miprimita.com

Mi pequeño (3)

en Amor filial

Me inclino una vez más y pongo su sexo inflamado entre los labios. Siento que me llena la boca. Hay una gota de semen en la punta y la paladeo, insípida y al tiempo deliciosa, más por lo que significa que por su propio sabor.

Lamo su polla despacio, dejando que mi imaginación vuele entre brumas, que se me llene la cabeza de ideas locas fruto del deseo, aguantando las ganas de acariciarme, prolongando la tortura deliciosa de sentirme encendida.

La lleno de saliva y la acaricio con las manos, recorriéndola despacio. Es magnífica. Llevo mi boca más abajo y beso las bolsas rugosas. La abro mucho más, y succiono hasta que una de ellas está dentro, y siento que se estremece, que contrae la pelvis, que el extremo se endurece y se hincha más aún entre mis dedos.

Imagino que me atrevo a subirme a la cama. Que conduzco hasta mi sexo su polla dura y le cabalgo enloquecida, gritando hasta hacerle despertar.

Y vuelvo a lamerla entera, ensalivándola concienzudamente. Metiéndome en la boca apenas el extremo delicioso, y siento cómo late.

Me detengo. Siento esta noche un deseo especial de prolongarlo. No quiero que termine todavía. No me toco. Solo espero sintiendo que ardo, dejando que se enfríe sin helarse.

Jugueteo con él. Me acerco y la tomo entre los labios. La beso lentamente. La trago hasta sentir en la nariz los vellos ásperos, ahogándome. La beso y la dejo. Juego a no acabar, y siento que se inquieta, que sus piernas se mueven a veces nerviosamente. Sus manos se crispan sobre el colchón. Gime.

Pienso que me estrecha. Trato de imaginar cómo será sentir de nuevo una polla clavada entre las piernas. Nueve años son muchos años sin hacerlo. Quiero frotarme con las manos mientras sueño despierta que me toma brutalmente, que empuja hasta hacerme daño. Muy deprisa y muy fuerte, cómo un cachorro descubriéndose.

Pero no lo hago. Solo le acaricio hasta sentir que va a estallar, y me detengo. La tomo entre las manos, la froto lentamente, dejando que mis dedos resbalen sobre la piel tensa y mojada, sintiendo el relieve imponente de sus venas dibujándose, cediendo a la presión de mis dedos y volviendo a resurgir cuando la alivio.

Sueño que me estruja, que me amasa. Sueño que sus manos aprietan mis senos blancos hasta dejar las huellas enrojecidas de los dedos dibujándose mientras su polla me destroza, empujándome hasta herirme.

Respiro agitadamente, sintiendo el dolor delicioso de poder terminar y no hacerlo, de poder tocarme y no hacerlo, prolongando esta agonía lenta, mientras miro la silueta un poco curva en la penumbra del cuarto, iluminado tan solo por la luz anaranjada que entre desde la calle. Late. Está dura, tan dura que no se posa sobre el vientre, y late violentamente, cómo si quisiera golpear el aire.

Me detengo. Quiero detenerme. Que dure una eternidad. Me quedo cómo muerta, y al tiempo enfebrecida, casi gimiendo, arrodillada en el suelo junto a su cama, sentada sobre los talones y con las piernas abiertas, imaginando una conversación imposible:

¡Vamos, pequeño gañán! ¡Jode a tu mamita! ¡Atraviésame con esa polla enorme, cochinito! ¡Fóllame!

Y me inclino de nuevo sobre él cómo adorándolo, haciendo reverencias a un falo enorme y desafiante, rozándolo con los dientes, sintiendo cómo si pudiera interpretar música en él, lamiéndolo, cómo una diosa cruel jugando con su criatura, haciéndole sufrir sin despertarle hasta que inesperadamente estalla.

Siento sus manos sujetarme por los brazos, tirando de mi hasta subirme a la cama, forzándome a girar hasta tumbarme boca arriba. Trato de reaccionar. Manoteo poseída, debatiéndome entre un deseo imposible y la conciencia de que no puede pasar. Lucho con él por liberarme. Parece tener mil manos para estrujarme, para sobarme, para meterse entre mis piernas, para obligarme a separarlas mientras pataleo en el aire y trato de decir que no, y solo escapan entre mis labios gemidos, y escucho mi propia respiración ajetreada, entrecortada y violenta, y siento su aliento en mi cuello, en mis senos inflamados. Me muerde; me besa, y le escucho cómo desde lejos, murmurando enloquecido frases inconexas, tratando de convencerme mientras me fuerza.

Consigo levantarme. Me siento excitada, asombrosamente excitada, pero algo en mi interior se rebela y corro hacia mi cuarto hasta que me alcanza en el pasillo y caigo al suelo. Está enloquecido. No va a dejarme, y me rindo, me dejo manejar cómo un pelele y le siento, le siento cómo en sueños, cómo en mis sueños: su polla terriblemente dura penetrándome, su pelvis golpeándome de un modo violento y arrítmico, y siento que mi propio cuerpo se rebela contra mi voluntad de impedirlo, y gimo, gimo y balbuceo sollozando mientras mis nalgas se mueven al descompás anárquico de sus torpes empujones, y mis pezones parecen ir a romperse tan duros entre sus dedos.

Me hace daño. Me duele y al tiempo me estremezco con cada empujón, con cada caricia violenta, con cada palmada, con cada beso, cada mordisco. Y mis piernas le aprisionan, la atraen más dentro; y mis brazos le estrechan apretándole contra mi pecho que parece ir a estallar mientras yo misma exploto entre temblores sintiéndole llenarme mientras gime, derramarse dentro de mi sexo que rezuma electrizado, recorriéndome un calambre por la espalda mientras me tenso y me destenso una vez tras otra, con los ojos cerrados murmurando hipnóticamente negativas que contradicen el estertor agónico terrible que me embarga, la brutal convulsión con que termino gimiendo.

Y se aleja. Se aleja hacia su cuarto dejándome en el suelo temblorosa, casi inconsciente, caída cómo una muñeca rota, descoyuntada y sin fuerzas, llorando mientras siento fluir su esperma desde mi sexo dolorido y empapado.