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Catálogo de Putas (00: Presentación)

en Grandes Series

Putas cómo flores de todas las especies: putas alegres, tristes, risueñas y melancólicas; sonrientes putas tentadoras y discretas; putas desgraciadas, dolidas, rencorosas; tristes putas caídas en desgracia con pasados brillantes y muelles expectativas frustradas; ardorosas putas vocacionales; lozanas y voluntariosas putas de pueblo con aromas de tomillo y de albahaca. Putas, putas, putas de todos los colores, de todas las naciones: putas que acarrean terribles historias de desdichas sin cuento, de engaños y traiciones; putas viejas, manipulando en los cines a oscuras para ocultar los estragos del tiempo en sus carnes cansadas; putas casi niñas, pequeñas putillas de miel y de manzana; putas pragmáticas, ocasionales putas con la vida organizada y un envite prefijado en el oficio; nobles putas elegantes, damas orgullosas henchidas de razones para putear con la resignada aceptación de los destinos rotos; delicadas putas orientales, expertas maestras de caricias; putas especializadas, profesionales de cuero, masajistas de manos chispeantes; putas pajilleras; putas gruesas y carnales, opulentas cortesanas abundantes y morbosas; putas flacas, manejables, chiquititas; huesudas putas yonquis de piel gris y miradas perdidas en un asco perenne, ahítas de llenar noche tras noche el ansia que no cesa. Putas.

Hay un mundo de putas. Una eternidad de putas ocultas. Un sinfín de putas sobreviviendo en los trasfondos, ganándose las vidas ocultas en las sombras, en los recoletos rincones donde escondemos aquello cuya existencia conocemos y tratamos de negar por omisión. Putas con vidas de puta y sentimientos humanos; con vidas extremas, viviendo a nuestro alrededor, sobreponiéndose a los riesgos de sus historias azarosas y duras.

Hay putas amorosas. Delicadas putas maternales que reciben a los chicos granujientos en su seno y acarician sus rincones con el mimo de saberse sacerdotisas iniciadoras; maestras de senos abundantes y generosas maneras; putas cuidadosas, damas de fiar a quienes puede un padre encomendar a sus hijos sin temor; amables putas iniciáticas, rameras donosas y carnales; desfloradoras mimosas con aroma de azufaifa y de membrillo; consoladoras putas; blandas y cálidas matronas emputecidas sin merma de dignidad.

- Ven aquí, Don Juan, y no me tengas miedo, que vas a ver qué bien te trato.

- Cómo Usted diga, Doña Merche.

- Háblame de tu, galán, que hay confianza.

Hay putas genéticas. Putas tristes; hijas de puta condenadas al burdel desde la cuna; putas resignadas; metódicas putas frías y distantes; mañosas putas sin gracia, con el arte metabólico del fornicio asimilado cómo oficio de familia; putas vulgares y formales; sosas putas de taxímetro y palangana de loza; distantes putas funcionariales y grises; ahorradoras putas sin fama ni historia que contar; putas inerciales; putas herederas de armas y bagajes.

- Hay que ver, Clarita, cómo te pareces a tu madre.

- Son tres mil, Don Damián, y déjeme de cuentos que tengo gente esperando.

- ¡Pues vaya, qué modales!

Hay putas vocacionales. Putas alegres, aficionadas; putas que disfrutan del alegre oficio de joder; putas generosas, felices de complacer; hábiles putas voluntariosas; ingenuas putas pecadoras de labios fértiles y manos de ángel; putillas orgasmáticas; rabizas divertidas; joviales putas cantarinas; putas que saben hacer sentirse seductor a quién las gusta; putas que lo mismo cobran que no cobran, y se despiden con la sonrisa satisfecha de sentirse invitadoras y cordiales.

- Deje, deje, don Mamerto, que a este invito yo, que es mi cumpleaños.

- Dios te lo pague, salada, y que cumplas muchos.

- Y usted que lo vea.

Hay putas domésticas. Putas hogareñas y discretas; putas familiares de ingresos complementarios; vergonzantes putas de polvo rápido de trastienda; putas mañaneras de chapuza y de colmado; torpes putas parcheadoras; putas dispersas y frías, con el puchero en la lumbre y la casa sin barrer; tristes putas resignadas a pagar carne con carne; izas humilladas de misa de domingo y de familia pobre pero honrada; sórdidas putas secretas.

- Hay que ver, Consuelo, qué poco garbo pone usted esta mañana.

- Qué quiere, Don Cosme, si es que tengo a la niña mala y me da no se qué.

- Pues venga, vamos a dejarlo.

- Dios se lo pague, Don Cosme.

- No se deje las naranjas.

De putas hay un mundo de historias descarnadas, de biografías truncadas de damas escarnecidas, malmiradas y proscritas, visitadas e insultadas. De putas podría escribirse y no acabar, pero todo tiene un límite en esta vida, y quizás el más lejano no sea el de la paciencia del lector. De putas escribiremos, por no cansar, tan solo diez historias ejemplares por que sirvan de escarmiento de aspirantes, ejemplo de practicantes, y vergüenza de injuriantes.