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Buscando mi récord en un día (pollas 12 y 13)

en Grandes Series

 

 

BUSCANDO MI RÉCORD DE POLLAS EN UN DÍA (POLLAS 12 Y 13).

 

 

 

          El despertador sonó a las diez de la mañana. Cinco horas eran más que suficientes para descansar un poco y volver a la tarea de intentar batir mi récord de pollas en un solo día. La noche no había sido tan prolífica como esperaba. Ya llevaba 11, así que como mínimo necesitaba follarme a otros 14 tíos antes de las doce de la noche.

 

 

 

          Todos los Jueves desde hace casi un año tengo un servicio habitual con un directivo de una importante empresa de seguros con sede en el Paseo de la Castellana, para lo cual reserva una habitación en el hotel Hollyday Inn de la plaza de Carlos Trías Beltrán, a unos 50 metros del edificio en que tiene instalada su sede dicha compañía aseguradora. La cita es de 5 a 8 de la tarde, porque tiene que volver a cenar a casa con su familia después de echarme un polvo; pero la habitación está pagada para todo el día y para toda la noche. En otras ocasiones, después de atenderle, me he quedado en la habitación, captando clientela en el bar del propio hotel o en locales nocturnos de la zona. Julián, como así se llama, lo sabe y no le importa, así que pensé en acercarme temprano al hotel para hacer de la habitación mi pequeño “centro de operaciones” durante todo el día, estudiando la mejor manera de conseguir clientela y poder batir el récord.

 

 

 

         Me puse un enema rápido, para llevar el culito limpio por si había que utilizarlo en mi intento de récord; y preparé mi bolsa de viaje con ropa variada, un neceser y muchos condones. No sé para qué llevo siempre protección cuando, a la hora de la verdad, casi nunca la uso. Me gusta follar a pelo, sentir la carne de macho creciendo en mi boca y abriéndose paso en mi chumino o en mi trasero. Decidí ir en metro, ya que estaba apenas a tres estaciones de mi destino, con trasbordo en Cuatro Caminos. Me puse un minúsculo tanga y unos ajustados leggings de vinilo para marcar mis torneadas piernas, mis rotundas caderas y mi potente trasero. Con esos leggings no pasaría desapercibida. Esa era la idea, que los tíos se girasen a  mi paso y que cualquier insinuación por mi parte les animase a “entrarme”. Completé mi atuendo con unas sandalias negras de cuña con una pequeña plataforma para aumentar mi corta estatura y una camiseta blanca ajustada, para que contrastase con el negro brillante de los leggings. Sin sujetador, para que se me marcasen los pezones a través de la tirante tela de la camiseta. Dos grandes aros plateados por pendientes, mis Rayban de aviador y el bolso con mis cosas.

 

 

 

          Ya en la calle, comprobé que mi aspecto daba el resultado esperado. Podía sentir la mirada de los hombres (y también de muchas mujeres) a mi paso. La indumentaria, combinada con mi físico y mi actitud desvergonzada, concitaba la atención de los transeúntes, pero nadie se acercaría a mí a plena luz del día en medio de una vía pública tan concurrida y comercial como la calle Santa Engracia. Entré en el metro, en la estación de Iglesia. Hacía años que no montaba en metro. Siempre me desplazo en taxi o en mi propio coche. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que viajé en el suburbano madrileño. Pensé que era buena idea para hacer tiempo hasta las doce, la hora de entrada a la habitación del hotel. Además, si tenía suerte y ”pescaba” algún hombre durante el trayecto para ir sumando pollas a mi reto, miel sobre hojuelas. Nunca se sabe dónde y cómo puede aparecer un cliente.

 

 

 

          Cuando llegué el andén, observé a varios individuos mirándome con descaro. Hice lo que cualquier puta desvergonzada hubiera hecho: exhibirme para concentrar aún más su atención. Caminé unos metros por el andén, acentuando el movimiento de mis caderas y atusé sensualmente mi larga melena rubia. Me encanta sentir la mirada de deseo de los hombres, saber que quieren follarme, que se harán una paja cuando lleguen a su casa pensando en la rubia maciza que han visto en el metro.

 

 

 

          Me subí al vagón y miré a izquierda y a derecha, pensando dónde sentarme, ya que había bastantes asientos vacíos. Enseguida detecté un cliente en potencia: un joven de unos 18 o 19 años, imberbe, con gafas, bien vestido (vaqueros Levi´s, polo de Carolina Herrera y náuticos Camper) y con una carpeta y un libro sobre sus rodillas. “El típico estudiante pijo”, pensé. “No pierdo nada por intentarlo”. Me miró de arriba abajo cuando me aproximaba. Adrede, busqué rozarlo con mi trasero al sentarme. Dio un respingo.

 

- Perdona – le dije al notar cómo se recolocaba en su asiento al sentir el contacto.

 

- No pasa nada – dijo mirando hacia el suelo, visiblemente intimidado por mi imponente físico y mi actitud descarada.

 

- ¿Estudias Derecho? – le pregunté al ver que el libro que llevaba sobre las rodillas se titulaba “Fuentes e Instituciones del Derecho Romano”.

 

- Sí – dijo sin mirarme, avergonzado.

 

- Siempre quise estudiar Derecho … - continué mientras el metro iniciaba la marcha – Pero creo que hay que ser muy inteligente … y yo no lo soy – añadí, fingiendo tristeza.

 

- No creas – me dijo, mirándome por primera vez a la cara – No tiene mérito: sólo hay que estudiar.

 

- Yo no valgo para estudiar – dije encogiéndome de hombros, haciéndome la ignorante, sabedora de que a los hombres les encantan las rubias tontas – ¿Vas a la Universidad ahora?

 

- Sí, voy a la Facultad – me confirmó – Tengo una revisión de examen.

 

- ¿Y cuál es tu parada?

 

- Cuatro Caminos. Luego cojo la línea circular hasta Ciudad Universitaria – me explicó.

 

- Hace mucho que no cojo el metro y veo que tú dominas las líneas y los transbordos – le dije mirándolo seductoramente – Quizás puedas ayudarme …

 

- ¡Claro! – se ofreció de inmediato - ¿A dónde vas?

 

- A Nuevos Ministerios.

 

- Tienes que seguir por esta línea hasta Cuatro Caminos. Luego coges la Circular. Como yo, pero en sentido contrario – me explicó – Es una sola estación hasta Nuevos Ministerios.

 

- ¡Muchas gracias! – le dije al tiempo que le ponía la mano sobre el muslo – Yo … es que siempre me pierdo. Me oriento muy mal … - le dije sonriéndole y acariciando suavemente su muslo.

 

- Eh …. estooo … eh … - tartamudeó, intimidado por el contacto físico. Noté cómo su entrepierna crecía. Él se dio cuenta y, de inmediato, se tapó con la carpeta y el libro - ¡Mira, Ríos Rosas! Ya solo falta una estación – exclamó, disimulando para ocultar que se había empalmado.

 

- Ayyy – suspiré - ¡Qué chico más majo! Seguro que tienes muchas novias … - insinué, sin dejar de acariciar su muslo.

 

- Eh, no … la verdad es que no … no tengo novia – dijo, confundido por mi actitud, pero visiblemente halagado.

 

- Un chico tan guapo, educado e inteligente … ¿sin novia? – dije fingiendo sorpresa - ¿Qué les pasa a las chicas de hoy? A tu edad me hubiera encantado tener un novio como tú … - insinué guiñándole un ojo. Bajó la vista de inmediato, ruborizado.

 

- Ya estamos llegando – dijo para cambiar de tema. Se puso en pié al tiempo que el vagón entraba en la estación de Cuatro Caminos. El bulto en sus pantalones era evidente y trató de disimularlo ocultándose tras la carpeta. Bajamos al andén – Bueno, ¡hasta luego!

 

- ¡Espera! ¿Por dónde tengo que ir para coger la línea esa que me has dicho? – pregunté haciéndome la ignorante.

 

- Es por ahí – me señaló hacía uno de los pasillos – Yo tengo que ir por este de aquí.

 

- ¿Podrías hacerme el favor de acompañarme? – pegunté en un último intento por seducirlo. Ya que había echado el anzuelo, no quería ahora desperdiciar una posible polla más que sumar a mi intento de récord - ¿O llevas muchas prisa? – pregunté echándome la melena hacia atrás con gesto seductor.

 

- Ehh … estooo … - balbució mirando el reloj - ¡Venga, vale! Te acompaño. Es por aquí – me indicó para que le siguiera.

 

- Muchas gracias … - dije haciendo una pausa para que me dijera su nombre – Perdona, pero no me has dicho cómo te llamas.

 

- Soy Javi.

 

- Yo, Carolina – dije al tiempo que me colocaba las gafas de sol sobre la cabeza, a modo de diadema que me sujetase el pelo. Así podría ver de cerca mis ojos azules. Al acercarme para darle un beso en cada mejilla, aproveché para que mis tetas tocaran su pecho y para acariciarle el brazo con mis largas uñas de porcelana. Se ruborizó al momento, bajando la vista - ¡Encantada de conocerte, Javi! – le dije reanudando la marcha.

 

          Lo cierto es que no sabía muy bien cómo hacer para pasar a la acción. No podía hacerle una mamada mientras los viajeros transitaban por los pasillos. Además, había cámaras en cada esquina y seríamos sorprendidos por los vigilantes. Lo último que quería ese día eran problemas con la Justicia. Caminamos en silencio durante un rato, haciendo varios giros a derecha e izquierda. El transbordo de Cuatro Caminos desde la línea 1 a la Circular es largo y Javi permanecía en silencio. De pronto, en uno de los pasillos más largos del enlace, apareció una puerta entreabierta. Supuse que sería algún cuarto de limpieza o de contadores. Era mi oportunidad para aprovechar aquello e ir sumando pollas cuanto antes mejor. Justo al pasar por la puerta, me detuve.

 

- Javi, no sabes cómo agradezco tu ayuda – le dije – Eres un chico muy majo y me gustaría recompensarte por lo amable que has sido conmigo.

 

- No te preocupes, Carolina – dijo – Ha sido un placer ayudarte.

 

- Ya, pero yo quiero hacer algo por ti – le dije, tomando una de sus manos – Ven conmigo aquí dentro – le indiqué encaminándome hacia la puerta entreabierta.

 

          Javi no mostró oposición y, ante la mirada de varios viajeros que transitaban en ese momento por el pasillo, entramos en el cuarto y cerramos la puerta. Efectivamente, era una especie de estancia donde se acumulaban carritos, fregonas y productos de limpieza. Pequeño, incómodo y tenuemente iluminado. Miré el reloj: las 11:15. Empujé a Javi contra la pared y me puse en cuclillas. Desabroché la bragueta abotonada de sus vaqueros y le bajé los pantalones y los calzoncillos de un golpe seco. Su polla, totalmente empalmada, apareció ante mí, golpeándome ligeramente en la barbilla.

 

- ¡Perdón! – dijo Javi.

 

- Tranquilo, nene – dije acariciando su polla – Estoy acostumbrada a que me den pollazos en la cara – añadí justo antes de meterme su rabo en la boca. Tenía buena polla y se la mamé con gusto. “Llevo sólo cinco o seis horas sin meterme una polla en la boca y ya estoy  deseando mamar una. ¡Qué zorra soy, joder!”, pensé mientras se la chupaba.

 

- Uffff, uffff, uffff, … - gemía de placer.

 

- Te merecías una mamadita por ser tan majo, Javi – le dije mientras se la meneaba y volvía a chupársela de inmediato.

 

- ¿Puedo … Carolina … me dejarías …? – tartamudeó sin terminar la pregunta.

 

- ¿Qué quieres, nene? Pide por esa boquita … - le insinué con picardía.

 

- Me gustaría tocarte el culo.

 

- Ayyy, te ha gustado mi culo, ¿eh, pillín? – le dije, halagada – Claro que puedes – añadí poniéndome en pié para que sus manos alcanzaran mi trasero. Lo tocó, por encima de los apretados leggings, y lo sobó durante unos segundos - ¡Agáchate! – le ordené.

 

- ¿Qué? – preguntó sin soltar mi trasero.

 

- ¡Que te agaches! – le ordené nuevamente – Tengo algo para ti.

 

- Va … va … vale – tartamudeó, obedeciéndome. Se puso en cuclillas, de forma que mi entrepierna quedaba a la altura de su rostro. Me bajé lentamente los leggings, mientras él no daba crédito a todo lo que le estaba sucediendo. Antes de mostrarle mi depilado chumino, me detuve. Mis nalgas sí habían quedado al aire y él las magreaba con creciente energía.

 

- ¿Quieres comerme el coño antes de follarme?

 

- ¡Sí! – respondió sin dilaciones. En ese momento me bajé los leggings mostrándole el tatuaje en mi pubis. Como sabéis, hace años me tatué la palabra “PUTA” justo encima de mi coño. Al verlo, sonrió.

 

- Javi, la mamada es un regalo por ser tan amable conmigo, pero si quieres meterme la polla en el coño, tienes que pagar.

 

- ¿Cuánto? – preguntó sin dudar ni un momento.

 

- 20 Euros - dije pensando que, dadas las circunstancias, era un precio razonable, aunque muy por debaje de mis tarifas habituales. Pero aquello estaba siendo un "aquí te pillo, aquí te mato" ... y, además, si Javi era estudiante no llevaría mucho más dinero encima.

 

- ¡Toma! – añadió sacando dos billetes de 10 de uno de sus bolsillos.

 

- Ahora sí puedes comerme el coño y lubricármelo bien con tu boca para luego follármelo – le dije cogiendo los billetes, que guardé en mi bolso, y bajándome los leggings hasta los tobillos.

 

- ¡Sluuurp, slurrrp! – sonaba en mi entrepierna con la boca de Javi aferrada a mi coño. Me lamía con energía, moviendo circularmente su lengua en mi clítoris, al tiempo que apretaba con sus manos mis generosas posaderas. Dejé que me comiera el coño durante unos minutos.

 

- ¡A follar, nene! – le ordené, deshaciendo la postura – Me puse de cara a la pared y arqueé mi cuerpo, sacando el culo para ofrecer mi raja a Javi - ¡Métemela y fóllame, campeón! – le animé. Javi no lo dudó. Me cogió con sus manos por la cintura y su polla se abrió camino en mi chocho.

 

- ¡Oh, Diosssss! – exclamó al deslizar su rabo en mi interior. Me subí la camiseta hasta las axilas, de manera que mis tetas colgasen a la espera de ser sobadas. Javi entendió a la perfección la maniobra y, de inmediato, me las agarró con fuerza, magreándolas mientras empujaba en mi coño.

 

- ¡Eso es, Javi! ¡Fóllame bien! – le susurré, sintiendo su aliento acelerado en mi nuca – Seguro que  no esperabas algo así cuando has salido de tu casa esta mañana, ¿eh?

 

- No, no … ni en un millón de años me hubiera imaginado esto – acertó a decir, con evidente excitación y apretando mis tetas como si quisiera ordeñarlas. Estaba a punto de correrse.

 

- ¡¿Qué está pasando aquí?! – exclamó un tipo al abrir la puerta del cuarto y vernos follando. ¡Nos habían pillado! En estos casos, hay dos opciones: dejar de follar, vestirte rápidamente, pedir disculpas y desaparecer cuanto antes; o lo que suelo hacer yo.

 

- No sé quién eres ni me importa – le dije, sintiendo cómo Javi me sacaba en ese mismo momento la polla del coño – pero si te bajas los pantalones te voy a hacer la mejor mamada que te han hecho en tu puta vida – le espeté – Y tú, Javi … ¡no pares de follarme! Que este tío no nos va a joder la fiesta. ¡Vuelve a metérmela!

 

- Esto no se puede hacer aquí – dijo el hombre.

 

- Tranquilo que no se lo vamos a contar a nadie – le respondí con rapidez. En estos casos lo más práctico es mostrar descaro y seguridad para tratar de manejar la situación - ¡Vamos! – le animé – ¡Sácate la polla, que voy a mamártela!

 

          El tipo en cuestión dudó un instante, como si valorase si se estaría metiendo en un lío o si pudiera perder su trabajo por participar de aquello. Pero al ver que Javi volvió a metérmela, creo que comprendió que no podía impedir que terminásemos de echar el polvo y que lo mejor era sacar partido de la situación. Cerró la puerta y se acercó a mí. La escasa luminosidad me había impedido ver su indumentaria. Iba trajeado, con corbata y zapatos castellanos. Llevaba una placa identificativa cogida con una pinza en la solapa de su chaqueta. “Un empleado del metro”, pensé. Podía haberme fijado en los datos que figuraban en la tarjeta, pero no lo hice. Me daba igual su nombre. Sólo pensé en cómo salir airosa de la situación y, ya de paso, sumar una polla más a mi intento de récord. Se bajó los pantalones y, sin mediar palabra, acercó su polla a mi boca. Arqueé la espalda, sacando el culo todo lo que pude, para que Javi pudiera seguir follándome y, al propio tiempo, poder trincar la polla del recién llegado. Me la metí en la boca, aún un poco flácida, y la succioné para ponérsela dura.

 

          Nadie hablaba. Sólo se escuchaban las embestidas de Javi en mi coño, mis nalgas balanceándose con cada empujón y los gemidos del nuevo integrante del trío por la mamada que le estaba haciendo. Javi estaba a punto de correrse. Lo notaba en su respiración entrecortada y en el ritmo ágil de sus empujones en mi chumino.

 

- Javi, tú eliges dónde correrte – le indiqué. El que paga, elige. Eso está claro. Sin embargo, no dio tiempo a dicha elección. Sacó la polla de mi raja y me echó su lefa caliente sobre el trasero, golpeando a continuación con su glande en mis nalgas.

 

- Yo también quiero follarte – dijo el otro con su polla insertada en mi boca.

 

- La mamada es para que no montes el numerito y llames a los de seguridad – le expliqué – pero si quieres catar mi coño, paga.

 

- Y este ¿qué? – preguntó en tono de reproche.

 

- Este ha pagado 20 pavos, que es lo que te costará a ti si quieres metérmela – le expliqué. Entretanto, Javi se había apartado de mi y trataba de subirse los pantalones - ¿Dónde vas, Javi? Trae aquí tu polla que te la he puesto perdida de los flujos de mi coño. Tengo que limpiártela con la boca. Has estado a punto de hacer que me corra. Si no nos hubiera interrumpido este cabrón …

 

- No, no importa … yo ya me voy, que llego tarde – dijo mirando su reloj.

 

- Hazme un favor antes – le pedí.

 

- Saca de mi bolso un paquete de toallitas y límpiame la lefa que me has echado – le pedí.

 

- Sí, porque si no te limpias eso, yo no te la meto – dijo el tipo con gesto de asco.

 

- Tranquilo, campeón … que ahora me limpia – le dije con desdén. Javi me obedeció y buscó en mi bolso las toallitas. Después, me limpió las nalgas del semen que había derramado sobre mí. Le pedí una, y me repasé el coño con ella, para que al fulano no le diera asco metérmela después de haber follado con otro. Estaba acostumbrada a esas cosas: tipos que se mueren por follarte pero les da reparo metértela justo después de que otro te la haya metido - ¿Así te vale?

 

- Sí – dijo ocupando el lugar de Javi justo detrás de mí. Me la metió de un golpe seco y empezó a follarme. Imitó la posición de Javi y, en seguida, estaba apretando mis tetas con su manos.

 

- Bueno … yo … yo … me voy ya – tartamudeó Javi – Ya llego tarde – concluyó mirando su reloj. Hice lo propio, recordando que quería dejar detalle de cada servicio. Las 11:27.

 

- Vale, cariño – le dije - ¡Suerte con tu revisión de examen! – le deseé mientras el tipo trajeado aceleraba el ritmo de sus embestidas.

 

- Gracias, pero creo hoy ya he cubierto mi dosis de suerte – me dijo, antes de abrir la puerta del cuartucho y salir.

 

          “Un chaval muy majo”, pensé. “Y con buena polla. Me ha follado bien para ser tan jovencito”. El tipo que había ocupado el lugar de Javi en mi coño me estaba dando mucha caña. Agarrado con fuerza a mi cintura, me follaba con empujones fuertes y constantes. Sus huevos golpeaban en mi clítoris con cada potente embestida. Me encantaba. El muy cabrón sabía lo que se hacía y la situación me daba tanto morbo que empecé a sentir escalofríos de placer. Podría correrme si el tipo se esmeraba un poco.

 

- ¡Vamos, cabrón! – le animé - ¡Fóllame como me merezco!

 

- ¿Te vas a correr, zorra? – me preguntó con desdén sin dejar de empujar cada vez con más violencia en mi coño.

 

- ¿Te vas a sentir mejor si te dijo que sí, cabrón hijoputa? – le dije en el mismo lenguaje soez que él estaba empleando conmigo.

 

- Ojalá pueda hacer que te corras, Carolina – me dijo pausando el ritmo de la follada, pero sin sacármela del coño – Creo que nunca lo conseguí, que siempre fingiste.

 

- Pero … pero … ¿me conoces? – dije girándome para poder ver su cara.

 

- Y a tu hermana Alicia – me dijo – Y a tu amiga la tontita. ¿Cómo se llamaba? ¿Sara … Sonia … Sole?

 

- ¡Susi!- exclamé, dando por hecho que sería algún antiguo compañero del colegio, ya que nos conocía a las tres.

 

¡- Eso! ¡Susi! Sabía que era con S – dijo apretando mis tetas con fuerza y acercando su rostro a mi nuca - Os he follado a las tres unas cuantas veces – me susurró al oído – Sé que tú y tu hermana habéis hecho porno –añadió.

 

- ¿Así que has seguido nuestras carreras? – pregunté, tratando de reconocerlo.

 

- Más o menos – dijo comenzando nuevamente el mete-saca, esta vez muy lentamente – Pensé que habrías prosperado más, Carolina; que no andarías chupando pollas y follando en un cuartucho del metro por veinte pavos – me dijo con cierto desprecio. Seguía sin reconocer al tipo en cuestión. Alto, delgado, moreno, … ¡Ni idea! Habían pasado 25 años y había follado con tantos tíos que me resultaba imposible recordarlo.

 

- ¡Pues anda que tú! – le respondí con desdén – Trabajando en el metro … ¡todo un triunfador! – añadí sarcásticamente.

 

- ¡Un trabajo digno, zorra! – me respondió, ofendido - ¿Tú qué has hecho en la vida? ¿Has estudiado? ¿Te has casado? ¿Has tenido hijos? – preguntó sin dejar de follarme lentamente.

 

- No he hecho ninguna de esas cosas … ¡ni falta que me hace! – le respondí – Si tanto me desprecias, ¿por qué sigues follándome?

 

- Porque sigues estando muy buena y porque … - hizo un pausa, como si fuese a decir algo importante - … porque no he follado en mi vida con nadie como tú – me explicó, bajando el tono de sus palabras – Eras la mejor en el colegio. Yo quería que dejaras esto, que fueras una chica decente, que salieras conmigo, … - dijo con un poso de tristeza, tornando su inicial tono agresivo en una especie de confesión llena de nostalgia. Seguía con su polla dentro de mi conejo y aferrado a mis tetas – Dejaste el colegio y no volví a saber de ti hasta que te reconocí en la portada de un DVD porno. Lo compré para ver las guarradas que hacías …

 

- Guarradas que os encantan a todos – respondí.

 

- Sí, nos encantan … - reconoció – … pero siempre pensé que tú valías para algo más que para chupar pollas y follar con cualquiera …

 

- Ni que estuvieras enamorado de mí … - sugerí con sarcasmo. Se hizo el silencio y le escuché tragar, como si le doliese el comentario - ¡No me jodas! – exclamé – ¡¿Pero tú no sabes que no hay que enamorarse de las putas?!

 

- Lo sé, claro que lo sé – asintió. Soltó mis tetas y retrocedió sacándomela del coño. Me di la vuelta y lo miré a los ojos – Me gustabas un montón y no podía evitarlo. Pagaba por estar contigo, pero sentía celos cuando otros te follaban. Me consumía el saber que era uno más, que te importaba una mierda, que quizás ni recordaras mi nombre, … - dijo con tristeza – Y ahora veo que es cierto, que ni sabes quién soy – se sinceró – También me follé a tu hermana en el colegio, pero cuando tú la sustituiste, fue como … no sé … fue especial. Siempre pensé que tu hermana no valía para otra cosa. No te ofendas, pero no era más que una fulana. No la conocí más que así, siendo una golfa que se iba con cualquiera a los aseos a chupar pollas y a follar por cuatro perras. Era engreída, distante, altanera. Sí, pagaba por follármela porque estaba muy buena y porque tenía 16 años y las hormonas me salían por las orejas – explicó -  Pero tú … no sé … eras una chica ingenua, buena estudiante, recatada, … guapa. Me gustabas antes de que empezaras a  … ya sabes … - confesó.

 

- No tenía ni idea – dije con sinceridad – Siempre pensé que los tíos me considerabais un simple trozo de carne, una furcia barata con la que aplacar vuestro vigor juvenil. Nunca imaginé que pudiese gustarle de verdad a alguien; y menos aún antes de comenzar a prostituirme – me sinceré. El tipo me estaba dando algo de lástima porque seguía sin recordarlo. Había poca luz y apenas si podía leer el nombre de su placa - ¡Joder!, soy puta pero no soy mala persona – le dije – No me gusta todo lo que me estás diciendo, que has sufrido por mí, que tenías celos de otros, … Las putas no estamos para tristezas. Ofrecemos placer, alegría y felicidad a nuestros clientes. Es nuestro trabajo – le expliqué mirándolo a la cara. Acercándome ligeramente por fin pude ver con claridad su placa: “Jaime Gómez. Supervisor.” Él se dio cuenta.

 

- ¿Ya sabes quién soy o sigues sin recordarme? – preguntó, ofendido.

 

- Jaime Gómez … - susurré lentamente tratando de hacer memoria - ¡Jaime Gómez! – exclamé – Por supuesto que te recuerdo. Es que estás algo cambiado …

 

- Pues tú estás igual que siempre. ¡Mejor aún! – reconoció.

 

- Sólo me he operado las tetas – le dije orgullosa, meneándolas ligeramente para que apreciase el aumento de tamaño – Siempre me decían que no lo necesitaba, pero sentía la necesidad de ponerme unas tetas gordas, para poder hacer cubanas, … ya sabes – le expliqué – Cosas de putas …

 

- Ya – dijo con cruzados sentimientos. Era obvio que se alegraba por haberme encontrado 25 años después pero, al propio tiempo, le entristecía ver que seguía dedicándome a lo mismo de siempre – Lo cierto es que estás guapísima. ¿Qué hacías follando con un niñato en un cuartucho del metro?

 

- Es una larga historia – le expliqué – No suelo hacerlo. De hecho hacía mil años que no cogía el metro. Ha surgido así – añadí - Mira … hagamos una cosa – le propuse, mirando el reloj (las 11:33, no podía olvidarme de mi intento de récord por haberme encontrado a un tipo que se enamoró de mí hace 25 años, aunque me halagase su confesión) – Hoy es un mal día. Estoy muy liada. Tengo compromisos que atender – le expliqué – Pero te voy a dar mi teléfono. Quiero que me llames. Tengo un piso aquí al lado, en Chamberí, a dos estaciones de metro. Podemos vernos allí, cuando quieras. Y nos ponemos al día – le dije mientras buscaba en mi bolso una de mis tarjetas. Le entregué una – Pero ahora tengo que irme. Llego tarde – dije pensando en que a las doce tenía la entrada en el hotel y quería emplear cada minuto del día en conseguir mi récord.

 

- De acuerdo – me dijo, aceptando la tarjeta.

 

- Ya hablaremos, ¿vale? Pero, ya que estamos … ¿por qué no terminas la faena? – le dije con picardía – Puedes follarme por donde quieras, ¿vale? No te cobraré … ¡por los viejos tiempos! – le propuse. Lo cierto es que no solía hacer este tipo de concesiones, pero aquella era una situación especial.

 

- Sí, vale – asintió con la cabeza – Pero … de verdad que me gustaría quedar contigo y hablar un rato de aquella época.

 

- Te lo prometo, Jaime – le aseguré – Pero tengo prisa. Si quieres follarme, tiene que ser ya – añadí dejando a un lado la nostalgia y retomando mi actitud de puta descarada - ¡Fóllame como estabas haciendo antes! Estabas a punto de hacer que me corriese … - le dije sensualmente, mientras me arrodillaba en el suelo ofreciéndole mi culo – Elige agujero y métemela.

 

- Como quieras, Carolina – dijo al verme con el culo en pompa y separándome las nalgas con las manos para mostrarle la amplitud de mis agujeros.

 

          De inmediato, volvió enchufármela en el coño y a atrapar mis tetas entre sus manos. “Jaime Gómez … “, pensé, tratando de recordarlo. Durante el año que estuve prostituyéndome en el colegio, todas las semanas quedaba al menos una vez conmigo. Recordé que era bastante reacio a que Susi estuviera presente en nuestros encuentros, pero también recordé que a veces venía con más compañeros y nos follaban a las dos. Nunca noté nada especial como lo que ahora me contaba, pero tampoco prestaba mucha atención a mis compañeros en aquella época. Chupar pollas, follar por todos los agujeros, tragar lefa y cobrar el precio por el servicio. En poco más pensaba en aquella etapa de mi vida.

 

- La de pollas que me habrán follado y … recuerdo esta forma de metérmela – mentí para halagarle. No sé muy bien por qué pero me sentía culpable.

 

- No mientas, Carolina – me dijo aumentando el ritmo del mete-saca.

 

- No, de verdad que te recuerdo – le dije.

 

- Ya, seguro … - comentó con ironía - ¿Y qué fue de tu amiga? Porque dejó el colegio repentinamente, sin decir nada.

 

- ¿De Susi? Tardé más de diez años en reencontrarme con ella – Le expliqué - ¡Uffff, qué bien me follas, Jaime! ¡Sigue así! – le animé, antes de seguir contándole sobre Susi – Sus padres le prohibieron todo contacto conmigo cuando supieron lo que hacíamos en el colegio. La tenían ahí, a la pobre … de dependienta en una tienda por 500 pavos al mes – le expliqué – En cuanto la encontré, la saqué de esa puta mierda y la puse a hacer la calle y a prostituirse conmigo. En una noche gana el doble que de dependienta en un mes – le expliqué - Es una tía que ha nacido para esto.

 

- Siempre pensé que era medio tonta – me dijo sin parar de follarme.

 

- Sé que lo parece – reconocí – Sobre todo antes. En realidad sólo es una chica simple, algo influenciable. Pero es una tía genial. ¡Y una puta como la copa de un pino! – exclamé pensando en su talento natural para el sexo – Y no veas cómo se conserva. Está más guapa que nunca.

 

- ¡Ahhhh! – exclamó anunciando la inminencia del orgasmo – Me voy a correr, Carolina … - balbució entre suspiros. Sentí las conducciones de su polla contraerse contra las paredes de mi húmedo chumino.

 

- ¡En mi boca, Jaime! – le ordené, sacándomela del coño y cambiando rápidamente de postura para que pudiera correrse en mi boca. Se agarró con fuerza la base de la polla, apretándose los cojones para tratar de retener unos segundos la emergente fuerza de su esperma mientras conseguía llegar hasta ella con mi boca - ¡Ahora! – exclamé cuando sentí su glande entre mis labios. Los aferré a su polla y un momento después estalló dentro de mí.

 

- ¡Ohhhh! ¡Uffffff! ¡Diosssssss … Carolina! – exclamó mientras soltaba su leche en mi boca. Sentí sus convulsiones entre mis labios y los chorros de esperma regando mi garganta. Me la tragué, al tiempo que se la mamaba suavemente para dejarla limpia y reluciente, mientras perdía vigor dentro de mí. Miré mi reloj: las 11:42 - ¡Listo! – exclamé subiéndole los calzoncillos y los pantalones.

 

- ¡Joderrrr, Carolina! – exclamó con la respiración acelerada, mientras se recolocaba la camisa y el nudo de la corbata – No sabes la alegría que me da haberte encontrado … - me dijo con tono sincero, mientras me repasaba el coño con una toallita húmeda. Me enfundé mis leggings, me cubrí las tetas con la apretada camiseta y me repasé los labios con uno de los pintalabios que siempre llevaba en mi bolso.

 

- Tengo que irme, Jaime – le dije, una vez estuve preparada para seguir mi trayecto, insinuando que deberíamos despedirnos ya.

 

- Espera, que te acompaño – me dijo sacando varias llaves de uno de sus bolsillos - ¡Se le va a caer el pelo al que ha dejado esta puerta abierta! – exclamó, ya en el pasillo del metro, mientras la cerraba con llave; como si quisiera demostrarme que tenía autoridad sobre otros empleados.

 

- No hagas eso, Jaime – dije en tono conciliador – de no ser porque alguien se ha dejado esta puerta abierta, no nos habríamos encontrado, ¿no crees?

 

- Llevas razón – asintió, mientras emprendíamos camino hasta el andén de la Línea Circular, que me llevaría a mi destino.

 

- ¿Y qué ha sido de tu hermana? – preguntó, charlando mientras esperaba mi tren.

 

- Sigue en el porno. Empezó años antes que yo … y ahí sigue. Sobre todo porno europeo – le expliqué – Tiene una productora en Alemania. Le va genial – le expliqué – Su hija también es actriz.

 

- ¿Tiene una hija? – preguntó con curiosidad.

 

- Sí, se quedó preñada de un cliente y decidió tenerla – le conté – Ahora tiene ya … - dije calculando mentalmente la edad de mi sobrina - ¡24 años! Es una superestrella del porno europeo. ¡No veas qué talento tiene! Nos ha superado a todas – le expliqué.

 

- Pero … ¿se puede ser mejor que tú? – me preguntó mirándome a los ojos, lanzándome un piropo.

 

- ¡Ayyyyy, Jaime! – le dije en tono cariñoso acariciando su mejilla – Me halagas, pero … no hagas esto. No te tortures. Soy una puta y lo voy a ser siempre. Si quieres follar conmigo, podrás hacerlo cuando quieras - Me encanta cuando un tío me propone una vida alternativa a la prostitución, cuando muestra un interés especial por mí y por mi futuro – Pero no vas a conseguir que deje esta vida. Sé que la inmensa mayoría de la gente no lo puede entender, pero me gusta vivir así – le expliqué arqueando las cejas en señal de sinceridad.

 

          En ese momento, y con el gesto de decepción de Jaime en su rostro, llegó mi tren. Volví a acariciarlo cariñosamente en la mejilla y le di un beso en los labios. Entré en el vagón y, cuando se cerraron las puertas, le hice una mueca con la mano para darle a entender que me llamara. Asintió mientras el tren iniciaba la marcha, permaneciendo inmóvil en el andén, observándome a través de las ventanas y haciéndome un ademán de despedida con la mano cuando estaba a punto de perderme de vista. Me senté y saqué mi móvil:

 

          “12º y 13º.- 11:15-11:42. Cuarto de limpieza de la estación de Metro de Cuatro Caminos. Estudiante de Derecho y Supervisor de Metro (antiguo compañero del colegio). Mamadas, folladas por el coño a cuatro patas, una corrida sobre mi culo y otra en la boca. 20 Euros. No me he corrido.”

 

          Continuará …

 

agosto10carol@yahoo.es

 

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