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Buscando mi récord en un día (pollas 21 a 23).

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BUSCANDO BATIR MI RECORD DE POLLAS EN UN DÍA

(POLLAS 21 A 23)

Salí del almacén, decepcionada por mi escaso éxito en la planta de Informática y Electrónica. Sólo 2 dependientes habían ido a follar conmigo, pese a los comentarios que yo misma había podido leer directamente del wassap de uno de ellos. Además, este tipo me había asegurado que varios compañeros suyos se apuntaban a echarme un polvo. No entendía nada. Algo despistada, recorrí el entramado de pasillos interiores hasta salir a la planta de Informática y Electrónica. Los mismos dependientes que media hora antes me contemplaban con lascivia, ahora apartaban su mirada, ignorándome pese a exhibirme contoneando mis caderas a cada paso y meneando mi redondo trasero mientras me dirigía hacía los ascensores. Incluso el primero de los dos tipos que me había follado en el almacén, cruzó su mirada con la mía por un momento, encogiéndose de hombros ante mi gesto de extrañeza por su cambio de actitud. “Aquí ha pasado algo”, pensé.

 

Subí hasta la planta joven, dándole vueltas al asunto. “¡Qué raro! Hace un rato se les caía la baba sólo con mirarme y hacían cola para follar conmigo … ¿y ahora me rechazan?”, pensé mientras me colocaba la melena observándome en uno de los espejos del ascensor. Estaba igual de espectacular que siempre. “¿Qué tío en su sano juicio rechazaría echar una hembra como yo?”, pensé extrañada por el comportamiento de aquellos empleados. Parecía claro que allí se me había terminado la clientela fácil y los polvos rápidos para seguir sumando pollas a mi intento de récord, así que me centré en ir a por otra camiseta del mismo estilo, cambiarme y salir de allí. El último de los fulanos que me había follado me la había estropeado al correrse sobre ella y había quedado pringosa y arrugada. Esas era mi prioridad ahora. Ya buscaría después pollas fuera de El Corte Inglés. Además, ya eran casi las dos y media de la tarde y no podía entretenerme mucho en regresar al hotel y prepararme para mi cita con Julián, el directivo que me tenía reservada en exclusiva todos los Jueves de cinco a ocho de la tarde, a razón de 150 pavos la hora.

 

Sin perder tiempo, busqué una camiseta del mismo estilo a la que llevaba. Algo ajustado que se ciñese a mi curvilínea figura y marcase la turgencia de mis pechos. No me los había operado para luego ir disimulando el aumento de talla. Elegí una y, enseguida, una dependienta se acercó a mí.

- ¿Quiere probársela? ¿Necesita más tallas? – me preguntó, muy diligente.

- Sí … verás: me he manchado la que llevo – expliqué señalándome la camiseta – y al tratar de quitar las manchas con agua del baño, la he estropeado más – mentí - Se ha arrugado por completo.

- Pruébesela y si le queda bien, se la puede llevar puesta - me dijo indicándome el camino hacia los probadores.

- ¡Por aquí! – ordenó de pronto otra dependienta, entrometiéndose en la conversación y haciendo un gesto a la primera para que se fuera – Ya me encargo yo, Gema – concluYó – Venga por aquí, a este probador más espacioso – añadió señalando uno de las firmas más caras, distinto a los probadores comunes.

Parecía ser una especie de supervisora o encargada. Su actitud y su uniforme, distinto al del resto (traje chaqueta-pantalón totalmente negro; mientras que las demás llevaban una blusa verde y un pantalón de gasa azul marino), me confirmaron que tenía un cargo de cierta autoridad. Era una mujer alta, de 1,75 aproximadamente, pero con los tacones pasaba de 1,80. Pelo castaño, recogido en una coleta, y facciones agradables. En su rostro destacaba una diminuta nariz de enchufe, que le daba un aspecto de cerdita. La falda de tubo se ceñía sobre unas pronunciadas caderas y unos potentes muslos. Su abultada chaqueta cruzada sugería que también poseía un buen par de domingas. Pasamos al probador y cerró la puerta. De inmediato, su amabilidad se tornó en enfado.

- ¿Tú quién te has creído que eres? – me dijo en tono impertinente empujándome contra la pared y sujetándome por los hombros – Llevas toda la puta mañana follándote a mis empleados en su jornada laboral. No se les paga para que se vayan a follar con la primera ramera que aparece.

- Eh, eh … ¡para el carro! – respondí – Que yo no he hecho nada – traté de excusarme

- Te has follado a mi marido, ¡zorra! – me dijo con los ojos inyectados en sangre, muy enfadada – Ese cabrón me ha puesto los cuernos en mi puta cara.

- Oye, tranquilízate – acerté a decir, tratando de aparatarla. La rabia en su mirada me anunciaba problemas. “Esta tía en cualquier momento me suelta una hostia”, pensé – No quiero problemas … no sabía que era tu marido, … me voy de aquí … ¡y ya está! – dije apresuradamente para salir del paso.

- Me ha puesto los cuernos … ¡a mí! – exclamó indignada – He visto el chat en el móvil de mi marido … lo que dicen todos de tí … ¿sabes?

- No – dije haciéndome la ignorante, mientras seguía sujetándome contra la pared.

- ¿Ah, no? – exclamó, sacando del bolsillo de su chaqueta un teléfono móvil. Miró la pantalla – “Una tía de infarto … es impresionante … vaya culo … pedazo de tetas … es una Diosa … cómo chupa … folla de escándalo … la hemos taladrado el culo …” - dijo leyendo varios de los comentarios que se habían vertido sobre mí en el citado chat – Es el móvil de mi marido – explicó con gesto desairado – Y ahora que te tengo delante, no me pareces una Diosa, como dicen estos cabrones, sino una golfa y una puta barata – añadió mirándome de arriba abajo, con desprecio.

- ¡Vale ya! – exclamé dándola un fuerte empujón y, por fin, apartándola de mí - ¡Deja que me vaya, que no quiero líos! Además, tengo prisa – concluí tomando el pomo de la puerta del probador para escabullirme cuanto antes.

- ¡Tú no vas a ningún sitio! – me ordenó, cogiéndome con fuerza por un brazo e impidiendo que abriese la puerta. Echó el pestillo. Me temía lo peor. Aquella tiparraca era grande y aunque sabía defenderme, en el cuerpo a cuerpo me aplastaría. Me preparé para lo peor. Volvió a arrinconarme contra la pared del probador, esta vez de forma más violenta - ¡No te quiero volver a ver por aquí! – me dijo mirándome fijamente con los ojos llenos de rabia. Apretó los dientes – A estos cabrones sólo me los follo yo, ¿entiendes? No voy a permitir que venga una buscota de tres al cuarto a follarse a mis chicos y al cornudo de mi marido … en mi puta cara. ¡De eso nada!

- Vale … vale, tía. No te pongas así – acerté a decir, atemorizada por su actitud y el gesto de rabia con que me amenazaba – No sabía nada … yo sólo vine aquí a …

- … a sacarte unos Euros follando con cuatro salidos, ¿no? – insinuó indignada – Mira, putita … te has equivocado de sitio. ¡Aquí mando yo! Y a mis empleados sólo me los follo yo – repitió – Está todo grabado por las cámaras de seguridad. Grabaciones que voy a conservar por si vuelvo a ver tu cara de zorra por aquí – explicó en tono altivo y apretando sus manos sobre mis hombros - ¿Me has entendido?

- Sí, sí – asentí de inmediato. No quería problemas y aquella individua podía buscármelos. Seguramente sería cierto que tenía las grabaciones de lo ocurrido con los empleados. Al menos de cómo los iba recibiendo en los aseos y en el almacén. No soy una persona cobarde y odio que me amenacen o intenten amedrentarme, pero en ese momento pensé en qué era lo práctico e inteligente – Tranquila, tía. Ya me voy – dije sumisamente intentando apartarla. De inmediato, se retiró.

- La camiseta … llévatela gratis, ¡zorra! – me dijo con prepotencia, saliendo del probador. Justo antes de cerrar la puerta, se dio la vuelta – ¡En cinco minutos te quiero fuera de este Corte Inglés! ¡Y no vuelvas!

"Uffff, hoy me está pasando de todo”, pensé, tratando de recomponerme cuanto antes de lo sucedido. Me cambié la camiseta y dejé la otra, arrugada y sucia, en un rincón del probador. Pensé que podía ser un truco lo de llevármela gratis y que luego al pasar por los arcos de las puertas de salida sonase alguna alarma. Me aseguré de que no llevase chivatos ni pegatinas alarmadas, me miré al espejo dispuesta a irme cuanto antes, respiré hondo y salí.

Crucé rápidamente la planta de moda joven en dirección a los ascensores. Miré a izquierda y a derecha, encontrándome con los ojos vigilantes y airados de la encargada. Llegué a los ascensores, donde me crucé con varios hombres que me miraron de arriba abajo. Se me ocurrió una travesura desafiante. ¿Y si ahora me cepillaba a alguno de ellos y salía rápidamente de allí? Sería una pequeña venganza contra aquella encargada llena de odio, rencor y celos, además de una lección de humildad por creerse dueña de El Corte Inglés y de sus empleados. Pero no hice nada. Eran ya las tres menos cuarto y aquel incidente me había supuesto media hora de retraso en mi intento de récord y, para colmo, se me había acabado la posibilidad de captar clientes entre los empleados. Lo cierto es que había pensado, quizás con exceso de optimismo, haber alcanzado las 25 pollas e igualar mi récord antes de regresar al hotel; pero dadas las circunstancias, valoré que quizás era mejor salir de allí rápidamente y buscar clientes en otro sitio. Así que no me compliqué y en un par de minutos ya estaba caminando por la calle Orense, en dirección al hotel Hollyday Inn. Mi móvil sonó. Era Susi.

- Dime, cariño.

- ¡Qué tal vas? – me preguntó con su habitual vocecilla dulce y aniñada. Susi sabía lo de mi intento de récord e incluso había compartido con ella el plan que había trazado para tratar de conseguirlo.

- Pues llevo 20, pero me está pasando de todo.

- ¡No está mal! – exclamó – Vas sobrada. ¿Y qué te ha pasado?

- ¡Buff! – exclamé - ¡De todo! Anoche me siguió la policía.

- ¡No jodas! ¿Y eso?

- Me estaba follando a un taxista – expliqué – Pero bien, discretamente. Sin locuras ni escándalos. Dentro del taxi, en una calle oscura … y se nos acerca una vieja gritando que si éramos unos pervertidos y unos viciosos. Esto a las tres y pico de la madrugada en plena calle. Y va la muy cabrona de la vieja y llama a la policía.

- ¡Puta vieja amargada! – exclamó Susi.

- Tuve que terminar el servicio rápidamente, bajarme del taxi y salir por piernas porque venía una patrulla detrás – expliqué – Estaba casi al lado de mi piso de Chamberí, pero no llegaba porque escuché a la puta vieja dando a los maderos mi descripción y yo estaba en la esquina. Doblé y me metí al primer portal abierto que vi.

- Bueno … pero te libraste de la pasma, ¿no?

- Sí, sí. Pero no acaba la cosa ahí: espero a oscuras en el portal a que pase de largo el coche de policía y justo entran dos tíos. Y cuando intento salir disimulando, va uno de ellos y me reconoce.

- ¿Cómo que te reconoce? – preguntó extrañada.

- Pues que era un antiguo cliente de mi madre. Un tal Eugenio.

- ¿Y te conocía?

- Claro, Susi … yo también me lo he follado unas cuantas veces. Y Alicia. Es un cliente de toda la vida. Y a ti te conoce porque cuando mi madre lo dejó, fue a casa varias veces a preguntar por ella. Me dijo que salió una morena bajita con muchas tetas.

- ¡Jajaja! Esa soy yo – dijo riendo al escuchar su descripción - ¿Y qué hacía allí el tío ese?

- Que vive allí – expliqué – Una casualidad. Y claro … tuve que follármelo antes de irme para casa.

- ¡Jajaja!

- Bueno … a él y a su sobrino – añadí – Y no veas qué rabo tiene el chaval. ¡Canela fina! – exclamé recordando el tamaño de la polla de Sergio - Por cierto, les enseñé una foto tuya para que vayan por casa y pregunten por ti.

- Ay, muchas gracias, Carol – dijo en su tono habitual de niña ingenua – Siempre piensas en mí ...

- ¡Ah, y no te lo pierdas! – interrumpí – Que esta mañana, estoy follándome a un chaval en un almacén del metro y …

¿Has viajado en metro? – preguntó extrañada.

- Sí, tía … por ver si en el trayecto de mi piso al hotel trincaba alguna polla.

- ¡Joderrrr, Carol! – exclamó – ¡Eres única!

- Pues eso … que estaba ahí en un cuartucho oscuro de la estación de Cuatro Caminos, follando a cuatro patas y nos pilla un supervisor del metro.

- ¡Hostias! ¿Y qué hiciste?

- Decirle que se uniera a la fiesta – dije - ¿Qué otra cosa podía hacer?

- ¡Jajaja! ¡Qué grande eres, cabrona! – me alabó entre risas – Mira que soy puta y me gusta follar y chupar pollas, pero cómo admiro esa seguridad con que resuelves situaciones complicadas.

- Espera, que eso no es lo fuerte: resulta que termino con el chaval y el supervisor empieza a follarme. Y yo sin verle la cara. Apoyada contra la pared, sacando culo para que me pudiera follar de pié por detrás – expliqué para que se pusiera en situación – Y el tío, mientras me está follando, empieza a decirme que si siempre fingí con él, que si sabe que hice porno, que si qué hago follando por cuatro duros en un cuartucho del metro, que si esperaba que hubiera prosperado más … Todo esto follándome a saco y sin poder verle la cara porque me estaba dando por detrás y el almacén estaba muy oscuro.

- Otro que te conocía – dijo – Si es que te has follado a medio Madrid, Carol - comentó haciendo una broma sobre mi promiscuidad y mi larga trayectoria en la prostitución.

- ¿A que no sabes quién era?

- ¡Ni idea!

- Jaime Gómez.

- ¿Quién? – preguntó tras un breve silencio durante el que trató de identificar el nombre.

- ¡Jaime! – exclamé – Del colegio.

- ¡Puffff! – respondió con desdén – No recuerdo un puto nombre de aquella época – reconoció.

- Pues te lo has follado unas cuentas veces – expliqué.

- Ya, si tuviera que acordarme del nombre de todos los que me han metido la polla, no sería puta … sería contable – dijo, bromeando.

- Bueno … el caso es que el Jaime este es un compañero del colegio. Uno de tantos que nos follaban en aquella época. Y resulta que el tío estaba como rabioso conmigo, ¿sabes? Y luego va y me confiesa que estaba enamorado de mí.

- ¡Menudo gilipollas!

- Ya te digo, Susi – reconocí – Me ha dado pena. Estaba follándome de puta madre, dándome caña de la buena, ¿sabes? Estaba disfrutando con él – expliqué – Y de pronto, empieza con sensiblerías de hace 25 años. Que si yo era diferente, que si valgo para más, que si quería salir conmigo y alejarme de esto, … Bueno, ya sabes … las chorradas que nos sueltan los clientes a las putas cuando se encoñan con nosotras.

- ¡Joderrrrr! – exclamó Susi – La mayoría de los hombres son subnormales. Si no fuera porque no pudo vivir sin pollas, me haría lesbiana – añadió nuevamente en tono de broma.

- ¡Jajaja! – reí - Llevas razón. Al final, me lo he follado y el tío … queriendo comportarse como un caballero conmigo, ¿sabes? Acompañándome al andén para despedirse … tirándome piropos …

- Lo mismo hasta te ha dado la mano para ir agarrados paseando … - insinuó Susi sarcásticamente.

- Pues yo creo que quería, la verdad – reconocí recordando el episodio del andén del metro y la despedida – Me ha dado pena. Me he sentido mal y todo.

- ¿Por qué?

- Joder, Susi … porque me ha soltado que sufrió mucho por mí, que se ponía celoso cuando sabía que estaba con otros, …

- ¿Y qué se piensa este tío que es una puta?

- Pues eso le he dicho: que si quiere follar conmigo, siempre que quiera. Con la pasta por delante, claro está. Pero mamonadas de novios enamorados y todas esas gilipolleces … ¡que se olvide!

- ¡Claro, hostias! – exclamó dándome la razón - Es lo que hay.

- Al final, le he dado mi móvil para que me llame – concluí – Y hace un momento, ¡no veas la que me ha podido caer!

- ¡Ah! ¿Que no acaba ahí? – exclamó sorprendida.

- No, tía. He estado en el Corte Inglés de Castellana – expliqué – No me ha ido mal. Me he follado a 7 tíos: seis dependientes y un cliente. Pero me ha pillado una supervisora, me ha encerrado en un probador y me ha amenazado. ¡No veas qué giganta! Metro ochenta por lo menos. Creí que me pegaba una paliza.

- ¡Joooooder, Carol! Es que lías unas …

- Pues me he librado de milagro, tía. Por lo visto, uno de los empleados que me he follado era su marido y se ha enterado porque tienen un grupo de wassap y estaban comentando entre ellos que estaban follando conmigo … y la tipa esta le ha cogido el móvil al marido y se ha puesto a mirar las cámaras de seguridad – expliqué – Y me ha jodido porque había dependientes haciendo cola para echarme un polvo … y lo ha frenado todo. De no ser por esto, yo creo que ya habría alcanzado las 25 pollas.

- ¡Vaya contratiempo! ¿Dónde estás ahora?

- Acabo de llegar al hotel – dije entrando en el vestíbulo - Son las tres y cuarto … y a las cinco tengo a Julián. Voy a ver si como algo y, de paso, sumo alguna polla para acercarme al récord. A ver si pillo algo en el hotel …

- Pero si vas sobrada. Te queda mucho tiempo – comentó.

- No creas, cariño – respondí – si no tuviera reservado de 5 a 8 con Julián … Es que son tres horas las que “pierdo”. Y ya sabes que este es de los que aprovecha bien las tres horas – expliqué – Se toma una copa, me cuenta su reunión del trabajo, su situación en casa, … para cuando nos pongamos a follar, se nos ha pasado hora y media.

- ¡Cómo me joden esos clientes! – exclamó - ¡Qué nos importará su puta vida! – añadió.

- Ya, Susi … pero nos pagan también para eso, no sólo para follar.

- Lo sé, Carol … pero prefiero a los que van al grano – concluyó.

- Y tú, nena … ¿cómo tienes la noche?

- Pues no tengo nada – dijo con un poso de tristeza – Nati no me ha mandado clientes y no tengo citas concertadas. Si no me sale nada de aquí a las ocho, saldré a hacer la calle un rato. Por Coslada, que hay mucho putero por la zona que ya me conoce y va buscándome – explicó.

- Podrías echarme una mano, Susi – se me ocurrió – Seguro que tienes clientes que si les das un toque ofreciendo una rebajilla de precios, y con el aliciente de que yo también les atienda … no sé, si consigues reunir a unos cuantos, más algunos que pueda yo llamar – expliqué – Yo creo que Pepe, Antonio … el calvito, Andrés … el que tiene una papelería, … y … no sé … de los habituales míos, seguro que varios se apuntarían.

- Puedo hacer unas llamadas – dijo.

- Sería a partir de las ocho, que antes no voy a poder.

- ¿Aquí en casa?

- Sí, mejor que en el piso. Allí estaremos más amplios – expliqué – Ponemos unas escenas mías en la tele y servimos unas copas. Hoy hay que ponérselo fácil.

- ¿Y de pasta?

- Pide 50 por cabeza – dije – Menos no debemos bajar. Ponemos la casa, ponemos bebida y ponemos las putas – dije – Si entre las dos conseguimos a ocho o diez, nos sacamos 400 o 500 pavos. Tampoco está mal, ¿no?

- Vale, Carol. Hago unas llamadas a ver qué consigo y te cuento.

- Gracias, cariño. ¡Besitos! – concluí antes de colgar.

Ya en mi habitación, lo primero era pedir algo de comer, con cargo a la habitación que pagaba Julián. Llamé para pedir un sándwich vegetal y una Coca-Cola. Me pegué una ducha rápida, mientras esperaba al servicio de habitaciones y, me tumbé sobre la cama para relajarme un instante, envuelta en la toalla de baño. Ojeé mi lista de contactos. Marqué el número de Pepe, un cliente de toda la vida de mi madre y, después, mío. Llevaba meses sin aparecer por casa. Su sobrino, Toni, también había sido un habitual (ver la serie “Así comencé en el porno”); pero cuando se casó ya no vino más.

- ¡Pepe! ¿Cómo estás

- ¡Hola, Carol! – exclamó. Tenía mi número grabado en su agenda - ¡Cuánto tiempo!

- ¡Eso digo yo! – dije con aire de reproche, ya que hacía meses que no aparecía por casa – Ya no vienes a verme. ¿Es que ya no te gusto?

- No, preciosa …. nada de eso – se apresuró a decir – Es que desde que me he jubilado … ando corto de pasta. Ya no cobro comisiones, como cuando trabajaba – explicó – Y ahora mismo, 150 pavos … es mucho dinero para mí. Pero me hago pajas pensando en ti y en Susi todos los días. Tengo que ahorrar para haceros una visita, que tengo unas ganas de vosotras …

- Pues lo que te voy a proponer, creo que puede interesarte – le dije, pensando que era una suerte que me estuviera dando una razón económica a su continuada ausencia – Susi y yo estamos preparando una fiesta esta noche para nuestros clientes más fieles. Y he pensando en ti enseguida. Va a ser a partir de las 8 – expliqué – Las dos juntas, Pepe. Y creo que sabes de sobra lo que es follar con las dos a la vez … - le insinué a sabiendas de que, sobre todo desde la marcha de mi madre, habíamos hecho unos cuantos tríos con él – Pepe, es un dos por uno … ¡a 50 Euros! – exclamé remarcando el precio - ¿Qué te parece?

- Joderrrr, Carol … que tengo unas ganas tremendas. ¡Me apunto!

- ¡Perfecto! Vente a las ocho. Eso sí, sólo media hora. ¿Vale? Porque vamos a tener muchos compromisos – expliqué – Pero Pepe … yo creo que tú en media hora nos puedes follar de puta madre a las dos, ¿no? – le dije en tono vicioso.

- Sí, sí, sí … ¡Allí estaré! – añadió emocionado.

- Ok, campeón – concluí – Te esperamos.

Hice lo propio con otros tres clientes habituales que llevaban sin ir por casa algún tiempo (Antonio, Andrés y Damián), haciéndoles el mismo ofrecimiento. Todos aceptaron, citándoles a las 9, 10 y 11 de la noche. Si Susi había hecho lo mismo con otros tantos, podríamos intercalarlos en esas franjas horarias, sin problemas para poderlos atender individuamente de media en media hora.

Sonó el timbre de la habitación y me levanté para abrir. Era el servicio de habitaciones con mi comida. Las 15:41. Pasó un chico joven, de apenas veinte años. Al verlo, y teniendo en cuenta la carrera contra reloj que había emprendido para superar mi récord, es evidente que lo primero que pensé fue en aprovechar la ocasión para añadir rápidamente una polla más a la suma total. No me hizo falta mucho esfuerzo para conseguirlo. Una vez que entró en la habitación, con la bandeja, cerré la puerta y dejé caer la toalla de baño que me cubría, quedando totalmente desnuda. El chico, que todavía no me había visto, ya que yo estaba a su espalda, dejó la bandeja sobre la mesa y se giró. Al verme, se quedó visiblemente sorprendido.

- ¿Quieres tu propina? – pregunté con gesto pícaro. El chico se quedó paralizado, sin decir palabra. Me acerqué a él y le acaricié el paquete por encima del pantalón negro del uniforme. Estaba empalmado. Aproveché para arrimarle las tetas al pecho - ¡Cómemelas! – le pedí, empujando su cabeza hacia ellas con mi mano en su nuca.

- ¡Arhhhhggggg! – exclamó al meter su cara en mi canalillo. Acto seguido, me lamió los pezones, mientras me sobaba las tetas con energía. Deslizó una de sus manos hacia mi trasero y lo apretó con fuerza. Dejé que me magreara y me comiera las tetas a su antojo durante un par de minutos, al tiempo que le desabrochaba la bragueta y metía mi mano bajo sus calzoncillos para comenzar a menarle la polla.

- ¡Uhmmmm! Estoy deseando que me metas esta polla dentro – le susurré al oído, apretando su dura tranca entre mis dedos. El chico reaccionó de inmediato, empujándome sobre la cama. Quería follarme ya – Espera, campeón – le dije – Deja que te la chupe antes.

- ¡No puedo, señorita! – me dijo educadamente, a pesar de su evidente excitación – No tengo tiempo. Hay más pedidos en el carro que tengo en el pasillo. La comida se enfriará y perderé mi trabajo - me explicó, con tratamiento de usted – Me encantaría que me la chupase y follarla después, pero no tengo tiempo. No quiero ser descortés con usted, pero … por favor, deje que me vaya – me dijo casi suplicándome. Me abrí de piernas sobre la cama. No iba a permitir que se marchase sin follarme.

- Un par de minutitos sí tendrás para echarme un polvo rápido … - le insinué, abriéndome de piernas sobre la cama e invitándole con un gesto a que me la metiese - ¡Venga, fóllame! – le animé para que no perdiese más tiempo. El chico se echó sobre mí y me la metió en el coño de un golpe seco, hasta los cojones. Y comenzó el mete-saca.

- Viene usted todos los Jueves, ¿verdad? – me preguntó, entre gemidos de placer.

- Así es – asentí.

- La he visto muchas veces – comentó – Siempre he querido hacer esto. Es usted guapísima.

- Gracias, nene – respondí halagada – Pero ahora déjate de cháchara y céntrate en correrte, ¿vale? No quiero que pierdas tu trabajo por echarme un polvo.

- ¡Ufff, uffff, ufff! – gimió – Tiene usted razón – añadió empujando con fuerza dentro de mí y exprimiendo mis tetas con sus manos. Le ayudé moviendo acompasadamente las caderas para acelerar su orgasmo - ¡Ya, ya! – exclamó explotando dentro de mi.

- Tenías ganas, nene – le dije al ver lo rápido que se había corrido. Miré el reloj de la mesilla. Las 15:45. En 4 minutos había sumado una polla más a mi intento de récord – Venga, no pierdas tiempo … que tienes que seguir currando – le dije empujándole para que me la sacase del coño. Apresuradamente, se la metió en los pantalones, con la respiración entrecortada.

- ¡Muchas gracias, señorita! – dijo con educación, sonriente y complacido – Ha sido un placer. Cuando quiera darme más propinas como esta … - bromeó acercándose a la puerta.

- ¡Toc, toc, toc! – unos nudillos golpeado la puerta desde el pasillo interrumpieron el comentario del chico - ¿Hay algún problema? – preguntó una voz seria. El chico se quedó paralizado.

- Es mi jefe – me susurró, con gesto de miedo.

- ¡Tranquilo! – le dije poniéndome en pié y envolviéndome nuevamente en la toalla de baño – Yo me encargo – le tranquilicé. Abrí la puerta - ¡Muchas gracias por tu ayuda! – dije en voz alta, disimulando – Es que soy muy torpe con estas cosas – añadí subiendo el volumen de mi voz para que su jefe me oyese. El chico salió cruzándose con él, un tipo trajeado de mediana edad, que le miró inquisitivamente, mientras tomaba el carro con el resto de pedido y reanudaba su trabajo.

- ¿Algún problema señorita? – repitió.

- Sí, en realidad … sí … - dije titubeante para ganar tiempo de inventar algo con que justificar la presencia del chico en mi habitación durante tanto tiempo – Verás … Ernesto … – dije al fijarme en la placa que con su nombre coronaba la solapa de su traje azul marino - … no me funciona la televisión y aprovechando que me han traído la comida, le he pedido a este chico tan amable que me echara una mano – mentí – Ha sido muy educado.

- ¿Y se ha solucionado el problema con la televisión? – preguntó.

- No, en realidad no – dije con gesto decepcionado – Al pobre casi no le ha dado tiempo ni a probar los canales porque estaba preocupado por los demás encargos de comida. Espero que no se haya metido en un lío por mi culpa – añadí.

- No se preocupe por eso – dijo con seguridad – Quizás yo pueda ayudarla …

- ¡Sí! Pase – respondí rápidamente, invitándole a entrar, mientras sentía como el esperma que el chico me había metido en el coño, me resbalaba entre los muslos. El tipo pasó y se dirigió hacia la televisión, tomando el mando a distancia – Si me disculpa un momento – le dije – voy al baño y vuelvo en seguida – me excusé. Era otra oportunidad de acercarme al récord que no estaba dispuesta a desperdiciar. Me lavé el coño en el bidé y me envolví nuevamente con la toalla de baño mientras ideaba cómo iba a seducir a Ernesto.

- Parece que la televisión funciona bien – dijo con el mando a distancia en la mano pasando los canales

- Pues hace un momento no se veía – dije acercándome a él.

- Habrá sido un error de conexión – explicó – A veces pasa. ¿Quiere que le deje algún canal? – me preguntó con diligencia y educación.

- ¿Hay porno? – pregunté con descaro.

- Eh … esto … - titubeó por lo inesperado de la pregunta – Hay un canal de pago con películas x, pero hay que contratarlo en recepción. Puedo llamar desde aquí y contratarlo.

- Sí, por favor – dije sabiendo que a Julián no le importaría que el cargo de la habitación subiera unos Euros – Es que va llegar un amigo mío y le gusta verme en acción mientras … ya sabe usted … mientras lo hacemos … - insinué mordiéndome el labio inferior con gesto lascivo.

- ¿Cómo? – preguntó extrañado – No entiendo … - añadió confuso mientras se dirigía al teléfono que había sobre la mesilla.

- Sí, es que yo hacía películas de esas – dije.

- ¿En serio? – dijo confuso – Nunca lo hubiese imaginado – añadió cogiendo el auricular y mirándome de arriba a abajo.

- ¿Ah, no? – exclamé, haciéndome la ofendida - ¿No le parezco suficientemente guapa como para ser actriz?

- No … digo … ¡sí! – respondió confundido, queriendo enmendar el error – No quería decir eso, sino que … no pensaba que usted hiciese ese tipo de películas …

- Bueno, ya no. Me retiré hace años. Ahora sólo soy puta – concluí con desvergüenza. El tipo tragó saliva, visiblemente excitado, haciendo un esfuerzo por comportarse con profesionalidad pese a mis continuas provocaciones.

- ¿Lo contrata, entonces? – preguntó. Asentí. Dio una serie de instrucciones por el teléfono y, tapando el auricular, volvió a dirigirse a mí – Señorita, hay varios canales: hetero, gay, lésbico, …

- Hetero – respondí, sentándome sobre la cama, frente a la televisión colgada de la pared. Me crucé de piernas, abriendo ligeramente la toalla de baño, para mostrarle mis torneados muslos.

- Pues ya lo tiene contratado – añadió, colgando el teléfono – Si no desea nada más … - insinuó, tratando de marcharse.

- Podría sintonizarlo por mí – pedí con gesto de niña tonta – Soy tan torpe para estas cosas …

- Sí, claro … como desee – respondió en tono servicial, cogiendo nuevamente el mando a distancia.

- Ay, me llaman – exclamé al ver en la pantalla de mi móvil que se trataba de Susi. Esperaba esa llamada para ver si mi amiga había conseguido algún cliente para aquella noche en busca de superar las 25 pollas en un solo día y necesitaba saber cuanto antes el plan para la noche – Es importante, Ernesto – me excusé - ¿Le importa que conteste?

- No … no … - respondió visiblemente avergonzado por la situación.

- Deje alguna película puesta – le ordene, tapando el auricular – Me relaja ver porno mientras espero a mi cita – le explique, retomando la conversación telefónica con Susi – Dime, cariño.

- Carol, buenas noticias – me dijo – He conseguido unos cuantos clientes para esta noche.

- ¿Cuántos en total?

- No lo sé seguro. He ofrecido la fiesta a un montón, a más de diez. Cuatro ya me han dicho que sí, que estarán en casa entre las 8 y las once de la noche. A 50 pavos por cabeza – me explicó – El resto aún no me han dicho nada, pero seguro que alguno más se apunta. ¿Te valdría con eso para superar el récord?

- A ver … - dije pensativa - … llevo 21 y he conseguido a tres más para ir luego a casa, más los cuatro tuyos y Julián, que llegará aquí en un rato … ¡29! – exclamé al llegar al resultado final que superaba los 25 – Si luego alguno más de los tuyos se apunta, superaría la treintena.

- Entonces, ¿te espero sobre las ocho?

- Voy a intentar despachar pronto a Julián, a ver si puedo llegar a casa sobre esa hora – concluí, viendo de reojo cómo Ernesto me hacía un gesto con la cabeza para salir de la habitación, una vez que había dejado sintonizado el canal porno que le había solicitado. Le hice un gesto con la mano para que esperase un momento – Enseguida termino, espera un segundo – añadí tapando el auricular – Susi, nos vemos dentro de un rato. Tenlo todo preparado para cuando llegue, ¿vale?

- Así lo haré, cariño – respondió Susi con dulzura antes de colgar.

- ¡Muchas gracias, Ernesto! – exclamé poniéndome en pié y acercándome a él. Estaba claro que no iba a salir de allí sin meterme su polla en alguno de mis agujeros - ¿Qué película es esta? – le pregunté viendo cómo en pantalla una escultural actriz morena le chupaba la polla a un musculoso actor.

- No sé … - dijo avergonzado - … si quiere información sobre la película, pulse esta tecla del mando y en pantalla sale el título, el año de producción, el nombre de los protagonistas, …

- ¿Usted cree que chupa bien? – le interrumpí, mirando la mamada que salía en pantalla.

- ¿Eh … cómo … qué? – preguntó nervioso.

- Que si usted cree que esa actriz está haciendo una buena mamada … - le repetí.

- Eh … pues … - titubeó mirando la escena durante unos segundos – Eeeeh …. no sé … estooo … - tartamudeó – Sí, creo que sí.

- Yo chupo mejor – dije con seguridad. Se hizo el silencio durante unos segundos. Silencio incómodo para él, provocador para mí. El tipo miraba la pantalla, como si supiera que en cuanto me mirase, le lanzaría algún nuevo comentario insinuante – Ernesto, ¿no me cree?

- ¿Eh? ¿Qué?

- ¿Que si no cree que yo chupo pollas mejor que esa actriz?

- No … nnnno … no lo sé – acertó a decir.

- Ernesto – le dije para que me mirase. Finalmente, me miró a los ojos – Ernesto – repetí, sospechando que le ponía cachondo que dijese su nombre – yo chupo pollas mejor que esa y quiero demostrárselo. ¿Puedo?

- Ssssí – tartamudeó.

Me coloqué en cuclillas frente a él y le desabroché el cinturón del traje y la bragueta. Lo hice lentamente, para que se empalmase solo con notar el contacto de mis manos sobre él. Le bajé los calzoncillos y ante mí se apareció una polla pequeña, ya medio empalmada, pero que no superaba los catorce o quince centímetros. Miré el reloj de la mesilla antes de comenzar a chuparla, para contabilizar con exactitud el tiempo del servicio. Las 16:05.

- Lo que le decía, Ernesto, es que mi estilo a la hora de chupar pollas es distinto a la de la actriz de la pantalla. Ella chupa con suavidad, centrándose en lamer el glande; y yo, en cambio, prefiero engullirla hasta la garganta y sentir cómo la polla se empalma por completo entre mis labios – le expliqué – ¡Así! – le dije antes de hacer justo lo que le había explicado. Me metí su polla en la boca de un golpe seco, de forma que su capullo forzase mi garganta, mis labios topasen con sus peludos cojones y mi nariz tocase en su pubis.

- ¡Ohhhh! – exclamó a sentir su polla incrustada en mi garganta. Aguanté la respiración durante medio minuto para asegurarme que cuando la polla saliese de mi boca estuviese totalmente empalmada y lubricada con mi saliva.

- ¡Arrrrrg! – exclamé al extraer su rabo de mi boca. A continuación, se la mamé con energía, tratando de que cada acometida en mi boca lograse que su capullo tocara en mi garganta. Ritmo ágil y vigoroso, para generar en aquel tipo el deseo innato en los hombres de empujar. Después de un par de minutos, me la saqué de la boca – Entonces, Ernesto, ¿cuál es tu veredicto?

- ¡Usted! – exclamó – Usted chupa mejor.

- ¿Le apetecería follarme, Ernesto? – le sugerí con gesto vicioso – Estoy convencida de que también follo mejor que ella – le dije, mirando a la televisión, donde podía verse cómo la escena ya había cambiado y el actor se follaba a la morena a cuatro patas.

- Sí, yo también lo creo – dijo muy excitado.

- Pero … Ernesto … no olvide lo que soy – le advertí – No puedo ir por ahí regalando mis servicios, aunque me apetezca mucho que me folle.

- Ya, ya … lo entiendo – dijo apresuradamente, como si estuviera desesperado por follarme - ¿Cuánto?

- Bueno … teniendo en cuenta lo amable que ha sido usted … y lo mucho que me gusta su polla – mentí – creo que 100 Euros es un precio muy razonable – dije pensando en que Ernesto me pagase también el polvo del botones.

- Vale, vale … - dijo sacando la cartera del bolsillo de la chaqueta - ¡Vaya! – exclamó contrariado, mientras le acariciaba la polla para que no perdiese vigor.

- ¿Qué pasa?

- No llevo tanto.

- ¿Cuánto tienes?

- 50 … 70 … ¡80! – exclamó al contar los billetes; uno de 50, uno de 20 y uno de 10.

- ¡Trae! – le ordené, prácticamente arrebatándole el dinero de las manos – Ha tenido suerte; hoy estoy de rebajas – le dije, con una sonrisa pícara.

Dejé el dinero en la mesilla, me quité la toalla de baño en la que seguía envuelta y me abrí de piernas sobre la cama, ofreciéndole mi coño. Sin dilaciones, me la enchufó y comenzó el mete-saca, al tiempo que me sobaba las tetas. Ernesto jadeaba con cada empujón en mi interior, comenzando a sudar casi de inmediato. Mientras me follaba pensé en lo que me quedaba por delante: Julián llegaría en breve y con él sumaría 23 pollas, a dos de igualar mi récord; después, en casa, entre Susi y yo habíamos conseguido 7 más. “Mal se me tiene que dar para no llegar a la treintena”, pensé.

- ¡Uff, ufff, ufff! – gemía Ernesto.

- Avisa cuando vayas a correrte – le dije.

- Estoy casi.

- ¿Dónde quieres correrte? – le pregunté – Elige, que para eso pagas. ¿En la boca, en las tetas, dentro de mi coño?

- Ayy, ufff, ahh, …. en … en … en tus tetas, por favor – balbució a punto de correrse.

- ¡Eso está hecho! – exclamé complaciente. Empujé a Ernesto fuera de mi chocho y me senté sobre la cama. Cogí su polla, chorreante por mis propios flujos vaginales, y me la llevé al canalillo, entre mis tetas. Aprisioné su rabo entre ellas y se lo pajeé, al tiempo que él empujaba para que se deslizase por mi canalillo. La polla, como he dicho antes, era pequeña, y el tamaño de mis tetas siliconeadas era suficiente como para que su rabo desapareciese entre ellas. No hizo falta mucho más y Ernesto estalló con su polla entre mi tetas, regándome con su lefa en varias ráfagas que se dispersaron por mis pechos, mi cuello y hasta mi barbilla – Ernesto, tenía usted mucha leche ahí guardada para mí – le dije con picardía guiñándole un ojo, mientras restregaba su capullo contra mis pezones.

- Tengo que irme ya, señorita – se excusó mirando el reloj sobre la mesilla (las 16:14) y subiéndose los pantalones apresuradamente. – Ha sido un placer, pero le pido que no comente esto con nadie. No debería hacer este tipo de cosas con una cliente del hotel en mi horario de trabajo.

- Eso dependerá de cómo trate al botones que me ha follado justo antes que usted – le dije sonriente.

- ¿Cómo? – preguntó extrañado.

- Lo que quiero decir, Ernesto – le dije lentamente, mientras me ponía en pié y me acercaba a su rostro, para acariciarle la mejilla con mis largas uñas – es que trates bien a ese botones de antes, que no tenga consecuencias en su trabajo. Me lo he follado. Sí, lo reconozco. Como te he follado a ti, Ernesto – le dije muy seria mirándole a los ojos y dejando de lado por primera vez el tratamiento de usted – Todos quieren follarme. Y no sería justo que tú puedas hacerlo y él no. ¿No crees?

- Sí, sí … lo entiendo – asintió bajando la mirada.

- Si lo despides o lo tratas mal por esto, me voy a enterar … y entonces tendré que presentar una queja sobre tu comportamiento. Ya sabes, ¿no?

- Tranquila, que eso no va a ocurrir. Se lo aseguro – dijo entendiendo que arremeter contra el botones sólo podría traerle problemas. A continuación, salió de la habitación.

Me quedé sentada sobre la cama un momento, reflexionando sobre lo que acaba de ocurrir. “Joder, ¿qué cojones me importa a mí el botones, si le echan la bronca o si lo despiden?”, me pregunté a mi misma al chantajear al encargado para que no metiera en problemas al chaval. “Además de una puta ninfómana, soy buena persona”, concluí para mis adentros, feliz por haber sumado dos pollas más a mi intento de récord y, de paso, haber defendido a un pobre botones. Tomé mi móvil y apunté las dos nuevas pollas que sumar:

21º.- 15:42-15:45. Habitación “Hollyday Inn” de la calle Orense con un botones. Follada por el coño con corrida dentro. No me he corrido.”

22º.- 16:05-16:14. Habitación “Hollyday Inn” de la calle Orense con un encargado del hotel. Mamada, follada por el coño y cubana con corrida sobre mis tetas. 80 Euros. No me he corrido.”

Mis encuentros de todos los Jueves con Julián eran muy especiales. El tipo estaba forrado de pasta, como ya os he dicho, y se encaprichó de mí meses atrás cuando folló conmigo en una fiesta organizada por su empresa y en la que participamos varias putas enviadas por la agencia de Nati. El precio era irrechazable: 150 Euros por hora, lo que suponía 450 Euros por cada encuentro, ya que estipulamos que la duración de los mismos sería de tres horas.

Julián no sólo quería echar un polvo, por eso me contrataba por tres horas. Le gustaba charlar conmigo, contarme sus cosas del trabajo y sus problemas con su esposa. Eso sí, esas charlas siempre eran tumbados en la cama, él tomando una copa y yo meneándole la polla. Le encantaba que se la menease. Decía que yo era la única mujer en su vida que había conseguido mantenerle empalmado durante tanto tiempo sin necesidad de chupársela o follar, sólo acariciándole con mis manos. En ocasiones, por increíble que parezca, podía estar hablando conmigo durante casi una hora y totalmente empalmado ese tiempo. Decía que le encantaba esa sensación de mantener la erección, que eso le hacía sentirse poderoso y viril. Después, siempre follábamos. Y lo hacía bien, pese a no estar especialmente bien dotado. Solía correrme con él porque era todo un maestro comiendo coños. Siempre presumía de ello. Decía que prefería comerse un buen coño a que le hicieran una mamada. A veces, me pedía que me sentase sobre su cara y que le dejase hacer. Sin prisas, me lamía el ojete y me lo follaba con su lengua, haciendo lo propio con mi coño. Más de una vez ha conseguido que me corriese, algo que muy pocos hombres han conseguido sólo chupándome.

Me tomé el sándwich vegetal y la Coca-Cola; y me prepare para recibirle. Le gustaba que lo hiciese con prendas sensuales, generalmente cuero o látex. Para la ocasión elegí un pantalón muy corto y ajustado de cuero, con una cremallera metálica que permitía acceder a mi entrepierna sin tener que quitarme el pantaloncito; un sujetador de encaje y unas plataformas negras de 15 centímetros. Lo de los zapatos era una de sus exigencias. ¡Siempre puestos! Le daba igual si eran botas altas, plataformas, el color y el estilo, más formales o desenfadados; mientras tuvieran tacón alto y no me los quitase en ningún momento.

Aquel día llegó puntual y me pagó por adelantado los 450 Euros estipulados. Antes de que le comentase que debía irme antes (había quedado con Susi en casa a las ocho), tuve la suerte de que él tenía un compromiso de trabajo y sólo podía estar conmigo hasta las siete; pero me pagó igualmente los 450 Euros, lo cual agradecí doblemente porque ya no tenía que excusarme y, de paso, cobraba mi tarifa completa. Obviamente, desconocía mis prisas por terminar cuanto antes para preparar la fiesta de mi casa.

Julián no formaba parte de mi intento de récord y, además, es un cliente habitual y especial al que deseo conservar por mucho tiempo, así que no contaré demasiados detalles de mi encuentro con él. Las circunstancias habían querido que el día en que intenté batir mi propio record de pollas en un solo día coincidiese con uno de nuestros encuentros, así que no podía obviar que Julián sumaba otra polla más. El servicio fue más o menos como siempre, pero como había menos tiempo del habitual, fuimos más directos al grano. Se sirvió una copa y se tumbó en la cama mientras yo comencé a meneársela. Charlamos un rato de sus cosas sin dejar de pajearle, como a él le gusta. Otra de sus exigencias era que podía besarme en la boca siempre que quisiese. De hecho, más que besarme, me metía la lengua hasta la garganta para morrearnos fundiendo nuestras lenguas. Durante la charla, esta vez de unos veinte minutos, nos besamos apasionadamente varias veces. Después, hicimos un 69. Casi otros 20 minutos que, al final, me llevaron al orgasmo. Me corrí con su lengua follándome el coño, mientras me metía un par de dedos en el culo. Después me folló. A cuatro patas, primero. Yo sobre él, después. Ahí fue cuando se corrió, echándome su cálido y pastoso semen dentro de mi mojado chumino. Y se marchó, a las siete en punto, emplazándome para el siguiente Jueves a la misma hora y en el mismo sitio. Clientes así escasean.

Antes de marcharme del hotel, pedí un taxi a través del teléfono de recepción. Me duché, me cambié y anoté en mi móvil lo siguiente:

23º: 17:00-19:00. Habitación “Hollyday Inn” de la calle Orense con un cliente habitual. Sesenta y nueve, follada por el coño en varias posturas y corrida dentro de mi coño. 450 Euros. Me he corrido mientras me comía el coño.”

Casi de inmediato, me avisaron desde recepción: mi taxi había llegado. Bajé apresuradamente en los ascensores, salí a la plaza de Carlos Trías Beltrán, donde está ubicado el hotel, y me subí a mi taxi. Eran ya las siete y veinte, y los clientes comenzarían a llegar a partir de las ocho de la tarde. Tenía cuarenta minutos para llegar a casa y planear un poco cómo íbamos a organizar la “fiestecita” ente Susi y yo. Al menos siete clientes más me aguardaban junto a la estimulante presencia de mi amada Susi. El taxi inició la marcha y, de pronto, me sentí muy cansada. Apenas si había dormido unas horas y me había follado a 23 hombres en las últimas 19 horas. “Tres pollas más y batiré mi récord”, pensé mientras miraba por la ventanilla los coches que circulaban por el Paseo de la Castellana y, casi sin darme cuenta, me quedé dormida.

Continuará …

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