué pasaba.

Eva, Gloria y Ana estaban en la orilla esperando a que Inés, Fer y el desconocido salieran del agua. Eva se había situado de cuclillas a espaldas de Gloria y apoyaba sus manos sobre los hombros de ésta para mantenerse en equilibrio y con las piernas abierta asomando cada una de sus rodillas por cada uno de los costados de la novia del muchacho. Gloria rodeaba con sus brazos sus piernas flexionadas y Ana, aún recostada sobre sus antebrazos, tenía la rodilla derecha levemente flexionada hacia arriba.

Al salir del agua el chico se dirigió hacia su novia y Eva mientras que Fer y mi hermana se acercaron a la amiga.  Eva comenzó a acariciar los hombros y el pecho de Gloria mientras que ésta besaba a su chico y él, además, pasaba sus manos sobre el cuerpo de su chica rozando también las de Eva y acompañándolas en sus movimientos. Por otro lado, Ana y Fer habían empezado a comerse la boca mientras que mi hermana estaba acariciándole todo el cuerpo a la chica siguiendo sus dedos con la mirada.

Al cabo de unos segundos en los que el espectáculo de la orilla nos fue entonando, sentí como las manos de Gabi empezaban a acariciarme las caderas en pequeños círculos para ir abriéndose poco a poco, ampliando así su radio de acción, hasta que empecé a sentirlas placenteramente cerca de los labios superiores que ocultaban aún al resto de mi sexo. Y, claro, reaccioné apretándome contra él con un suave movimiento de cadera que delató mi excitación.

-Como ha dicho Eva –empecé a decirle a Gabi –puede ser aquí y ahora… -.

No dudó en convertir sus suaves caricias en descarados magreos que amasaban mi cuerpo para hacerlo entrar en calor. Sus dedos apretaban mi piel y se colaban entre los muslos cada vez más profundo hasta que, finalmente, sentí como uno de ellos se empapaba de mis flujos y se deslizaba hacia el clítoris con un tacto más suave que el del resto. Al rozarse contra la perla fue inevitable que se me abrieran las piernas.

Gabi aprovechó ese momento para hacerme perder el equilibrio y que mis pies se separaran del fondo. Entonces caí sobre él que, premeditadamente, se había agachado un poco para recepcionarme con su miembro mucho más metido en mi entrepierna. Luego, en un par de movimientos, ya me tenía perfectamente embocada como para poder penetrarme. No lo hizo, en su lugar comenzó a excitarme el sexo con la mano para poder empaparse el rabo con mi flujo. Y agradecí enormemente ese gesto cuando pude comprobar que, finalmente, la polla de Gabi me iba taladrando con suavidad hasta clavarse en lo más profundo de mis adentros. ¡Qué maravilla!

Follar en el mar es una pasada. Como flotas y todo es tan… “ligero”, las reacciones que provoca la excitación sexual se sienten con mucha mayor intensidad. Eso sin contar que, además, puedes probar posturas que difícilmente se podrían hacer fuera del agua. Y eso de estar botando suavemente sobre la polla de Gabi con el mínimo esfuerzo era alucinante. Me mantenía en una constante situación de excitación que me volvía loca pero que aún distaba mucho de convertirse en orgásmica. Ya sabéis, una de esas que, o te agotan de placer, o te hierven para alcanzar el orgasmo más grande jamás conocido. Tenía más pinta de ser lo segundo que lo primero. Y no solo por cómo molaba follar así, sino porque además la playa era una peli porno en directo y, miraras a dónde miraras, todo era sexo.

El desconocido se había sentado en la toalla de su novia y ella lo había montado sentada sobre él de rodillas. Eva, a estas alturas, ya se encontraba a cuatro patas y con el culo en pompa hacia el mar mientras que me parecía adivinar que debía andar lamiendo a la vez los sexos de la pareja. Ana y mi hermana estaban haciendo la tijera mientras que Fer le tenía metido el miembro en la boca a la chica. Sin embargo, cuando a vio e Eva en la posición en que se encontraba las dejó y se puso detrás de ella de rodillas para follársela. Y, finalmente, a nuestro lado Elena y Miguel también habían empezado a comerse a besos y, pecho contra pecho, Elena estaba montada sobre su novio rodeándole con las piernas, de manera que parecía evidente que también andaba ya penetrada aunque no se movían como era de esperar sino que, por el contrario, permanecían pegados y quietecitos mientras se partían la boca y se recorrían con las manos todo el cuerpo.

-Ponte así como estoy yo –le dije a Elena –verás que caña… -.

Se dio la vuelta sobre Miguel y adoptaron la misma postura que teníamos nosotros. Entonces le pedí a Gabi que se acercara a ellos hasta que Elena y yo estuviéramos prácticamente juntas y, sintiendo como debajo de nuestros culos se cruzaban las piernas de Gabi y de Miguel, las dos comenzamos a botar sobre ellos mientras que, a la vez, empezamos a besarnos.

Las manos de los chicos tenían a su alcance los dos cuerpos de mujer y no dudaron en magrearnos. Gabi acariciaba las tetas de Elena mientras que, con la otra mano, me apretaba el culo y Miguel me sobaba las mías a dos manos agarrándose a ellas para no perder el equilibrio.

Aquel polvo estaba resultando espectacular y me tenía tan cachonda que era consciente de que, de seguir así, iba a tardar bastante poco en correrme. Entonces pensé en que Gabi podría estar igual que yo y caí en la cuenta de que no me apetecía nada que se me corriera dentro. No era plan de tener un tropiezo de ese calibre. Pero me costaba tanto parar…

Sin decirle nada, Gabi comenzó a moverse y las dos parejas nos separamos. Entonces usó sus manos para tumbarme boca abajo de manera que tuviera que mantener la cabeza erguida para no tragar agua y, entre mis piernas, empezó a darme puntazos a la par que caminaba en dirección a la orilla. Movía mis brazos para mantenerme a flote y nuestro punto de unión era solamente el sexo. No sé dónde estaban sus manos porque no podía verlas pero una cosa estaba clara, a mi no me estaba tocando con otra cosa que no fuera con la polla.

-Os echamos una carrera –les dijo a Miguel y Elena.

La situación era cómica y, a la vez, súper excitante. Elena y yo luchábamos por no tragar agua y mantenernos a flote mientras que nuestras parejas nos iban dando puntaditas a golpe de polla que nos empujaban hacia la orilla. Y, cuanto más nos acercábamos, más difícil resultaba mantener la posición por eso de que, cada vez, el agua se quedaba más por debajo de los cuerpos de los chicos y, para mantenernos penetradas, o bien se iban agachando ellos o bien teníamos nosotras que hacer el sobreesfuerzo de levantar cada vez más el culo.

Al final, estando bastante cerca de la orilla, Gabi se dejó caer hacia adelante y, sobre mí, se quedó también medio tumbado sobre el agua. Al hacerlo me hundió el cuerpo pero me resultaba más fácil respirar porque ya podía apoyar mis manos contra el fondo de la playa y él se sujetaba por las rodillas. Y así, fue dándome los últimos puntazos hasta que terminamos follando en la misma orilla en la posición en que nos encontrábamos.

Elena y Miguel andaban igual que nosotros, en la misma posición y separados apenas un par de palmos nuestra. Nosotras ya gemíamos como posesas y, disfrutando del polvo, de vez en cuando podíamos mantener los ojos abiertos y mirar hacia el otro grupo para ver cómo se iba desarrollando su excitante escena sexual.

Ana y mi hermana seguían encajadas haciendo la tijera mientras que sobre ellas, respectivamente, se habían situado de rodillas Eva y Gloria metiéndoles el coño en la boca. De pie, por su parte, Fer le tenía la polla metida en la boca a Gloria y el otro chico a Eva. Y ahí estaban los seis, ofreciendo una postura excepcional de sexo en grupo que resultaba tan excitante que, entre la oportunidad de verles y el placer que me producía el sexo con Gabi, mis jadeos y gemidos empezaron a resonar con fuerza en toda la playa anunciando la inminente llegada de un orgasmo cósmico y descomunal.

No fui la única, aunque sí la primera, porque, conforme yo sentí que me iba, empezaron a oírse más voces gimiendo en la playa. Solo sé que, con los ojos cerrados, disfruté de aquel maravilloso momento con todas mis terminaciones nerviosas y me llevé el mejor orgasmo que había tenido en mi vida. Y, aún con la respiración entrecortada, sentí como un caliente chorro de semen caía sobre mi espalda justo después de que Gabi me sacara la polla de mis adentros. Y, como no me lo esperaba, me encantó.

-¡Dios! –fue todo lo que alcancé a decir.

Gabi se dejó caer a mi lado boca arriba sobre la arena mientras que yo, aun boca abajo, trataba de recuperar el aliento poco a poco, disfrutando de aquel momento que había sido tan excitante y especial. No tenía interés en ver cómo terminaban los demás sus respectivas “faenas” porque estaba tan bien servida que, como suele pasar, tras el orgasmo se me quitaron todas las ganas de sexo. Estaba exhausta.

Así que, cuando volví a ser persona, me levanté de la arena y me volví a meter en el agua para limpiarme el churrete de la espalda y para espabilarme de nuevo. Gabi se vino conmigo y fue quien se encargo de limpiarme.

-¿te lo has pasado bien? –me preguntó.

Sonreí, era evidente que me lo había pasado de vicio. Empezamos a besarnos en la boca dándonos piquitos cortos y dejando que los gestos y las caricias de cariño manifestaran nuestro estado de ánimo. Yo estaba radiante y, por lo que veía en su cara, Gabi también.

-¿Cómo se nos puede ir la olla de semejante manera? –le pregunté.

-Porque podemos –contestó.

-Si, vale, pero… Yo antes no era así, ¿sabes? -.

-No pienses en si lo que haces está bien o está mal basándote en tus experiencias pasadas. Ahora el cuerpo te pide unas cosas que antes no te pedía y te encuentras en una situación en que puedes probarlas, cosa que antes tampoco podías… -.

-Si que podía –le interrumpí –es solo que no me las pedía el cuerpo y eso es lo que me raya… -.

-No le des importancia. Esto es una etapa en la que estás disfrutando sin hacerle ningún mal a nadie. Ni siquiera a ti. Deja que las cosas pasen, aprovecha el momento… Ya habrá tiempo de sacar conclusiones… cuando estemos vestidos y hablemos del futuro –dijo sonriendo.

Volvimos a besarnos y, ahora sí, le eché un vistazo a la playa a ver cómo iba la cosa.

Elena y Miguel también habían terminado y, como nosotros, se acababan de meter en el agua mientras que los otros seis, que también parecía que habían acabado, aún se encontraban en la fase de recobrar el aliento. El sol estaba empezando a perderse detrás de una montaña y la sombra comenzaba a ceñirse sobre la playa, lo que me hacía suponer que, en breve, me daría frio.

Salimos del agua y empecé a vestirme. Para salir de la playa aún tenía que dar dos viajes con el coche hasta la carretera y era mejor estar preparada para empezar cuanto antes. Lo cierto es que, después de este día, ya tenía ganas de llegar a mi bungalow y tirarme a descansar. Los días de playa cansan mucho y, si encima tienen todo lo que había tenido este, terminan por agotarte.

Eva se encargó de despedirse de los desconocidos en nombre de todos nosotros y, una vez en el coche de vuelta al camping, me sorprendió con una severa afirmación.

-Ya sé cómo hacer para que todos os quedéis en Mojácar. Y la idea te va a gustar -.

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