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Sin preámbulos

en Sexo Oral

Vale, vale, comprendido, nada de perder el tiempo en adornos innecesarios, vayamos al grano directamente y dejémonos de barroquismos y romanzas. Mmmmmm… quizás demasiado extensa la introducción.

Le siento en una silla de escritorio sin adornos, ni brazos, ni obstáculos, solo un asiento, una pata central con ruedas, y un respaldo abatible, y me arrodillo frente a él. Apenas me entretengo un momento, uno, quizás dos minutos, mirándole a los ojos, dejando que mi lengua recorra el borde de los labios para esconderse despacio en las comisuras, y me desabrocho la blusa botón a botón agachando la cabeza con un gesto coqueto, una sonrisa que trata de ser tímida y solo es desmentida por el brillo lascivo de mis ojos clavándose alternativamente en los suyos y en el bulto que va formándose bajo el tejido gris marengo de sus pantalones. Me bajo la cremallera de la falda y la deslizo muy despacio caderas abajo desvelando milímetro a milímetro la albura generosa de mi piel.

Y ya estoy casi desnuda frente a él, arrodillada. Me quito una media, solo una, y jugueteo con ella. Me acerco mucho, mucho. Coqueteo llevándole los brazos a la espalda, dejando que mis pezones rocen a través de las puntillas color carne anaranjada del sostén el vello que cubre su pecho desnudo, y le ato con ella las muñecas tras el respaldo del asiento.

Ahora eres mío –le digo en un tono de chiquilla malvada mientras me separo apenas un palmo, quizás dos, para mirarle-.

Me quito la otra media dejando que se enrolle muslo abajo, empujándola con las palmas de las manos hasta que termino de descubrir la pierna entera y la dejo en el tobillo para despojarme de las braguitas tratando de mostrarme lo más sugerente que se, ocultando mi sexo a su mirada.

Las sienes se le están cubriendo de perlitas diminutas de sudor. Las acerco a su nariz y dejo que las huela. Huelen a mí, y a mi perfume. El pantalón parece ir a descoserse. Se les meto en la boca y termino de quitarme la media que me queda enrollada en el tobillo. La desenvuelvo despacio. Me muevo sensualmente frente a él. Ato la media alrededor de su cabeza sujetando la braguita entre los labios.

Y paso a centrarme en él. Desabrocho sin prisa el cinturón sin dejar de mirarle a los ojos, que podrían salírsele de las órbitas; el botón, simulando que me cuesta trabajo, cuidando de ni siquiera rozar el paquete impresionante que dibuja. Bajo la cremallera venciendo la resistencia que el relieve de su sexo embrutecido dibuja; y deslizo muy despacio el pantalón hasta dejarlo en sus tobillos, cómo una atadura más.

Tiene la polla dura, peleando con el calzoncillo naranja que le impide separarse de la piel. Se lo bajo también hasta el tobillo. Me estorba, ya no quiero nada que me impida contemplar cómo cabecea sin haberla siquiera rozado. Está enorme, completamente erguida, lítica perfecta, amarmolada. La piel oscura brilla de tensión y de deseo.

No dejo de mirarle a los ojos ni un momento relamiéndome. Apoyo mis manos en sus muslos y sonrío mordiéndome el labio inferior. Juego a acercarme y alejarme sin tocarla, y suspira. Puedo escuchar su respiración agitada y ansiosa. Sus músculos se tensan cuando clavo levemente los dedos en la carne endurecida. Me acerco más, dejándole sentir mi aliento cálido sobre la piel, y deslizo suavemente la lengua desde abajo hacia arriba, recorriendo entera esa polla desafiante que apunta al cielo palpitando. Dibujo, rozándola tan levemente que apenas hay contacto, cada vena, la delgada línea de piel cómo una costura maestra que la recorre hasta la base, el pellejo al borde del capullo descubierto rodeándolo, la telilla delgada y tensa que me lleva hasta el agujerillo del extremo donde me espera una gotita apenas de líquido transparente que recojo y paladeo con expresión encantada sin dejar de mirarle a los ojos.

Está sudando a mares. Su piel morena brilla. Dejo de nuevo su polla y le recorro con la lengua desde el vientre hasta el pecho muy despacio, sintiendo el sabor salado de deseo que rezuma, y lamo sus pezones uno a uno; los muerdo muy flojito sin apartar mis manos de sus muslos, presionando a veces con los dedos que no pueden clavarse en los músculos endurecidos.

Y desciendo en un suspiro hasta encontrarme con ella de nuevo, y me meto en la boca apenas el capullo dejando que la lengua juguetee con él cómo otra lengua. Ya no respira, resopla. La saco y comienzo nuevamente a recorrerla; a veces con la lengua tensa y dura, apretando cómo un dedo; otras con la lengua amplia, ciñéndose amorosa al relieve de su piel, cubriéndola de saliva hasta hacerla brillar cómo de porcelana. Casi tiene la consistencia vítrea de la porcelana.

Desciendo a sus pelotas. Están apretadas. La piel tensa y rugosa las sujeta firmemente unidas a su cuerpo. Las lamo despacio, jugueteo con ellas, abro mucho la boca y las succiono, primero una, luego la otra, y mis manos mientras tanto se acercan a su tronco firme y suave acariciándolo, resbalando en mi propia saliva sin agarrarlo, solo dibujando los relieves con los dedos muy despacio, muy despacio.

Y no dejo de mirarle a los ojos, de susurrar entre gemidos frases indecentes mientras rodeo su tobillo con mis piernas y deslizo sobre él mi vulva empapada.

¿Qué quieres, cerdito? ¿Qué quieres que te haga tu putita?

Separo mis labios mientras suspiro respirando entrecortadamente, me deslizo sobre él mientras mi mano busca el liquidillo incoloro en el extremo y lo extiende a lo largo de toda la superficie de su polla endurecida.

¿Quieres que te coma tu pollita hasta que estalle en mi garganta? – La voz me tiembla, hasta el pulso me tiembla mientras deslizo mis dos manos una tras otra acariciando toda su superficie- ¿Quieres que me trague tu lechecita mientras me corro para que me veas?

Resopla cómo un toro de lidia. Su polla va cambiando poco a poco de color. Está enrojecida y brillante, congestionada. Escupo sobre mis manos y la mojo más aún, mucho más, hasta que no puedo agarrarla, y solo las deslizo jugueteando a alternar la presión: ahora más fuerte, ahora más suave, casi sin rozarla…

¿Quieres correrte, cerdito? Vamos, amor, dímelo ahora y te haré estallar cómo a un globo lleno de agua. ¿Quieres cubrirme las tetas de tu leche? Mira, tengo los pezones cómo dos piedrecitas ¿Quieres que me corra ahora?

Se está amoratando. Se que va a estallar y me detengo. Dejo de tocarla y me agarro a su muslo acelerando el deslizarse de mi coño en su tobillo, respirando muy hondo con los ojos entornados. Parece que va a darle algo, tiene la cara congestionada y trata inútilmente de gritarme con mis bragas atadas en la boca.

¿No me dices nada? ¿Es que no quieres? ¿Vas de dejarme así, con el coño empapado y muerta de deseo?

Le hablo entre suspiros, entrecortadamente. Su polla cabecea de una manera salvaje, cómo un péndulo o un metrónomo (allegro molto vivace). Y vuelvo a tomarla entre mis manos cuando noto una mínima distensión, a acercar mis labios a ella.

Vamos, cerdito, deja que me la coma, córrete en mi garganta. Quiero tu leche, cerdito, vamos, dámela.

Y la deslizo despacio, esforzándome por relajarme, por vencer la angustia, por tragármela hasta que mi nariz se entierra entera entre los vellos de su pubis, y contengo la nausea y la respiración para que sienta contraerse la garganta presionándola, y mi índice recoge los hilillos de saliva que se escapan por la comisura de los labios para extenderla alrededor del estrecho agujerito de su culo, y se desliza presionando el revés de su vejiga, el abultamiento rugoso y suave. Y aguanto y aguanto hasta que siento que ya no me queda aire para seguir viviendo, y la saco respirando hondo, llenándome los pulmones de aire cálido con olor a deseo y a sudor, babeando, y le hablo entre inspiraciones hondas.

¿Quieres que tu putita te folle con los dedos, cochinito? ¿Quieres que te folle mientras me como tu polla de animal? Vamos, di que si, di que me deseas.

Y asiente con la cara enrojecida, congestionada, moviendo violentamente la cabeza, y deslizo en su interior también el anular, y los giro despacio, escupiendo sobre ellos, y los muevo cómo si le llamara mientras vuelvo a meterme sus pelotas en la boca y las succiono cómo queriendo ordeñarlas, lamiéndolas al tiempo con la lengua, temblando con su tobillo moviéndose convulsivamente sobre mi coño que palpita.

Vamos, cerdito, vamos, lléname de leche espesa y calentita, déjame que me beba tu jugo dulzón, córrete en mi garganta!!!

Y vuelvo a tragármela entera sabiendo que va a ser la última vez, y presiono mi coño sobre la pierna que tiembla mientras los dedos escarban en su interior, y la recorro arriba y abajo con los labios succionándola ansiosa, y se me nubla la vista entre temblores cuando empieza a disparar entre mis labios sus chorretones viscosos e insípidos, y me vuelvo toda coño ardiendo, boca tragando, dedos clavándose, calambres que me recorren la espalda; y me esfuerzo por no cerrar los ojos y mirarle, y verle tensarse entero cómo un fleje, resoplar mientras me llena la boca de leche que rebosa, dibujársele los músculos bajo la piel empapada; y me corro como siempre, cómo nunca, perdiendo el equilibrio casi, agarrándome de boca a su polla que palpita a impulsos sincopados y violentos.