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La entrevista a carolina: soy puta, pero no tonta

en Orgías

LA ENTREVISTA A CAROLINA: "SOY PUTA, PERO NO TONTA."

Uno de los cientos de e-mails que he recibido desde que comencé a publicar las diferentes historias de mi vida en Todorelatos me llamó de forma especial la atención. El tipo en cuestión se identificó como periodista de una pequeña publicación leonesa, cuyo nombre no revelaré por razones evidentes. Alababa mis relatos como si fueran auténticas joyas literarias, y no paraba de repetirme cuán excitante debía ser mi vida. Según me dijo, la revista para la que trabajaba no era más que una pequeña publicación de ámbito local, en la que se trataban temas de actualidad, si bien la dirección tenía programado incluir una sección erótica, donde realizar reportajes sobre la gente del mundo del sexo (strippers, actrices porno, prostitutas, empresarios de sex shops, etc), así como breves relatos eróticos de autores aficionados. Según me decía, al leer los relatos que yo había publicado en esta web, en seguida pensó en mí para hacer un seguimiento del día a día de un puta, así como para ir incluyendo semanalmente algunos de mis relatos.

En un primer momento no hice mucho caso de su proposición, aunque debo reconocer que me halagaron sus múltiples elogios. A pesar de sentirme profundamente complacida por sus alabanzas, era consciente de que todo podía ser un truco para intentar quedar conmigo. Además, y pese al relativo éxito de mis relatos en esta web, debo reconocer que mi estilo no tiene nada de especial, pues me limito a narrar lo que pasa por mi cabeza y las situaciones que mi profesión de puta me ha ido deparando. El caso es que, tras cruzar varios e-mails con él, pude sonsacarle para qué publicación trabajaba, a fin de comprobar si efectivamente lo que me decía era cierto. Busqué en Internet información acerca de su revista y, efectivamente, pude constatar que se trataba de una publicación relativamente joven, pues sólo llevaba en activo desde el año 2.001, con un tirada modesta, y sin excesivas pretensiones, al cubrir tan sólo el espacio geográfico de la capital leonesa.

Una vez que hube disipado mis dudas sobre la existencia de dicha publicación, aún quedaba por constatar si sus intenciones eran exactamente las que me decía, o sólo buscaba conocerme para echarme un polvo. Sé perfectamente que la mayoría de los hombres son capaces de inventarse cualquier cosa cuando una mujer se les ha metido entre ceja y ceja. Y, desde luego, cabía la posibilidad de que éste fuera un de ésos. Como soy muy suspicaz, puse en "cuarentena" sus proposiciones a la espera de nuevos acontecimientos, y me olvidé del tema.

Una semana más tarde, al publicar otro de los relatos de la saga "Carolina, la nueva puta del colegio", sus e-mails se hicieron más insistentes. Nuevamente volvió a alabar la calidad, la intensidad y el morbo de mis relatos, repitiéndome una y otra vez que en su revista me pagarían un buen dinero por poder contar con mis historias para publicarlas en su futura sección erótica. Pero esta vez, la cosa parecía más seria que las anteriores, ya que en sus e-mails incluía un teléfono móvil de contacto y me daba su nombre: Ángel.

Fue entonces cuando empecé a valorar seriamente la posibilidad de sacar "tajada", económicamente hablando, contando las múltiples experiencias que he vivido desde los 16 años, cuando me inicié en el mundo de la prostitución. Además, el hecho de ver mis historias impresas en papel cuché y formando parte de una publicación semanal, aunque fuera en una pequeña sección, me llenaban de satisfacción y, debo reconocerlo, también me proporcionaban cierta excitación.

Así pues, una vez tomada la decisión, y a pesar de que siempre tuve una sombra de duda sobre las verdaderas intenciones del tal Ángel, cogí mi teléfono y marqué el número que el supuesto periodista me había proporcionado, no sin antes activar en mi móvil la opción de número desconocido, a fin de que si algo salía mal, poder preservar mi identidad.

Diga – contestó la voz de un hombre.

¿Eres Ángel? – pregunté tímidamente.

¿Quién quiere saberlo? – me dijo receloso.

Soy Carolina ... ya sabes ... agosto10 ... de todorelatos ... – le expliqué.

¡Ah, sí! – exclamó sorprendido – Supongo que quieres hablarme de mi propuesta ...

Exacto – respondí.

¿Qué te parece si nos vemos para hablarlo? El jueves tengo que ir a Madrid a cubrir un estreno de cine ... – me propuso.

No sé ... – respondí llena de dudas. El tipo era demasiado directo. Yo ni siquiera había pensado en que nos viéramos – Verás ... creí que podíamos hablarlo por teléfono ... – insinué.

¿Por teléfono? Pero ... ¿estás interesada en lo que te propuse?

En principio sí ...

Entonces tenemos que vernos. Tendrías que firmar un documento por el que nos autorizarías a publicar tus relatos. Además, me gustaría conocerte en persona para hacerte una breve entrevista y publicarla – me explicó. Su voz sonaba segura, firme y convincente. Cavilé durante un momento qué consecuencias podría traerme el quedar con él, valorando si tenía algo que perder con aquel encuentro ... y finalmente acepté.

Vale. De acuerdo. ¿Dónde quedamos?

El estreno que tengo que cubrir es en Gran Vía – me dijo - ¿Qué te parece si quedamos en el VIP´s de Callao ?

¿A qué hora?

¿A las cuatro te viene bien? – me preguntó.

Perfecto – confirmé.

Entonces ... el jueves a las cuatro, en el VIP´s de Callao – me dijo – Oye, Carolina ... muchas gracias por aceptar mi ofrecimiento. Será todo un placer conocerte.

Espero que el placer sea recíproco – contesté antes de decirle adiós y colgar el teléfono.

Durante los siguientes días no pensé demasiado en la cita que me esperaba el jueves. Ni tampoco quise hacerme demasiadas ilusiones con respecto a la propuesta del tal Ángel. Acudiría a la cita a la expectativa. A ver qué pasaba. Y siempre con cierta desconfianza.

Ese jueves tomé un taxi desde mi casa para desplazarme hasta la Gran Vía madrileña. Me había vestido como acostumbro a hacer. En esa ocasión había elegido una blusa blanca con un pronunciado escote, una corta minifalda de color negro, una medias de rejilla blanca; mis habituales zapatos de tacón de aguja con una pequeña plataforma en la base, para elevar mi 1´57 hasta cerca del metro setenta; y un pequeño bolso donde llevar lo imprescindible. Más que nerviosa, estaba impaciente por conocer al periodista en cuestión y comprobar realmente si mis relatos podrían publicarse en su revista.

Cuando entré en el VIP´s me di cuenta de que algo se me había pasado por alto: ¿cómo le reconocería? En la barra no habría menos de 25 personas y la mayoría de las mesas estaban ocupadas. Antes de que pudiera plantearme que quizás aquel pequeño inconveniente podría truncar el encuentro, un tipo de unos treinta y tantos años se me acercó.

Eres Carolina, ¿verdad? – me dijo mirándome fijamente con unos ojos de un intenso color verde. No era demasiado alto, sobre el 1,75, y estaba delgado, pero fuerte. Tenía una cabellera rebelde, de color castaño, muy vistosa y bien cuidada. Llevaba unos pantalones de esos que llaman "chinos" y una camisa azul pastel. Un sombra cubría su rostro, seguramente porque ese día no se había afeitado. Lo cierto es que el tipo era bastante atractivo y su mirada transmitía confianza. No obstante, la vida me había enseñado a desconfiar de todo el mundo.

Sí. Y tú debes ser ... Ángel, ¿no? – pregunté.

Es un placer – me dijo alargando su mano y estrechando con delicadeza la mía - ¿Nos sentamos?

Yo asentí y nos dirigimos a una de las múltiples mesas que había en el local. La situación me transmitió tranquilidad, ya que nada malo podría ocurrirme a plena luz del día y entre tanta gente. Además, Ángel parecía ser un tipo honesto, que realmente estaba interesado en mí sólo de forma profesional. Me condujo hasta el rincón opuesto de la estancia, en la mesa más apartada que había. Para mi sorpresa, allí había sentado otro tipo, que garabateaba sobre un crucigrama, un poco ajeno a nuestra llegada. Al advertir nuestra presencia, levantó la cabeza y se puso en pié.

Es un compañero de la revista. Es fotógrafo y ha venido conmigo a cubrir el estreno de esta noche – me explicó Ángel. El tipo hizo un gesto con la cabeza para saludarme, al tiempo que yo devolvía el saludo con una sonrisa.

Bueno ... Ángel ... – dijo dubitativamente – yo te espero en la barra, ¿vale?

Sí, mejor que hablemos a solas, ¿no, Carolina? – dijo Ángel, mientras su compañero se retiraba. Cuando pasó junto a mí, camino de la barra, pude sentir cómo me recorría con su mirada. No era extraño, dada la cortísima minifalda que vestía, las medias de rejilla que cubrían mis torneadas piernas y los zapatos de plataforma que calzaba. Un vez que el fotógrafo se hubo marchado, Ángel y yo nos sentamos uno frente al otro – ¿Quieres tomar algo?

No – dije rechazando su oferta y aún algo desconfiada – ¡Vayamos al grano! – atajé de forma directa.

Como quieras – dijo dando un sorbo a la taza de café que tenía frente a él - Entonces ... ¿estás dispuesta a cedernos los derechos de tus relatos?

Eso depende de lo que me paguéis ... – contesté con gesto de puta fría y calculadora.

La dirección de mi revista me permite pagarte 200 Euros por cada relato tuyo que publiquemos. Tendrías que cedernos todos tus relatos y nosotros escogeríamos cuáles publicar ... ¿te parece bien?

Creo que vamos a llegar a un acuerdo ... – añadí complacida por la propuesta. ¡Joder! Aquello sí que era nuevo para mí. Cobrar por mis relatos. Eso me llenaba de orgullo, ya que siempre pensé que lo único para lo que valía era para chupar pollas y para follar como una guarra – Entonces ... ¿dónde tengo que firmar? – añadí dispuesta a sellar el acuerdo cuando antes y ciertamente halagada por la situación.

Verás ... – me dijo bajando la cabeza – No he traído el contrato. La dirección ... quería que ... hablase antes contigo ... para ver si ... ya sabes ... para ver si ...

¿Si realmente soy puta? – añadí antes las dudas de mi interlocutor.

Sí ... – dijo – Quieren que te haga una entrevista para publicarla el día del estreno de la sección erótica ... Luego, iríamos publicando tus relatos por entregas ...

La confianza y seguridad que Ángel aparentaba en un primer momento se estaba desvaneciendo por momentos. Allí había gato encerrado ... Valoré la situación durante unos instantes y pensé que nada perdía respondiendo a unas preguntas ... Más tarde, si la cosa no me convencía, ya me las arreglaría para salir airosa de la situación.

De acuerdo. Pregunta lo que quieras – dije con seguridad. Él levantó la mirada y esbozó una leve sonrisa, que no hizo sino confirmar que ocultaba algo. Sacó una minúscula grabadora de su bolsillo y la colocó sobre la mesa. Era de esas modernas y diminutas maravillas tecnológicas que ni siquiera graban en una cinta, sino en un pequeño disco duro.

Tengo que grabar la entrevista ... No te importa, ¿verdad? – explicó al tiempo que accionaba la grabadora. Yo asentí con un gesto y él se dispuso a comenzar el interrogatorio – Como te he dicho, esta entrevista la publicaremos en el estreno de la sección erótica, que será en Enero del 2.006. El título podría ser ... "Entrevista a una puta". ¿Qué te parece?

Me parece bien. Un título muy acertado ... pues es lo que soy – añadí mostrando una sonrisa pícara.

Bien ... empecemos. ¿Qué edad tienes?

28.

¿A qué edad te iniciaste en el mundo de la prostitución?

En la serie "Tres putas en casa" lo cuento. Fue a los 16 años, cuando descubrí que mi madre y mi hermana eran putas ... – expliqué.

¿Cuáles son tus medidas?

85 de pecho; 60 de cintura; y 95 de cadera.

¿Estatura y peso?

1,57 y 53 Kilos.

¿Todo natural? ¿Has pasado por el quirófano?

Sí. Todo natural, aunque llevo tiempo pensando en hacerme un aumento de pecho. Me apetece tener unas tetas grandes y llamativas. Me pondría una talla 105 o 110 – le expliqué.

Bien ... – dijo pensativo - ¿Cuál es la parte de tu cuerpo de la que más orgullosa te sientes?

De mi culo. Desde muy joven siempre llamé la atención entre los chicos por mi trasero carnoso y respingón – dije.

La inmensa mayoría de la gente que se dedica a la prostitución lo hace por necesidad. Tú, en cambio, cuentas en tus relatos que te encanta ser prostituta ... ¿es eso cierto?

Sí. Me apasiona mi profesión. Me siento muy orgullosa de ser puta – le expliqué.

¿Por qué? ¿Qué es lo que te apasiona de ser puta?

Me encanta follar. No puedo vivir sin llevarme una polla al coño, al culo o a la boca. Y soy insaciable. No me basta con una. Necesito muchas pollas para quedar satisfecha. Es casi ... una adicción.

¿Es tu única adicción? Muchas mujeres se prostituyen para pagarse esas adicciones ... – insinuó.

Lo sé. Conozco unas cuantas – reconocí – Mi caso, como el de mi madre y mi hermana, es muy distinto. Nuestra única adicción es el sexo. Nunca he sentido atracción por otras drogas ... Con una adicción tengo suficiente ... ¿no crees? – dije con gesto lascivo. Hablar sobre todo aquello estaba empezando a excitarme. Crucé mis piernas bajo la mesa y sentí que mi coño se humedecía por momentos.

La prostitución ... ¿da para vivir bien?

En mi caso sí. Como ya te he dicho, no tengo vicios caros ... La ropa, quizás - añadí pensativa - Si sabes administrar la pasta, se puede vivir muy bien – le expliqué.

Eres bisexual, ¿verdad?

Sí ... aunque he de reconocer que donde este una buena polla ... que se quite lo demás – le dije mordiéndome el labio inferior, en un típico gesto de vicio y lujuria. Mi excitación se estaba disparando y estaba empezando a sentir la necesidad de follarme a aquel atractivo periodista – Pero también me encantan las mujeres. Me encanta comer coños – añadí.

¿Qué es lo más raro que un cliente te ha pedido?

Pues ... he hecho algunas cosas algo raritas – dije pensativa intentando entresacar lo más extraño que en mis 12 años de profesión me había sucedido – Para empezar, he tenido varios clientes que me pagaban sólo para charlar conmigo ... ¡Vaya gilipollez! No sé qué placer les puede dar tirarse una hora contándome su vida, en lugar de echarme un polvo. Pero ... en fin ... el cliente siempre tiene razón ... y una buena puta debe hacer lo que su clientela le pide – expliqué.

¿Algo más?

Pues ... me han pagado para montármelo con una tía mientras el marido miraba. También me han pagado para lamerme los piés. ¡Ya ves tú! – exclamé – En lugar de comerme el coño, se contentan con chuparme los piés – dije sonriendo mientras Ángel me devolvía la sonrisa.

¿Y lo más fuerte que has hecho?

¿Lo más fuerte? He follado con grupos muy numerosos. Con un equipo entero de fútbol, por ejemplo – dije pensativa - También tengo un cliente bisexual que le gusta que le dé por culo con un consolador mientras le como la polla. Luego está el temita de la lluvia dorada ... que estuvo muy de moda hace unos años. Ya sabes, que te orinen por todo el cuerpo – expliqué.

Y todo eso ... ¿te gusta realmente? – preguntó sorprendido.

La verdad es que todo lo que tenga que ver con el sexo me gusta. No le hago ascos a nada. Con el tiempo he perdido la vergüenza de casi todo. Por ejemplo, si tú ahora mismo me pagaras para que te hiciera una mamada aquí mismo, en esta cafetería plagada de gente, a la vista de todo el mundo ... me metería bajo la mesa, te sacaría la polla de los pantalones y te la chuparía hasta que me llenases la boca de leche caliente – le dije con gesto vicioso. Hablar de todo aquello me estaba poniendo muy cachonda. Por otra parte, y ante la desconfianza que me había generado Ángel, decidí que adoptar una actitud directa y agresiva me ayudaría a controlar la situación. El sexo no es sólo una práctica placentera sino también una vía para conseguir de los hombres cuatro te propongas. Ángel, al escuchar este último comentario, se ruborizó ligeramente, tragó saliva y lanzó una nueva pregunta.

¿Siempre eres tan descarada?

Aprendí desde muy joven a serlo para conseguir mis propósitos – le expliqué – Además, ser así les suele gustar a los hombres ... ¿no crees? – le pregunté con mirada insinuante.

Sí ... sí ... – dijo algo cortado por mi descaro – Cambiemos de tema ... A ver ... ¿qué postura te gusta más a la hora de practicar sexo?

Muchas veces no puedo elegir – le expliqué – Si un cliente me pide algo, lo hago y punto. Ahora bien, lo ideal es follar con un grupo numeroso. Y si puede haber hombres y mujeres al mismo tiempo, mejor todavía. Me encanta estar chupando una polla y, al momento, lanzarme a devorar un buen coño – le dije – Otra cosa que me encanta es que mientras me dan por el culo, que me coman el coño. Y también me encanta que me follen todos los agujeros a la vez. Ya sabes ... tener una polla en el culo, otra en el coño y otra en la boca – le expliqué – Los tres agujeros bien follados al mismo tiempo .. Eso es lo que más me gusta de todo.

¿Y qué me dices del semen? En tus relatos parece gustarte mucho que te lo echen encima ... – inquirió el periodista.

La lefa es el premio final – le dije mientras la tensión sexual por todo aquello que iba contestando aumentaba por momentos – Me encanta que se corran en mi boca y en mi cara. Me vuelve loca el sabor, la textura y el olor de la lefa.

En tus relatos cuentas que fuiste la puta oficial del Instituto en el que estudiabas ... ¿es eso cierto?

No era un Instituto. Era un colegio privado, tal y como he narrado en la serie "Carolina, la nueva puta del colegio" – puntualicé – Sí, todo pasó tal cual lo cuento en esos relatos.

Me has dicho que te sientes muy orgullosa de ser una puta ... ¿por qué? ¿Qué es lo que te hace sentirte tan orgullosa de ello?

Me hace sentir sucia y guarra. Y eso me gusta. No sé muy bien por qué ... pero me encanta. Es una sensación maravillosa. Me siento como un trozo de carne cuya única utilidad es que los hombres metan sus pollas en mi interior y que disparen sus cargas de semen sobre mi cuerpo. Sé que muchas mujeres pensarán que es una aberración sentirse tan bien cuando están usando tu cuerpo sin limitación alguna. Pero, el caso es que me encanta – expliqué - El simple hecho de que alguien me llame "puta", me enciende. Me da morbo escuchar cómo mis clientes me dicen que soy una zorra, una furcia, una ramera. Me excita sentirme usada por mis clientes – dije mientras acariciaba sensualmente mi melena con mis dedos. Me estaba poniendo realmente cachonda explicarle todo aquello a aquel periodista.

¿En qué piensas cuando estás "trabajando" con tus clientes?

Pienso en complacerlos. En hacer lo que sea necesario para que queden satisfechos. Una buena puta es para lo que sirve. Un cliente satisfecho es un éxito para mí.

En tu etapa como puta colegial, tenías una ayudante, ¿verdad? Susi, creo recordar que se llamaba ... – me preguntó.

Exacto. Veo que has prestado atención a mis relatos. No he vuelto a verla desde que teníamos 16 años. ¡Qué recuerdos me trae aquella época! – exclamé evocando mi etapa junto a Susi - Me encantaría volver a encontrarme con ella. Saber qué es de su vida (Esta entrevista tuvo lugar antes de que Susi se pusiera en contacto conmigo a través de la página de Todorelatos y de que, finalmente, el reencuentro entre ambas tuviera lugar). Y daría lo que fuera por volver a estar junto a ella. Por volver a saborear su delicioso coño – dije saliendo del ensimismamiento en que los recuerdos de Susi me habían sumido. Miré a Ángel y dije: - ¡No te haces a la idea del pedazo de conejo que tenía ya con 16 años la muy guarra! En mi vida he vuelto a comerme un coño como el suyo.

Bueno ... dime: ¿cómo te ves dentro de diez años?

Pues ... más o menos ... igual que ahora. Espero conservarme lo suficientemente bien como para que mi clientela no decaiga y seguir disfrutando de mi condición de puta – expliqué – Realmente, le pido poco a la vida. Me basta con tener pollas a mi alrededor para satisfacer y para gozar a tope con ellas ... – añadí. Al decir esto advertí que mi chumino estaba pidiéndome a gritos una polla, así que decidí pasar a la acción. Mientras Ángel me miraba pensativo, cavilando una nueva pregunta, saqué mi pié derecho del zapato y rocé suavemente con mis dedos su pierna. Él dio un pequeño respingo mientras me miraba sorprendido por mi pequeño "acoso". Deslicé mi pié sobre sus muslos, posándolo suavemente sobre su entrepierna. Antes de que él pudiera reaccionar, le pregunté: - ¿No tienes nada más que preguntarme?

Eh ... esto ... no sé ... déjame que piense ... – dijo tartamudeando. Su inicial seguridad había dado paso a unas más que evidentes dudas. Mi actitud directa, descarada, atrevida y desvergonzada había acabado por someterlo. Yo continuaba "masajeando" suavemente su paquete, ya duro como el acero bajo sus pantalones. Miré de reojo a mi alrededor. No parecía que nadie hubiese advertido mi maniobra. Nadie, excepto el fotógrafo, que no perdía detalle desde la barra de todo cuanto estaba pasando entre Ángel y yo – Sí ... ¿cuánto tendría que pagarte para que me la chupases como has dicho antes?

Pon 50 Euros encima de la mesa y te la chupo ahora mismo – dije con descaro.

Aquella treta no sólo tenía por finalidad aplacar mis ansias de polla, sino que serviría para desenmascarar las verdaderas intenciones de aquel periodista. Hacía rato que había comprendido que el ofrecimiento de publicar mis relatos era sólo una trampa para llevarme a su terreno, encontrarse conmigo y probar mis encantos y mi larga lista de habilidades sexuales. Si sólo me pagaban por los relatos publicados, podrían no publicar ninguno y la cesión de los derechos de los mismos no me reportaría ni un Euro. Quizás mi entrevista sí la publicasen como reclamo de su nueva sección, pero la estaba concediendo gratis ... Estaba claro que aquello no era más que era una "encerrona" para aprovecharse de mí. Que se aprovechen de mi cuerpo no me molesta en absoluto. Es más, me encanta. Por eso soy una puta. Pero que intenten engañarme en la idea de que soy idiota sólo porque soy una zorra, me cabrea profundamente. Así que decidí utilizar lo que mejor sé hacer para sacar partido de aquella situación.

Aquí los tienes – dijo Ángel depositando un billete de 50 Euros sobre la mesa, visiblemente excitado ante la posibilidad de verse con su polla dentro de mi boca. Lo recogí y lo guardé en mi bolso mientras pensaba como "jugar" con aquel tipo y su compañero fotógrafo.

Muy bien, Angelito ... manos a la obra – añadí mirando a mi alrededor para no llamar excesivamente la atención mientras me deslizaba bajo la mesa. Me coloqué de rodillas, intentando agazaparme entre sus piernas y ocultándome lo máximo posible bajo la mesa. Fue una suerte que el suelo de esa zona de la cafetería estuviese cubierto por una mullida moqueta. De esa forma, mis rodillas no tuvieron que sufrir lo más mínimo en aquella posición. Acaricié el paquete de Ángel y desabroché su bragueta. Su polla apareció ante mí, totalmente empalmada, y de buenas dimensiones. La acaricié unos momentos y después me la metí en la boca. Lo más adentro posible, como tengo por costumbre. Sentí su capullo en mi garganta y la carne de su tranca en mi lengua y en mis labios, mientras notaba como él se contraía de placer.

Eres más zorra de lo jamás habría imaginado – me susurró Ángel mientras colocaba una de sus manos sobre mi cabeza y la presionaba ligeramente hacia su empalmado rabo. Jugué con mi lengua sobre su capullo, lamiéndolo con entrega y devoción. Después, engullí toda la tranca hasta rozar con mi nariz en su pelvis y mi labio inferior en sus testículos. Permanecí un buen rato con su polla incrustada en mi garganta, al tiempo que masajeaba con mis dedos sus huevos. Noté como todo su cuerpo se contraía cuando succionaba con fuerza y sus manos se aferraban a mi cabeza. Su líquido preseminal, mezclado con mi propia saliva, y la gruesa barra de carne que engullía, colmaban la capacidad de mi cavidad bucal y, finalmente, tuve que dejar escapar un hilillo de tan deliciosa mezcla, que fue a parar a la moqueta sobre la que permanecía arrodillada, a fin de no atragantarme.

¡Ahhggg! – no pude evitar exclamar al sacar su cipote de mi boca para contemplarlo totalmente empapado de saliva. Rápidamente, volví al noble arte de chupar polla. Esta vez deslizando mis labios a lo largo de su rabo, con ritmo ágil e intenso.

La situación era muy excitante ya que, de reojo, podía comprobar cómo la clientela de la cafetería pasaba cerca de nuestra mesa. Podía ver sus piés caminando a escasos metros de donde me encontraba. No sabía si alguien había advertido mi maniobra, pero el hecho de estar haciendo aquella mamada en una cafetería abarrotada de gente, y tan sólo oculta por la mesa bajo la cual me encontraba, me provocaba un morbo especial. Quien no perdía detalle de toda mi actuación era el compañero fotógrafo de Ángel.

¡Sigue! ¡No pares, zorra! – me susurró Ángel. Estaba notablemente excitado por mi actitud descarada y desvergonzada, además de por la intensa mamada que le estaba haciendo. Le tenía donde quería. Era el momento de parar. Con un movimiento rápido, saqué su polla de mi boca y, saliendo de debajo de la mesa, volví a sentarme en la silla – Pero ... ¿qué haces? – me dijo sorprendido – ¡No me dejes a medias!

Ángel – le dije adoptando el gesto más vicioso que pude – Tienes una polla estupenda y quiero que me folles ...

Pero ... ¿aquí? – preguntó sorprendido, pero también muy excitado.

Esta cafetería tiene un servicio para minusválidos – le expliqué, Sabía que todos los VIP´s contaban con ella – Es más amplio y cómodo que las cabinas de los retretes ... – le insinué – Pon 100 Euros sobre la mesa y tú y tu compañero sabréis lo que es follar con una auténtica puta como yo.

Ángel no vaciló ni un segundo ante mi proposición. Buscó en sus bolsillos, de los que extrajo un pequeño fajo de billetes. Cogió uno de color verde y lo tiró sobre la mesa.

Espero que merezca la pena ... – dijo con cierta chulería, mientras intentaba meterse la polla en los pantalones con disimulo.

Tranquilo, nene. Nunca dejo a un cliente insatisfecho – le dije guiñándole un ojo y poniéndome en pié – Dile a tu compañero que venga con nosotros. Quiero que los dos veáis de lo que soy capaz – añadí con gesto vicioso - ¡Ah! Y no te olvides de la grabadora – le indiqué señalando al diminuto aparato que permanecía sobre la mesa. Él la cogió y la introdujo en el bolsillo derecho de sus pantalones.

Caminé lentamente sorteando las mesas, rumbo a los servicios, mientras Ángel me seguía. Pude observar cómo varios clientes de las mesas contiguas a la nuestra nos miraban sorprendidos. Era evidente que habían advertido el pequeño numerito que había montado bajo la mesa. El hecho de pensar que nos habían estado observando me excitó y noté cómo mi chumino me pedía a gritos una buena follada. Ángel se dirigió a la barra, donde estaba su compañero, y le susurró algo. Inmediatamente el fotógrafo sonrió y ambos retomaron el rumbo de los servicios, tras de mí.

Tal y como le había dicho a Ángel, había tres servicios: el de señoras, el de caballeros y el de minusválidos. Abrí la puerta de este último para comprobar que, efectivamente, tenía unas dimensiones considerables, un retrete, un lavabo, un espejo y varios utensilios para facilitar la labor a las personas incapacitadas. Ángel cerró la puerta y echó el pestillo. Inmediatamente la actitud educada y respetuosa de los dos periodistas dio un giro de 180 grados.

Así que ... ¿quieres que te follemos como te mereces, putita viciosa? – me dijo el fotógrafo con una chulería que no hubiera imaginado unos momentos antes.

Pero ... ¿no has visto como me la ha chupado en medio de la cafetería, la muy guarra? – dijo Ángel al tiempo que alargaba sus manos para sobarme las tetas – Creía que tus relatos eran de ficción, que te los inventabas ... pero ahora veo que eras más puta de lo que había imaginado.

Aquellos comentarios y la actitud que habían tomado los dos periodista me confirmaron mis peores sospechas. Ahora quedaba claro que el interés por mis relatos no era más que una trampa para probar mis encantos. El darme cuenta de la cruda realidad me decepcionó profundamente, y ello aunque siempre tuve mis dudas sobre la veracidad de sus intenciones. - ¿Qué podía hacer? – pensé - No puedo irme sin más. Este par de malnacidos merece un escarmiento – dije para mí misma mientras los dos se abalanzaban sobre mí y comenzaban a magrearme todo el cuerpo. Decidí que lo mejor sería seguirles la corriente. Que no sospechasen que les había descubierto. Además, y pese a comprobar que todo se trataba de un vil engaño, todo lo sucedido en la mesa de la cafetería me había puesto a cien, y tampoco era cuestión de desperdiciar la ocasión de echar un buen polvo con aquellos dos tipos. Y en mi bolso había 150 Euros que Ángel me había dado ... así que lo mejor era tratarles como si de dos clientes más se tratara.

Con razón estás orgullosa de tu culo – me dijo Ángel mientras aferraba con fuerza mis nalgas - ¡Vaya trasero que tiene la muy golfa! – exclamó, mientras el fotógrafo se entretenía en mordisquear mis pezones, una vez que hubo desabrochado mi blusa.

¡Joder, nenes! ¡Cómo me estáis poniendo! – exclamé - ¡Sacad vuestras rabos que necesito que me folléis ya mismo! – dije exagerando intencionadamente mi actuación, con el fin de convencerlos de mi irremediable ninfomanía. Aunque había algo de actuación en mi comportamiento, también el cuerpo me pedía marcha ...

Ambos se bajaron los pantalones y los calzoncillos, mostrándome sus duras barras de carne. La de Ángel aún estaba humedecida por mi propia saliva, fruto de la mamada que le había hecho unos minutos antes. Así pues, indiqué al fotógrafo que se sentara en el retrete para chupársela. Él obedeció y yo comencé a mamar su polla, manteniéndome de pié y con el cuerpo encogido hacia delante, de tal forma que mi trasero quedaba bien abierto para que Ángel me la enchufara por detrás.

¡Vamos, Ángel! – exclamé – Mientras se la chupo a éste, tú follame el agujero que más te apetezca ...

Pero ... ¡qué putón verbenero estás hecha! – me dijo subiendo mi corta faldita hacia mi cintura, apartado el tanga hacia un lado y apuntando su capullo hacia mi mojado chochete - ¡Toma, zorra! – me dijo empujando su polla dentro de mí.

¡Vamos, cabronazo! – le dije a Ángel sacando la polla del otro de mi boca - ¡Fóllame fuerte!

¿A que chupa bien, la muy puta? – le preguntó Ángel a su compañero al tiempo que empezaba el mete-saca en mi coño.

¡Ya te digo! – exclamó el fotógrafo - ¡Menuda comepollas está hecha!

¡Ahhhhgg! – exclamé sacando su cipote de mi boca, tras unos minutos dedicada a mamarlo con glotonería, y mientras Ángel embestía con fuerza en mi encharcado chumino. A pesar de estar notablemente excitada por la situación, sabía que no debía dejarme llevar por la lujuria que el cuerpo me pedía, sino que debía mantener mi cabeza fría en la medida de lo posible, si quería llevar a buen término mis planes. Después de comprobar que la polla que chupaba estaba bien lubricada, exclamé: - ¡Quiero que me folléis los dos a la vez!

No te basta con tener una polla en tus entrañas, ¿eh, zorra inmunda? – exclamó Ángel mientras sacaba su tranca de mi raja.

¡No! ¡Quiero los dos rabos al mismo tiempo! – exclamé montándome a horcajadas sobre el fotógrafo y metiendo su polla recién salida de mi boca en mi coño.

¡Ahhh! – susurró el fotógrafo al deslizar su verga en mi chocho. Cabalgué unos instantes sobre aquella polla, a fin de que mi chumino se acoplara a las dimensiones de la misma. Después, incliné mi cuerpo hacia delante, con la polla incrustada en mi interior, mientras con mis manos separaba mis carnosas nalgas, mostrando a Ángel mi dilatado ano.

Y ahora ... ¡fóllame el culo! – le ordené.

Encantado ... te vamos a destrozar, pedazo de guarra – me dijo. Al momento, sentí cómo su capullo se abría paso en el interior de mi agujero trasero y ambos empezaban a follarme sin piedad.

¡Ahhh! ¡Qué gusto, cabrones! – exclamé exagerando mi actuación, aunque debo reconocer que la posturita era bastante placentera.

En otras circunstancias, me hubiera dejado llevar por la situación y no habría tardado en alcanzar el orgasmo con aquel par de pollas follando mis dos agujeros. Pero sabía que debía mentener mi mente lúcida si quería llevar a buen término el plan que mi cabeza había concebido para aquellos dos mentirosos aprovechados. Moví mi cuerpo rítmicamente intentando acoplar sus violentas embestidas con el vaivén de mis caderas. Unos minutos más tarde, los dos tipos estaban a punto de soltar su leche en mi interior.

¡No se os ocurra correos dentro, cabrones! – les ordené mientras deshacíamos la postura de la doble penetración - ¡Quiero vuestra leche en mi boca!

Te la daremos donde más te guste – dijo el fotógrafo mientras se levantaba del retrete y se meneaba la polla frenéticamente. Su lugar en el wc lo ocupé yo, mientras ellos dos se situaban de pié frente a mí, y comencé a chupar sus rabos alternativamente.

¡Correos ya! – les dije mientras meneaba sus trancas - ¡Necesito un buen trago de leche ya mismo!

¡Ahhhh! ¡Me corro! – exclamó Ángel apuntando su cipote a mi boca. Antes de que se corriera, atrapé su polla entre mis labios, y sentí las convulsiones del capullo en mi interior. Al momento, varios e intermitentes chorros de leche caliente se estrellaron con estrépito contra mi paladar. Aferré su polla con mis labios y la succioné con intensidad, tragando toda su corrida.

¡Me voy! – me advirtió el fotógrafo - ¡Estoy a punto! – añadió. Repetí la misma operación de unos segundos antes para no dejar escapar ni una gota de tan delicioso néctar. Después, limpié su capullo con mi lengua.

¿Os ha gustado? – pregunté poniéndome en pié y colocando mi ropa.

¡Que zorrón eres, Carolina! – me dijo Ángel, empapado en sudor y con la respiración acelerada, mientras se desplomaba sobre el retrete, una vez que mis posaderas abandonaron el mismo.

¡Ha sido increíble! – exclamó el fotógrafo, ya con la polla flácida, y subiéndose como podía lo pantalones.

Se me está ocurriendo una idea – dije - ¿Por qué no me sacáis unas fotos para publicarlas junto con mi entrevista? Como si fuera una especia de reportaje gráfico ... – propuse. Los dos se miraron sonrientes, como diciendo: "¡qué suerte estamos teniendo con esta zorra!"

Buena idea – exclamó el fotógrafo.

Sí. Es una gran idea – añadió Ángel mientras se incorporaba visiblemente cansado por toda la tralla que me había dado y al tiempo que intentaba colocarse la ropa.

¡Perfecto! – exclamé - Pero antes ... voy a salir a por una Coca-Cola. Tengo la boca pastosa de vuestras corridas ... Necesito algo fresco para limpiar mi garganta de tanta lefa – les expliqué mientras me atusaba el cabello mirándome al espejo. Recogí mi bolso, me acerqué a la puerta, quité el pestillo y me giré hacia ellos - ¡No os mováis de aquí! Vuelvo en seguida, ¿vale? – les dije mordiéndome el labio inferior, en uno de los típicos gestos viciosos que suelo hacer cuando estoy excitada, para darles a entender que aquello no había terminado.

No tardes ... – dijo Ángel, sentado sobre el retrete y aún respirando aceleradamente.

Vuelvo ya mismo, nenes – dije antes de salir del servicio y cerrar la puerta tras de mí.

Tomé aire y me dirigí con paso ágil hacia la zona de la cafetería donde estaba la barra. Sin embargo, no me detuve a pedir una Coca-Cola, como les había dicho a los dos periodistas, sino que me encaminé directamente a la puerta de salida. En tan sólo unos segundos, alcancé la calle y pude sentir el aire cargado de polución de la capital madrileña.

¡Taxi! – grité a uno de los muchos que circulaban por la concurrida Gran Vía.

Inmediatamente un taxi se detuvo y unos instantes después me encontraba circulando por el centro de la metrópoli madrileña. Abrí mi pequeño bolso para cerciorarme de que los 150 Euros que el periodista me había pagado por demostrarle mis habilidades seguían allí. Pero había algo más en mi bolso ... y de su interior saqué un diminuto artefacto. Era la grabadora de mi entrevistador, que había sustraído sigilosamente del bolsillo derecho de sus pantalones cuando "trabajaba" las pollas de los dos periodistas, justo antes de que se corrieran en mi boca. Contemplé la pequeña grabadora entre mis dedos mientras trataba de imaginar la cara de Ángel y su compañero fotógrafo cuando se diesen cuenta de que les había dejado plantados en los lavabos del VIP´s, y de que les había "mangado" el artefacto donde se contenía la entrevista que pretendían publicar. Habían querido engañarme y aprovecharse de mí – "El timador timado" – pensé, y una sonrisa invadió mi rostro.

- Soy puta ... pero no tonta – me dije a mí misma mientras me recostaba sobre los cómodos asientos del taxi que me conducía de vuelta a mi casa.

 

FIN.

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