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Carolina, la nueva puta del colegio (2)

en Orgías

CAROLINA, LA NUEVA PUTA DEL COLEGIO (2ª parte).

Entré en clase, y la profesora de Matemáticas cerró la puerta tras de mí. Casi no llego. Corrí como pude hasta mi sitio, ya que mi faldita no me permitía hacer movimientos muy bruscos. Nuevamente sentí las miradas de todos mis compañeros sobre mí. Pero estaba empezando a acostumbrarme a ser el centro de atención, y ya no le daba tanta importancia a que todos me observasen con detenimiento. Me senté contorsionando una vez más mis piernas a fin de no quedarme con el culo al aire, y pensé que tenía que comprarme algo de ropa que, aun siendo sexy y provocativa, al menos fuese algo más cómoda a la hora de sentarse.

La clase comenzó. Matemáticas. Hasta entonces una de mis asignaturas favoritas. En cambio, ahora se me antojaba aburrida. Toda una hora por delante escuchando fórmulas, teoremas y ejercicios. ¡Cuánta razón tenía mi hermana! Aquello, además de ser un coñazo, no me serviría para nada en mi trabajo como puta. Una vez más, use mi imaginación para evadirme de aquel tostón. Pensé en que mi hermana estaría a punto de recibir a los dos clientes que mi madre le había preparado para aquella mañana. ¡Qué suerte poder estar en casa tranquilamente esperando a dos tíos que te diesen placer por todos los lados! Y encima, ¡cobrando una pasta gansa! Sólo con pensar en mi hermana me había puesto cachonda. Bueno, en realidad, la experiencia de los servicios con César no había hecho sino ponerme muy salida. Noté cómo mi chumino se humedecía por momentos. Pensé que si no paraba de soltar jugos, empezarían a resbalar por mis muslos. Pero es que ... ¡qué ganas tenía de meterme una polla en el coño! ¡Lo necesitaba! ¡No podía aguantarlo más! Hubiese querido despatarrarme allí mismo, sobre un pupitre, y pedirles a gritos a mis compañeros que me follaran por todos los agujeros.

Pero me contuve, claro está. No quería que me expulsasen del colegio por ninfómana perdida. Miré a mi alrededor, tratando de distraer mi mente en otras cosas, y así frenar mis ansías de polla. Mis compañeros continuaban mirándome de reojo. Sin mucho disimulo, la verdad. Saqué el móvil del bolsito blanco que le había tomado prestado a mi hermana. Siempre lo tenía en modo silencioso, para no molestar en clase si alguien llamaba. Y ... ¡sorpresa! Tenía tres mensajes. Los tres de números desconocidos, ya que no aparecían registrados en mi agenda. Eché el cuerpo hacia delante intentando agazaparme tras la espalda del alumno que se sentaba delante de mí. Así el profesor no me vería manipulando en mi teléfono móvil. Leí el primer sms.

¿ES VERDAD QUE LA CHUPAS POR 5 EUROS?

Miré a mis compañeros a ver si alguno de ellos reconocía ser el autor de ese sms. Pero nada. Todos se hacían los despistados. Leí el segundo mensaje.

SI ES CIERTO QUE FOLLAS POR 15 EUROS, TENGO 15 EUROS PARA TI.

Y el tercero:

¿MAMADAS A 5 EUROS? ¿DÓNDE QUEDAMOS?

¡Bien! Aquello se ponía interesante. César había hecho su trabajo y la clientela estaba empezando a llamar a mi puerta. ¡Joder, qué rápidos! ¿Cómo habían conseguido mi número en tan poco tiempo? Supuse que se lo habrían pedido a alguna compañera, ya que varias sí tenían mi número. Pero ... ¿cómo haría para quedar con ellos? No podíamos repetir lo de antes. Y menos tres chicos, más yo misma. La profesora se daría cuenta y se estropearía el asunto. Aún quedaba una media hora para el recreo. Pensé que el único sitio donde podríamos quedar era en el servicio de los chicos. Ya he explicado que estaba al otro lado del patio, junto a los campos de baloncesto. Pero el problema era que durante el recreo, el patio estaba lleno de gente, y para cuando quisiéramos llegar hasta allí, aquello estaría plagado de alumnos. Pensé que si conseguía llegar hasta los servicios antes de que el recreo empezase, y meterme en uno de los retretes, nadie sabría que estaba allí dentro, salvo los chicos a los que yo se lo dijese. Allí podría atenderlos sin levantar excesivas sospechas. Después, esperaría a que el recreo terminase y podría salir sin ser vista por nadie. A esas alturas no es que me importase gran cosa que me vieran salir de los baños de los chicos, pero no quería que nadie se chivase y me trajese problemas.

Repasé el plan en mi cabeza y decidí que aquella era la única forma posible de llevar a cabo mis propósitos. Rápidamente escribí en mi móvil un mensaje que sirviese para los tres recibidos:

SI QUIERES COMPROBARLO, TE ESPERO A LA HORA DEL RECREO EN EL ÚLTIMO RETRETE DE LOS SERVICIOS DEL PATIO. PREPÁRATE PARA PASAR UN BUEN RATO. TRAE LA PASTA.

Después lo envié a los números de los que procedían y esperé a que las nuevas tecnologías hiciesen su trabajo. Cuando faltaban sólo unos minutos para que la campana anunciase el comienzo del recreo, levanté la mano.

¡Profesora! Tengo que ir al servicio – dije - No me encuentro bien – añadí intentando poner cara de enferma.

Vale, Carolina – respondió – ¿Necesitas que alguien te acompañe?

¡No! Puedo ir sola – me apresuré a decir, pensando en alguna de las mojigatas de mis compañeras acompañándome y estropeando mi plan.

Me levanté, cogí el bolso y salí de la clase dirigiendo miradas a varios chicos al azar. Desconocía quiénes eran los autores de los sms, pero si me veían salir de clase y luego leían mis mensajes de respuesta, sabrían que aquello iba en serio. Además, César daría buena fe de mis habilidades. Me apresuré en llegar hasta el patio y crucé por un lateral hasta los servicios de los chicos. Estaban vacíos. Era la primera vez que entraba allí. Era una estancia estrecha pero muy profunda. A la derecha había una hilera de lavabos con espejos frente a cada uno de ellos. A continuación, al menos 10 urinarios. De esos de pared que hay en los servicios de caballeros. Y a mi izquierda se sucedían no menos de diez pequeñas cabinas de retretes. Me fui hasta la última y entré dentro. Todo estaba bastante sucio. Con un poco de papel higiénico limpié la tapa del w.c., para poder sentarme sin problemas. En ese instante, sonó el timbre que anunciaba el comienzo del recreo. ¡Lo había conseguido! Había llegado hasta allí sin ser vista. Ahora sólo quedaba esperar a que los chicos fuesen apareciendo.

En un par de minutos, empezaron a llegar chicos a los servicios. Pude oír cómo orinaban y hablaban entre sí. Pasaba el tiempo y empecé a impacientarme. Miré el reloj. Quedaban 25 minutos de recreo. De pronto alguien tocó con los nudillos en la puerta.

¿Carolina? – preguntó un chico en voz baja.

¡Sí! ¡Pasa! – le dije entreabriendo la puerta.

Hola – me dijo una vez que hubo pasado. Era Antonio. Uno de los íntimos de César. Todos le conocían por Toni. No era muy guapo, pero aquello no era un concurso de belleza.

¡Hola, chato! – le susurré con descaro - ¿Vienes tú solo?

No. También están fuera Alberto y David – me dijo muy cortado.

¡Perfecto! – exclamé – Bueno ... pues ... ¡manos a la obra! ¿Cuánto dinero tienes?

5 Euros – respondió.

¡Dámelos! Cobro por anticipado que si no ... luego ... si te he visto no me acuerdo – le dije. Él sacó un billete de cinco y me lo dio – Por este dinero sólo puedo hacerte una mamada.

Vale – dijo aún muy nervioso. Mientras metía el billete en una de mis botas, al igual que antes.

Me senté en el retrete subiéndome la minifalda hasta la cintura y dejando al aire mis posaderas y mi entrepierna, tapada sólo por el pequeño triángulo de tela del tanga. Él, de pié frente a mí, se sacó la polla, algo pequeña, y la cogí con una mano. La meneé unos segundos para que se endureciese y me la metí en la boca.

¡Uhhmm! – exclamé. Era un cipote pequeño pero rico. Noté que al tío le gustaba porque respiraba aceleradamente - ¡Oye! – le dije sacando la polla de mi boca – ¡No te cortes! Puedes meterme mano por donde quieras – añadí, desabrochando mi blusa por completo.

Vale ... – acertó a decir mientras alargaba sus manos hacia mis tetas. Empezó a sobarlas por encima del sujetador. Eso le animó y le hizo perder algo de vergüenza. Sin desatender su polla, advertí cómo alargaba un brazo en busca de mi chumino. En la postura que manteníamos era complicado que alcanzase su objetivo, así que se lo ofrecí sin más rodeos.

¿Quieres tocarme el coño? – pregunté sin dejar de pajear su polla. El asintió con un gesto - ¡Venga! Te doy 30 segundos. No puedo tirarme contigo todo el recreo – le dije echando el cuerpo hacia atrás y separando mis muslos.

Sin perder un segundo, Toni se abalanzó sobre mi coño. Lo sobó durante un momento por encima del tanga. Luego metió su mano bajo la tela y palpó mi chocho. ¡Qué gusto me dio sentir sus dedos jugando en mi mojada raja! Pensé en lo zorra que era. Jamás me hubiese fijando en él. Nunca me había atraído. Y en cambio, allí estaba yo, gozando como una cerda con su polla en una mano, y con sus dedos en mi sagrado agujero.

¡Venga, machote! ¡Que ya ha pasado el medio minuto! – le dije sacando su mano de debajo del tanga - ¡Dame tu polla que voy a hacer que te corras! – añadí.

Él estaba ya casi a punto de soltar su leche. Lo de meterme mano había hecho efecto y lo había calentado mucho. Unos segundos después, y tras dar unas cuantas chupadas a su miembro, derramó su lefa en mi boca. Demostrando mi habilidad, en apenas unos segundos había tragado todo el líquido y su polla estaba limpia y reluciente.

Bueno ... ¡ya está! – dije - ¿Satisfecho?

Sí – asintió, colocándose la ropa y cerrando la cremallera del pantalón.

La próxima vez, trae más dinero y dejaré que pruebes mis otros agujeros – le dije – Sólo son 15 Euros.

Vale, Carolina. Te llamaré – dijo intentando abrir la puerta.

Sal con cuidado. No quiero que nos pillen – le advertí – Diles a los otros dos que pasen juntos.

¿A los dos a la vez? – preguntó sorprendido.

¡Sí! Sólo quedan 15 minutos de recreo – expliqué – O pasan juntos o no nos va a dar tiempo.

Toni salió lentamente de la cabina del retrete y yo cerré la puerta tras él. Saqué un clínex y me limpié el sudor de la cara. Me pasé otro por mi mojada almeja, limpiándola de flujos. Me abroché la blusa. No sé muy bien para qué, porque tendría que desbrocharla otra vez en unos instantes. Saqué de mi bolso el pintalabios y lo usé sobre mi boca. Y me senté a esperar a los siguientes chicos. - ¡Aquello era estupendo! - pensé. Acababa de hacer una mamada y ya tenía a otros dos tíos esperando para usar mi cuerpo.

¿Carolina? - preguntó una voz al otro lado de la puerta - Somos nosotros. Abre.

¡Pasad, chicos! – les invité. Una vez que estuvieron dentro, uno de ellos cerró la puerta. Aquello era muy pequeño y apenas si podíamos movernos los tres allí dentro. Había pensado en hacérmelo con los dos al mismo tiempo, pero ahora lo veía ciertamente complicado.

Tenemos el dinero – dijo uno mostrándome un billete de 20 Euros.

Por 20 Euros se la chupo a uno y el otro que me folle – les expliqué cogiendo el billete y depositándolo junto a las otras ganancias.

Vale, es a lo que veníamos – dijo el otro.

¡De acuerdo! Tendrá que ser rápido. Tenemos menos de 15 minutos – dije – Así que ... empecemos - dije mientras volvía a desbrocharme la blusa – Podéis meterme mano a vuestro antojo - añadí sonriendo.

Ambos, menos cortados que Toni y que César, empezaron a tocarme las tetas y el culo. - ¡Estos dos están más espabilados! – pensé mientras me sobaban el cuerpo entero. Traté de imaginar qué postura adoptar para poder satisfacer a los dos con tan poco espacio. Pensé que si me despatarraba sobre el retrete uno podría metérmela por delante mientras se la chupaba al otro, situado a un lado del w.c.

¿Quién es el que va a follarme? – pregunté.

¡Yo! - respondió Alberto sin dejar de magrear mis tetas.

¡Pues, venga! ¡Vamos a empezar que el tiempo se pasa volando! – les dije mientras me los quitaba de encima como pude para poder colocarme en posición. Me quité el tanga y lo colgué sobre la palanca de la cisterna. A continuación, me senté sobre la tapa del retrete y me abrí de piernas mostrando ante ellos mi depilado coño – ¡Pollas fuera que vamos a empezar¡ - les ordené. Se bajaron los pantalones y sacaron sus pollas. Buenos instrumentos, por cierto. Alberto se colocó entre mis piernas apuntando su cipote hacia mi chocho hambriento y me la metió de un golpe. ¡Qué gustazo! Pensé. Creía que me iba a dar algo si no me metía un rabo en el coño. Disfruté de cada centímetro de carne en mi interior y le dije al otro: - David, ¡acerca tu polla a mi boca!

Vale – dijo mientras Alberto empezaba a bombear sobre mi chumino.

David apartó una de mis piernas y se situó a mi izquierda. Para chupársela tenía que girar el cuello en una posición bastante incómoda. No obstante, los dos hicimos un esfuerzo y por fin pude introducirla en mi boca y comenzar a mamársela. David no paraba de sobar mis tetas, que asomaban por encima del sujetador, y pellizcaba hábilmente mis pezones. ¡Cómo me estaban poniendo los muy cabrones! Alberto empujaba con fuerza dentro de mi coño, y David movía su pelvis adelante y atrás facilitando mi mamada.

Alberto sujetaba mis piernas a la altura de mis muslos para facilitar la incómoda postura. Con cada empujón su polla entraba hasta el fondo de mis entrañas, golpeando sus huevos contra mis nalgas. La propia inercia del mete-saca empujaba mi cuerpo hacia atrás, de tal forma que mi cabeza golpeaba ligeramente contra la cañería de la cisterna. Pero no me importaba. Estaba en la gloria. Por un momento me olvidé de la actitud de puta fría y calculadora que quería mostrarles a todos, y me dejé llevar por las oleadas de placer que estaba experimentando. Permanecía con la boca llena con la polla de David, tal y como mi hermana me había enseñado el día antes. Mi nariz rozaba su vientre y sentía su glande abriéndose paso en mi garganta. Al contrario que un día antes, sabía controlar aquel trozo de carne en mi boca. Respiraba por la nariz, para no atragantarme, y el contacto del capullo contra mi campanilla me producía un intenso placer. Cualquier otra chica hubiese vomitado instintivamente al presionar tan adentro de su aparato digestivo. En cambio, yo había aprendido a albergar la totalidad de una polla en mi garganta y a manejarla con soltura en mi interior.

A pesar de lo excitante de la escena, los tres tratábamos de no hacer mucho ruido. Aún continuaban entrando alumnos en los servicios y con un poco de atención se podía escuchar cómo orinaban. Ninguno de los tres decía una sola palabra. Bueno, en realidad, aunque yo hubiese querido, no lo habría conseguido con el rabo de David incrustado en mi boca. La postura que teníamos no nos permitía hacer grandes movimientos y a duras penas hubiese podido sacarme la polla de David si antes él no cedía unos centímetros hacia atrás.

Durante varios minutos seguimos en aquella incómoda, a la vez que excitante, postura. Mi chochito ya no aguantaba más. Estaba cachonda perdida y la follada de Alberto me estaba destrozando literalmente. Y sucedió. Me corrí. Quise disimular y que no lo notarán, pero no pude evitar la aceleración de mis caderas anunciando el orgasmo. - ¡Qué gustazo! ¡Qué placer! – pensé. Tampoco pude evitar soltar un pequeño gemido por mi boca, y eso que la tenía bien ocupada por la polla de David.

¡La muy puta se ha corrido! – le susurró Alberto a David, sin disminuir el ritmo de sus envestidas en mi coño.

¡Menuda cerda estás hecha, Carolina! – me dijo David en voz baja. Quise contestar a eso. Quise decirles ... ¡que sí! ¡Que tenían razón! ¡Que era más puta que las gallinas! ¡Que me encantaba que me follasen de aquella manera! Quise hacerlo, pero la polla incrustada en mi garganta me lo impedía.

¡Eres más zorra aún que tu hermana! – me susurró Alberto. Significaba que sabían lo de Alicia. Quizás, incluso se la habrían follado. El hecho de pensar que aquellas dos pollas habían estado dentro de los agujeros de mi hermana, me activó nuevamente y dejé atrás la momentánea falta de fuerzas que el orgasmo me había provocado. Ya estaba recuperada y dispuesta a exprimir aquel par de pollas.

Volví a trabajar con esmero la polla de David, notando que ya no quedaba mucho para que se corriera. Y así fue, sentí las convulsiones de su cipote dentro de mi boca y, a continuación, noté cómo la leche caliente de su polla manaba a borbotones. Tragué con glotonería y saboreé cada gota del espeso y cálido semen de aquel rabo. Al momento, Alberto me la sacó del coño y quiso acercar su polla a mi boca para que degustase también su lefa. Fue imposible. Yo aún tenía la polla de David incrustada en mi garganta. Además, el poco espacio con que contábamos, y la postura acrobática que manteníamos, le impidió alcanzar su objetivo. Se corrió, entre espasmos, derramando su leche sobre mi tripa. Por fin, David se apartó sacando su cipote de mi boca. Alberto también se había echado hacia atrás y yo tenía más espacio para moverme. Me incorporé para sentarme mientras recogía la lefa de mi tripa y la llevaba a mi boca. Me chupé los dedos tratando de no desperdiciar ni una sola gota. Entretanto, los dos chicos se subían los pantalones y colocaban su ropa para disimular lo que había sucedido allí.

¡Joder, chicos! ¡Qué bien os habéis portado! – les dije - ¿Quién os ha enseñado a follar así?

¡Tu puta hermana! – me dijo Alberto - ¡Menudo par de zorrones estáis hechas las dos hermanitas!

Así que os follábais a mi hermana, ¿eh?

En realidad ... sólo un par de veces. Tuvimos que convencerla porque decía que sólo admitía a chicos del último curso – me explicaron, confirmando así mis sospechas.

Pues mi hermana ha dejado el colegio – les dije – Así que ... si queréis follar ... tendrá que ser conmigo – añadí. Ellos sonrieron – Por cierto, yo no soy tan selectiva como mi hermana. Atenderé a todo el que traiga la pasta – les dije con descaro - Bueno, me gustaría que dijeseis por todo el colegio que yo soy la nueva puta. Dadles mi número y que me llamen para concertar una cita, ¿vale?

Descuida, Carolina – dijo David – Ya lo sabe medio colegio. Y el otro medio se enterará pronto.

En ese momento, sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Abrieron la puerta y se marcharon corriendo. Me quedé sentada sobre el retrete, mientras oía cómo el murmullo de los alumnos iba desapareciendo poco a poco hasta hacerse el silencio. No tenía intención de ir a la siguiente clase. Necesitaba un poco de descanso después de aquel agitado recreo. Tomé un clínex de mi bolso y me limpié la tripa y el vientre de los restos de semen que no pude recuperar con mis manos. Me puse el tanga y me pinté los labios. Había sudado mucho y lo que necesitaba era una ducha. Pensé en subir a los servicios de las chicas y asearme un poco hasta que la ultima clase de la mañana comenzase. En realidad, el día no había hecho más que comenzar.

Continuará ...

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