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Carolina, la nueva puta del colegio (6)

en Orgías

CAROLINA, LA NUEVA PUTA DEL COLEGIO (6ª parte).

Una vez que Susi se hubo marchado de mi casa, comencé a organizar mis citas del día siguiente. Bueno ... en realidad ... ya no eran sólo "mis" citas, sino "nuestras citas", ya que Susi se incorporaba a mi pequeño negocio con el fin de ayudarme a satisfacer a mi creciente clientela. En realidad, no era Susi quien lo había decidido, sino yo. Ella simplemente acataba todo cuando yo le iba diciendo y, después del trío con mi hermana, la ordené que estuviera a primera hora de la mañana en el cuarto-almacén que había al final de los vestuarios del campo de fútbol. Susi se limitó a asentir sin más. Como si mi voluntad fuera la suya. La ordené también que tomara por costumbre ponerse un enema antes de salir de casa rumbo al colegio, y que se vistiera con sus mejores galas. Nada de faldas largas y jerséis de cuello alto.

Una puta no puede ir por ahí con esa pinta de niña cursi – la dije.

Lo sé, pero casi todo lo que tengo es de este estilo – me respondió señalando su horrible falda.

No te preocupes. Seguro que mi hermana tiene algo que puede servirte – la dije con optimismo, calibrando si la talla de pecho de Alicia sería parecida a la de Susi.

Envíe un sms en respuesta a los catorce recibidos durante la tarde y fui emplazando a todos ellos de hora en hora y de tres en tres. Así, durante las cuatro primeras horas atendería a doce, dejando la agenda abierta para el resto del día, con sólo dos clientes por atender, y así poder coger más citas de los que me fuesen llamado durante la mañana. Pensé que así repartiría la clientela y entre las dos no tendríamos problemas para poder con todos ellos. Mientras lo organizaba todo, recordé cómo Susi se había marchado precipitadamente de mi casa. Decía que si llegaba después de la hora de la cena, la castigarían severamente. - ¡Qué ironía! – pensé. Si la castigaban por llegar tarde, ¿qué la harían sus padres si supieran que había pasado la tarde demostrándome sus dotes de puta, montándose un trío lésbico con otras dos adolescentes y perdiendo la virginidad de su agujero trasero? Ante tal reflexión, sonreí. Y lo hice al darme cuenta del grado de perversión que aquella simplona jovencita estaba alcanzando. Y del mío propio al sentirme excitada por emputecer a Susi. Por enseñarla el viejo oficio. Aquel que mi hermana me había enseñado a mí, y que antes, a ella, mi propia madre le había mostrado.

Mi madre y mi hermana se habían marchado fuera. Aún no había tenido tiempo de contarles mis andanzas en el colegio, aunque algo había avanzado a mamá en mi breve encuentro de aquella tarde con ella. Deseaba hacerlo para ver su reacción. Y también para que se deshicieran en halagos hacia mi maestría, al haber pasado en un solo día de ser una chica del montón, responsable y estudiosa, a ser la puta "oficial" del colegio, ganándome una merecida reputación entre mis compañeros, quienes, a partir de entonces, sabrían a quien acudir si querían pasar un buen rato follando a cambio de unos míseros e insignificantes Euros. Carolina Fernández ya no era un nombre para el que muchos nada significaba. Ahora, mi nombre era sinónimo de una pervertida zorra insaciable. Si yo me sentía orgullosa de ello, mi madre lo estaría aún más. Y ello al ver cómo su pequeña niña de 16 años sabía ganarse la vida con el viejo oficio de la prostitución.

Sin embargo, mis deseos de una intensa charla madre-hija se vieron una vez más truncados. Ella tenía trabajo en el club aquella noche. Mi hermana, por su parte, también había salido. Así que, después de dejar organizadas mis citas del día siguiente, tomé un cena frugal y me acosté, mientras trataba de visionar cómo sería el día siguiente. Mi segundo día como puta del colegio. Con privilegios directamente recibidos del mismísimo director, Don Alfredo. Y con una compañera a quien yo misma estaba adiestrando en el ejercicio de la prostitución. ¡Qué excitante y maravilloso me parecía todo! Me acurruqué en la cama mientras el intenso cansancio acumulado durante aquel día me iba venciendo lentamente, y me conducía hacía un profundo y placentero sueño.

A la mañana siguiente, llevé a cabo todas mis rutinas de puta: ducha, enema, maquillaje, perfumado y vestimenta sexy y provocativa. Cogí una mochila de deporte y guardé en ella un par de toallas, champú, gel de baño y algo de ropa interior. Don Alfredo me había dicho que el almacén cuya llave me había entregado tenía una ducha, así que no estaría de más poder utilizarla para asearme entre polvo y polvo. Entré a hurtadillas en la habitación de mi hermana. No la había oído regresar a casa aquella noche, en buena prueba de que habría estado "currando" hasta tarde. Tomé prestado de su armario una minifalda elástica y un corpiño dorado con grandes copas. Pensé que aquello podría servirle a Susi. La imaginé con aquellas sensuales y ceñidas prendas, y no pude evitar sentir un escalofrío por todo mi cuerpo. Cogí unos zapatos de plataforma, ignorando qué número calzaría Susi, y también los eché a la mochila.

Cargada con todo ello, me dirigí hacia el colegio. Aún era muy temprano. Las clases comenzaban a las ocho y media, pero quería echar un vistazo al almacén cuyo uso me había cedido el director, y dejar todo bien preparado. Además, los tres primeros del día estaban citados a las nueve menos cuarto.

A las ocho en punto llegué a la puerta del colegio. Cerrado aún. Sabía que aquello podía pasar. La llave del director abría un almacén junto a los vestuarios del campo de fútbol, pero no me permitía acceder al colegio si éste se encontraba cerrado.

¡Mierda! – exclamé en voz baja y con gesto de evidente enfado. - ¡No voy a tener tiempo de prepararlo todo!

¿Señorita Fernández? – preguntó una voz al otro lado de la tapia, justo detrás de la puerta - ¿Es usted?

¡Sí, soy yo! – contesté una vez que hube reconocido la voz del portero. Apenas si me había identificado cuando la puerta se abrió ante mí, apareciendo la recortada figura de aquel cincuentón regordete.

¡Pase! – me indicó – Don Alfredo me advirtió de que quizás hoy usted vendría antes.

Gracias ... – dije con ciertas reservas, al no saber muy bien si aquel empleado estaba al corriente de mi nueva y privilegiada situación. Una vez que traspasé el umbral de la puerta metálica que daba acceso al colegio, él la cerró tras de sí y me dijo:

Ya sé que a partir de ahora usted va a sustituir a su hermana Alicia ... – me dijo con intachable educación, como siempre – Pídame todo lo que necesite. Estoy a su entera disposición para lo que usted desee – añadió

Muchas gracias – respondí ciertamente sorprendida. Aquello contestaba a mis preguntas. El portero, Rafael (que así se llamaba), estaba al corriente de todo y el director lo utilizaba para que la puta "oficial" tuviese todo cuanto necesitase en su tarea - ¡Qué servicial! – exclamé con sonrisa pícara, recuperando mi actitud de zorra descarada.

Para eso estoy – respondió haciendo un gesto con su cabeza.

Cuando tenga una rato libre ... pásese por mi "oficina" – le dije acercándome sensualmente hacia él. Pensé que si estaba a mi disposición, sería mejor tenerle contento. Así que un "trabajito" de vez en cuando seguro que le hacía ser aún más servicial. Me acerqué hasta que mis tetas se toparon contra su pecho, mientras le agarraba suavemente el paquete con mi mano. Le sonreí mirándole fijamente – Trátame de tú y no me llames señorita, que no lo soy, Rafael. Que soy la puta del colegio.

Gracias, señorita Fern ... qui ... quiero decir ... Carolina – tartamudeó algo nervioso y dando un respingo al sentir mi mano en su polla – Cu ...cuando usted ... digo ... tú tengas tiempo.

¡Hasta luego, Rafael! – le dije soltando su tranca y dando media vuelta en dirección a los vestuarios.

¡Hasta luego! – contestó - ¡Ya sabes! ¡Lo que necesites! – le oí decir mientras me alejaba.

Crucé el patio en el que se ubicaban los campos de baloncesto y subí unas escaleras justo frente a los servicios en los que el día anterior había atendido a mis compañeros. Al final de aquéllas se encontraba el campo de fútbol. En aquel entonces, de tierra. Hoy día, de césped artificial. Junto a él se hallaba un hilera de vestuarios que recorrían todo el largo del campo. Recorrí los más de cien metros con ritmo ágil, impaciente por descubrir mi nuevo lugar de "trabajo". La llave que Don Alfredo me había dado, pertenecía al último de los vestuarios. Ahora que lo pensaba, era cierto que nunca lo había visto abierto. Los otros vestuarios solían ser utilizados por los alumnos para cambiarse de ropa y ducharse tras las clases de gimnasia. Durante los muchos años que llevaba en el colegio, había estado en todos ellos, pero nunca en el último que, efectivamente, era utilizado como almacén.

Metí la llave en la cerradura de la puerta de cristal opaco cubierta de una pesada reja color granate. La llave giró y la puerta cedió lentamente mostrándome aquella estancia. Era más grande de lo que había imaginado. Unos veinte metros cuadrados. En el lado derecho se amontonaba utensilios para los entrenamientos de los equipos de fútbol: conos, banderines, petos, colchonetas, montones de balones dentro de una red,... En el lado izquierdo había un lavabo, la ducha y un retrete. Al fondo, un banco de madera vacío. – Esa será la zona para hacer mamadas – pensé. El centro del almacén estaba desocupado y era bastante amplio. Dejé la pesada mochila en el suelo y cogí tres colchonetas que extendí por el centro de la estancia.

¡Perfecto! – exclamé sonriente al contemplar mi nuevo "despacho".

Miré el reloj. Las ocho y cuarto. Susi estaba a punto de llegar, así que me apresuré en comprobar el resto de los elementos del almacén. Probé los interruptores y todos ellos funcionaban. Hice lo propio con los grifos de la ducha y del lavabo. Tenían hasta agua caliente. Saqué las toallas, el gel y los champús y los coloqué en una repisa junto a la ducha. Y preparé la ropa que le había llevado a Susi, mientras pensaba en lo que nos esperaba a las dos aquel día. Me iba a pasar el día follando y, por increíble que parezca, lo que más me excitaba era disfrutar de Susi mientras se estrenaba como puta. Me la imaginé con una polla incrustada en la garganta. Con la boca llena de carne masculina y con esa expresión de niña tonta y remilgada en su rostro.

¡Ahhh! ¡Qué ganas tenía de que aquello diese comienzo!

¡Hola! – me dijo Susi desde la puerta con su habitual tono de cría de diez años. Su saludo me había sacado de mi embelesamiento. Me fijé en su figura, con unos vaqueros más ceñidos de los que solía usar y una blusa de seda rosa. ¡Menos mal que había traído ropa para ella! Si quería convencer a todos de que era una puta, el aspecto externo jugaba un papel primordial.

¡Hola, Susi! – le dije haciéndola un gesto para que pasase y cerrase la puerta.

Según se acercaba hacia mí, sentí cómo mi coño se humedecía. Cogí su cara entre mis manos mientras aproximaba mi boca a la suya, con el firme propósito de dar por sentado que a partir de entonces nuestros saludos consistirían en un restregón de nuestras lenguas. Sin añadir palabra alguna empecé a morrearme con ella. Susi devolvió el saludo atrapándome entre sus brazos y agarrando mis nalgas con fuerza bajo mi minúscula faldita, al tiempo que buscaba con energía mi lengua con la suya. El encuentro duró apenas unos segundos, pero fue tan intenso y morboso que mi entrepierna se mojo sin control. Después, nos separamos.

Te he traído algo de ropa. Es de mi hermana – comenté – Espero que te sirva.

Gracias, Carol – me dijo - ¿Me la pongo ya?

Sí, Susi – respondí mirando mi reloj – Los tres primeros clientes no tardarán en llegar.

Mientras se desnudaba, me comentó que se había puesto el enema, tal y como la indiqué, y que sus padres la habían castigado sin salir durante un mes, por haber llegado tarde a cenar la tarde anterior. Mientras estudiaba el almacén con su mirada, pude contemplar cómo le sentaba la minifalda elástica. Marcaba a la perfección su generoso y redondo trasero y dejaba a la vista sus carnosas piernas. De espaldas a mí, como si le diera vergüenza que la viese desnuda, se quitó la blusa y el sujetador. Había devorado el coño de aquella chica mientras desvirgaba su ano con un enorme consolador y, en cambio, parecía sentir pudor por mostrarme su cuerpo. Pensé que lo de darse la vuelta para cambiarse quizás fuese sólo un gesto mecánico. Se colocó el corpiño y comenzó a abrochárselo. Casi al momento, se giró hacia mí mostrándome sus tetas apretadas por aquella provocativa prenda.

No puedo más. No me cabe – me dijo indicando que le faltaban un par de botones por abrochar.

No importa – dije con entusiasmo al contemplar sus enormes melones aprisionados por aquella estrecha tela – Así el canalillo queda bien visible y tus pechos parece que van a reventar el corpiño. Creo que más de uno querrá follarte las tetas.

¿En serio? – preguntó ilusionada. A pesar de tener dos tetas que serían la envidia de cualquier chica, incluida yo misma, no parecía ser consciente de la suerte que tenía por poseer aquel par de montañas de carne.

Te lo garantizo – dije muy segura. En ese instante escuché cierto alboroto fuera y pensé que los chicos estaban llegando – Susi, ¡quédate ahí de pié! Quiero que cuando los chicos entren se lleven una sorpresa contigo – la indiqué señalando el espacio que había entre la ducha y el lavabo. La idea era que la clientela, que acudía a follar conmigo, se llevase una grata sorpresa al comprobar que tenía una ayudante. De momento no era mi intención cobrar más dinero, pese a que ahora podrían disfrutar de dos zorritas por el precio de una. Quizás si Susi tenía el éxito que yo esperaba, aumentase las tarifas – Pero ... ¡venga! ¡Ponte los zapatos! – la ordené al ver que aún no se había calzado.

¡Qué bonitos son! – exclamó metiendo un pié en uno de ellos – Son de mi talla – añadió mientras se ponía en pié. La altura de los tacones y de la plataforma casi la hizo perder el equilibrio. Se veía que no estaba acostumbrada a llevar semejantes zancos.

Ten cuidado o te caerás – la dije entreabriendo la puerta para ver si las voces procedían de los primeros clientes de la mañana. Asomé ligeramente la cabeza y pude comprobar cómo un grupo de chicos se acercaba hacia allí. Pero no eran tres, sino cuatro. Me volví hacia Susi, quien finalmente, y con mucha lentitud, logró ir dominando lo de caminar en "las alturas" y se ubicó en el sitió que la había ordenado - ¡Voy a salir, Susi! En seguida vuelvo – dije abandonando mi nueva "oficina" y apareciendo frente a los cuatro chicos.

¡Hola! – me dijeron al unísono. Eran cuatro chicos que conocía de vista, aunque con ninguno de ellos había tenido nunca contacto.

¡Hola, nenes! – les dije acercándome hacia ellos - ¡Sois cuatro! Y yo sólo he citado a tres a esta hora.

Ya ... - dijo uno de ellos en tono de disculpa – Es que yo ... me daba corte mandarte un mensaje ... – me dijo con evidente gesto de vergüenza – Pero, luego ellos ... – añadió señalando a los otros tres - ... me han convencido para que viniera.

No te importa ¿verdad? – preguntó otro - ¿Qué más te da tres que cuatro?

No hay problema – dije. Pensé que con la ayuda de Susi, cuantos más ... ¡mejor! – Si traéis la pasta ...

¡Aquí tienes! – me dijeron sacando varios billetes de sus bolsillos. Me los entregaron y los conté - ¡60 Euros! Así que todos vosotros venís a por el servicio completo, ¿no? – les pregunté con sonrisa pícara. Antes de que pudieran decir nada, proseguí – Tengo una sorpresa para vosotros ahí dentro – expliqué mientras abría la puerta del almacén y les invitaba a entrar. Ellos se miraron sonrientes al tiempo que cruzaban el umbral de mi pequeño burdel.

¡Ostias! – exclamó el que entró primero - ¿Quién es ésta?

¡Joder! ¡Vaya tetas! – dijo otro.

Aquellos comentarios no eran para menos. Susi permanecía de pié sobre los zapatos de interminables tacones, cubierta con una pequeña franja de tela por falda y un corpiño de talla claramente inferior a la suya, y que dejaba sus enormes tetazas casi a la vista. Y su gesto, el de su rostro, contrastaba con la imagen de furcia y ramera que sus ceñidas prendas gritaban a los cuatro vientos. Mantenía siempre esa mueca de niña simple e inocente. Tampoco era extraño que no la hubiesen reconocido, ya que el cambio era importante. En cualquier caso, la imagen era impactante y, pese a las dudas de la pobre Susi, no había chico en el colegio que al verla vestida así no se empalmase al instante.

Esta es Susi – les expliqué cerrando la puerta – Es una compañera de mi clase y está aquí para ayudarme. ¿Os importa?

¡No! ¡Al contrario! – exclamaron sin dejar de mirarla y aún sin relacionarla con la tímida e insulsa Susi que ellos conocían.

Pues ... entonces ... ¡vamos a empezar! – dije impaciente porque la orgía diese comienzo - ¡Susi! ¡Sentémonos ahí! – la ordené dirigiéndome hacia el banco de madera situado en la pared del fondo. Ella me obedeció y se desplazó lentamente, intentando mantener el equilibrio en lo alto de sus taconazos. Para hacerlo, tuvo que girarse mostrando a los cuatro chicos su potente trasero.

¡Vaya culazo! – exclamaron mientras ella se sentaba y me sonreía por los piropos recibidos.

Vosotros ... ¡poneos aquí! – les indiqué - ¡Frente a nosotras! Empezaremos con unas mamaditas, ¿vale? – les pregunté al tiempo que se colocaban donde les había ordenado.

Sus paquetes quedaban frente a nuestras caras. Comencé a desabrochar los pantalones de uno de ellos y Susi me imitó mientras los otros dos hacían lo propio. Y por fin sus pollas aparecieron ante nosotras. Era el momento de que Susi empezase a demostrar si podría ser una buena puta. El día anterior había devorado sin reparo un enorme consolador, pero una polla de verdad merece un trato distinto. Las dos cogimos una polla con cada mano y las meneamos suavemente. Sin dejar de hacerlo, acerqué mis labios al oído de Susi y la susurré:

¡Es la hora, Susi! ¡Demuestra que eres una puta! ¡Chupa estas pollas como si la vida te fuera en ello! – la dije. Ella me miró con los ojos muy abiertos y me sonrió ligeramente.

Lo que tú digas, Carolina – contestó. Casi al momento, y para mi sorpresa, tomó la iniciativa y se metió una de las pollas en la boca. Lo hizo tal y como yo la había enseñado con el consolador la tarde anterior: de un golpe seco hasta que la tranca desapareció por completo en el interior de su cavidad bucal.

¡Muy bien, nena! – exclamé al ver su magistral reacción - ¡Eso es! ¡Chupa como la zorra que eres! ¿Lo hace bien? – le pregunté al chico cuyo rabo había sido engullido por Susi.

¡Sí! ¡De lujo! – exclamó con los ojos semicerrados en evidente gesto de placer.

¡Ahora os toca a vosotros! – les dije a los dos cuyas pollas se deslizaban entre mis dedos. Metí una de ellas en mi boca y la succioné con vigor mientras meneaba la otra. Todo ello sin dejar de observar cómo se comportaba Susi.

Durante unos minutos, permanecimos en aquella postura, chupando alternativamente los cuatro rabos. Los chicos elogiaban nuestra habilidad oral con comentarios entre ellos.

¡Vaya par de zorrones!

¡Cómo chupan, las muy putas!

¡Ahhh! ¡Qué gusto!

¿Algún voluntario para comernos el coño? – pregunté enormemente excitada por sus elogios y con la boca llena del líquido preseminal de sus cipotes.

¡Yo! – exclamaron dos al unísono.

Susi y yo levantamos nuestras falditas por detrás de nuestras caderas, dejando al aire nuestros panderos, muslos y entrepiernas. Finalmente, nos abrimos de patas para recibir la comida de coño, no sin antes quitarnos los tangas. Ellos se arrodillaron entre las dos y acariciaron nuestras húmedas rajas para, al momento, hundir sus caras entre nuestros muslos, buscando con desesperación el interior de nuestros coños con sus lenguas. Los otros dos permanecían de pié con sus respectivas pollas dentro de nuestras bocas mientras, superada la tensión inicial, nos sobaban las tetas sin reparo alguno.

¡Qué gusto, cabrón! – logré decir sacando la polla de mi boca. Cogí su cabeza con mis manos y la empujé con fuerza contra mi chocho. No sólo pude sentir su lengua y sus labios en mi mojado chumino, sino que su nariz chocó con estrépito contra mi clítoris y su respiración entrecortada se perdía en el interior de mis entrañas - ¡Qué bien chupas! ¿Te gusta mi coño?

¡Gluuurp! ¡Sí! ¡Mucho! – logró decir sin dejar de mamar con energía mis labios vaginales.

¿Y el de Susi? – le grité al que se lo chupaba a mi compañera - ¿Te gusta el conejo de esta putita?

¡Me encanta! – exclamó con la cara encharcada de los abundantes flujos que soltaba Susi.

Ella seguía callada. Entre la polla que albergaba en su garganta y la poca sesera que tenía, lo cierto es que no esperaba de ella que hiciera comentarios especialmente morbosos. Me bastaba con verla en acción. Con la boca llena de carne masculina y recibiendo una de esas mamadas de coño que tanto la gustaban. Todo aquello era muy excitante, y tanto la mamada que estaba haciendo como la que estaba recibiendo me habían puesto a tono, y mi chumino me pedía a gritos ser follado por alguna de aquellas pollas.

¡Vamos a las colchonetas! – exclamé - ¡Es hora de empezar a follar!

¡Sí, ya tengo ganas de meterte el rabo en el coño, zorra! – me dijo uno de ellos.

Susi y yo nos tumbamos sobre las colchonetas que antes había extendido en el centro del almacén. Rápidamente, uno de los que nos había chupado el coño, me agarró por los tobillos y se colocó de rodillas entre mis piernas, levantando éstas por encima de sus hombros. Mi culo se levantó ligeramente hacia arriba dejando mi raja a la altura de su pelvis. Con un empujón enérgico, su cipote se abrió camino en mi resbaladizo chumino. Sentí las pelotas chocar contra mis nalgas producto de la gran cantidad de polla que me había penetrado. No pude evitar un suspiro de placer. No me metía una polla en el coño desde el mediodía anterior – Eso son muchas horas – pensé. Una vez más me di cuenta de que ya era una adicta al sexo. Que no podía dejar pasar mucho sin que una polla me follase las entrañas, porque unas horas sin hacerlo me parecían toda una eternidad.

Entretanto, Susi se había puesto a cuatro patas junto a mí. Uno de ellos la follaba el coño desde atrás, mientras el otro, sentado con su polla apuntando al techo, se dejaba trabajar por la boca de mi amiga. El restante, acercó su tranca hacia mí, aprovechando para restregármela por toda la cara, mientras yo lamía sus huevos. La polla que me follaba el coño me había hecho recuperar las sensaciones de haberme convertido en toda una puta. ¡Qué feliz era mientras aquellos cuatro estudiantes nos follaban! Observé a Susi. Con cada embestida, su carnoso pandero se movía rítmicamente haciendo temblar todo su cuerpo. Sus enormes tetas caían hacía el suelo por efecto de la gravedad, mientras el chico que la follaba por detrás no paraba de magrearlas.

¡Fóllala como se merece! – le grité al tío cuya polla tenía Susi incrustada en el coño. Sentía cómo la excitación, la lujuria y el vicio se apoderaban por momentos de mi ser. El orgasmo estaba cerca. Así que pensé en correrme con el máximo número de pollas dentro de mi cuerpo - ¡Parad! ¡Cambiemos de postura!

¡Sí! – exclamaron todos.

Me senté a horcajadas sobre el que estaba sentado en la colchoneta y que unos momentos antes tenía su polla en la boca de Susi. Metí su polla en mi coño y saqué el culo hacia arriba, separando mis nalgas con las manos, mostrándoles la dilatación de mi trasero e invitándoles a que me lo follaran.

¡Vamos! ¡Quiero otra polla en mi culo! – ordené ante la atenta mirada de todos ellos. En seguida, sentí un cipote deslizándose en mi ojete – Ahora, ¡folladme con fuerza, cabrones! ¡Y quiero otra polla en mi boca! – ordené al tiempo que otro de ellos se colocaba frente a mí, ofreciéndome su rabo recién salido del coño de Susi.

Susi se tumbó boca arriba, mientras el restante la follaba en la postura del misionero, observando con detenimiento la triple follada que yo estaba protagonizando. El que me follaba el coño, empujaba hacia arriba con sus caderas, introduciendo toda su verga en mi interior, mientras el que me daba por culo lo hacia con ritmo ágil. Las oleadas de placer empezaron a llegar. Mi cuerpo se convulsionó mientras me aferraba con fuerza a la polla que tenía en mi boca.

¡Mira esto, Susi! – grité al borde del éxtasis - ¡Así folla una puta! ¡Me corrooooo! ¡Me corroooo, cabrones! – exclamé volviendo a mamar la polla que tenía frente a mí. El que yo me hubiera corrido no les impedía a los chicos seguir follándome de idéntica manera, mientras yo cerraba los ojos y resoplaba de placer.

¡Se ha corrido! ¡La muy puta se ha corrido! – exclamó uno de ellos como si de un triunfo se tratara.

¡Será zorra! – dijo el que me follaba el culo - ¡Vamos! ¡Follémonos a la otra igual que a esta! – dijo sacando su tranca de mí. Los otros hicieron lo mismo, mientras yo trataba de recuperarme del intenso orgasmo recién experimentado.

Muy hábilmente, aquellos chicos repitieron con Susi la misma postura que habían hecho conmigo unos momentos antes. Yo permanecía tirada sobre las colchonetas, pero cuando vi a Susi doblemente ensartada por el coño y el culo, y chupando y meneando las otras dos pollas, me encendí con aquella maravillosa escena.

¡Eso es! ¡Folladla como a mí! ¡Como a una puta viciosa! – exclamé incorporándome y acercándome de rodillas hacia ellos con el fin de ayudar a Susi en su tarea de atender a las dos pollas que chupaba. Junté mi cara a la de Susi con la idea de que los dos tipos eligieran en que boca querían meter sus respectivas pollas.

¡Ya sé quién es esta tía! – exclamó el que tenía su cipote en la boca de mi ayudante - ¡Es Susi! – les dijo a los otros. A pesar de que yo me había referido a ella con ese nombre, hasta ese momento no habían conseguido identificarla.

¿Quién? – preguntó el que la follaba el culo.

Ya sabéis ... la tontita – dijo. Aquel comentario me molestó. Vale que era más simple que el uno, pero me pareció una falta de respeto que la llamasen tonta mientras la follaban todos sus agujeros. En cambio, a ella no pareció importarle y siguió como si nada, chupando con vicio la polla del que había hecho aquel comentario y recibiendo las otras dos pollas en sus orificios.

¡Es verdad! – exclamó otro sin dejar de arremeter contra su ojete - ¡No me había dado cuenta! ¡Con lo boba que es!

¡Ya te digo! – dijo otro - ¡Menuda zorra está hecha! ¡Y parecía tonta!

¿Qué más os da su coeficiente intelectual? – les dije algo enfadada por aquellos comentarios. Me había visto obligada a salir en su defensa – No os he oído quejaros de cómo chupa pollas y folla.

¡Tranquila, Carol! – dijo el que la follaba el coño – A mí lo único que me interesa es que folle así de bien.

¡Sí! Hay que reconocer que lo hace de lujo – dijo otro.

Pues entonces ... ¡a callar todos! – le ordené - ¡Y folladla hasta que se corra! ¿O es que no sois capaces de hacer que se corra?– añadí volviendo a la tarea de chupar polla.

Ante semejante insinuación, los que la follaban el coño y el culo aumentaron el ritmo y la violencia de sus embestidas. Susi aguantaba el tipo perfectamente pero, unos minutos después, sacó la polla de su boca y me miró fijamente con expresión de sumo placer. El orgasmo se acercaba. Separé a los dos tíos que se agolpaban frente a nuestras caras y cogí su cabeza con mis manos. Quería observar con detenimiento su rostro en el momento del orgasmo.

¡Sí, cariño! ¡Córrete! – la dije entre susurros a escasos centímetros de su cara - ¡Goza como la furcia que eres!

¡Siiiií! ¡Me corroooo! – exclamó con gesto contenido y los ojos entreabiertos.

Observé que sus caderas se descontrolaron moviéndose frenéticamente. Acerqué mi boca a la suya buscando su lengua con la mía. Y cuando el orgasmo explotó, sus labios se cerraron sobre mi lengua, aprisionándola suavemente entre sus dientes. Un suspiro de placer se ahogó en su garganta y casi pude sentir su orgasmo en mi propio cuerpo. Me sentí bien cuando ella se corrió. Sentía que había convertido a una adolescente simplona e insulsa en una auténtica puta. Sus orgasmos eran los míos, porque yo la había adiestrado. Era mi creación, mi proyecto, mi fantasía hecha realidad. Había creado una puta a mi imagen y semejanza.

La situación en ese momento, se volvió algo confusa. Susi necesitaría un rato para recuperarse de semejante orgasmo. Seguramente, el mejor de su vida hasta ese entonces. Además, los cuatro chicos habían dado muestras de que sus respectivos orgasmos no tardarían en llegar. Ordené que deshicieran la postura de la doble penetración y que acercaran sus pollas a mi boca. Mamé y pajeé las cuatro durante un rato, aunque no puse mucho empeño en ello. Sólo quería ganar tiempo para que Susi se recuperara y volviese a entra en el "juego".

¡Vamos, Susi! – la dije - ¡Encárgate de un par de pollas! ¡Están a punto de correrse!

Vale, Carol – me dijo incorporándose y aún algo aturdida por el cúmulo de sensaciones en que el orgasmo la había sumido. Se arrodilló junto a mí y empezó a "trabajar" dos de las cuatro pollas, mientras yo me encargaba de las dos restantes.

Entonces me di cuenta de que Susi no me había comentado si en alguna ocasión se lo habían echado en la boca. Quizás aquella fuese su primera vez y entonces fue cuando se me ocurrió hacerla un pequeño "regalo", para hacer que el sabor y textura del semen tuvieran mayor atractivo para ella.

¿Quién de vosotros está a punto correrse? – les pregunté sabiendo que casi ninguno duraría mucho.

¡Yo! – exclamó uno anticipándose a otro.

¡Rápido! ¡Córrete en mi coño! – le ordené mientras me despatarraba nuevamente sobre las colchonetas. El chico se tumbó sobre mí apuntando su capullo hacia mi chumino con el fin de darme un par de empujones antes de correrse. El resto contemplaba la escena atónitos.

¡Me corrooooo! – gritó el chico entre convulsiones y derramando su leche caliente sobre mi pubis, mi clítoris y mis labios vaginales, mientras varias gotas de sudor resbalaban por su rostro. Le aparté de un empujón y cayó boca arriba sobre las colchonetas.

¡Susi! ¡Quiero que pruebes la leche directamente de mi conejo! – la ordené. Ella reaccionó ante mis instrucciones y se lanzó sobre mi entrepierna lamiendo mi chocho recién regado de lefa caliente.

¡Qué rica! – exclamó Susi ante la atenta mirada de los otros tres, que se miraban sorprendidos mientras se la cascaban frenéticamente.

¡Tragátela toda! – la dije muy excitada al ver que aquello la gustaba - ¡No dejes ni una gota!

La sensación era indescriptible. Sentía la lengua y los labios de Susi recorriendo toda mi entrepierna en busca de los últimos restos de la corrida. Los otros tres acercaron sus pollas a mi boca a punto de soltar sus cargas de líquido pastoso. Uno de ellos explotó, derramando el cálido néctar por mi cara y apartándose de mi una vez que el orgasmo le había dejado seco.

¡Ahora ven aquí y recoge con tu boca la leche que tengo por toda la cara! – la ordené saboreando las pocas gotas de la corrida que habían ido a parar a mi boca.

¡Lo que tú mandes! – contestó abandonando mi coño limpio de lefa por su trabajito oral, y acercándose a mi cara para catar otra corrida - ¡Uhhmmm! – exclamó al dar los primeros lametones sobre los regueros de semen esparcidos por mi rostro.

Os gusta la lefa, ¿eh, zorritas? – exclamó uno de los dos que aún no se había corrido, mientras se la meneaba a escasos centímetros de nuestras caras – Pues ... ¡ahí tenéis, putas golosas! – exclamó soltando su código genético sobre nosotras en varios y potentes chorros.

Los impactos que se estrellaron sobre el rostro de Susi, resbalaban hacia mi boca, mientras los que habían ido a parar a mi cara eran lamidos con glotonería por ella. En esas estábamos las dos, lamiéndonos la una a la otra en busca de todo el semen que se esparcía por nuestras caras, cuando una nueva corrida, la última, fue directamente a mi boca. Unos segundos antes, logré advertir que el chico se iba a correr y dirigí su capullo hacia mi boca a fin de no dejar escapar esa última corrida. Todo ello mientras Susi continuaba relamiéndose de gusto por el cálido sabor del semen de aquellos compañeros de colegio. Mi boca se llenó por completo de lefa. Pero no la tragué, sino que la guardé en mi interior con el fin de compartirla con Susi. Tomé su rostro entre mis manos e hice que abriera la boca de para en par. Después, me situé unos centímetros por encima de su cabeza y comencé a soltar un hilillo del esperma contenido en mi boca, en dirección a la suya. Ella recibió las primeras gotas de la corrida con gesto impaciente. Poco a poco, toda la lefa de mi boca fue pasando a la suya.

¡Glurrpp! ¡Glurrpp! – tragaba Susi

¡Traga, puta sedienta! – la dije muy excitada al ver cómo estaba dando la talla ante mis "jueguecitos" – Te gusta tragar leche, ¿eh?

¡Sí, Carol! ¡Me encanta! – me contestó - ¡Y más aún si viene de tu boca o de tu coño!

Nosotras seguíamos en las colchonetas, besándonos y buscando los últimos restos de las corridas con nuestra bocas. Me sentía tan bien compartiendo todo aquello con Susi que, por un momento, me olvidé de los cuatro clientes.

¡Ejem! – carraspeó uno desde la puerta. Los cuatro estaban ya vestidos y se disponían a salir de allí – Nos vamos, ¿vale?

¿Eh? – dije saliendo de mi embelesamiento con Susi - ¡Hasta otra, chicos! – les despedí.

¡Adiós! – dijo otro – Ha sido un dinero bien pagado – nos elogió saliendo del almacén.

¡Volved cuando queráis! – les grité mientras me ponían en pié en dirección a la ducha – Susi, ¿nos damos una duchita? Dentro de un cuarto de hora tengo citados a otros tres.

¡Vale! – me dijo sonriente al tiempo que se incorporaba.

Por cierto, Susi, hay algo de lo que tenemos que hablar – la dije.

¿De qué? – preguntó extrañada.

De tu parte en el negocio – dije mientras sacaba 15 Euros de mi bolso y se los entregaba. Pensé que un 25% de la recaudación era una cantidad justa para mi ayudante.

¡No lo quiero! – me dijo muy seria.

¿Por qué? – pregunté sorprendida.

No hago esto por dinero – me explicó – Lo hago para estar contigo y disfrutar de tu cuerpo y de tu compañía. Me halaga que haya chicos dispuesto a pagar por follar conmigo, pero no es lo que busco – me dijo.

Por primera vez me di cuenta de que aquella chica sentía algo por mí. Algo tan fuerte que le empujaba a hacer cualquiera cosa con tal de estar a mi lado. Incluso a prostituirse. Bueno ... en realidad ... si no cobraba dinero ... entonces no era una puta. No podía consentir eso. Ella era mi creación. Mi puta. Y como tal debía enseñarla lo que toda una profesional como mi madre me había transmitido a mí.

Una buena puta nunca folla gratis – sentencié muy seria – Así que ... ¡coge el dinero y calla! – la ordené entregándola los billetes - Lo que hagas con la pasta, es cosa tuya. Pero tienes que aceptarla, ¿de acuerdo?

Lo que tú digas, Carol – contestó agachando ligeramente la cabeza en signo de obediencia, mientras contemplaba los 15 Euros en su mano.

Y ahora ... ¡démonos prisa que los tres siguientes no tardarán en llegar! – la ordené abriendo el grifo de la ducha.

 

 

 

 

Continuará ...

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