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Carolina, la nueva puta del colegio (5)

en Orgías

CAROLINA, LA NUEVA PUTA DEL COLEGIO (5ª parte).

Llegué a casa ansiosa por ver a mi madre y a mi hermana. Quería narrarles mis aventuras en el colegio. Contarles cómo en sólo una mañana había dejado atrás a la recatada niña que mis compañeros habían conocido hasta entonces, para convertirme en el más preciado objeto de deseo de la escuela. Cómo había llamado la atención de mis compañeros, calentándoles con mis gestos descarados y mi provocativa forma de vestir. Y cómo había satisfecho a todos ellos, ganándome así un merecido prestigio como puta "oficial" del colegio. Y les enseñaría los 80 Euros de recaudación, además de explicarles los nuevos privilegios adquiridos, gracias al director, y que mi hermana conocía tan bien. Estaba segura de que se sentirían orgullosas de mí. Orgullosas de la gran puta en la que poco a poco me estaba convirtiendo

Sin embargo, la casa estaba en silencio. La recorrí, habitación por habitación, en busca de alguna de ellas dos, pero no había nadie. Supuse que habrían salido a hacer algún "trabajito".

En fin ... – dije algo decepcionada – Ya tendré tiempo de contárselo.

Tenía el cuerpo pegajoso por el sudor y los fluidos corporales de mis clientes, así que me dirigí al cuarto de baño para darme una ducha. Bajo el reparador chorro de agua caliente, recapacité sobre todo lo que había conseguido en apenas una horas. Me planteé no volver a clase, haciendo de aquel almacén-vestuario mi pequeño "cuartel general". Allí podría atender como es debido a todos los chicos. Recibirlos en grupos numerosos y así poder disfrutar de varias pollas al mismo tiempo. Sin problemas de espacio. Además, el director me había dicho que podía faltar a clase todo lo que quisiera.

Cerré los ojos con el agua resbalando por mi cuerpo y pensé que, por extraño que pareciera, nada sentía por todos aquellos chicos con los que había estado en los servicios. Había tenido sus pollas en todos mis agujeros, y en mi estómago había una buena cantidad de sus respetivos códigos genéticos. De su semen, vamos. En cambio, ningún sentimiento me generaban, salvo el grato recuerdo del placer que me habían dado sus pollas. Nada más. Era una cuestión puramente física. En cambio, Susi había provocado algo distinto en mí. Me atraía de forma especial y quería descubrir más de ella. Recordé su cuerpo: suave, terso y generoso en carnes, aunque para nada gordo. Y su coño: húmedo y cálido al mismo tiempo. Y su cara: inocente y atractiva. ¿Y su mente? ¿Qué pasaba por aquel cerebro plano y simple?

Entonces una imagen se apoderó de mi cabeza. Era Susi, vestida con una diminuta falda y una camiseta ceñida que marcaba sus enormes melones. Podían apreciarse sus erectos pezones apretados bajo la ajustada tela. La imaginé sobre unos zapatos de tacón de 10 centímetros, contoneando sus caderas. Con cada paso, sus tetas se movían rítmicamente y su corta minifalda dejaba entrever parte de sus carnosas nalgas. Después, otra imagen de ella me vino a la mente: rodeada de pollas. Utilizando su boca y sus manos para satisfacerlas. Con ese gesto de niña tonta y remilgada en su rostro.

Cuando quise darme cuenta, tenía dos dedos dentro de mi chumino y me masturbaba enérgicamente. Abrí los ojos y desperté de mi ensoñamiento. ¿Qué me estaba pasando? En un solo día había conseguido más que en el resto de mi vida, convirtiéndome exactamente en lo que deseaba. Sin embargo, era aquella insulsa y simplona adolescente a la que no podía sacar de mi cabeza y que me provocaba aquellas oscuras fantasías.

Salí de la ducha y me puse unos vaqueros, una camiseta de tirantes y mis zapatillas de deporte. Había estado todo el día vestida con prendas ceñidas e incómodas y pensé que, para ir de compras al centro comercial, una ropa así era lo más práctico. Cogí los 260 Euros que había ganado aquel fin de semana, los junté con la recaudación de aquella mañana, y me dispuse a gastarlos en ropa sexy y provocativa. En realidad aquello no se trataba de un simple capricho, sino de una inversión en mi pequeño pero próspero negocio de prostitución colegial.

Tomé un autobús para llegar hasta el centro comercial y media hora más tarde me encontraba enfrascada en decidir qué prendas me sentaban mejor y me hacían más atractiva. Perdí la noción del tiempo probándome ropa e imaginando cual sería el efecto que causaría en mis compañeros el verme con aquellas minúsculas y ceñidas prendas.

¡Se les va a caer la baba! – exclamé dentro de uno de los probadores al contemplarme con una falda de apenas un palmo de longitud que dejaba visible la "sonrisa" de mis nalgas.

En ese momento me di cuenta de que eran más de las seis de la tarde. Si quería organizar bien a la clientela para el día siguiente, debía ponerme manos a la obra. Recordé que no había quitado el modo silencioso a mi móvil. Lo saqué y pude comprobar que había recibido 15 mensajes y una llamada perdida. Los ojeé, deteniéndome en uno que, en seguida, captó mi atención de forma especial:

ME LO HE PASADO MUY BIEN. ME GUSTARÍA QUEDAR CONTIGO OTRA VEZ, PERO NO TENGO MÁS DINERO. UN BESO. SUSI.

Por extraño que parezca, mi mente dejó a un lado los otros catorce mensajes, todos ellos de chicos pidiéndome una cita, y se centró en Susi. Quería quedar conmigo y repetir lo de unas horas antes. Lo cierto es que yo estaba deseando meter mi cara entre sus muslos y lamer su perfecto chochete. Pero, el caso es que, si no tenía pasta ... yo no podría atenderla. Si quería ser una auténtica puta no podía caer en la tentación de follar con la gente si antes no me pagaban lo estipulado. Era una pena, porque realmente me apetecía follar con ella. Pero, sin dinero por delante, y sintiéndolo mucho ... no había nada que hacer.

Intenté sacar a Susi de mi cabeza y me dispuse a organizar el horario de mis citas. ¡Joder! ¡14 clientes! Sólo llevaba un día como puta en el colegio y estaba viendo que tendría que salir de las tiendas de ropa y dirigirme a una papelería a comprar una agenda. Si la clientela seguía aumentando, no tendría tiempo material para atenderlos a todos.

Si mi hermana pudiera ayudarme ... – pensé. Pero mi hermana ya no quería volver al colegio. Lo había dejado para dedicarse a una clientela de más categoría. Ante esta idea, la imagen de Susi volvió a aparecer frente a mí. Volví a imaginarla rodeada de chicos, follándola por todos los agujeros. Y ella, con los ojos en blanco, gimiendo de placer y suplicando que no parasen de follarla

¡Ya está! ¡Esa es la solución! – exclamé para mis adentros. Tenía que convencer a Susi para que se uniera a mí. Adiestrarla para convertirla en una puta. Con su ayuda, podría atender a todos los chicos, además de contar con una compañera de aventuras. Alguien con quien crecer en el mundo de la prostitución; con quien compartir nuevas experiencias; con quien disfrutar a tope de cada momento.

Susi reunía las condiciones básicas para llevar adelante mi plan. Según ella misma me había confesado, ya había practicado sexo con chicos. Además, su bisexualidad jugaba a mi favor. Por otra parte, era una chica sin muchas perspectivas de futuro: malas notas, poca sesera y nula popularidad entre los compañeros. Pensé que quizás no me fuese tan difícil convertirla en alguien parecido a mí. Moldearla a mi imagen y semejanza. Jugar con ella hasta convertirla en una puta sin remedio. Aquella idea me hizo mojar mis recién puestas braguitas. ¡Qué morbo me daba aquel plan!

Cogí mi móvil, dispuesta a llamarla, cuando advertí que el origen de la llamada pérdida que había quedado registrada no era sino el teléfono de Susi. Aquello me gustó. No tenía dinero para pagarme, pero aún así insistía en mostrar su interés por mí. Pensé que aquello era algo que podría utilizar en mi favor. Marqué su número y escuché los tonos. Susi descolgó.

¿Si? – preguntó.

Susi, soy Carolina. He recibido tu sms y quiero hablar contigo – la expliqué.

Dime ... – contestó con expectativa.

Verás ... me gustaría hablarlo en persona. ¿Podemos quedar?

¿Ahora?

¡Sí! ¿Cuánto tardas en llegar al centro comercial?

Diez minutos – respondió.

Pues ... ¡vente para acá! Te espero frente al Bershka – la dije pensando en seguir con mis compras.

Voy para allá – dijo colgando el teléfono.

Mientras seguía ojeando ropa, repasé mentalmente cómo conseguir llevar a mi terreno a Susi. ¿Debería intentar hacerlo con engaños? ¿O quizás debería planteárselo sin más? Sin tener claro qué estrategia seguir para alcanzar mis propósitos, vi cómo Susi aparecía frente a la tienda. Instantáneamente mi coño comenzó a soltar flujos. La idea de adiestrarla para ser puta me ponía muy cachonda. Entretanto, ella miraba a un lado y a otro, buscándome, ataviada con las mismas prendas que unas horas antes: jersey verde, falda con vuelo hasta los tobillos y sandalias planas. Pensé que aquella forma de vestir era lo primero que había que cambiar. Salí de la tienda y ella hizo un gesto al encontrarse frente a mí.

¡Hola! – exclamó en un tono impropio de una chica de 16 años. Hablaba como una niña de 10. Que fuera tan cría me cabreaba. Pero también me excitaba.

¡Hola! – respondí - ¿Quieres que nos tomemos algo? – la ofrecí con la idea de así poder hablar con más tranquilidad.

Es que ... no tengo dinero – dijo.

No importa – atajé – Yo te invito.

Nos sentamos en la "terraza" de una cafetería. De estas que hay en los centros comerciales. Pedimos un par de refrescos y me dispuse a proponerle mi plan.

Verás ... Susi ... titubeé aún sin saber muy bien como afrontar el tema. Ella me miraba expectante – Parece ser que te ha gustado lo de antes. Ya sabes ... lo de los servicios.

¡Oh, sí! ¡Ha sido increíble! – exclamó – Si tuviera dinero te pagaría ahora mismo para repetirlo – me confesó.

Ahí es donde quería llegar – apunté - ¿Qué te parece si te ofreciese la posibilidad de estar conmigo siempre que quieras y sin pagar?

¿En serio? – preguntó ilusionada.

Sí – respondí – ¿Y si, además, te ofreciera la posibilidad de dejar de ser una chica del montón para convertirte en una de las chicas más populares y envidiadas del colegio?

Me encantaría – contestó con los ojos iluminados.

Yo podría conseguirlo ... – insinué – Siempre y cuando tú ... tú ... me ayudaras en mi pequeño negocio en el colegio – dije observando su reacción.

¿Quieres decir que te ayude con los chicos? – preguntó sin excesivas muestras de sorpresa.

¡Esos es! – confirmé – Verás ... cada vez tengo más clientela y si la cosa sigue en aumento, no podré atenderlos a todos.

Ya, pero yo no les caigo muy bien a los chicos ... Ojalá pudiera ayudarte, pero ningún tío pagaría para estar conmigo – dijo bajando el tono en muestra de su escasa autoestima.

Pero eso es por tu forma de vestir – la dije – Con un poco de ropa sexy, algo de maquillaje y la actitud adecuada, volverás locos a todos los tíos del colegio.

¿Tú crees?

Te lo aseguro – la dije con firmeza – Pero antes tengo que saber si estás dispuesta a todo – la expliqué. Ella pareció no entenderme del todo y decidí hablar sin rodeos – Verás ... antes me has dicho que habías tenido sexo con chicos, ¿no?

Sí. Fue este verano – me dijo – Unas seis o siete veces.

¿Con el mismo chico? - pregunté.

No. Con dos diferentes – contestó.

Vale – dije pensando en que no estaba nada mal - ¿Y sólo follaste o hiciste algo más?

Pues ... me pidieron que ... que ... se la chupase – me dijo titubeante.

O sea, que has mamado pollas. ¿no? ¿Y qué? ¿Te gustó? – la pregunté.

Bueno ... pues ... la verdad ... es que sí. No estuvo mal – reconoció.

Eso está bien. A partir de ahora vas a comerte muchas pollas. Así que será mejor que te guste, ¿no crees? – dije riendo. Ella sonrió, pero en realidad me dio la sensación de que no había entendido mi pequeño chiste. Decidí continuar con el interrogatorio: - ¿Has follado por el culo?

Pues ... uno de lo chicos siempre me estaba diciendo que tenía un culo estupendo – me explicó – Y dijo que quería metérmela por ahí. Lo intentamos unas cuantas veces, pero me dolía y lo dejamos.

Bueno, no importa – dije restándole importancia al asunto – Pero habrá que ponerle remedio al asunto. Una buena puta debe utilizar todos sus agujeros – comenté mientras se me ocurría una idea – Oye, ¿qué te parece si me acompañas a mi casa y así me enseñas lo que sabes hacer?

Vale, pero no puedo llegar tarde a casa – me dijo – Mis padres son muy estrictos y si me retraso, me castigarán.

¡No te preocupes! No tardaremos mucho – la tranquilicé mientras nos levantábamos de nuestras sillas. Lo cierto es que apenas si había puesto objeción alguna a mi proposición. ¡Qué fácil me estaba resultando todo!

Cuando llegamos a mi casa, abrí con sumo cuidado. Mi madre o mi hermana podrían estar atendiendo clientes y no quería que Susi conociese a lo que se dedicaba el resto de mi familia. Al menos, por el momento. Cuando comprobé que no había "moros en la costa", la hice pasar. Parecía que la casa continuaba vacía. Ya estábamos en el piso superior, frente a mi habitación, cuando escuché la voz de mi madre.

¡Carolina! ¿Eres tú? – preguntó desde el piso de abajo.

¡Sí, mamá! ¡Soy yo! – grité - ¡He venido con una amiga! – añadí mientras mi madre subía las escaleras.

¡Hola! – le dijo a Susi cuando alcanzó el piso superior.

¡Hola! – replicó Susi.

En ese momento me di cuenta de que mi madre había subido por curiosidad. Quería ver quién era mi amiga. Pocas veces había llevado a casa a alguna compañera del colegio y supuse que aquello le pareció extraño, precisamente aquel día. Abrí la puerta de mi cuarto e hice pasar a Susi.

¡Espérame aquí, Susi! – la ordené – En seguida vuelvo – añadí mientras cerraba la puerta y me dirigía hacia mi madre.

¿Quién es? – me preguntó en voz baja para que Susi no nos escuchara.

Es una compañera de clase. Bueno, en realidad, es una clienta. Es bisexual y quiere que la desvirgue el culo – la expliqué ocultando mis verdaderas intenciones hacia Susi. Aunque, en realidad no estaba mintiendo, mi plan iba mucho más allá. Pero, por el momento, no quería dar muchas explicaciones.

Por lo que veo ... te ha ido bien en el colegio, ¿no?

La verdad es que sí. He recaudado 80 Euros – dije con orgullo -Ya te contaré. ¿Vale? - añadí dando por zanjado el tema, de momento. Ya tendría tiempo de contarla mis andanzas en el colegio. Ahora tenía otra prioridad: Susi.

Vale – concluyó mi madre – Por cierto, ¿cómo piensas desvirgar el trasero de esta chica? – me preguntó. Antes de que pudiese responder, realizó una nueva pregunta: - ¿Tienes instrumentos adecuados?

Pues ... la verdad ... es que ...

¡Ven a mi habitación! – me dijo. Nos dirigimos a su cuarto. Abrió el armario y saco una maleta metálica. No era un maletín, ya que era más grande, pero tampoco era una de esas maletas de viaje que usa todo el mundo. La puso sobre su cama - Mira, cariño – dijo abriendo la maleta – Aquí tienes todo lo necesario para una tarea como ésta.

En aquella maleta había de todo: vibradores y consoladores de diferentes formas y tamaños; varios frascos de lubricantes; diversos artefactos para colocar enemas; y otros muchos artilugios cuya finalidad desconocía en aquel momento.

¡Toma, hija! – dijo mi madre entregándome la maleta – Utiliza todo lo que necesites – añadió.

Gracias, mamá – la dije recogiendo la maleta y dándola un beso en la mejilla – Luego te cuento, ¿vale?

De acuerdo, cariño – dijo mientras yo abandonaba su habitación.

Ya en mi habitación, Susi se había sentado en la cama. Coloqué la maleta sobre una silla mientras pensaba en si estaba haciendo lo correcto. Unos días antes, en aquélla misma habitación, yo misma había perdido la virginidad bajo los sabios consejos de mi hermana. Y ahora, era yo quien pretendía adiestrar a Susi. La diferencia estribaba en que yo me sometí voluntariamente a las órdenes de Alicia. Quería descubrir aquello que tanto la hacía disfrutar junto a mi propia madre. Y una vez que lo probé, fue tal el cúmulo de maravillosas sensaciones que decidí seguir los pasos de ellas dos y convertirme en puta. Lo hice consciente y voluntariamente. Pero Susi ... era tan ingenua y simple que no tenía suficiente personalidad para oponerse a mis propósitos. ¿Quería ella realmente entrar en un mundo del que difícilmente tendría escapatoria? Desde luego, había demostrado que no era precisamente una santa. Había pagado a una puta (a mí) para descubrir si era bisexual. Y ahora, estaba en mi habitación aparentemente dispuesta a demostrarme sus habilidades para convertirse en puta. ¿No se preguntaba si estaba actuando correctamente? La miré intentando descubrir algún gesto de duda o de remordimientos en su rostro. Pero nada. Parecía como si no tuviera conciencia. Como si no se plantease si lo que le iba a suceder estaba bien o mal. ¿Acaso era tan simple que sólo hacía lo que su cuerpo la pedía? Así. ¡Sin más! ¡Sin problemas de conciencia! Pues si ella no tenía problemas de este tipo, ¿por qué habría de tenerlos yo? Al fin y al cabo, si no quería hacer algo ... sólo tenía que decirlo.

¡Qué demonios! ¡A por ella! ¡Que se entere de lo que la espera a partir de ahora! – pensé.

Bueno, Carolina ... Y ahora, ¿qué? – me preguntó.

¡Ponte en pelotas que vamos a empezar! – la ordené dejando a un lado cualquier indicio de autocensura por lo que estaba a punto de hacer con ella.

Susi me obedeció sin rechistar y se quitó la ropa, quedando completamente desnuda frente a mí. La cogí de la mano y la conduje al servicio. Allí estaba la perilla que yo misma había utilizado aquella mañana para dejar limpio mi trasero.

Voy a ponerte un enema – la expliqué – Quiero que tengas el culo limpio para trabajártelo bien. A partir de ahora, quiero que todas las mañanas, antes de ir al colegio, te pongas uno y te asegures de que llevas el trasero limpito y dispuesto para ser follado.

Vale, Carolina – dijo asumiendo por completo todo lo que yo la decía – Lo que tú digas.

Hice que entrara en la bañera y le apliqué el enema. Ella, de cuclillas, continuaba con ese gesto simplón en su rostro. No mostraba oposición alguna a mis indicaciones y aquello me espoleaba para darla toda la caña que pudiese. Unos minutos más tarde, retiré el enema de su ano, dejándolo aseado y limpio para follar a tope. Volvimos a la habitación.

¡Túmbate en la cama! – la ordené – Voy a ver si tu coño está dilatado lo suficiente como para que te follen sin problemas – dije mientras abría la maleta que me había entregado mi madre.

Saqué varios vibradores y consoladores y los dejé sobre la cama. Vacilé unos segundos tratando de elegir el consolador adecuado. Finalmente, me decidí por uno de color carne y de tamaño medio. Simulaba al detalle un pene humano: el glande, los testículos y unas pequeñas estrías (como si de venas se tratase). Aunque nunca antes había tenido uno de aquellos artilugios entre mis manos, me sentí cómoda al tocarlos – Voy a meterte este consolador por el coño. Si te duele, dímelo y pararé, ¿vale?

Susi asintió al tiempo que separaba sus piernas preparándose para recibir aquel pedazo de látex en su interior. Antes de enchufárselo, acaricié suavemente su conejo durante unos momentos y separé sus labios con una de mis manos. Después, metí el consolador en mi boca lubricándolo con mi saliva. Cuando estuvo bien mojado, lo apunté hacia su chumino y lo empujé lentamente. El consolador comenzó a deslizarse en el coño de Susi, sin aparente esfuerzo. Ella permanecía en silencio, así que decidí meterlo hasta el fondo. Lo agarré con fuerza y, de un golpe seco, lo introduje casi en su totalidad.

Susi, tienes 20 centímetros dentro – la dije - ¿Qué sientes? ¿Te duele?

¡No! ¡No me duele! ¡Me gusta! – exclamó – Es como cuando lo hice este verano.

¡Bien! Eso significa que tu coño puede albergar una polla sin problemas – la dije mientras comenzaba a sacar el consolador de su chocho. Noté cómo según iba saliendo, su chumino soltaba gran cantidad de flujos. Acerqué el consolador a la boca de Susi - ¡Toma! ¡Prueba tus propios jugos! Así veré que tal chupas una polla. Aunque sea de plástico – la dije sintiendo cómo la excitación se apoderaba de mí por momentos. Susi abrió la boca mientras yo introducía la falsa polla en su interior.

¡Ahhggg! – exclamó cuando la boca se le llenó por completo.

¡Chúpalo! – la ordené - ¡Quiero que lo chupes como si fuera una polla de verdad! Si lo haces bien, mañana vendrás conmigo a follar en el colegio.

¡Slurpp! ¡Slurpp! – exclamaba mientras el consolador se deslizaba entre sus labios, al ritmo que marcaba el mete-saca que yo iba imponiendo.

Susi cabeceaba lentamente adelante y atrás mientras yo empujaba el consolador cada vez más adentro de su boca. Quería saber cuánta polla era capaza de absorver. El consolador iba ganando terreno centímetro a centímetro en el interior de su boca, pero ella seguía chupando sin excesivas dificultades. Mantenía los ojos bien abiertos, mirándome fijamente. Era como si me quisiese demostrar que podía con todo lo que se le fuese poniendo por delante. Ya eran más de tres cuartas partes del consolador lo que había conseguido meter dentro, cuando le sobrevino una pequeña arcada. Lo lógico hubiese sido sacarle aquel trozo de látex de la boca, pero sabía que para un buen adiestramiento debía forzarla un poco, tal y como mi hermana había hecho conmigo. Cedí un poco y saqué unos centímetro del consolador, para dejar que se repusiese.

¡Vamos, nena! Tienes que aprender a tener una polla metida hasta la garganta – la dije – No querrás que cuando llegue la ocasión te atragantes con un rabo. Debes respirar por la nariz y dejar que la polla avance libremente en tu interior – la aconsejé recordando los sabios consejos de mi hermana – Cuando notes el capullo en la campanilla, relájate y déjale vía libre. ¡Vamos otra vez! – exclamé volviendo a empujar el consolador con fuerza.

¡Arrgghh! – exclamó Susi. Había empujado tan fuerte que casi se cuela todo el pedazo de plástico en su garganta. Esta vez, Susi aguantó perfectamente. Dejé unos segundo el consolador metido hasta su garganta, mientras la estimulaba frotando su clítoris con mis dedos.

¡Eso es, Susi! ¡Muy bien! – la animé mientras me observaba con los ojos como platos y la boca abierta a más no poder – Ahora los chicos podrán follarte la boca sin que te asfixies.

¡Ahhhh! – exclamó una vez que saqué todo el consolador de su boca. Tomó aire un par de veces para intentar reponerse del esfuerzo y me dijo: - ¿Lo hago bien?

¡Muy bien! – exclamé. Pensé que aquella chica no estaba acostumbrada a destacar en nada y el verse dominando aquellas prácticas la hacía sentir bien – Ahora viene lo más difícil: tu culito. Hay que desvirgarlo para que mañana puedas ayudarme con los chicos. Quiero que seas capaz de follar por todos los agujeros. Como una buena puta. Además, con ese pedazo de culo que tienes, los tíos van a querer follártelo en cuando te lo vean.

Gracias, Carolina – me dijo – Me hace mucha ilusión pensar que los chicos del cole quieran follarme.

¡Ya lo verás! – la aseguré – Ahora, ¡date la vuelta y ponte a cuatro patas! – la ordené.

Ella me obedeció mientras yo buscaba uno de los frascos de lubricante que había visto en la maleta de mi madre. Cogí uno de ellos y lo abrí. Era una especie de vaselina. Unté bien el ojete de Susi, procurando que aquel lubricante se alojase dentro de su recto, y metí un par de dedos en su interior, intentando dilatar cuanto pude aquel estrecho orificio. Tras un par de minutos en aquella tarea, un tercer dedo se coló en su ano. Procuré hacer fuerza con mis tres dedos dentro, separándolos para abrir bien su ojete. Sabía que lo más importante era que la entrada estuviese bien dilatada. Pensé en utilizar un consolador más pequeño pero, casi al momento, cambié de opinión y me decidí por el mismo que había usado para su coño y su boca. Al fin y al cabo, de lo que se trataba era de conseguir que su culo pudiese recibir una polla. Y allí, lo más parecido a una polla de verdad, era aquel consolador.

¡Allá va, Susi! – anuncié - ¡Relaja bien el trasero! – la aconsejé mientras el primer contacto del látex con su culo tenía lugar – Lo más doloroso es el principio. Luego te gustará – la dije introduciendo los primeros centímetros del consolador. Susi no decía nada y el capullo estaba a punto de atravesar su puerta trasera. Sin embargo, llegó el punto en el que su recto parecía no dar más de sí. Lo intenté varias veces. Con suavidad. Pero estaba claro que si no utilizaba la fuerza bruta, aquel orificio no daría más de sí – Susi, voy a meterlo de golpe – la avisé – Creo que te dolerá un poco, pero tienes que aguantar.

Vale, Carolina – dijo con serenidad – Hazme lo que quieras. Aguataré.

Una vez más, Susi se entregaba por completo a mí. No parecía importarle lo que la sucediera, siempre y cuando fuese yo quien se lo hiciese. Su confianza ciega en mí, me alagó, y pese a que no quería hacerla daño, sabía que la única manera de llevar a buen término aquello era forzando su agujero trasero. Así que, sin pensarlo más, apliqué toda la fuerza que pude sobre el consolador. Durante unos segundos, su ano resistió la presión, mientras Susi lanzaba un gritó de dolor. Pero, en seguida, su culo cedió y dejó vía libre a la polla de látex que se deslizó hasta los simulados testículos.

¡Ahhhh! – gritó Susi.

¡Ya está! ¡Ya lo tienes dentro! – exclamé – En seguida se te pasará el dolor – la tranquilicé mientras acariciaba sus nalgas y su chumino, para que se relajase. El consolador estaba totalmente incrustado en su ano y el líquido lubricante resbalaba por sus muslos – Dejaré el consolador dentro de tu culo un rato, para que se acostumbré al tamaño de una polla. ¿Vale, Susi?

Sí ... vale ... Carolina ... – dijo – Creo que está empezando a gustarme tenerlo dentro.

Cuando lo tengas bien dilatado, podrás follar por el culo del mismo modo que por el coño – la expliqué – Y ahora, ¡date la vuelta sin sacarte el consolador, que te voy a comer el coño!

Ella me obedeció y se giró, tumbándose sobre la cama y separando las piernas, con cuidado de que el trozo de látex que tenía en el culo no la partiera en dos. Yo llevaba toda la tarde deseando meter mi cabeza entre sus muslos y entregarme al placer de lamer su conejo. Y por fin iba a hacerlo. Me acerqué a su entrepierna y, sin más, me lancé a comer su delicado y húmedo chumino. Lo lamí con glotonería mientras frotaba con vigor su clítoris. Palpé sus deliciosas nalgas aferrando mis manos con fuerza sobre ellas. De su raja no paraban de fluir jugos, que yo atrapaba con mis labios. Y Susi acariciaba mi cabeza, balanceándola lentamente hacia su conejo.

¡Sigue! ¡No pares, Carolina! – exclamó.

¡Slurpp! – exclamaba mientras lamía su chumino - ¡Me encanta tu coño! – dije presa de la lujuria - ¡Que rico!

Cuando más excitada estaba por la situación, pensando que nos esperaba un largo rato entregadas a disfrutar de nuestros cuerpos, una voz que procedía de la puerta de mi habitación nos interrumpió, y me hizo sacar la cabeza de entre las piernas de Susi.

Ya veo que os lo estáis pasando de vicio ... – dijo mi hermana desde la puerta. Llevaba un albornoz y tenía el pelo mojado. Parecía evidente que se acababa de duchar. Noté cómo a Susi se le había helado la sangre, presa del pudor. Realmente no era para menos.

¡Alicia! – exclamé.

Pero, ¿qué os pasa? ¡No os cortéis! ¡Seguid con lo vuestro! – dijo animándonos a continuar con lo que estábamos haciendo. Susi permanecía inmóvil y en silencio – Sólo venía a preguntarte si necesitas ayuda ... – me dijo guiñándome un ojo y con sonrisa pícara. Entonces entendí lo que estaba proponiendo.

Pues, la verdad es que no nos vendría nada mal otro coño, ¿verdad Susi? – le dije con descaro. Ella no supo qué contestar y supuse que, en realidad, no entendía nada. Entonces mi hermana, cerró la puerta, se acercó a la cama y se quitó el albornoz dejando al desnudo su perfecto cuerpazo. Subió a la cama, ante la atenta mirada de Susi, y se colocó de cuclillas sobre su cara, dejando su chumino a escasos centímetros de su boca.

¡Vamos, pequeña! ¡Cómeme el coño! – dijo Alicia.

Susi, ¡adelante! – la grité - ¡Cómeselo!

Susi continuaba algo cortada por la aparición de mi hermana. A pesar de nuestros comentarios, parecía como si aquello la hubiese descolocado. Ante su pasividad, Alicia reaccionó al instante y comenzó a mover sus caderas adelante y atrás, de tal forma que no era Susi la que le comía el coño, sino que era mi hermana quien restregaba toda su entrepierna por la cara de Susi. Yo, por mi parte me centré en mi labor de comerle el chumino a mi amiga, de tal forma que Susi tenía sus tres agujeros ocupados: el coño, por mi boca; el culo, por el consolador; y la boca, por el coño de mi hermana.

Después de unos minutos en aquella posición, alcé la vista para contemplar la escena, sin dejar de frotar el clítoris de Susi con mis manos. Mi hermana, que seguía en cuclillas sobre la cara de Susi, separó sus nalgas con las manos y pude ver como acercaba su abierto ojete a la boca de Susi.

¡Vamos, nena! ¡Fóllame el culo con la lengua! – ordenó mi hermana.

Casi al instante la lengua de Susi entró en contactó con el ano de Alicia. Unos segundos más tarde, mi hermana botaba sobre la lengua de Susi, metiéndola y sacándola de su trasero. El ángulo de visión era escaso, pero pude ver cómo cada vez que mi hermana descendía sobre la cara de Ssusi, la lengua de ésta desaparecía por completo en el interior de su ojete y su nariz se aplastaba contra su chumino.

¡Eso es! – exclamó mi hermana girando su cabeza hacia mí. Yo aún no me había desnudado. Mi hermana me miró mientras continuaba botando sobre la cara de Susi - ¿De dónde has sacado a esta zorrita? – me preguntó. Sin darme tiempo a contestarla añadió: - ¡Qué bien lo hace la muy puta! ¡Vamos, hermanita! ¡Despelótate que vamos a hacer un "rondo"!

¿Un "rondo"? ¿Y eso que era? Me pregunté a mi misma mientras me quitaba los vaqueros y la camiseta. Recordé el "circuito" que hicimos mi madre, mi hermana y yo con 7 clientes. Al principio también me sonó raro, pero luego fue lo más espectacular que había experimentado en mi corta trayectoria como puta. Seguro que lo del "rondo" también era algo espectacular.

Ya estoy, Alicia – dije una vez que me hube desnudado por completo.

¡Vale! – dijo poniéndose en pié sobre la cama. Susi seguía tumbaba, sin decir nada, y con la cara mojada por los flujos de mi hermana. A continuación, Alicia nos explicó en qué consistía un "rondo" – Tenemos que hacer un triángulo. Que cada una meta la cabeza entre las piernas de otra de nosotras. Tendremos que ponernos de lado. ¡Así! – exclamó colocándose extendida sobre la cama, pero de perfil.

Yo coloqué mi cabeza entre los muslos de mi hermana y Susi puso su cabeza entre los míos, acoplando la cabeza de Alicia en su entrepierna. De esta manera, las tres estábamos entrelazadas la una con la otra, de tal forma que nuestras bocas atendían un coño, y nuestros coños eran atendidos por una boca. Una vez que nos hubimos colocado, nos lanzamos a la vorágine de comer chocho. Durante unos minutos, no se escuchó palabra alguna, pero sí múltiples gemidos y jadeos. Yo me ocupaba con glotonería del coño de mi hermana. ¡Qué bueno estaba! ¡Dios mío! Y recién mamado por Susi, casi me parecía distinguir su saliva en la mojada raja de mi hermana. Mientras, Susi lamía mi conejo con absoluta dedicación, provocándome la sensación de estar entrando en el paraíso. A todo esto, Susi continuaba con el consolador incrustado en su recto. Una idea cruzó mi mente. Había varios consoladores y vibradores sobre la cama. Los había puesto allí cuando elegí con el que desvirgaría a Susi. Sin desatender el chumino de mi hermana, palpé alrededor mío en busca de uno de aquellos artilugios. Finalmente, pude hacerme con uno. Lo cogí y lo apunté al ojete de Alicia. Di un par de lametones a su ano e introduje de un golpe secó y violento el consolador. Sabía que mi hermana agradecería aquello.

¡Ahhh! ¡Qué bueno, Carol! – exclamó - ¡Fóllame el culo con el consolador y el coño con la lengua!

¡Era justo lo que había pensado hacer, Alicia! – contesté presa de la excitación. Por un momento, desatendí el coño de mi hermana y saqué mi cabeza de entre sus piernas para buscar otro consolador que Susi pudiese meterme por el culo. Cogí uno de entre los que había. No era de látex, sino de un material que parecía metálico y brillante. Se lo acerqué a Susi como buenamente pude, ya que no quería deshacer la triple postura que manteníamos - ¡Toma, Susi! ¡Fóllame el culo con ésto! – le dije acercándole el consolador.

¡Vale, Carolina! – me contestó alargando su brazo y cogiendo aquel artefacto de placer. Casi al momento, sentí cómo mi culo era penetrado, mientras mi botón rosado era lamido con fruición por Susi.

¡Vamos, Carol! – exclamó mi hermana - ¡Dame caña y haz que me corra!

Sí, Alicia. Y tú, Susi, ¡no te cortes y fóllame el culo con fuerza! – le ordené.

Aumenté el ritmo del metesaca sobre el trasero de mi hermana al tiempo que sentía cómo Susi hacia lo mismo sobre el mío. Mientras, mi lengua penetró en el conejo de Alicia y la mano que tenía libre la utilicé para acariciar su clítoris. Sentía la boca de Susi en mi raja. No metía la lengua sino los labios, follándome con ellos. Aquella escena duró unos cinco minutos. Nadie decía nada porque todas estábamos demasiados ocupadas como para articular palabra. De pronto, noté como el ritmo del consolador sobre mi culo crecía rápidamente y la boca de Susi aumentaba el vigor de su búsqueda en mi coño. Pensé que aquello era el anuncio de su orgasmo. Casi al instante, fue mi hermana la que apretó con fuerza su entrepierna contra mi cara. Las dos estaban a punto de correrse. Y yo me dejé llevar hasta el orgasmo por el cúmulo de sensaciones indescriptibles que mi cuerpo estaba recibiendo. Casi al mismo tiempo, las tres estallamos en un sonoro orgasmo.

¡Ahhhhhh! – exclamo fuera de sí mi hermana - ¡Qué bueno!

¡Me corroooo! – grité descontroladamente mientras mi cuerpo se sumía en un placer tan intenso que, por un momento, me hizo olvidar que el verdadero propósito de aquello era adiestrar a Susi para ayudarme en mi tarea de puta colegial.

Durante los siguientes minutos, permanecimos en silencio. En la misma postura del "rondo" que había propuesto mi hermana. Sólo se escuchaba la intensa respiración de las tres. Mi hermana fue la primera en incorporarse. Cogió su albornoz e hizo el amago de ponérselo. Pero, finalmente no lo hizo.

¡Joder! Acabo de ducharme y ya necesito otra ducha – dijo al contemplar su cuerpo encharcado en sudor – Bueno ... me voy. Ha sido un placer conocerte, Susi – le dijo desde la puerta. A continuación, salió de mi habitación.

¿Qué tal, Susi? – la pregunté.

¡Ha sido increíble! – me dijo – Y tu hermana ... tu hermana ... ¡es genial!

¡Sí! La verdad es que es una suerte tenerla como hermana – confesé – Bueno, creo que ahora deberías marcharte sino quieres que tus padres te castiguen - dije mirando el reloj.

Entonces ... ¿mañana? – preguntó mientras recogía su ropa.

Mañana ... tenemos mucho trabajo – dije sonriendo – Espero que estés a la altura.

 

Continuará ...

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