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Tres putas en casa (5)

en Orgías

¡Tranquila, mamá! – dije – He venido para que veas que ya no soy una niña – y dicho esto me arrodillé junto a ella y, cogiendo a uno de los tíos por las nalgas, lo empuje hacia mí metiendo su polla en mi boca. Mamé durante unos segundos mientras cogía otra polla con una mano y empezaba a menearla. Me saqué una de la boca y antes de meterme la otra, miré a los ojos a mi madre y exclamé: - ¡Me encanta comer pollas, mamá! ¡No puedo vivir sin ellas! – dije continuando con la mamada. El gesto serio de mi madre se convirtió en una leve sonrisa. Dos de los tíos estaban meneándosela mientras aquello tenía lugar - ¡Que alguno de vosotros me coma el coño! ¡Lo tengo empapado de lo cachonda que estoy! – exclamé.

Uno de los tíos se deslizó por el suelo dejando su cabeza bajo mi entrepierna. Relajé las rodillas y dejé caer mi cuerpo ligeramente hacia atrás hasta que sentí su cara en mi raja. Noté su lengua jugando con mi clítoris y sus manos atrapando mi generoso pandero. Los tirantes de mi vestido ya habían cedido y mis tetitas quedaron al aire para el disfrute de mis parteneres, que las sobaban mientras me decían lo zorra que era. Todo ello sin dejar de atender las dos pollas que tenía frente a mí y que chupaba alternativamente. Mi madre me miraba fijamente. Pero su inicial gesto de enfado y sorpresa había desaparecido para convertirse en una sonrisa que iluminaba su cara.

Veo que sabes lo que haces – dijo mi madré.

¡Pues claro, mamá! – dije - ¡Soy una puta como tú! ¡De tal palo, tal astilla! ¿Te gusta mi coño, cabrón? – le pregunté al que me lo chupaba.

¡Sss ... sss ... sí! – logró balbucear con la cara atrapada entre mis muslos.

¡Quiero que me folles! – le ordené ante la atenta mirada de mi madre. Entonces me puse de pié, y aprovechando que él ya estaba boca arriba, me senté sobre su duro cipote metiéndolo en mi húmedo conejo hasta el fondo - ¡Ahhhh! ¡Qué gustazo! ¡Cómo me gusta sentir una polla dentro de mi coño! ¡Me encanta follar, mamá! – exclamé. Y a continuación empecé a votar sobre aquella polla mientras seguía chupando los rabos de los otros dos.

Apenas podía ver a mi hermana, que estaba en la otra punta del salón, además de que los dos a los que se la comía me tapaban. Haciendo un escorzo, logré advertir que la tenían doblemente penetrada por el culo y el coño mientras se comía la polla restante. Justo como a ella más le gustaba. Mi madre, entretanto, le hacía una mamada al que quedaba. Pude fijarme en la maestría con que chupaba aquella polla. Sus dedos acariciaban suavemente los huevos y su boca engullía sin piedad el cipote. Siempre con los ojos iluminados por la lujuría y el morbo de ver a sus hijas follando como auténticas putas. Cuando se la sacaba de la boca, un hilillo de líquido preseminal descendía desde sus labios hasta el capullo. Era toda una puta. Más que eso: era un maestra, una diosa. El tío al que se la chupaba apretaba las nalgas en un más que evidente gesto de placer, mientras alargaba sus brazos con el fin de palpar las enormes tetas de mi madre. En ese momento me di cuenta de que tenía que darlo todo para mostrarle a mi madre todo mi talento, gran parte del cual era, en realidad, improvisado.

¿Quién de vosotros quiere follarme el culo? – les pregunté a los dos a los que se la chupaba. En seguida uno se ofreció. Como yo estaba a horcajadas sobre el tío que me follaba, sólo tuve que echar el cuerpo hacia adelante, dejando expedito el camino hacia mi ano. Apuntó el capullo a mi ojete y comenzó a introducirlo en mi interior. Todo ello sin sacarme del coño la otra polla - ¡Vamos, cabrón! ¡Dame por culo! ¡Destrózame! – acerté a decir borracha de excitación. Cuando sentí mis dos agujeros ensartados creí que me desmayaba de placer. Las dos pollas estaban a punto de provocarme el orgasmo y yo no quería que eso sucediera tan pronto. Mi madre alucinaba con las cosas que hacía y que decía. Y eso me encantaba. Mi hermana seguía follando con los otros tres tíos, un poco ajena a mi actuación. Mamá, sentada en el sofá, se había abierto de patas y se la follaba el mismo al que antes se la había chupado. Con cada envestida sus tetas se balanceaban suavemente como si de un par de flanes se tratara.

¡Vaya puta estás hecha, cariño! – me dijo - ¡Qué calladito te lo tenías! ¿Tú sabías algo, Alicia?

¿Quién crees que la ha enseñado? – acertó a decir mi hermana sacando por un breve momento una polla de su boca.

¡Sí, mamá! – dije - ¡Somos un par de zorrones como tú!

No te imaginas lo mucho que me gusta oírte decir eso – dijo mi madre sonriendo. Eso me animó aún más a seguir con aquella actitud de puta en celo. Casi sin proponérmelo se me iban ocurriendo los comentarios más obscenos que jamás había concebido.

¿Te gusta follarte el coño del que salí? – le pregunté al que se cepillaba a mi madre.

¿En serio es tu madre? – me preguntó. Seguramente aquellos tíos habían pensado que todo formaba parte de un numerito.

¿Es que lo dudas? ¿¡Acaso no ves el parecido!? – contestó mi madre.

¿Alguna vez habéis visto a una hija comiéndose el coño de su madre? – se me ocurrió decir.

Tan sólo había probado otro coño antes. El de mi hermana. Y me había encantado. Ahora el de mi madre se me antojaba aún más apetecible. Además, la follada doble que estaba recibiendo estaba a punto de provocarme el orgasmo, y pensé que cambiar de postura retrasaría ese inevitable momento. Lo cierto es que no quería correrme. Estaba tan excitada que el corazón se me salía del pecho. Las piernas me temblaban y tuve que hacer un esfuerzo para que nadie lo notará. Mi menté no pensaba más que en mantener esa excitación el máximo tiempo posible.

¡No! –dijeron varios al mismo tiempo.

Pues lo vais a ver ahora mismo – dije. Me saqué las dos pollas de mi culo y de mi coño y aparté al tío que se follaba a mi madre. Me arrodillé entre sus piernas y hundí mi cara en su magnífico conejo.

¡Qué bien chupas, hija mía! – exclamó - ¿Te gusta el coño de mamá?

¡Está riquísimo! – dije saboreando el coño que me había parido. Miré a los tíos. Estaban alucinados - ¡No os quedéis parados! ¡Folládnos los agujeros que tengamos libres!

Rápidamente, uno me la metió por detrás, mientras dos se aproximaron a la cara de mi madre ofreciéndola sus pollas. Ella cogió una con la mano mientras devoraba la otra. El que quedaba se dedicó a comer las montañas de carne que tenía por tetas. Mi hermana seguía a lo suyo. Jadeaba como una loca con los tres tíos que la follaban. Yo, por mi parte, me centré en apreciar la textura y el sabor del coño que me parió. Tenía un color rosado impropio de una mujer de su edad y su ocupación. Perfectamente depilado. Suave y húmedo. Y también enorme. Pensé que allí cabía fácilmente un bate de béisbol. Pensé en la cantidad de pollas que habrían estado allí dentro. Eso me excitó aún más.

Tu coño es enorme – comenté mientras seguía chupándolo.

Lo tengo bien abierto de tanto follar – contestó sacando una de las pollas de su boca – Son muchos años en esta profesión. Y además os he parido a ti y a tu hermana.

¡Os queréis callar de una puta vez! – exclamó el que me estaba dando por detrás - ¡Vaya par de putas cotorras! ¡No paráis de largar! – añadió. Estos comentarios me helaron la sangre y por un momento me quedé algo cortada. Pensaba que aquellos diálogos servían para ponerlos aún más cachondos, además de encenderme a mí misma. Pero, al parecer, a éste no le hacían mucha gracia. Rápidamente mi madre intervino.

¡Hablaremos lo que nos salga del coño! – gritó muy seria – O si no ... ¡todos a la puta calle! – amenazó - ¡Aquí se viene a follar y no creo que ninguno de vosotros tenga queja!

¡Es verdad! – exclamó uno de ellos - ¡Déjalas y que hablen lo que quieran! – le gritó al que nos había llamado la atención.

¡Sí! ¡Mientras no paren de follar! – añadió otro.

¡A mí me gusta lo que decís! – concluyó uno de los que se follaba a Alicia. Todos estos comentarios me activaron nuevamente.

¡El que te tienes que callar eres tú! – dije al tipo cuya polla tenía en mis entrañas - ¡Calla y fóllame con fuerza! ¡Rómpeme el culo!

Vale, vale. No os pongáis así – se disculpó al tiempo que aumentaba el ritmo del mete-saca en mi trasero.

Aquella escena continuó unos minutos más. Supuse que aquellos hombres venían hasta arriba de alcohol, ya que con todo aquel folleteo no era normal que ninguno aún no se hubiese corrido. Seguramente la bebida les hacia retrasar lo inevitable. Aún así, por sus gestos y comentarios, supe que no se demorarían mucho en empezar a regarnos con su dulce leche. Fue entonces cuando mamá tomó las riendas y propuso algo nuevo.

Ahora vamos a hacer un "circuito" – comentó poniéndose en pié. ¿Un circuito? ¿Eso qué era? Nunca lo había oído.

¿Cómo? – preguntó uno.

¿Qué es eso? – inquirió otro.

Es la única forma de que todos disfrutéis a tope de nosotras – explicó – Estoy viendo que os vais a correr y no hemos follado todos con todos – añadió – Veréis: que uno de vosotros se tumbe boca arriba en el centro del salón – al momento, uno de ellos obedeció y adoptó la postura que mamá había indicado. A continuación, ella se sentó sobre su polla introduciéndola en su culo. Echó el cuerpo hacia atrás y separó las piernas para dejar bien abierto su conejo - ¡Alicia! ¡Carol! ¡Poneos a cuatro patas una a cado lado mío! - ordenó. Una vez que nos colocamos en aquella posición añadió: - Ahora, vosotros, repartios los agujeros que quedan libres y cada cierto tiempo id rotando. Así todos podréis ir follándonos por donde más os apetezca.

Las explicaciones de mamá dieron resultado y todos entendimos por fin lo que era un "circuito". Así, Alicia y yo atendíamos una polla cada una con nuestras bocas y, por detrás, otros dos elegían libremente entre coño o culo. Otro de ellos se la enchufó a mamá en el conejo, mientras el que restaba se la metía en la boca. Lo cierto es que lo del "circuito" era una gran idea: mi hermana y yo atendíamos dos pollas cada una, mamá tres y ... todos contentos. Al cabo de unos minutos, mamá sugirió que rotasen y ellos obedecieron. De este modo, el que daba por detrás a mi hermana pasó a follarse a mamá. El que se follaba a mi madré, me la metió en el culo. El que me daba por culo unos segundos antes, ahora la tenía dentro de mi boca. Al que yo se la chupaba, pasó a la boca de mi madre ... Y así sucesivamente, en orden inverso a las agujas del reloj. El único que no cambiaba era el que estaba bajo mi madre con la polla dentro de su ano. Pero, la verdad es que por la cara de gusto que tenía, no creo que quisiese cambiar.

¡Esto del circuito es una idea cojonuda! – exclamó uno de ellos.

¡Ya os dije que Loli es la mejor! ¡No hay otra puta en toda la ciudad como ella! – exclamó el que aparentaba más edad. Aquello significaba que ya la conocía. Recordé que mi hermana me había contado que mamá tenía clientes desde hacía más de una década y que siempre volvían. Supuse que aquel tipo sería uno de ellos. Por cierto, hasta ahora no había tenido oportunidad de decir cómo se llamaba mi madre. Como ya habréis supuesto, se llama Dolores. Pero todos la conocen por Loli.

¡Ya te digo! – añadió otro - ¡Así todos podemos cepillarnos a las tres!

Las rotaciones se hicieron cada vez más frecuentes y ágiles. Se veía que aquellos tipos le habían cogido el tranquillo a lo del "circuito". Las pollas no aguantaban más de medio minuto en cada uno de nuestros agujeros, de forma que más o menos cada tres minutos la ronda se completaba y volvía a su situación de inicio. Recibí pollas y más pollas alternativamente en el culo y en el coño, siempre con la boca ocupada. La situación era muy excitante y la postura a cuatro patas que manteníamos Alicia y yo era lo suficientemente cómoda como para poder tirarnos horas follando en aquella posición. En cambio, noté cómo se acercaba el orgasmo que llevaba alargando durante rato. Levanté la cabeza sin sacar la polla de turno de mi boca, y miré a mi madre. Allí estaba ella, con sus tres agujeros repletos de carne masculina. En esa posición, triplemente ensartada, yo ya me habría corrido varias veces. Pero ella, en cambio, mantenía la calma como si tal cosa. Como si no estuviera haciendo nada del otro mundo. En aquel momento, una nueva rotación tuvo lugar. Una polla salió de mi culo y, al instante, otra entró en mi coño. Y en aquel momento tanta excitación pudo conmigo. Traté de disimular con todas mis fuerzas. Me daba igual lo que pensasen los siete fulanos. Incluso les gustaría saber que habían hecho que me corriera. Pero no quería que mi madre lo notara. Eso destaparía que a pesar de todo aún estaba verde e inexperta. Pero ya no aguantaba más. Mi cuerpo se contrajo y mis caderas se aceleraron rítmicamente durante unos segundos. Varios escalofríos recorrieron todo mi organismo. Cerré los ojos al tiempo que aferraba mis labios a la polla que tenía en la boca, con el fin de que ni el más mínimo gesto o suspiro delatase mi orgasmo. A pesar de mis esfuerzos, mi madre lo advirtió.

¡Eso es, mi niña! – exclamó - ¡Córrete! ¡Goza!

¡Sí! ¡Córrete, pedazo de zorra! – me dijo el que me follaba aumentado el ritmo y la fuerza de sus empujones sobre mi chumino - ¡Venga! ¡Cambiemos ya! – añadió - ¡Quiero que la muy puta chupe la polla que la ha hecho correrse!

El orden lógico que veníamos siguiendo en los cambio y rotaciones hacia que la polla que salía de mi coño o mi culo fuera a parar a continuación a mi boca. Solté el rabo al que me había aferrado durante el orgasmo e inmediatamente recibí al que me lo había provocado. Estaba pringoso de mis propios flujos vaginales. Su aroma me activó lentamente, pero aún estaba descolocada por el intenso placer del orgasmo. No tenía muchas fuerzas y sabía que aquel era un momento clave. Si lograba recuperarme rápidamente, el "circuito" podría continuar con fluidez hasta que los tíos nos regalasen su leche caliente. Pero si no ... estropearía todo el numerito. Mis dudas se disiparon un segundo más tarde cuando, aún algo mareada y confusa, recibí la polla de turno. Esta vez en el culo. De un golpe seco. Sentí los huevos golpeando contra mi mojada vagina y el duro trozo de carne en barra bombeando en mi ojete. Fue como una inyección de adrenalina. Me recuperé al momento. Volvía a estar tan cachonda y salida como unos minutos antes y el "circuito" pudo seguir con la misma dinámica.

Durante los siguientes minutos, disfruté mejor aún de todo aquello. Ya no tenía que aguantar el orgasmo. Podía dejarme llevar con todas las consecuencias. Eso sí, sin pasarme ... o volvería a correrme. Pero aquello no era probable. A buen seguro que aquellos hombres no aguantarían mucho más. Dicho y hecho, porque unos segundos más tarde de que pasaran por mi cabeza aquellos pensamientos, el que me follaba por detrás anunció su orgasmo.

¡Me corroooo! – exclamó sacando su polla de mi trasero.

¡Hazlo sobre mi cara! – grité soltando la polla que chupaba - ¡Quiero tu leche en mi cara! – le ordené. El tipo se acercó rápidamente a mi cara, apartando al otro tío y me regó con su leche caliente. Un reguero de semen me cruzó la cara. Después, un segundo disparo, me acertó en la barbilla. Un tercero, menos potente y caudaloso, fue a parar al interior de mi boca, abierta de para en par para recoger todo cuanto pudiera.

¡Traga, zorra! – exclamó el tipo - ¡Trágatela toda!

¡Qué rica! – exclamé recogiendo con mis manos el semen que se esparcía por toda mi cara - ¡Deliciosa!

¡Veo que sabes apreciar el sabor de una buena corrida! – me dijo mi madre - ¡Sí! ¡Esta es mi niña! Ahora, ¡limpia esa polla con la boca! ¡Déjala como nueva! ¡No dejes ni una gota de lefa sobre ella! – me ordenó.

Obedecí y me esmeré en el trabajo de limpiar polla. El tipo al que había apartado justo antes de recibir la corrida en mi cara, se la meneaba junto a mí. Cogí su rabo y lo pajeé, mientras la polla que limpiaba con mi boca iba perdiendo vigor. Unos segundos más tarde, me la saqué de la boca:

¡Ya está! – exclamé sonriendo al tipo. Él me devolvió la sonrisa y se desplomó sobre el sofá, al tiempo que buscaba su ropa con la mirada - ¡Y ahora te toca a ti! – le dije introduciendo su polla en mi boca. Di un par de chupadas, me la saqué y le pregunté - ¿Vas a tardar mucho en correrte?

¡No! No creo que aguante mucho más – me dijo resoplando.

¡Bien! Porque estoy deseando tragarme tu leche – añadí volviendo a mamar con fuerza e ímpetu.

Mientras chupaba aquella polla, uno de los que estaban con mi hermana se corrió. Gritó como un poseso durante su orgasmo.

¡Eso es, cabrón! – exclamó Alicia - ¡Dame tu leche!

¡Ahhhh! ¡Qué gustazo! – exclamó el hombre.

Casi al instante, el tipo al que se la chupaba mi madre también se corrió. Mamá tenía la polla bien metida en su boca, de tal forma que cuando el tío se corrió, se lo echó todo directamente en la garganta. Mi madre tragó varias veces sin sacar la polla de su boca. Después pude ver cómo succionaba el capullo con maestría. El hombre se retorcía de placer con las manos apoyadas en la cabeza de mi madre. Tras unos segundos, soltó la polla, que salió de su boca limpia y reluciente. Él respiró hondo y se retiró al sofá, donde el primero de ellos permanecía inmóvil. Entonces mi madre se puso en pié, sacando las dos pollas que martilleaban su coño y su culo respectivamente. Estaba claro que el "circuito" había concluido. Tres de los siete ya se habían corrido y los otros cuatro no durarían mucho más.

¡Vamos a por la traca final! – dijo mamá.

Yo seguía chupando la misma polla desde hacía unos minutos y no me apetecía que después de todo el trabajo que estaba haciendo sobre aquel rabo, el premio final se lo llevase otra. Así que aceleré el ritmo de la mamada, mientras mis manos jugaban con sus testículos. Entretanto, mi madre se había puesto a cuatro patas, idéntica postura en la que mi hermana y yo llevábamos desde que se iniciase el "circuito", y uno de ellos empezó a darla por el culo. Otro se ocupó de su boca. El que restaba se follaba a mi hermana que, despatarrada sobre la alfombra, se contorsionaba de placer. Fue en ese instante cuando la polla que yo mamaba con fruición estalló. El tío gritó y yo intenté imitar la sabia actuación de mi madre de unos minutos antes. Sentí las convulsiones de aquella polla entre mis labios y cómo varios chorros intermitentes se estrellaban con estrépito en mi paladar y en mi garganta. Estuve a punto de atragantarme, pero logré sobreponerme cuando comencé a percibir el delicado y embriagador sabor del pastoso líquido. La corrida era abundante y tuve que tragar varias veces para poder con todo. Mantuve la polla en mi boca, utilizando mi lengua para limpiarla de cualquier resto de su propio semen o de los flujos de los orificios que aquel cipote había estado visitando durante la última hora. Saqué la polla de mi boca y exclamé:

¡Uno menos!

¡Encárgate de esta polla! – me dijo mamá en referencia al que se la chupaba. Se había dado cuenta de que ella tenía dos y yo estaba libre. Como la buena madre que era, le faltó tiempo para ofrecer a su hijita una polla que llevarse a la boca. Me acerqué hasta ella, saqué el cipote de su boca y lo metí en la mía.

¡Gracias, mamá! – dije en atención a su detalle. Y a continuación, me entregué al noble arte de chupar polla.

¡Es lo menos que puedo hacer, cariño! – me dijo - Soy tu madre Y mientras yo esté en este mundo, nunca te faltará una polla que llevarte a la boca, al coño o al culo. ¡Te lo prometo, hija!

¡Qué buena eres, mamá! – añadí volviendo a mi tarea.

¡A los tres que quedáis! – exclamó - ¡Correos cuando y donde os apetezca! Pero, ¡quiero que el último de todos lo haga dentro de mi culo! ¿De acuerdo?

¡Sssí ... vale! – acertó a decir uno de ellos.

¡Como tú mandes, zorrón! – exclamó el que parecía más entero y que se follaba a mi hermana.

El que follaba por detrás a mi madre, se la sacó del culo y comenzó a meneársela con rapidez. Se iba a correr.

¡Rápido, cabronazo! – exclamó mi madre - ¡En mi boca!

¡Ahhhh! ¡Qué gusto!

¡Gluuurp! ¡Gluuurp! – tragó mamá. Una vez que hubo dejado seco a aquel tipo, se acercó a gatas hasta donde estaba mi hermana – Cariño, ¿por qué no dejas que éste me folle el culo?

¡Vale, putón verbenero! – se adelantó a decir el tío que se follaba a Alicia - ¡Si quieres que te rompa el culo, lo vas a conseguir! – dijo mientras sacaba la polla del coño de mi hermana y, la apuntaba hacia el agujero trasero de mi madre.

¡No podrías aunque quisieras! – espetó mamá – Pero, ¡inténtalo! ¡Carol, cariño! ¿Por qué no compartes esa polla con tu hermana?

¡Claro, mamá! – dije, mientras Alicia se desplazaba hacia mi posición y se arrodillaba junto a mí.

Yo chuparé los huevos, ¿vale? – propuso – ¡Tú encárgate de la polla!

¡Vale, Ali! – asentí. Por extraño que parezca, y aunque pensaba que ya lo había probado casi todo, era la primera vez que mi hermana y yo compartíamos una mamada de forma conjunta. Hasta ese momento siempre había habido pollas de sobra como para mantener nuestras bocas ocupadas sin tener que compartir un mismo rabo. Aquel pensamiento me excitó. Alicia tenía un testículo dentro de su boca mientras acariciaba el otro.

¡Está a punto de correrse, Carol! – me anunció mi hermana - ¡Prepárate!

¡Sí, zorras! ¡Me corrooooo! – gritó el fulano. Me pareció egoísta por mi parte retener aquella polla en mi boca y disfrutar en solitario de su deliciosa leche. Así que me la saqué para que el chorro que ya llegaba nos alcanzase a las dos. Alicia se percató de mis intenciones y cogió la polla con una mano dirigiéndola hacia su boca. Un primer chorro se estrelló contra sus labios entreabiertos. Rápidamente, dirigió la polla hacia mi cara para que la segunda fase fuera para mí. Abrí la boca y noté el cálido sabor del semen en mi lengua. Esperaba que Aliica volviese a llevar la polla a su boca. Pero no lo hizo. Cogió mi cabeza por la nuca y la empujó contra el cipote. Abrí la boca cuanto pude, sorprendida por aquello. Empujó tanto mi cabeza que los últimos chorros de la corrida fueron directos a mi esófago. Mi nariz rozaba el vientre del tipo y notaba cómo su capullo chocaba contra mi campanilla.

¡Vamos, hermanita! – exclamó Alicia - ¡Come polla como Dios manda! ¡Trágatela entera mientras saboreas la lefa calentita y limpias la polla con tu lengua!

¡Argggg! ¡Argggg! – exclamé casi sin respiración y con los huevos golpeando mi barbilla. Quise sacar la polla de mi boca pero no podía. Mi hermana me sujetaba la cabeza con una mano mientras apretaba al tío contra mí, empujando con la otra mano desde las nalgas.

¡Vamos, zorrita! ¡Tienes que aprender a sufrir un poco para complacer a los clientes! – exclamo - ¡Respira por la nariz!

¡Aggghhh! ¡Agggghhh! – balbuceé. Ya casi no tenía aire. Creía que me iba a morir. Por suerte, la polla del tío comenzó a ceder. Había terminado de correrse e iba perdiendo presencia. Eso me permitió relajarme un momento e intentar tomar aire por la nariz, tal y como mi hermana me decía. Tras varios intentos, por fin sentí cómo el oxígeno se abría camino por mis fosas nasales y llegaba hasta mis pulmones. Acompasé la respiración y miré a mi hermana de reojo.

¿Lo ves? ¡Ya está! – me dijo – Si lo hago por tu bien. Una vez que consigues que la campanilla ceda y respiras por la nariz, ya tienes el camino abierto para meterte las pollas bien adentro sin problemas – me explicó, mientras soltaba mi nuca.

¡Agghhh! – exclamé sacando la polla de mi boca y respirando hondo - ¡Vale, Alicia! ¡Tienes razón! Pero es que me has pillado por sorpresa y creí que iba a ahogarme! – la expliqué mientras el tío se iba en busca de su ropa.

Mientras me reponía de aquel inesperado suceso que me las había hecho pasar canutas, observé el panorama: dos tíos estaban sentados en el sofá, ya vestidos, y hablando entre ellos; otros tres se vestían desperdigados por el salón sin perder de vista nuestros pasos; otro, el último en correrse, a duras penas podía mantenerse en pié y deambulaba por el salón en busca de su ropa. Pero aún quedaba uno en acción follándose a mi madre por el culo. Alicia y yo contemplábamos la escena con admiración hacia nuestra madre. La verdad es que aquel tipo tenía mérito: llevaba casi una hora follando con todas nosotras y aún no había dado muestras de debilidad. Follaba el culo de mi madre con brío y fuerza. Sus envestidas hacían temblar el carnoso pandero de mi madre al tiempo que sus melones se balanceaban rítmicamente.

¡Vamos, cabrón! – exclamó mamá ante nuestra atenta mirada - ¿No decías que ibas a romperme el culo?

Pero, ¡qué zorra eres! – dijo el tío acelerando aún más sus embestidas.

¡Chofff! ¡Chofff! ¡Chofff! – era el ruido mecánico que la sodomización generaba - ¡Vamos, nene! ¡Córrete de una puta vez! ¡Inunda mis tripas con tu leche! – gritó mi madre.

¡Yaaaa! ¡Me corrooooo! – gritó el tío con la polla incrustada en el ojete de mi madre. Se convulsionó durante unos segundos y después se retiró con los demás. Mi madre seguía a cuatro patas con una sonrisa en la boca y mirándonos fijamente. Yo pensaba que aquello tocaba a su fin, pero mi madre aún tenía una última carta en la manga.

¡Venid, hijas! ¡Acercaos! – nos pidió. Fuimos hacia ella arrastrándonos unos metros. Pensaba que iba a darnos un abrazo o un beso. Pero cuando estuvimos junto a ella nos hizo una sorprendente pregunta - ¿Queréis más leche?

¿Qué? – dije sin saber a ciencia cierta a qué se refería. Todos se habían corrido y allí ya no había más pollas que exprimir. En cambio, mi hermana pareció entender lo que mi madre le ofrecía y mostró una sonrisa de complicidad - ¿Qué quieres decir, mamá? – añadí.

Tengo la última corrida retenida en mi ojete – explicó – Puedo relajar el esfínter y dejar que se pierda en mis intestinos. Pero ... si os apetece más leche ... sólo tenéis que serviros directamente de mi culo.

No había terminado de decir esto y mi hermana ya estaba detrás de mamá. Miré a mi madre y la sonreí llena de admiración. Una vez más comprendí la gran puta que era. Tenía recursos para todo. Se había comportado magistralmente. Siempre segura de sí misma. Guardando la compostura. Atenta a todos los detalles. Recibiendo pollas indiscriminadamente por todos sus agujeros. Trabajando soberbiamente cada rabo que chupaba. Utilizando con perfección milimétrica cada comentario, cada postura, cada gesto. Todo ello con el fin de mantener la tensión sexual de los clientes de principio a fin de la fiesta. Recordé que Alicia me había advertido de que ser una buena puta no sólo consistía en follar alegremente. Que había más. Que no era tan sencillo. Y mi madre era buena prueba de ello. Incluso cuando ya todo parecía haber terminado, se inventaba una nueva artimaña para ofrecer una última satisfacción a sus hambrientas hijas. Los hombres, ya casi todos vestidos y dispuestos a marcharse, contemplaban atónitos la escena mientras comentaban entre ellos lo cerdas que éramos.

¡Ven, Carol! ¡Observa esto! - me dijo Alicia. Me acerqué al trasero de mi madre, aún a cuatro patas. Mantenía el culo ligeramente hacia arriba, en pompa, para evitar que la gravedad hiciese su trabajo y el semen contenido en su ano se derramase hacia el suelo. Pude ver cómo mantenía la corrida en su agujero trasero.

¡Vamos, nenas! ¡No dejéis que se enfríe! – exclamó mamá riendo.

Acerqué mi lengua a su orificio trasero y di un primer lengüetazo. A continuación, fue mi hermana quien hizo lo propio. Después, nos miramos mientras saboreábamos la primera cata. Era una mezcla entre semen, sudor y flujos. En definitiva ... era ... ¡delicioso!

 

Continuará ...???

 

P.D. para todos los lectores: Pensaba continuar con la saga. Todavía hay mucha tralla que contar. Pero no sé si os acaba de convencer la historia. Si es así, hacédmelo saber y las historias de mis tres putitas favoritas continuarán. Gracias a todos.

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