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Buscando mi récord en un día (pollas 24 a 28).

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BUSCANDO MI RÉCORD DE POLLAS EN UN DÍA (POLLAS 24 A 28).

 

 

  • Te dije que te gustaría, Carol – me susurró alguien, al tiempo que me colocaba un mechón de peló por detrás de la oreja – Ahora estás completa. Ya eres una auténtica puta.

       Una sensación maravillosa me recorrió el cuerpo. Alguien o algo a mis espaldas eran quien lo provocada, pero no podía verlo. Era algo único, especial; algo tan guarro te depravado que me hacía sentir más guarra que nunca. Pero también completa. Quise hablar. Preguntar qué me estaban haciendo, qué era lo que me daba tanto placer; pero no podía. Era incapaz. Sentí cómo me temblaban las piernas y cómo algo me dilataba el culo como nunca antes lo había hecho. El rostro desdibujado que me susurraba por fin fue cobrando forma. Era Alicia. Mi hermana sonreía, con gesto orgulloso al verme disfrutar tanto. 

  • ¿Qué … qué … qué? – logré balbucir a duras penas. 

  • Por fin tienes dos pollas en el culo – concluyó mi hermana, sonriente.

       De pronto, un pequeño bache en la calzada, me arrancó de aquel maravilloso, pero también inquietante, sueño. Tardé nos segundos en ubicarme. Estaba en el taxi que me llevaba a casa desde el Hotel Holliday Inn para continuar con mi intento de superar los 25 polvos que había echado en un solo día cuando aún era una cría de 16 añitos y que, pese a mi dilatada carrera en el porno y en la prostitución, nunca había conseguido ni  tan siquiera igualar. Ya llevaba 23 y Susi me ayudaría  a conseguir superar mi récord personal. Aún transitábamos por la M-30, por lo que apenas si había estado dormida unos minutos. Traté de analizar el sueño pensando en si lo de meterme dos pollas a la vez en el culo o en el coño se había convertido en algún tipo de obsesión. Mi madre siempre me aconsejó que no lo hiciera, desde la experiencia de haberlo practicado muchas veces. No porque no fuera placentero, sino porque decía que con tanta dilatación cabía la posibilidad de perder algo de sensibilidad cuando me follase un tipo con una polla no muy gorda. Mi hermana nunca hizo caso y lo había practicado decenas de veces. Rara era la escena de sus películas en la que ella, o mi sobrina Bárbara, no se calzaban dos pollas en cada agujero. Incluso tres. No pude dedicar más tiempo a analizar aquel perturbador sueño porque la alarma de notificaciones de wassap sonó insistentemente en mi móvil. 

  • Carol, ya tengo aquí a tres. Se han adelantado. ¿Te falta mucho? – preguntó Susi.

  • Tardaré diez minutos, más o menos – escribí.

  • ¿Qué hago? – escribió Susi.

  • Entretenlos como puedas. Ah, y hazme un favor: prepárame algo de ropa para cambiarme cuando llegue.

  • Ok. No tardes – concluyó Susi.

       Gracias al poco tráfico que había, llegué a casa a las ocho menos diez. “El tiempo justo para cambiarme de ropa y empezar con el trajín. Llevo 23. Los tres que ya están en casa, suman 26. Si vienen los cuatro que he citado, serían 30”, pensé mientras me bajaba del taxi y abonaba 12,50 Euros que había costado la carrera. “Porque voy justa de tiempo”, pensé mirando al taxista, un tipo de mediana edad que no me había quitado ojo durante todo el trayecto a través del espejo retrovisor interior; “si no, me lo follaba y entraba en casa a una polla del récord”.  Pero no había tiempo y, en cualquier caso, no parecía que el récord corriese peligro. Sólo faltaba ver dónde ponía el listón … y disfrutar a tope en las cuatro horas que aún me quedaban de día para lograrlo.

       Entré en casa y avancé por el vestíbulo hasta la puerta del salón, cuyas dos hojas se encontraban abiertas. Tres tipos, cuyas caras no me eran reconocibles (lo que no significa que no me hubieran metidos sus pollas antes en alguno –o en todos- mis agujeros) estaban sentados en el sofá, con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos. Susi, de rodillas, chupaba una polla mientras meneaba las otras dos. Ella no me oyó entrar y no podía verme porque estaba de espaldas a la puerta. Llevaba un bikini plateado, cuya mínima parte inferior desaparecía entre sus redondas y potentes nalgas.

  • ¡Hola, Carolina! – exclamó uno de los tipos al verme en la puerta; lo que significaba, como sospechaba, que me conocía de antes y, por tanto, ya me lo había follado. Todos me miraron y Susi se giró.

  • ¡Por fin llegas, Carol! – dijo Susi - Se puso en pie y se acercó a mi, mientras yo hacía un gesto con la mano para saludar a los tres tipos que, inevitablemente, momentos después me follarían – No sabía cómo entretenerlos  … y …. bueno … pensé que con unas mamaditas los pondría a tono para cuando tú llegases – se excusó, con gesto infantil.

  • Has hecho bien, preciosa – dije sonriendo ante su comentario y besándola en la boca - ¿Me has preparado eso?

  • Sí. En tu habitación tienes un par de conjuntos para que elijas – respondió sumisamente.

  • ¡Eres la mejor, cabrona! – exclamé – Subo a cambiarme y bajo en un momento – susurré - ¡Chicos! – exclamé - ¿Habéis visto qué par de melones tiene Susi?

  • ¡Síiiii! – gritaron al unísono, mientras se meneaban la polla.

  • ¿Por qué no les haces unas cubanas como tú sabes, mientras me cambio? – sugerí, arrancando la parte superior de su bikini y dejando que sus tetazas aparecieran en todo su esplendor. Las sobé y las estrujé con fuerza durante unos segundos para, a continuación, dar un lametazo a sus pezones. Los tres clientes contemplaban absortos la escenita - ¡Venga, nena …  ponme a estos tres a tope para follármelos en cuanto regrese! – ordené - ¡Vengo en seguida, chicos! – les grité enfilando las escaleras que conducían a la planta de arriba, donde se encontraba mi habitación - ¡No os corráis, que me tenéis que follar! – concluí, mientras subía las escaleras.

       Apenas había subido un par de peldaños, cuando sonó el timbre.

  • ¡Abro yo, Susi! – grité – Tú sigue a lo tuyo – Antes de abrir, cerré la doble puerta del salón - ¡Pepe! – exclamé al ver el rostro de aquel cliente habitual de mi madre primero, y de Susi y mío después. Le di dos besos en la mejilla y le invité a pasar – Las ocho, ¡qué puntual!

  • No podía esperar, Carol – dijo Pepe con gesto de evidente excitación.

  • Tengo que cambiarme, Pepe; pero en seguida estoy contigo – le expliqué – Puedes esperar aquí en el vestíbulo o … si quieres … Susi está atendiendo a unos clientes – le sugerí. Me miró expectante – Ya sabes … unas mamadas, unas cubanas … para prepararlos y luego follar. Si te apetece …

  • ¡Sí! – exclamó sin dudarlo.

  • ¡Toc, toc! – toqué con los nudillos en la puerta del comedor, justo antes de entrar. Susi ya tenía entre sus melones la polla de uno de ellos, mientras chupaba otra y meneaba la tercera - ¡Ahí la tienes, Pepe! ¡Bájate los pantalones y únete a la fiesta!  - le indiqué.

       Por fin pude subir hasta mi habitación. Me había duchado en el hotel, así que sólo necesitaba un cambio de imagen rápido para bajar a follar y seguir sumando rabos a mi intento de récord, que tenía ya al alcance de la mano. Susi había extendido sobre mi cama un par de conjuntos: una faldita rosa de látex a juego con un top del mismo color y unas plataformas, también rosas; y un bikini de cuero negro, con unas sandalias negras de tacón de cuña. Elegí el segundo. Dos minutos después, ya estaba vestida para la acción. Me hice una coleta con una goma y me perfumé. El timbre volvió a sonar. “Joder, como sigan llegando clientes, esto va a parecer el camarote de los hermanos Marx”, pensé. Esta vez, dejé que fuera Susi quien abriese.

  • ¡Pasa, pasa! – escuché decir a Susi, mientras comenzaba a bajar las escaleras – Carol bajará en seguida – explicó con su habitual voz de niña inocente – Puedes esperarla o, si prefieres, te la chupo un rato hasta que baje …

  • No hace falta, Susi – la interrumpí – ¡Ya estoy aquí! – exclamé – Antonio, te has adelantado – dije mirando el reloj – Son las ocho y diez y te había citado a las 9 – comenté mientras Susi volvía al salón con los cuatro clientes.

  • Verás, me ha surgido algo a las 9 y no quería perderme esto – explicó.

  • Pues … yo acabo de llegar y Susi está con cuatro. Tú verás si quieres esperar o prefieres unirte a la fiesta – le propuse. Antonio, que era un cliente habitual mío desde hacía años, dudó. Dio un par de pasos hacía la puerta del salón para ver qué teníamos montado allí dentro. En ese momento, Susi se ponía en cuclillas y uno de los tipos le acercaba la polla a las tetas. Ella la aprisionó en su canalillo y las meneó ágilmente para pajearle con sus carnosas tetazas. Pepe acercó su polla a Susi, que engulló entre sus labios. Los otros dos, permanecía sentados, meneándose la polla y muy atentos a la actuación de mi amiga.

  • Eh … esto … no sé … - balbució Antonio, quizás intimidado por la presencia de más hombres. Era el momento de actuar. Sin mediar palabra, le bajé los pantalones y me metí su polla en la boca. No era muy grande, aunque ya venía empalmada, por lo que no me costó metérmela hasta la garganta y tocar con la nariz su pubis. Acaricié sus huevos con una mano y le apreté contra mí presionando su culo con la otra mano - ¡Uffffff! – gimió. No hizo falta decir más: se unía a la fiesta.

       Después de unos minutos chupándole la polla a Antonio, mientras Susi atendía con la boca y con las tetas a Pepe y a otro de los chicos cuyo nombre desconocía, se hizo necesario poner un poco de orden, ya que los dos restantes se impacientaban por su turno con nosotras. Le pedí que se pusieran en fila. Los cinco. De pié. En cuclillas, Susi y yo comenzamos a chupar y a menear. Así podíamos atender a los 5, con la boca y con las manos. Alternamos sus pollas en nuestras bocas durante unos minutos hasta asegurarme de que ambas habíamos catado los cinco rabos. Era el momento de comenzar a follar. Me coloqué a cuatro patas, apoyando las rodillas en el brazo del sofá, de forma que uno a uno podían darme por detrás, eligiendo el agujero que más apetecible les resultase y, mientras tanto, podía chupársela a otro. Los tres restantes eran atendidos por Susi, que chupaba y pajeaba sin parar; preparándolos para que, a continuación, me follasen a mí. El primero en metérmela en el coño fue Pepe. Iba muy salido, tal y como me había comentado por teléfono; y llevaba mucho tiempo sin visitarnos.

  • ¡Joderrrrr, Carol! – exclamó mientras deslizaba su polla en mi chumino, apartando el tanga de cuero hacia un lado y sobándome las nalgas - ¡Cuánto he echado de menos este chochito!

  • Mi coño también echaba de menos tu rabo – mentí para adularlo. Hice un gesto a Antonio, para que me la metiese en la boca. Obedeció de inmediato, mientras Susi se ocupaba de los otros tres. Mamé la polla de Antonio de forma ágil e intensa. Quería que todos disfrutasen de mí, pero no podía emplear demasiado tiempo en cada uno porque la siguiente “tanda” de clientes, los que habíamos citado a las nueve, comenzaría a llegar en cualquier momento.

  • ¡Buffff! ¡Ahhh! ¡Diossss! ¡Qué guarras! – gemían y exclamaban los cinco.

  • ¡Vamos! – ordené sacando la polla de Antonio de mi boca y empujando con el culo hacia atrás a Pepe para que dejase libre mi coño y poder ser penetrada por otro cliente - ¡Otros dos! ¡Rápido!

       Mis instrucciones fueron acatadas de inmediato y unos segundos después, dos de los tres que Susi atendía con la boca, con las tetas y con las manos, tenían sus pollas dentro de mi boca y de mi coño respectivamente. Hice lo mismo que con Antonio y Pepe: mamé con glotonería la polla de uno y acompañé con mis caderas la follada desde detrás del otro. Les pedí que cambiaran de posición: el que me follaba pasó a metérmela en la boca y al que se la chupaba me la metió en el conejo para follarme con energía. Nada más sentir la polla de este último en mi coño supe que no tardaría en soltar su leche. La quería dentro de mi coño, pensando en que Susi pudiese rescatar el semen de mi interior con su lengua experta. Pero ni había tiempo para florituras ni a los otros cuatro tipos podía gustarles meter su polla donde otro acababa de correrse. Así que, anticipando su inminente orgasmo, anunciando por la rápidas y enfurecidas embestidas en mi coño, mientras apretaba con fuerza mis carnosas nalgas, expulsé su polla de mi interior con la habilidad que me han dado 25 años en la prostitución, y me senté sobre el sofá, sin dejar de menear la polla que había estando atendiendo con la boca, pero buscando su corrida sobre mi cara.

  • ¡Uffff! ¡Ayyyy! ¡Ahhhh! – gimió el tipo al explotar sobre mi cara. Varios regueros de lefa me cruzaron literalmente el rostro, desde la barbilla hasta la frente. Cuando soltó todo su semen, y sin dejar de menear la otra polla, le mamé el capullo con suavidad, para limpiarlo de restos. Pensé que realmente esa tarea le correspondía a Susi, ya que yo debía emplear todo mi tiempo en que me follaran todos mis agujeros sin entretenerme en limpiar una polla después de correrse. Empujé al tipo fuera de mi boca, con la polla reluciente por la experta aplicación de saliva sobre ella, y me despatarré sobre el sofá ofreciendo mi conejo al tipo al que se la meneaba.

  • ¡Fóllame! – le ordené. Se colocó de rodillas entre mis piernas y me metió la polla en el coño, comenzando un intenso mete-saca. Me relamí los labios, tratando de capturar todos los restos de lefa que el otro cliente me había dejado por toda la cara - ¡Susi, ven a limpiarme esta leche!

  • ¡Voy! – obedeció de inmediato, dejando momentáneamente a Pepe, Antonio y el tercer tipo al que atendía, para ponerse junto a mí sobre el sofá y aplicar su lengua en los regueros de semen que me cruzaban la cara. Los lamió y absorbió cuidadosamente. Antes de que pudiera terminar su labor, Antonio se impacientó al verse desatendido y se colocó detrás de Susi, que estaba de rodillas sobre el sofá, para metérsela por detrás, lo que provocó un gesto de estremecimiento en Susi, al sentirse inesperadamente penetrada.

  • ¡Eso es, Antonio! – le halagué - ¡Bien hecho!

       Ahora nos follaban a las dos, mientras Susi continuaba recogiendo los restos de lefa de mi cara. Me di cuenta de que no tragaba y en seguida supe lo que pretendía. Llevó su boca a la mía y me soltó la pegajosa mezcla de saliva y semen, jugando unos segundos con su lengua en la mía. Tragué tan deliciosa mezcla, relamiéndome. 

  • ¡Gracias, nena! – susurré - ¡Cómo sabes lo que me gusta!

  • ¡Me corro, zorras! – exclamó el tipo que me follaba.

  • ¡Hazlo en su boca! – le ordené, ya que la postura que manteníamos favorecía el que la boca de Susi, girándose un poco, alcanzase sin mayores dificultades hasta la polla del que me follaba sólo con que me la sacara del coño un momento antes de correrse. Susi se preparó para ello apoyando su cara en mi vientre, de tal manera que el cliente sólo tenía que sacármela y, a continuación, apuntar hacia la boca de Susi. Pegó unos últimos empujones dentro de mí, mientras trataba de exprimir su polla apretando mis paredes vaginales para acelerar el proceso de extracción de semen, e hizo lo que le proponíamos, sacándomela del chumino y metiéndola en la boca de Susi, que la engulló con facilidad.

  • ¡Voooy! – gritó - ¡Ahhhhh! ¡Diossss! ¡Putas zorras, qué buenas sois! – exclamó mientras le llenaba la boca a Susi con su leche caliente. Unos segundos después, el tipo se retiró hacia atrás, separándose y uniéndose al otro que ya se había corrido, que trataba de subirse los calzoncillos sin perder detalle del numerito. Noté que después de recibir la corrida en la boca, Susi no había tragado. Me miró, dándome a entender lo que quería hacer con el semen que mantenía en el interior de su boca. No podía llegar hasta mi rostro para dejarlo escapar sobre mí, ya que Antonio la tenía sujeta con ambas manos sobre sus pronunciadas caderas, follándola con ritmo e intensidad creciente. Me acerqué yo, colocando mi cara justo debajo de la suya y entreabriendo mis labios sedientos de lefa caliente.

  • ¡Suéltalo en mi boca, Susi! – ordené. Dejó escapar un fino hilo de la mezcla de lefa y saliva que conectó su boca con la mía, pasando poco a poco todo su contenido hasta llegar a un último y pegajoso grumo que escupió sobre mí. Tragué todo - ¡Diosssss, qué rica la lefa de cualquier tío cuando viene de tu boca! – exclamé relamiéndome y pensando ya en cómo dar buena cuenta de los tres tíos que aún quedaban por correrse, aunque a Antonio, que seguía dale que te pego con Susi desde detrás, no debía faltarle mucho para explotar en su interior.

  • ¡Hostia puta, joderrrrr! – exclamó sudoroso sin parar de embestir en el coño de Susi.

  • ¿Te corres, cabrón? – pregunté, mientras hacía un gesto a Pepe y al otro tipo para que me metiesen sus rabos en los agujeros que eligiesen.

  • Aún me queda un poco – logró decir, presa del esfuerzo por mantener el ritmo de la follada.

  • Yo aún no te la he metido – apuntó el único que quedaba por follarme, mientras se meneaba la polla.

  • ¿Te apetece en mi culo? – le pregunté con gesto vicioso. Asintió sonriente.

       Le indiqué que se sentase sobre el sofá, lo que aprovechó Susi, que permanecía a cuatro patas follada desde atrás por Antonio, para comerle la polla durante unos segundos, justo ante de que, desprendiéndome de mis sandalias de cuña para no hacerle daño en la postura que pretendía realizar. me sentara sobre su polla, metiéndomela en el ojete. La deslicé por completo en mi trasero hasta dentir sus huevos peludos tocando la entrada de mi chumino. Después, coloqué mis pies desnudos sobre sus muslos y las manos sobre su torso, a mi espalda, con el fin de poder botar sobre su rabo. Pepe me la metió en la boca y comencé a cabalgar sobre una polla y a mamar la otra. Susi seguía junto a mí y, en aquella postura, y como me conocía tan bien, aprovechó para acercar su rostro a mi entrepierna, lamiendo no sólo los huevos del que me follaba el culo, sino también mi abierto y húmedo chochazo.

  • ¡Ohhhh! – exclamé al sentir su lengua jugando en mi clítoris mientras cabalgaba sobre una polla y aferraba mis labios a la de Pepe. Era mi postura favorita desde siempre, desde que empecé a follar y mi hermana me comía el coño mientras alguno de nuestros clientes colegiales me follaba el culo. Había follado ya con 28 tíos en las últimas 21 horas (aun no eran las nueve de la noche) y por primera vez en todo el día me temblaron las piernas de placer y excitación. Me corrí. No pude contenerme - ¡Joderrrr, Susi! ¡Qué gusto!

  • ¡Ya … ya estoy a punto … me voy a … me voy a correr! – balbució Antonio acelerando la follada sobre Susi - ¡Yaaaaaaaa! – exclamó en gesto claro de su eyaculación apretando a Susi contra él con las manos agarrando con vigor sus caderas – Me he corrido dentro – se excusó – Sé que os gusta tragaros la lefa, pero … pero … no he podido contenerme más – dijo en tono de disculpa, al tiempo que sacaba la polla del coño de Susi.

  • ¿Y por qué crees que esa lefa no acabará en mi boca? – le pregunté con gesto pícaro. De inmediato, Susi comprendió mi comentario y dejó de lamerme el coño para, en postura ciertamente acrobática, y apoyando uno de sus pies sobre el respaldo del sofá y el otro sobre varios de los cojines esparcidos por el mismo, ofrecerme su entrepierna en mi boca. El tipo que me follaba el culo comenzó nuevamente a bombear sobre mi trasero, mientras yo agarraba las nalgas de Susi y metía mi lengua en su coño para rescatar la corrida de Antonio. Pepe, impaciente y salido ante la escenita, restregaba su polla contra las tetazas de Susi.

  • Toda para ti, cariño – susurró Susi cuando un primer grumo de lefa fue expulsado por su chumino hacia mi boca. Tragué con el vicio que me caracteriza y hundí mi lengua nuevamente en su coño, cuyos labios Susi se separaba al máximo para facilitar que nuevos grumos del semen de la corrida de Antonio fuesen a parar a mi boca.

  • ¡Guuup, gluuuup, sluuuurp! – balbucí al recibir la deliciosa lefa mezclada con sus flujos vaginales.

       Como tenía la cara metida en la entrepierna de Susi y su poderos trasero, al que me aferraba con energía, me impedía la visión de Pepe, no pude ver que Susi ya estaba entregada a la tarea de comerle la polla. Mientras, el otro cliente no dejaba de darme caña en el culo, a lo que yo colaboraba, moviéndome rítmicamente en función de sus embestidas. Cuando hube rescatado todo el semen que pude del coño de Susi, ésta deshizo su postura con intención de volver a comerme el coño mientras me follaban el culo, ya que sabía que era la postura que más placer siempre me había provocada; de manera que Pepe volvió a metérmela en la boca.

       No fue hasta ese momento en que me di cuenta que los dos primeros en correrse ya no estaban. “El primero se ha corrido en mi cara y el segundo en la boca de Susi”, traté de recordar para después apuntarlo con todo detalle en mi resumen del récord que, a falta aún de tres horas para acabar el día, ya había superado, porque con estos cinco sumaba ya … ¡28!

       Sin descomponer la postura, con una polla en la boca, otra en el culo y la lengua de Susi lamiéndome el coño, miré el reloj de pared del salón. Las nueve menos diez. Una nueva tanda de clientes estaba a punto de llegar, aunque de la misma había que descontar a Antonio, que era de las nueve pero se había adelantado; así que no podía entretenerme demasiado con estos dos. Me puse en pie, deshaciendo la postura, y me coloqué a cuatro patas sobre el sofá.

  • ¡Susi, tú haz lo mismo y que nos follen por detrás! – ordené. Susi imitó mi postura. Pepe se colocó detrás de mí, me la metió en el coño y empezó a follarme con energía. El otro tipo hizo lo mismo con Susi – Oye, los dos primeros ya se han ido – le comenté a Susi mientras  nos follaban.

  • Sí – asintió – Se han despedido. ¿No te has enterado?

  • No, joder … ha debido ser cuando me has empezado a comer el coño y he tenido que contenerme para no correrme – dije riendo.

  • ¡Jajaja! – río Susi – Sé que te encanta esa postura.

  • No se habrán ido sin pagar, ¿no?

  • Me dieron la pasta antes – respondió Susi.

  • 50 pavos cada uno, ¿no? ¡Habíamos quedado en eso! – exclamé en alto para que los tres clientes presentes me oyeran.

  • Yo se le dado ya a Susi – explicó en que la follaba.

  • Yo ahora te pago – añadió Pepe sin parar de follarme.

  • Lo mío os lo dejo aquí y me voy – dijo Antonio, con un billete de 50 Euros en la mano.

       El sonido de mi móvil nos interrumpió. Estaba sobre una de las mesitas laterales del salón. Supuse que sería alguno de lo clientes citados, pero no podía cogerlo sin deshacer la postura.

  • Antonio, hazme un favor antes de irte … acércame el móvil – le pedí. Así lo hizo, justo antes de abandonar la estancia despidiéndose de nosotras. No me había dado a responder. Devolví la llamada.

  • ¿Sí? – respondió una voz de hombre que me resultó reconocible.

  • Me has llamado hace un momento – expliqué - ¿Quién eres?

  • Soy Jaime, Carolina – dijo. Jaime, el supervisor del metro que me había follado esa misma mañana y que me había confesado su amor desde la época en que Susi y yo nos prostituíamos con los compañeros del colegio – Jaime, me pillas en mal momento.

  • Ah, lo siento – se disculpó – Como esta mañana me dijiste que podía llamarte cuando quisiera …

  • Sí, sí … es cierto – reconocí, mientras Pepe seguía dándome caña a cuatro patas sobre el sofá – Pero ahora mismo estoy ocupada.

  • Vale, no te molesto más.

  • ¡Espera! – exclamé, al ocurrírseme una idea. Tapé el altavoz del móvil para que Jaime no me escuchase – Susi, ¿a cuántos has conseguir citar al final?

  • A cuatro, pero ahora consultaré el móvil porque he hecho una invitación genérica y la he mandado por wassap a un montón de clientes – me explicó.

  • ¿Para las once alguno?

  • De los que me han confirmado, no. Sólo queda uno. De ocho a once, me djo. Pero ahora miraré el móvil pro si alguno más ha confrmado.

  • Nenes, ¿queréis cambiar? – aproveché para ofrecer a Pepe y al otro chico, antes de retomar la conversación con Jaime. Asintieron y, en idéntica postura, Antonio se la enchufó por detrás a Susi y el otro cliente a mí  - Jaime, ¿sigues ahí?

  • Sí.

  • ¿Te pasas por mi casa a eso de las once?

  • ¿Hoy?

  • Sí, hoy. He coincidido con Susi y le hablado de nuestro encuentro. Se acuerda de ti y le ha haría mucha ilusión que nos viéramos los tres – mentí, ya que Susi me había dicho que no se acordaba de él.

  • Eh … no sé … - dudó.

  • ¡Venga, Jaime … por los viejos tiempos! – le animé.

  • Vale – terminó por aceptar, sin mucho convencimiento. Él mismo me había reconocido sentir celos de Susi en nuestra época colegial. Pero no conocía a esta Susi, casi 25 años después, más guapa y espectacular de lo que podía imaginar. “Sólo con verla, se empalmará”, pensé - ¿Sigues viviendo donde siempre?

  • Sí – asentí – Nos vemos en un rato.

  • Hasta ahora – concluyó Jaime.

  • Bueno, chicos … ¿cómo van esas pollas? – pregunté después de cortar la llamada y dejar el móvil sobre el sofá - ¿Dónde queréis correos?

  • Yo en las tetas de Susi – dijo el que me follaba.

  • Yo en tu boca, Carol – indicó Pepé.

       Recompusimos la postura. Susi se tumbó sobre el sofá, con la cabeza apoyada sobre varios cojines. El tipo se sentó sobre su abdomen metiendo su polla entre sus melones. Susi se los sujetó aprisionando el rabo entre las tetas y moviéndolas adelante y atrás para pajearle al tiempo que él acompañaba la cubana con un ligero movimiento de caderas que hacia que su polla se deslizase entre las montañas de carne que Susi tenía por tetas. Pepe me la metió en la boca y comencé a mamársela mientras se la meneaba con una mano y le acariciaba los huevos con la otra.

       No tardaron en correrse, casi al unísono. Pepe estalló en mi boca, entre espasmos, gemidos y alabanzas a mi talento succionador. El otro hizo lo propio, sacando Susi su polla de entre sus tetas para, en el último momento, poder recibir la lefa directamente en la boca. Ambas tragamos las corridas, al tiempo que nos mirábamos fijamente y nos relamíamos con gesto vicioso, como si quisiéramos demostrarnos la una a la otra lo zorras que éramos y lo que adorábamos tragar semen.

  • ¡Cuánto os he echado de menos, chicas! ¡Sois únicas! – nos alabó Pepe.

  • ¡Gracias, campeón! – le devolví el halago – Tienes que venir más.

  • Ya me gustaría, ya – se lamentó mientras se ponía los pantalones – La puta pensión de mierda que me ha quedado no da para mucho – añadió sacando un billete de 50 Euros y entregándomelo.

  • Ha estado genial – dijo el otro, ya en la puerta.

       Tras salir de casa, Susi y yo nos quedamos tumbadas en el sofá revisando nuestros teléfonos.  

  • Dos más para las diez – dijo Susi – Y el que aún no sé a qué hora vendrá. Osea, tres confirmados.

  • Yo tenía uno para cada franja horaria, pero el de las nueve era Antonio y se ha adelantado – expliqué – Andrés a las diez y Damián a las once. Más Jaime, que también vendrá a las once – De momento, uno que no sabemos a qué hora vendrá, tres para las diez y dos para las once – reconté – Eso son … ¡6 más! Más 28 que llevo ya … ¡34!

  • ¡Enhorabuena! – exclamó Susi, abrazándome y besándome en la mejilla.

  • ¡Joder, es verdad! – exclamé al tomar conciencia de la suma total – ¡Ya he batido mi récord!

  • Y aún quedan casi tres horas de día – añadió Susi, justo en el momento en que sonaba la alarma de notificaciones de su wassap - ¡Otro más para las 10! 

       Satisfecha por cómo estaban saliendo las cosas, y complacida por la complicidad de Susi en la superación de mi récord personal de pollas en un solo día, apunté en las notas de mi móvil: 

       "24º a 28º - 21:00-22:00. Mi casa, ayudada por Susi. Se la he chupado a los cinco y todos me han follado el coño. Sólo uno me ha follado el culo. Una corrida en el coño, una en la cara y otra en la boca. Otras corrida ha sido en el coño de Susi, que he rescatado con la lengua de su conejo. La restante ha sido en la boca de Susi. 250 Euros. Me he corrido mientras me follaban el culo, chupaba una polla y Susi me comía el coño.

       Apenas hube terminado de escribir mis notas sobre las últimas cinco pollas sumadas al récord ya conseguido, un nuevo wassap me llegó confirmando la presencia de otro cliente, sin precisar la hora.

       Continuará …

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Carolina, la nueva puta del colegio (4)

Carolina, la nueva puta del colegio (3)

Carolina, la nueva puta del colegio (1)

Carolina, la nueva puta del colegio (2)

Tres putas en casa (6)

Tres putas en casa (5)

Tres putas en casa (4)

Tres putas en casa (3)

Tres putas en casa (2)

Tres putas en casa (1)